jueves, 29 de febrero de 1996

Las Cifras del Desempleo

 Pulso Económico


Las Cifras del Desempleo


Por: Jonathan Heath®


A principios de la semana pasada, se dio a conocer la cifra preliminar de la tasa de desempleo abierto para el mes de enero: 6.4 por ciento.  Dado que presentó un aumento notable sobre el mes anterior, diciembre, que fue de 5.2 por ciento, resultó ser tema de mucha discusión.  Aunque el INEGI no ha dado a conocer todas las cifras corregidas por factores estacionales, indicaron en su comunicado de prensa, que es normal observar un aumento en el desemplo a principios del año. Esto es porque en diciembre se dan muchos empleos u ocupaciones de carácter temporal que desaparecen al terminar la temporada navideña.  Si se dieran a conocer las cifras corregidas por estos factores estacionales, seguramente observaríamos una tasa menor que la oficial reportada en enero.

Aun con esta aclaración, muchos mostraron preocupación con este aumento.  Después de observar una clara tendencia a la baja a partir de agosto, esta cifra representa una interrupción en el mejoramiento de las oportunidades laborales.  Aunque el incremento se explica por factores temporales, representa aún un aumento en el desempleo.

La tendencia a la baja observada desde agosto, no es signo de recuperación o una creación masiva de empleos.  Basta con realizar una encuesta entre los empresarios para averiguar que casi nadie aumentó su planta laboral entre septiembre y diciembre del año pasado.  Como resultado de lo mismo, las cifras de desempleo abierto han recibido muchas críticas.  ¿Cómo es posible que nosotros tengamos menos desempleo que la gran mayoría de los países desarrollados?  ¿Cómo pueder ser que tengamos menos desempleo en México estando en plena recesión, que en los Estados Unidos, que ha tenido un periodo prolongado de crecimiento?  ¿Cómo es posible catalogar a una persona como empleado si trabajó únicamente una hora a la semana?

A pesar de ser críticas muy razonadas, en la mayoría de los casos existe una explicación.  Muchas veces es porque no entendemos la naturaleza del proceso estadístico ni las dificultades inherentes al levantamiento de encuestas.  No es que esté mal la definición de desempleo (por ejemplo, en la utilización del parámetro de una hora a la semana de trabajo para considerarse empleado).  Cualquier definición utilizada , sea la que sea, será arbitraria.  El problema radica en que el proceso estadístico necesita una definición exacta.  A final de cuentas, las estadísticas sólo resumen aquello que realmente se puede medir.

Lo fundamental es saber cuál es la definición teórica del desempleo y cómo se mide y se define en la práctica.  En la realidad, el desempleo es un concepto relativo, que depende de cada caso.  Por ejemplo, en el caso de dos personas diferentes que realizan alguna labor menor por igual número de horas a la semana deberían de estar clasificadas en forma diferente: uno como empleado y otro como desempleado.  Sin embargo, a nivel práctico sería casi imposible levantar una encuesta estadística con tanto nivel de detalle.  Al final de cuentas se tiene que utilizar alguna definición arbitraria y aplicarla.  A la hora de la interpretación, uno debe considerar la arbitrariedad como tal y utilizar el número resultante como un simple parámetro de referencia y no como una verdad absoluta.

En nuestro país, el problema laboral principal no es el desempleo abierto, sino más bien el desempleo disfrazado.  Sin embargo, la definición de desempleo disfrazado es todavía mucho más difícil de aterrizar y por lo tanto, sería todavía mucho más arbitrario tratar de aplicarlo.

En este sentido, se debe utilizar la tasa de desempleo abierto como lo que es: un parámetro de referencia inicial.  A partir del dato proporcionado podemos sumarle el porcentaje de empleados que no reciben ninguna remuneración y los que reciben menos de un salario mínimo.  Podemos sumarle los que trabajan menos de 15 horas o los que no reciben ninguna prestación.  De alguna forma u otra, podemos construir nuestra propia definición.

Las recomendaciones de la Organización Internacional del Trabajo son las que emplea el INEGI para medir el desempleo en México.  No es que esta Organización ignore los problemas específicos de nuestro país, ni que no esté al tanto de todas las críticas.  Más bien, entiende muy bien las limitaciones de las estadísticas y celebra reuniones frecuentes para discutirlas y tratar de proponer mejoras.

Entre 1923 y 1993 se han celebrado quince reuniones de la Conferencia Internacional de Estadísticas del Trabajo.  A partir de la reunión celebrada en 1985 se adoptó el Convenio número 160 y la recomendación número 170 sobre estadísticas del trabajo.  El INEGI viene realizando la encuesta mensual de empleo urbano a partir de 1987, aplicando justamente las definiciones y recomendaciones adoptadas.

Reconociendo el problema del sector informal y las implicaciones que tiene para el empleo y desempleo, la misma Organización Internacional del Trabajo tuvo una nueva reunión hace apenas tres años.  Como resultado, se adoptó una resolución sobre las estadísticas del empleo relativas a dicho sector.

Es difícil mejorar las estadísticas en sí.  Sin embargo, lo que sí hace falta es una mejoría en la publicación y disponibilidad de todas las estadísticas.  Aunque la política de divulgación ha mejorado, esto no significa que no puede mejorar aún más.  Necesitamos tener acceso a todas las estadísticas, con lujo de detalle en cuanto a su desagregación, desde el inicio de cada serie, en forma fácil de obtener y de entender.  Únicamente así minimizaremos las confusiones.



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jueves, 22 de febrero de 1996

El INEGI y las Correcciones Estacionales

 

Pulso Económico


El INEGI y las Correcciones Estacionales


Por: Jonathan Heath


El lunes pasado se dio a conocer la cifra sobre la tasa de desempleo abierto para el mes de enero: 6.4 por ciento.  Resultó ser tema de mucha discusión dado que reflejó un aumento notable sobre la tasa del mes anterior, diciembre, que fue de 5.2 por ciento.  A pesar de que el INEGI subrayó el hecho de que el aumento se debió a factores estacionales, causó mucho revuelo pensar que la recuperación económica no está en camino.  Incluso, el propio Presidente de la República sintió la necesidad de hacer la aclaración pública de que esta cifra no era signo de un retroceso.

En el fondo, el problema ha sido el manejo inconsistente y poco transparente de las cifras corregidas por factores estacionales por parte del INEGI.  Realizar correcciones estacionales a las cifras estadísticas es una metodología aceptada universalmente y practicada en la gran mayoría de los países.  Pero hasta ahora, el manejo de estas cifras ha dado la impresión de un manipuleo poco ético y no profesional.

Por alguna razón extraña, en México no se ha había manejado este tipo de datos.  El INEGI siempre nos ha presentado los datos de todo tipo de indicadores económicos sin correcciones por estacionalidad.  Como resultado de esto, siempre calculamos el crecimiento, o la desviación porcentual, con respecto al mismo periodo del año anterior.  De esta forma, si en diciembre existe un aumento en ventas en el periodo navideño, la comparación con diciembre del año anterior, nos da una mejor idea del incremento.  Si nos comparamos con el mes inmediato anterior, encontraríamos un aumento notable que no podríamos interpretar adecuadamente.

Quiza el mejor ejemplo esta en nuestra forma de ver el crecimiento de la actividad económica.  En México, tomamos el crecimiento del trimestre actual con respecto al mismo trimestre del año anterior.  Dado que siempre existe una mayor producción en los segundos y cuartos trimestres, si tomáramos el crecimiento con respecto al trimestre anterior, nos encontraríamos con unos sube y bajas espectaculares sin mucho sentido económico más que factores estacionales.

En cambio, en los Estados Unidos (y muchos otros países desarrollados) se producen las cifras con correcciones estacionales integradas.  De esta forma se puede realizar la comparación con el trimestre inmediato anterior.

Los problemas empiezan a surgir cuando aplicamos definiciones estándares a nivel mundial a nuestras cifras.  Por ejemplo, la definición técnica de una recesión es el de dos trimestres consecutivos de crecimiento negativo.  La definición de una recuperación es cuando un trimestre muestra ya un aumento positivo sobre el anterior.  Sin embargo, estas definiciones se aplican a las cifras del PIB con correcciones estacionales.  Si las aplicamos a nuestras estadísticas, llegamos a conclusiones diferentes.

Por ejemplo, según el INEGI, las cifras con correcciones estacionales del PIB muestran claramente que la recuperación económica empezó a partir del tercer trimestre del año pasado.  Esto se debió a que la caída durante el segundo trimestre fue tan pronunciada, que en comparación con este, el tercer trimestre fue ligeramente mejor.  Sin embargo, aplicando los crecimientos a los mismos trimestres del año anterior, no vamos a obtener una cifra positiva hasta el segundo trimestre de este año.  La diferencia radica en tres trimestres, casi un año, más de recesión, es decir, de crecimientos negativos en el PIB.

La aplicación de la técnica para corregir los factores estacionales es incontrovertible.  Es una técnica aceptada estadísticamente y aplicada por un gran número de países.  Ya es tiempo que lo apliquemos en nuestro país en forma común y ampliada.

El problema radica en las formas.  Lo que no se vale es la política equivocada y amañada del INEGI de presentar una cifra aislada con corrección estacional, sin posibilidad de analizar sus implicaciones.  Dado que conviene dar la impresión de que existe una recuperación, se nos dijo que el crecimiento del PIB y del desempleo, con corrección estacional, indica una mejoría.  Al día siguiente se dan a conocer las cifras de ventas al mayoreo y menudeo de establecimientos comerciales.  Dado que se dio un crecimiento natural muy fuerte en diciembre, al INEGI convenientemente se le olvida mencionar qué significa el dato con corrección estacional.

Tampoco es válido dar la cifra en forma aislada sin presentar toda la serie para realizar un análisis correcto.  Si hoy en día las cifras del PIB corregidas indican una recuperación a partir del tercer trimestre del año pasado, ¿qué significa esto para las recesiones anteriores?  Quiza la recesión del 82-83 fue más larga o más corta.  Quiza el estancamiento de 1993 fue una recesión en forma.  Quiza la recesión de 1986-87 fue más pronunciada.  Quiza, quien sabe.

Las mejoras estadísticas deben ser una política permanente.  En esto no hay discusión.  Pero cuando hacen una mejora y deciden cambiar la metodología, no se puede hacer por motivos políticos o dar la impresión de motivos obscuros.  Esto únicamente deja mal sabor de boca y le resta confiabilidad y credibilidad a una institución seria.  La política del INEGI debería ser la de anunciar con un año de anticipación que a partir de tal fecha se van a utilizar estadísticas con corrección estacional.  Durante el año se da a conocer la metodología para que todos sepan qué significa y cómo se calcula, pero no se dan a conocer las cifras aisladas con anterioridad.  Después, en el momento de introducir las nuevas cifras, se presentan con una serie de cifras históricas para evitar toda duda y facilitar las interpretaciones.

Hoy en día existe una crisis de confianza en nuestro gobierno y en las instituciones públicas.  Este tipo de políticas no nos ayudan a restablecer la credibilidad tan necesaria.  Quiza lo que hace más falta es la autonomía de la institución.


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jueves, 15 de febrero de 1996

El Otro Lado de la Moneda

 

Pulso Económico


El Otro Lado de la Moneda


Por: Jonathan Heath


La crisis devaluatoria ha sido de una magnitud y complejidad tales que la discusión y estudios sobre sus causas y consecuencias han de durar no solamente muchos años más, sino décadas.  Ya ha aparecido una gran cantidad de ensayos, artículos, tesis y estudios profundos que contienen hipótesis muy diversas.  Lejos de llegar a las conclusiones finales, cada vez nos encontramos con más y más preguntas.

De vez en cuando aparecen algunos de estos estudios que valen más la pena que otros.  A veces por su profundidad, otras veces por su originalidad en cuanto a su enfoque y otras, simplemente por sus autores.  Un ejemplo es el estudio que en ocasiones pasadas he comentado, del Consejo de Relaciones Exteriores (The Council on Foreign Relations) de los Estados Unidos.  Este estudio vale la pena porque trata de expresar la opinión independiente de un grupo grande de personas de alto prestigio.  Es de una organización independiente, no lucrativa y sin afiliación política.

Otro estudio que bien vale la pena, y que representa el otro lado de la moneda, es el escrito por Francisco Gil Díaz y Agustín Carstens, ambos del Banco de México.  El estudio, publicado por el Banco como parte su serie de documentos de investigación, fue presentado en enero pasado en la junta anual de la Asociación Americana de Economía (American Economic Association).  El estudio es una apología semi-oficial del Banco de México, que pretende atacar algunas de las hipótesis más aceptadas y ofrece la conclusión ya conocida del Banco Central: las causas de la crisis fueron la combinación del régimen semi-fijo del tipo de cambio, el incremento explosivo en el capital internacional y los acontecimientos políticos inesperados de 1994.

Este es un contraste interesante con la conclusión del primer estudio: que las políticas monetaria y fiscal no respondieron adecuadamente a las condiciones cambiantes del mercado, que fueron los factores principales de la crisis.

El estudio de Gil Díaz y Carstens es una apología excelente, y está bien presentado y argumentado.  Sin embargo, contiene dos puntos que bien vale la pena comentar.  Primero, el haber sido escrito por dos personas del propio Banco Central, le resta el carácter de imparcialidad.  Por un lado es importante escuchar y entender a fondo la posición del banco.  Pero por el otro lado, nos gustaría leer los mismos argumentos y conclusiones de alguien que está fuera del ojo del huracán.  Es importante subrayar que esto no le resta mérito alguno al estudio, pero sí lo caracteriza.

Segundo, el ensayo tiene un defecto notorio en cuanto a forma.  Da la impresión de que quienes lo escribieron están bien ardidos.  Está escrito con un tono de burla y poco respeto hacia quienes no comparten la opinión de los autores.  En varias ocasiones, los comentarios de los autores ridiculizan a personas, que bien o mal, tienen cierta reputación internacional.  Esto, desafortunadamente, le resta seriedad al estudio.  Me sorprende que personas tan bien reconocidas no solamente por su trayectoria profesional, sino por su inteligencia y solidez como economistas, utilicen estas tácticas.  Ojalá que corrijan este defecto, dado que por lo demás, es una apología y réplica brillante, de dos de los mejores economistas del país.

En el escrito, los autores presentan contra-argumentos a seis de las hipótesis más manejadas (fuera del Banco de México) sobre las causas de la crisis: 1) la sobrevaluación de la moneda; 2) la expansión del crédito interno neto del propio banco; 3) la falta de, u obscuridad en la información; 4) el estímulo excesivo a la demanda agregada; 5) la falta de ahorro interno; y 6) el exceso de endeudamiento.

Los argumentos presentados en cada caso tienen fundamentos razonados e importantes que deben tomarse en cuenta.  Inclusive, en algunos puntos aportan argumentos nuevos (por lo menos para mí) que son temas de reflexión.

En lo personal, he manejado una hipótesis adicional, que si bien no explica totalmente la crisis, sí aporta una dimensión adicional: los costos de la transición de una economía cerrada a otra abierta, fueron subestimados o ignorados durante el sexenio pasado.  Como dijo hace diez años Michael Bruno, es más importante la transición misma que el producto final, cuando se va de una economía pre-reformista a una post-reformista.

Una segunda hipótesis que no maneja el estudio, que tambien es complementaria más no sustituta de las demás, es la del poder del mercado en cuanto a realizar sus expectativas, aunque no tienen fundamento.  Es decir, aun en el caso de que el tipo de cambio no estaba sobrevaluado, si el mercado piensa lo contrario, se va a llegar a una situación de devaluación.

Por último, una de las conclusiones del estudio es que los eventos políticos de 1994 fueron fundamentales para crear la vulnerabilidad en que se desarrolló la economía antes de la devaluación.  Un aspecto que faltaría investigar es la relación entre los eventos mencionados y las reformas económicas llevadas a cabo en años anteriores.  ¿Fueron estos eventos consecuencia directas de las reformas?  Si la respuesta es positiva, entonces se debe considerar esto como parte de los costos de instrumentar las reformas tan profundas como las que observamos durante la última década.

Todavía falta mucho por investigar, pensar y escribir sobre las causas de la crisis devaluatoria.  Pienso que es importante escuchar todos los argumentos, independientemente del lado que adopten y sin importar si están a favor o en contra.  Lo más seguro es que al final de cuentas la verdad se encuentre en una combinación de un poco de todo.


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jueves, 8 de febrero de 1996

La Impunidad Económica

 

Pulso Económico


La Impunidad Económica 


Por: Jonathan Heath


Recientemente, el Consejo de Relaciones Exteriores (The Council on Foreign Relations) de los Estados Unidos, encomendó a una comisión independiente, un estudio sobre las lecciones de la crisis mexicana del peso.  Este Consejo es una organización independiente, no lucrativa, sin afiliación política y de mucho prestigio, que publica entre otras cosas la revista Foreign Affairs.

La comisión encargada de realizar el estudio estuvo integrada por 28 personas, entre académicos, profesionales y periodistas de diferentes espectros políticos y económicos.  Gente de mucho prestigio como David Asman de Wall Street Journal y Martin Feldstein, del National Bureau of Economic Research, hasta algunos más radicales y controversiales como Steven Hanke de la John Hopkins University.  Aunque no todos estuvieron de acuerdo en todos los puntos de discusión, el estudio en sí es una visión interesante de afuera sobre nuestros problemas y algunas lecciones derivadas de la crisis.

Una de las conclusiones principales del estudio es que la devaluación no es una panacea o sustituto sin costo para políticas monetaria y fiscal sólidas.  En 1994 estas políticas no respondieron adecuadamente a las condiciones cambiantes el mercado, que fueron factores principales de la crisis.

Otra conclusión interesante es que no queda claro cuál era la mejor alternativa que se pudo instrumentar en ese año.  Dentro de la comisión, hubo diferentes opiniones sobre qué era lo que el gobierno debería haber hecho.

Sin embargo, una conclusión esencial en la que sí hubo consenso es que la creación de un fondo multilateral, junto con una devaluación, pudo haber producido un alivio en el corto plazo.  Sin embargo, este tipo de soluciones casi siempre traen consigo distorsiones mayores en el mercado y en los costos verdaderos, y por lo tanto, nunca deben sustituir a políticas monetarias, fiscales y estructurales sólidas y profundas.

Desde mi punto de vista, lo que quieren decir es que un programa de rescate financiero de la magnitud del que experimentamos, es el equivalente a una impunidad económica.  Al rescatar al gobierno después de haber cometido esos errores, virtualmente se está perdonando a los responsables y permitiéndoles escapar sin pagar las verdaderas consecuencias de sus errores.  El problema radica en que no se eliminan los incentivos para volver a cometer los mismos errores.

Después de la crisis devaluatoria de 1982, el gobierno recibió un rescate de alguna manera comparable al del año pasado. La lección fue que si cometemos errores mayores de política económica con los que vulneramos a todo el sistema financiero y económico, vamos a ser rescatados por la comunidad internacional: por lo tanto, es una opción viable.

No obstante, esta impunidad económica no se aplica únicamente a los errores macroeconómicos.  Hoy en día, estamos observando la impunidad en nuestro sistema financiero, en las empresas grandes y en general en muchas diferentes partes de nuestra economía.  Estamos otorgando impunidad a todos los que comparten el poder económico en nuestro país y la factura la estamos pasando a la sociedad.

Cuando se privatizó la banca, se vendieron las instituciones a los grandes millonarios del país.  Como resultado de una mala administración, los nuevos dueños cometieron múltiples errores que llevaron a los bancos a una situación de quiebra.  A través de Fobaproa, Procapte y demás esquemas, el gobierno los rescató sin que tuvieran que pagar los costos verdaderos.  El resultado fue una impunidad económica.

Ahora el gobierno nos está anunciando un nuevo programa de impunidad para unas 25 empresas grandes del país.  Para asegurar que los dueños no vayan a tener que pagar los costos de una quiebra, el gobierno los está rescatando.

Al final de cuentas, la factura se las están pasando a la mayoría de la población, que no tuvo vela en el entierro.  Cada peso gastado en rescatar a los banqueros, es un peso menos para la educación pública, un peso menos para un hospital o un peso menos para combatir la pobreza extrema.

Cada vez que el gobierno interviene en un esquema similar, está ocasionando distorsiones irreparables en el mercado.  La lección principal que se debe aplicar es que si no logramos manejar eficientemente una empresa, vamos a perder.  Pero si evitamos que quién cometió el error lo pague, entonces estaremos alentando la ineficiencia.  Lo que debemos entender es que al final de cuentas alguien tiene que pagar y no es justo que pague quien no debe.

La impunidad política significa que alguien puede violar las leyes del país sin recibir ningún castigo.  La impunidad económica es que alguien puede violar las leyes del mercado sin pagar las consecuencias.  Hoy, nuestra tarea es trabajar para erradicar la impunidad en todos los ámbitos.



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jueves, 1 de febrero de 1996

¿Habrá Recuperación?

 

Pulso Económico


¿Habrá Recuperación?


Por: Jonathan Heath



“El Hombre no vive únicamente del PIB”, Paul Samuelson

Ya tiene tiempo que el gobierno nos viene diciendo que existen signos de recuperación de la recesión tan tremenda que empezó hace ya un año. Sin embargo, por afirmar esto y después preguntar ¿de qué país están hablando? Para la gran mayoría la recuperación parece ser un concepto muy alejado de la realidad.

Esto nos lleva a preguntar, ¿realmente existen indicios de una recuperación?  La respuesta a esta pregunta es algo muy relativo, dado que depende de qué entendemos por recuperación, al mismo tiempo, para quién es la recuperación.

Según el gobierno, ya hemos dejado atrás la recesión.  Primero, porque son políticos y su instinto natural es decirnos que todo va bien y que en el futuro estará mejor, especialmente por las acciones y políticas que están instrumentando.

Segundo, porque son tecnócratas y definen una recesión como dos trimestres consecutivos de un crecimiento negativo en el PIB.  En el momento en que el PIB muestra un crecimiento positivo, se acabó l recesión.  Esta es una definición exacta y aceptada universalmente por los economistas.  Lo único que tenemos que hacer es aplicar un ajuste estacional a las cifras del PIB y veremos cómo el PIB del tercer trimestre del año pasado fue mayor al dl segundo trimestre.  Por lo tanto, la recesión terminó a partir del tercer trimestre de 1995 (por si no se habían dado cuenta).

Para la mayoría, esto es muy difícil de creer, dado que las cifras del PIB, como estamos acostumbrados, nos dicen que el tercer trimestre del año pasado hubo una caída de 9.5 por ciento, muy lejos de algo que suene como recuperación.  Lo que parece que nos están diciendo las autoridades, es que si manipulamos las cifras lo suficiente, podemos encontrar algo positivo.

Tercero, nos dicen que veamos otras cifras como el desempleo.  En agosto del año pasado tuvimos una tasa de desempleo de 7.6 por ciento.  Ya para diciembre esta tasa disminuyó al 5.2 por ciento, lo que indica que la economía está creando una cantidad impresionante de empleos.  Sin embargo, esto ya lo hemos analizado antes.  Es más bien indicativo de un gigantesco desempleo disfrazado y una habilidad muy buena de la mayoría de la población para adaptarse a situaciones adversas.

Para los empresarios, la respuesta es muy confusa y dispersa.  Por un lado, algunos nunca vieron la recesión, como los afortunados que exportan.  Para otros, la recuperación se empieza a ver a través de un modesto incremento en sus ventas.  Sin embargo, para otros, las cosas están igual de mal o peor.  Aquí juegan un papel interesante los líderes del sector privado, que más bien parecen funcionarios públicos diciendo que ya llegó la recuperación.  Parece que nos quieren convencer de que nuestra miseria es únicamente una ilusión.

Sin embargo, para la mayoría de la población y especialmente a nivel familiar, la respuesta es un NO rotundo.  Para esta gente el PIB es un concepto muy obscuro, y lo más probable es que ni siquiera lo han escuchado.  Estos definen la recuperación simplemente en términos de su poder adquisitivo.

Primero, ven el desempleo abierto, el desempleo disfrazado y el subempleo por todos lados.  Seguramente conocen muchos amigos, primos, hermanos y compadres que perdieron su empleo y como consecuencia, su poder adquisitivo.  Dado que apenas conservan su propio empleo y escuchan al jefe hablar todo el tiempo de lo mal que están las cosas, ni se atreven a pedir un aumento.  No se tienen ahorros ni activos para respaldarlos durante estos tiempos.  Sus pocos amigos que encontraron una chamba, ganan ahora menos que antes.

Después ven directamente su propio poder adquisitivo.  Sus salarios compran mucho menos hoy en día que en 1994.  Saben que el aumento que les va a tocar va a ser menor que el aumento en los precios, lo que significa que van a poder comprar menos en 1996 que en 1995.  Cuando el gobierno les habla de recuperación, simplemente les dan una mirada de no entiendo lo que me dicen.

En México, la mayoría no hablamos de recesión, sino de crisis.  La crisis es un concepto mucho más amplio, que incluye entre otras cosas, la caída continua en el poder adquisitivo, las devaluaciones recurrentes y una falta de consideración permanente para las clases bajas.  En este sentido, se puede hablar de una crisis continua desde 1976, dado que este fue el año pico del poder adquisitivo del salario mínimo. Para alguien que gana el salario mínimo, su poder de compra ha registrado una caída libre desde entonces.

La clase media mexicana tiene un salario medio que se considera muy por debajo del nivel de pobreza en los Estados Unidos.  Salinas nos prometió el primer mundo y le creímos.  Adquirimos hipotecas, préstamos de automóviles y aspiramos a un mejor nivel de vida.  Como resultado, no solamente tenemos una gran pérdida en nuestro poder adquisitivo, sino una deuda imposible de cubrir.  Para esta gente, la gran mayoría de la población, es simplemente un insulto hablar de recuperación.

Así es que cuando escuchen hablar de recuperación, recuerden que es una recuperación para pocos y una recuperación del PIB.  Pero como lo dijo Paul Samuelson, el hombre no puede vivir únicamente del PIB.


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La Marcha de la Economía

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