Pulso Económico
La Crisis del Año 2000
Por: Jonathan Heath
El objetivo principal de la política económica de la actual administración es evitar otra crisis económica de fin de sexenio. Sin embargo, todavía no queda claro que sea algo que pod
amos soslayar.
Es del dominio público que hemos tenido una crisis al final de los sexenio de los últimos cuatro presidentes. En el último año del sexenio de Luis Echeverría hubo una devaluación que terminó con un tipo de cambio fijo de 22 años, envuelto en rumores de un posible golpe de Estado. En 1982, finalizando el sexenio de José López Portillo, se registraron tres devaluaciones y una suspensión temporal de pagos al exterior que se inscribió en la historia como el comienzo de la crisis financiera internacional de los ochenta.
El último año del sexenio de Miguel de la Madrid empezó con una devaluación y estuvimos muy cerca de otra cuando se agotaron las reservas en defensa de un tipo de cambio fijo en el transcurso de 1988. En ese momento se complicó aún más la crisis al cuestionarse la legitimidad de las elecciones presidenciales cuando se cayó (o se calló) el sistema. No tenemos que recordar los eventos de 1994, el final del gobierno de Carlos Salinas, que culminó con la devaluación de diciembre.
Ahora que estamos llegando cerca del último año de Ernesto Zedillo, la pregunta que todos se hacen es ¿será posible evitar una crisis en el año 2000? La respuesta oficial es que sí. El régimen cambiario es de flotación, lo que permitirá que no se acumulen presiones sobre el tipo de cambio. Se ha insistido en una política fiscal que mantenga un déficit fiscal relativamente bajo. La política monetaria ha buscado el equilibrio entre las presiones inflacionarias y el crecimiento del déficit en la cuenta corriente. La última reforma electoral le ha dado credibilidad a las elecciones. Los funcionarios públicos han manifestado una y otra vez su compromiso por completar responsable y oportunamente sus tareas, sin lucimiento personal ni distracciones vanas.
Por otro lado, independientemente de lo que haga el gobierno, la mayoría de los mexicanos en situación de proteger sus ahorros van a realizar todas las acciones posibles para minimizar los riesgos de una nueva crisis. No es la primera vez que el gobierno promete una situación de estabilidad y no cumple. De entrada, esto significa que podemos anticipar salidas de capital en el año 2000.
El año próximo se complicará aún más dado que se esperan las elecciones más competidas de los últimos 70 años. Los tres partidos principales piensan que tienen una oportunidad sólida para ganar la contienda. Sin embargo, como muchos analistas han señalado, nunca hemos tenido una transición pacifica del gobierno de un partido a otro en toda nuestra historia. Apenas las dos elecciones anteriores dieron lugar a situaciones inmensamente complicadas. En opinión de muchos, las de 1988 fueron fraudulentas, mientras que en 1994 hubo asesinatos políticos.
A muchos empresarios e inversionistas les preocupa una victoria de la oposición, ya que podría darse un viraje fundamental en la conducción de la política económica e incrementarse su riesgo. A pesar de la ausencia de desequilibrios macroeconómicos, podríamos anticipar un alto repentino en los flujos de capital del exterior, simplemente porque la mayoría decide asumir una actitud de cautela. Esta actitud, sin que se presente el extremo de salidas masivas, sería suficiente para incoar una crisis.
Un artículo reciente de Guillermo Calvo, un prestigiado economista, formaliza la teoría mediante la cual un alto repentino en los flujos de capital puede inducir una crisis en la balanza de pagos. El demuestra que es posible la aparición de una crisis financiera aun en el caso de que el déficit de la cuenta corriente esté financiado completamente por inversión extranjera directa.
Entre sus conclusiones más importantes está que no es necesaria la existencia de flujos especulativos de inversión de portafolio de corto plazo para que se desate una crisis. También encuentra que una crisis se puede dar aun con la ausencia de un déficit fiscal y un déficit externo moderado. Tampoco es garantía la existencia de una relación de ahorro interno elevado. Esto significa que aún es posible una crisis en el año 2000 con todo y el esfuerzo de política económica que está realizando el gobierno.
Lo único que es necesario es que ocurra un alto repentino en los flujos de capital y esto puede suceder por la incertidumbre política que bien sabemos puede existir. Por lo mismo, nos enfrentamos a una situación delicada, que por más que no queramos puede desatar una nueva crisis económica de fin de sexenio. ¿Por qué? Simplemente porque ha ocurrido en el pasado. En otras palabras, para que se dé una crisis es suficiente que la gente crea que pueda volver a ocurrir. Es lo que los economistas llaman una profecía autorrealizable.
La culpa no lo tienen los ahorradores que buscan proteger su patrimonio, ni los inversionistas que asumen una actitud más cautelosa. La culpa la tiene el gobierno por haber fallado una y otra vez. A través del tiempo se ha formado un círculo vicioso cuya inercia propia es capaz de generar de nuevo una crisis. Aunque es necesario sostener una política económica responsable que evite los grandes desequilibrios, no es suficiente.
Ahora el gobierno se enfrenta no solamente a la necesidad de crear las condiciones propicias para evitar una crisis, sino que además tiene que añadir algo más para romper la inercia. Tiene que convencer realmente que habrá un respeto incondicional a los resultados electorales y que no hará ninguna alquimia a la mera hora. Tenemos que saber que no habrá emisión de Tesobonos, crédito a la banca de desarrollo o uso encubierto de las reservas internacionales. Pero al mismo tiempo, necesitamos la garantía de todos los candidatos presidenciales de que no habrá un viraje riesgoso en la política económica.
En el fondo es un problema de confianza y credibilidad. Hoy tenemos la confianza de que no habrá credibilidad y lo único creíble es la falta de confianza.
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