lunes, 30 de junio de 1997

La Competencia y el Consumidor

 Pulso Económico


La Competencia y el Consumidor


Por: Jonathan Heath®


Hoy en día el uso de la tecnología es mucho más intenso que antes.  Inclusive para un trabajo rutinario de oficina, dependemos de muchas cosas que tienen relativamente poco tiempo de existir.  Como muchos de ustedes, nos pasamos mucho tiempo frente a la computadora, escribiendo artículos, examinando cifras, analizando tendencias y revisando información en general.  Como parte del mismo proceso, imprimimos documentos, consultamos a un sistema de información como Infosel, hablamos por teléfono y de vez en cuando escaneamos algunas imágenes.  Recibimos y mandamos faxes y emails muy seguido y a todas partes del mundo.  Todo con la ventaja de la tecnología moderna que se ha desatado a una velocidad impresionante durante los últimos diez años.

Afortunadamente, tenemos acceso inmediato a esta tecnología y a precios accesibles por ser un país abierto.  Hace apenas unos diez años no podíamos tener ni siquiera un buen aparato de música, dado que no se permitía su importación.  Sin la apertura, mucho de lo que hacemos hoy en día sería mucho más difícil o inclusive, imposible.  La apertura nos ha permitido tener una variedad más amplia de productos y a mejores precios.  Los ganadores son, sin lugar a duda, los consumidores.

Todo el equipo moderno que utilizamos a diario, que necesitamos para ser competitivos, requiere de electricidad.  Hoy en día, cualquier trabajo o casa requiere y consume más electricidad que apenas hace unos años.  Sin embargo, muy frecuentemente se interrumpe la energía y todo queda paralizado.  Como consecuencia de los apagones, nuestro trabajo se ve no solamente interrumpido, sino que además se pierde productividad.  Parece ser que fluctúa por zonas, dependiendo del mantenimiento y el estado físico de las instalaciones.  Pero no cabe duda que en ciertas partes de la ciudad pasa muy a menudo.  Aunque por un lado la apertura nos permite mejorar nuestra competitividad en algunas áreas, por el otro, el estado tan deplorable de las instalaciones de electricidad nos lo resta.

Hace falta una gran inversión en la capacidad de generación eléctrica del país para poder tener acceso ininterrumpido.  Sin embargo, todo apunta a que el gobierno no tiene la disponibilidad de recursos.  El problema radica en que le hace falta la competencia a la Comisión Federal de Electricidad y por lo mismo, el consumidor es el que pierde.

Hace un par de décadas era muy difícil conseguir una línea telefónica.  Si uno no conocía a un amigo o pagaba una mordida, la espera promedio para una línea rebasaba los diez años.  Hoy ya tenemos un rápido acceso a nuevas líneas y con una tecnología mejor, de fibra óptica.  La privatización de Telmex permitió una gran inversión en esta mejoría que nos permite ser más competitivos.  La competencia entre las nuevas compañías de larga distancia está reduciendo los costos para el usuario.  Al final de cuentas, el consumidor fue el ganador.

Hace apenas unos cinco años, la programación para televisión a que teníamos acceso era muy pobre.  Teníamos un noticiario que carecía de credibilidad y crítica y que dominaba el rating.  Los espacios para los anuncios eran muy caros y manejados a su antojo por el casi monopolio que existía.  Otra vez, el perdedor era el consumidor.

Sin embargo, cuando se privatizó Televisión Azteca y empezó la verdadera competencia, empezaron las mejorías de inmediato.  La introducción de un noticiero fresco, creíble y con ideas novedosas, arrancó la mayor parte de la audiencia en poco tiempo.  La introducción de programas novedosos como Ventaneando, Te Caché, Ciudad Desnuda y A Quien Corresponda, empezó un esfuerzo por parte de todos para mejorar sustancialmente la programación propia.  La misma competencia ayudó a innovar un sistema de ventas para espacios comerciales sobre la base de resultados, es decir, en función de la audiencia garantizada.  El resultado son más espacios comerciales a mejores precios, mejor programación y más variedad de dónde escoger.  El ganador es el consumidor.

La privatización no es necesaria para mejorar la administración de una empresa.  Un funcionario público bien preparado y honesto puede hacer tan buen trabajo como un empresario del sector privado.  El problema radica más bien en la disponibilidad de recursos y en la competencia.  En el caso de Telmex antes de su privatización, se podía observar que era una empresa que generaba muchas utilidades.  Sin embargo, estas utilidades iban a la caja del sector público en donde existían muchas necesidades de gasto.  Por lo mismo, se fue atrasando tecnológicamente y llegó a ofrecer un servicio muy ineficiente.  Cuando se privatizó, el gobierno negoció que la empresa tendría que realizar unas cuantiosas inversiones para mejorar su servicio.  Al mismo tiempo, la competencia de larga distancia obligó a Telmex a mejorar su servicio para no tener la imagen de una empresa ineficiente.

Hasta ahora la única privatización que no ha funcionado a plena capacidad es la del sistema bancario.  Es un negocio complejo en el que se necesita una habilidad y conocimiento administrativo avanzado del que carecemos en México.  El desarrollo en el servicio no ha sido parejo y todavía muchos bancos no han podido mejorar su imagen.  El problema de la cartera vencida ha encarecido el crédito para los usuarios cumplidos.  Sin embargo, con muchos problemas y contratiempos, se ve que el sector bancario terminará por salir adelante.

La lección es que la privatización parece ser un vehículo eficiente para inducir una mayor competencia y ofrecer a los consumidores mejores productos, con más variedad y más baratos.  Sin embargo, es necesario realizar este esfuerzo con cuidado para no repetir los errores asociados con la privatización bancaria.

Necesitamos ser más eficientes para poder ser más competitivos.  Si otros países pueden ofrecer electricidad sin apagones, ¿por qué no lo podemos hacer nosotros?  Si el gobierno no lo ha podido hacer, ¿no será tiempo de privatizar a la Comisión Federal de Electricidad?  Al final de cuentas, el ganador es siempre el consumidor.

¿Quién es el consumidor?  Somos todos los que compramos bienes y servicios.  Somos todos los empresarios que requieren de insumos.  Somos todos los mexicanos.




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jueves, 26 de junio de 1997

Reflexiones Sobre el Tipo de Cambio

 Pulso Económico


Reflexiones Sobre el Tipo de Cambio


Por: Jonathan Heath®


El reclamo de muchos empresarios y algunos políticos de la oposición (como Vicente Fox), es que México ha buscado y no ha podido encontrar una fórmula que le permita tener estabilidad cambiaria a lo largo del tiempo.  Hemos experimentado con un sinnúmero de regímenes cambiarios: tipo de cambio fijo, semi-fijo, con bandas, con reglas preestablecidas y ahora con el de flotación.  El único que funcionó por un tiempo largo fue el del tipo de cambio fijo (1954-1976), pero fue por la inflación muy baja que existió la mayor parte de ese tiempo.  Cuando llegó la inflación, el régimen se deshizo.
Uno de los pocos regímenes que no habíamos utilizado anteriormente es precisamente el de la flotación.  Hasta el día de hoy, al contrario de lo que sostienen algunos, no podemos decir que ha fracasado.  Su comportamiento fue muy inestable al principio, pero esto se debió a los efectos rezagados de la devaluación de 1994.

Es importante considerar que siempre que se da una devaluación traumática existe un sobreajuste (llamado overshooting) en el que el tipo de cambio alcanza un valor mucho más allá de lo que es necesario.  La devaluación real, es decir, descontando el diferencial de inflación que existe entre México y los Estados Unidos, entre febrero de 1994 (el punto más bajo) y marzo de 1995 (el punto máximo) fue alrededor de 83 por ciento.  Como referencia, podemos recordar que el famoso y no bien querido Prof. Dornbusch, recomendaba una devaluación real del 20 por ciento en su momento.  Esto significa que el ajuste cambiario fue mucho más de lo que marcaba un equilibrio.
Por lo mismo, era de esperar que se diera un proceso de apreciación en términos reales después de la devaluación para corregir esta situación.  A partir de marzo de 1995 hasta mayo de 1997 se ha dado una apreciación mayor al 30 por ciento real.  Esto nos sitúa hoy en día en una depreciación real acumulada (de febrero de 1994 a mayo de 1997) de aproximadamente 25 por ciento, lo cual es congruente con el criterio original del Prof. Dornbusch.
Por lo mismo, no debemos preocuparnos por esta corrección.  Era un proceso natural y casi inevitable.  Criticar al régimen de flotación por la apreciación observada durante los últimos dos años es ignorar el hecho de que hubo una sobrecorrección demasiado fuerte.  Más bien nos debe preocupar el futuro.  La corrección ya se dio y de aquí en adelante no necesitamos más.  Ahora tiene que cesar y debemos observar una depreciación nominal que a la larga se acerca al diferencial de inflación.  Pero este periodo nuevo apenas está empezando y por lo mismo, sería prematuro condenar al régimen de flotación.
Una parte medular del problema es el de determinar el tipo de cambio de equilibrio correcto.  No obstante, debemos reconocer que existen dos equilibrios: el de corto plazo y el de largo plazo, que pueden diferir en forma importante.  El de corto plazo es el de mercado, es decir, el punto de intersección de la oferta y la demanda.  Es el que observamos a diario y su función es parecida a un precio en cualquier otro mercado.  Si lo tratan de manipular, se va a crear un desequilibrio.  Por ejemplo, si las autoridades monetarias tratan de aumentar el precio (depreciar la moneda), tendrán que comprar divisas constantemente en el mercado para crear una situación de escasez.  El resultado sería una acumulación de divisas muy cara y un aumento en la tasa de interés.  Esto a su vez aumentaría la entrada de dólares del exterior, forzando al Banco de México a comprar todavía una mayor cantidad de divisas.
El tipo de cambio de equilibrio de largo plazo es, más o menos, el que dicta el diferencial de inflación entre México y el exterior.  Sin embargo, no es tan fácil de determinar, ya que existe un conjunto de variables adicionales que siempre suponemos constantes pero que no necesariamente lo son y que pueden hacer variar este equilibrio.  Tenemos muchos ejemplos de monedas que se han apreciado a través del tiempo en cantidades muy elevadas y que sin embargo, no representan un desequilibrio.
Otro problema fundamental es el año base de comparación, que puede hacer diferir el tipo de cambio que teóricamente es de equilibrio.  Muchos analistas toman cualquier año en forma arbitraria, cuando esto puede invalidar su cálculo.  Por ejemplo, hemos visto a varios que toman como base un año anterior a la apertura comercial, lo cual equivale a decir que la apertura comercial es totalmente irrelevante para el comercio internacional.  Aquí podemos situar a los analistas de este mismo periódico (Reforma) y al propio presidente del prestigiado grupo de financieros del IMEF, Carlos Moreno, quienes han afirmado lo mismo.  Al final de cuentas, no podemos saber con algún grado mínimo de certidumbre, cuál es el nivel de equilibrio de largo plazo.
El panorama se complica cuando los dos equilibrios empiezan a moverse en dirección contraria.  El de corto plazo se aprecia por la entrada de capitales, mientras que el de largo plazo se deprecia por el diferencial de inflación. ¿Qué se debe hacer?  No existe una respuesta simple.
Primero, se deben examinar los costos de manipular el tipo de cambio de corto plazo para acercarlo al equilibrio de largo plazo.  Este puede ser a través de la compra de divisas por parte del Banco Central con la intención de inducir un escasez artificial de dólares.  El problema es que si el equilibrio de corto plazo va en la dirección contraria, entraríamos en un círculo vicioso de acumulación y terminar en una situación similar a Brasil, Chile y Perú, que tienen un exceso de divisas y no tienen cómo deshacerse de él.  Por ejemplo, Brasil tiene actualmente reservas en exceso por 80 mil millones de dólares.  Esto representa un costo de oportunidad enorme para un país con escasez de capital.
Segundo, se tiene que examinar la efectividad del tipo de cambio para corregir el déficit en cuenta corriente.  Sin hacer ningún estudio sofisticado, se puede apreciar que el grado de respuesta de la balanza comercial a un cambio en el precio del dólar, no es muy elevado.  En 1995 no solamente tuvimos una devaluación del 83 por ciento en términos reales, sino también una recesión muy profunda en la que la actividad económica cayó 6.2 por ciento.  Como resultado, las exportaciones crecieron 10 puntos porcentuales más, mientras que las importaciones únicamente cayeron 11 por ciento.  Esto parece indicar que una corrección de un 10 por ciento en el tipo de cambio podría mejorar el déficit en uno por ciento.  Ojo con estos números.  Todo parece indicar que si tratamos de resolver el problema únicamente a través del tipo de cambio, podríamos llevarnos una sorpresa no muy agradable.
Puede ser que el tipo de cambio actual no sea del agrado de muchos.  Sin embargo, hasta ahora el régimen de flotación parece ser la menos mala de todas las opciones.


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lunes, 23 de junio de 1997

La Euforia Electoral y el Tipo de Cambio

 Pulso Económico


La Euforia Electoral y el Tipo de Cambio


Por: Jonathan Heath®


Hace más de seis meses la mayoría de los analistas pronosticaban un periodo de inestabilidad para mediados de año.  Decían que habría un aumento en las tasas de interés, la Bolsa mostraría poca actividad y el tipo de cambio reflejaría un cierto nerviosismo.  La razón que argumentaban era la incertidumbre relacionada con l

a jornada electoral.  Aunque en esos momentos se pensaba que era el PAN quien ganaría el Distrito Federal, ya se anticipaba un desconcierto por la posibilidad de que el PRI podría perder la mayoría en la Cámara de Diputados.  Desde entonces se sentía que la mayoría de la población castigaría al partido del gobierno por la devaluación y la crisis subsecuente.
Ahora que parece ser casi un hecho que Cuauhtémoc Cárdenas será el Jefe de Gobierno del Distrito Federal, el nerviosismo ha ido en aumento.  Las declaraciones de Antonio del Valle a nombre de los banqueros es un buen ejemplo.  El vocero de una de las instituciones financieras internacionales de mayor prestigio manifestó la misma preocupación hace unos cuantos meses.  Pero no son solamente declaraciones de personalidades, sino que sin lugar a dudas, el tema preferido de café es qué implicará para México tener a una persona tan compleja como Cárdenas en la Ciudad de México y cómo cambiará el sistema político si el PRI pierde su mayoría.
Sin embargo, los mercados financieros parecen no tomar nota.  La Bolsa de Valores sigue rompiendo récord a diario, las tasas de interés van a la baja y el tipo de cambio se mantiene bastante estable.  Todo parece indicar que los mercados ya descontaron el efecto de las elecciones y ven demasiadas oportunidades para aprovechar.  Con cada indicador, la expansión económica parece tomar más fuerza, mientras que poco a poco se ve una recuperación mucho más homogénea.  Aunque siguen interesando las elecciones, la economía parece ser tema aparte.
Primero vimos la noticia de la inflación para el mes de mayo que fue menor al uno por ciento.  Todo parece indicar que el aumento en precios se podrá contener por debajo del este umbral durante los siguientes tres meses, lo que ha provocado que los analistas revisen hacia abajo sus proyecciones de inflación anual.  Sin embargo, todavía debemos esperar las cuestas de septiembre y diciembre, que seguramente marcarán la pauta para la inflación de fin de periodo.
Después surgió la noticia de un crecimiento bastante acelerado en la actividad industrial para el mes de abril, 15 por ciento, con respecto al mismo mes del año pasado.  Aun ajusta por los días laborales, la tasa de 8 por ciento significa que el sector industrial sigue expandiéndose en forma importante.  La noticia de que la inversión privada está creciendo a una tasa de 18.9 por ciento, indica que esta expansión puede durar un rato más.
Enseguida salió la noticia de que la inflación en los Estados Unidos aumentó apenas 0.1 por ciento durante el mes pasado, lo que hace crecer la probabilidad de que no vayan a aumentar las tasas de interés en aquel país.  Esta noticia también ha ayudado a tranquilizar los mercados.
Posteriormente, vimos la noticia de que la tasa de desempleo abierto para el mes de mayo bajó a 3.9 por ciento, un nivel muy parecido a los que existían antes de la tragedia de diciembre de 1994.  No obstante, debemos señalar que también ha aumentado la proporción de personas que trabajan y ganan dos salarios mínimos o menos.  Esto significa que la mayoría de los trabajos que se están generando son de mala calidad, es decir, no muy productivos.  Aunque se podría argumentar que es preferible que la gente tenga un mal trabajo a que no tenga nada, es preocupante la falta de empleos de calidad.
Finalmente, vimos la noticia de que las ventas en los establecimientos comerciales al menudeo aumentaron a una tasa de 6.6 por ciento en abril.  Esta noticia en especial es muy positiva, dado que no solamente hubo una tasa positiva que no se había visto en mucho tiempo, sino de que fue elevada.  Este sector es uno de los que falta por unirse a la recuperación del país.  Los establecimientos comerciales han estado afectados por la falta de poder adquisitivo en los salarios, el periodo extendido en que aumentó el desempleo y las presiones competitivas que han surgido a raíz del Tratado de Libre Comercio.  No obstante, se debe tomar este número con cautela, ya que un mes positivo todavía no comprende un cambio de tendencia.  En varias ocasiones, por ejemplo en octubre del año pasado, se ha registrado una tasa positiva sin que se observara posteriormente una tendencia de recuperación.
Sin lugar a dudas, han sido muchas noticias positivas las que han estimulado a la Bolsa y han permitido que las elecciones no tengan gran efecto sobre el desempeño de los mercados.  Los inversionistas, tanto nacionales como extranjeros, han ignorado el aspecto político y han tomado ventaja de estas noticias.  En particular, esto ha permitido que el tipo de cambio se mantenga estable.  Según la mayoría de los analistas, se esperaba un ajuste para que se alineara más el diferencial de inflación en los meses anteriores a las elecciones.  Sin embargo, no ha pasado nada y el tipo de cambio permanece por debajo del umbral de los 8 pesos por dólar.
No obstante, hoy en día el nerviosismo está surgiendo de nuevo en el mercado cambiario.  Todavía no a nivel de un aumento en la demanda de divisas por personas que quieran proteger su patrimonio, sino más bien a nivel de plática, artículos periodísticos, declaraciones de personalidades (por ejemplo, Eugenio Clariond hace algunas semanas y Vicente Fox la semana pasada).  Esto significa que el mercado estará en busca de algún pretexto y que deberíamos de observar un ajuste ya pronto.
Por lo pronto, tendremos dos pretextos que habría que considerar esta semana.  En el ambiente político, el fallecimiento de Fidel Velázquez el sábado pasado y en el entorno económico, deberíamos de contar con la noticia de la balanza comercial para el mes de mayo en el transcurso del día de hoy.  Las dos noticias podrían tener un impacto importante.
Sin embargo, si es que se da un ajuste en el tipo de cambio en estos días, tenemos que admitir que no va a ser por el nerviosismo de las elecciones.  Más bien va a ser un ajuste natural y sano, necesario para alinear su valor a las expectativas de los empresarios y dejar tranquilo al mercado por otro periodo importante.
Esto significa que estaremos pasando la primera prueba de euforia electoral sin ningún impacto sobre el tipo de cambio bajo el régimen de flotación.  Si esto es el caso, es otra excelente noticia.



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jueves, 19 de junio de 1997

La Triste Posición de los Banqueros

 

Pulso Económico


La Triste Posición de los Banqueros


Por: Jonathan Heath


El jueves de la semana pasada, el vocero oficial de la Asociación de Banqueros de México (ABM) y su presidente, Antonio del Valle, previo consenso de sus agremiados, amenazó sin la sutileza que podría esperarse de él a quienes acudirán a las urnas el 6 de julio para que no voten libremente por el partido de su preferencia.  En pocas palabras, dijo que si la sociedad mexicana elige al PRD habrá una crisis mayor a la de 1995, provocada por una salida masiva de capitales.

Durante los siguientes días, varios de los diligentes de la cúpula empresarial de manifestaron solidarios con el también presidente el Grupo Financiero Bital.

Eduardo Bours Castelo (CCE), Claudio X. González (CMHN), Ricardo Guajardo Touché (Bancomer), Gerardo Aranda (Coparmex), Jorge Marín (Concamin), José Alfredo Santos (Canaco),y Armando Araujo Montaño (Concanaco) entre otros, hicieron declaraciones en las que demostraron que estaban cerrando filas encontra del partido de Cuauhtémoc Cárdenas.  Sin embargo, a los pocos días, al darse cuenta de su error, muchos de ellos, incluyendo al propio representante de los banqueros, empezaron a emitir declaraciones contrarias.  Todo parece indicar que fueron regañados por las autoridades y tuvieron que retractarse.

Queda claro que la estrategia involucra una competencia entre el voto de castigo y el voto del miedo.  Después del desastre de 1994 y la recesión de 1995, la mayoría de la sociedad está dispuesta a castigar al PRI a través de una votación contraria.  Los dirigentes del PRI dicen que estas personas no están convencidas de las propuestas de los otros partidos, pero que votarán por ellos para “castigar” al PRI.

La respuesta del PRI ha sido la de inducir el voto al PRI por miedo a las propuestas de los otros partidos.  Justamente, las declaraciones de los banqueros en torno a fugas masivas de capital, inflaciones crecientes y crisis peores a la de 1995, forman parte de esta táctica.  Sabemos que la estrategia funcionó en 1994 al relacionar al PRD con la violencia, con el subcomandante Marcos y con las manifestaciones recurrentes.  Sin embargo, después de la devaluación de diciembre, ya no parece tener la fuerza necesaria.  Inclusive, todo parece indicar lo contrario.

Al atacar la propuesta económica el PRD y defender la política económica actual, muchas personas están identificando a los banqueros y a los voceros empresariales con el salinismo.  Esto significa que en vez de inducir un voto de miedo al PRD, están logrando lo contrario: un voto de miedo al salinismo y por lo tanto, en contra del PRI, consolidando a su vez la ventaja que tiene Cuauhtémoc Cárdenas.

Una democracia significa mucho más que expresar libremente cada quien su voto.  Significa el respeto al voto ajeno y la tolerancia a las decisiones de la mayoría.  Si el PRD logra ganar el Distrito Federal y avanzar significativamente en el Congreso, tendremos que aceptarlo.  Más vale buscar fórmulas efectivas para trabajar juntos, que crear antagonismos que dificultarán nuestro futuro.  Nuestros políticos y dirigentes tienen que poner a México por encima de sus intereses políticos.

La posición de los banqueros debe ser la de crear confianza en el País.  Amenazar a la sociedad con fugas de capital es inducir justamente lo contrario.  Después, retractarse los hace ver como unos verdaderos tontos.  En vez de enseñar a los inversionistas que somos un País de instituciones más fuertes que el partido político en el poder, están queriendo hacer creer que necesitamos una dictadura, dado que nuestras instituciones son demasiado débiles.

No es creíble que l plataforma económica del PRD sea una alternativa viable para el País.  Sin embargo, la democracia es lo que necesitamos para fortalecer nuestras instituciones, reducir la corrupción, ampliar la participación ciudadana y mejorar la competitividad de los paridos políticos.  Si la mayoría de la población escoge a este partido, hay que respetar el resultado y esperar que los demás, incluyendo a los banqueros, hagan lo mismo.

Independientemente del gobierno en el poder, los banqueros deben seguir inspirando confianza, captando recursos del público ahorrador y financiando los proyectos más rentables.  Si los banqueros amenazan con retirar sus capitales del País y crear una crisis “peor” que la de 1995, simplemente porque la sociedad no votó por el partido de su preferencia, están abriendo el camino para que la oposición cuestione seriamente la privatización bancaria.

Siempre pensamos que la privatización fue una decisión muy sabia.  Sin embargo, la oposición argumenta que la venta se realizó en función del precio y no de quién o quienes tenían la mejor habilidad y el oficio de banqueros.  Con las últimas declaraciones, ha dado lugar para que ahora se diga que desde la privatización hasta ahora, los nuevos dueños han demostrado únicamente su habilidad para producir una crisis y para despertar el coraje de la población.  Ahora muestran una conducta similar a la de un chatajista y quieren imponer al País sus propios intereses.

Al final de cuentas, parece irónico que el IFE, impusiera multas a Roque Villanueva por caracterizar a Felipe Calderón como Hitler, o al PAN por manifestar que el PRI se ha hecho rico a través de la miseria de la población y deja sin comentario las declaraciones de los banqueros.

En el fondo, lo que estamos viviendo no es una lucha por un modelo económico.  Los banqueros no están preocupados por las propuestas del PRD.  Es una lucha política por el poder.

Desafortunadamente, los políticos de todos los partidos están más interesados en el poder que en el País.  Están poniendo la necesidad de obtener mayor número de asientos en el Congreso por encima de la urgencia de crear empleos.  Están obsesionados con el número de gubernaturas que se pueden adjudicar, en vez de estar obsesionados con mejorar el poder adquisitivo de la población.  Les preocupa la distribución del poder entre ellos, en vez de la distribución del ingreso entre la sociedad.

Como sociedad no solamente debemos exigir un mejor Gobierno, sino también mejores partidos, mejores políticos, mejores banqueros y mejores instituciones.


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lunes, 16 de junio de 1997

Los Banqueros Mexicanos

 Pulso Económico


Los Banqueros Mexicanos


Por: Jonathan Heath®


El jueves pasado, el representante máximo de los banqueros mexicanos, Antonio del Valle, amenazó a la sociedad mexicana con provocar una crisis mayor a la de 1995 si es que se elige democráticamente a los candidatos del PRD.  Sabemos de lo que son capaces los banqueros mexicanos, ya que la mayoría de ellos pertenecen a las 30 familias que controlan al país, tal y como nos explicó Agustín Legorreta hace algunos años.

Sus palabras exactas fueron ligeramente diferentes.  Dijo que si se aplicara el programa económico expuesto por el PRD, se generarían crisis “peores” que las de 1995, inflaciones que no se han visto en muchos años y habría una salida masiva de capitales.  Sin embargo, él es justamente el representante de las personas que sacarían su dinero del país.  Más que una advertencia, parece una amenaza de un grupo de personas poderosas que nos quieren inducir el voto al miedo.  Nos están diciendo que si votamos por ideas contrarias a las suyas, él y sus cuates se llevarán su dinero a otro lado.  Al final de cuentas, la fuga de capitales la estaría provocando Antonio del Valle y no Cuauhtémoc Cárdenas.

Sorprenden sus declaraciones por varias razones.  Primeramente, por cierto tipo de hipocresía y cinismo.  A partir de 1990, el país aplicó la política económica propuesta por los banqueros: saneamiento de las finanzas públicas y privatización de la banca.  A los pocos años apareció una banca en manos de dueños nuevos con una gran cantidad de recursos para colocar entre los empresarios.  El resultado fue una crisis bancaria como nunca se ha visto en el país.  Nos demostraron su incompetencia como banqueros y empresarios al provocar un crecimiento fuera de proporción en la cartera vencida y una descapitalización generalizada.  Al mismo tiempo, hubo muchas incidencias de corrupción y malos manejos, a tal grado que varios de sus compañeros banqueros siguen hoy en día prófugos de la justicia.  En buena medida, la crisis bancaria fue uno de los elementos que provocó la devaluación de 1994 y la gran recesión que la acompañó.

Segundo, hoy en día no existen las condiciones para generar una crisis “peor” que la de 1995.  El déficit en la cuenta corriente es sumamente pequeño en comparación al de 1994; el tipo de cambio se encuentra alrededor de 25 por ciento más competitivo que hace tres años; se ha reducido el nivel de sobreendeudamiento de las familias; las necesidades de financiamiento de corto plazo son muy diferentes, al no existir Tesobonos ni grandes cantidades de deuda a amortizar en un futuro inmediato.

Por el lado jurídico, el PRD no podría inducir políticas muy diferentes, aun en el caso de que el PRI perdiera su mayoría absoluta en el Congreso.  El Ejecutivo sigue en manos del mismo Presidente, el Senado estará controlado por el PRI y la Cámara de Diputados tendrá una mezcla de tal forma que se necesitará una alianza entre dos partidos para poder aprobar nuevas iniciativas del ley.

Por el lado político, no queda tan claro que el PRD lanzaría propuestas irresponsables si es que llegara al poder.  Sus propuestas medulares hablan de incrementar algunos impuestos (y reducir otros) de tal forma que podrían aumentar el gasto público.  Sin embargo, si sus políticas tributarias no lograran incrementar la recaudación, seguramente no ampliaría el gasto.  Su programa económico reconoce explícitamente los excesos del sector público en el pasado, incorpora la importancia de un presupuesto relativamente balanceado y entiende la vulnerabilidad de la balanza de pagos.

En ningún momento habla de reducir unilateralmente la deuda externa.  Más bien, plantean negociar nuevos términos para el servicio de la deuda, lo que los gobiernos priístas ha hecho en numerosas ocasiones durante los últimos tres sexenios.

En lo particular, existen muchas propuestas en el programa económico del PRD con las cuales no comulgo.  En varios puntos sí parecen proponer regresar a esquemas que se han intentado en el pasado sin ningún éxito.  Varias de sus políticas complicarían los problemas nacionales en vez de solucionarlos.  Sin embargo, también debemos reconocer que su plataforma es mucho menos radical que la de la mayoría de los partidos de izquierda hace apenas diez años atrás.  Pero el punto central que tiene que incorporar el PRD (o cualquier otro partido que pretende seriamente llegar al poder) a su política económica es una fórmula efectiva para evitar la generación de crisis recurrentes.  Si el PRD llegara al poder instrumentando una política que provocara una nueva crisis, queda muy claro que no podría permanecer por mucho tiempo.

En este sentido, si Cuauhtémoc Cárdenas llega a ocupar el cargo de Jefe de Gobierno del Distrito Federal, él mismo sabe que para utilizar el puesto como trampolín para llegar a la Presidencia en el año 2000, tiene que demostrar responsabilidad y habilidad para resolver los problemas.  Si al contrario, termina por profundizar los problemas o crear nuevos, en vez de trampolín será la tumba de sus aspiraciones.  Es muy sencilla la democracia cuando funciona bien.  El que hace buen trabajo debe ganar, mientras el que provoca crisis recurrentes debe perder.  Hasta la fecha, el PRI ha probado saber cómo generar crisis, mientras que el PRD tiene todo para probar que lo puede hacer mejor.

No obstante, la posición oficial de los banqueros, expresada por su Presidente, no se debe interpretar como una crítica al programa económico del PRD.  Queda claro que el señor ni siquiera se ha tomado la molestia de leerlo.  Más bien es una posición política y de alianza con el PRI y el gobierno que les dio la banca y les ha otorgado todas las facilidades para reponerse de los errores cometidos durante la primera mitad de esta década.  La Asociación de Banqueros de México tiene miedo a un gobierno que pone en tela de juicio el programa de pensiones y amenaza con incrementarles los impuestos.

Dado que la diferencia de opinión es más política que económica, sería recomendable que el debate se llevara a cabo entre Antonio del Valle y Andrés Manuel López Obrador y no sus comparsas correspondientes   Estos señores son los que están haciendo las declaraciones y los que toman las decisiones finales, no los técnicos economistas.  De esta manera, los dos tendrían que leer, estudiar y entender las propuestas del otro y esto sería muy saludable para todos.





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jueves, 12 de junio de 1997

Preparándonos Ante Posibles Contingencias

Pulso Económico


Preparándonos Ante Posibles Contingencias

Por: Jonathan Heath

Hace dos semanas el gobierno presentó al público el Programa de Financiamineto del Desarrollo (Pronafide), en el que esboza sus intenciones de política económica para los siguientes tres años.  Tal y como su título lo indica, se enfoca al tema de cómo se va a financiar el desarrollo en el mediano plazo.  En sí el programa está bien presentado y cumple con una necesidad central que ya hemos comentado varias veces: la de resolver la crisis tradicional de fin de sexenio con suficiente anticipación.
El contenido del programa se ha comentado en diversos foros por toda la República en múltiples ocasiones.  Ya hemos comentado bien lo que quiere hacer el gobierno: incrementar el ahorro interno privado a través del crecimiento del nuevo sistema de pensiones; mantener el ahorro público por medio de algunas reformas fiscales y finanzas públicas sanas: mantener el ahorro externo como un complemento sin abusos; y fortalecer al sistema financiero como promotor del ahorro y de la inversión productiva.
También nos dio a conocer los instrumentos principales que va a utilizar para lograr sus objetivos: una política tributaria que sea neutral, equitativa y competitiva; un buen balance fiscal económico prácticamente equilibrado; una política cambiaria con un régimen de flotación; y una regulación prudencial y la autorregulación de las instituciones financieras.  Independientemente de que estemos de acuerdo o no, es un avance significativo que el gobierno nos presente sus intenciones desde ahora y que tenga planeado lo que va hacer durante los siguientes años.
No obstante, lo que nos debería de preocupar es lo que no esáa en el Pronafide.  No es tanto por omisión, sino por lo difícil que representaría su contemplación.  Pero lo que no menciona el gobierno es lo que haría en los casos imprevistos, es decir, su reacción ante alguna eventualidad.  Estar preparado para posibles contingencias es esencial, ya que la gran mayoría de las fallas que se han dado han sido a través de reacciones tardías o equivocadas a circunstancias que no se esperaban.
Al respecto, podemos citar muchos ejemplos.  Los asesores de Echeverría pensaban que se podría contener la inflación aun con un gasto público mayor.  Estimaban que una inflación moderada no causaría daño a las posibilidades de desarrollo y que además, podría ayudar al país a alcanzar más rápidamente sus metas.  La gran falla de la política económica de López Portillo fue no haber anticipado un desplome en los precios del petróleo.  Toda su estrategia estaba fincada en los ingresos del petróleo y nunca anticiparon que la tendencia alcista podría revertirse.
En el sexenio de Salinas se cometieron un sinnúmero de errores al enfrentarse a situaciones no previstas.  Primero, se pensaba que si el gobierno cumplía finalmente con las reformas asociadas al “consenso de Washington” (esta es la frase que se ha utilizado para describir las reformas de privatización y apertura comercial que varios países empezaron a emprender hacia fines de la década pasada), siempre habría una entrada de capitales. las autoridades nunca pensaron lo que tendrían que hacer si las tasas de interés norteamericanas empezaban a subir (como pasó a principios de 1994).  Cuando ocurrió el asesinato de Colosio, decidieron expandir el crédito interno neto del Banco Central y emitir Tesobonos, sin sopesar los efectos posteriores.  Finalmente, cuando tuvieron que devaluar en diciembre de 1994, lo hicieron sin un programa anexo de política económica para contrarrestar los efectos nocivos del ajuste cambiario.
Es imposible prepararse para todas las contingencias posibles.  Sin embargo, existen varias situaciones que se pudieran presentar en forma imprevista.  ¿Qué harían las autoridades si las tasas de interés de Estados Unidos aumentaran mucho más de lo que se espera?  ¿Cuál sería la reacción de política económica ante una recesión fuerte en la economía de nuestro vecino al norte?  ¿Qué se haría si el déficit en cuenta corriente llega a sobrepasar el tope establecido del 3 por ciento del PIB?  ¿Si el régimen de flotación no realiza las correcciones eventuales en el tipo de cambio y el peso continúa sobrevaluándose?  Dado que el sistema de pensiones es el punto medular de la estrategia del ahorro interno, ¿Qué pasaría si no llega a un monto mínimo crítico?  ¿Cuál sería la respuesta del gobierno ante un crecimiento continuo en la cartera vencida de los bancos durante los siguientes años?  Como estas preguntas, podríamos pensar en muchas más cuyas respuestas no están, por lo menos en forma explícita, dentro del Pronafide.
Algunas situaciones no son tan difíciles de imaginar, siendo que podrían complicar el entorno económico en un futuro inmediato.  Por ejemplo, si el Pronafide empieza a tener éxito es posible pensar que podrían verse incrementadas las entradas de capital, a pesar del régimen de flotación.  Estas entradas provocarían una apreciación del tipo de cambio y su subsecuente sobrevaluación, mientras que haría que creciera el déficit en cuenta corriente.  La reacción natural sería una disminución en la tasa de interés.  Sin embargo, esto haría que disminuyera el ahorro interno y aumentara el consumo privado.  Es una situación muy natural, provocada enteramente por las fuerzas del mercado, pero aumentaría la vulnerabilidad de la economía ante un choque externo.
No queda claro cuál sería la respuesta del gobierno ante una situación similar.  Es un escenario que se podría presentar a pesar de los lineaminetos presentados en el Pronafide.  Las autoridades dirían que con los esfuerzos que van ha realizar ya contenidos en el Pronafide, lo más probable es que no se presentaría esta situación.  Tienen razón, lo más probable es que no.  Sin embargo, estamos considerando contingencias ante lo no esperado, ante situaciones justamente que se piensa que no se van a dar.
Hoy en día existe mucho interés en México por parte de los inversionistas extranjeros.  Aunque el régimen de flotación da un elemento de incertidumbre adicional, podría ser que todavía se mantenga este interés y por lo tanto, un flujo importante de capital especulativo hacia nuestro país.  Una disminución natural en la tasa de interés podría ser hasta contraproducente.  En otros países, como Chile, introdujeron un impuesto a este tipo de inversiones.  El PRD ha propuesto justamente lo mismo.  ¿Cuál será la reacción del gobierno ante esta situación?




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lunes, 9 de junio de 1997

El Programa de Contingencia

 Pulso Económico


El Programa de Contingencia


Por: Jonathan Heath


El Programa Nacional de Financiamiento del Desarrollo (Pronafide), presentado al público la semana pasada, parece ser un buen intento por parte del gobierno para estructurar sus intenciones de política económica durante los siguientes tres años.  Ya dejando atrás lo que fue básicamente una política de manejo de crisis, el gobierno se está enfocando plenamente a mejorar el empleo e incrementar el ahorro del país para así enfrentar los retos principales de los siguientes años.  Hoy en día se está preparando para minimizar nuestra crisis tradicional del año 2000, lo cual es fundamental para cualquier intento de desarrollo en este país.

No obstante, tenemos que recordar que hubo un intento similar el sexenio pasado, aunque se dio en circunstancias diferentes y bajo un enfoque distinto.  Es importante recordar esa situación para ubicar las posibilidades del Pronafide y evaluar bien las posibilidades de evitar los errores del pasado.

En 1992 ya había un crecimiento importante en el déficit de la cuenta corriente y se manifestaban evidencias de una moneda sobrevaluada.  El gobierno veía esta situación como pasajera, dado que la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio (TLC) iba a crear una plataforma para incrementar las exportaciones y atraer mayores flujos de capital.  También existía la esperanza de que el TLC podía ser nuestro pasaporte para obtener el famoso y tan codiciado grado de inversión por parte de las empresas calificadoras, como Standard & Poor’s.

Sin embargo, todavía existía mucho por negociar dentro del TLC y no se tenía la seguridad plena de que todos los países involucrados lo ratificarían.  Por lo mismo, el gobierno instrumentó una política monetaria restrictiva para desacelerar el ritmo de la actividad económica, con la intención de reducir el crecimiento de las importaciones y atraer más capital del exterior.  En sí, esta estrategia funcionó ya que el déficit de la balanza comercial dejó de crecer durante 1993 y produjo un pequeño respiro a un desequilibrio fundamental que teníamos en aquel momento.

Cuando se terminaron las negociaciones del TLC existía cierto temor de que podría ser rechazado por parte del Congreso de los Estados Unidos.  Dado que muchas de las esperanzas del gobierno mexicano estaban fincadas en su aprobación, las autoridades decidieron instrumentar una política de contingencia para afrontar esta posibilidad.  El rechazo podría promover una retirada importante en el movimiento de los flujos de capital, provocando una devaluación y consecuentemente una recesión.  Pero el voto estaba programado para unos 8 o 9 meses antes de las elecciones presidenciales de 1994 y ello significaba que ya no se podía mantener la política restrictiva por mucho tiempo.  Había que asegurar un crecimiento económico adecuado en 1994 para que el partido oficial pudiera asegurarse la victoria en las urnas.

Por lo mismo, el gobierno adoptó una serie de medidas encaminadas a resolver esta contingencia.  Punto central de esta estrategia era la acumulación de mayores reservas internacionales para afrontar un déficit en la cuenta de capital.  No solamente el Banco de México, sino también la Secretaría de Hacienda empezó a acumular divisas, apartándolas en una cuenta especial llamada Fondo de Contingencia.

Finalmente se aprobó el TLC en noviembre de 1993 y no hubo la necesidad de utilizar las reservas ni los recursos depositados en el Fondo.  Inclusive, durante la mayor parte de 1993 se mantuvo la entrada de capitales al país, en buena parte como resultado de la política restrictiva que mantuvo tasas de interés atractivas para los inversionistas extranjeros.  Al conocer la noticia de la aprobación del TLC, hubo una acumulación de reservas internacionales todavía mayor, llegando a su pico en febrero de 1994.

Como resultado de ello, cuando ocurrió el brutal asesinato de Luis Donaldo Colosio en marzo de ese año, el gobierno se encontraba en una situación relativamente cómoda ya que la estrategia de contingencia para afrontar un posible rechazo del TLC, sin querer lo había preparado para esta situación.  Muchas de las decisiones de política en aquel momento, correctas o incorrectas, fueron influenciadas por el hecho de que existía un monto elevado de reservas y había un Fondo de Contingencia.  Al final de cuentas no resultó suficiente.  Fue más fuerte la tradición y tuvimos nuestra crisis de final de sexenio.

¿Existe algo de esta experiencia que podamos utilizar para evaluar el Pronafide?  Creo que sí.  Podemos evaluar la política económica utilizada en aquel momento y examinar las diferencias con las intenciones del programa actual.

Primero, la instrumentación de una política monetaria restrictiva no es adecuada.  Dado que existía un desequilibrio fundamental en la balanza de pagos, se necesitaba reducir el déficit externo en forma permanente.  Sin embargo, la política monetaria únicamente fue un paliativo, ya que produjo aumentos en la tasa de interés, redujo la inversión productiva interna y atrajo mayores montos de capital del exterior.

Segundo, la constitución de una mayor reserva de divisas tampoco fue adecuada dado que simplemente se utilizó para sustituir la falta de entradas de capital durante 1994, sin corregir el desequilibrio.  Acabando las reservas, vino la devaluación.  La decisión de evitar una devaluación en abril de 1994 por la proximidad de las elecciones y sus posibles efectos sobre la crisis bancaria, resultó ser la clave para inducir una maxidevaluación posterior.  En su lugar, la Secretaría de Hacienda se puso a emitir Tesobonos como loca y a incrementar la expansión del crédito interno del Banco de México.

Hoy en día existen algunas diferencias básicas con la estrategia sostenida hacia finales del sexenio pasado.  Primeramente, en esta ocasión se está implantando un plan explícito tres años antes de la posible crisis del 2000, a diferencia de una estrategia iniciada apenas un año antes de la crisis de 1994.  Segundo, en el sexenio pasado se subestimaron los efectos nocivos de un déficit externo tan elevado, mientras que ahora se quiere poner un techo máximo de 3 por ciento como proporción del PIB.

Tercero, la vez anterior se buscó incrementar el ahorro externo a como diera lugar para financiar el déficit externo.  Ahora se busca incrementar el ahorro interno y utilizar el ahorro externo simplemente como un complemento menor.  Por ejemplo, durante el sexenio pasado se utilizó una política cambiaria que diera certidumbre a los inversionistas extranjeros, minimizando hasta donde fuera posible el riesgo cambiario, ya sea a través de la política de bandas de intervención del Banco Central o de la emisión de Tesobonos con una garantía cambiaria.  Ahora se ha ratificado el régimen de flotación que no da esa misma certidumbre y por lo tanto, incrementa el riesgo a la inversión de portafolio.

En principio, las diferencias parecen positivas.  Sin embargo, debemos seguir analizando el Pronafide, en especial en cuanto a las contingencias que pudiéramos enfrentar.




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jueves, 5 de junio de 1997

Financiamiento del Desarrollo

 Pulso Económico


Financiamiento del Desarrollo


Por: Jonathan Heath®


Al evaluar cada una de las plataformas electorales de los principales partidos políticos y compararlas entre sí, independientemente de si estemos de acuerdo o no, tenemos que reconocer que la que tiene la mejor presentación es la del PRD.  Hace un diagnóstico de la situación actual, describe sus objetivos claramente y propone líneas explícitas de acción.  En el mismo sentido, la que carece más de substancia y presenta solamente unos enunciados vagos y genéricos, es la del PRI.  Sorprende esta afirmación, ya que en el pasado era justamente lo contrario.

Sin embargo, no sucede así con el documento que contiene el Programa Nacional de Financiamiento del Desarrollo (Pronafide), presentado anteayer al público por el Secretario de Hacienda, Guillermo Ortiz, y el Presidente de la República, Ernesto Zedillo.  En lo que podríamos tomar como un esbozo de la política económica de esta administración para los siguientes tres años, encontramos un programa bien hecho, con contenido específico y metas explícitas.  Las diferencias entre éste y la plataforma electoral del partido oficial es abismal.  No obstante, el Pronafide es una propuesta de política económica del Poder Ejecutivo para el resto del sexenio, mientras que la plataforma electoral del PRI es una propuesta para la evaluación del público antes de que emita su voto en torno al Poder Legislativo.

En sí, el Pronafide no es una propuesta integral que pretenda substituir al Plan Nacional de Desarrollo (PND) que se presentó en mayo de 1995.  Más bien, es un complemento que trata de enunciar específicamente la estrategia financiera y la política económica necesaria para lograrlo.  En este sentido, no trata de detallar en qué se va a invertir o gastar, ni cómo se pretende llevar el desarrollo del país, sino únicamente de exponer los esfuerzos que realizarán para financiar este desarrollo.

Contiene algunos puntos muy positivos que bien vale la pena comentar.  Reconoce explícitamente que uno de los problemas fundamentales del país son las crisis recurrentes y pone como uno de los objetivos centrales llegar al final del sexenio en buenas condiciones, sin desequilibrios desastrosos.  ¿De qué sirve obtener tasas elevadas de crecimiento en la actividad económica si al final de cuentas caemos cada vez en una nueva crisis?  Desde hace tiempo, en este mismo espacio hemos subrayado la importancia de resolver la crisis sexenal ahora.  Tenemos tres años para hacer todo lo necesario, siempre y cuando empecemos desde hoy.  Sin embargo, si nos esperamos al año 2000, sin apuntar nuestros esfuerzos en esa dirección desde antes, será muy difícil evitar un desastre de nuevo.  En este sentido, debemos aplaudir el hecho de que este sea uno de los objetivos centrales.

La siguiente cuestión que vale la pena comentar es que el punto medular de esta estrategia es la generación de empleos.  La estabilidad macroeconómica, el abatimiento inflacionario, el incremento en el ahorro interno, la complementariedad del ahorro externo, los esfuerzos por mejorar la inversión y las demás políticas mencionadas son los medios que se pretende utilizar a fin de aumentar la capacidad de la economía para generar empleos productivos.  Al final de cuentas, ¿de qué sirve crecer si no se traduce en más empleos?  ¿De qué sirve obtener un empleo sin la seguridad de mantenerlo cada vez que existe otra crisis?

Lo que necesitamos son empleos.  Empleos productivos.  Empleos bien remunerados.  Empleos dignos.  Empleos a la altura no solamente de nuestras necesidades sino también de nuestras posibilidades.  Como sociedad le exigimos a nuestro gobierno que emplee todos sus esfuerzos en aumentar y mejorar el empleo para todos.  Lo demás pasa a segundo plano.

Es evidente que aunque no se abandona la necesidad de abatir la inflación, el programa no muestra la obsesión enfermiza de que lo han acusado en repetidas ocasiones.  Las metas para aminorar la inflación son modestas al proponer una reducción de apenas 2.5% anual.  No obstante, no se pierde de vista la importancia de la estabilidad económica como eje fundamental para promover un crecimiento sostenido y sustentable.  El abatimiento inflacionario es un instrumento para mejorar el bienestar de la población, más no un fin en sí mismo.

El medio más importante con que cuenta el gobierno para lograr sus objetivos es la generación de un mayor y mejor ahorro.  Después de un diagnóstico bien elaborado, llega a la conclusión de que una de las causas fundamentales de las crisis económicas ha sido el deterioro del ahorro.  Asimismo, para asegurar una mayor generación de empleos, es necesaria más inversión, que desde la perspectiva de las cuentas nacionales es igual al ahorro.  En este sentido, si se logran las metas de ahorro trazadas en el programa, deberíamos abandonar el ciclo de crisis recurrentes y crear los empleos necesarios.

Destaca el hecho de que el incremento en el ahorro propuesto no está concentrado en un solo lugar.  Más bien, se propone incrementar todos los componentes de ahorro, diversificando las fuentes para poder enfrentar mejor cualquier contingencia.  No obstante, por ser el componente más importante por su monto, el ahorro interno privado es el que sobresale y dentro de éste, el nuevo sistema de pensiones constituye el elemento central.

En este sentido, llaman la atención las recientes declaraciones de Cuauhtémoc Cárdenas acerca de las AFOREs.  El sostiene que toda la población afiliada al Seguro Social debería de rehusar cualquier AFORE y dejar sus depósitos en el Banco de México, para después desmantelar el sistema.  Sin embargo, si él realmente cree que tiene posibilidades presidenciales en el año 2000, le conviene tener el sistema de pensiones en marcha, ya que generará un aumento sustancial en el ahorro interno.  De funcionar, podría asumir el poder ante una economía reforzada sin mayor peligro de una crisis económica.  Son varias las declaraciones parecidas del Ing. Cárdenas que realmente preocupan.

Por último cabe mencionar el papel que juega el ahorro externo en el programa.  Se pone una meta del 3% como proporción del PIB en el déficit en cuenta corriente para el año 2000.  Sin embargo, más que meta se debe interpretar esta cifra como techo.  El ahorro externo es un complemento al interno, más no un sustituto.  En la medida en que se incrementa podría aumentar de nuevo la vulnerabilidad de la balanza de pagos y alentar el consumo en perjuicio del ahorro interno.

En principio, parece ser un buen programa.  Sin embargo, lo continuaremos analizando.




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