martes, 28 de noviembre de 2000

José Angel Gurría Treviño

 

Pulso Económico


José Angel Gurría Treviño


Por: Jonathan Heath®


La trayectoria profesional del Secretario de Hacienda y Crédito Público ha sido siempre en el sector público.  De los últimos 23 años, 20 han sido en la propia Secretaría y 17 específicamente en el ámbito de financiamiento externo.  Por lo mismo, será su orgullo terminar el sexenio y posiblemente su carrera pública con las mejores cifras de deuda externa de las últimas tres décadas.

José Angel Gurría mostró su interés en el tema de la deuda externa desde su tesis de licenciatura hace casi 30 años.  Al concluir sus estudios de posgrado en las Universidades de Leeds, Harvard y Southern California, se incorporó a la Secretaría de Hacienda como Subdirector de Deuda Pública.  Sin brincar algún escalón, ocupó la Dirección de Financiamiento Externo, la Dirección General de Crédito Público y la Subsecretaría de Asuntos Financieros Internacionales, hasta que en 1995 fue nombrado Secretario de Relaciones Exteriores.  Llegó a ocupar este puesto precisamente por su larga experiencia en relaciones internacionales, aunque siempre en la negociación de la deuda pública mexicana.

Una de las razones de regresarlo a la Secretaría de Hacienda en 1998, ya como titular, fue precisamente su habilidad como negociador.  Como la reforma fiscal era una de las prioridades, se pensó que sería la persona adecuada para pactar un acuerdo con el Congreso de la Unión, que a partir de entonces inició su vida como ente autónomo del Poder Ejecutivo.  Sin embargo, su llegada coincidió con la controversial iniciativa de convertir la deuda contingente de Fobaproa en deuda pública formal y se enfrascó en una batalla política compleja que estableció una relación difícil con los legisladores.  Se dio cuenta que enfrentar a los diputados era mucho más difícil que negociar con los banqueros del mundo los términos de la deuda pública externa, superior a 80 mil millones de dólares.

El resultado fue que no pudo ni siquiera presentar una propuesta de reforma para el sistema tributario y lo dejó como una de los pendientes más apremiantes para el nuevo gobierno de Fox.  Ahora la tarea quedará en las manos de uno de los mejores economistas del país, con una fama intachable de rectitud y experto en materia de finanzas públicas, pero con menos experiencia en el difícil arte de la negociación.

Ante el fracaso de la reforma fiscal, Gurría decidió dedicarse a lo que más sabía: manejar la deuda externa.  Sus primeros años en la Secretaría de Hacienda coincidieron con el boom petrolero y se dedicó a viajar por todo el mundo contratando deuda a lo loco.  Después, cuando México inició la crisis financiera internacional en 1982, estuvo involucrado en todas las renegociaciones de la deuda externa mexicana.  Su larga trayectoria y experiencia le enseñaron que la carga excesiva de la deuda externa era uno de los cuellos de botella más importantes para el crecimiento económico y un verdadero punto vulnerable para la estabilidad.

Aunque el esfuerzo se inició con Guillermo Ortiz al frente de la Secretaría, Gurría continuó la tarea de reestructurar la deuda externa, para extender el perfil de amortización y reducir los pagos de interés al exterior.  De ser un país “severamente endeudado” en la década de los ochenta, México pasó a ser un país “menos endeudado” bajo la clasificación del Banco Mundial, en el transcurso de este sexenio.  Después de ser el deudor más importante del FMI al principio de 1995, terminamos este sexenio sin deberle un solo centavo.

La Secretaría de Hacienda no se ha quedado silenciosa ante este logro.  En desplegados pagados en los principales periódicos del país, está cacareando el hecho de que la deuda externa como proporción del PIB se encuentra en el nivel más bajo en casi 30 años y como porcentaje de las exportaciones, es la más baja de la historia moderna.  La deuda pública externa de corto plazo es casi ocho veces menor a los vencimientos en moneda extranjera que tuvieron que ser refinanciados durante 1995.

Esta noticia no es trivial.  Nuestra historia ha sido una de problemas continuos en materia de deuda externa desde la fundación de la República Mexicana hace 177 años.  Nuestras posibilidades de crecimiento están íntimamente ligadas a la carga de la deuda externa.  Todas nuestras crisis han estallado como resultado de los desequilibrios presentados en la balanza de pagos al exterior.  Cuando se nos ha negado el acceso al financiamiento del exterior, hemos dejado de crecer.  El único periodo de crecimiento económico extendido (40 años), coincidió con el único periodo en que no teníamos una carga de deuda externa.  El hecho de que iniciamos el próximo sexenio con una carga menor de deuda externa y un buen perfil de vencimientos a través del tiempo, augura buenos tiempos.

No cabe duda de que la situación de las variables macroeconómicas que entregará José Angel Gurría a su sucesor, Francisco Gil Díaz, es la mejor de los últimos cinco sexenios.  Aunque queda mucho por hacer, han mejorado la transparencia y el buen manejo de las finanzas públicas.  A pesar de la tragedia de la deuda interna heredada de la crisis bancaria, su plazo promedio de vigencia se ha ampliado significativamente.  La empresa calificadora Moody’s ha reconocido estos esfuerzos a través del “grado de inversión” que otorgó a México a principios de año.  Todo esto significa que Gil Díaz podrá iniciar su tarea de emprender una reforma tributaria a fondo sin preocuparse demasiado por la fragilidad económica del país.

Gurría no ha sido un Secretario sin controversias.  Aunque legalmente defendible, es moralmente reprochable el hecho de que cobre una pensión de Nafin después de un breve periodo de trabajo en esa institución.  Deja sin tocar la putrefacción de las aduanas, mientras que el SAT es posiblemente una de las instituciones más corruptas del gobierno.  No pudo lograr el consenso mínimo para entablar la reforma tributaria y deja las finanzas públicas altamente dependientes de los vaivenes del mercado petrolero.

A pesar de lo anterior, el desempeño de Gurría frente a la Secretaría de Hacienda no es mala.  Habría que reconocer que es una de las dependencias públicas más complejas y difíciles de manejar.  El jueves entrante termina una carrera destacada de 20 años en él, por lo que habría que felicitarlo.


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