Pulso Económico
El Nerviosismo Cambiario y las Elecciones
Por: Jonathan Heath®
La gran mayoría de los periódicos informaron ayer en primera plana sobre la volatilidad cambiaria. Sin lugar a dudas existe un temor preelectoral que ha modificado la oferta y la demanda de dólares. ¿Es una sobrerreacción o una actitud racional?
En opinión de muchos analistas, la reciente alza en el precio del dólar es una sobrerreacción al proceso electoral y resultado de compras especulativas. El tipo de cambio cerró la jornada del martes en 10.078 pesos por dólar, el precio más elevado desde el 9 de febrero de 1999. La preocupación proviene de que este nivel representa una depreciación de 7.3 por ciento en tan sólo dos meses, lo que equivale a una tasa anual de 52.2 por ciento.
Desde hace más de un año advertíamos que seguramente habría mayor volatilidad del tipo de cambio al acercarse la fecha de las elecciones, especialmente si la contienda electoral fuera muy competida. Esto es justamente lo que está pasando por lo que no nos debería sorprender. No solamente aumento la demanda de dólares por parte de aquellas personas que quieren proteger su patrimonio ante nuestra maldición sexenal, sino que también se ha dado una disminución en la oferta, ya que los exportadores y demás tenedores de dólares difícilmente querrán venderlos por la misma razón.
Consideramos que este comportamiento no es una sobrerreacción, sino más bien una reacción perfectamente racional y hasta anticipada. Cada sexenio que ha terminado en crisis devaluatoria ha sido precedido por una cantidad increíble de declaraciones públicas de que no habrá devaluación. La gran mayoría de las personas no entienden de balanzas de pagos ni de perfiles de amortización de la deuda externa. No entienden la diferencia entre una política cambiaria flexible y un régimen fijo. Únicamente saben que en el pasado por más que se decía que no, al final de cuentas fue siempre sí.
Al estudiar los fundamentos económicos y las causas de las crisis anteriores, se llega a la conclusión de que difícilmente podría darse una crisis devaluatoria en el transcurso del proceso de la sucesión presidencial. Sin embargo, al que pregunte le recomendamos que compre dólares, no para ganar (porque lo más seguro es que pierdan un poco) sino simplemente para dormir mejor.
Además, si comparamos el tipo de cambio con el que existía hace exactamente un año, encontramos que la depreciación es de 6.2 por ciento. Resulta que en el mismo periodo el diferencial de inflación con Estados Unidos también es de 6.2 por ciento, por lo que la depreciación real, es decir, después de descontar la inflación, es de cero. ¿Nos debe de preocupar una depreciación real de cero?
Después de examinar los números, la sobrerreacción parece ser de los medios, ya que difícilmente podemos situar esta volatilidad en el terreno de una gran especulación. Hemos construido un índice de severidad para medir la volatilidad del mercado cambiario combinado con el movimiento en las tasas de interés y las reservas internacionales, siguiendo las recomendaciones de diversos expertos internacionales. Este índice nos muestra claramente diez periodos de crisis, desde moderadas hasta severas, en el transcurso de los últimos treinta años. Si calculamos el índice con los datos de junio no llega ni siguiera cerca de una crisis moderada. En otras palabras, no hay razón para preocuparse.
Pasado la contienda electoral es muy probable que el tipo de cambio se vuelva a apreciar. El incremento en la demanda y la disminución en la oferta de dólares que ha motivado la depreciación actual, es un fenómeno temporal que obedece a los temores preelectorales. La siguiente semana veremos que el susto y la burbuja se desvanecen. A no ser que pase alguna catástrofe, el tipo de cambio regresará a un rango inferior de 9.80 y posiblemente hasta más bajo.
Si lo anterior es cierto, ¿se justifica la ampliación del corto por parte de las autoridades monetarias? El Banco de México debe sostener una visión de mayor plazo y no preocuparse por periodos cortos de volatilidad que pudieran ser pasajeros. Si la razón de aumentar el corto es simplemente tratar de minimizar la volatilidad del tipo de cambio, la decisión es muy cuestionable.
Sin embargo, si observamos el comportamiento de la economía actual encontramos bastante evidencia de que pueden surgir mayores presiones inflacionarias y que se ve difícil cumplir las metas de inflación para los próximos años. El crecimiento del consumo y los aumentos salariales son indicativos de una economía calentada. Es de esperar que en los siguientes meses aumenten los precios de los productos agrícolas en una proporción mayor al pasado reciente. La volatilidad del tipo de cambio seguramente repercutirá en los precios de los bienes comerciables. En unos meses vienen los aumentos en las colegiaturas y la entrada en vigor de tarifas eléctricas más elevadas. De no atender estas presiones es muy probable que la tendencia actual a la baja de la inflación se revierta.
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