jueves, 30 de noviembre de 2000

¿Nuevo Corto en Puerta?

 

Pulso Económico


¿Nuevo Corto en Puerta?


Por: Jonathan Heath®


El Banco de México ha aumentado el corto seis veces en el transcurso del año para tratar de desacelerar la actividad económica.  No obstante, el dinamismo no parece ceder y se habla de la necesidad de otro apretón.  Pero hay quien insiste en que no funciona el corto, que es necesario un instrumento monetario más efectivo y una mayor restricción fiscal.

Desde abril, el Banco de México ha advertido sobre los peligros de crecer a un ritmo demasiado elevado, ya que tarde o temprano van a surgir mayores presiones inflacionarias y una aceleración del déficit comercial.  El aumento de los salarios reales, la baja en el desempleo abierto, el ritmo de crecimiento del consumo y el incremento de las importaciones de bienes de consumo, han confirmado las sospechas del Banco Central.  Como consecuencia, las autoridades monetarias han apretado la política monetaria, para tratar de enfriar la actividad económica.

Originalmente se esperaba que el crecimiento del PIB disminuyera por debajo de 6.0 por ciento en el tercer trimestre.  Sin embargo, el INEGI reportó un aumento de 7.0 por ciento, lo cual refleja una desaceleración casi imperceptible.  Dada la evidencia de mayores presiones inflacionarias en los últimos meses, el Banco de México aumentó el monto del corto en octubre y en noviembre, en busca de una mayor desaceleración.  No obstante, los primeros datos disponibles para el cuarto trimestre sugieren que la actividad económica mantiene inalterado su ritmo de expansión.

Si analizamos la tendencia del indicador global de la actividad económica mensual (IGAE), podemos observar una desaceleración marginal que empieza en mayo, pero que parece interrumpirse a partir de agosto.  Desafortunadamente, el INEGI ha rehusado reportar el IGAE de septiembre, lo cual deja un boquete importante en la información.  Sin embargo, una interpolación simple de los datos parece sugerir que el IGAE aumentó alrededor de 7.4 por ciento en el mes, que de ser cierto significa que se confirma el cambio de tendencia de agosto, por lo cual se desvanece la anhelada desaceleración.

El viernes pasado, la ANTAD reportó que las ventas en tiendas departamentales en octubre crecieron 9 por ciento con respecto al mismo mes del año pasado.  Sin embargo, al ajustar por fines de semana (cuando aumentan las compras) y otros factores estacionales, resulta que las ventas de octubre son muy parecidas a las de septiembre y superiores al promedio observado en la primera mitad del año.  Como consecuencia de más empleo y mejores salarios, los comerciantes han percibido un aumento en el poder adquisitivo de la población y esperan un muy buen cierre de año.

La AMIA informó que la producción total de vehículos aumentó 50 por ciento en octubre con relación al año pasado, en lo que parece ser un adelanto en la producción de vehículos para exportación.  Los expertos de la industria esperan que las ventas se mantengan al mismo ritmo en el último trimestre del año, por lo que no se espera una desaceleración de este sector.

El INEGI anunció que la tasa de desempleo abierto en octubre fue de 1.97 por ciento, la más baja en la historia del indicador.  Para el mismo mes, el IMSS comunicó que el número de trabajadores con cobertura aumentó 5.3 por ciento.  Esto significa que el empleo sigue en aumento, lo cual sugiere que el consumo privado mantendrá su ritmo.

La información preliminar de la balanza comercial de octubre señala que las importaciones de bienes de consumo crecieron 35.9 por ciento, ligeramente superior al 34.7 por ciento del mes anterior.  Igual a los datos anteriores, esta cifra confirma que la demanda agregada en octubre no presenta signo alguno de desaceleración.

Los datos de inflación de las últimas tres quincenas han sido mayores a lo que se esperaba, lo cual ha afectado negativamente las expectativas para los siguientes meses.  La inflación anual de la primera quincena de noviembre (con respecto a la misma quincena del año anterior) fue de 8.92 por ciento, superior a la de la última quincena de septiembre (8.75 por ciento), que fue el punto más bajo de la inflación en lo que va del año.  De confirmarse el aumento de 33 por ciento en el precio del Metro en diciembre, podríamos esperar que la inflación de diciembre también será mayor a la del año pasado.

Todos estos datos han hecho pensar a mucha gente que es posible que el Banco de México anuncie otro aumento en el corto antes de terminar el año.  Sin embargo, habría que considerar que el efecto del corto sobre la actividad económica no es inmediato, sino que actúa con rezago.  Intuitivamente, podríamos pensar que el efecto se empieza (apenas) a sentir a partir de tres meses, pero su efecto total tardará de un año y hasta posiblemente año y medio.  Esto significa que el impacto más importante de los seis cortos de este año se podrán sentir hasta el segundo trimestre del año entrante.


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martes, 28 de noviembre de 2000

José Angel Gurría Treviño

 

Pulso Económico


José Angel Gurría Treviño


Por: Jonathan Heath®


La trayectoria profesional del Secretario de Hacienda y Crédito Público ha sido siempre en el sector público.  De los últimos 23 años, 20 han sido en la propia Secretaría y 17 específicamente en el ámbito de financiamiento externo.  Por lo mismo, será su orgullo terminar el sexenio y posiblemente su carrera pública con las mejores cifras de deuda externa de las últimas tres décadas.

José Angel Gurría mostró su interés en el tema de la deuda externa desde su tesis de licenciatura hace casi 30 años.  Al concluir sus estudios de posgrado en las Universidades de Leeds, Harvard y Southern California, se incorporó a la Secretaría de Hacienda como Subdirector de Deuda Pública.  Sin brincar algún escalón, ocupó la Dirección de Financiamiento Externo, la Dirección General de Crédito Público y la Subsecretaría de Asuntos Financieros Internacionales, hasta que en 1995 fue nombrado Secretario de Relaciones Exteriores.  Llegó a ocupar este puesto precisamente por su larga experiencia en relaciones internacionales, aunque siempre en la negociación de la deuda pública mexicana.

Una de las razones de regresarlo a la Secretaría de Hacienda en 1998, ya como titular, fue precisamente su habilidad como negociador.  Como la reforma fiscal era una de las prioridades, se pensó que sería la persona adecuada para pactar un acuerdo con el Congreso de la Unión, que a partir de entonces inició su vida como ente autónomo del Poder Ejecutivo.  Sin embargo, su llegada coincidió con la controversial iniciativa de convertir la deuda contingente de Fobaproa en deuda pública formal y se enfrascó en una batalla política compleja que estableció una relación difícil con los legisladores.  Se dio cuenta que enfrentar a los diputados era mucho más difícil que negociar con los banqueros del mundo los términos de la deuda pública externa, superior a 80 mil millones de dólares.

El resultado fue que no pudo ni siquiera presentar una propuesta de reforma para el sistema tributario y lo dejó como una de los pendientes más apremiantes para el nuevo gobierno de Fox.  Ahora la tarea quedará en las manos de uno de los mejores economistas del país, con una fama intachable de rectitud y experto en materia de finanzas públicas, pero con menos experiencia en el difícil arte de la negociación.

Ante el fracaso de la reforma fiscal, Gurría decidió dedicarse a lo que más sabía: manejar la deuda externa.  Sus primeros años en la Secretaría de Hacienda coincidieron con el boom petrolero y se dedicó a viajar por todo el mundo contratando deuda a lo loco.  Después, cuando México inició la crisis financiera internacional en 1982, estuvo involucrado en todas las renegociaciones de la deuda externa mexicana.  Su larga trayectoria y experiencia le enseñaron que la carga excesiva de la deuda externa era uno de los cuellos de botella más importantes para el crecimiento económico y un verdadero punto vulnerable para la estabilidad.

Aunque el esfuerzo se inició con Guillermo Ortiz al frente de la Secretaría, Gurría continuó la tarea de reestructurar la deuda externa, para extender el perfil de amortización y reducir los pagos de interés al exterior.  De ser un país “severamente endeudado” en la década de los ochenta, México pasó a ser un país “menos endeudado” bajo la clasificación del Banco Mundial, en el transcurso de este sexenio.  Después de ser el deudor más importante del FMI al principio de 1995, terminamos este sexenio sin deberle un solo centavo.

La Secretaría de Hacienda no se ha quedado silenciosa ante este logro.  En desplegados pagados en los principales periódicos del país, está cacareando el hecho de que la deuda externa como proporción del PIB se encuentra en el nivel más bajo en casi 30 años y como porcentaje de las exportaciones, es la más baja de la historia moderna.  La deuda pública externa de corto plazo es casi ocho veces menor a los vencimientos en moneda extranjera que tuvieron que ser refinanciados durante 1995.

Esta noticia no es trivial.  Nuestra historia ha sido una de problemas continuos en materia de deuda externa desde la fundación de la República Mexicana hace 177 años.  Nuestras posibilidades de crecimiento están íntimamente ligadas a la carga de la deuda externa.  Todas nuestras crisis han estallado como resultado de los desequilibrios presentados en la balanza de pagos al exterior.  Cuando se nos ha negado el acceso al financiamiento del exterior, hemos dejado de crecer.  El único periodo de crecimiento económico extendido (40 años), coincidió con el único periodo en que no teníamos una carga de deuda externa.  El hecho de que iniciamos el próximo sexenio con una carga menor de deuda externa y un buen perfil de vencimientos a través del tiempo, augura buenos tiempos.

No cabe duda de que la situación de las variables macroeconómicas que entregará José Angel Gurría a su sucesor, Francisco Gil Díaz, es la mejor de los últimos cinco sexenios.  Aunque queda mucho por hacer, han mejorado la transparencia y el buen manejo de las finanzas públicas.  A pesar de la tragedia de la deuda interna heredada de la crisis bancaria, su plazo promedio de vigencia se ha ampliado significativamente.  La empresa calificadora Moody’s ha reconocido estos esfuerzos a través del “grado de inversión” que otorgó a México a principios de año.  Todo esto significa que Gil Díaz podrá iniciar su tarea de emprender una reforma tributaria a fondo sin preocuparse demasiado por la fragilidad económica del país.

Gurría no ha sido un Secretario sin controversias.  Aunque legalmente defendible, es moralmente reprochable el hecho de que cobre una pensión de Nafin después de un breve periodo de trabajo en esa institución.  Deja sin tocar la putrefacción de las aduanas, mientras que el SAT es posiblemente una de las instituciones más corruptas del gobierno.  No pudo lograr el consenso mínimo para entablar la reforma tributaria y deja las finanzas públicas altamente dependientes de los vaivenes del mercado petrolero.

A pesar de lo anterior, el desempeño de Gurría frente a la Secretaría de Hacienda no es mala.  Habría que reconocer que es una de las dependencias públicas más complejas y difíciles de manejar.  El jueves entrante termina una carrera destacada de 20 años en él, por lo que habría que felicitarlo.


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jueves, 23 de noviembre de 2000

Francisco (“Paco”) Gil

 

Pulso Económico


Francisco (“Paco”) Gil


Por: Jonathan Heath®


Hace tres años y medio especulábamos quién podría ser el próximo Gobernador del Banco de México.  Después de un examen de los contendientes llegamos a la conclusión de que el mejor candidato era Francisco Gil Díaz.  Cuando se designó a otro y renunció al sector público, lamentamos la pérdida de un brillante economista.  Ahora su regreso debe garantizar la permanencia de la estabilidad económica.

Por más bueno que pudiera ser como Director General de Avantel, existen muchos empresarios hábiles para ese puesto.  Sin embargo, era un gran desperdicio de talento que uno de los mejores economistas del país sirviera en el sector privado.  Gil Díaz tiene la inteligencia, la experiencia y el carácter para ser uno de los mejores Secretarios de Hacienda que haya tenido el país.  Su selección no es ningún accidente.

Dos días después de las elecciones del 2 de julio, tuve la oportunidad de platicar con Luis Ernesto Derbez sobre las propuestas de política económica del Presidente electo.  Me aventuré a preguntarle quién le gustaría que fuera el próximo Secretario de Hacienda.  No vaciló al contestar que la persona ideal sería Francisco (“Paco”) Gil Díaz.  Queda claro que era uno de los candidatos principales para el cargo desde el principio.

La Secretaría de Hacienda es una de las dependencias más importantes y a la vez más difíciles.  De su titular dependen la estabilidad macroeconómica y la política económica en general que llevará el país al crecimiento sostenido.  En esta Secretaría se maneja la política de deuda del sector público, que tantos dolores de cabeza nos ha dado a través de los años.  Las decisiones que se tomen determinarán el empleo, las prioridades del gasto, el financiamiento de los programas sociales y el aumento de los recursos tributarios.

Vicente Fox prometió la ortodoxia con relación a la estabilidad y el crecimiento, y la heterodoxia en la búsqueda de la equidad y el combate a la pobreza.  En términos prácticos, le corresponde la ortodoxia a la Secretaría de Hacienda y la heterodoxia a otras Secretarías, como las de Economía y Desarrollo Social.  Esto significa que Paco Gil será el encargado de la ortodoxia.

Sin lugar a dudas, esta propuesta no es unánime ni se deriva de un consenso.  La izquierda del país pide a gritos una nueva política económica que reemplace al neoliberalismo que tanto daño ha hecho al país.  Paco Gil no representa este cambio, sino más bien confirma la continuidad de muchas políticas actuales.  Con él a la cabeza, habrá un presupuesto balanceado y posiblemente un superávit en las finanzas públicas.  Habrá prioridad en la estabilidad macroeconómica, el buen funcionamiento de los mercados, el combate frontal a los monopolios y un buen manejo de la deuda pública.  Habrá el énfasis que todos han querido desde hace tiempo en la reforma fiscal.

Muchas de las cualidades que lo hacían el mejor candidato para Gobernador del Banco de México hace tres años, son las que lo ayudarán a ser buen Secretario de Hacienda ahora.  En un examen (el 31 de julio de 1997) de las cualidades necesarias para ser Gobernador, le otorgamos a Paco Gil una calificación de 9.5, la más alta de todos los candidatos (incluyendo a Guillermo Ortiz).  Vale la pena recordar lo que decíamos.

De entrada tiene una formación académica muy sólida con la especialización en políticas fiscal y monetaria.  Tiene alrededor de diez años de experiencia en varias posiciones en la Secretaría de Hacienda.  Su formación dentro del Banco de México y en Hacienda le ha dado mucha visibilidad a través del tiempo.  Es una persona muy conocida y respetada, aunque no tiene mucha popularidad en el medio empresarial.  Su reputación internacional es excelente, ya que lo conocen muy bien en los distintos círculos de inversionistas, banqueros y académicos que se han especializado en México.  Sin lugar a dudas, es el candidato favorito entre los extranjeros, ya que lo ven como una persona de formación sólida, con experiencia y porte para el puesto.

Uno de sus rasgos principales es su fuerza de carácter.  Es una persona sumamente inteligente, con convicciones muy marcadas, por lo que seguramente se manejará en forma muy independiente.  Inclusive, algunos consideran que su carácter le ha ganado tantos enemigos como admiradores.  Tiene fama de ser burlón con quienes no comparten sus ideas.  No obstante, se ha ganado el respeto de muchas personas y seguramente formará un equipo muy sólido.

Algunas personas dudan de la habilidad política de Gil Díaz, dado que en el pasado se ha ganado enemigos por falta de tacto.  Es conocida su falta de paciencia con personas que él considera menos inteligentes, lo que le podría llevar a tener problemas al dialogar con los legisladores.  Sin embargo, esperemos que su misma inteligencia lo lleve a comprender la importancia de la negociación y búsqueda de consensos.


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martes, 21 de noviembre de 2000

Ernesto Zedillo

 

Pulso Económico


Ernesto Zedillo


Por: Jonathan Heath®


Quedan menos de dos semanas para que termine el mandato de Ernesto Zedillo Ponce de León.  Aunque la mayoría empezó bien y llegó a registrar niveles aceptables de popularidad en el transcurso de su sexenio, los presidentes de los cinco sexenios anteriores no pudieron concluir felizmente y entregar a su sucesor un país ordenado y en buenas condiciones.  ¿Cómo califica Ernesto Zedillo?

Terminamos este sexenio en las mejores condiciones macroeconómicas vistas en mucho tiempo.  La economía está creciendo a una tasa superior al 7 por ciento, la inflación es de un dígito, el déficit de la cuenta corriente está en un nivel aceptable, no existen problemas de financiamiento externo y el déficit público es bajo.  Existe suficiente estabilidad para garantizar una transición política ordenada.  Todo parece indicar que en esta ocasión podemos romper con la maldición de las crisis sexenales.

Lo anterior se ha reiterado hasta el cansancio.  Sin embargo, no es trivial.  Aunque habría que admitir que la suerte nos ha acompañado (la expansión económica de Estados Unidos y los precios elevados del petróleo), la situación actual es resultado de un esfuerzo extraordinario del Presidente actual por no caer de nuevo en una crisis, que ya parecía una burla constante al pueblo mexicano.  Sin lugar a dudas, entregar una economía sana al próximo Presidente y evitar una crisis sexenal, es un acierto de primera importancia.

Esto no significa que todo está bien.  Todavía existe un sinnúmero de problemas por resolver, como la creciente marginación y pobreza de una proporción cada vez mayor de la población, la distribución tan inequitativa del ingreso, la incapacidad de la economía para generar suficientes empleos dignos, la corrupción e impunidad generalizadas en todos los estratos de la sociedad y la profunda inseguridad que padecen las familias.  Tenemos la herencia de la enorme deuda del rescate bancario, un sistema bancario básicamente inoperante, un rezago en la inversión eléctrica y muchas reformas inconclusas.

Sin embargo, la mayoría de estos problemas no se pueden solucionar en un sexenio sino a través de un horizonte de largo plazo.  Aunque es indiscutible de papel de liderazgo que juega el Presidente, también habría que admitir que no son problemas cuya solución depende de una sola persona.  En nuestra democracia incipiente la culpa de los rezagos es ahora compartida.  Los diputados, senadores y partidos políticos han bloqueado el avance en muchas instancias.  Poco a poco dejamos atrás el presidencialismo y necesitamos reforzar nuestras instituciones.

Uno de los mejores ejemplos lo podemos ver en la reforma fiscal, que tanto se ha hablado y que nunca se pudo concretar.  No se llevó a cabo en la primera mitad del sexenio, ya que la prioridad era la recuperación económica de la crisis de 1995.  Cuando finalmente llegó la oportunidad, el Presidente perdió el respaldo de un Congreso mayoritario y fracasó en lograr los consensos mínimos.  Sin embargo, lo que se veía como falta de liderazgo, fue más bien la dificultad para adaptarse rápidamente a un sistema político cambiante.

Sin lugar a dudas, a partir de 1997 estamos ante un proceso de aprendizaje.  Aunque las viejas reglas han dejado de operar, todavía no tenemos bien definidas cuáles serán las nuevas.  Cada partido político pasa por una etapa de reestructuración.  Los legisladores empiezan a entender qué significa su independencia.  El Poder Judicial empieza a despertar.  Aunque parece que el Presidente dejó pasar muchas oportunidades y no resolvió algunos problemas urgentes, es porque el Poder Ejecutivo es parte integral de esta transformación.  Al final de cuentas, tuvimos un Presidente que puso el país delante de su partido, que entendió que no podía detener la transición hacia la democracia y la modernidad de nuestras instituciones políticas.  No resultó un político brillante, pero tampoco se quedó a la deriva.  Igual en este terreno, debemos reconocer en el balance más factores positivos que negativos.

Sin embargo, esto no significa que ignoremos los puntos negativos.  El deterioro de la UNAM, la propagación de la cultura del no pago, la situación en Chiapas, el fracaso del Renave, la impunidad con los coches chocolate y la inseguridad que padecemos en las calles, son apenas algunas muestras de los puntos negativos del sexenio.  Pero no podemos simplemente culpar al Presidente, sin situarnos en medio de la transición política que vivimos.  Como Presidente, Ernesto Zedillo ha sido sumamente fiel a sus propias convicciones.  Algunos le podrán criticar por sus pensamientos neoliberales o por algunas posturas específicas.  Sin embargo, estas son diferencias ideológicas que todos tenemos y debemos expresar en una sociedad cada vez más democrática.

Las cualidades más sobresalientes de Ernesto Zedillo son su honestidad y su compasión humanista.  Por ejemplo, el año pasado tuvo una reacción rápida y bien enfocada ante las inundaciones en el sur del país.  Ha tratado de combatir la pobreza con su programa Progresa, a pesar de que carece del apoyo amplio de muchos sectores de la sociedad.  Podemos diferir en la recomendación específica, pero tendríamos que admitir que le ha dado su importancia.  Sus cualidades menos deseadas han sido su temperamento y poca paciencia ante los medios, al igual que su poca pasión por la política a pesar de ser el Presidente.

Sin embargo, mucho más importante que nuestra opinión, que la de los analistas políticos, de los académicos o de los partidos políticos, es la del pueblo en general.  Las encuestas de opinión, como la que realiza Reforma cada trimestre, no solamente le dan buenas calificaciones, sino que su popularidad ha ido en aumento.  Todo indica que será de los pocos Presidentes que al terminar su sexenio podrá caminar tranquilamente por las calles.

No obstante, tenemos que esperar todavía un poco más antes de validar por completo esta opinión.  No solamente es cuestión de estas últimas dos semanas, sino también los primeros meses del siguiente gobierno.  Seguramente saldrán algunos trapos sucios y tendremos que averiguar de quién son.


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jueves, 16 de noviembre de 2000

75 Años del Banco de México

 

Pulso Económico


75 Años del Banco de México


Por: Jonathan Heath®


El Banco de México está de gala al celebrar sus 75 años de existencia.  Para celebrar el acontecimiento organizó un seminario sobre la experiencia internacional de estabilización y política monetaria, con la participación de Gobernadores de Banca Central y académicos de prestigio.  Aunque la prensa resaltó el discurso de apertura de Alan Greenspan, lo más interesante fueron las conclusiones y recomendaciones que dejaron los demás sobre la mesa.

En el magno evento participaron autoridades monetarias de Estados Unidos, la Comunidad Europea, Inglaterra, Canadá, España, Chile, Australia, Brasil, Alemania e Israel, además de funcionarios del FMI, del Banco de Pagos Internacionales y académicos que se han especializado en temas monetarios de países emergentes.  Entre el público asistente había empresarios y banqueros de primer nivel, así como funcionarios jubilados del propio banco.  Vaya forma de celebrar en grande su fundación en 1925, bajo la presidencia de Plutarco Elías Calles.

En las siete sesiones de trabajo se discutieron temas relevantes de política monetaria y del papel de la banca central.  Sin embargo, el tema que predominó fue el régimen de “Metas de Inflación”, el nuevo marco de política monetaria que se ha puesto de moda desde principios de la década de los noventa.  Al respecto hubo una conclusión unánime: lo que más conviene a los países emergentes es un esquema de metas de inflación bajo un régimen cambiario de flotación.

Los esquemas de tipos de cambio “super-fijos” quedaron prácticamente en el olvido.  Casi nadie se atrevió a hablar de los consejos monetarios, que se pusieron tan de moda a raíz de las primeras experiencias de Argentina.  Únicamente Sebastián Edwards (el prestigiado economista en jefe del Banco Mundial y ahora profesor en la Universidad de California) se atrevió a hablar de los mitos y realidades de la dolarización y las reglas de convertibilidad.  Dijo que la realidad es que son esquemas muy difíciles de mantener y el mito es que resuelven muchos problemas.

El régimen de metas de inflación, conocido en inglés como inflation targeting, empezó en Nueva Zelanda en 1990 y en poco tiempo se extendió a siete países más.  Es un esquema de política monetaria que utiliza metas de inflación como ancla nominal, es decir, se pone el cumplimiento de la meta por encima de todo.  El Banco Central se compromete a utilizar todos los instrumentos a su alcance para asegurar que la inflación llegue a la meta en el año.

En este esquema la credibilidad y transparencia juegan papeles primordiales.  El Banco debe informar al público no solamente de su intención, sino además de cómo lo va a lograr, cuáles son los principales obstáculos y qué riesgos existen.  En la medida en que las autoridades monetarias cumplen sus metas año tras año, aumenta la credibilidad y las expectativas de inflación convergen hacia las metas anunciadas.

En una sesión entera se repasaron las experiencias de los países que adoptaron este esquema.  Al platicar la transición al régimen de metas de inflación, todos contaron experiencias y resultados positivos y hoy disfrutan de niveles de inflación entre 1 y 3 por ciento al año.  Sin embargo, la satisfacción no solamente se deriva de los buenos resultados, sino además de la aceptación del público en general, dado que la política incluye transparencia y rendición de cuentas.

Posteriormente, participó el Profesor Federic Mishkin de la Universidad de Columbia, uno de los académicos más reconocidos por sus investigaciones sobre metas de inflación.  A través de un estudio exhaustivo de los países que han implantado metas de inflación, derivó dieciséis lecciones de sus experiencias.  Sin listarlas todas, llega a la conclusión de que el esquema ha sido sumamente exitoso en controlar la inflación, funciona como promotor de crecimiento y ayuda a debilitar los efectos nocivos de shocks.  Sin embargo, no necesariamente reduce el costo de abatir la inflación y no se recomienda para reducir inflaciones elevadas.  Una de las recomendaciones de Mishkin es que si un país tiene una inflación inicialmente elevada, el esquema de metas se debe adoptar en forma gradual.

Esta es la ruta que escogió el Banco de México.  En los tres años después de la devaluación de diciembre de 1994, se utilizó una política monetaria ortodoxa.  A partir de 1998, el Banco Central inició su transición gradual hacia un esquema de metas de inflación.  Hoy es poco lo que se necesita hacer para terminar la etapa de transición.  Ya tenemos metas multi-anuales, reportes trimestrales y un compromiso firme del Banco en cumplir sus metas.  A partir del año pasado se abandonó la utilización de la base monetaria como instrumento principal para controlar la inflación.  Solo falta el anuncio formal.


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martes, 14 de noviembre de 2000

El Bienestar de la Población

 

Pulso Económico


El Bienestar de la Población


Por: Jonathan Heath


El duodécimo Censo General de Población y Vivienda revela que a pesar de las crisis económicas, existen mejorías importantes que se han dado en la última década.  Aunque se han observado retrocesos en el nivel de ingresos de la población más necesitada, se han registrado avances en la dotación de servicios básicos.

La semana pasada comentábamos que existen diferentes formas de medir la pobreza en el país.  Se puede calcular a través de distintos indicadores de ingreso o bien, de satisfactores básicos como educación, acceso a los servicios de salud, agua potable y drenaje.  Mientras que queda claro que los segmentos más pobres de la población han sufrido retrocesos abismales vistos a través de su poder adquisitivo, han mejorado el nivel educativo, la asistencia escolar, la cobertura de los servicios de salud y las condiciones generales de la vivienda.

Del total de niños de 6 a 14 años, 92.1 por ciento asiste ahora a la escuela, a diferencia de 85.8 por ciento en 1990.  Pero lo que resalta es el avance significativo en los Estados más rezagados.  Por ejemplo, Chiapas logró incrementar la asistencia en 13 puntos porcentuales, mientras que Guerrero y Oaxaca en 9.  La brecha entre la entidad con mayor cobertura de asistencia escolar y la más rezagada, que se podría considerar como una medida de distribución de oportunidades (a diferencia de ingreso), se redujo a casi la mitad de la de hace diez años.  Este es un avance fundamental, ya que la única forma de mejorar la distribución del ingreso es a través de una mayor educación en las clases más pobres.

Al preguntar la razón de por qué no asistían a la escuela, las cifras muestran que la carencia o lejanía de la escuela constituye cada vez menos un obstáculo.  La gran mayoría, 89.9 por ciento, asistieron en algún momento y después desertaron.  Las principales razones por las cuales abandonaron la escuela son las personales y las económicas, mientras que la ausencia o lejanía de la escuela únicamente representa 4.4 por ciento.  Esto significa que el gobierno ha avanzado significativamente en la construcción de escuelas, mientras que aún hay dificultades económicas para que no tengan que desertar.  En este sentido, programas como Progresa que otorgan un subsidio a las familias que mantengan a sus hijos en la escuela, pueden ser la solución.

El Censo también señala un aumento en el promedio de años de estudio de la población de 15 años y más.  En 1970 el promedio era 3.4 años, apenas la mitad de la primaria; para 1990 aumentó a 6.6 y ahora se encuentra en 7.6 años.  Obviamente el hecho de que la población en general tenga un año más de estudios es en sí una buena noticia.  Sin embargo, lo es aún más porque la mejoría se debe a que el porcentaje de la población con rezago educativo (sin instrucción alguna, con primaria o secundaria incompletas), disminuyó significativamente.  De nuevo sobresale el hecho de que Guerrero, Oaxaca y Chiapas tuvieron incrementos por arriba de la media.  El lado oscuro de la mejoría es que todavía presentamos un rezago impresionante con los años de estudio de países similares como Chile (11.8) y Brasil (11.1), mientras que Canadá (17.5) y Estados Unidos (16.3) muestran una diferencia abismal.

Entre los servicios más importantes que se deben otorgar a la población está el acceso al servicio médico.  El INEGI señala que en 1983 el derecho a recibir los servicios de salud fue elevado a rango constitucional, a partir del cual se planteó como objetivo la ampliación de la cobertura de servicios médicos a toda la población.  Según el Censo, en la actualidad 96.4 por ciento de la población residente hace uso de los servicios existentes, ya sean públicos o privados.

La vivienda es un componente fundamental del bienestar de la población, dado que proporciona seguridad, protección contra el medio ambiente y un lugar propio para el resguardo de los bienes de cada persona.  Al respecto, el Censo señala mejorías sustanciales en los materiales predominantes de los pisos y techos.  Por ejemplo, mientras que en 1990 19.6 por ciento de las viviendas tenían pisos de tierra, en 2000 se redujo a 13.4 por ciento.  De nuevo, entre los Estados que presentan los mayores avances se encuentran Oaxaca, Chiapas y Guerrero.

También se han registrado avances en el acceso a los servicios de electricidad, agua entubada y drenaje.  En 1990, el 87.5 por ciento de las viviendas tenían electricidad, mientras que diez años después aumentó a 94.6 por ciento.  En el mismo periodo, el acceso al agua entubada mejoró de 79.4 a 88.5 por ciento.  El porcentaje de viviendas con drenaje se incrementó de 63.6 a 77.6 por ciento.  De nuevo, resalta el hecho de que los Estados que representan mayor avance son precisamente los más rezagados.

La pobreza y la inequidad socioeconómica son los dos problemas más graves de nuestro país.  Las crisis recurrentes han golpeado más a los que menos tienen, especialmente a través de una merma continua en su poder adquisitivo.  Cuando se presenta la inestabilidad macroeconómica, las fuerzas del mercado son particularmente crueles con el segmento de la población que menos puede defenderse.  La evidencia de que se da mayor generación de empleos y aumento en los salarios reales entre más baja sea la inflación es abrumadora.  Por lo mismo, se ha subrayado la necesidad de terminar de una vez por todas con la inflación, la volatilidad del tipo de cambio y demás elementos de inestabilidad en la economía.

Sin embargo, la lección más importante de todas es el papel que juega el gobierno en proveer las necesidades básicas a la población más necesitada.  Sin lugar a dudas, el mercado no puede resolver estas carencias y por lo mismo, necesitamos cada vez más mayor y mejor gasto público destinado al combate a la pobreza.  A pesar de los retrocesos que han presentado las crisis recurrentes y la merma en el poder adquisitivo de la población más rezagada, han existido avances fundamentales en el acceso a la salud y seguridad social, en una mejor calidad de vivienda, en el perfil educativo y en el suministro de necesidades básicas como agua entubada, drenaje y electricidad.  Esto hubiera sido imposible sin la intervención del Estado y la aplicación de programas enfocados al combate a la pobreza.


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jueves, 9 de noviembre de 2000

Las Buenas Nuevas del Censo

 

Pulso Económico


Las Buenas Nuevas del Censo


Por: Jonathan Heath


El duodécimo Censo General de Población y Vivienda se levantó entre el 7 y el 18 de febrero de este año.  En tan sólo 15 semanas se dieron a conocer los resultados preliminares, lo que constituyó un record mundial por la rapidez.  El Censo reveló que somos 97.4 millones de mexicanos.  Se aprovechó el Censo para llevar a cabo una gran encuesta a través de un cuestionario ampliado, cuyos resultados se dieron a conocer el martes pasado.

El cuestionario ampliado se aplicó en 2 millones 237 mil viviendas, de un total de 21.9 millones, a través de un procedimiento mixto que combina la técnica censal con una encuesta por muestreo.  Por lo mismo, los resultados no tienen la exactitud de un censo que incluiría a toda la población y se deben manejar con un pequeño margen de error.  Sin embargo, se aprovecharon muy bien los esfuerzos del Censo General para incluir más preguntas y obtener resultados valiosos para el análisis demográfico de nuestro país.

El primer dato sorprendente que surge del Censo es que disminuyó la tasa de crecimiento anual de la población de 2.3 a 1.6 por ciento en la segunda mitad de la década de los noventa.  Es un logro muy importante, ya que resulta cada vez más difícil resolver los problemas de pobreza y suplir las carencias que existen en el país.  Si consideramos que el mayor crecimiento de la población ocurre en los estratos de menores ingresos, en las familias con menos años de educación y en las regiones más atrasadas del país, este hecho resulta fundamental en la lucha por abatir la pobreza.

De aquí se desprende que aunque la población sigue siendo predominantemente joven, hemos madurado en los últimos diez años.  La edad mediana pasó de 19 a 22 años y existe una proporción mayor de personas en edad de trabajar.  También existe una proporción mayor de personas en edad avanzada, lo cual significa que ha aumentado la carga de pensionados y jubilados.  Esto confirma que la reforma al seguro social y la introducción del nuevo sistema de pensiones fue una acción atinada, ya que la tendencia al envejecimiento de la sociedad significa que esta carga será cada vez mayor.

Uno de los temas examinados a través de la muestra censal es el de la migración.  En la actualidad, el 18.5 por ciento de los mexicanos residen en una entidad federativa distinta a la que nacieron, lo cual resulta sustancialmente inferior al observado en Estados Unidos, donde es el 31.9 por ciento.  Sin embargo, al preguntar las causas que los llevaron a cambiar de residencia, 75 por ciento de los migrantes lo hicieron para casarse, unirse con su pareja o parientes, por estudios, salud u otras razones ajenas a la búsqueda de un nuevo trabajo.  Esto significa que apenas 4.6 por ciento de la población ha cambiado de domicilio (fuera de su Estado) para buscar trabajo.

Esto pone de relieve que mientras existe una de las tasas de desempleo más elevadas en Tlaxcala y una escasez de mano de obra en Nuevo Laredo, la población no migra de un lugar a otro en búsqueda de trabajo.  Si estuviéramos menos arraigados a nuestro lugar de nacimiento, no existirían tantos desequilibrios regionales en el mercado laboral.  A pesar de vivir en condiciones paupérrimas, la gente prefiere quedarse en su lugar de origen a salir a otras regiones donde existen mayores oportunidades.

Hay diferentes formas de medir la pobreza en el país, ya sea a través del ingreso o de ciertos satisfactores básicos como educación, acceso a los servicios de salud, agua potable y drenaje.  No cabe duda que la pobreza ha aumentado si la medimos a través del ingreso.  El salario mínimo tiene apenas una cuarta parte del poder adquisitivo de hace veinte años.  El ingreso real per capita es casi igual al que existía hace veinte años, lo cual significa que mientras 40 por ciento de la población más acomodada ha mejorado, el resto se ha sumergido todavía más en la pobreza.

Sin embargo, si medimos la pobreza a través del acceso a los servicios básicos, encontramos otra historia.  La comparación de muchos de los datos del Censo con el de hace diez años muestra una mejoría en muchísimos aspectos.  No solamente han mejorado el alfabetismo, la asistencia escolar y el nivel educativo del país, sino que los avances más notables se han dado en los Estados de mayor atraso.  Las estadísticas muestran un avance notable en la utilización de los servicios de salud, al igual que en la calidad de las viviendas en términos de los pisos y techos.  Ha incrementado el suministro de energía eléctrica, agua potable y drenaje.

Sin dudas, los resultados del Censo General no solamente son interesantes, sino de suma utilidad para entender más a fondo a nuestro país.  En síntesis, representa una radiografía impresionante del México actual.


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martes, 7 de noviembre de 2000

Resarcir el Poder Adquisitivo

 

Pulso Económico


Resarcir el Poder Adquisitivo


Por: Jonathan Heath


En el transcurso de los últimos veinte años, el mercado laboral ha favorecido a la empresa, que se daba el lujo de escoger a su planta laboral y pagarle lo que deseaba.  Ahora por primera vez en mucho tiempo, el mercado empieza a favorecer al trabajador.  Esto significa que, aunado a los cambios políticos, los sindicatos van a tomar mucha mayor fuerza.

Hasta hace poco el empresario dictaba las condiciones al trabajador.  Decía: si quieres trabajar conmigo estas son mis condiciones.  Sin embargo, empezamos a observar un cambio importante y ahora es el trabajador el que dice: si quieres que yo trabaje para ti, estas son mis condiciones.  Obviamente no es una condición generalizada, sino que difiere mucho por región, sector y tipo de trabajo.  Pero de que los tiempos están cambiando, no hay duda.

El estado actual del mercado laboral se puede comprender a través de una sucesión de etapas, relacionadas entre sí.  Primeramente tuvimos un periodo de estancamiento económico que abarcó prácticamente toda la década de los ochenta.  Sin crecimiento económico es casi imposible generar empleo y por lo mismo, el desempleo se agudizó y la calidad de los empleos se deterioró en forma impresionante.  Aunque la caída en el poder adquisitivo de los salarios en la década de los noventa fue sustancial, fue todavía mayor la pérdida en los ochenta.  Durante esta etapa perduró la política implícita del gobierno de sacrificar el salario para minimizar la pérdida del empleo.

La segunda etapa comenzó hacia finales de los ochenta, cuando el gobierno decidió desmantelar las barreras al comercio.  Las empresas tuvieron que realizar un esfuerzo extraordinario para incrementar su competitividad con relación al exterior a través de una mayor eficiencia y productividad.  Esto significó producir lo mismo o más con menos empleados, por lo que tampoco hubo una gran generación de empleos.  No obstante, el salario manufacturero real mostró una recuperación en esta etapa, ya que aumentó como consecuencia del incremento notable en la productividad laboral.

Para fines de 1994, justamente antes de la crisis devaluatoria, las condiciones de empleo eran verdaderamente críticas.  La población había crecido a razón de 2.5 por ciento anual, mientras que la población económicamente activa aumentó 3.5 por ciento por año en los últimos quince años.  En vía de mientras, la actividad económica avanzó 1.9 por ciento promedio anual, lo cual significó que el ingreso real por habitante en 1994 era menor que el de 1981.

Ante este panorama llegó la tercera etapa, que consistió en el rápido deterioro de las oportunidades de empleo a raíz de la devaluación de diciembre de 1994 y la recesión de 1995.  La tasa de desempleo abierto llegó a su pico histórico, mientras que el salario real se desplomó a niveles de mediados de 1983.  De nuevo, para minimizar la pérdida de empleos, la variable de ajuste fue el salario real.  Para noviembre de 1995, el poder adquisitivo del salario mínimo real representaba apenas 25 por ciento de lo que fue en enero de 1982, es decir una caída de 75 por ciento.

Se ha criticado ampliamente la caída en los salarios reales en el transcurso de los últimos 20 años.  Sin embargo, fue una medida necesaria para evitar un desempleo masivo, que sin lugar a dudas hubiera resultado peor.  El resultado ha sido un deterioro consistente de la calidad del empleo, que cada vez significa menos para el bienestar de la población.

A partir de mediados de 1996 empieza una cuarta etapa, que ha consistido en una recuperación rápida y crecimiento continuo de empleos.  Mientras que los analistas discutían los parámetros necesarios para una generación continua de empleo y los candidatos presidenciales prometían cuotas anuales de nuevos empleos, el mercado laboral experimentó una transformación fundamental.  Cinco años de crecimiento a un promedio de cinco por ciento anual generó una cantidad de empleos sin precedente.  Los registros del Seguro Social señalan más de 3.5 millones de empleos nuevos, mientras que los indicadores del INEGI confirman un crecimiento sostenido.

Finalmente hemos llegado al año 2000 en el cual virtualmente todos los mexicanos tienen algún tipo de empleo.  No obstante, habría que subrayar que mientras todos tienen empleo, no es el tipo de empleo que nos gustaría que todos tuvieran.  De ser un problema meramente cuantitativo, se ha convertido en un problema más difícil de resolver, de naturaleza cualitativa.  Anteriormente el problema se localizaba en una falta de demanda laboral y un exceso de oferta.  Ahora los papeles se han invertido: mientras que ya existe la demanda que reclamábamos, nos encontramos ante una oferta insuficiente.

Parece paradójico que falte mano de obra en un país que se ha caracterizado por un crecimiento demográfico acelerado.  Más bien lo que tenemos es una dicotomía: una abundancia de mano de obra no calificada que difícilmente se puede emplear productivamente, junto a una escasez de mano de obra calificada, que no se ve cómo podrá crecer a la tasa requerida para satisfacer la demanda en los siguientes años.  Existe una gran cantidad de personas que viven con un salario de subsistencia, ya que su productividad es sumamente baja.  Pero, la inmensa mayoría son personas que no pueden funcionar en un trabajo que demanda un mínimo de capacidad, ya que apenas saben leer y escribir.  El problema se puede solucionar mediante mayor capacitación en el mediano y largo plazos; sin embargo, el problema es de corto plazo.

Las implicaciones de esta situación son que ahora el trabajador (calificado y semi-calificado) estará más en control de su propio destino; podrá dictar los términos de su contratación y prestaciones.  Los sindicatos tendrán mucho más poder de negociación, ya que las empresas no se enfrentarán a la abundancia laboral como antes.  Los próximos años deberán ser de un crecimiento salarial real muy pronunciado.  Es posible que se acelere el periodo de resarcimiento del poder adquisitivo, a tal grado que se recuperen los niveles observados en 1994 antes de lo originalmente estimado.  Desgraciadamente, esta alza será producto de otro desequilibrio y no de una política económica dirigida a corregir una injusticia social.


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jueves, 2 de noviembre de 2000

La Autonomía del Banco de México

 

Pulso Económico


La Autonomía del Banco de México


Por: Jonathan Heath®


El Presidente de la Comisión de Presupuesto y Cuenta Pública de la Cámara de Diputados, Luis Pazos, criticó severamente al Banco de México por manejar la política monetaria con fines electorales.  Ahora quiere presentar una iniciativa de ley para acotar su autonomía, a la vez que pide la renuncia de la Junta de Gobierno.

Resulta verdaderamente inverosímil que el abogado panista Luis Pazos acuse al Banco de México de manipular la política monetaria con fines electorales en el transcurso de este año.  No solamente ha sostenido un sesgo restrictivo en el transcurso de los últimos tres años, sino que además lo intensificó en tres ocasiones en la primera mitad de este año.  Una de esas veces fue justamente una semana antes de las elecciones.  Ha cumplido cabalmente los límites establecidos en torno a la expansión de su crédito interno neto y empezó a publicar un nuevo informe trimestral sobre la inflación, que explica en detalle todas sus acciones, políticas y esfuerzos por lograr la estabilidad de precios.

Para abril de este año logró reducir la inflación por debajo de 10 por ciento, la meta que se proponía cumplir hasta fin de año.  Aunque la inflación sigue en una trayectoria claramente a la baja, las autoridades monetarias han advertido que todavía existen riesgos y que mantendrán su sesgo restrictivo hasta lograr la meta de mediano plazo de tener una inflación igual a nuestros socios comerciales.

La autonomía legal del Banco de México nació en abril de 1994, en medio de una gran controversia por la expansión del crédito interno neto, que se interpretó como una clara manipulación de la política monetaria con fines electorales.  Existe poca duda de que la conducta del Banco Central en sus primeros ocho meses de independencia legal dejó mucho que desear.  En este sentido, habría que distinguir entre lo que es la autonomía legal y una independencia verdaderamente real, es decir, que se da en los hechos.  Sería la diferencia entre la teoría y la práctica.  Desgraciadamente, el marco legal en nuestro país significa muy poco, ya que la impunidad y el manipuleo jurídico han mostrado poder más que el respeto pleno a la ley.

Aunque las bases legales se establecieron antes, la autonomía real del Banco Central empezó en 1995 con el cambio del sexenio.  Poco a poco los funcionarios comenzaron a asimilar lo que significaba trabajar fuera de la sombra de la secretaría de Hacienda.  Por primera vez, empezamos a escuchar opiniones diferentes entre ambas instituciones.  Por ejemplo, mientras que el Banco argumentaba que el régimen de flotación era el más conveniente, la Secretaría de Hacienda plasmaba otras intenciones en el Plan Nacional de Desarrollo.

No obstante, la consolidación de la autonomía empezó hasta que Miguel Mancera terminó su gestión al frente de la Junta de Gobierno al final de 1997.  Irónicamente, la llegada de Guillermo Ortiz se interpretó como un retroceso en la autonomía, dado que provenía de la Secretaría de Hacienda y coincidía plenamente con el pensamiento económico del Presidente Zedillo.  Sin embargo, con caras frescas al frente tanto del Banco como de Hacienda, se inició una nueva relación entre ambas instituciones.  Después de la turbulencia de 1998 como consecuencia de las crisis de Rusia y Brasil, a partir de 1999 el Banco ha logrado incrementar su credibilidad y ha cumplido sus metas.

Después de mucho esfuerzo y contratiempos, el Banco de México está logrando ser precisamente lo que queremos: una verdadera institución autónoma, preocupada principalmente por abatir la inflación como un medio importante para crear las condiciones propicias de un mayor crecimiento económico y generación de empleos, con mayor equidad y sin un deterioro continuo en el poder adquisitivo de la población.

La Junta de Gobierno actual representa una excelente combinación de talento que ha mostrado con sus buenos resultados que está funcionando.  La última incorporación de Everardo Elizondo fue cuestionada por inclinar el balance más hacia miembros externos, ya que anteriormente únicamente había un solo externo (de cinco) en la Junta.  Sin embargo, ha resultado todavía mejor tener una opinión fresca e inteligente fuera del rigidez institucional del Banco.

Por todas estas razones, extraña la opinión del abogado Luis Pazos, cuando pide la renuncia de la Junta de Gobierno.  No solamente debe permanecer, sino que el candidato ideal para reemplazar a Everardo Elizondo a fines de diciembre cuando termina su periodo, es Everardo Elizondo.

La relación entre la Junta y el que entrará a la Secretaría de Hacienda en diciembre no es tema de preocupación.  Vicente Fox ha tomado como suya la meta de reducir la inflación a menos de 3 por ciento para 2003 y ya entendió el papel que juega la austeridad fiscal en la persecución de sus metas.  Todo pinta muy bien como para echarlo a perder haciéndole caso al diputado panista.


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La Marcha de la Economía

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