jueves, 30 de enero de 1997

La Credibilidad y la Transparencia

 Pulso Económico


La Credibilidad y la Transparencia


Por: Jonathan Heath®


Fue muy bien recibida la noticia de que el gobierno realizó un pago anticipado de nuestra deuda con el Departamento de Tesoro de EEUU y con el Fondo Monetario Internacional (FMI).  Como consecuencia, se logró liquidar por completo nuestro adeudo con los Estados Unidos por el préstamo de emergencia de 1995, que es conoció como el Fondo de Estabilización.  Al mismo tiempo, se avanzó en el proceso de liquidar pasivos de menor plazo con el exterior a través de la contratación de deudas de largo plazo.

Esta es conocida como una estrategia de “ganar-ganar”, ya que todas las partes involucradas ganan y nadie pierde.  El gobierno mexicano gana credibilidad como deudor; los funcionarios de la Secretaría de Hacienda ganan votos de confianza como políticos hábiles que han sabido instrumentar las políticas adecuadas; el gobierno de los Estados Unidos sale airoso ante las múltiples críticas que recibió cuando concedió el préstamo hace casi dos años; y nuestro país gana al restablecer parte de su imagen en el exterior después de la crisis financiera.  México ganó un respiro muy importante para poder resolver un problema mayor de liquidez, mientras que Estados Unidos ganó una suma importante de intereses sobre el préstamo concedido.  En fin, es difícil encontrar alguien que salga perjudicado con esta acción.

También debe quedar claro que la forma en que se manejó la transacción fue la correcta.  La Secretaría de Hacienda realizó una serie de colocaciones de deuda en el exterior, obteniendo recursos de mayor plazo y los juntó para realizar el pago.  Estos fondos fueron depositados en una cuenta a nombre de la Secretaría, tal y como en el pasado se guardaban en lo que fue el Fondo de Contingencia.  Estos recursos no tenían que depositarse en el Banco de México como parte de las reservas internacionales, en vista de su naturaleza, temporalidad y destino.  El Banco de México operó perfectamente bien al actuar como agente financiero, tal y como lo permite su ley orgánica (artículo III, como lo dieron a conocer hace unos días).

Debe quedar perfectamente claro que fue una transacción positiva y benéfica y que se llevó a cabo dentro de los términos legales conferidos a las instituciones involucradas.  Esta parte no se cuestiona para nada.

Lo que ha dejado muy mal sabor de boca es la utilización de un fondo secreto para manejar los recursos destinados para la liquidación de la transacción.  A lo que es bueno, le han dado un aspecto que parece malo.  ¿Por qué se manejaron estos recursos en forma escondida?  ¿Qué estaban tratando de ocultar?  No existía razón alguna para dejar de informar al público sobre la existencia de este fondo y como consecuencia, la credibilidad del gobierno ha quedado dañada.  ¿Cómo podemos confiar en que no existe otro fondo por ahí?  Si escondieron algo que no había por qué hacerlo, ¿qué más estarán tratando de esconder?

Por más positiva que haya sido la realización del famoso prepago, el gobierno mandó el mensaje implícito de que todavía maneja recursos e información en forma obscura y de que no podemos confiar plenamente en lo que hace.  Por más esfuerzos que han tratado de realizar durante los últimos dos años en cuanto al manejo de la información, esta acción nos confirma que en el fondo las cosas no han cambiado.

La comunidad financiera internacional cuestionó en forma muy severa la transparencia en el manejo de la información a raíz de la crisis devaluatoria.  Como parte de las condiciones que nos establecieron para prestarnos el paquete de recursos financieros más grande en la historia, se exigió un manejo mucho más abierto y amplio en cuanto a la información estadística.  El Banco de México tuvo que dar a conocer el monto de sus reservas (y otros datos de igual importancia) semanalmente y tuvo que poner esta información en el internet para que todos lo pudieran consultar.  La razón fue muy simple: todos querían más transparencia en el manejo de la información.  Nadie quería sentirse engañado después de un movimiento cambiario brusco, un alza repentina en las tasas de interés o alguna otra sorpresa.

Ahora, entre los que hablan y cuestionan esta falta de transparencia, se encuentra la misma comunidad financiera.  En los últimos días he platicado con manejadores de fondos de instituciones financieras en el exterior, con personas de diversas Embajadas y funcionarios de organismos internacionales.  Sin excepción, todos han cuestionado esta falta de transparencia y lo difícil que es tener credibilidad en nuestro gobierno y confianza de que está haciendo lo correcto, sin desviaciones de recursos y manejos obscuros.

Un elemento que llega como lluvia sobre mojado fue la opinión vertida en días pasados por analistas de Banamex y la respuesta subsiguiente por parte de las autoridades.  En un análisis sano y necesario, Banamex cuestionó el origen obscuro de estos recursos y el manejo por parte del Banco de México.  Las autoridades reclamaron al Banco por realizar la crítica y al día siguiente emitieron un comunicado desmintiendo su análisis anterior y elogiando el pago hecho por el gobierno.  Quedó clara la censura del gobierno a la crítica y el pobre criterio de los altos funcionarios de Banamex por la forma en que permitieron el juego sucio de las autoridades.  Inclusive corrió el rumor de que habían despedido al analista involucrado, quien únicamente hacía su trabajo.  El resultado es que perdieron imagen el gobierno, Banamex y nuestro país, mientras que se fortaleció la percepción de que no podemos platicar, analizar y criticar en forma sana nuestros problemas.  Hace poco tiempo, Serfin cometió el mismo error al despedir a uno de sus analistas porque quiso organizar una conferencia telefónica con Adolfo Aguilar Zinser (¡háganme el favor!).

Ahora, ¿cómo podemos confiar en que la Secretaría no tiene otro guardadito por allí?  ¿Cómo podemos argumentar que Hacienda no interviene en el mercado cambiario?  ¿Cómo podemos convencer a los inversionistas que vienen del exterior que las cosas han cambiado y que somos muy transparentes?




lunes, 27 de enero de 1997

El Regreso del Dinero Especulativo

 Pulso Económico


El Regreso del Dinero Especulativo


Por: Jonathan Heath®


La revista Business Week, publicó la semana pasada un artículo que llamó la atención: América Latina vuelve a estar de moda para los inversionistas extranjeros.  De nuevo somos uno de los lugares favoritos para la inversión en portafolio, también conocido como el dinero especulativo o de corto plazo.  Utilizando la jerga financiera, somos un mercado “caliente”.  Inclusive el encabezado del artículo pregunta: ¿Qué es más Caliente que la Salsa? Los Bonos Latinos.

Esta es una noticia que por un lado da gusto, mientras que por otro da miedo.  Significa que se ha restablecido la confianza en nuestro país después del desastre de 1994.  No solamente somos de nuevo sujetos de crédito (eso lo éramos a partir de mediados de 1995), sino que hemos regresado a ser uno de los lugares preferidos a nivel mundial, mientras que la crisis de 1994 casi se ha olvidado.  Business Week cita que en 1996 los países de América Latina colocaron 50 mil millones de dólares en el mercado mundial, que es una cifra parecida a la suma de todas las colocaciones de los tres años anteriores (1993-95) en la región.  Dicen que a estas fechas ya existen negociaciones para emisiones de cerca de 40 mil millones de dólares en 1997.

Parte de la razón es que la tasa de retorno sobre estas inversiones fue en promedio de 35 por ciento, casi 10 veces lo que pagaron los papeles emitidos por la Tesorería de los Estados Unidos (T-Bills).  La percepción de un menor riesgo y el aumento en la demanda de este tipo de inversiones asegura que el retorno será mucho menor este año.  Sin embargo, el mercado se ha motivado por una liquidez mundial creciente en busca de mejores rendimientos ante tasas de interés muy bajas en la mayoría de los países industrializados.  Mientras, la combinación actual de riesgo y rendimiento en los países como México es sumamente atractiva.

En principio, el hecho de que hemos recuperado la confianza del exterior nos debería de dar gusto.  Sin embargo, no se nos puede olvidar la indigestión financiera que nos dio hace unos años, por haber permitido la entrada a un exceso de capitales de esta naturaleza.  Es un capital que muchos han denominado “especulativo” dado que únicamente busca el mejor rendimiento sin considerar el mal que puede ocasionar si se mueve rápidamente de un lugar a otro.  También se le ha llamado capital “golondrino” dado que no busca permanecer, sino regresar a su lugar de origen en un plazo muy corto.

Pero quizás lo que más asusta es su efecto sobre el tipo de cambio y la balanza de pagos.  Al entrar al país incrementa la oferta de divisas, fortalece la moneda a través de su apreciación y ocasiona una sobrevaluación del tipo de cambio.  Esto hace más difícil mantener el ritmo de exportaciones y hace que las importaciones sean más baratas.  Al final de cuentas, se tiene un déficit creciente en la balanza comercial, financiado por un capital “especulativo, de corto plazo y golondrino” en el cual no se puede confiar.  A la primera señal, este capital se va del país, provocando una gran devaluación y una crisis recesiva.

¿Es cierta esta posibilidad?  ¿Deberíamos estar preocupados?

Por un lado, no.  Primeramente, las magnitudes de hoy en día están muy lejos de poder provocar una crisis.  La balanza comercial tiene todavía un superávit, la cuenta corriente tiene un déficit insignificante y no existen muchas obligaciones externas de corto plazo.  Ya no está Pedro Aspe para emitir, con fines electorales, más Tesobonos que pudieran provocar una contingencia mayor.  Hoy en día el tipo de cambio se encuentra bien valuado (como se dice, ni sobre ni subvaluado).

Segundo, el tipo de deuda que se está emitiendo es, en su mayoría, diferente a la de principios de los noventa.  La mayoría de las emisiones que se han realizado en el exterior son bonos globales de largo plazo (por ejemplo, el gobierno emitió bonos de 20 y 30 años de maduración el año pasado).  Anteriormente, la acumulación de deuda con el exterior fue principalmente a través de la venta de deuda interna de corto plazo (Cetes y Tesobonos).  Simplemente, la Secretaría de Hacienda permitió una acumulación de casi 30 mil millones de dólares en deuda de muy corto plazo en 1994.  Hoy en día, la venta de Cetes a extranjeros es reducida y los Tesobonos han desaparecido.

Tercero, la emisión de bonos globales no ha significado un incremento en la deuda externa por el mismo monto.  Más bien la mayoría de las colocaciones se han utilizado para eliminar las obligaciones de corto plazo, aprovechando las condiciones favorables del mercado.  Mientras que uno de los problemas de 1994 fue precisamente la cantidad tan elevada de deuda de corto plazo, hoy la mayoría de nuestras obligaciones con el exterior son a un plazo más razonable.

Por último, hoy en día no tenemos una política cambiaria atada al mecanismo del Pacto, que únicamente le restaba flexibilidad a las autoridades monetarias.  Si el mercado percibe un incremento excesivo en el déficit de la cuenta corriente o en la sobrevaluación del peso, se podrá llevar a cabo la corrección inmediatamente.

Sin embargo, no porque hoy en día estamos en una situación mejor y los fundamentos económicos están bien, significa que no deberíamos preocuparnos.  Antes de la crisis de 1994, el gobierno lograba justificar todo lo que hacía y convenció a la mayoría de que un déficit enorme en la cuenta corriente no era motivo de preocupación.  También argumentaba a favor de la fortaleza del peso como consecuencia natural de un país que hacía las cosas bien.  Pero al final de cuentas terminamos en una crisis.

Por más bien que parece la situación actual, no deberíamos permitir una venta masiva de nuestra deuda interna a los extranjeros.  Aunque la obligación de pago de un Cete sigue siendo en pesos, al momento de venderlo a un extranjero, la deuda se debería considerar como externa.  Debemos recordar que la mayor parte de la deuda interna es de corto plazo.

Este momento es el adecuado para reflexionar sobre nuestra dependencia de capitales del exterior y no dentro de unos años, cuando estemos de nuevo envueltos en una situación difícil.



jueves, 23 de enero de 1997

Las Tasas de Interés

 Pulso Económico


Las Tasas de Interés


Por: Jonathan Heath®


A principios de esta semana, El Economista, a través de su encabezado principal, dio a conocer la noticia de que la tasa de interés no será más ancla del tipo de cambio.  Al día siguiente, se repitió el tema en su encabezado, afirmando que el Banco de México está en posición de no inducir más la tasa de interés.  Como resultado de lo mismo, se comenzó a difundir el rumor de un cambio substancial en la política monetaria por parte del Banco Central.  Sin embargo, no existe tal cambio; la política monetaria se mantiene intacta.

Hasta ahora, el Banco de México ha sostenido que la política monetaria se ha manejado a través de fijar diariamente la base monetaria en función de una trayectoria meta, congruente con sus parámetros deseados de inflación y del crecimiento económico.  Las fluctuaciones varían día a día según la demanda de dinero, que va cambiando durante la semana, obedeciendo a factores como la proximidad del fin de semana, si es día de quincena, etc.

La tasa de interés la determina el mercado en función de la liquidez existente, que tiene que ver con la interactuación entre la oferta y la demanda de dinero y crédito.  Aunque la oferta la determina principalmente el Banco de México, ésta obedece al deseo de satisfacer la demanda del mercado, sin que provoque presiones inflacionarias.  En ningún momento el Banco Central busca llegar a una tasa de interés determinada.  Esta política, que es la que se ha manejado de alguna forma u otra desde 1995, sigue en pie sin ninguna modificación.

En momentos de especulación aguda en que el Banco de México estima necesario influir en la dirección de las tasas de interés, realiza una acción que le llaman “dejar corto al mercado”.  Sin ninguna meta en particular, esta política busca encarecer la liquidez en un momento dado para incrementar el precio de la especulación, por decirlo de algún modo.  Esta política es casi siempre vista como algo temporal y no es una práctica recurrente.

El anuncio de El Economista parecería indicar que esta política se va a abandonar.  Sin embargo, lo único nuevo a este respecto es la aclaración del Banco de México que no va a realizar una operación contraria (dejar largo al mercado), que podría provocar una disminución en la tasa de interés.  De hecho, esto último es únicamente una aclaración dado que no es una práctica utilizada.  La razón es que una inducción a la baja de las tasas a través de esta política tendría únicamente un efecto temporal y posteriormente podría provocar presiones inflacionarias.

El anuncio de que la tasa de interés dejará de ser ancla del tipo de cambio es confuso, ya que ésta no ha funcionado como ancla.  Antes de la devaluación de 1994, el tipo de cambio funcionaba como ancla de la inflación.  Posteriormente se ha utilizado al crédito interno neto como ancla, también de la inflación.  Sin embargo, la tasa de interés nunca ha jugado este papel.

Más bien la tasa de interés ha jugado un papel secundario para disminuir la volatilidad en el tipo de cambio cuando el mercado empieza a corregir su nivel.  Algunos analistas han manifestado su opinión de que el Banco de México no debería presionar al alza la tasa en ningún momento, ni siquiera cuando hay mucha volatilidad.  La razón es que una tasa mayor atrae capital (divisas) del exterior, lo cual fortalece la moneda.  Si el Banco de México sostiene una tasa de interés más elevada, el tipo de cambio no se va a depreciar lo suficiente y se puede llegar a crear de nuevo una dependencia sobre los capitales de portafolios de corto plazo.

Es en este sentido que el Banco de México utiliza esta política únicamente en forma ocasional y como respuesta a una situación de especulación mayor.  Es importante resaltar que el Banco Central no tiene en mente un tipo de cambio ideal o tasa de interés adecuada, sino que busca reducir las presiones inflacionarias simplemente a través de un manejo adecuado de la base monetaria.

Inclusive, si observamos las tasas de interés actuales, nos podemos percatar de una tendencia general a la baja, que corresponde a la tendencia de la inflación.  La tasa real de interés promedio de los Cetes (a 28 días) durante el año pasado fue de 4.8 por ciento, por debajo del promedio de 1994, de 6.7 por ciento.  Una tasa real en estos niveles no es muy elevada y se compara favorablemente con otros países.  En este sentido, no se puede decir que la tasa real ha sido muy elevada como consecuencia de la política monetaria.  En cualquier caso, la tasa nominal ha disminuido como resultado de una política adecuada.

Debemos tener cuidado cuando hablamos de tasas demasiadas elevadas.  Hoy en día es muy importante tener una tasa de interés atractiva para fomentar el ahorro.  No podemos permitir que la tasa disminuya mucho más dado que sería en detrimento del proceso de ahorro.  Más bien, tenemos que hacer la distinción entre las tasas pasivas (de depósitos) y las activas (de créditos).  Las tasas que hoy en día se encuentran muy elevadas son las del crédito bancario, pero no como consecuencia de la política monetaria sino como resultado de un sistema bancario ineficiente.

Los bancos cobran intereses elevados, muy por arriba de las tasas de depósito, provocando un margen de intermediación muy grande.  El reto es reducir este margen para abaratar el crédito, sin disminuir las tasas en los depósitos bancarios (o de los Cetes) para no desalentar el ahorro.  Sin embargo, la problemática de un margen financiero muy amplio es diferente a la que determina la tasa de los Cetes.

Los bancos cobran tasas elevadas como consecuencia de su ineficiencia, mala administración y falta de competencia, que ha ocasionado la crisis bancaria actual.  Dado que los bancos prestaron dinero en forma desordenada y sin un buen análisis de crédito, muchas empresas y demás clientes cayeron en cartera vencida.  Estos mismos bancos cobran tasas de interés más altas para compensar la parte de su cartera que no reditúa.  En otras palabras, existe una parte de la tasa que compensa el riesgo mayor de prestar dinero.

Al final de cuentas, la respuesta al problema de las altas tasas radica en una mayor eficiencia y competencia bancaria, más que en la política monetaria.



lunes, 20 de enero de 1997

Las Críticas del Extranjero

 Pulso Económico


Las Críticas del Extranjero


Por: Jonathan Heath®


Es muy positivo para el país abrirse más a la crítica y a la discusión abierta.  Poco a poco, a través de los últimos años, se está logrando un diálogo sincero; todos dan a conocer sus puntos de vista y se intercambian opiniones.  Empezamos a dejar atrás la época en que únicamente eran válidas las opiniones a favor de lo que hacía el gobierno, aun en el caso de que estuviera mal o cometiera errores.

Por naturaleza, el gobierno constantemente resalta lo positivo y los logros de la administración.  Por el contrario, también por naturaleza, la oposición se enfoca siempre a lo negativo y lo que falta por hacer.  Parte del problema es que en pocas ocasiones reconoce el gobierno los desaciertos, al igual que la oposición, que casi nunca reconoce lo positivo.  Es importante resaltar tanto la parte vacía como la parte llena del vaso, pero no porque uno se enfoca en una parte, significa que no existe la otra.

Mal hace el gobierno en criticar a los que no concuerdan con los puntos de vista oficiales.  Todos tienen derecho de expresar su opinión y entre más lo hacen, es mejor para todos.  De igual manera, también debemos permitir y buscar más las opiniones que procedan del exterior sobre nuestro país.  Estas opiniones no son intromisiones ni violaciones a nuestra soberanía.  Son puntos de vista, que aunque no concuerdan con los nuestros, deberíamos escucharlos.  En caso de no estar de acuerdo, entonces debemos expresar nuestra opinión pero bien argumentada, en el espíritu de diálogo en que todos ganamos.  Descalificar a alguien antes de escucharlo o simplemente por lo que es o por lo que representa, es signo de inmadurez intelectual.

Tal es el caso de Christopher Whalen, el norteamericano ex-asesor de Cuauhtémoc Cárdenas.  Whalen, que presume de no usar la lógica de un economista, escribió la semana pasada un artículo sobre México en el Financial Times de Londres.  El argumenta que el reciente éxito de la recuperación económica en México es una ilusión basada únicamente en la industria maquiladora y la estrategia del gobierno mexicano de incurrir en un mayor endeudamiento.  El dice que las dos únicas salidas que le quedan a nuestro país son una unión monetaria con los Estados Unidos o bien, una renegociación de la deuda externa con una quita importante de capital.  Según su tesis, la política económica del país está destinada al fracaso, dado que no tiene ningún sustento real.

En un momento dado, se podría llegar a estar de acuerdo con algunas de las hipótesis de Whalen, pero por otras razones completamente diferentes a las que él argumenta.  Su problema es que le falla la lógica en el análisis y se fundamenta en afirmaciones que no tienen ningún sustento.

Por ejemplo, Whalen dice las únicas exportaciones que están creciendo son las de la maquila.  Sin embargo, hoy en día las exportaciones que no son de este tipo están creciendo por arriba del 20 por ciento anual, inclusive por arriba de la propia maquila.  Dice que el empleo sigue cayendo, no obstante, todos los indicadores (registros en el Seguro Social, la encuesta mensual de empleo, la encuesta mensual de manufacturas, etc.) muestran lo contrario.

Argumenta que la tasa real de interés es muy alta para una economía como la mexicana.  Aunque esto sí es cierto, los datos que utiliza están equivocados y no sirven para llegar a sus conclusiones.  Por ejemplo, dice que la tasa de Cetes es de 30 por ciento, cuando ésta se encuentra en 23 por ciento, y le resta la inflación oficial del año que empieza (15 por ciento), cuando la inflación anual es del 27.7 por ciento.  Falsea los datos y utiliza los indicadores equivocados.  Si observamos la realidad, la tasa real promedio del año pasado fue menor al 5 por ciento, que no se puede considerar elevada e inclusive es favorable al compararla con las de otros países.

Si él quiere llegar a argumentar que la tasa real de interés es elevada, debería de utilizar como referencia las tasas activas de la banca, es decir, las tasas a que prestan dinero los bancos a las empresas.  Esta no es la de los Cetes.  Ni siquiera menciona el problema actual de la cartera vencida de los bancos, que es fundamental para explicar y argumentar la existencia de una tasa real elevada.

Enseguida hace unas afirmaciones que simplemente no son ciertas.  Hace pensar a uno que México tiene un déficit muy elevado en la cuenta corriente y que éste sería peor si no se incluyen las exportaciones netas de la maquila.  Sin embargo, el déficit acumulado de 1996 (hasta el tercer trimestre según los datos disponibles) muestra que el déficit de la cuenta corriente es menor al 0.1 por ciento del PIB.  Si la balanza de la maquila se resta a la balanza comercial, de todos modos tendríamos un superávit en 1995 y 1996.

El afirma que México le ha pagado al gobierno de los Estados Unidos, pero que no se ha hecho ningún pago al FMI.  Esto también es falso: se pagaron mil millones de dólares en agosto del año pasado y otros 1.5 mil millones la semana pasada.  Afirma que México se endeudará en por lo menos 7 mil millones de dólares más este año por parte del FMI, el Banco Mundial y el BID.  Simplemente no es cierto.  El endeudamiento neto del año será menor e inclusive disminuirá con el FMI.

El artículo de Whalen hace pensar a uno que México está a punto de entrar a una crisis en su balanza de pagos.  El punto central de su argumentación es que México está aumentando su deuda externa a una velocidad alarmante.  Según el, la nueva deuda se está destinando únicamente a financiar el comercio externo y los déficits en la balanza de pagos.

Sin embargo, no estamos cerca de una nueva crisis.  La política económica de los últimos dos años ha corregido el problema que teníamos y hoy por hoy nuestra balanza de pagos está muy bien.  La balanza comercial es superavitaria; el déficit en la cuenta corriente es tan pequeño que se debe considerar insignificante; existe un pequeño superávit en la cuenta de capital; la deuda externa de corto plazo es mínima, mientras que el patrón de amortización se ha reestructurado hacia un mayor plazo; la valuación del tipo de cambio es la correcta, mientras que la política de flotación se ocupe de mantenerlo así.  La deuda externa que se ha contratado se ha utilizado para liquidar otras deudas de menor plazo, por lo que no ha aumentado significativamente la deuda externa neta.

No se vale partir de premisas o datos falsos para sustentar opiniones que buscan ir en contra simplemente por el hecho en si.



jueves, 16 de enero de 1997

El Prepago de Deuda

 Pulso Económico


El Prepago de Deuda


Por: Jonathan Heath®


México amortizará el día de hoy 5 mil millones de dólares al extranjero a manera de pre-pago de deuda externa.  Con un pago de 3.5 mil millones de dólares del Gobierno Federal al Departamento del Tesoro de los Estados Unidos, se liquida por completo el adeudo contratado con ese país a raíz de la crisis financiera de 1994-95.  El resto del pre-pago, 1.5 mil millones de dólares, lo realiza el Banco de México para disminuir sus pasivos con el Fondo Monetario Internacional (FMI).  ¿Esto es bueno?

Como en todo, al escuchar la noticia algunos empezaron a difundir opiniones en contra de la transacción.  Primero, por ponerle más atención a los adeudos con el exterior que a los compromisos internos.  Falta mucha más inversión para estimular a la economía y para crear empleos.  ¿Cómo puede ser que estamos pagando este monto tan elevado cuando existen tantas necesidades aquí en el país.  Después, por preocuparse más por la percepción extranjera que la nacional.  Se está haciendo este pre-pago para mejorar nuestra imagen en el extranjero.  ¿Por qué el gobierno no se preocupa más en mejorar su imagen dentro del país?  Por último, el pago tiene fines electorales.  Se está realizando la liquidación para poder presumir que ya no debemos dinero a los Estados Unidos e incrementar los votos a favor del PRI en las próximas elecciones.  ¿Qué otro tipo de táctica van a utilizar para buscar más votos?

No obstante las críticas, la noticia es fundamentalmente buena para el país y para los mexicanos.  Es importante subrayar que no se están desviando recursos de la economía nacional hacia el exterior.  Más bien, esta liquidación forma parte de una estrategia de reestructuración de la deuda externa pública hacia un perfil de pagos de mucho mayor plazo.

Si bien es cierto que México no tiene un nivel excesivo de deuda externa, en especial si lo comparamos con otros países, sí es cierto que teníamos un perfil de amortizaciones de mucho menor plazo que los demás.  Desde hace un par de años, el gobierno ha estado trabajando en ampliarlo, reestructurando la deuda a través de los mecanismos de mercado.  Lo que está haciendo el gobierno es equivalente a las renegociaciones de deuda de los ochenta, sólo que ahora está utilizando al mercado en vez de sentarse con algunos acreedores específicos.

En este caso en particular, México está liquidando esta deuda por ser uno de los próximos pagos abultados que teníamos que realizar a partir del año entrante.  Anteriormente, se había hecho lo mismo con otros pagos que se veían venir en un plazo relativamente corto.  No debemos confundir una estrategia de mejorar nuestro perfil de amortizaciones a través de contratar deuda de largo plazo para liquidar deuda de corto plazo (lo cual no aumenta el monto de la deuda total), con una estrategia de endeudamiento neto dirigido a incrementar la inversión en el país.  Lo que estamos observando ahora es lo primero.  Sin embargo, esto no impide ni contradice lo segundo, dado que son totalmente independientes.

Tampoco debemos decir que este pago se realiza simplemente con el fin de mejorar la confianza del extranjero en nuestro país.  La estrategia de ampliar los periodos de pago de la deuda es algo que nos conviene más a nosotros que a los extranjeros.  Cuando existe una devaluación y una recesión subsecuente, el primera afectado es el mexicano que pierde poder adquisitivo y fuentes de empleo.  Una estrategia diseñada para evitar una situación similar a la de 1994, es algo que nos conviene a nosotros antes que a cualquier otro.

Si la liquidación de esta deuda mejora la percepción del extranjero, quien gana es México.  Esta mejoría va a redituar en un costo menor de financiamiento en el futuro, junto con una mayor entrada de inversión extranjera al país.  Al final de cuentas, nos conviene poder disponer de mayores recursos y a un costo menor.

Es absurdo pensar que esta estrategia tiene algo que ver con las elecciones.  La gran mayoría de los que votarán no están enterados del tema y les preocupa más la supervivencia.  Inclusive, algunos ven esta medida como negativa dado que el gobierno esta pagando primero al extranjero en vez de preocuparse por los mexicanos.  Los que sí están enterados, van a determinar su voto por cuestiones más concretas.

La liquidación total de esta deuda con los Estados Unidos tiene un significado simbólico fundamental.  Primero, revela que si un país va a depositar su confianza en nosotros y en nuestra habilidad para salir adelante (aun reconociendo que a ellos también les convenía), no hace una apuesta equivocada.  Asumimos el compromiso de la operación singular más grande en la historia de deuda internacional y salimos airosos.  Esto nos tiene que redituar en la percepción de riesgo país y llevar a una recuperación eventual en nuestra calificación.  Segundo, significa que una parte (obviamente no toda) importante de la crisis está detrás de nosotros.  Hoy en día no tenemos problema alguno en nuestra balanza de pagos.  Hemos podido acumular reservas y la valuación actual del tipo de cambio es la correcta.  No tenemos un perfil de pagos al exterior demasiado abultado durante los siguientes años y la política cambiaria es lo suficientemente flexible como para ajustarse cuando sea necesario.

Puede ser que todavía falten muchos aspectos como para poder presumir de haber librado la crisis.  Falta resarcir el poder adquisitivo de los salarios.  Falta recuperar fuentes productivas de empleo.  Falta una recuperación en serio del sector comercial, en especial de las ventas al menudeo.  Falta abatir la inflación a niveles de un dígito, como estaba antes de la devaluación.  Falta incrementar la capacidad de ahorro interno para reducir nuestra dependencia del exterior.  Falta regresar a la senda del crecimiento sostenido.

Sin embargo, se tienen que reconocer los avances y uno de ellos es la estrategia de empujar nuestra deuda externa hacia un plazo mayor.  Aquí el gobierno ha hecho un excelente trabajo.

En este mismo sentido, es importante que el gobierno vaya preparando el camino para evitar la devaluación (tradición muy arraigada de fin de sexenio) del año 2000.  Una de las políticas más eficaces sería eliminar todas las amortizaciones pendientes para el año 2000 y 2001.  A ver si ya dejamos de tropezarnos con la misma piedra.


lunes, 13 de enero de 1997

La Inflación y los Pactos

 

Pulso Económico


La Inflación y los Pactos


Por: Jonathan Heath


Es evidente la molestia generalizada de la gente con el Gobierno Federal por haber decidido una serie de incrementos de precios durante diciembre pasado y en enero.  Gasolina, electricidad, tortillas, leche, Metro, predial, etc.  Las señoras preguntan a diario si los funcionarios públicos nunca van al supermercado, dado que ellas observan una realidad distinta a la que pintan las autoridades.  Una señora me explicó que la diferencia entre un pesimista y un optimista, es que el primero va al supermercado mientras que el segundo trabaja en el Gobierno.

El aumento al salario mínimo, que fue de 17 por ciento a diferencia del año anterior que había sido de 10 por ciento, es uno de los factores principales que ocasionó la escalada de precios, empujando la inflación a terminar el año en 27.7 por ciento.  Sin embargo, si observamos el deterioro del salario mínimo durante los últimos veinte años, no lo podemos culpar de ser un factor inflacionario.  Más bien, los aumentos siempre han sido resultado de las metas de inflación del año.  Dado que el objetivo inflacionario siempre ha sido a la baja, los incrementos salariales también lo han sido.

Durante las dos décadas anteriores, el Gobierno mantenía un déficit fiscal relativamente elevado.  En los años que aumentaba más, había más inflación.  Sin embargo, no podemos culpar al déficit fiscal del factor inflacionario hoy en día, dado que este no ha existido durante los últimos cinco años.

Tampoco podemos encontrar presiones inflacionarias en la expansión monetaria.  El Banco de México cumplió con todas sus metas trazadas durante el año pasado, instrumentando una política monetaria consistente con una inflación inferior al 20 por ciento.  Inclusive, si analizamos la trayectoria planeada de la base monetaria a nivel semanal durante todo el año pasado, encontramos que no hubo desviaciones en ningún momento.

A diferencia de la inflación que sufríamos en otras épocas, que era provocada por presiones del lado de la demanda, la inflación de hoy en día es un fenómeno de costos.  El embate inflacionario de ahora tuvo su origen en un aumento desorbitado de uno de los precios claves de la economía: el precio del dólar.  Durante los últimos dos años hemos visto al sistema de precios tratar de encontrar de nuevo un equilibrio, es decir, una nueva estructura de precios relativos.  Sin embargo, los ajustes buscados siempre son a la alza.  El hecho de que el Banco de México haya controlado la base monetaria ha ayudado a que estos ajustes sean menores.  Sin embargo, aún así tenemos una inflación relativamente elevada.

Una buena parte del problema es que la inflación que tenemos es de tipo estructural, de lo que algunos han llamado inercial.  Esto se explica a través de un círculo vicioso que se uto alimenta.  El ajuste en el tipo de cambio provoca un aumento en una gran cantidad de insumos.  Estos a su vez generan  aumentos adicionales.  La inflación, que no es otra cosa que el aumento generalizado de los precios, presiona al tipo de cambio para que se deprecie y vuelve a generar aumentos adicionales.  En principio, cada ronda de aumentos debería ser de menor intensidad hasta encontrar un nuevo equilibrio, pero el problema es que en este último fenómeno no se da fácilmente, o bien, tarda mucho en producirse.

Durante la década pasada, el componente inercial era uno de los problemas principales de la inflación mexicana.  Para romper con él se instrumentó la política de los pactos, que era un forma heterodoxa de combatir la inflación.  Como ya se sabe, fue muy exitoso en su momento, dado que la inflación pasó de 160 por ciento en 1987 a un sólo dígito en 1993.

El problema de la política de los pactos es que tiene un componente psicológico muy importante.  Funciona en forma efectiva por un cierto tiempo, pero termina por desgastarse.  Por lo mismo, es importante utilizarlo únicamente por un tiempo determinado y no extenderlo año tras año, en forma que si se quiere recurrir a el , puede funcionar.  De lo contrario, pierde su eficacia como instrumento económico.

Como resultado de los mismo, antes de iniciar una política de pactos o de alguna política similar (por ejemplo, el de un Consejo Monetario o el Programa Hoy No Circula), es importante diseñar la forma de salir o de terminar con esa política.  En el caso de México, el error del Gobierno no fue haber instrumentado el sistema de pactos, sino nunca haber contemplado cómo salirse de él.  De ser un instrumento económico, se fue transformando en un instrumento político.

Ya para 1992 no se sabía cómo modificar la política cambiaria fuera del contexto del pacto. Se creaban condiciones de suma especulación en anticipación a su ratificación.  Al final, en vez de ayudar a eliminar al Gobierno la inflación inercial, funcionaba en contra, dado que no le permitía maniobra alguna.  Muchos de los famosos errores de diciembre no hubieran existido si el Gobierno hubiese eliminado con anterioridad la política de pactos.

Hoy en día tenemos de regreso un componente importante de inflación inercial.  La política monetaria está cumpliendo con su función para abatir la inflación, pero es poco eficaz contra la parte inercial.  Por lo mismo, necesitamos que el Gobierno diseñe una política adicional para combatir este fenómeno.  De lo contrario, la inflación no va a disminuir con la rapidez necesaria.

Sin embargo, los errores del pasado nos vuelven a afectar.  El abuso con el sistema de pactos ha imposibilitado su uso hoy en día como manera efectiva para romper con estas inercias.  ¿Qué alternativa tenemos?  ¿Qué va hacer el Gobierno para acelerar el abatimiento de la inflación?  Cada año que no se elimina la inflación, es un año en que el trabajador ve mermado su poder adquisitivo.  Es un año más en que las empresas no realizan todas las inversiones necesarias por la incertidumbre que existe.  Es un año más de un fenómeno desgastante para todos, incluso para el Gobierno.


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jueves, 9 de enero de 1997

¿Ajustes a la Política Cambiaria?

 Pulso Económico


¿Ajustes a la Política Cambiaria?


Por: Jonathan Heath


En los últimos días el tipo de cambio se ha apreciado como resultado de una entrada de dólares a la economía mexicana mayor a la demanda.

Este fenómeno se ha visto reflejado en una baja importante en las tasas de interés y un aumento en el índice de precios y cotizaciones de la Bolsa Mexicana de Valores.  Algunos dicen que es resultado de una mejoría en las perspectivas de las economía, mientras que otros afirman que regresó la confianza al mercado mexicano.  Sin embargo, algunos muestran preocupaciones por esta apreciación de la moneda por el efecto que pueda tener sobre la economía real, es decir, no sobre la parte financiera sino más bien en las posibilidades de producción y distribución de los bienes y servicios.

El argumento es bien conocido por todos.  La apreciación de la moneda ayuda a reducir las presiones inflacionarias y disminuye el costo de los insumos importados.  No obstante, provoca una tendencia deficitaria en la balanza comercial al ser más baratas las importaciones y más caras las exportaciones.  Esto a su vez hace más vulnerable la balanza de pagos y puede llegar a provocar una devaluación.  Mientras tanto, para atraer más capital para financiar el déficit, suben las tasas de interés y obstaculizan el crecimiento económico.

Para evitar la situación descrita, el Banco de México ha instrumentado una política cambiaria de flotación, en la que el tipo de cambio se va fijando día con día a través de la oferta y la demanda.  Anteriormente, el Banco Central mantenía una cantidad de dólares en reserva y la utilizaba para asegurar que el tipo de cambio se mantuviera dentro de una banda preestablecida.  El problema surgía cuando las reservas se agotaban y ya no se podía mantener un tipo de cambio dado.  Ahora el Banco ya  no se preocupa por mantener reservas ya que no las necesita.  Si existen presiones en el mercado, el tipo de cambio se ajusta inmediatamente..

Aunque la teoría dice que el régimen cambiario de flotación es el recomendado bajo las circunstancias actuales, existe una discrepancia entre el equilibrio de corto y de largo plazos.  Mientras que el equilibrio de corto plazo se da inmediatamente a través de la oferta y la demanda, el de largo plazo se determina a través de la diferencia de inflación entre México y el resto del mundo (entre otras cosas).  De esta manera, si existe más inflación en nuestro País, se puede tener la seguridad que en el futuro el tipo de cambio se va a ajustar en esa dirección.

El problema que estamos viendo surge cuando la diferencia entre el equilibrio de corto plazo (el tipo de cambio del día) empieza a discrepar notablemente con el equilibrio percibido de largo plazo.  Sabemos que el tipo de cambio se va a ajustar en un momento dado, pero no cuándo ni necesariamente cuánto.  Lo peor viene cuando observamos que los ajustes que se dan en forma desordenada.

Ya hemos experimentado dos momentos difíciles de ajuste: uno entre septiembre y noviembre de 1995 y el otro en octubre del año pasado.  El ajuste no se da de manera gradual, sino a través de mucha volatilidad.  Esto provoca una alza importante en las tasa de interés y mucho desconcierto para el empresario.  Precisamente ahora que el tipo de cambio se empieza a fortalecer de nuevo y las tasas de interés van bajando, volvemos poco a poco a tener una situación vulnerable que seguramente terminará con un ajuste.

Para eliminar estas incertidumbres han existido varias propuestas de modificación de la política cambiaria.  Sin embargo, la que más se ha escuchado últimamente es la de establecer una banda inferior al tipo de cambio que evite la apreciación, pero sin banda superior para no regresar al régimen anterior.  Como una variante, se ha dicho que se debe fijar una política cambiaria similar al esquema chileno que busca fijar el tipo de cambio real.  Como resultado de estas propuestas, podríamos acumular más reservas.

Hemos escuchado los beneficios de una banda inferior y de una mayor acumulación de reservas internacionales.  No obstante, esta política tiene también sus costos.  El primero es que la acumulación de reservas tiene un costo fiscal para el Gobierno que es la diferencia entre nuestra tasa de interés y la tasa externa.  Por ejemplo, hoy en día Chile mantiene una reserva muy elevada que implica no solamente un costo de oportunidad de utilizar esos recursos en otro fin, sino que no pueden hacer nada para reducir.  Su reserva en términos equivalentes (en números de meses de importaciones) a México, sería como mantener 120 mil millones de dólares, lo cual implicaría un costo anual de 18 mil millones de dólares.

Antes de pensar en un esquema que facilite la acumulación de reservas, tenemos que pensar en sus consecuencias.  El Gobierno Federal busca reestructurar el patrón de amortizaciones de la deuda externa con la exterior.  En la medida en que se logre, va a ser más fácil para el Banco Central acumular reservas.  Sin embargo, con mayores reservas van a existir mayores presiones políticas para modificar el régimen cambiario, ya sea para establecer bandas de intervención o para utilizarlas para defender un tipo de cambio determinado.

Una política cambiaria de este tipo podría provocar mayores flujos de capital con la obligación de comprar divisas.  Estaríamos regresando a una dependencia mayor sobre los flujos de capital del exterior y al mismo tiempo, incurriendo en una política costosa.  Si se va a mantener una política de flotación, no se necesita una acumulación mayor de reservas.  Si las reservas aumentan mucho, el costo de oportunidad aumentaría en forma absurda, especialmente si consideramos que únicamente sirven para propósitos del “show”.

El simple hecho de tener mayores reservas será fuente de presión para fijar el tipo de cambio o establecer una política de bandas.  Si n un momento dado existe un choque que causara una depreciación repentina, seguramente habrá presiones para utilizar las reservas para minimizar las fluctuaciones, lo cual sería equivalente a una banda superior.  En otras palabras, ya mayor acumulación de reservas puede llevarnos de regreso a los mismos problemas que existían antes de la devaluación.

Antes de considerar cambios en la política cambiaria o una política de acumulación de reservas, debemos considerar el costo y el riesgo.


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lunes, 6 de enero de 1997

Ajustes a la Política Monetaria

 

Pulso Económico


Ajustes a la Política Monetaria


Por: Jonathan Heath


 La semana pasada el Banco de México dio a conocer las cifras de la base monetaria y sus componentes al fin del año.  Con estos números se puede evaluar el desempeño de la política monetaria en función de sus metas y compromisos..

La cifra de la base monetaria al 31 de diciembre, de 83 mil 991 millones de pesos, indica que hubo una expansión de 17 mil 182 millones de pesos durante el ño, con lo que se cumple el compromiso central de limitarla a un máximo de 18 mil millones de pesos.  Dada la amplia acumulación de reservas internacionales (con respecto a las metas originales), las demás metas se alcanzan con márgenes holgados.

El Banco de México cumplió muy bien su cometido, asegurando que las variables comprometidas estuvieron dentro de los parámetros permitidos.  El instrumento principal bajo su control, la expansión (o reducción) del crédito interno neto, siempre se manejo en forma eficaz en función de las metas, tal y como se había comprometido.  N obstante, no podemos quedarnos satisfechos con el desempeño de la política monetaria durante el año pasado.

Existen dos razones para la insatisfacción, uno de fondo y el otro de forma.  El problema de fondo es muy claro: por más que hayan cumplido todas las metas y candados puestos sobre la expansión monetaria, la inflación quedó muy por arriba del objetivo final.  Con una inflación fin de año de por lo menos 28.0 por ciento, se está quedando 36.6 por ciento por arriba de la meta, una desviación inclusive mayor que el año pasado.  El único objetivo prioritario que tiene el Banco de México, según las facultades que le otorga la Constitución, es el de procurar la estabilidad de precios.  Podrá haber cumplido con todas las metas intermedias pero falló en lo más importante.

Esto es tema de reflexión.  Si las autoridades monetarias construyen una política monetaria a través de diferentes metas intermedias y luego las cumple al pie de la letra pero no se logra reducirla inflación, entonces se debe cuestionar la eficacia de la estrategia seguida.  Quizás esta reflexión nos lleva a replantear toda la instrumentación.  Es un ejercicio que se debe hacer inmediatamente, antes de que el Banco nos presente su estrategia a seguir para 1997.

El segundo problema es de forma.  Las metas establecidas por el Banco de México no son consistentes entre si y no permiten evaluar de forma eficiente el desempeño de la política monetaria durante el año.  Primeramente, para determinar la meta para la expansión máxima en la base monetaria, se toma el crecimiento esperado de la economía (a través del PIB), la meta de inflación de fin de año y un factor de remonetización, que no significa más que permitir que las personas mantengan un poco más de dinero en sus bolsillos en la medida que baje la inflación.

El problema de este cálculo es que combina el crecimiento del PIB, que es un concepto de flujo, con la meta de inflación, que es un concepto de fin de periodo, con la remonetización, que es un concepto de promedios.  Para ser consistentes, se debería combinar el crecimiento del PIB con la inflación promedio del año y no con el fin de periodo.  Cuando la inflación va a la baja, su promedio anual siempre es mayor que el fin de periodo.

Además se está utilizando la inflación medida a través del Indice de Precios al Consumidor, que utiliza ponderaciones fijas (el método Las peyres), mientras que el PIB se mide a través de ponderaciones diferentes (tipo Paasche).  Para ser consistentes, la meta de inflación se debería determinar a través del deflector implícito del PIB, que es una inflación promedio del año.  Al combinar esto con el factor de remonetización promedio del año, se obtendría una expansión promedio de la base monetaria, en vez de una expansión de punta a punta (fin de periodo).

Existe un problema fundamental con la determinación de la expansión de la base a través d su saldo en un día determinado (el último día hábil del año, que equivale al 31 de diciembre)  En 1995, el último día del año coincidió con el viernes 29 de diciembre.  Este día fue fin de quincena y por lo mismo hubo una demanda mayor de dinero en particular.  Por eso (combinado con algunos otros factores), no se cumplió la meta establecida.

Para fines de 1996, el último día fue martes 31 de diciembre.  Del viernes 27  al martes 31, hubo una disminución (normal) en la base de 3 mil 443 millones de pesos, equivalente a casi 4 por ciento de la base.  Fue lo suficiente para poder cumplir la meta.  Existe una estacionalidad muy normal y entendible dentro de los días del mes, que tiene que ver con los días de pago.  Cuando llega la quincena, sube la demanda de dinero para poder pagar a la gente.  En los días  siguientes, va bajando esta demanda.  Es absurdo evaluar la política monetaria de todo un año en función de que si el último día hábil del año cae en viernes de quincena o no.

Para poder ejemplificar lo absurdo, podríamos imaginarnos una base monetaria que se expande 100 por ciento durante los primeros 360 días del año, pero disminuye en los últimos días para cumplir la meta.  El otro extremo es igual de válido: una base que se contrae en un porcentaje mayor durante casi todo el año pero crece en los últimos días por arriba de la meta.

En el primer caso, tendríamos un política monetaria muy expansiva que provocaría mucha inflación, pero que cumple con las metas establecidas para el fin de año.  En el segundo caso tendríamos un apolítica que se calificaría de expansiva por no haber cumplido con las metas, pero que en realidad fue muy restrictiva

No nos sirve de mucho que el Banco de México nos presente metas trimestrales o anuales que estén en función del acervo de billetes en poder del público en un día dado.  No nos da los elementos suficientes para evaluar correctamente el desempeño de la política  monetaria durante el año.  Este es un punto realmente importante, dado que la política monetaria del año de 1996 cumplió con todas sus metas, pero falló en el objetivo final de inflación.  Ahora que queremos analizar su desempeño, no sirve de nada observar el monto de la base monetaria en un día determinado.  La presión inflacionaria viene del monto promedio de la base durante todo el año.  Las decisiones de aumentar precios las toman los empresarios sobre el desempeño de su negocio y el entorno durante un período dado y no sobre lo que existe en un día determinado.

Necesitamos más consistencia y mayores elementos para evaluar correctamente la política monetaria.  Esperamos a la “Exposición sobre la Política Monetaria para 1997” que saldrá en unas cuentas semanas.


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viernes, 3 de enero de 1997

La Inflación y la Política Monetaria

 

Pulso Económico


La Inflación y la Política Monetaria


Por: Jonathan Heath


Hace apenas un mes la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (en los Criterios Generales de Política Económica) nos informó que la inflación esperada para el fin de año sería 26.2 por ciento, implicando una tasa estimada para el mes de diciembre del 2.por ciento.

Sin embargo, con el anuncio de un aumento del 17 por ciento en el salario mínimo y aumentos extraordinarios en la gasolina y la electricidad, la mayoría de los analistas estimaban en ese momento una tasa de inflación dentro de un rango de 2.6 a 3.0 por ciento, lo cual ubicaba la inflación final de año entre 27.0 y 27.5 por ciento.

Al observar el resultado de la inflación en la primera quincena de diciembre, que fue de 2.34 por ciento, quedó claro que la inflación de diciembre va a terminar siendo mucho más alta.  Si la inflación de la segunda quincena es de por lo menos 1.44 por ciento, la inflación final de 1996 quedará en 28.0 por ciento.  Sin embargo, algunos analistas ya están estimando tasas más elevadas, hasta de 3.7 por ciento, lo que implica una inflación final de 28.3 por ciento.

En términos relativos, esto significa que el Banco de México estuvo más lejos de su meta en 1996 que en 1995.  En 1995 la inflación terminó en 52 por ciento cuando la meta fue de 42 por ciento, una relación de 1.24 veces.  Sin embargo, en 1996 la inflación va a terminar en por lo menos 28 por ciento cuando la meta fue de 20.5 por ciento.  Esto implica una relación de 1.37, muy por arriba del año anterior.

En 1995 la inflación más elevada se pudo explicar por la depreciación cambiaria que hizo que el tipo de cambio se fuera de 5.3 hasta 7.7 pesos por dólar durante el año, que representó un desliz de 45.3 por ciento.  Sin embargo, en 1996 el tipo de cambio únicamente se depreció 2.6 por ciento.

Al anticipar una inflación muy elevada durante el mes de diciembre, era muy importante que el Banco de México mantuviera firme la política monetaria, tal y como lo hizo durante todo el año.  En octubre y noviembre, cuando el tipo de cambio presentó un ajuste, las autoridades monetarias apretaron debidamente y como resultado aumentaron las tasas de interés.  En diciembre todo indicaba que había que mantener esta firmeza, en especial por los aumentos esperados y la reacción en cadena que pudiera darse en otros precios.

No obstante, todo parece indicar lo contrario.  La política monetaria presentó evidencias de un cierto relajamiento durante diciembre, llevando la base monetaria inclusive por arriba de las metas preestablecidas para el fin de año.  El Banco de México se comprometió muy formalmente con la sociedad mexicana, el Congreso de  la Unión, el Fondo Monetario Internacional y el Gobierno Federal, a limitar la expansión de la base monetaria a un máximo de 18 mil millones de pesos en el año.  Con cifras al 27 de diciembre, la base presenta una expansión de 20.6 mil millones de pesos, más de 14 por ciento por arriba del tope establecido.

Se debe reconocer que los factores estacionales tradicionales (como por ejemplo, el aguinaldo) hacen prever que casi todo el aumento en la base monetaria se da en el mes de diciembre.  En este caso, la expansión de diciembre representó un poco más de 18 mil millones de pesos, un aumento del 26 por ciento en un solo mes.

Sin embargo, de todos modos se estima que este incremento es excesivo.  Esta expansión ayudó a que la tasa de interés disminuyera de 29.9 por ciento a mediados de noviembre de 25.7 por ciento en esta última semana, como reflejo de un aumento en la liquidez existente.  También permitió una tasa de inflación, que si bien no conocemos todavía, va a terminar siendo la más elevada que hemos visto en un mes de diciembre desde 1987.

Es preocupante que a estas alturas tengamos tasas de inflación tan altas.  Para el mes de enero también podemos anticipar una tasa elevada.  Simplemente con los anuncios de incrementos en la tortilla y la leche, podemos esperar un impacto de 0.7 por ciento, lo cual podría situar la inflación de enero por arriba del 3 por ciento.

Si suponemos que la inflación de este mes representa la misma proporción de la inflación anual como en cualquier otro año, podemos esperar una inflación de 20.8 por ciento (a partir de una tasa de 3.0 por ciento en enero) para 1997.  Esto se calcula con base en el promedio de la inflación de todos los meses de enero, desde 1977 hasta la fecha, que es de 1.89 veces el promedio del año.

Si anticipamos una inflación de 3.2 por ciento para enero, entonces podríamos esperar la inflación anual de 22.3 por ciento.  Esto significa una relación de 1.49 veces la meta anual, por lo cual en 1997 estaríamos más lejos de la meta que en 1996 y 1995.  La tendencia a quedar cada año más lejos de la meta anual establecida por las autoridades monetarias es realmente preocupante.

¿Qué es lo que está pasando?  Si bien la política monetaria validó los aumentos extraordinarios en precios durante el mes de diciembre, difícilmente podemos descalificar el desempeño de la política monetaria durante todo el año.  En promedio, se contuvo la expansión de la base monetaria dentro de los límites establecidos.  Cabe señalar que el promedio de la expansión tiene un efecto más importante que el monto de la base en un día determinado (como el último día del año).  Sin embargo, todo parece apuntar hacia una política monetaria adecuada pero poco efectiva para reducir la inflación.  Si la política monetaria no es efectiva entonces se debe reexaminar su papel, ya sea para mejorarla o para buscar algún instrumento más efectivo.

Por lo pronto, debemos estar pendientes de la respuesta del Banco de México durante el mes de enero.  Sabemos que siempre existe una disminución importante (por factores estacionales) en la base; no obstante, ahora deberíamos esperar una reducción todavía mayor que no permita validar mayores aumentos en los precios.  También debemos estar pendientes de la explicación oficial de porqué la inflación en 1996 fue mucho más elevada de lo que debería de haber sido.  Esto lo sabremos hacia finales de este mes cuando se conozca el documento “Exposición sobre la política monetaria para 1997”.

Necesitamos respuestas rápidas sobre estas dudas.

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