Pulso Económico
El Futuro de la Autonomía
Por: Jonathan Heath®
El Banco de México cumple un sexenio buscando una autonomía efectiva y tratando de ganar credibilidad. Aunque se empiezan a ver resultados, los retos quedan todavía por delante.
Difícilmente podría haber estrenado su autonomía en condiciones peores. Empezó nueve días después del asesinato de Luis Donaldo Colosio, ante una fuga masiva de capitales, con un sistema bancario en crisis, un déficit externo elevado financiado con capitales golondrinos y un entorno macroeconómico muy vulnerable. Además, las tasas de interés en Estados Unidos iban en aumento y México habría de celebrar elecciones presidenciales cuatro meses después. Fue una prueba verdaderamente difícil y las autoridades monetarias reprobaron.
Desde entonces, el Banco ha batallado para ganar la confianza del público y obtener la anhelada credibilidad. Ha sobrevivido a controversias y shocks externos en el transcurso de los últimos años y hasta 1999 pudimos ver resultados positivos. Por primera vez, observamos que la expectativa de inflación se encuentra por debajo de la meta del Banco. De seguir así crecerá la credibilidad en las autoridades monetarias.
Sin embargo, las verdaderas pruebas de autonomía quedan todavía por delante. Primero, habría que asegurar que el Banco mantenga la congruencia entre sus acciones y su objetivo único de abatir la inflación, sin desviar la atención hacia el proceso electoral. En principio, todo parece indicar que va por buen camino, inclusive, el Gobernador ha declarado su preocupación por un posible sobrecalentamiento de la economía, indicativo de que podría anunciar un aumento en el sesgo restrictivo de la política monetaria en un momento dado.
Pero tampoco podemos darlo por un hecho. En 1997 el Banco de México anunció que no aflojaría la política monetaria en el transcurso del año para que no hubiera malas interpretaciones dado que era año de elecciones. Este año rehusó hacer lo mismo, aun cuando estas elecciones son mucho más críticas. Parecería indicar que dado el resultado desfavorable de las elecciones de 1997, el gobierno quiere mantener todas sus opciones abiertas, incluyendo la posibilidad de una política expansiva. Este tipo de acciones no inspira confianza en una institución que busca credibilidad desesperadamente.
Hemos observado una apreciación real en el tipo de cambio que aumenta la vulnerabilidad de los mercados financieros, resta competitividad a las exportaciones, invita al consumo y pudiera perjudicar en un futuro a la balanza de pagos. Hasta ahora las autoridades monetarias han alegado que lo mejor que pueden hacer es no intervenir ni ejercer presión alguna sobre el mercado. Sin embargo, no vaya a ser que únicamente estén esperando a que pasen las elecciones para meter mano. Si este fuera el caso, quedaría claro que se está supeditando la política monetaria al proceso de la sucesión presidencial.
La segunda prueba vendrá cuando asuma la presidencia el ganador de las elecciones de julio. El comportamiento típico es que el nuevo presidente le pida la renuncia al Gobernador para reemplazarlo con alguien de su confianza. No nos debería de sorprender que de ganar el PRI, Labastida ofrezca a Ortiz la oportunidad de ser Gobernador de un Estado o ministro de alguna secretaría (o Embajador en Afganistán). Para consolidar la autonomía es imprescindible que Ortiz termine su mandato a fines de 2003.
Existe una relación muy estrecha entre el Presidente, el Secretario de Hacienda y el Gobernador del Banco de México. Hasta ahora hemos visto un entendimiento especial entre el Presidente y el Gobernador, dado que los dos son economistas de primera, se formaron juntos en el Banco y piensan en términos parecidos. Entre los dos toman la mayoría de las decisiones de política económica del país sin mayor conflicto. No se ha dado una prueba mayor en términos de la autonomía, ya que Zedillo entiende mejor que todos la importancia de sostener políticas fiscal y monetaria prudentes y congruentes. No ha existido un conflicto de mayores consecuencias entre el Gobernador y el Secretario de Hacienda, ya que hay una superioridad técnica del primero, que todos entienden.
Sin embargo, todo esto va a cambiar a partir del sexenio entrante. El nuevo Presidente, sea Labastida, Fox o Cárdenas, no tendrá la misma capacidad técnica que tiene Zedillo. Por lo mismo, volverá a tener importancia el Secretario de Hacienda y seguramente querrá ejercer su influencia. La verdadera prueba de la autonomía del Banco vendrá cuando el nuevo Secretario empiece a querer ampliar el gasto, financiar más inversiones, inducir mayor competitividad al tipo de cambio o acelerar el crecimiento económico.
¿Hablaremos entonces de autonomía?
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