Pulso Económico
La Responsabilidad de la Política Cambiaria
Por: Jonathan Heath®
Ahora que el Plan Nacional de Desarrollo ha planteado algunos lineamientos sobre la política cambiaria, resulta interesante comentarlo. Por un lado, plantea la necesidad de que deberá evitar sistemáticamente una sobrevaluación del tipo de cambio real que inhiba el ahorro interno y la producción nacional. Enseguida, establece que el rasgo esencial que deberá tener en el mediano plazo habrá de ser su predictibilidad, tanto nominal como real, por lo que propone que una vez que se hayan reconstituido significativamente las reservas internacionales y se haya establecido el nivel deseable de la paridad real se proceda a fijar un sistema cambiario que ofrezca mayor predictibilidad a la cotización cambiaria, como la que ofrecería un sistema de flotación dentro de una banda preanunciada. Por último, reconoce que la política cambiaria, por su propia naturaleza, es complementaria a la política monetaria.
Como muchos, se puede interpretar estos lineamientos como una propuesta para adaptar una política cambiaria similar a la que se ha utilizado en Chile. Su política esta en función de una cotización llamada el dólar acuerdo, que es una ponderación del dólar, yen y marco. Diariamente cambia la cotización según estos tipos de cambio y mensualmente se anuncia un cambio adicional según la diferencia entre la inflación chilena y la inflación de tendencia de los socios comerciales (10 cual se ha establecido en 2.4 por ciento). Con ponderaciones del 45 por ciento para el dólar americano, 30 por ciento para el marco alemán y 25 por ciento para el yen japonés, forman una cotización que llaman CRM, lo cual significa Canasta Reajustada de Monedas, similar a la cotización del DEG (Derecho Especial de Giro utilizado por el FMI). El equivalente de esta cotización en dólares por pesos chilenos es lo que se llama el acuerdo dólar.
A diferencia con México, en donde fijábamos el techo y piso de la banda mediante alguna regla, en Chile el acuerdo dólar se va ajustando sólo en función de las variaciones entre los tipos de cambio del dólar, yen y marco y la propia inflación chilena. Esta cotización de referencia, siempre es el punto medio de su banda de flotación, ya que tanto el techo como el piso se determinan automáticamente tomando más 10 por ciento para el techo y menos 10 por ciento para el piso, partiendo del acuerdo dólar. De esta forma, se garantiza un tipo de cambio real que evita sistemáticamente la sobrevaluación y se ofrece una mayor predictibilidad a la cotización cambiaria ofreciendo un sistema de flotación dentro de una banda preanunciada.
Sin embargo, la política cambiaria chilena todavía ofrece algo más. Reconociendo (tal como lo hace el Plan Nacional de Desarrollo) que la política cambiaria, por su propia naturaleza, es complementaria a la política monetaria, no separa la responsabilidad de las dos políticas como existe actualmente en nuestro país. La responsabilidad, tanto de la política monetaria como de la política cambiaria, es del Banco Central. Por lo mismo, a la finalidad primordial del banco central se añade un objetivo adicional. En ambos países los bancos centrales buscan asegurar la estabilidad del poder adquisitivo de la moneda y propiciar el buen funcionamiento de los sistemas de pago internos. En el caso del Banco Central de Chile, se agrega el de mantener un funcionamiento normal de los pagos externos, lo cual lo traducen en mantener un déficit razonable de la cuenta corriente. En este sentido, el banco central ha puesto como objetivo que el déficit en la cuenta corriente, como tendencia de mediano y largo plazo, no exceda el rango de 3 a 4 por ciento del PIB.
Esto nos lleva a reflexionar sobre la posibilidad de que la responsabilidad de la política cambiaria debería estar en manos del Banco de México y no de la Secretaria de Hacienda, o bien, de la famosa Comisión de Cambios, integrado por ambos, pero con el voto y aprobación final en manos de Hacienda. La única forma en evitar que de una vez por todas, nuestra política cambiaria no este sujeta a los vaivenes de la política sexenal, es quitarle la responsabilidad y ponerla en manos de una institución autónoma. Con esto ganaríamos dos cosas: por un lado, mejorar la coordinación entre las políticas monetaria y cambiaria; y la autonomía de estas de las decisiones políticas. La misma lógica que nos llevo otorgarle la autonomía al Banco de México y darles la responsabilidad de la política monetaria, es la que nos debería de llevar a darle la responsabilidad de la política cambiaria. Una devaluación brusca del tipo de cambio en el último año de cada sexenio durante los últimos 24 años nos debería servir de estimulo.
El objetivo central de los bancos centrales a nivel internacional es el de velar por la estabilidad de la moneda. Cada vez son más los países que han otorgado mayor independencia a sus bancos centrales para garantizar lo mismo. Sin embargo, la estabilidad de la moneda se consigue tanto a través de la eliminación de la inflación, como a través de la estabilidad del tipo de cambio. Cada vez que el país proceda a devaluar, se provoca una reacción violenta en los precios. No hay duda de que existe una relación estrecha entre la inflación y el tipo de cambio. Por lo tanto, para asegurar la estabilidad de la moneda, el Banco de México debe buscar ambos objetivos. Pero para perseguir ambos, se necesita dos instrumentos: la política monetaria y la política cambiaria. Así lo hizo Chile y ha sido todo un éxito.
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