Pulso Económico
Los Sueldos de los Funcionarios
Por: Jonathan Heath®
A raíz del último escándalo sobre el cobro de pensiones millonarias, hemos podido observar una gran diversidad de opiniones. Hay quienes justifican las percepciones de nuestros funcionarios públicos con base en su responsabilidad, estrés y horas trabajadas. ¿Será?
Como parte del esfuerzo por mejorar la transparencia en el manejo del gasto público, la Secretaría de Hacienda publica en el Decreto de Presupuesto de Egresos las percepciones totales de los mandos medios y superiores del Gobierno Federal. De esta manera, se supone que podemos conocer la percepción total máxima posible desde Jefe de Departamento hasta el propio Presidente de la República. No cabe duda de que es un avance importante en el manejo de la información.
El gobierno ha buscado modernizar el manejo de los servicios personales y sentar las bases para la eventual instauración de un servicio civil de carrera. En este sentido, se han realizado cambios importantes en la composición y en las reglas de las remuneraciones. Hace unos cuantos años, los funcionarios recibían sus sueldos a través de 40 por ciento de salario base y 60 por ciento de estímulos, es decir, bonos discrecionales. Ahora, este porcentaje se ha modificado para que el salario represente 80 por ciento y los bonos el 20 por ciento restante. Se ha introducido un sistema de evaluación laboral basado en responsabilidades y niveles de riesgo. En síntesis, el gobierno presume de una mayor eficiencia y transparencia en el manejo de su nómina, con menos arbitrariedad y discrecionalidad.
Sin embargo, a pesar de los avances, todavía existen lagunas y áreas grises. En las últimas semanas nos ha quedado claro que no es cierto que la tabla que se muestra en el presupuesto representa la percepción total máxima. Un funcionario público no solamente puede recibir doble sueldo a través de una pensión, sino además puede cobrar honorarios por pertenecer a un consejo y otras atribuciones afines a su trabajo. Además de su bono mensual ordinario, seguramente como ha ocurrido en el pasado, la mayoría recibirán un bono “sexenal”. A pesar de todo, realmente no existe un tope máximo para un funcionario público.
Al observar la tabla de percepciones, lo primero que salta a la vista es que los salarios están expresados en términos netos, es decir, sin incluir los impuestos correspondientes. En el sector público mexicano, los sueldos de los funcionarios son “netos”, lo que significa en teoría que ya están descontados los impuestos que deberían pagar. En otros países, como por ejemplo en Estados Unidos, esta práctica está prohibida ya que el pago de impuestos es una responsabilidad personal que corresponde a la situación especial de cada individuo. Todas las prestaciones que se reciben se deben incluir en sus declaraciones de impuestos, de tal forma que nada queda exento.
Para poder comparar los sueldos de los funcionarios públicos con los del resto de la economía, debemos sumarle el impuesto correspondiente. De esta forma, el sueldo de un Secretario de Estado que el presupuesto estipula en 127,381 pesos mensuales, equivale a 195,971 pesos para el que trabaja en el sector privado. En otras palabras, no es un sueldo de 162,614 dólares, sino más bien de 250,175 dólares anuales.
¿Es mucho o poco? Según un columnista que defendía las percepciones de los funcionarios, es más que justificado por la responsabilidad que conlleva el puesto. Posiblemente una manera de evaluar este sueldo es comparándolo con uno similar en Estados Unidos. Claro está que Larry Summers maneja una responsabilidad inmensamente mayor a la de José Angel Gurría. Sin embargo, para fines comparativos vamos a otorgarle el beneficio de la duda a nuestros Secretarios y suponer que es similar.
Mientras que nuestros Secretarios ganan el equivalente a 250,175 dólares brutos anuales, su similar en Estados Unidos gana 151,800 dólares, es decir significativamente menos. Esto significa que en México les pagamos a nuestros secretarios 64.8 por ciento más que en Estados Unidos. Claro, esta cifra no incluye pagos adicionales como pensiones, dietas, asistencias a consejos, etc.
A todos nos queda claro que no es lo mismo México que Estados Unidos. Nuestro vecino del Norte es uno de los países más poderosos de la tierra. Abunda el capital y por lo mismo, los recursos públicos no son tan escasos. En cambio, nosotros somos un país con pocos recursos y con una población enorme que vive en condiciones de pobreza extrema. Uno de nuestros problemas principales es el de una distribución muy inequitativa del ingreso. No tenemos la misma capacidad de pago y nuestras necesidades son diferentes. Por lo mismo, otra forma de analizar los sueldos de nuestros funcionarios sería a través de la comparación con el salario mínimo.
Si consideramos 34.35 pesos diarios, pagaderos los 365 días al año, más 15 días adicionales de aguinaldo, nuestro salario mínimo es de 13,091 pesos al año. Resulta que nuestros Secretarios de Estado perciben el equivalente a 179.6 veces este monto. Después de impuestos, esta relación disminuye a 116.8 veces. En Estados Unidos, el salario mínimo es 5.05 dólares la hora. En un trabajo de 40 horas a la semana y 52 semanas al año, representa un ingreso anual de 10,504 dólares. Por lo mismo, la relación del salario de un secretario al mínimo es de 14.5 veces.
Podrá ser cierto que el puesto de un Secretario merece una buena remuneración. Representa un trabajo de mucha responsabilidad y estrés. Ciertamente tiene que ser un salario competitivo para asegurarnos que los más competentes estarían disponibles para dirigir al país. Sin embargo, aun así cuesta mucho pensar que este trabajo representa casi 180 veces el salario mínimo. Pero más difícil de entender es cómo se justifica pagar 65 por ciento más que en Estados Unidos.
La distribución del ingreso en México es realmente aberrante. Según las estadísticas del INEGI, si uno gana un poco más de cinco veces el salario mínimo, ya se encuentra dentro del 10 por ciento más rico del país. Un Jefe de Departamento gana 28 veces el salario mínimo, situándolo seguramente cerca del 1 por ciento más rico del país. Un Secretario de Estado ni se diga.
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