jueves, 25 de marzo de 1999

Los Equilibrios Macroeconómicos

 

Pulso Económico


Los Equilibrios Macroeconómicos


Por: Jonathan Heath


La desaceleración de la actividad económica, que se manifestó a partir del último trimestre del año pasado, va a permitir que mejoren el ahorro interno y el déficit en la cuenta corriente.  De esta manera, la economía mexicana será menos vulnerable al iniciar el último año del sexenio.

La noticia de la inflación de la primera quincena de marzo fue sumamente agradable, ya que confirma las expectativas de una menor inflación para el año.  Justamente  dos de las variables que explicaron su incremento en la segunda mitad del año pasado son las que explican su disminución ahora: el movimiento del tipo de cambio y los precios de las frutas y legumbres.  Esto significa que los shocks que afectaron a la economía mexicana fueron de carácter temporal y ahora observamos el regreso a la situación de la economía hace 9 meses.

Tanto el tipo de cambio como las tasas de interés, la inflación y el índice de la Bolsa retoman los niveles que tenían antes del desmoronamiento de la economía rusa y el desplome brasileño.  Inclusive, el gobierno anunció ayer la colocación de un nuevo bono global por mil millones de dólares, con lo cual se confirma la recuperación de los mercados de capital.  Seguramente dentro de poco tiempo también deberíamos de observar una recuperación en el ritmo de crecimiento económico.

No obstante la euforia que experimentan los mercados, deberíamos agradecer la desaceleración de la actividad económica, que se manifestó a partir del último trimestre del año pasado y que se acentúa en estos meses.  El ritmo de crecimiento de la economía estaba induciendo una expansión muy rápida en el déficit de la cuenta corriente y una disminución peligrosa en el ahorro interno.  Estas dos variables son claves no solamente para el buen desempeño de la economía a través del tiempo, sino además para evitar la necesidad de un ajuste repentino y traumático en la economía.

El Banco de México reportó que el déficit en la cuenta corriente del año pasado registró 15.8 mil millones de dólares, equivalente al 3.8 por ciento del PIB.  Este monto más que duplica la cifra de 1997 (1.8 por ciento) que a su vez es más del doble que déficit llegó a representar 4.7 por ciento del PIB.  De haberse sostenido esta tendencia, sin el beneficio de la desaceleración de la economía, podríamos haber llegado a observar un déficit cercano a al 6 por ciento en este año, cifra demasiado elevada para nuestra economía.  Hubiera implicado un nivel de vulnerabilidad que no necesitamos para iniciar el último año del sexenio.

Al mismo tiempo, el ahorro interno muestra una tendencia declinante a partir del primer trimestre del año pasado.  Después de haber registrado un nivel récord de 24.2 por ciento del PIB en 1997, cayó a 20.5 por ciento en 1998.  A partir del momento en que la tasa de crecimiento del consumo privado supera la del PIB, es casi un hacho que el ahorro interno va a disminuir.  En el transcurso del año pasado, el consumo privado creció 6.5 por ciento, por arriba PIB, que aumentó 4.8 por ciento.

Afortunadamente, el gasto en consumo se desaceleró sustancialmente en el último trimestre del año pasado, creciendo apenas 2.3 por ciento, abajo del incremento del PIB que fue 2.6 por ciento.  Esto ayudó a contener la caída en el ahorro, que registró una proporción de 18.9 por ciento del PIB en el periodo.  En su punto máximo, el ahorro interno bruto llegó a 28.7 por ciento del PIB en el primer trimestre de 1997.

Las cuentas nacionales consideran la variación en inventarios como un componente del ahorro interno y es el elemento que más explica su desaceleración.  Al presentarse un panorama de crecimiento menor, los empresarios empiezan a reducir el ritmo de producción y utilizan más de sus inventarios para satisfacer sus ventas.  También el incremento en las tasas de interés hace más costoso mantener existencias elevadas.  A pesar de que este factor es el que explica casi la totalidad de la disminución del ahorro, también se puede observar una ligera caída en el resto del ahorro.

El mismo gobierno ha puesto mucho más énfasis en el papel de ahorro y su importancia para evitar trastornos futuros.  Por lo mismo, es esencial evitar que siga cayendo.  Un déficit elevado en la cuenta corriente junto con el nivel reducido del ahorro interno, es una situación que debemos evitar a toda costa.

Por lo mismo, la desaceleración en la economía tiene su lado positivo.  Va a ayudar a interrumpir la tendencia alcista en el déficit externo y a estabilizar el nivel del ahorro interno.


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martes, 23 de marzo de 1999

La Estrategia Eléctrica

 

Pulso Económico


La Estrategia Eléctrica


Por: Jonathan Heath©


El Poder Legislativo recibió la iniciativa de reformas la Constitución para abrir el sector eléctrico a la inversión privada.  Uno de los puntos clave del debate es la diferencia entre apertura y privatización.  Mientras que la apertura para fomentar la competencia es indispensable, la privatización puede esperar.

En las décadas de los setenta y ochenta hubo una clara tendencia mundial a la derecha, hacia la aplicación de los modelos neoliberales que promovían el uso de las fuerzas del mercado para solucionar la mayoría de los problemas.  Entre estos esquemas, prevaleció el llamado “consenso de Washington”, que recomendaba el saneamiento de las finanzas públicas, la privatización, la desregulación y la apertura comercial como los pilares del cambio estructural que buscaba una economía mucho más eficiente.  Existía el sentir de que si un país como México realizaba estas reformas para utilizar más efectivamente al mercado, sus posibilidades de crecimiento y desarrollo se incrementarían enormemente.

Una de las promesas del consenso de Washington era que con estas políticas íbamos a evitar las crisis recurrentes.  Sin embargo, la devaluación de diciembre de 1994 y la crisis bancaria fueron señales de que éste no era el caso.  Inclusive, fueron tan grave la recesión y demás problemas que sufrimos en 1995, que llegó a manifestarse una aversión a más reformas neoliberales.

La tendencia mundial hacia la derecha se fue desvaneciendo y poco a poco ha sido remplazada por el movimiento contrario, a la izquierda.  La caída del muro de Berlín y el desmoronamiento de los países del bloque socialista fueron elementos catalizadores para la izquierda mundial.  Inicialmente se percibía que estos acontecimientos históricos eran golpes de muerte para la izquierda.  Sin embargo, no fue así dado que sirvió como experiencia y elemento crítico para avanzar en la afinación de las ideas.  Ahora surge una izquierda más pragmática y menos dogmática, que acepta premisas que hasta hace poco eran exclusivas de la derecha.

Por ejemplo, la importancia de las finanzas públicas, la autonomía de las autoridades monetarias y una mayor utilización del mercado (aunque no indiscriminada) son hoy en día elementos básicos de los gobiernos socialistas que han surgido en la mayoría de los países de Europa.  Allí los gobiernos ya no privatizan en función de una ideología partidista, sino por cuestiones prácticas.

Hemos visto un acercamiento de la derecha y de la izquierda, hacia el centro del espectro ideológico.  Cada vez más vemos cómo los extremos se diluyen y se fortalece una ideología que respeta las fuerzas del mercado pero niega su utilización indiscriminada.  Queda claro que el mercado no puede solucionar los problemas más difíciles de la pobreza y la distribución del ingreso, cuestiones que permanecen afortunadamente en la lista de prioridades de nuestra sociedad.

Nuestra experiencia con las privatizaciones es, sin lugar a dudas, mixta.  Mientras existen casos que parecen sumamente exitosos, como acero, terminales portuarias, telecomunicaciones y ferrocarriles, hay otros en los que el proceso parece haber fracasado como la petroquímica, las carreteras y los bancos.  Para algunos, el problema de la privatización fue el proceso corrupto que resultó de la venta o asignación arbitraria a los amigos de Carlos Salinas.  Para otros fue la transferencia de un monopolio público a otro privado. Pero independientemente de cuál sería la conclusión de un análisis serio de la privatización mexicana, la percepción pública es que fue más dañina que benéfica en el sentido de que el bienestar de las familias es hoy menor al de hace apenas unos cinco años.

Sin embargo, existe una evidencia abrumadora de que los casos en que un monopolio se abre a una mayor competencia, obviamente bajo un marco regulatorio adecuado, existe una mejoría notable.  La competencia es un proceso que permite incrementar la oferta con precios más bajos y un uso más eficiente de los recursos.  Inclusive, es preferible tener a 

un monopolio público que uno privado.  Por ejemplo, la mayoría de los casos en que los gobiernos socialistas en Europa han promovido la desregulación de algún sector, ha sido precisamente para fomentar la competencia.
En este sentido, habría que hacer una distinción muy clara en el caso del sector eléctrico mexicano entre la apertura hacia la inversión privada y su eventual privatización.  Lo primero permitiría fomentar la competencia, atraer capital indispensable y así mejorar notablemente el sector, por lo cual sería positivo llevarlo a cabo cuanto antes.  Lo segundo, es aplazable hasta no ver los resultados de la apertura y estar convencidos de que nos convenga.
Todo parece indicar que la sociedad mexicana ya no quiere privatizar por privatizar, es decir, desincorporar empresas simplemente porque está de moda o porque así lo dicta la ideología tecnócrata.  Sin embargo, tampoco deberíamos de ir al otro extremo de evitar la apertura del sector simplemente porque podría terminar en la privatización.  Debemos ser pragmáticos y tomar las decisiones en función de lo que más convenga para fomentar la competencia, reducir las tarifas y obtener los recursos necesarios para la inversión.
En este sentido, la propuesta del gobierno parece sensata.  Empecemos por la apertura del sector a la inversión privada.  En una primera etapa, el gobierno mantiene el control de la red de transmisión y sigue manejando la mayoría de las plantas.  La apertura del sector significa la creación de oportunidades para competir en la generación y venta de la electricidad, lo cual fomenta una mayor oferta y al final de cuentas, mayor bienestar y prosperidad.
La privatización es un paso que se podrá tomar o dejar más adelante, dependiendo de cómo se desenvuelven los hechos.  Esto significa que no tenemos que tomar una decisión hoy en función de los resultados de una discusión ideológica, sino en un futuro en función de si nos conviene o no y con base en resultados concretos.  En otras palabras podemos y debemos ser pragmáticos.

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jueves, 18 de marzo de 1999

La Confianza y la Credibilidad

 

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La Confianza y la Credibilidad


Por: Jonathan Heath


Sin lugar a dudas ha mejorado la confianza de los inversionistas en las perspectivas de la economía para el resto del año.  El tipo de cambio, las tasas de interés y la Bolsa de Valores la reflejan.  Sin embargo, todavía no existe la credibilidad necesaria para pensar que podemos evitar otro descalabro en el futuro cercano.

Hace casi tres semanas comentábamos que el entorno externo relevante para México había mejorado sustancialmente.  Dado que han sido los factores externos los que han provocado la desaceleración actual de la economía, esta recuperación necesariamente tendría que significar un avance en las 

perspectivas para este año.  Ahora los mercados financieros reflejan este optimismo.
Primero fueron las noticias positivas en torno a la inflación.  El repunte en los precios que se presentó en la segunda mitad del año pasado, provocó serias dudas sobre la habilidad del Banco de México para seguir abatiendo la inflación.  Sin embargo, ahora ha quedado más claro que los shocks que recibimos en el año fueron de carácter temporal y por lo mismo, la inflación debe retomar su tendencia a la baja.  Como resultado, las expectativas de inflación se están revisando a la baja.
Después siguió la noticia de que los mercados de capital estaban dispuestos a otorgar a México los créditos necesarios para seguir refinanciando la cuenta capital.  Esto fue evidente a principios de febrero con la colocación de los bonos globales por mil millones de dólares.  Al poco tiempo, hubo colocaciones importantes por parte de Pemex y Nafinsa.  La semana pasada se anunció el refinanciamiento exitosos de la mayor parte del crédito obtenido en octubre del año pasado, al amparo de una línea de liquidez contingente con un grupo grande de bancos en el exterior.  Al mismo tiempo, han aumentado las entradas de capital de inversionistas institucionales, dirigidos básicamente a la Bolsa de Valores y que buscan aprovechar el hecho de que México se ve más sólido que la mayoría de los países emergentes.
Tercero, el tipo de cambio se empezó a fortalecer como consecuencias de las entradas de capital y las colocaciones en el exterior.  Después de haber registrado un nivel superior a 10.60 pesos por dólar a mediados de enero, ahora estamos observando niveles similares a los de agosto del año pasado.  Obviamente, un tipo de cambio fuerte ayudará a disminuir las presiones inflacionarias.
Cuarto, por fin hemos viso una recuperación en el precio del petróleo.  Hasta hace poco se pensaba que el gobierno iba a tener que realizar otro ajuste al presupuesto para adecuarse a un precio más realista.  Sin embargo, últimamente se ha visto que no solamente es probable cumplir con el promedio de 9.25 dólares por barril en el año, sino que posiblemente podría ser superior.
Quinto, las tasas de interés se han reducido a un nivel mucho más lógico, después de haber permanecido a niveles que castigaban demasiado al país.  Durante 1997 y la primera parte del año pasado, el promedio de los Cetes a 28 días no llegó a 20 por ciento.  Sin embargo, el premio al riesgo aumentó demasiado a partir de agoto de 1998 y apenas ahora empezamos a observar un regreso a la situación anterior.  Esto es resultado de una percepción menor del riesgo país en función de la mejoría en las perspectivas.
Sin lugar a dudas, éstas han mejorado.  Mayores entradas de capital y la baja en las tasas de interés deberá traducirse en una recuperación en la inversión privada, había sido el factor que más se había desacelerado en el último trimestre del año pasado el primer trimestre de este año.  La fortaleza de la economía norteamericana ayudará a mantener nuestras exportaciones.  En la medida en que se recupere la confianza, debería aumentar el consumo interno.
Podríamos resumir el cambio en las perspectivas económicas como el resultado de una mejoría en la confianza.  Los fundamentos macroeconómicos no han cambiado, ya que tenemos varios años en que su solidez ha estado presente.  No obstante, ahora empezamos a tener un poco más de confianza en que estos fundamentos podrán traducirse en una mejoría.
Sin embargo, en medio de este ambiente de más confianza nos damos cuenta que todavía no existe una mayor, credibilidad en la habilidad del gobierno en evitar una crisis sexenal.  El hecho de que los empresarios están exigiendo la dolarización de la economía es signo inequívoco de que no creen que la inflación bajará lo suficiente para garantizar la estabilidad más adelante.  Todavía están buscando mecanismos alternos para protegerse de una devaluación y de la merma continua en su poder adquisitivo.

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martes, 16 de marzo de 1999

La Dolarización

 

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La Dolarización


Por: Jonathan Heath


El Consejo Mexicano de Hombres de Negocios, que representa la élite empresarial mexicana, demandó al Presidente de la República la dolarización de la economía como un primer paso para avanzar gradualmente a una unión monetaria.  Sin embargo, la dolarización no es ninguna panacea para nuestros problemas.

Los empresarios más poderosos del país se reunieron la semana pasada con el Presidente Zedillo para informarle sobre sus planes de inversión para el año.  Sin embargo, en forma sorpresiva le cambiaron la jugada y le demandaron la dolarización inmediata de la economía.  Según el exclusivo club de millonarios, ésta sería la mejor forma de beneficiar directamente a los 40 millones de pobres del país, ya que habría una reducción inmediata en las tasas de interés y en la inflación.  Los bancos podrían volver a ser promotores del desarrollo y habría certidumbre para nuevas inversiones.

Para el Presidente Zedillo fue un golpe bajo, ya que en su mensaje tenía preparada una defensa del régimen cambiario de libre flotación.  Tuvo que exculpar su política de nuevo, pidiendo a los empresarios presentes que admitieran su equivocación en criticar prematuramente a la política económica de 1995 y de 1998.  En vez d celebrar una reunión tranquila, en la cual el Presidente agradecería a los empresarios la confianza al invertir en el país, resultó un tenso intercambio de opiniones sobre el tema de nunca acabar de la política cambiaria.

El Presidente del Consejo Mexicano de Hombres de Negocios es el empresario regiomontaño, Eugenio Clariond Reyes Retana.  No es la primera vez que ha generado controversia.  En mayo de 1997 criticó severamente al Banco de México, acusándolo de todos los males que han ocurrido en el país durante los últimos 20 años.  En esa ocasión sus palabras ácidas se caracterizaron por sus exageraciones y equivocaciones.  Por lo menos ahora el tono fue un poco más político y la crítica menos severa.

El tema es uno que no ha podido desvanecer el tiempo, ya que muchos empresarios lo ven como una panacea para los problemas de estabilidad que hemos padecido durante los últimos 25 años.  No obstante, la dolarización de la economía no se puede considerar como un sustituto de la política económica actual.  Al final de cuentas, la disciplina fiscal y monetaria siguen siendo condiciones necesarias para adquirir y sostener la anhelada estabilidad.

En las negociaciones preliminares a la unión monetaria europea, los criterios de convergencia fueron una de las partes menos controvertibles, ya que quedaba claro para todos que había que cumplir con ciertas condiciones previas para asegurar el éxito.  Entre éstas, el más importante era un nivel máximo de inflación, que no fuera muy diferente al promedio de los socios comerciales.  Además, se pedía un techo para el déficit fiscal para asegurar que las cifras de inflación fueran sostenibles.  En el fondo, lo que estaban asegurando era un compromiso de disciplina en las políticas económicas de los países antes de entrar a un arreglo monetario.

Tanto la Reserva Federal como el Departamento del Tesoro de Estados Unidos han manifestado de buenas a primeras s oposición a un esquema de dolarización con México.  La razón es obvia.  Tienen sus propios intereses que atender y no quieren diluir la eficacia de su política monetaria y fiscal de México por un esquema que los mexicanos piensan que podría ser una solución mágica a sus problemas.  Para ellos, México necesitaría primero bajar la inflación al mismo nivel que tienen ellos.  Segundo, mostrar el compromiso y seriedad para mantener las políticas necesarias a fin de sostener una inflación baja.  Después de haber  cumplido con estos dos pasos, entonces podríamos sentarnos a discutir algunas propuestas.

En otras palabras, la dolarización no es un esquema que podríamos utilizar para reducir la inflación.  Más bien, ya después de haber abatido la inflación podríamos pensar en la dolarización.

Algunos analistas han querido examinar el tema a través de los salarios, para ver si nos conviene ganar en dólares o en pesos.  Sin embargo, los salarios se determinan en función de la oferta y demanda laboral.  Parte del probable éxito de la unión monetaria en Europa se debe al arreglo laboral que permite el libre flujo de trabajadores de un país a otro, lo que equivale a igualar la oferta y la demanda de todos los países.  Un esquema de dolarización, sin llegar a un arreglo similar, no cambiaría las condiciones de mercado en nuestro país.  Al final de cuentas, lo que hoy determina el salario de un trabajador sería lo mismo bajo un esquema de dolarización.  No ganaríamos ni más ni menos. 

Con todo y la crítica a la política cambiaria de flotación, México fue en América Latina el país que mejor libró los vaivenes de la crisis financiera internacional el  año pasado y es el de la mejor perspectiva para 1999.  Mientras la mayoría de los países de la región están entrando en recesión, México sigue creciendo.  El régimen cambiario y la disciplina fiscal que mostramos el año pasado la clave para limitar el efecto de los shocks externos a un ligero repunte en la inflación.

En la actualidad nuestra inquietud más grande consiste en la potencial vulnerabilidad de nuestra economía.  Sin la disciplina fiscal y monetaria seríamos víctimas seguras de la inestabilidad con o sin una dolarización.

Por lo mismo, primero debemos abatir la inflación a través de la aplicación consiste de políticas adecuadas. Segundo, necesitamos pasar la prueba del sexenio para mostrar la madurez política necesaria.  No existen soluciones mágicas.  No nos dejemos engañar.  Primero hagamos bien nuestra tarea y ya después podremos hablar de una posible dolarización.


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jueves, 11 de marzo de 1999

Las Crisis y las Elecciones

 

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Las Crisis y las Elecciones


Por: Jonathan Heath


La relación entre las crisis económicas 

y las elecciones nacionales es demasiado obvia para ignorarla.  Inclusive, los académicos que han desarrollado modelos para anticipar situaciones de crisis, ya han incorporado formalmente este factor.
A través de un índice de severidad que contempla los movimientos en el tipo de cambio, la tasa de interés y las reservas internacionales, podemos identificar nueve situaciones de crisis en los últimos 30 años.  De éstas, cinco se pueden clasificar como crisis severas, mientras que las otras cuatro han sido moderadas.  De las nueve, siete han ocurrido con proximidad a una fecha de elecciones nacionales, ya sea seis meses antes o después.  Las otras dos han sido crisis relativamente moderadas sin llegar a ser importantes.
En los países emergentes, las crisis económicas relacionadas con la balanza de pagos se han agudizado en las últimas dos décadas.  Esto ha llevado a muchos investigadores académicos a tratar de formalizar teorías que expliquen sus causas y que inclusive intenten anticipar situaciones que sean propicias para una nueva.  En el caso específico de América Latina se ha encontrado que una variable explicativa esencial son las elecciones presidenciales.  La tesis doctoral de Seth Antilles, un estudiante egresado de la Universidad de Columbia en Nueva York, llega precisamente a esa conclusión.
Antilles desarrolla un modelo para anticipar las crisis cambiarias a través de la incorporación del ciclo electoral y lo aplica a cinco países latinoamericanos.  En su estudio, Antilles descubre que las elecciones presidenciales son el mejor indicador de avance para Argentina y México y el tercero mejor para Venezuela.  La probabilidad de que ocurra una crisis cuando hay elecciones en Argentina es de 43.8 por ciento, en Venezuela es de 50.0 por ciento y en México es de 93.8 por ciento.  Resulta mejor indicador que la valuación del tipo de cambio, el nivel de importaciones o la balanza comercial.
En los otros dos países bajo estudio, Brasil y Perú, no es significativa la relación con las elecciones.  Sin embargo, la presencia de gobiernos militares en estos dos países hizo que las elecciones en muchos casos fueran irrelevantes.  En Brasil hubo una dictadura militar de 1964 a 1985, mientras que en Perú duró de 1968 a 1980.  La ausencia de elecciones en el transcurso de la década de los setenta le quita efectividad al estudio econométrico.
La contribución de este estudio no radica simplemente en la determinación cuantitativa de esta relación.  No era necesaria una tesis doctoral para formalizar algo que de antemano todos conocíamos.  Antilles desarrolla un marco conceptual que le da una explicación racional al comportamiento de los gobiernos ante las opciones que enfrentan.  Obviamente, las decisiones de política económica están supeditadas a la necesidad de ganar las elecciones.  Un aumento importante en las tasas de interés o una devaluación poco antes de que la población vaya a ejercer su voto reduce las posibilidades de obtener una victoria.
Sin embargo, el régimen político juega un papel primordial.  Antilles se apoya en un articulo escrito por Guillermo O’Donnell en la revista Journal of Democracy in 1994.  O’Donnell describe a la mayoría de los gobiernos latinoamericanos como sistemas de “democracia delegativa”, a diferencia de una democracia parlamentaria o a la existencia de un Congreso influyente.  Según este régimen, la persona que gana las elecciones presidenciales pueden ejercer su función de la manera que quiera.  El presidente es el que cuida el interés nacional bajo su propia definición.  Es un régimen mucho más individualista en el cual el presidente está aislado de la mayoría de las instituciones políticas e intereses organizados y se convierte en el único responsable de los éxitos o fracasos de sus políticas.
En otras palabras, es el sistema político que permite cambios drásticos en las políticas, aun bajo el riesgo de cometer errores inmensos.  El sistema queda intacto ya que cualquier desacierto es culpa del presidente y no del sistema.  Un buen ejemplo es la nacionalización de la banca y la introducción del control generalizado de cambios en 1982.  El culpable fue el presidente y no el partido ni el gobierno.
Podríamos concluir que mientras exista un poder absoluto en la figura del presidente, la probabilidad de más crisis económicas relacionadas con las elecciones nacionales va a seguir siendo elevada.  En la medida en que podamos cambiar el sistema, reducir el autoritarismo, fortalecer la función del Congreso y demás instituciones y deslindar responsabilidades en mayor forma, podemos ir disminuyendo la posibilidad de más crisis en el futuro.

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martes, 9 de marzo de 1999

La Crisis del Año 2000

 

Pulso Económico


La Crisis del Año 2000


Por: Jonathan Heath


El objetivo principal de la política económica de la actual administración es evitar otra crisis económica de fin de sexenio.  Sin embargo, todavía no queda claro que sea algo que pod

amos soslayar.
Es del dominio público que hemos tenido una crisis al final de los sexenio de los últimos cuatro presidentes.  En el último año del sexenio de Luis Echeverría hubo una devaluación que terminó con un tipo de cambio fijo de 22 años, envuelto en rumores de un posible golpe de Estado.  En 1982, finalizando el sexenio de José López Portillo, se registraron tres devaluaciones y una suspensión temporal de pagos al exterior que se inscribió en la historia como el comienzo de la crisis financiera internacional de los ochenta.
El último año del sexenio de Miguel de la Madrid empezó con una devaluación y estuvimos muy cerca de otra cuando se agotaron las reservas en defensa de un tipo de cambio fijo en el transcurso de 1988.  En ese momento se complicó aún más la crisis al cuestionarse la legitimidad de las elecciones presidenciales cuando se cayó (o se calló) el sistema.  No tenemos que recordar los eventos de 1994, el final del gobierno de Carlos Salinas, que culminó con la devaluación de diciembre.
Ahora que estamos llegando cerca del último año de Ernesto Zedillo, la pregunta que todos se hacen es ¿será posible evitar una crisis en el año 2000?  La respuesta oficial es que sí.  El régimen cambiario es de flotación, lo que permitirá que no se acumulen presiones sobre el tipo de cambio.  Se ha insistido en una política fiscal que mantenga un déficit fiscal relativamente bajo.  La política monetaria ha buscado el equilibrio entre las presiones inflacionarias y el crecimiento del déficit en la cuenta corriente.  La última reforma electoral le ha dado credibilidad a las elecciones.  Los funcionarios públicos han manifestado una y otra vez su compromiso por completar responsable y oportunamente sus tareas, sin lucimiento personal ni distracciones vanas.
Por otro lado, independientemente de lo que haga el gobierno, la mayoría de los mexicanos en situación de proteger sus ahorros van a realizar todas las acciones posibles para minimizar los riesgos de una nueva crisis.  No es la primera vez que el gobierno promete una situación de estabilidad y no cumple.  De entrada, esto significa que podemos anticipar salidas de capital en el año 2000.
El año próximo se complicará aún más dado que se esperan las elecciones más competidas de los últimos 70 años.  Los tres partidos principales piensan que tienen una oportunidad sólida para ganar la contienda.  Sin embargo, como muchos analistas han señalado, nunca hemos tenido una transición pacifica del gobierno de un partido a otro en toda nuestra historia.  Apenas las dos elecciones anteriores dieron lugar a situaciones inmensamente complicadas.  En opinión de muchos, las de 1988 fueron fraudulentas, mientras que en 1994 hubo asesinatos políticos.
A muchos empresarios e inversionistas les preocupa una victoria de la oposición, ya que podría darse un viraje fundamental en la conducción de la política económica e incrementarse su riesgo.  A pesar de la ausencia de desequilibrios macroeconómicos, podríamos anticipar un alto repentino en los flujos de capital del exterior, simplemente porque la mayoría decide asumir una actitud de cautela.  Esta actitud, sin que se presente el extremo de salidas masivas, sería suficiente para incoar una crisis.
Un artículo reciente de Guillermo Calvo, un prestigiado economista, formaliza la teoría mediante la cual un alto repentino en los flujos de capital puede inducir una crisis en la balanza de pagos.  El demuestra que es posible la aparición de una crisis financiera aun en el caso de que el déficit de la cuenta corriente esté financiado completamente por inversión extranjera directa.
Entre sus conclusiones más importantes está que no es necesaria la existencia de flujos especulativos de inversión de portafolio de corto plazo para que se desate una crisis.  También encuentra que una crisis se puede dar aun con la ausencia de un déficit fiscal y un déficit externo moderado.  Tampoco es garantía la existencia de una relación de ahorro interno elevado.  Esto significa que aún es posible una crisis en el año 2000 con todo y el esfuerzo de política económica que está realizando el gobierno.
Lo único que es necesario es que ocurra un alto repentino en los flujos de capital y esto puede suceder por la incertidumbre política que bien sabemos puede existir.  Por lo mismo, nos enfrentamos a una situación delicada, que por más que no queramos puede desatar una nueva crisis económica de fin de sexenio.  ¿Por qué?  Simplemente porque ha ocurrido en el pasado.  En otras palabras, para que se dé una crisis es suficiente que la gente crea que pueda volver a ocurrir.  Es lo que los economistas llaman una profecía autorrealizable.
La culpa no lo tienen los ahorradores que buscan proteger su patrimonio, ni los inversionistas que asumen una actitud más cautelosa.  La culpa la tiene el gobierno por haber fallado una y otra vez.  A través del tiempo se ha formado un círculo vicioso cuya inercia propia es capaz de generar de nuevo una crisis.  Aunque es necesario sostener una política económica responsable que evite los grandes desequilibrios, no es suficiente.
Ahora el gobierno se enfrenta no solamente a la necesidad de crear las condiciones propicias para evitar una crisis, sino que además tiene que añadir algo más para romper la inercia.  Tiene que convencer realmente que habrá un respeto incondicional a los resultados electorales y que no hará ninguna alquimia a la mera hora.  Tenemos que saber que no habrá emisión de Tesobonos, crédito a la banca de desarrollo o uso encubierto de las reservas internacionales.  Pero al mismo tiempo, necesitamos la garantía de todos los candidatos presidenciales de que no habrá un viraje riesgoso en la política económica.
En el fondo es un problema de confianza y credibilidad.  Hoy tenemos la confianza de que no habrá credibilidad y lo único creíble es la falta de confianza.

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jueves, 4 de marzo de 1999

La Productividad del Sector Eléctrico

 

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La Productividad del Sector Eléctrico


Por: Jonathan Heath©


Tal y como lo anticipamos, el debate sobre la reforma del sector eléctrico se ha polarizado entre los eternos defensores del intervencionismo estatal y los extremistas neoliberales que no ven más allá del mercado como solución a todos los problemas del país.  Sin embargo, la reforma debería de empezar por otro lado.

A los pocos días de haberse hecho pública la iniciativa para abrir la industria eléctrica a la inversión privada, el PRD sacó un desplegado en contra de cualquier modificación constitucional.  El gobierno no esperó para contraatacar y publicó su propio desplegado para responder punto por punto a los ataques del partido del sol azteca.

A partir de entonces, han existido una gran cantidad de arremetidas de un lado a otro.  Primero el gobierno quiso asustar a la población, advirtiendo sobre posibles apagones y racionalización del suministro eléctrico por falta de una oferta suficiente.  Enseguida los representantes sindicales advirtieron que la experiencia internacional privatizadora ha generado incrementos de tarifas, despidos masivos, fallas continuas en el suministro y desplazamiento de la tecnología propia.

El gobierno dio a conocer cifras para sustentar la posición de que en el futuro se necesitará invertir grandes cantidades.  Los que se oponen a la reforma acusaron a las autoridades de maquillar las cifras del sector para presentar una situación de crisis y justificar su intento privatizador.  Inclusive, las acusaciones llegaron al extremo de incluir al FMI como responsable de presionar al gobierno para llevar a cabo la apertura eléctrica como condición para renegociar los pagos que se deben realizar este año y el próximo.

Mientras tanto, el público ha quedado más confundido.  Por un lado, una encuesta de Berumen y Asociados revela que la mayoría de la población está de acuerdo en que participe la iniciativa privada en brindar el servicio de luz.  Por el otro, el PRD alega encuestas que dicen que la mayoría ya no quiere más privatizaciones.

Por lo pronto, el PRD sostiene que la CFE tiene índices de productividad comparables con las mejores experiencias internacionales.  Argumenta que no son necesarias las modificaciones constitucionales ya que existen mejores opciones.  Reconoce la necesidad de introducir esquemas de competencia en la generación y establece la importancia de un plan de rehabilitación que permita reducir el subsidio que se otorga a la compañía Luz y Fuerza del Centro (LFC).

Aquí sí la evidencia es innegable hasta para el PRD: la parte más enferma del sector eléctrico es LFC.  Supongamos que tiene toda la razón en que la CFE es muy productiva.  El problema es que el consumo eléctrico de los usuarios por empleado de la CFE es más del doble que la LFC.  Casi todos los demás índices de productividad indican lo mismo, llegando en algunos casos a lo ridículo.  Por ejemplo, los kilómetros de líneas de transmisión por trabajador (de transmisión) es 27 veces más elevado en CFE que en LFC.  Independientemente de la reforma estructural del sector, existe un inmenso problema de ineficiencia y abuso en LFC que se tiene que reparar.

Ahora resulta que el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) emplazó a huelga a Luz y Fuerza del Centro exigiendo un aumento salarial de 46.5 por ciento.  Entre 1995 y 1999, el gobierno federal transfirió más de 30 mil millones de pesos a esa compañía para cubrir sus pérdidas de operación.  Si de por sí es una empresa altamente ineficiente, un aumento salarial de esta naturaleza la acabaría de enterrar.  El SME dice que el personal que sobra es de confianza, que de 1994 a la fecha se ha incrementado 40 por ciento, mientras que en el mismo lapso la planta de trabajadores sindicados ha decrecido 3 por ciento.

La reforma propuesta por el gobierno federal promete proteger íntegramente la planta laboral del sector.  Esto significa sostener los niveles absurdos de empleados en LFC.  Una parte medular del problema es la ineficiencia laboral, sin embargo, la reforma no lo pretender corregir.  Antes de pretender modificar la Constitución para dar paso a la apertura a la inversión privada, el gobierno debería de sanear a LFC.  Esto significa reducir la planta laboral y no atender a las demandas salariales absurdas de 3 veces la inflación.

Es obvio que el PRD está defendiendo sus principios filosóficos al querer evitar la privatización del sector eléctrico.  Sin embargo, la fuerza opositora más importante es el SME, que lo que pretende es defender una cantidad no justificada de puestos y subsidios.  Aquí es por donde se debería empezar.


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martes, 2 de marzo de 1999

Las Perspectivas Macroeconómicas

 

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Las Perspectivas Macroeconómicas


Por: Jonathan Heath


Las perspectivas de la economía para 1999 dependen fundamentalmente del entorno externo.  

En enero se pensaba que este año podría ser muy difícil dado que se esperaba un endeble crecimiento mundial y una disminución en los flujos de capital.  Sin embargo, en el último mes hemos visto una mejoría notable en los factores que más preocupan a México.
En noviembre del año pasado, cuando el gobierno federal presentó el presupuesto para este año, las perspectivas para 1999 no eran muy halagadoras.  Se hablaba de una desaceleración importante en la actividad económica ante un entorno externo muy difícil.  Se esperaba que hubiera recesión en muchos países y un ritmo de crecimiento bastante menor en Estados Unidos.  Ante la percepción de riesgo en la mayoría de los países emergentes, se discutía la posibilidad de una disminución sustancial en los flujos de capital.
El presupuesto fue preparado con parámetros muy conservadores.  Se estableció que el crecimiento de la economía norteamericana sería de 1.5 por ciento.  Ante la escasez de capital, se pensó que el déficit de la cuenta corriente se reduciría a 2.2 por ciento del PIB.  Sin embargo, la mayoría de los analistas pintaban un escenario todavía más pesimista.  El crecimiento de la economía lo situaban por debajo de 3 por ciento y la inflación sustancialmente por arriba de la meta de 13 por ciento.  Muchos anticipaban una devaluación del real brasileño, lo que provocaría una depreciación mayor del peso mexicano, resultando en inflación y tasas de interés mayores.
A penas han transcurrido dos meses del año y las perspectivas empiezan a cambiar.  El entorno externo se ve mucho más favorable para México.  La economía de Estados Unidos está creciendo a un ritmo impresionante, por lo que ya nadie habla de una desaceleración importante.  Esto significa que el mercado externo seguirá demandando exportaciones no petroleras, lo cual ayudará a mantener los niveles de producción industrial.
La devaluación del real se dio en enero y ahora las perspectivas para la economía brasileña se ven muy difíciles.  Sin embargo, no se ha dado el efecto de contagio que se temía.  Más bien los inversionistas están diferenciando claramente a México del resto de los países latinoamericanos y estamos recibiendo flujos de capital.  En vez de sufrir una depreciación en el tipo de cambio, el peso se ha fortalecido.  Parece ser que la crisis brasileña nos favoreció en vez de perjudicarnos.
Los inversionistas están ahora más conscientes de que México ve al norte y no al sur.  Por lo mismo, el fortalecimiento de la economía norteamericana ha ayudado a mejorar las expectativas de nuestro país ante el debilitamiento de la economía sudamericana.  Este fenómeno se hace más notable al observar las perspectivas de los mercados de capital.  Existe evidencia clara de que México no sufrirá una cerrazón del financiamiento externo.
El Fondo Monetario Internacional parece estar dispuesto a reestructurar nuestras amortizaciones de 5 y 3 mil millones de dólares que debemos realizar este año y el próximo, para más allá del año 2001.  El gobierno federal ya probó que sí existe financiamiento disponible cuando lanzó el bono global de mil millones de dólares a principios del mes pasado.  El sector privado ha encontrado menos dificultad de lo que anticipaba para refinanciar sus deudas en el extranjero.  Todo lo anterior apunta hacia una recuperación, aunque sea moderada, de los mercados financieros internacionales.
Durante el año pasado se anticipaba una desaceleración en la economía, que finalmente se dio en el último trimestre.  Hubo una caída abrupta en la inversión privada y una disminución importante en el consumo ante el incremento en las tasas de interés y la reducción de los flujos de capital del exterior.  La pregunta que nos hacemos ahora es ¿cuánto tiempo durará esta baja en la actividad económica?  Originalmente se esperaba que los mercados financieros internacionales no se iban a recuperar pronto y que las tasas permanecerían relativamente elevadas.  Por lo mismo, era de esperar que la economía se quedaría estancada durante casi todo el año.
Ahora que se ve que los mercados de capital se están reponiendo y que las tasas de interés siguen una tendencia clara a la baja, es de esperar que la desaceleración dure menos de lo previsto.  Es posible que la actividad económica se empiece a reponer y tome vuelo a mediados de año, si no es que antes.  Apenas hace un mes muchos analistas estaban reduciendo sus proyecciones de crecimiento para el año.  Sin embargo, estas revisiones parecen haber sido un poco prematuras.  Sin ir al extremo de esperar un crecimiento como lo tuvimos en los últimos tres años, parece factible que podamos alcanzar y posiblemente rebasar la meta del 3 por ciento de crecimiento que tiene el gobierno.
¿De qué dependerá?  Obviamente el entorno externo sigue siendo el punto medular.  Todavía es muy temprano para pensar que en alguna parte del mundo no va a existir algún shock que nos pudiera afectar.  La economía es demasiado global para esperar que podríamos estar aislados de una devaluación en China o un alza mundial en las tasas de interés.
Hasta ahora la política económica del gobierno ha sido reducir nuestra vulnerabilidad a este tipo de shocks.  Las políticas fiscal y monetaria, relativamente restrictivas, han ayudado a mantener los equilibrios principales de la economía.  Un financiamiento saludable de un déficit externo moderado es pieza central para evitar un descalabro futuro.  Si las autoridades pueden sostener el ritmo de crecimiento y al mismo tiempo retomar una tendencia descendente en la inflación, la credibilidad y confianza podrán mejorar.
Reforma informó ayer que el 65 por ciento de la población aprueba la forma en que el Presidente está manejando el país, que es el porcentaje más elevado desde que empezó el sexenio.  Igualmente, la evaluación de 6.8, es la mejor que ha obtenido.  La calificación está en función de la marcha de la economía.  Queda evidente que más gente empieza a sentirse mejor que antes.  Esperemos que así continúe.

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