jueves, 23 de diciembre de 1999

El Escepticismo de la Coparmex

 

Pulso Económico


El Escepticismo de la Coparmex


Por: Jonathan Heath®


El Presidente de la Coparmex externó la semana pasada su preocupación por el elevado crecimiento de la base monetaria y alertó a la iniciativa privada del riesgo de un crecimiento económico artificial.

El nombramiento de Ricardo Guajardo como Presidente del CEESP es muy afortunado.  El CEESP es el organismo que provee asesoría a las cúpulas empresariales y les explica cómo funciona la política económica del gobierno.  No obstante, está pasando por un mal momento y la calidad de sus opiniones ha dejado mucho qué desear.  Como consecuencia, muchos líderes empresariales han vertido declaraciones confusas y hasta equivocadas que han terminado por desorientar a la comunidad empresarial.

El CEESP creció mucho en términos de calidad bajo el mando de Oscar Vera hace unos años.  Llegó a la Dirección General cuando el organismo había caído a su nivel más bajo y se vio envuelto en un escándalo de grandes proporciones.  Con visión e inteligencia, levantó de nuevo el prestigio del CEESP.  A su salida fue reemplazado por Raymundo Wrinkler, quien pudo sostener la calidad del análisis con un buen trabajo.  Sin embargo, la promoción de Wrinkler a Director General del CCE fue muy negativa para el CEESP, ya que no pudo encontrar a un buen sustituto y su calidad empezó a sufrir.  Afortunadamente, tiene dos subdirectores competentes que no han permitido mayor deterioro en su análisis.  Sin embargo, la asesoría a los dirigentes empresariales ha dejado mucho qué desear.

Un buen ejemplo lo encontramos en las últimas declaraciones de la Coparmex, que manifestó su escepticismo ante el crecimiento económico, ya que no sabe si es real o artificial.  Cuestionó “si el crecimiento acelerado se debe al aumento del circulante o está basado en la economía real”.  Su preocupación radica en que si el aumento en la circulación es provocado por las autoridades monetarias en un intento deliberado para inyectarle dinamismo a la economía en vísperas de las elecciones.

Sin embargo, esta preocupación esta mal enfocada al no entender cómo opera la política monetaria actual y cuáles son las pretensiones de las autoridades monetarias.  El crecimiento de la base monetaria es resultado de un aumento en la demanda de dinero.  El Banco de México acomoda esta demanda a través de proveer una oferta correspondiente.  Si en un momento dado el Banco piensa que esta demanda pudiera provocar presiones inflacionarias, busca disminuir la demanda (no la oferta) a través de una serie de acciones (políticas) indirectas.  No puede disminuir directamente la oferta ya que provocaría un desequilibrio en el mercado con resultados negativos.

Cuando la población demanda más dinero para realizar sus transacciones, no existe una forma directa para disminuirla.  Cuando una persona va al banco a retirar dinero, el banco tiene la obligación de dárselo.  Cuando un banco acude al Banco de México para proveer a sus clientes de más efectivo, éste también se lo tiene que dar.  De lo contrario, imaginemos el pánico que resultaría si de repente no le dan el efectivo requerido.  Podría resultar en una corrida especulativa en contra del sistema bancario.

Más bien, lo que hace el Banco Central es influir en la demanda de dinero en forma indirecta.  El mejor ejemplo es la política de cortos.  No obstante, el corto no significa una disminución de liquidez en la economía, ni siquiera por el monto de 160 millones de pesos (que representa 0.12 por ciento de la base monetaria).  Lo que hace el Banco es abastecer por los canales normales toda la demanda de dinero menos el monto del corto.  Como falta ese monto, el Banco lo tiene que proveer, pero lo hace a través de una ventanilla especial y a un costo mucho mayor.  Esto hace que las tasas de interés suban, lo que a su vez reduce la demanda de dinero.

Sin embargo, el Banco de México no va a tratar de disminuir la demanda (a través de un mayor corto u otro mecanismo) bajo cualquier circunstancia.  Todo el tiempo vigila la economía para tratar de detectar presiones sobre los precios o un aumento en la demanda que no corresponda a la actividad normal de la economía.  En estos momentos no ha incrementado el corto porque ha encontrado explicaciones satisfactorias al incremento en la demanda y porque no ha detectado presiones inflacionarias.

El problema radica en que si la sociedad en general quiere mantener mayores saldos monetarios, el Banco Central no se lo puede negar.  En cambio, sí puede tratar de influir en su decisión y esto constituye la base de su política monetaria.  Esto último es la parte menos comprendida de la función del Banco de México, pero crucial para la credibilidad que necesita obtener.


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martes, 21 de diciembre de 1999

Los Sueldos de los Funcionarios

 

Pulso Económico


Los Sueldos de los Funcionarios


Por: Jonathan Heath®


A raíz del último escándalo sobre el cobro de pensiones millonarias, hemos podido observar una gran diversidad de opiniones.  Hay quienes justifican las percepciones de nuestros funcionarios públicos con base en su responsabilidad, estrés y horas trabajadas.  ¿Será?

Como parte del esfuerzo por mejorar la transparencia en el manejo del gasto público, la Secretaría de Hacienda publica en el Decreto de Presupuesto de Egresos las percepciones totales de los mandos medios y superiores del Gobierno Federal.  De esta manera, se supone que podemos conocer la percepción total máxima posible desde Jefe de Departamento hasta el propio Presidente de la República.  No cabe duda de que es un avance importante en el manejo de la información.

El gobierno ha buscado modernizar el manejo de los servicios personales y sentar las bases para la eventual instauración de un servicio civil de carrera.  En este sentido, se han realizado cambios importantes en la composición y en las reglas de las remuneraciones.  Hace unos cuantos años, los funcionarios recibían sus sueldos a través de 40 por ciento de salario base y 60 por ciento de estímulos, es decir, bonos discrecionales.  Ahora, este porcentaje se ha modificado para que el salario represente 80 por ciento y los bonos el 20 por ciento restante.  Se ha introducido un sistema de evaluación laboral basado en responsabilidades y niveles de riesgo.  En síntesis, el gobierno presume de una mayor eficiencia y transparencia en el manejo de su nómina, con menos arbitrariedad y discrecionalidad.

Sin embargo, a pesar de los avances, todavía existen lagunas y áreas grises.  En las últimas semanas nos ha quedado claro que no es cierto que la tabla que se muestra en el presupuesto representa la percepción total máxima.  Un funcionario público no solamente puede recibir doble sueldo a través de una pensión, sino además puede cobrar honorarios por pertenecer a un consejo y otras atribuciones afines a su trabajo.  Además de su bono mensual ordinario, seguramente como ha ocurrido en el pasado, la mayoría recibirán un bono “sexenal”.  A pesar de todo, realmente no existe un tope máximo para un funcionario público.

Al observar la tabla de percepciones, lo primero que salta a la vista es que los salarios están expresados en términos netos, es decir, sin incluir los impuestos correspondientes.  En el sector público mexicano, los sueldos de los funcionarios son “netos”, lo que significa en teoría que ya están descontados los impuestos que deberían pagar.  En otros países, como por ejemplo en Estados Unidos, esta práctica está prohibida ya que el pago de impuestos es una responsabilidad personal que corresponde a la situación especial de cada individuo.  Todas las prestaciones que se reciben se deben incluir en sus declaraciones de impuestos, de tal forma que nada queda exento.

Para poder comparar los sueldos de los funcionarios públicos con los del resto de la economía, debemos sumarle el impuesto correspondiente.  De esta forma, el sueldo de un Secretario de Estado que el presupuesto estipula en 127,381 pesos mensuales, equivale a 195,971 pesos para el que trabaja en el sector privado.  En otras palabras, no es un sueldo de 162,614 dólares, sino más bien de 250,175 dólares anuales.

¿Es mucho o poco?  Según un columnista que defendía las percepciones de los funcionarios, es más que justificado por la responsabilidad que conlleva el puesto.  Posiblemente una manera de evaluar este sueldo es comparándolo con uno similar en Estados Unidos.  Claro está que Larry Summers maneja una responsabilidad inmensamente mayor a la de José Angel Gurría.  Sin embargo, para fines comparativos vamos a otorgarle el beneficio de la duda a nuestros Secretarios y suponer que es similar.

Mientras que nuestros Secretarios ganan el equivalente a 250,175 dólares brutos anuales, su similar en Estados Unidos gana 151,800 dólares, es decir significativamente menos.  Esto significa que en México les pagamos a nuestros secretarios 64.8 por ciento más que en Estados Unidos.  Claro, esta cifra no incluye pagos adicionales como pensiones, dietas, asistencias a consejos, etc.

A todos nos queda claro que no es lo mismo México que Estados Unidos.  Nuestro vecino del Norte es uno de los países más poderosos de la tierra.  Abunda el capital y por lo mismo, los recursos públicos no son tan escasos.  En cambio, nosotros somos un país con pocos recursos y con una población enorme que vive en condiciones de pobreza extrema.  Uno de nuestros problemas principales es el de una distribución muy inequitativa del ingreso.  No tenemos la misma capacidad de pago y nuestras necesidades son diferentes.  Por lo mismo, otra forma de analizar los sueldos de nuestros funcionarios sería a través de la comparación con el salario mínimo.

Si consideramos 34.35 pesos diarios, pagaderos los 365 días al año, más 15 días adicionales de aguinaldo, nuestro salario mínimo es de 13,091 pesos al año.  Resulta que nuestros Secretarios de Estado perciben el equivalente a 179.6 veces este monto.  Después de impuestos, esta relación disminuye a 116.8 veces.  En Estados Unidos, el salario mínimo es 5.05 dólares la hora.  En un trabajo de 40 horas a la semana y 52 semanas al año, representa un ingreso anual de 10,504 dólares.  Por lo mismo, la relación del salario de un secretario al mínimo es de 14.5 veces.

Podrá ser cierto que el puesto de un Secretario merece una buena remuneración.  Representa un trabajo de mucha responsabilidad y estrés.  Ciertamente tiene que ser un salario competitivo para asegurarnos que los más competentes estarían disponibles para dirigir al país.  Sin embargo, aun así cuesta mucho pensar que este trabajo representa casi 180 veces el salario mínimo.  Pero más difícil de entender es cómo se justifica pagar 65 por ciento más que en Estados Unidos.

La distribución del ingreso en México es realmente aberrante.  Según las estadísticas del INEGI, si uno gana un poco más de cinco veces el salario mínimo, ya se encuentra dentro del 10 por ciento más rico del país.  Un Jefe de Departamento gana 28 veces el salario mínimo, situándolo seguramente cerca del 1 por ciento más rico del país.  Un Secretario de Estado ni se diga.


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jueves, 16 de diciembre de 1999

La Alianza Para la Crisis

 

Pulso Económico


La Alianza Para la Crisis


Por: Jonathan Heath®


El Secretario de Hacienda acusa Ahora a los partidos de oposición de forjar una Alianza para la Crisis como resultado de los reacomodos propuestos en el gasto público.  ¿Realmente es tan frágil la estrategia del gobierno para evitar una crisis de fin de sexenio?

En el último año hemos oído pocas cosas del gobierno que no tengan que ver con sus esfuerzos por evitar una crisis en el año 2000.  En casi todos los discursos del Presidente existe alguna referencia a cómo la política económica actual está encaminada a evitar desequilibrios macroeconómicos.  En cada oportunidad que tienen, José Angel Gurría y Guillermo Ortiz presentan comparativas entre las cifras de 1994 y las actuales, para demostrar que no existen bases para una crisis.  La modificación del régimen cambiario, la eliminación de los Tesobonos, el blindaje financiero, la política monetaria restrictiva y muchas estrategias más, han sido vendidas sobre la base que ayudarán a reducir la vulnerabilidad de la economía.

Por mucho tiempo, analistas, inversionistas y académicos rehusaban creerle al gobierno.  La maldición sexenal pesa tanto que no pocos han sostenido que, sin importar lo que haga el gobierno o lo que digan las cifras macroeconómicas, van a comprar dólares o a sacar su dinero del país para proteger su patrimonio.  A pesar de los buenos resultados en el abatimiento de la inflación, las tasas de interés no habían disminuido, lo que indicaba que todavía existía una percepción de riesgo importante.  Hasta hace poco las encuestas indicaban que la mayoría de la población espera una crisis el año entrante.

Sin embargo, en los últimos meses han bajado las tasas de interés en señal de que el mercado empieza a comprar la idea de que escaparemos de la mencionada crisis.  Poco a poco las encuestas señalan un porcentaje menor de personas que todavía anticipan lo peor.  Ha aumentado la inversión en la Bolsa y se han sostenido los flujos de inversión extranjera directa.  Aunque no hemos comprado la idea por completo, todo parecía indicar que se rompería la maldición sexenal como resultado del gran esfuerzo realizado por el gobierno.  Enhorabuena.

Pero de un día a otro nos cambian la jugada.  Ahora resulta que es tan frágil la situación económica del país, que con reacomodar algunos rubros del presupuesto, podríamos tener una crisis.  En palabras del cada vez más controvertido Secretario de Hacienda, los partidos de oposición intentan formar una alianza para provocar una crisis antes de las elecciones para ganar votos a costa del pueblo mexicano.  Según esto, la pretensión opositora de empujar gastos públicos adicionales ofrece riesgos graves para la estabilidad y el crecimiento económico del país.

La preocupación central de Hacienda radica en que el déficit público pudiera aumentar el año entrante a 1.4 por ciento del PIB en vez del 1.0 por ciento prometido por el Ejecutivo.  Sin embargo, los partidos de oposición no están proponiendo ese aumento, sino un reacomodo en los gastos de tal forma que se respete el déficit original.  Por lo mismo, parece ser que las acusaciones carecen de fundamentos.

Parte del problema radica en la credibilidad del gobierno.  Resulta obvio que las autoridades están inmersas en el mismo juego de mentiras y exageraciones que critican a la oposición.  De entrada, esto pone en tela de juicio todos los argumentos vertidos con anterioridad de por qué no vamos a tener una crisis el año entrante.

Pero peor aún.  El mensaje de Hacienda es que al contrario de lo que nos habían dicho, la situación macroeconómica se encuentra en una situación sumamente frágil.  Si con aumentar el déficit público marginalmente estamos en el umbral de una crisis económica, entonces nuestra vulnerabilidad es inmensa.  Si este es el caso, entonces tendríamos que recomendar ampliamente la compra de dólares y la posposición de toda inversión por un tiempo indefinido.  Significa que el gobierno nos ha estado tomando el pelo con tanto discurso sobre lo que ha hecho para evitar una crisis.

Queda claro que a lo largo de los años nos conviene un déficit público reducido e inclusive cerca de cero.  De hecho, le haría muy bien al país sostener un superávit fiscal por cierto tiempo para reducir la carga de servicio de la deuda y así liberar recursos para ampliar el gasto social.  Sin embargo, no hay que ser tan dogmáticos como para pensar que incrementar el déficit en 0.15 por ciento del PIB (de 1.25 por ciento este año a 1.4% el año entrante) va a ser el causante de una crisis.

Afortunadamente todo indica que no habrá crisis el año entrante y que Hacienda exagera para presionar a la oposición a retirar su propuesta.  Sin embargo, es una forma irresponsable de querer manipular a la opinión pública.



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martes, 14 de diciembre de 1999

El Marco Económico del Presupuesto

 

Pulso Económico


El Marco Económico del Presupuesto


Por: Jonathan Heath®


El gobierno presume ampliamente el cumplimiento de sus metas para este año.  Todo parece indicar que habremos crecido más de 3 por ciento y que la inflación terminará por debajo de 13 por ciento.  Sin embargo, el marco macroeconómico para 1999, presentado hace un año, contenía inconsistencias que ahora parecen repetirse.

Hace un año, muchos factores no parecían congruentes y algunas metas simplemente no se veían posibles.  Destacaba la meta de inflación de 13 por ciento para fin de año, que se veía muy difícil.  La mayoría de los analistas, tanto dentro como fuera del país, esperaban una inflación cercana a 17 por ciento.  Inclusive, hubo una institución financiera norteamericana de mucho prestigio que vaticinaba una inflación de 22 por ciento para fin de año.

A tres semanas para concluir el año, queda claro que el crecimiento económico va a ser superior a la meta de 3 por ciento y que la inflación va a terminar por debajo de 13 por ciento.  Según los informes oficiales, también se va a cumplir cabalmente el déficit público autorizado de 1.25 por ciento del PIB.  Va a ser la primera vez en mucho tiempo que el gobierno cumpla con las tres metas más importantes del presupuesto.  Obviamente, este es un hecho que se ha estado cacareando por todos lados.

Pero no por el hecho de que se cumplan con estas metas, deberíamos olvidarnos de las otras que no se alcanzaron y de las inconsistencias presentadas en aquel momento.  Por ejemplo, el gobierno anticipaba un crecimiento muy modesto de 1.5 por ciento de la economía de Estados Unidos, que nos iba a dar un incremento de 5.9 por ciento en nuestras exportaciones y un déficit de 2.2 por ciento del PIB en la cuenta corriente.  Sin embargo, la economía norteamericana avanzó a un ritmo de casi 4 por ciento, lo cual fomentó un crecimiento de 14 por ciento en nuestras exportaciones.  A pesar de haber tenido un comportamiento mucho más favorable, la cuenta corriente va a terminar el año con un déficit mayor (2.8% del PIB) a lo esperado.

Este se puede explicar satisfactoriamente a través de un conjunto de factores no anticipados.  La apreciación real del tipo de cambio no se esperaba, lo cual fomentó mayores importaciones.  Hubo entradas de capital superiores a lo proyectado, gracias a la recuperación de los mercados internacionales, lo cual contribuyó a una mayor demanda agregada.  Además, a pesar del mayor crecimiento de la economía y la apreciación real de la moneda, el déficit externo resultó muy manejable y mucho menor al observado en el penúltimo año del sexenio anterior.

No obstante, el problema no radica en el tamaño del déficit de la cuenta corriente.  El hecho de que cierre el año en 2.8 por ciento del PIB en vez de 2.2 por ciento no es motivo de preocupación o de crítica al gobierno.  Más bien, la inconsistencia viene de la relación que anticipaba la Secretaría de Hacienda entre la actividad económica y las importaciones.  Desde hace mucho tiempo esta relación, que los economistas llaman elasticidad ingreso, se ha mantenido cerca de 3.  Esto significa que el crecimiento de las importaciones es siempre 3 veces mayor al crecimiento del PIB.  Por lo mismo, si el gobierno esperaba que la economía creciera 3 por ciento este año, entonces deberíamos de haber anticipado un crecimiento de 9 por ciento en las importaciones.

Sin embargo, el gobierno sostenía que por arte de magia esta relación iba ser de 1 en 1999.  Su marco macroeconómico contenía un incremento de 3 por ciento en el PIB y un crecimiento de 3 por ciento de las importaciones.  En su momento, el Director General de Planeación Hacendaria presentó el argumento absurdo de que la relación de 3 a 1 siempre había sido una excepción y que ahora en 1999 íbamos a observar la relación normal.

Si nos remitimos a los datos, en los primeros tres trimestres del año el crecimiento del PIB ha sido de 3.2 por ciento, mientras que las importaciones aumentaron en el mismo periodo 10.0 por ciento.  Esto es una relación de 3.1 por ciento, muy parecida a la de todos los años.  La razón por la cual no se dio un déficit externo más reducido es que nunca hubo el cambio anticipado por Hacienda en la elasticidad ingreso.  Tan absurdo parece el argumento que presentó Hacienda hace un año como ahora.

Lo interesante es que sin hacer ruido ni mencionar el tema, ahora Hacienda no solamente ha corregido su error en el marco macroeconómico para el año 2000, sino que ahora estima que esta relación va ser de 3.3 veces, inclusive mayor a la de este año.

No obstante haber corregido este error, ahora existe otro similar en el marco macroeconómico para el año 2000.  En 1999, la relación entre el crecimiento económico de Estados Unidos y nuestras exportaciones lo habían estimado en 1.1 veces, es decir, las exportaciones mexicanas iban a crecer 1.7 por ciento ante una expansión norteamericana de 1.5 por ciento.  Sin embargo, al observar las cifras, vemos que esta relación va a terminar más bien cerca de 3.5 veces.  Pero el problema es que en el marco para el año 2000, nuestras exportaciones van a crecer más de 5 veces el crecimiento anticipado de la economía de Estados Unidos.  Esto es lo que explica el hecho de que las autoridades esperan que el déficit externo se limite a 3.1 por ciento del PIB, a pesar de que anticipan un crecimiento de 4.5 por ciento en nuestra economía.  Lo más probable es que nuestras exportaciones crezcan mucho menos y que tengamos un déficit externo mayor.

La Secretaría de Hacienda argumenta que el déficit externo del marco macroeconómico del presupuesto es congruente con el monto de recursos externos de largo plazo que se prevé ingresarán a México el año entrante.  Sin embargo, no hay congruencia entre lo que prevé de crecimiento externo y el déficit en la cuenta corriente.  Más bien, el marco presentado sugiere un desequilibrio en las cuentas del exterior, que tendría que ajustarse mediante una depreciación importante en el tipo de cambio.  Pero el gobierno prevé una depreciación menor, de 8.3 por ciento, para el año próximo.

Igual que el año entrante, no termina por convencer el marco macroeconómico presentado.

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jueves, 9 de diciembre de 1999

La Decisión de Gurría

 

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La Decisión de Gurría


Por: Jonathan Heath

José Angel Gurría anunció el lunes pasado su decisión de donar íntegramente su controvertida pensión a dos organizaciones asistenciales en un intento de dar por terminado el asunto.  A pesar de que es una acción noble que lo reivindica en parte, todavía falta resolver el problema de fondo.

Sin lugar a dudas se vio bien nuestro Secretario de Hacienda al donar su pensión mensual mientras ocupe un cargo público al Grupo de Recuperación Total y a la Asociación Pro Personas con Parálisis Cerebral.  Con esta acción seguramente va a dejar de recibir críticas como las que le han llovido en el transcurso de las últimas semanas.  Fue una manera inteligente de resolver el problema político y de mejorar su imagen ante el público.  Inclusive, fue un ejemplo excelente que otros funcionarios públicos deberían seguir como por ejemplo, Oscar Espinosa Villarreal, que se encuentra en una situación similar pero que ha preferido quedarse callado.

Sin embargo, no podemos permitirnos, el lujo de dar por concluido el tema.  Existe un problema de fondo que es el de la corrupción institucionalizada, es decir, el abuso total del poder que lleva a funcionarios públicos a legalizar acciones que no tienen ningún fundamento ético o moral.  Vivimos en un país que carece de recursos suficientes para resolver sus problemas más apremiantes como la pobreza generalizada y la falta de infraestructura básica.  Por lo mismo, no podemos ni debemos permitir que parte de estos escasos recursos se canalicen a engordar todavía más los bolsillos de los que más tienen.

No es la primera vez que llega a la luz pública este tipo de acciones y causa un escándalo.  No hace mucho tiempo nos enterramos del aguinaldo millonario que Oscar Espinosa Villarreal se auto otorgó cuando era Regente de la ciudad.  Sin embargo, en esa ocasión reinó la impunidad y peor aún, fue premiado con una Secretaría de Estado.

José Angel Gurría recalcó una y otra vez que el asunto de su controvertida jubilación de Nafin se hizo con estricto apego a la ley y dentro de toda la normatividad correspondiente.  Según esto, su caso fue revisado por Nafin y por la Contraloría, quienes no encontraron motivos legales para cuestionarlo.  También nos dijo que los cambios a la regulación interna que permitieron su pensión fueron realizados con anterioridad a su llegada a esa institución.

Vamos a otorgarle el beneficio de la duda y suponer que así fue.  Por lo menos significa que no trató de manipular la ley y no hubo una violación flagante a su responsabilidad como funcionario público.  Pero ponerle énfasis al aspecto legal es una cortina de humo para esconder el problema verdadero.  No olvidemos que tomó su decisión únicamente cuando salió a relucir su caso en la prensa.  Su actitud “honesta” no fue de principios sino bajo presión.  Lo que debería haber hecho era primeramente rehusar la jubilación hace cinco años bajo el argumento que todavía estaría trabajando en el sector público.  Segundo, iniciar gestiones para cambiar la ley y no permitir el cobro de dos sueldos a ningún funcionario público.  Tercero, haber investigado quién o quiénes manipularon la ley para permitir este tipo de acciones.  Cuarto, haber promovido una nueva Ley de Responsabilidades de los servidores públicos que establezca límites a sus acciones.

El problema de fondo sigue intacto.  Necesitamos una transparencia total en el manejo de los recursos públicos, especialmente cuando se trata de las percepciones de los funcionarios.  Necesitamos un sistema eficaz de rendición de cuentas para juzgar y castigar a los que pretenden manipular la ley para beneficio propio.  Necesitamos mecanismos que permitan erradicar la corrupción institucionalizada, que es la más dañina de todas.

Nos debe quedar claro que este no es un problema relacionado con José Angel Gurría.  Es un problema generalizado que nos atañe a todos.  Si realmente queremos dejar atrás el autoritarismo y avanzar a una democracia, necesitamos una nueva escala de valores.  Platicando con muchas personas de diferente índole, encontramos que la mayoría aceptaría cobrar una pensión en situación similar y piensa que el pecado simplemente fue que lo descubrieron.  En otras palabras, lo que no es correcto para otro puede ser correcto para uno.  Por lo mismo, la crítica es una hipocresía fundada en la envidia y una oportunidad para dañar políticamente a los adversarios.

Lo que estamos observando es una crítica de la oposición para aprovechar los espacios políticos.  Lo más probable es que estas personas harían lo mismo que están criticando si llegaran a tomar el poder y tuvieran la oportunidad de hacerlo.  ¿Cómo podemos realmente avanzar y eliminar esta forma de pensar?

Es tema de reflexión.


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lunes, 6 de diciembre de 1999

Focos Amarillos

 

Pulso Económico


Focos Amarillos


Por: Jonathan Heath®


A pesar de que el Banco de México va a cumplir su meta de reducir este año la inflación a 13 por ciento, todavía quedan suficientes focos amarillos como para recomendar cautela por un rato más.

Esta semana se dará a conocer la inflación para el mes de noviembre, que según resultados preliminares deberá ubicarse en un rango de 0.90 a 0.94 por ciento.  Si tomamos el punto medio, 0.92 por ciento, la inflación acumulada en el transcurso de los once meses del año será de 11.24 por ciento.  Esto se compara muy favorablemente con el año pasado cuando se observó 15.78 por ciento en el mismo periodo.

Ahora estamos en el mes de diciembre, que siempre sufre incrementos de precios ante la mayor demanda derivada de los aguinaldos y la temporada navideña.  Sin embargo, no se espera una cuesta tan pronunciada como el año pasado, cuando la inflación fue de 2.44 por ciento.  Hace doce meses el gobierno subió sorpresivamente el precio de la gasolina, el tipo de cambio se había depreciado y hubo un aumento en los salarios mínimos.  Ahora no esperamos un “gasolinazo”, la depreciación cambiaria ha sido menor y el aumento en los mínimos se espera hasta enero.  Por lo mismo, se anticipa una tasa de inflación entre 1.4 y 1.5 por ciento para el mes, lo cual dejaría la inflación de fin de año en un rango de 12.8 a 12.9 por ciento.

No obstante, no debemos olvidar que tuvimos mucha suerte dado que se presentaron factores que difícilmente se repetirán el año entrante.  El tipo de cambio promedio de 1999 se ubicará cerca de 9.56, lo que implica una depreciación de 4.5 por ciento sobre el valor promedio de 1998 (que fue de 9.153).  En cambio, el gobierno había estimado (para fines presupuestales) un promedio de 11.08 pesos, lo que implicaba una depreciación de 21.1 por ciento.  Queda claro que esta apreciación real no anticipada fue una de las explicaciones principales en 1999.  También nos vimos favorecidos con una disminución notable en los precios de las frutas y las legumbres, que tiene una ponderación importante en el índice de precios.

A pesar de los buenos resultados de este año, las expectativas para el 2000 son superiores a lo que pretenden lograr las autoridades.  Parte de la explicación radica en la falta de credibilidad que todavía sufre el Banco de México.  Se necesita más que cumplir una vez con la meta de inflación antes de que la sociedad le dé el beneficio de la duda.

Dado que el año entrante es el último del sexenio y habrá incertidumbre por las elecciones y el proceso de sucesión presidencial, muchos analistas anticipan mayor depreciación en el tipo de cambio.  Al mismo tiempo, esperan que el efecto favorable que observamos ahora en los precios de las frutas y legumbres se desvanezca por completo el año entrante, en parte como resultado de las inundaciones en muchos Estados de la República.  Esto significa que justamente los factores que ayudaron a disminuir la inflación en 1999 pudieran dificultar su descenso en el 2000.

No obstante las explicaciones de las autoridades monetarias, algunos analistas muestran aun su preocupación por el proceso de remonetización que se ha observado en estos meses.  El crecimiento de la base monetaria ha sido visiblemente superior a la que se había anticipado y la cantidad de billetes y moneda en poder del público es más de 28 por ciento superior a lo que fue hace un año.  Inclusive, algunos analistas sugieren que el gobierno prepara el camino para volver a hacer de las suyas como en 1994.  Otros, no tan mal pensados, piensan que esta remonetización será un factor de presión inflacionaria y por lo mismo, la política monetaria actual no es compatible con 10 por ciento para el 2000.

Por otro lado hemos escuchado a varios “líderes” empresariales argumentar que la política monetaria es demasiado restrictiva y por lo mismo, se debería eliminar el uso de los cortos.  Sin embargo, el Banco de México no puede darse el lujo de aflojar su política sin antes observar una convergencia de las expectativas de inflación con su meta y mucho menos en un año de elecciones.

El mes entrante las autoridades monetarias deberán dar a conocer formalmente su programa de política monetaria para 2000.  ¿Qué es lo que necesita hacer el Banco de México para convencernos de que su intención de abatir la inflación a 10 por ciento o menos el año entrante va en serio?

Primero, necesita confirmar que su política de cortos no disminuirá en el año 2000.  Necesita repetir lo que anunció a principios de 1997, que por tratarse de un año de elecciones no recurriría al uso de largos.  La diferencia es que en aquel momento el punto de partida era una política neutral, es decir, no había ni largo ni corto. En esta ocasión, la referencia es el corto de 160 millones de pesos, es decir, tiene que existir un compromiso explícito de no disminuirlo de su nivel actual.

Segundo, necesita publicar de nuevo la trayectoria diaria esperada de la base monetaria, a pesar de los errores de pronóstico de los últimos meses y las confusiones que han originado.  Esto forzará a las autoridades monetarias a brindar explicaciones creíbles en casos de desviaciones, mientras que nos dará otro parámetro de referencia para juzgar sus acciones.  También debemos apuntar que la mayoría de los errores que se han presentado han sido hacia fines de año, mientras que lo que más nos interesa es su comportamiento antes de las elecciones de julio.

Tercero, necesita anunciar de nuevo techos en la expansión su crédito interno y cumplirlos cabalmente.  Por ejemplo, a pesar del crecimiento no anticipado en la base monetaria, se ha cumplido hasta ahora con los limites impuestos a los flujos efectivos acumulados en el crédito interno neto en los primeros tres trimestres del año.

Cuarto, sería conveniente que diera a conocer mes con mes los resultados de la inflación subyacente, que es una medida adicional para medir su desempeño.  La única inconveniencia es que el Banco sigue con la tarea de producir todos los índices de precios, por lo que es juez y parte.

Por último, lo más importante es cumplir su cometido de llegar a una inflación de un dígito lo antes posible.


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jueves, 2 de diciembre de 1999

El 6.8 del Presidente

 

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El 6.8 del Presidente


Por: Jonathan Heath®


Como lo informó Reforma, 67 por ciento de los mexicanos mayores de 18 años aprueba hoy el trabajo del Presidente Zedillo.  ¿Por qué?

A pesar de todas las críticas de los partidos de oposición y de los análisis negativos de casi todos los politólogos, la mayoría de la población aprueba el desempeño del Presidente.  La huelga de la UNAM, la indefinición en Chiapas, la falta de seguridad en el Distrito Federal, la corrupción institucionalizada en todos los niveles del gobierno y la débil procuración de justicia, no han sido problemas suficientemente grandes como para evitar que le otorguemos una calificación creciente en cada año de su sexenio.

La encuesta nacional trimestral de evaluación al trabajo del Presidente Ernesto Zedillo, que realiza Reforma desde 1995, revela resultados bastante interesantes.  Sin embargo, el que más sobresale es el contraste tan marcado con la percepción que refleja la mayoría de los editoriales y columnas que aparecen rutinariamente en los periódicos.  Mientras que la mayoría de la población le da crédito al Presidente por sus esfuerzos, la prensa escrita se niega a aceptar que su desempeño ha sido positivo.

En el Quinto Informe de Gobierno, el Presidente le dedicó la mayor parte su tiempo a resumir todos los esfuerzos realizados en materia social.  Al término de su discurso, Carlos Medina Plascencia dio una réplica agresiva y destructiva, que no concedió un milímetro al Presidente.  Al día siguiente todos los periódicos comentaron sobre la réplica y la reacción infantil que sostuvo la banca priísta.  En su momento, comentamos que el mensaje central del Presidente pareció pasar al olvido.

Sin embargo, esta encuesta sugiere que no es el caso.  Más bien, parece que son mucho más los mexicanos que estarían de acuerdo con el Presidente que con Medina Plascencia.  Simplemente, la imagen de Zedillo va en aumento, la percepción de que tenemos una democracia es mayor, menos personas sienten deterioro en la situación económica y existe confianza en el primer mandatario de la República.

Por primera vez en cinco años, no se perciben los problemas económicos como los principales del país.  La preocupación por la seguridad pública pasa a primer lugar, mientras que la justicia y la legalidad se perciben ahora como los mayores fracasos.  Inclusive, una cuarta parte de la población ve a la economía y el nivel de vida de los mexicanos como parte de los mayores logros del Gobierno de Zedillo, algo difícil de haber anticipado hace apenas unos años.

La imagen de honestidad y la confianza que se tienen de él han ayudado a mejorar la credibilidad.  No obstante, sabemos que queda por delante el reto más grande que enfrentan todos los presidentes, que es el último año de su gobierno.  En cada oportunidad que se le presenta nos ha repetido el mismo mensaje: no habrá crisis sexenal.  Pero resulta difícil para la mayoría comprar la idea ante el miedo de que todo sea una mera ilusión y que reviente de nuevo en algún momento con daño irreparable.  ¿Cómo podemos creer que a este Presidente no le va a pasar lo mismo que a todos los anteriores?

La duda nos va a quedar hasta el último momento.  Sin embargo, existen bastantes signos alentadores que hacen pensar que ahora sí lo lograremos.  No estamos hablando de los buenos resultados macroeconómicos o la comparación favorable de los indicadores económicos con los de hace seis años.  Más bien, lo que ahora nos debe preocupar es la posibilidad de que el Presidente enloquezca al final, que no quiera dejar el poder, que busque su pensión de Nafinsa o quiera glorificarse con sus acciones.  Lo que estamos viendo son signos de que todo esto es poco probable.

Para empezar, el Presidente no ha aceptado cobrar el bono presidencial a que tiene derecho.  Canceló su partida secreta por lo que deja de manejar su gasto en forma discrecional.  Optó por dejarle cancha libre a Francisco Labastida en el PRI y no trata de imponerle a nadie de su confianza.  A pesar de todos los problemas que ha presentado, mantiene su promesa de reducir el déficit público al 1 por ciento del PIB para el año entrante.

No se ha preocupado mucho por su imagen personal o su lugar en la historia.  Por ejemplo, el último documento de Criterios Generales de su gobierno es un recuento modesto de lo que se ha hecho, a diferencia del de hace seis años que presumía de un México que al final de cuentas no existía.  Mientras que Salinas mandó realizar un recuento de sus logros en 30 tomos (publicado por el Fondo de Cultura Económica), Zedillo ha mostrado más humildad y ha rehusado ser vanidoso.

Pinta bien.  Mientras tanto, no nos queda otra más que entrarle al último año y ver qué pasa.


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