Pulso Económico
Las Tasas de Interés
Por: Jonathan Heath®
A principios de esta semana, El Economista, a través de su encabezado principal, dio a conocer la noticia de que la tasa de interés no será más ancla del tipo de cambio. Al día siguiente, se repitió el tema en su encabezado, afirmando que el Banco de México está en posición de no inducir más la tasa de interés. Como resultado de lo mismo, se comenzó a difundir el rumor de un cambio substancial en la política monetaria por parte del Banco Central. Sin embargo, no existe tal cambio; la política monetaria se mantiene intacta.
Hasta ahora, el Banco de México ha sostenido que la política monetaria se ha manejado a través de fijar diariamente la base monetaria en función de una trayectoria meta, congruente con sus parámetros deseados de inflación y del crecimiento económico. Las fluctuaciones varían día a día según la demanda de dinero, que va cambiando durante la semana, obedeciendo a factores como la proximidad del fin de semana, si es día de quincena, etc.
La tasa de interés la determina el mercado en función de la liquidez existente, que tiene que ver con la interactuación entre la oferta y la demanda de dinero y crédito. Aunque la oferta la determina principalmente el Banco de México, ésta obedece al deseo de satisfacer la demanda del mercado, sin que provoque presiones inflacionarias. En ningún momento el Banco Central busca llegar a una tasa de interés determinada. Esta política, que es la que se ha manejado de alguna forma u otra desde 1995, sigue en pie sin ninguna modificación.
En momentos de especulación aguda en que el Banco de México estima necesario influir en la dirección de las tasas de interés, realiza una acción que le llaman “dejar corto al mercado”. Sin ninguna meta en particular, esta política busca encarecer la liquidez en un momento dado para incrementar el precio de la especulación, por decirlo de algún modo. Esta política es casi siempre vista como algo temporal y no es una práctica recurrente.
El anuncio de El Economista parecería indicar que esta política se va a abandonar. Sin embargo, lo único nuevo a este respecto es la aclaración del Banco de México que no va a realizar una operación contraria (dejar largo al mercado), que podría provocar una disminución en la tasa de interés. De hecho, esto último es únicamente una aclaración dado que no es una práctica utilizada. La razón es que una inducción a la baja de las tasas a través de esta política tendría únicamente un efecto temporal y posteriormente podría provocar presiones inflacionarias.
El anuncio de que la tasa de interés dejará de ser ancla del tipo de cambio es confuso, ya que ésta no ha funcionado como ancla. Antes de la devaluación de 1994, el tipo de cambio funcionaba como ancla de la inflación. Posteriormente se ha utilizado al crédito interno neto como ancla, también de la inflación. Sin embargo, la tasa de interés nunca ha jugado este papel.
Más bien la tasa de interés ha jugado un papel secundario para disminuir la volatilidad en el tipo de cambio cuando el mercado empieza a corregir su nivel. Algunos analistas han manifestado su opinión de que el Banco de México no debería presionar al alza la tasa en ningún momento, ni siquiera cuando hay mucha volatilidad. La razón es que una tasa mayor atrae capital (divisas) del exterior, lo cual fortalece la moneda. Si el Banco de México sostiene una tasa de interés más elevada, el tipo de cambio no se va a depreciar lo suficiente y se puede llegar a crear de nuevo una dependencia sobre los capitales de portafolios de corto plazo.
Es en este sentido que el Banco de México utiliza esta política únicamente en forma ocasional y como respuesta a una situación de especulación mayor. Es importante resaltar que el Banco Central no tiene en mente un tipo de cambio ideal o tasa de interés adecuada, sino que busca reducir las presiones inflacionarias simplemente a través de un manejo adecuado de la base monetaria.
Inclusive, si observamos las tasas de interés actuales, nos podemos percatar de una tendencia general a la baja, que corresponde a la tendencia de la inflación. La tasa real de interés promedio de los Cetes (a 28 días) durante el año pasado fue de 4.8 por ciento, por debajo del promedio de 1994, de 6.7 por ciento. Una tasa real en estos niveles no es muy elevada y se compara favorablemente con otros países. En este sentido, no se puede decir que la tasa real ha sido muy elevada como consecuencia de la política monetaria. En cualquier caso, la tasa nominal ha disminuido como resultado de una política adecuada.
Debemos tener cuidado cuando hablamos de tasas demasiadas elevadas. Hoy en día es muy importante tener una tasa de interés atractiva para fomentar el ahorro. No podemos permitir que la tasa disminuya mucho más dado que sería en detrimento del proceso de ahorro. Más bien, tenemos que hacer la distinción entre las tasas pasivas (de depósitos) y las activas (de créditos). Las tasas que hoy en día se encuentran muy elevadas son las del crédito bancario, pero no como consecuencia de la política monetaria sino como resultado de un sistema bancario ineficiente.
Los bancos cobran intereses elevados, muy por arriba de las tasas de depósito, provocando un margen de intermediación muy grande. El reto es reducir este margen para abaratar el crédito, sin disminuir las tasas en los depósitos bancarios (o de los Cetes) para no desalentar el ahorro. Sin embargo, la problemática de un margen financiero muy amplio es diferente a la que determina la tasa de los Cetes.
Los bancos cobran tasas elevadas como consecuencia de su ineficiencia, mala administración y falta de competencia, que ha ocasionado la crisis bancaria actual. Dado que los bancos prestaron dinero en forma desordenada y sin un buen análisis de crédito, muchas empresas y demás clientes cayeron en cartera vencida. Estos mismos bancos cobran tasas de interés más altas para compensar la parte de su cartera que no reditúa. En otras palabras, existe una parte de la tasa que compensa el riesgo mayor de prestar dinero.
Al final de cuentas, la respuesta al problema de las altas tasas radica en una mayor eficiencia y competencia bancaria, más que en la política monetaria.
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