Pulso Económico
¿Primero lo Micro o lo Macro?
Por: Jonathan Heath®
A mediados de la década de los ochenta iniciamos los famosos cambios estructurales, que después durante el sexenio de Salinas se bautizaron como la modernización económica. Los cinco pilares de estos cambios fueron la renegociación de la deuda externa, el saneamiento de las finanzas públicas, las privatizaciones, las desregulaciones y la apertura comercial. Todo el esfuerzo estuvo dirigido a lograr una estabilidad macroeconómica, que se decía que era la premisa fundamental para regresar a la senda del crecimiento sostenido.
Durante el tiempo que se fue logrando la estabilidad, pasamos de un crecimiento promedio de 0 por ciento a uno de 3 por ciento, pero realmente no en forma sostenida. El problema principal era que ante la apertura comercial, el sector empresarial no se encontraba en condiciones para competir con el exterior. Los empresarios empezaron a pedir con insistencia una política industrial dirigida a apoyar al sector privado en su transición hacia una economía más abierta y competitiva.
El gobierno respondió que sí existía una política industrial. Este era precisamente la apertura comercial y el utilizar plenamente los mecanismos del mercado para asignar eficientemente los recursos dentro de la economía. A través de una política de “shock”, las autoridades estaban forzando a las empresas a ser competitivos y a elevar su productividad. Sin embargo, los empresarios buscaban algo mucho más dirigido, en donde se formularían políticas para ayudar a las empresas durante la transición. En buena medida, las propuestas dadas a conocer recientemente por las cúpulas empresariales van en esta dirección.
En otras palabras, nos estamos refiriendo a la reforma microeconómica a diferencia de la macroeconómica impulsada por el gobierno durante la última década. La parte medular se concentra en la desregulación masiva y en la simplificación administrativa, que busca incentivar la actividad empresarial, la inversión y la generación de trabajo. Esta reforma incluye un sistema fiscal que va más allá de ser simplemente recaudatoria, sino que incorpore incentivos para reforzar la inversión. También abarca políticas específicas para apoyar a ciertas industrias estratégicas o enproblemadas por la apertura comercial.
Independientemente de qué abarca la reforma microeconómica, el gobierno ha enfrentado la crítica de que la crisis actual se debe en gran parte a que se puso demasiado énfasis en los aspectos macro y que se minimizó la importancia de los aspectos micro. Al final de cuentas nuestra economía no es otra cosa más que la suma de lo micro.
Se han realizado muchas comparaciones con el caso chileno. Ellos llevaron a cabo primero las reformas microeconómicas para asegurar que las empresas fueran competitivas antes de iniciar su apertura comercial. Hoy en día tienen un país con crecimiento sostenido (del 6.4% anual), inflación de un solo dígito (8.9%) y un déficit externo bastante controlable (promedio de 2% del PIB). Sin embargo, después de haber llevado a cabo sus reformas microeconómicas en la década de los setenta, tuvieron una caída muchísimo más fuerte que la de nosotros (el PIB cayó 15%). Al preguntar el porque, se nos dijo que fue por no haber realizado las reformas macroeconómicas a tiempo.
Esto nos lleva a reflexionar sobre cual debe ir primero, ¿lo micro o lo macro? Parece ser que la respuesta es que es indistinto. Más bien se tiene que llevar a cabo las dos, dado que son diferentes aspectos de lo mismo: la economía mexicana. Entre más tiempo dejamos pasar sin terminar el cambio completo, más tiempo vamos a navegar por esta etapa transitoria, que implica pocas posibilidades de crecimiento y de generación de trabajo. Tanto el gobierno, como el sector privado, deben tomar esto en cuenta.
¿Qué implicaciones tiene esto? Para las autoridades, significa que no deberían relajar prematuramente la política monetaria dirigida a reducir la inflación y a corregir el desequilibrio externo. Ahora que las cifras de la balanza comercial indican que tenemos un superávit, que las tasas de interés están desarrollando una tendencia definitiva a la baja, que hemos registrado un incipiente regreso a los mercados internacionales y que Michael Camdessus nos ha reivindicado, el gobierno podría iniciar una política dirigida a minimizar el impacto sobre la economía real para no perjudicar más el efecto de esta crisis sobre las empresas. Sin embargo, la experiencia nos dice claramente que esto podría resultar en una inflación más allá que la deseada, con implicaciones futuras para las tasas de interés y el tipo de cambio. La estabilización macroeconómica debe ser completa.
Pero como en todo, hay dos lados a cada problema. Por querer arreglar lo macro, se podría descuidar lo micro a tal grado que se desabilitaría a muchas empresas su oportunidad de sobrevivir este año. En otras palabras, el gobierno debería aplicar al fondo la política monetaria y fiscal necesaria para estabilizar completamente a la economía, y al mismo tiempo, realizar reformas profundas dirigidas a fortalecer las oportunidades de la empresa. Aquí no hay medias tintas.
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