jueves, 31 de octubre de 1996

Mejor Ajustar que Devaluar

 Pulso Económico


Mejor Ajustar que Devaluar


Por: Jonathan Heath®


Resulta importante aclarar que el profesor Rudiger Dornbusch, del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), no recomienda una devaluación del peso mexicano, es decir un ajuste de golpe del 20 por ciento a nuestra moneda.  Lo que él recomienda es una depreciación gradual del 20 por ciento inducida a través de una flotación sucia.  Ni siquiera recomienda regresar a un desliz programado como se tenía antes, sino más bien que el Banco de México compre divisas en forma pragmática para garantizar que el tipo de cambio se ajuste con el tiempo y que las presiones no se acumulen.

Esto significa, entre otras cosas, que si el peso pierde fuerza como ha sucedido en las últimas semanas, el Banco Central deberá dejarlo así y no apretar la política monetaria para inducir alzas en la tasa de interés y fortalecer el tipo de cambio.  En este sentido Dornbusch ya sido muy claro: hoy en día no existe un desequilibrio en el mercado cambiario.  Sin embargo, de no ajustar la política monetaria y cambiaria ahora, se caería en un desequilibrio en un futuro no muy lejano.

Hemos insistido mucho en este punto y aunque suene repetitivo creemos que es necesario decirlo.  Existe mucha inquietud por la apreciación real del peso.  No hay duda de que el margen de subvaluación que teníamos ya se perdió.  Sin embargo, no hemos llegado al extremo de tener un peso sobrevaluado.  Estamos a tiempo de modificar la política cambiaria en aras del pragmatismo, para evitar la acumulación de presiones sobre el peso.  La inflación no es deseable, pero una devaluación es peor.  Quizás ayer no lo era, pero hoy es recomendable una flotación sucia aunque flexible, que busca evitar la apreciación.  No debemos tener prisa para bajar la inflación si es que corremos el riesgo de provocar otra crisis cambiaria.

Tenemos que admitir que un tipo de cambio más débil no es tan efectivo como muchos creen para corregir un déficit en la balanza comercial.  Sin embargo, de todos modos se tiene que evitar la apreciación de la moneda, dado que la percepción del mercado es tan importante (o quizás hasta más) que los mismos fundamentos teóricos.  La competitividad se determina por diferentes conceptos y no únicamente por el valor de la moneda.  Pero si la mayoría de la gente cree que se necesita una moneda más competitiva para desacelerar el crecimiento de las  importaciones y fomentar las exportaciones, la percepción misma va ocasionar un aumento en la demanda de dólares.  Por lo tanto, se tiene que evitar la apreciación de la moneda.

No es únicamente Dornbusch el que promueve esta línea de pensamiento.  Jeffrey Sachs, economista prestigiado de la Universidad de Harvard, sostiene que la política cambiaria representa uno de los enigmas más complicados de América Latina.  La alta volatilidad del tipo de cambio y los periodos extendidos de sobrevaluación representan problemas crónicos para la mayoría de los países.  De una forma u otra, las autoridades monetarias no han podido resolver satisfactoriamente el dilema entre un tipo de cambio fuerte para reducir la inflación y uno débil para fomentar las exportaciones.

Sachs ha dicho claramente que la situación cambiaria en México todavía se encuentra en términos manejables.  Sin embargo, si el tipo de cambio permanece a los niveles actuales y se va fortaleciendo, se va a perder la oportunidad de obtener mayor crecimiento económico.  Siempre va a existir una tendencia hacia la apreciación real de la moneda.  El problema es cómo evitarlo.  Palabras más, palabras menos, esto es exactamente lo que opina Dornbusch.

Eliana Cardoso, quien fue Ministra de Asuntos internacionales de Brasil, economista principal del Banco Mundial y ahora es investigadora en el FMI, también opina que el tipo de cambio es uno de los problemas principales de los países latinoamericanos.  Ella dice que los países con flujos de capital no quieren permitir fácilmente la depreciación necesaria de la moneda por los costos que implica.  Claramente perjudica al salario y provoca inflación.  En cambio, los costos de la apreciación se acumulan lentamente, lo que le da tiempo a los gobiernos para buscar otra solución.  El problema es que pocas veces encuentran una salida.

Al igual que los demás, Cardoso opina que la utilización del tipo de cambio como ancla para reducir la inflación, cuando ésta es de tres o de cuatro dígitos, es muy importante.  Sin embargo, es una política muy peligrosa cuando se quiere reducir una inflación de dos dígitos.  Cuando existe una sobrevaluación pequeña es posible su corrección.  Sin embargo, cuando la sobrevaluación es muy grande, la solución es más compleja.  Al final de cuentas, las tasas de interés elevadas que experimentamos son resultado de la falta de credibilidad derivada de experiencias negativas anteriores.

Ruth de Krivoy, quien fue la Gobernadora del Banco Central de Venezuela, también admite que las presiones políticas obligan a situaciones económicas absurdas, como el uso indebido del tipo de cambio para reducir la inflación.  Según ella, el bolívar venezolano va a estar sobrevaluado un 20 por ciento para fines de este año.

Andrés Velasco, profesor de la Universidad de Nueva York, quien fue el economista en jefe del equipo negociador para incorporar a Chile al TLC y del Ministro de Finanzas de Chile, también opina que la vulnerabilidad principal de México y del resto de los países latinoamericanos es la apreciación del tipo de cambio.  Ningún país ha podido resolver un problema de apreciación de su moneda a través de la deflación implícita en las políticas actuales.  El dice que la norma para la política cambiaria en nuestros países ha sido la mediocridad.  El hecho de que hemos adaptado políticas de mercado no significa que ha terminado esta mediocridad.

Cuando son tantos economistas reconocidos que opinan que debemos evitar la apreciación de nuestra moneda, tenemos que escuchar.



lunes, 28 de octubre de 1996

¿Es Hora de Escuchar a Dornbusch?

 Pulso Económico


¿Es Hora de Escuchar a Dornbusch?


Por: Jonathan Heath®


El profesor Rudiger Dornbusch, del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), es un economista reconocido en Estados Unidos, México y otros países del mundo.  Es autor de varios textos de economía, incluyendo sus clásicos de Introducción a la Macroeconomía y Macroeconomía Abierta, así como muchos libros que tratan sobre temas de finanzas internacionales, comercio, política cambiaria, inflación y la balanza de pagos.  Es reconocido como un experto sobre las economías de muchos países y frecuentemente es invitado a dar opiniones y conferencias sobre estos temas.

A principios de 1994, cuando el gobierno mexicano nos hablaba maravillas de todo lo que estaba haciendo, Dornbusch resaltaba la necesidad de un ajuste cambiario de por lo menos 20 por ciento.  El alegaba que el peso mexicano estaba sobrevaluado y que el Banco de México estaba aplicando una política monetaria equivocada.  Según él, el gobierno estaba utilizando el tipo de cambio como ancla nominal para bajar la inflación.  Sin embargo, esto resultaba en una tasa de interés muy elevada que dificultaba el crecimiento económico y les restaba competitividad a las exportaciones.  Si las autoridades mexicanas mantenían este rumbo, seguiría aumentando el déficit en la cuenta corriente y cada vez más nos alejaríamos de la posibilidad de un crecimiento sostenido.

El gobierno mexicano hizo todo lo posible por desacreditarlo y convenció a muchos en México de que estaba equivocado.  Inclusive hubo muchos bancos, que para captar más recursos del exterior, se unieron al gobierno para tratar de demostrar que lo que decía era un disparate.  En vez de escuchar lo que decía, el Secretario de Hacienda, que fue su alumno, prefirió solucionar los problemas a través de una emisión masiva de Tesobonos.

Cuando finalmente el gobierno tuvo que admitir la devaluación, argumentaba que de todos modos Dornbusch estaba equivocado porque la devaluación provocó un incremento masivo en la inflación y una recesión tremenda.  Nunca se admitió que un ajuste en la política cambiaria a principios del 1994 pudo haber salvado a México de una crisis.  El problema era que una devaluación en esas fechas, posiblemente hubiera hecho que el PRI perdiera las elecciones.  Cualquier cosa, por mal que fuera, era preferible a perder el poder.  Como resultado, el gobierno ganó las elecciones, tuvo que devaluar y terminamos en una crisis ya bien conocida por todos.

Utilizando como referencia 1990, el tipo de cambio se fue de una sobrevaluación del 22 por ciento en noviembre de 1994, a una subvaluación del 28 por ciento en marzo de 1995.  Después de un periodo de mucha inestabilidad y una inflación creciente, el Banco de México aprovechó esta subvaluación para llevar a cabo una política monetaria restrictiva, dirigida principalemente a reducir la inflación y volver a estabilizar a la economía.  Los resultados están a la vista: la inflación terminará este año a la mitad y la fluctuación del tipo de cambio ha sido de una décima parte de lo que fue el año pasado.  Sin embargo, la subvaluación ha ido disminuyendo a escasamente un 2 por ciento.

Ahora de nuevo Dornbusch vuelve a decir que México necesita una depreciación del 20 por ciento y que el Banco de México se está equivocando con su política monetaria.  También el gobierno vuelve a insistir en que Dornbusch está equivocado e insisten en su descalificación.  Otra vez los bancos se unen en la explicación de por qué un déficit en la cuenta corriente no es malo.  Si bien algunas cosas han variado, como por ejemplo el régimen cambiario, que ahora es de flotación, la duda favorece la opinión que Dornbusch y varios se han protegido a través de la compra de dólares.

¿A quien creerle?  ¿A Dornbusch?  Su recomendación de una devaluación fue desastrosa.  Resultó en más inflación, una recesión y únicamente una solución temporal al problema, dado que vuelve a aparecer.  ¿Al gobierno? Si recordamos cuántas veces nos prometió que no iba a haber una devaluación en los últimos veinte años, está como para no volverle a creer en unos cien.

Primero, conviene aclarar algunas de las percepciones sobre lo que recomienda Dornbusch.  Parece ser que él no sugiere una devaluación (ajuste de golpe), sino más bien una depreciación gradual inducida a través de una flotación sucia.  Ni siquiera recomienda regresar a un desliz programado como se tenía antes, sino más bien que el Banco de México compre divisas en forma pragmática de tal forma que induzca una depreciación gradual del tipo de cambio.  Si el peso pierde fuerza, como ha sucedido en las últimas semanas, el Banco Central deberá dejarlo así y no apretar la política monetaria para inducir alzas en la tasa de interés y fortalecer el tipo de cambio.

Puede ser que Dornbusch no sea el mejor experto sobre la economía mexicana.  También hay que admitir que la economía es una ciencia social no exacta que hace difícil tener una sola opinión o que exista una sola recomendación.  Sin embargo,  Dornbusch no es ningún tonto y sería un error descalificarlo sin escuchar lo que nos está diciendo.

Existe mucha inquietud por la apreciación real del peso.  No hay duda de que el margen de subvaluación que teníamos ya se perdió.  Sin embargo, no hemos llegado al extremo de tener un peso sobrevaluado.  Estamos a tiempo de modificar la política cambiaria, en aras del pragmatismo, para evitar la acumulación de presiones contra el peso.  La inflación no es deseable.  Pero una devaluación es peor.  Dornbusch recomienda una flotación sucia pero flexible, que busca evitar la apreciación.  Dice que no debemos tener prisa para bajar la inflación y que nos debemos concentrar más en provocar el crecimiento sostenido.  Quizás es el momento de escucharlo, con la mente abierta y con una dosis mayor de pragmatismo.

Los académicos dicen que la utilización del tipo de cambio como ancla para reducir el crecimiento de los precios es una manera efectiva de reducir la inflación elevada, pero que únicamente se debe considerar como una política temporal.  Se ha utilizado en forma eficaz hasta ahora.  Ya es tiempo de modificar la estrategia.  Estamos a tiempo de evitar que algo temporal se convierte en permanente.


jueves, 24 de octubre de 1996

La Inquietud Cambiaria

 Pulso Económico


La Inquietud Cambiaria


Por: Jonathan Heath®


Justamente hace un año, el domingo 29 de octubre, se renovó el Pacto, conocido ahora como el Acuerdo para la Recuperación Económica (ARE).  Fue precisamente durante estas fechas que se dio una mini-crisis cambiaria que se tradujo en un brusco incremento del tipo de cambio.  Recordemos los rumores de un posible golpe militar (3 de noviembre), difundido por la agencia de noticias Dow-Jones.  El tipo de cambio se fue de 6.50 a 7.94, hasta que intervino el Banco de México.

Sin llegar a los extremos del año pasado, todo parece indicar que el tipo de cambio está pasando por un embate similar, dado que ha variado de 7.50 hace un mes (18 de septiembre), a 7.90 durante momentos del día de ayer.  Nuevas declaraciones de Dornbusch, inquietudes acerca de la renovación del Pacto programado para este domingo, serias dudas sobre el apoyo popular a las reformas y la respuesta al alza en las tasas de interés, son algunas de las razones dadas para explicar la volatilidad cambiaria.

En un seminario organizado por el Grupo Santander en Nueva York, Rudiger Dornbusch declaró categóricamente que México necesitaba una corrección cambiaria de 20 por ciento.  Manifestó que las políticas monetaria y cambiaria del Banco de México son equivocadas, dado que están permitiendo la apreciación del tipo de cambio para reducir la inflación.  Esta política es dañina para el país y hará que México se encuentre dentro de poco en la misma situación de 1994.  Las personas que asistieron a este seminario son precisamente los que toman las decisiones de compra y venta de valores para los fondos invertidos en América Latina.

Todo parece indicar que la renovación del Pacto (ó ARE) se hará este domingo.  Se tendrán que determinar el monto y fecha para el aumento a los salarios mínimos, los lineamientos para los precios públicos y tarifas y algunas precisiones adicionales que pudieran involucrar concesiones fiscales.  A nivel de importancia económica, el Pacto ya se convirtió en un instrumento obsoleto que poco añade a los procesos institucionales.  La misma información del Pacto se tiene que dar a conocer a través de los Criterios Generales de Política Económica para 1997, que saldrán a la luz pública antes del 15 de noviembre.  La única razón de continuar con el Pacto son las apariencias políticas de que existe un consenso con los obreros y empresarios.  Sin embargo, este consenso es pura ilusión, dado que las cúpulas empresariales y laborales tienen poca o nula representatividad de sus bases.

Los líderes obreros están buscando un aumento del 20-21 por ciento en el salario mínimo, mientras que el Banco de México busca un aumento mucho más bajo, cerca del 14 por ciento.  Sin embargo, para la determinación de la inflación a fin de este año, también será determinante la fecha del aumento.  Si se da a partir de noviembre, la inflación podrá terminar cerca del 27 por ciento.  Si es a partir de diciembre, podrá ser alrededor del 26 por ciento.  En cambio, si el aumento se da hasta enero, la inflación podrá terminar el año en 25 por ciento.

En cuanto a las concesiones fiscales, los líderes empresariales siguen buscando la eliminación del impuesto al activo (IPAC), la desaparición permanente del impuesto sobre automóviles nuevos (ISAN) y una reducción en el impuesto sobre la renta (ISR).  Hasta ahora se ha dicho que la reforma fiscal se pospondrá hasta 1997 y únicamente se convertirá el ISAN en un impuesto estatal.

Dentro de los términos de la renovación, se anunciará la meta de crecimiento económico (4 por ciento), la meta de inflación (15.5 por ciento), el déficit público (1 por ciento del PIB), un aumento real en la inversión pública (10 por ciento) y un déficit en la cuenta corriente (2 por ciento del PIB), datos ya dados a conocer en diversos foros por funcionarios públicos.  Se anunciará que el gobierno tendrá un costo adicional, cerca del 2 por ciento del PIB, en cuanto al ADE y a las reformas del Seguro Social.

Con el cambio de reglas en la privatización de la petroquímica, el fracaso de la subasta del ferrocarril Chihuahua-Pacífico, la introducción del déficit público y las elecciones del año entrante, muchos inversionistas extranjeros han expresado cierta preocupación en la seriedad del compromiso de seguir adelante con los procesos de reforma.  Existe una falta de apoyo popular y de consensos públicos que se percibe como un elemento peligroso al entrar a las elecciones para el Congreso y el Gobernador del Distrito Federal.  Como resultado, algunas instituciones financieras están recomendando cautela hasta después de las elecciones de julio del 1997.

Finalmente está el aumento observado en las tasas de interés en la subasta del martes pasado.  Al combinar un aumento importante en las tasas de corto plazo con una caída en las tasas de mayor plazo, el mercado está viendo como pasajeros los problemas actuales en el mercado cambiario.  Dado que aumenta el riesgo inmediato, las tasas ofrecen un premio mayor al corto plazo.  Sin embargo, al esperarse que se estabilice el tipo de cambio y baje más la inflación, las tasas de mayor plazo están disminuyendo su compensación al riesgo.

Estas alzas son producto de un apretón por parte del Banco de México en su política monetaria.  Para evitar que el tipo de cambio siga subiendo, las autoridades monetarias han disminuido la liquidez existente para inducir un aumento en las tasas.  Este aumento, a su vez, hace más atractiva la inversión en pesos, reduciendo la presión sobre el tipo de cambio.  Sin embargo, es exactamente esta política la que critica Dornbusch y dice que es contraproducente para los intereses del país.  El profesor de MIT sostiene que el Banco debería permitir la depreciación cambiaria para fomentar las exportaciones y permitir mayor inversión a través de tasas de interés más bajas.

¿Hasta donde llegará el dólar en esta ocasión?


lunes, 21 de octubre de 1996

El Síndrome de Fatiga ante la Reforma

 

Pulso Económico


El Síndrome de Fatiga ante la Reforma


Por: Jonathan Heath


Publicado en Reforma el 21 de octubre de 1996


Fuera del País existe el consenso de que México está sufriendo de fatiga en lo que se refiere a los esfuerzos de reforma.  Después de una década de aplicar medidas de cambio estructural encaminadas a modificar el modo de operar de la economía, la sociedad en general está muy desilusionada con los resultados.  Hubo muchas promesas e ilusiones que se han ido desvaneciendo con el tiempo, hasta llegar a la devaluación pasada, que fue el golpe final.  Hasta ahora todo parece indicar que las reformas han producido más problemas que soluciones y esto ha hecho que el público deje de apoyar estos esfuerzos.

Es entendible.  La privatización bancaria resultó en una crisis del sistema financiero.  La apertura comercial trajo cierres de empresas y desempleo.  El saneamiento de las finanzas públicas produjo aumentos en los precios de bienes básicos, como la tortilla y la leche.  La desregulación se ve como el desentendimiento del Gobierno y falta de control, que se h

a traducido en manifestaciones recurrentes, pugnas políticas y corrupción creciente.
Nos prometieron crecimiento sostenido, nos dieron la recesión más grande desde hace por lo menos 60 años.  Nos prometieron estabilidad de precios; tenemos una de las inflaciones más grandes de América Latina.  Nos prometieron más poder adquisitivo; el salario mínimo de hoy puede comprar una cuarta parte de lo que podía adquirir hace 20 años.  Nos prometieron generación de empleos; todas las empresas se han dedicado a recortar personal.
Hoy en día las empresas calificadoras de valores, como Standard & Poor’s (S&P), nos otorgan una calificación de BB, que es menor a la que teníamos hacer unos cuantos años.  Dicen que invertir en México es una operación especulativa dado el nivel de riesgo que representamos.  El razonamiento principal es que existen grandes dudas acerca del apoyo popular a las reformas futuras.  Sin un consenso público acerca de la necesidad de seguir adelante con los cambios estructurales, existe un riesgo muy grande de que el Gobierno pueda dar marcha atrás y atender más a las demandas del pueblo.  Obviamente, este riesgo se acentúa al aproximarse las elecciones del año entrante.
Anticipando una reacción negativa de los inversionistas extranjeros, muchos funcionarios públicos han realizado viajes al exterior para platicar con analistas financieros y prometerles que el Gobierno sigue firme en su convicción de reforma la economía, abriéndola más a los mecanismos de mercado y asegurándoles una buena tasa de retorno si invierten en nuestro País.  Sin embargo, no todos han quedado convencidos, dado que ven inconsistencias entre lo dicho y lo hecho.
El gobierno dice que el proceso de privatización sigue adelante, pero declaró desierta la subasta para la adquisición del ferrocarril Chihuahua-Pacífico.  Anuncia que la venta del sector petroquímico no se retrasará, después resulta que siempre no y cambia las reglas de nuevo.  Dice que se mantiene la disciplina fiscal, hace poco anunció el regreso al déficit fiscal para el año entrante.  Se comprometió a evitar errores en la política cambiaria, pero el tipo de cambio real se ha apreciado más del 25 por ciento en los últimos 18 meses, ocasionando nuevamente rumores de devaluaciones.
Todo lo anterior se interpreta como signos inequívocos de fatiga en el proceso de reforma.  El Gobierno sabe bien que no cuenta con el apoyo popular.  El cambio de rumbo en la privatización de la petroquímica no es otra cosa más que ceder a las presiones políticas.  El PRI sabe perfectamente bien que tiene que mejorar la opinión pública del partido oficial si es que quiere mantenerse en el poder.  Con elecciones a la vuelta de la esquina, las autoridades no pueden darse el lujo de instrumentar políticas que pueden ser contraproducentes para su imagen ante el electorado.
La política económica del Presidente Zedillo parece ser la correcta.  La necesidad de mantener el rumbo y seguir adelante con el proceso de reformas es esencial para el buen desempeño futuro de la economía mexicana.  Sin embargo, cada vez más nos aproximamos más a un país democrático.
La democracia significa que el rumbo lo determina la mayoría.  Si la mayoría no está convencida de la necesidad de más reformas, entonces se complicará su aplicación hacia delante.  Si el Gobierno insiste en instrumentar las reformas necesarias simplemente porque está convencido de que hace lo correcto, sin buscar el apoyo popular y un mayor consenso, puede fracasar en todo intento y perjudicar el avance económico.
Hoy en día estamos entrando a la etapa política de las reformas económicas.  De aquí en adelante todo será más difícil.  Primero, necesitamos convencer a la mayoría, por las buenas, de que el rumbo actual es el más adecuado.  No podemos prometer resultados, ni pedir más sacrificios a un pueblo que ha vivido de promesas vanas por un par de décadas y que ha sacrificado todo.  El Gobierno necesita convencer a través de resultados concretos y no ilusiones vacías.  Esto es sumamente difícil dado que no existe ninguna solución fácil ni rápida.
Después necesitamos convencer a una población frustrada de que la mejor manera de ventilar su enojo es a través de las elecciones.  Si un Gobierno falla una y otra vez, no merece el poder.  Si las autoridades devalúan una y otra vez, pero siguen ganado las elecciones, entonces la sociedad empezará a buscar alternativas como el EZLN y el EPR.  Antes votábamos con miedo al cambio.  Ahora debemos votar con miedo a más devaluaciones y crisis recurrentes.
Bien es cierto que no tenemos otra alternativa más que la actual.  Sin embargo, la gran mayoría de la población no lo sabe, ni lo entiende.  Este es el meollo del problema político.  Por esto es necesario que el Gobierno haga política y esto significa convencer, conceder, buscar consensos y vender bien las ideas.  Aceptemos que existe una fatiga en cuanto a las reformas y manejemos la política económica con cara de que entendemos la necesidades del pueblo.
Dejemos atrás la soberbia y mostremos una mayor humildad política.

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jueves, 17 de octubre de 1996

La Importancia de la Educación

 

Pulso Económico


La Importancia de la Educación


Por: Jonathan Heath


Al observar la ventaja tan amplia que han tomado los países asiáticos en cuanto a su éxito económico, han surgido muchas teorías para explicar esta brecha creciente.  Algunos sostienen que se debe a la instrumentación de su política industrial.  Otros dicen que tiene que ver con sus valores y rasgos culturales.  Sin embargo, como lo ha señalado la revista inglesa The Economist,

 todos concuerdan en que una buena parte de la explicación radica en el énfasis que ponen a la educación.
El éxito tan notorio que en materia de educación tienen países como Taiwan, Singapur, Hong Kong, Corea del Sur y Japón es utilizado constantemente como ejemplo, al contrastarlo con países más pobres en el resto de Asia y con América Latina.  Sin embargo, ahora los últimos estudios muestran claramente su superioridad inclusive en comparación con países más desarrollados como Estados Unidos.
Una de las características más sobresalientes de estos países que su énfasis ha sido en incrementar los niveles de toda la población en su conjunto y no únicamente de la élite.  En otras palabras, no han gastado los millones en mejorar su educación superior o en establecer maestrías y doctorados, sino simplemente han mejorado el conocimiento básico.  Sin lugar a dudas, se ha visto que los países emergentes que han investido más en mejorar la educación primaria, han obtenido mejores resultados económicos que aquellos que han concentrado sus esfuerzos en mejorar la educación universitaria.  Esto significa que en México las autoridades educativas deberían poner más énfasis en ampliar la educación básica a una mayor parte de la población y al mismo tiempo mejorar la calidad de esta educación.
Parte de nuestro problema es que no existe la cultura educativa a nivel familiar en los segmentos más pobres de la población.  Es muy típico encontrar una familia de la clase más baja, en la que los padres han dejado de mandar a sus hijos a la escuela para que ayuden al sostenimiento familiar.  Sin embargo, en los países asiáticos este fenómeno casi no existe.  La familia básica pone la educación como la primera prioridad, con la creencia de que es el camino al sustento familiar en el futuro.  Existe el convencimiento de que todos pueden y deben progresar.  No porque son pobres no deben tener el derecho a la educación.  Primero sacrifican lo demás antes de tomar una decisión de retirar a sus hijos de la escuela.  Su visión es más amplia y de un mayor horizonte de tiempo.
Otra característica fundamental es el tiempo que le dedican los países asiáticos a la educación.  Para empezar, el número de horas por día escolar y el número de días de clase durante el ciclo escolar es mucho mayor que los de nosotros.  Según, el apoyo familiar es de tal grado, que en muchos casos, cuando es posible, mandan a los hijos a clases adicionales en la tarde.  La preocupación por mejorar la cantidad y calidad educativa existe casi a nivel de obsesión, pero lo más importante, es que esta obsesión empieza a nivel de los valores familiares sin esperar que el gobierno les resuelva el problema.
Estas observaciones son fundamentales para la elaboración de nuestra política educativa.  Queda claro para todos que debemos mejorar el nivel de la educación del País para poder progresar.  Esta es la solución para mejorar la distribución del ingreso, para generar más empleos y obtener una tasa más elevada de crecimiento sostenido.  Sin embargo, lo que no ha quedado claro es cómo armar la estrategia educativa y llevarla a cabo.
Lo primero que debemos hacer es mejorar y ampliar la educación básica a nivel de la primaria, para todos los estratos de la población.  Esto no significa promulgar una nueva ley que diga que la educación básica es obligatoria para todos los niños, dado que eso sería simplemente ilusorio.  Se debe buscar inculcar la cultura educativa a nivel individual y familiar.  Necesitamos meter a la cabeza de cada uno, a nivel de obsesión, la importancia de la educación.  Debemos extender el presupuesto educativo primordialmente en esta rama como la prioridad más alta, dejando momentáneamente a un lado la mejoría educativa a nivel medio y superior.
También debemos concentrarnos en mejorar la calidad de esta educación, a través de un mayor énfasis en las matemáticas y las ciencias.  Se tiene que mejorar la habilidad de razonar y pensar, en vez de memorizar y recitar.  Hay que inculcar a nuestros niños el gusto por el conocimiento, el gusto por la lectura y el gusto por el aprendizaje.
Si la educación básica es amplia y de buena calidad, las decisiones diarias a todos los niveles serán mejores.  Los valores personales y familiares podrán mejorar.  Si los papás tienen un mayor nivel de educación, podrán educar mejor a sus hijos.  Al mismo tiempo, los hijos que progresen a un nivel superior tendrán mayor competencia y podrán aprovechar mejor sus estudios.
Hasta ahora la falta primordial de la educación en México no solamente recae en la cantidad, sino también en la calidad.  Los jóvenes universitarios tienen dificultad para redactar ensayos sencillos y elementales, tienen fallas enormes de ortografía, no saben razonar problemas de lógica, tienen bases matemáticas deficientes y no saben realizar trabajos simples de investigación.  Por más buena que sea la calidad de la educación universitaria, estas fallas disminuyen el nivel y el posible aprovechamiento.  No se trata de mejorar la universidad, sino de regresar a la educación primaria.
Hasta ahora el Gobierno no ha hecho mucho en materia educativa.  Necesitamos empezar a impulsar la educación como primera prioridad en el País.  Necesitamos una política educativa espectacular, activa, integral e inclusive, agresiva.  Cada día que dejemos pasar tiene un costo elevado para la sociedad, nuestros hijos y las generaciones que vienen.
Simplemente, no existe mejor inversión.

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lunes, 14 de octubre de 1996

El Calendario de Divulgación del INEGI

 

Pulso Económico


El Calendario de Divulgación del INEGI


Por: Jonathan Heath


Unos días antes de terminar el mes de septiembre, el INEGI dio a conocer su calendario trimestral de difusión de información.  Hay que reconocer el mérito de no sólo elaborar este calendario, sino apegarse a él.  Esto ha facilitado la interpretación de la información, dado que ya se puede anticipar y programar el análisis de ciertos indicadores básicos.  También es un factor de confiabilidad y credibilidad, dado que pone fin a la percepción antigua de que la información pasaba primero al Secretario de Hacienda para su aprobación y modificación en caso de no corresponder a la realidad oficial.  Este cambio es fundamental, dado que la percepción general sobre nuestras estadísticas no es tan buena como debería ser.

Hay que señalar el avance que ha alcanzado el INEGI en materia de acortar el tiempo entre el levantamiento estadístico de la muestra y la divulgación de los datos procesados.  Podemos citar com

o ejemplos la tasa de desempleo y los indicadores de la actividad industrial.  En el primer caso se presenta ahora un cálculo preliminar de la tasa de desempleo abierto, que sale a la luz pública a mediados del mes siguiente, cuando antes tardaba más de seis semanas.
En el caso de los indicadores de la actividad industrial, a partir del mes pasado se recortó más de dos semanas el tiempo de procesamiento, ya que se dio a conocer esta información el día 22 del mes, cuando anteriormente se hubiera hecho pública hasta finales de la primera semana del mes siguiente.  Aunque la información anticipada es más limitada, los datos más desagregados se darán a conocer cuatro semanas después.
Sin embargo, a pesar de estos esfuerzos loables, aun existe mucho campo para mejorar.  El reclamo principal es algo relativamente sencillo, dado que no representa ningún problema técnico sino simplemente consideraciones políticas.  Por alguna razón desconocida, el INEGI ha rehusado divulgar su calendario en forma anual, como es la práctica en los países industrializados.  Tampoco ha querido ponerle una hora específica del día para su difusión.
Al mismo tiempo, da a conocer el calendario para el trimestre en cuestión con una anticipación de apenas unos días.  De esta forma se reserva la posibilidad de cambiar, manipular o modificar las fechas acordadas con cierta facilidad.  Esta práctica obscura obstaculiza todavía la transparencia de la información y le resta confianza al INEGI, que bien todavía le hace falta.
Como ejemplo específico podemos citar la práctica en los Estados Unidos.  Dan a conocer con bastante anticipación su calendario para todo el año siguiente.  Además dan a conocer la hora exacta de su difusión, para que los medios y los analistas puedan anticipar cualquier efecto sobre los mercados financieros.
Los mismos analistas financieros norteamericanos que le dan seguimiento a la economía mexicana son los primeros en cuestionar esta práctica obscura del INEGI.  He recibido una gran cantidad de cuestionamientos, reclamos y dudas acerca de la información económica de nuestro País y no las he podido contestar con satisfacción.  Esta inquietud se la he expresado en múltiples ocasiones y a diferentes funcionarios del INEGI sin mucho eco.
Me han dicho que técnicamente no hay ningún impedimento, dado que internamente ya tienen establecido el calendario.  Por lo tanto, el hecho de que no lo quieren divulgar es una decisión política, que le resta mucha credibilidad a esta institución.  Resulta primordial mejorar la confiabilidad de las estadísticas mexicanas en lo general y la imagen del INEGI en lo particular.  Este tipo de actitudes obsoletas no ayudan en lo más mínimo a esta necesidad.
En muchos casos la desconfianza en nuestras propias estadísticas es por desconocimiento o ignorancia del usuario.  Penamos que un cierto dato o indicador se debe interpretar de tal forma, cuando no es el caso.  Es función del INEGI aclarar metodología e interpretaciones posibles de los datos, cosa que no hacen con mucho éxito.  Mientras han mejorado en forma impresionante la cobertura y calidad de la información, falta mejorar las relaciones públicas y la habilidad mercadotecnia.
Uno de los mejores ejemplos es la tasa de desempleo abierto.  Los extranjeros (y muchos mexicanos también) critican al INEGI por utilizar una definición muy estrecha del desempleo, que no corresponde a la realidad.  He escuchado la crítica de que México considere una hora a la semana como una condición mínima para considerarse empleado.  Sin embargo, se muestran sorprendidos al conocer que es la misma definición que se utiliza en los Estados Unidos y demás países industrializados.  En sí la definición no es arbitraria, pues está basada en las recomendaciones específicas de la Organización de las Naciones Unidas, el Banco Mundial y la Organización Internacional del Trabajo.
No obstante, el mejor ejemplo se dio con la crisis devaluatoria de diciembre de 1994.  Hubo una gran cantidad de críticas dirigidas en contra del INEGI y el Banco de México en cuanto a la claridad, cantidad y transparencia de nuestras estadísticas.  La falta de transparencia dio lugar a una mayor fuga de capitales, simplemente por desconfianza de si estábamos proporcionando la información veraz.
Resulta primordial mejorar las estadísticas sobre la economía mexicana.  En este punto el INEGI ha desempeñado muy buen papel.  Sin embargo, mucho de este esfuerzo pasa desapercibido por la falla en mejorar su difusión a través de un calendario más amplio y exacto, junto con una mejor explicación específica.
A final de cuentas, la imagen y la percepción de las estadísticas son tan importantes como la calidad misma.

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jueves, 10 de octubre de 1996

Manifiesto del Peso Desvalorizado

 Pulso Económico


Manifiesto del Peso Desvalorizado


Por: Jonathan Heath®


Un fantasma recorre México: el fantasma de la devaluación.  Todas las fuerzas de la vieja guardia se han unido en santa cruzada para acosar a ese fantasma: el Presidente y Gobernador del Banco de México, Hacienda y Secofi, los académicos economistas y los líderes empresariales.

¿Qué empresario no ha sido motejado de pesimista por sus adversarios en el poder cuando habla de la posibilidad de una devaluación?  ¿Qué funcionario público, a su vez, no ha lanzado, tanto a los representantes de la oposición como a sus enemigos reaccionarios, el epíteto hiriente de catastrofista y de ignorante cuando piensan que viene otra devaluación?

De este hecho resulta una doble enseñanza: que la devaluación está ya reconocida como una fuerza por todas las potencias de México; que ya es hora de que los funcionarios públicos expongan a la faz del país entero sus conceptos, sus fines y sus tendencias, que opongan a la leyenda del fantasma de la devaluación un manifiesto de sus intenciones verdaderas.

Con este fin, le pedimos a los funcionarios de los más diversos sexenios que han terminado en devaluación (todos), que se reúnan en Palacio y redacten una explicación de por qué siempre provocan crisis económicas, la cual debería ser publicado en español, inglés, nahuatl, zapoteco y maya.

La historia de todos los sexenios hasta nuestros días es la historia de las devaluaciones.

Magnates empresariales y trabajadores, patricios y plebeyos, funcionarios públicos y ciudadanos, fiscalizadores y fiscalizados, en una palabra: devaluadores y devaluados se enfrentan siempre, manteniendo una lucha constante, velada unas veces y otras franca y abierta; luchas que terminan siempre con la aniquilación tumultuosa de toda nuestra moneda y el hundimiento de las clases sociales.

En las épocas sexenales anteriores encontramos casi por todas partes una completa diferenciación de la política económica en diversos modelos, desde una economía cerrada proteccionista hasta una apertura gradual al comercio internacional.  En el antiguo sexenio de Echeverría hallamos políticos puros, funcionarios administrativos, burócratas y trabajadores que nos dieron un modelo cerrado, proteccionista, con mucha intervención estatal y una regulación muy estricta en contra de la inversión extranjera; en la Edad Petrolera de López Portillo, hubo economistas, funcionarios públicos, técnicos, oficiales y servidores, y nos brindaron un gasto público mayor, más regulaciones, una política cambiaria casi fija, poca apertura, precios controlados y mucha deuda externa.  En el sexenio de De la Madrid, aparecieron tecnócratas, monetaristas y libre cambistas, que trajeron decretos automotrices, privatizaciones tibias, permisos previos de importación, entrada al GATT y un primer Pacto.

El moderno sexenio reformista, que ha salido de entre las ruinas de los sexenios anteriores, no ha abolido las contradicciones de la clase política.  Unicamente ha sustituido las viejas clases, las viejas condiciones de regulación, las viejas formas de control político por otras nuevas.  A pesar de tantos cambios, todos los sexenios nos han entregado devaluaciones.

Nuestra época, la época de los cambios estructurales, se distingue, sin embargo, por haber simplificado las contradicciones de la clase política.  Ahora queda claro que no es el modelo económico el que provoca la devaluación, sino que más bien son los problemas estructurales y las respuestas políticas.  A través de distintos modelos económicos, hemos visto cómo la sociedad va desintegrándose, cada vez más paupérrima e inequitativa, en dos grandes campos enemigos, en dos grandes clases, que se enfrentan directamente: los políticos devaluadores con los beneficiarios de las crisis y el resto de la sociedad devaluada.

Una parte de la sociedad desea remediar los males sociales sin ir al fondo para evitar las devaluaciones.  A esta categoría pertenecen algunos economistas, funcionarios públicos y los políticos en el poder.  Sin embargo, esto únicamente conduce a la filosofía de la miseria.  Quieren perpetuar las condiciones de vida de los políticos tradicionales con la impunidad y derechos adquiridos y sin los peligros que surgen fatalmente de las devaluaciones.  Quieren la sociedad actual con todos sus privilegios sin los elementos que lo descomponen.

Otra forma de este movimiento anti-reformista, menos sistemática, pero más práctica, intenta apartar al pueblo de todo movimiento reformista, demostrándole que no es tal o cual cambio político el que podrá beneficiarles, sino solamente una transformación de las condiciones materiales de vida, de las relaciones económicas, del modelo económico actual, de la eliminación del neoliberalismo.  Sin embargo, éste no entiende que las crisis devaluatorias se han dado con regímenes económicos muy distintos, pero siempre bajo la misma estructura política.

En resumen, los mexicanos apoyan por doquier todo movimiento innovador contra el régimen devaluatorio y político existente.  En todas estas mejorías ponen en primer término, como cuestión fundamental, la evasión de las crisis, cualquiera que sea la forma más o menos desarrollada que revista.  En fin, los mexicanos trabajan en todas partes por la mejoría en el bienestar y el acuerdo democrático de toda la sociedad.

Los mexicanos consideran indignantes las devaluaciones recurrentes.  Proclaman abiertamente que el bienestar, el empleo productivo y el crecimiento sostenido sólo pueden ser alcanzados derrocando las tendencias devaluacionistas.  La clase política puede temblar ante una sociedad más democrática que no permite la impunidad ante una devaluación.  Los mexicanos no tienen nada que perder al acudir en masas a las urnas.

Tienen, en cambio, un mundo sin devaluaciones que ganar.




lunes, 7 de octubre de 1996

El Problema Estructural de la Balanza Comercial

 Pulso Económico


El Problema Estructural de la Balanza Comercial


Por: Jonathan Heath®


En otras ocasiones he subrayado el hecho de que las devaluaciones recurrentes de los últimos veinte años se han dado bajo modelos económicos muy distintos.  Cuando se realizan reformas estructurales profundas, como han sido las privatizaciones, el proceso de desregulación, el saneamiento de las finanzas públicas y la apertura comercial, junto con una política económica distinta, más orientada al mercado y aun así no se evita la misma devaluación masiva, se tiene que reflexionar más sobre el origen mismo de las devaluaciones.  Bien sabemos que la única constante a través de las últimas décadas ha sido el sistema político, lo que nos hace admitir que buena parte de las decisiones equivocadas que han conducido a las devaluaciones, radica en la propia naturaleza del sistema político actual.  Sin embargo, también resulta importante señalar los problemas estructurales de nuestra balanza de pagos, que hacen ver que el problema es mucho más complicado.

La conclusión fundamental que surge de este análisis es que la política cambiaria por si sola no es suficiente para resolver el problema de los desequilibrios con el exterior.  Si nos limitamos a utilizar el tipo de cambio como único instrumento, nos encontraremos con más devaluaciones masivas en el futuro, que provocarán más inflación y recesión, sin solucionar a fondo la falta de divisas que tarde o temprano padecemos.

Las devaluaciones han sido producto de un problema estructural en nuestra balanza de pagos, que hace que siempre tengamos déficit en nuestra balanza comercial y en la cuenta corriente.  Podemos provocar momentáneamente un superávit, como el actual o el que tuvimos entre 1983 y 1988.  Sin embargo, tarde o temprano regresaremos a una situación deficitaria.

Nuestras exportaciones crecen a través de una ventaja comparativa en los costos laborales.  Por carecer de una tecnología de vanguardia propia o de dotaciones favorables de capital, estamos obligados a encontrar nuestras ventajas en el único factor abundante que tenemos: la mano de obra.  Sin embargo, esto significa que para poder exportar más, necesitamos mantener nuestros salarios reprimidos.

Existe una relación entre la sobre (o sub) valuación del tipo de cambio y el poder adquisitivo de los salarios.  Entre más sobrevaluado se encuentra el peso mexicano, más fuertes estarán los salarios.  Igual procede en el sentido opuesto: entre más subvaluado, menos favorables serán los salarios para los trabajadores.  En este sentido, al subir los salarios el tipo de cambio tiende a sobrevaluarse y las exportaciones a crecer menos rápido.  Por eso mismo, cuando los empresarios piden un tipo de cambio subvaluado, realmente están reclamando un salario menor.

En sí, nuestras exportaciones responden mucho más a los precios (vía cambios en los salarios) que a un aumento en el ingreso del exterior. Los economistas explican este fenómeno a través de un concepto llamado elasticidad, que no significa otra cosa más que el grado de respuesta en una variable ante el cambio en otra.  En estos términos, tenemos una elasticidad-ingreso baja y una elasticidad-precio elevada.  Esto es consecuencia natural de la competencia internacional: para poder exportar más necesitamos ser más competitivos.  Podrá aumentar la demanda mundial 2 o 3 por ciento en su totalidad cada año, lo cual significa que el crecimiento mayor tendrá que ser a través de capturar más mercado.

En cambio, nuestras importaciones crecen con base a otras consideraciones.  Primero, dado que nuestras exportaciones tienen un alto contenido de insumos importados, el aumento en las exportaciones hace crecer a las importaciones.  Esto es obvio en lo que corresponde a la industria maquiladora, pero también se aplica a la industria en general.  Dado que el gran crecimiento en nuestras exportaciones durante la última década se explica básicamente a través de la actividad manufacturera, es natural observar un crecimiento correspondiente en las importaciones.

El segundo elemento que explica el crecimiento en las importaciones es la propia dinámica de la actividad interna.  En general, la producción industrial que va dirigida al consumo interno del país también tiene un alto componente de importaciones.  La apertura comercial fomentó el mayor uso de insumos importados, dada la gran diversidad de insumos competitivos que existe a nivel mundial.  Ahora al darse la recuperación de la economía, es de esperarse que aumente en forma importante la tasa de crecimiento de las importaciones.

A diferencia de las exportaciones, las importaciones responden mucho más a estos efectos de ingreso en comparación a la respuesta por cambios en los precios.  En términos de economistas, tienen una elasticidad-ingreso elevada y una elasticidad-precio muy baja.  Dada la respuesta baja a los precios, las importaciones no van a disminuir mucho a través de una depreciación en la moneda.  Para contenerlas es necesario un movimiento muy grande en el tipo de cambio, como puede ser una devaluación masiva.

Esto significa que con el crecimiento natural de la economía, las importaciones van a crecer más rápido que las exportaciones, revirtiendo tarde o temprano a una situación deficitaria en la balanza comercial.  Si se quiere corregir este problema a través de movimientos en el tipo de cambio, necesitan ser muy grandes.  El problema es que estos movimientos traen consigo una respuesta inflacionaria importante, lo cual implica el peligro de un círculo vicioso de inflación-devaluación-inflación.  En este sentido, si se quiere corregir un déficit a través de la devaluación, el resultado es más inflación y únicamente una corrección temporal en la balanza comercial.  Es precisamente esta corrección temporal es lo que hace que las devaluaciones sean recurrentes.

¿Podrá el gobierno romper con el círculo vicioso y evitar futuras devaluaciones?


jueves, 3 de octubre de 1996

La Política Monetaria al Tercer Trimestre

 

Pulso Económico


La Política Monetaria al Tercer Trimestre


Por: Jonathan Heath


A principios de esta semana, el Banco de México dio a conocer su informe sobre la política monetaria del primer semestre del año.  Asimismo, como en estas fechas termina el tercer trimestre, también contamos con algo de información para evaluar la misma política durante los tres primeros trimestres de 1996.

Dado que el objetivo primordial de la política monetaria es el abatimiento de la inflación, el Banco de México puede ahora estar más satisfecho que el año pasado con los resultados

.  Mientras la inflación se incrementó 45 puntos porcentuales el año pasado, de 7.1 por ciento en 1994 a 52.0 por ciento en 1995, ahora hemos visto una reducción substancial.  Se estima que la inflación podría terminar este año cerca del 26 por ciento (dependiendo de los aumentos en tarifas y precios públicos programados para diciembre), lo cual seria justamente la mitad del año pasado.  Aunque faltarían todavía 6 puntos porcentuales adicionales para llegar a la meta propuesta de 20.5 por cieno, el resultado es lo suficientemente bueno como para estar relativamente satisfecho.
Si observamos la trayectoria de la base monetaria y la comparamos con las metas del programa monetario, encontramos que los flujos acumulados están dentro de los límites permitidos.  Como respuesta a los factores estacionales, se esperaba una contracción de la base en el primer trimestre del año, una expansión durante el segundo y cierta estabilidad en el tercero.  Siguiendo una trayectoria ligeramente más restrictiva que lo programado, el patrón se respetó.  Se podría pensar que la política más restrictiva fue una respuesta a expectativas de inflación superiores a la meta.
En general, la reducción en la tasa de interés y la mayor estabilidad en el tipo de cambio fueron resultado de una política monetaria exitosa.  Hasta los priístas rebeldes, en su XVII asamblea nacional, aceptaron que se deben mantener las estrategias de control de la inflación, al decir que “ la política monetaria deberá ser ancla de la estabilidad y la confianza, por lo cual, el Banco de México habrá de diseñarla en pleno ejercicio de su autonomía”.
En lo particular, existen varios puntos a resultar en la conducción de la política monetaria y sus resultados:
Aunque no hubo cambios significativos en los niveles de reservas internacionales, medidos por la definición del Banco de México, sí hubo un cambio importante en su composición.  Las reservas propias, es decir, las que no tienen como contrapartida un pasivo con organismos internaciones (básicamente el FMI y la Reserva Federal), aumentaron en casi 4 mil millones de dólares.  Esto significa por un lado, que el Banco acumuló divisas, que utilizó para liquidar pasivos con estos organismos y que sin aumentar las reservas, hubo un mejoramiento en su composición.
Los resultados señalan que una política restrictiva es capaz de reducir efectivamente las tasas de interés, al disminuir las expectativas de inflación.
La restricción al crédito interno neto del Banco Central no es fundamental para establecer la disponibilidad real de fondos prestables, pero sí juega un papel fundamental en la determinación nominal.  Dado que la diferencia entre los dos es la inflación, la política monetaria es esencial para controlarla.
Es más importante observar el desenvolvimiento de la base monetaria que del crédito interno neto, para ver el efecto sobre la inflación.  Establecer límites a la expansión del crédito en forma aislada, sin tomar en cuenta el movimiento de las reservas (o ponerle límites a la base monetaria), es un ejercicio irrelevante, dado que al final de cuentas es la base monetaria y no el crédito interno el que determina la expansión de los agregados monetarios.
El Banco de México admite en su reporte semestral, que influyen en la determinación tanto de las tasas de interés como en el tipo de cambio.  Aunque aclara que su propósito es reducir la inflación y mantener condiciones ordenadas en los mercados, es importante reconocer la diferencia entre el abatimiento inflacionario temporal y el permanente.  Se puede utilizar la estabilidad del tipo de cambio para redecir las presiones inflacionarias por ahora, pero sí la estabilidad cambiaria conduce a una pérdida de competitividad y un aumento desproporcionado en las importaciones, se pueden generar expectativas negativas de un ajuste importante en el tipo de cambio en el futuro.
Debemos tener cuidado cuando el Banco Central empieza a defender la apreciación del tipo de cambio y la aparición de un déficit comercial.  En su reporte dice que puede surgir un nerviosismo injustificado cuando desaparece el superávit y aparece un déficit.  Sin embargo, la historia reciente nos ha enseñado que no existe nerviosismo injustificado, dado que las percepciones del mercado son tan reales (y veces hasta más) como los fundamentos.
Ahora que el reconocido profesor Rudiger Dornbusch ha vertido su opinión sumamente negativa sobre el papel de la política monetaria, los funcionarios públicos, tanto del Banco de México como de la Secretaría de Hacienda, fueron muy rápidos en desmentirlo.  Aunque parece ser que Dornbusch carece de fundamentos en su apreciación, debemos reconocer la inquietud creciente sobre la apreciación real del tipo de cambio y la disminución acelerada de la balanza comercial.  Sin incurrir en el extremo de calificar a esta situación de un peligro inminente sí debemos recomendar cautela.  Hasta ahora han funcionado las políticas monetaria y cambiaria, pero esto no es garantía para el futuro.  No pude ni debe evitarse la depreciación nominal por mucho tiempo.  El mercado mismo se encargará de corregirlo.
El problema es el cómo.

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