jueves, 30 de marzo de 2000

El Futuro de la Autonomía

 

Pulso Económico


El Futuro de la Autonomía


Por: Jonathan Heath®


El Banco de México cumple un sexenio buscando una autonomía efectiva y tratando de ganar credibilidad.  Aunque se empiezan a ver resultados, los retos quedan todavía por delante.

Difícilmente podría haber estrenado su autonomía en condiciones peores.  Empezó nueve días después del asesinato de Luis Donaldo Colosio, ante una fuga masiva de capitales, con un sistema bancario en crisis, un déficit externo elevado financiado con capitales golondrinos y un entorno macroeconómico muy vulnerable.  Además, las tasas de interés en Estados Unidos iban en aumento y México habría de celebrar elecciones presidenciales cuatro meses después.  Fue una prueba verdaderamente difícil y las autoridades monetarias reprobaron.

Desde entonces, el Banco ha batallado para ganar la confianza del público y obtener la anhelada credibilidad.  Ha sobrevivido a controversias y shocks externos en el transcurso de los últimos años y hasta 1999 pudimos ver resultados positivos.  Por primera vez, observamos que la expectativa de inflación se encuentra por debajo de la meta del Banco.  De seguir así crecerá la credibilidad en las autoridades monetarias.

Sin embargo, las verdaderas pruebas de autonomía quedan todavía por delante.  Primero, habría que asegurar que el Banco mantenga la congruencia entre sus acciones y su objetivo único de abatir la inflación, sin desviar la atención hacia el proceso electoral.  En principio, todo parece indicar que va por buen camino, inclusive, el Gobernador ha declarado su preocupación por un posible sobrecalentamiento de la economía, indicativo de que podría anunciar un aumento en el sesgo restrictivo de la política monetaria en un momento dado.

Pero tampoco podemos darlo por un hecho.  En 1997 el Banco de México anunció que no aflojaría la política monetaria en el transcurso del año para que no hubiera malas interpretaciones dado que era año de elecciones.  Este año rehusó hacer lo mismo, aun cuando estas elecciones son mucho más críticas.  Parecería indicar que dado el resultado desfavorable de las elecciones de 1997, el gobierno quiere mantener todas sus opciones abiertas, incluyendo la posibilidad de una política expansiva.  Este tipo de acciones no inspira confianza en una institución que busca credibilidad desesperadamente.

Hemos observado una apreciación real en el tipo de cambio que aumenta la vulnerabilidad de los mercados financieros, resta competitividad a las exportaciones, invita al consumo y pudiera perjudicar en un futuro a la balanza de pagos.  Hasta ahora las autoridades monetarias han alegado que lo mejor que pueden hacer es no intervenir ni ejercer presión alguna sobre el mercado.  Sin embargo, no vaya a ser que únicamente estén esperando a que pasen las elecciones para meter mano.  Si este fuera el caso, quedaría claro que se está supeditando la política monetaria al proceso de la sucesión presidencial.

La segunda prueba vendrá cuando asuma la presidencia el ganador de las elecciones de julio.  El comportamiento típico es que el nuevo presidente le pida la renuncia al Gobernador para reemplazarlo con alguien de su confianza.  No nos debería de sorprender que de ganar el PRI, Labastida ofrezca a Ortiz la oportunidad de ser Gobernador de un Estado o ministro de alguna secretaría (o Embajador en Afganistán).  Para consolidar la autonomía es imprescindible que Ortiz termine su mandato a fines de 2003.

Existe una relación muy estrecha entre el Presidente, el Secretario de Hacienda y el Gobernador del Banco de México.  Hasta ahora hemos visto un entendimiento especial entre el Presidente y el Gobernador, dado que los dos son economistas de primera, se formaron juntos en el Banco y piensan en términos parecidos.  Entre los dos toman la mayoría de las decisiones de política económica del país sin mayor conflicto.  No se ha dado una prueba mayor en términos de la autonomía, ya que Zedillo entiende mejor que todos la importancia de sostener políticas fiscal y monetaria prudentes y congruentes.  No ha existido un conflicto de mayores consecuencias entre el Gobernador y el Secretario de Hacienda, ya que hay una superioridad técnica del primero, que todos entienden.

Sin embargo, todo esto va a cambiar a partir del sexenio entrante.  El nuevo Presidente, sea Labastida, Fox o Cárdenas, no tendrá la misma capacidad técnica que tiene Zedillo.  Por lo mismo, volverá a tener importancia el Secretario de Hacienda y seguramente querrá ejercer su influencia.  La verdadera prueba de la autonomía del Banco vendrá cuando el nuevo Secretario empiece a querer ampliar el gasto, financiar más inversiones, inducir mayor competitividad al tipo de cambio o acelerar el crecimiento económico.

¿Hablaremos entonces de autonomía?


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martes, 28 de marzo de 2000

Un Sexenio de Autonomía

 

Pulso Económico


Un Sexenio de Autonomía


Por: Jonathan Heath®


El sábado, 1 de abril, el Banco de México cumple seis años de autonomía formal.  Sin embargo, la mera existencia de una estructura legal no garantiza que en la práctica el Banco goce de una independencia efectiva.

La autonomía del Banco Central de la Secretaría de Hacienda es esencial para abatir la inflación y sostener la estabilidad de precios.  Tanto la argumentación teórica como la investigación empírica sugieren que la existencia de un banco central independiente contribuye a la estabilidad y es requisito necesario del crecimiento económico sostenido.  Si queremos evitar mayor deterioro en la distribución del ingreso y otorgar poder de compra constante a los salarios, tenemos que empezar por abatir la inflación.

La política monetaria juega un papel primordial en la estabilidad macroeconómica de un país.  Sin embargo, en la práctica hemos encontrado abusos frecuentes que desencadenan, acentúan o prolongan la inflación y la mayoría de estos casos se debe a la intervención del gobierno federal con objetivos encontrados.  El gobierno busca crecimiento acelerado, generación de empleos y mayor bienestar para la sociedad.  También busca formas para financiar el desarrollo y fomentar la inversión privada.  Desgraciadamente, la tentación de tomar en sus manos y abusar de la política monetaria es muy grande.

La práctica nos ha enseñado que siempre debe existir coherencia entre el número de instrumentos y objetivos, es decir, debe existir por lo menos un instrumento por objetivo.  Si se quiere utilizar un instrumento para conseguir múltiples objetivos, la política está destinada al fracaso.  En el caso de la inflación, el instrumento más idóneo es la política monetaria.  Por lo mismo, cada vez más países han definido un solo objetivo principal para sus bancos centrales y al mismo tiempo, establecen su autonomía para garantizar que el gobierno federal no pueda dictarle términos que persigan otros objetivos, desviar su atención o restarle poder sobre sus decisiones.

Con esta lógica, el Congreso aprobó la legislación necesaria para otorgarle la autonomía al Banco de México a partir del 1 de abril de 1994.  Desgraciadamente, esta independencia llegó en el peor momento posible.  Nueve días antes fue asesinado Luis Donaldo Colosio y el país entró en una crisis financiera.  En el transcurso del mes siguiente (el primer mes de autonomía del Banco Central), salieron del país casi 11 mil millones de dólares de inversionistas que buscaban protegerse de una posible devaluación.  En vez de atender la recién adquirida independencia, las autoridades monetarias se reunieron diariamente con los funcionarios de la Secretaría de Hacienda para instrumentar medidas de emergencia y adecuar la política monetaria a las necesidades del gobierno.

Un banco central independiente hubiera aplicado de inmediato una política restrictiva que aumentara las tasas de interés y evitara la esterilización de las salidas de capital.  De tener bajo su mando la política cambiaria, seguramente hubiera aprovechado la ocasión para flotar la moneda y dejar que el tipo de cambio se ajustara para reflejar el aumento súbito en la demanda de dólares.  Sin embargo, la Secretaría de Hacienda vio más importante ganar las elecciones que se iban a celebrar en cuatro meses y le impuso al Banco medidas que iban en contra de su interés.  Conjuntamente se dedicaron a emitir y a colocar una cantidad exorbitante de Tesobonos a corto plazo, mientras que el Banco incrementó su crédito interno neto para sustituir los dólares que se fugaban del país.

Por lo mismo, la primera prueba de independencia la reprobó miserablemente y empezó su autonomía enfrascado en una crisis de credibilidad como pocas veces se ha dado.  A pesar de la existencia de una nueva ley que decía lo contrario, el jefe del Gobernador del Banco de México siguió siendo el Secretario de Hacienda.  A partir de ese momento, la autonomía ha avanzado por etapas claramente definidas.

La segunda etapa llegó precisamente con el cambio de sexenio, cuando el que era su jefe dejó su puesto y fue reemplazado con un nuevo Secretario.  A partir de este momento, pudimos observar cambios sutiles en la relación con la Secretaría de Hacienda y poco a poco el Banco fue afianzando su papel de ente autónomo.  Por ejemplo, los informes anuales empezaron a ser un poco más críticos y las decisiones algo más propias.  Aunque se empezó a manejar la información con mayor transparencia, se notaba que era por obligación y no por convicción.  Sin embargo, los cambios se dieron con timidez y demasiado respeto por el gobierno federal que se confundía con un cierto servilismo.  Este periodo duró del 1 de diciembre de 1994 al 31 de diciembre de 1997, fecha en que se jubiló Miguel Mancera como Gobernador del Banco y fue reemplazado por Guillermo Ortiz.

La siguiente etapa empieza con nuevas cabezas tanto en el Banco como en Hacienda, pero ahora con un Gobernador mucho más fuerte políticamente hablando y con una enorme ventaja técnica sobre el nuevo Secretario.  Sin embargo, todavía surgían preguntas sobre la autonomía ya que el nuevo Gobernador había sido el anterior Secretario de Hacienda y además persona muy cercana al Presidente de la República.  No obstante, empezamos a observar cambios importantes y sobre todo más decisivos.  Aunque hubo un tropezón el primer año dado que aumentó la inflación como consecuencia de shocks externos, al poco tiempo se empezaron a observar resultados concretos.  Por primera vez en mucho tiempo, el Banco de México cumple sus objetivos y empieza a crecer la credibilidad.  Se ve que actúa en congruencia con su objetivo de abatir la inflación, sin atender las presiones electorales.

Ahora con el proceso de la sucesión presidencial empieza la siguiente etapa, que será una verdadera prueba de autonomía, ya que el Gobernador del Banco se queda tres años más.  El nuevo Presidente, sea Francisco Labastida, Vicente Fox o Cuauhtémoc Cárdenas, no tiene la misma cercanía que tuvo Ernesto Zedillo con el Banco.  Tampoco tendrá el mismo manejo técnico de la economía y el entendimiento de la política monetaria.  Por lo mismo, habrá más retos y problemas.  De éstos hablaremos el próximo jueves.


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jueves, 23 de marzo de 2000

Las Metas Económicas

 

Pulso Económico


Las Metas Económicas


Por: Jonathan Heath®


Hace ya casi tres años el gobierno dio a conocer el Programa Nacional de Financiamiento del Desarrollo (Pronafide) 1997-2000.  A pesar de que ha mejorado sustancialmente el entorno macroeconómico, el gobierno no ha logrado cumplir ni una sola meta de este programa.

En los primeros dos años de este sexenio las prioridades del gobierno fueron la corrección de los desequilibrios macroeconómicos, la atención a los problemas de sobreendeudamiento y el intento de mitigar los efectos del ajuste sobre la población.  No fue hasta 1997 cuando se pudo enfocar a los problemas de mediano plazo, es decir, cómo financiar adecuadamente el crecimiento económico.  El Pronafide fue el primer intento de dirigir los esfuerzos hacia los fundamentos macroeconómicos en un ambiente de estabilidad, para crear las bases del crecimiento sostenido.

El Pronafide empieza con un análisis de la relación entre la inversión, el ahorro y el crecimiento económico para establecer estrategias de política económica.  La primera era la de promover el ahorro privado a través del nuevo sistema de pensiones, la política fiscal y demás acciones para promover el ahorro popular.  Sin lugar a dudas, el crecimiento del nuevo sistema de pensiones ha sido un éxito al llegar a 5.5 por ciento del PIB a fines del año pasado.  Aunque no lo establece el Pronafide, queda por delante el reto de incorporar a los trabajadores del sector público al nuevo sistema.  No obstante, se augura un buen crecimiento, en lo que es uno de los mejores logros de la administración actual.

Sin embargo, el gobierno ha fallado en definir una reforma fiscal que promueva el ahorro privado.  En los dos años al frente de la Secretaría de Hacienda, José Angel Gurría no ha podido ni siquiera presentar una iniciativa de ley al Congreso para su discusión.  Su antecesor, Guillermo Ortiz, dejó el ahorro interno bruto como porcentaje del PIB en un nivel histórico.  Sin embargo, en los últimos dos años ha habido una disminución peligrosa en el ahorro que nos aleja de las metas del Pronafide.

La segunda estrategia era la consolidación del ahorro público a través de la adecuación de la estructura tributaria, el combate a la elusión fiscal mediante una reforma fiscal, la simplificación en el pago de impuestos, el aumento del número de contribuyentes y la modernización de la administración tributaria.  Obviamente la mayor parte de estos objetivos dependían de la reforma fiscal que nunca se logró.  Hemos sufrido un deterioro en los ingresos tributarios y se han tenido que realizar un sinnúmero de recortes al gasto para adecuar el presupuesto a un financiamiento sano.

A pesar de estos esfuerzos, el gobierno no ha podido cumplir las metas originales del déficit público, que era de 0.8 por ciento del PIB para el año pasado y 0.3 por ciento para el actual.  Por más que ha cacareado sus resultados, la Secretaría de Hacienda no ha logrado la contribución planeada del ahorro público.  Claro está que la caída en los ingresos petroleros en 1998 afectó estas metas.  Sin embargo, la falla más importante ha sido la falta de la reforma fiscal.

La tercera estrategia fue fortalecer y modernizar el sistema financiero.  Tal parece que aquí si han existido avances importantes en materia de supervisión y regulación.  Sin embargo, el sistema financiero sigue casi estático, observando a la economía desde afuera.  No ha podido reincorporarse activamente y por lo mismo, no está cumpliendo su función de canalizar recursos a la inversión.  Las iniciativas de ley pendientes han frenado al sector y ciertamente no se ha logrado reestablecer el negocio bancario.

La cuarta estrategia fue aprovechar el ahorro externo como complemento del ahorro interno.  El gobierno ha logrado promover la inversión extranjera directa como el instrumento principal de ahorro externo y ha manejado muy bien la estructura de la deuda externa.  Sin embargo, no ha logrado cumplir plenamente las metas dado que el déficit de la cuenta corriente ha quedado año tras año por arriba de lo planteado en el Pronafide.  Pero más importante aún, es el peligro latente de la ampliación del déficit en la medida en que la economía vaya creciendo.  Se pudo contener el déficit el año pasado a través de un menor crecimiento en la actividad económica, lo cual no es la forma deseable.

A pesar de que ha mejorado ampliamente el entorno macroeconómico, el gobierno no ha cumplido una sola de sus metas originales.  Esto significa que todavía queda mucho por hacer y que no nos debemos conformar con los resultados obtenidos hasta ahora.  El buen manejo macroeconómico debe ser la prioridad de la siguiente administración para evitar que nos alcancen los problemas de antaño de inestabilidad y falta de ahorro interno.


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martes, 21 de marzo de 2000

Ahorro e Inversión

 

Pulso Económico


Ahorro e Inversión


Por: Jonathan Heath®


Con la divulgación de los datos de consumo e inversión de 1999 por parte del INEGI, ya podemos realizar los cálculos correspondientes al ahorro interno.  ¿Cumplimos las metas del Pronafide?

La mayoría de los datos sobre la marcha de la economía son buenas noticias.  La recuperación con respecto a la desaceleración de hace más de un año, debido a las crisis de Rusia y Brasil, ya es virtualmente completa.  En 1999, el consumo privado creció a una tasa mayor que el PIB, lo cual indica que en general se tiene la confianza suficiente para gastar.  Este fenómeno lo habíamos observado a partir del último trimestre de 1997.  Sin embargo, duró únicamente hasta el tercer trimestre de 1998, dado que las crisis internacionales provocaron una nueva actitud de cautela del consumidor.

Según los datos del INEGI, el consumo privado creció a una tasa mayor que el resto de la actividad económica en el segundo y cuarto trimestres del año pasado.  Sin embargo, en el segundo trimestre fue por muy poco (menos de 2 décimas) y no duró mucho (un solo trimestre).  En cambio, en el cuarto trimestre de 1999, las ventas al consumidor aumentaron 7.6 por ciento, sustancialmente por encima del PIB que creció 5.2 por ciento.  Estos datos están respaldados por las ventas al menudeo de los establecimientos comerciales, que tuvieron un muy buen desempeño en los últimos tres meses del año pasado.

Cuando hablamos de la recuperación en la actividad económica, es importante un buen crecimiento en el consumo, ya que de lo contrario significa que los efectos positivos no llegan a la población en general.  Después de todo, ¿para qué sirve el crecimiento económico si no se traduce en mayor consumo para el público en general?  Sin embargo, también es importante observar un aumento en el ahorro interno y resulta difícil conciliar las dos cosas.

En la contabilidad nacional, el ahorro es igual a la inversión.  Obviamente, entre más inversión, podremos tener más crecimiento a futuro.  Esto significa que el ahorro de hoy se debe convertir en mayor consumo mañana.  Aunque no existe una regla clara, lo ideal es una tasa elevada de crecimiento en el consumo privado, pero ligeramente menor al crecimiento del PIB.  Cuando el consumo crece a un ritmo mayor que el PIB es muy difícil que aumente el ahorro interno como proporción del PIB.

El ahorro interno bruto como proporción del PIB fue de 20.3 por ciento en 1999, ligeramente menor al año anterior que fue de 20.6 por ciento y sustancialmente menor al observado en 1997 de 24.1 por ciento.  Por segundo año consecutivo, nos quedamos cortos de las metas planteadas en el Programa Nacional de Financiamiento del Desarrollo (Pronafide), que puso 21.6 por ciento como meta el año pasado.  Dado que actualmente el consumo crece a una tasa mayor que el PIB, es muy probable que el ahorro disminuya todavía más este año, alejándonos todavía más de la meta para 2000, que es de 22.2 por ciento del PIB.  Ahora nuestro ahorro es similar al de 1999 y menor al de los tres años de 1996 a 1998.  Aunque la situación actual es definitivamente mejor a la de 1994, dista mucho de ser óptima y preocupa la tendencia declinante.

Si observamos los datos por trimestres, encontramos que el ahorro interno había mejorado en el segundo y tercer trimestre del año pasado con relación a 1998.  Sin embargo, la recuperación del consumo privado en el último trimestre fue a costa del ahorro interno y por lo mismo, disminuyó sustancialmente al final del año.  Queda claro que al conocer los datos del primer trimestre de este año, el ahorro interno presentará una nueva disminución.  Si recordamos el énfasis que puso el Presidente Zedillo en el incremento del ahorro interno, deberíamos estar preocupados.

Sin embargo, no todo es negativo.  Uno de los componentes importantes del ahorro interno es el de la variación de existencias o cambio en inventarios.  Si una empresa incrementa sus inventarios, se consideran como una inversión, ya que está ahorrando en producción futura.  Sin embargo, este componente es relativamente inestable y puede cambiar los datos por montos elevados de un trimestre a otro.  Por lo mismo, vale la pena examinar las cifras sin considerar los cambios en inventarios, es decir el ahorro interno neto de existencias.

Como era de esperar, el ahorro interno neto muestra una tendencia mucho más estable a través del tiempo.  Por ejemplo, mientras que el ahorro bruto varía de 16.5 (tercer trimestre de 1995) hasta 28.6 por ciento del PIB (primer trimestre de 1997), las cifras netas varían dentro de un rango más reducido de 15.1 (tercer trimestre de 1995) a 19.0 por ciento (tercer trimestre de 1999).  El ahorro interno neto muestra una tendencia al alza por 11 trimestres consecutivos a partir del primer trimestre de 1995.  Sin embargo, como era de esperarse, con la recuperación del consumo privado se revierte a partir del último trimestre de 1997 y disminuye hasta fines de 1998.

Sorprendentemente, el ahorro interno neto como porcentaje del PIB muestra un incremento sostenido durante el transcurso de 1999, inclusive en el último trimestre del año cuando se registró un crecimiento sustancial en el consumo.  El promedio del año llegó a 18.1 por ciento del PIB, sustancialmente superior al 12.3 por ciento observado en 1994.  Sin lugar a dudas, la caída en el ahorro interno bruto en el cuarto trimestre del año pasado se debió a que la variación de existencias fue apenas 0.8 por ciento del PIB, el nivel más bajo desde 1993.

Las metas del Pronafide están hechas con relación al ahorro bruto, incluyendo la variación de existencias.  Sin embargo, acumular o no inventarios es una decisión empresarial que depende mucho de la coyuntura específica.  Dado que el ahorro neto de existencias es un concepto más estable y refleja mejor el esfuerzo de la sociedad, el gobierno debería replantear sus metas de ahorro en estos términos.  Si observamos el ahorro bruto tal y como se plantea en el Pronafide, el gobierno sale reprobado en sus esfuerzos por incrementarlo en forma sostenida.  Sin embargo, al enfocar el esfuerzo sin considerar los inventarios, hay una mejoría más constante y que por lo mismo, preocupa menos.


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jueves, 16 de marzo de 2000

La Política Antiinflacionaria

 

Pulso Económico


La Política Antiinflacionaria


Por: Jonathan Heath®


Recientemente se detectó la circulación de billetes denominados en nuevos pesos, que se retiraron hace varios años.  ¿Tiene algo que ver con la política monetaria?

Es evidente que muchos legisladores no conocen los conceptos económicos elementales.  Sin embargo, en pocas ocasiones hemos observado un ejemplo tan contundente de confusión y falta de conocimiento básico como la declaración de un Diputado Federal del PRD.

Por alguna extraña razón, continúan circulando billetes de quinientos pesos denominados en “nuevos pesos”.  Tal acontecimiento creó confusión, tanto en el público en general como en los bancos, que no supieron si deberían de tomarlos como buenos.  Inclusive, empezó a circular el rumor de que eran falsos.  Por lo mismo, el Banco de México tuvo que emitir un boletín de prensa para aclarar que estos billetes todavía tenían curso legal y que se deberían de aceptar, aunque se supone que ya deberían de haberse retirado desde 1996.

Como buen político, un Diputado de oposición aprovechó inmediatamente la oportunidad para cuestionar el tema y de paso la política económica del gobierno.  La reflexión del Diputado no era en torno al valor del billete o su legalidad, sino sobre el hecho de que se haya puesto en circulación.  Esta primera observación es válida, ya que llama la atención cómo es que años después de que se retiraron, estos billetes aparecen de repente.  Sin embargo, lo que parece hasta cantinflesco es como se buscó ligar este incidente con la política antiinflacionaria del Banco de México.

En un comunicado de prensa, el legislador federal del PRD sostiene que la política antiinflacionaria del Presidente Zedillo se apoya en el retiro de dinero de circulación desde hace tiempo porque cree que al retirar el dinero se reduce el consumo, con ello se reduce la demanda y por tanto no suben los precios.  Como integrante de la Comisión de Hacienda de la Cámara de Diputados, debería entender cómo funciona la política monetaria del país.  En ningún momento el Banco de México retira moneda de circulación.  Tal y como siempre lo ha sostenido, siempre asegura que el suministro de dinero (la oferta) sea la adecuada (igual a la demanda) día con día.

La política de cortos no es un retiro de dinero de circulación, sino el suministro de una muy pequeña parte de la masa monetaria a una tasa sustancialmente mayor a la del mercado.  El Banco de México no busca disminuir el consumo, sino asegurar que la oferta de billetes y monedas en circulación sea igual a la demanda para no entorpecer las transacciones diarias en la economía.

El Diputado añade que esta política no funciona porque las tarjetas de crédito reemplazan al circulante.  Me imagino que quiere decir que si existiera efectivamente una política de retiro de circulante, el público empezaría a utilizar más sus tarjetas de crédito como sustituto perfecto de los billetes.  Resulta increíble esta aseveración, ya que es muy reducido el número de personas que tenga tarjetas de crédito en relación con la población total, mientras que no todas las transacciones se puedan realizar con tarjetas.  Si las tarjetas y los billetes fueran sustitutos ni siquiera perfectos pero por lo menos aceptables, de entrada habría una demanda de dinero mucho menor a la actual.

Después de estas reflexiones sobre la política antiinflacionaria actual, el Diputado nos explica que la puesta en circulación de estos billetes almacenados es un claro indicio de que la política económica de reducir el circulante ha sido equivocada y ahora tienen que inyectarle al sistema ese dinero que dejaron de poner en circulación.  Sin embargo, lo primero no tiene nada que ver con lo segundo.  Para empezar, la aparición de los billetes de nuevos pesos no es un problema de inyectarle al dinero sistema, sino más bien de reemplazarlo.  Al sustituir los billetes anteriores por otros sin la leyenda “nuevos”, el Banco de México recibe los billetes viejos y los destruye.  Por lo mismo, no tiene nada que ver con un aumento o una disminución de la masa monetaria.

Si por alguna razón el Banco de México hubiera decidido que la cantidad de billetes en circulación era insuficiente, simplemente suministra más billetes en las formas usuales.  No tiene nada que ver con la aparición de “nuevos pesos”.  Si por equivocación las autoridades monetarias utilizaron estos billetes, de todos modos no se modifica la cantidad de billetes en circulación.  Si estos billetes ya estaban en circulación y estaban almacenados en algún banco, con menos razón tiene que ver con la política monetaria.

Por último, el Diputado se cuestiona ¿qué pasa con el control inflacionario?  Simplemente, Sr. Diputado, uno no tiene que ver con lo otro.


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martes, 14 de marzo de 2000

Política Económica Electorera

 

Pulso Económico


Política Económica Electorera


Por: Jonathan Heath®


En el último año de sexenios anteriores, la política económica se manejaba con fines claramente electorales.  Los desequilibrios y la alta vulnerabilidad resultaban siempre en crisis financieras.  ¿Cuáles son hoy las diferencias?

El gobierno ha insistido en que esta vez no habrá crisis sexenal.  La política económica de los últimos tres años se ha encauzado explícitamente a reducir la vulnerabilidad de la economía a shocks, tanto internos como externos, y a minimizar los desequilibrios macroeconómicos.  Como resultado de estos esfuerzos, no hay duda de que México está ahora en una posición mucho mejor que la de hace seis años.

Son muchas las comparaciones favorables ahora.  El gobierno se ha asegurado de cacarearlas por todos lados.  La balanza de pagos, junto con el nivel de la deuda externa y su patrón de amortización, muestran una estructura externa muy superior a la que nos llevó a un desastre hace seis años.  No hay una situación que pudiera llevar al gobierno a emitir cantidades exorbitantes de Tesobonos, ni existe la dependencia tan exagerada sobre los flujos de capital de portafolio.  La capacidad de México para afrontar sus obligaciones al exterior se encuentra hoy en la mejor posición de los últimos 25 años.

Tanto Moody’s como Standard & Poor’s han reconocido esta capacidad a través de mejorías en sus calificaciones de nuestro riesgo soberano.  Únicamente Fitch IBCA sostiene que México tiene mayor riesgo que hace seis años, pero seguramente no tardará en rectificar su posición.

Sin excepción, en el último año de cada sexenio el gobierno ha puesto la cuestión electoral como máxima prioridad para su política económica.  El problema de fondo siempre fue que no había realizado su tarea con anterioridad para asegurar que la economía podría resistir el manejo electoral.  Esto involucraba un esfuerzo para reducir la vulnerabilidad macroeconómica y asegurar que hubiera una balanza de pagos saludable, tal y como lo ha hecho en esta ocasión.

Por ejemplo, hemos observado cómo cada sexto año existe una apreciación real de la moneda, lo cual ha motivado una ampliación significativa del déficit en la balanza de pagos.  Dados los elevados niveles de deuda externa y una proporción significativa de éste a corto plazo, esta política ha llevado a ensanchar el desequilibrio externo.  Como resultado, el gobierno siempre se ha visto forzado a aplicar parches a su política económica, como el aumento salarial de emergencia en 1982, la aplicación del Pacto de Solidaridad en 1988 y la emisión de Tesobonos en 1994.

Hoy tenemos una situación diferente.  Ahora sí, el gobierno preparó bien el camino y no existe un desequilibrio externo.  La salud general de la economía ha llevado a casi un consenso de que no habrá crisis sexenal.  Además, hemos corrido con suerte de tal forma que el panorama externo nos favorece.  ¿Esto significa que no habrá un manejo electoral de la política económica?  Desgraciadamente, resulta difícil contestar en forma positiva.  Un análisis de la situación actual sugiere claramente un sesgo electoral en las decisiones que se estarán tomando.

De entrada, habría que reconocer que este manejo no es un monopolio del PRI.  Con miras a las elecciones de julio, el gobierno PeReDista del Distrito Federal decidió posponer el aumento en el precio del Metro para otra ocasión.  Sin embargo, no tiene el mismo impacto nacional que muchas otras decisiones.

De enero del año pasado al día de hoy, el peso mexicano se ha apreciado alrededor de 9 por ciento.  En el mismo lapso, el diferencial de inflación con el exterior ha sido cerca de 10 por ciento, por lo que se ha dado una apreciación sustancial en términos reales.  El tipo de cambio real de ahora se acerca bastante al promedio observado en el transcurso de 1994.  Independientemente del nivel ideal del tipo de cambio, la pérdida de competitividad que se observa está orillando a muchas empresas exportadoras a modificar sus planes futuros.  Al mismo tiempo, en enero de este año las importaciones de bienes de consumo aumentaron 52.9 por ciento con respecto al año pasado.

Sin lugar a dudas, no existe la misma urgencia para corregir el tipo de cambio que hace seis años.  No solamente tenemos un mejor perfil de deuda externa, sino que el déficit de la cuenta corriente mejoró de 3.7 por ciento del PIB en 1998 a 2.9 por ciento en 1999.  Sin embargo, de presentarse un buen panorama de crecimiento económico, no es nada descabellado observar un déficit externo de 3.7 por ciento del PIB para fin de este año.  Esto significa que sería deseable evitar una mayor apreciación, especialmente para evitar problemas mayores en el futuro.

En 1997 el Banco de México estimó necesario evitar una apreciación mayor de la moneda, cuando el déficit externo era menor al actual.  Instrumentó varias medidas, incluyendo la compra de dólares a través de subastas mensuales.  ¿Por qué no ha reaccionado en forma similar en esta ocasión?  La respuesta es obvia.  Faltan menos de cuatro meses para las elecciones.  En el corto plazo, la apreciación ayudará a reducir con más rapidez la inflación y brindará una percepción de mayor estabilidad.  No existe la urgencia y habrá mucho tiempo para implantar medidas después de las elecciones.

No obstante, el discurso del gobierno es distinto.  Con el anuncio del grado de inversión de parte de Moody’s, varios funcionarios declararon la importancia de no ser complacientes con la situación actual.  Nos han advertido del peligro que pudiera representar el incremento en los flujos de capital al país.  Sin lugar a dudas, esto significa que están preocupados por el nivel real del tipo de cambio.  Pero todo parece sugerir que no lo suficiente como para realizar algún cambio sustancial en la política actual antes de julio.

Al final de cuentas el poder es el poder.  Por más que se ha buscado pintar de democracia al México actual, el PRI no esta dispuesto a terminar sus 71 años tan fácilmente.  Queda claro que hará lo que sea necesario para garantizar su victoria en las urnas.  La diferencia es que en esta ocasión se manejó bien el margen de maniobra para que pueda instrumentar una política idónea para las elecciones.


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jueves, 9 de marzo de 2000

La Política Cambiaria

 

Pulso Económico


La Política Cambiaria


Por: Jonathan Heath®


La apreciación continua de nuestra moneda hará cada vez más difícil la exportación de bienes y servicios.  De continuar las entradas de capital, dentro de unos años podríamos volver a tener un déficit externo peligrosamente elevado.  ¿Qué puede hacer el gobierno para evitarlo?

Mucha gente piensa que el Banco de México determina libremente la cantidad de dinero en circulación y que en cualquier momento puede disminuir o incrementar la base monetaria sin mayores problemas.  Sin embargo, realmente no es así.  Es el público en general el que determina la masa monetaria.  El Banco de México acomoda la oferta de dinero de tal forma que sea igual a la demanda.  Si en un momento dado piensa que la demanda es excesiva o que no es compatible con los objetivos macroeconómicos, realiza acciones que inciden indirectamente en la demanda.  Aquí la palabra clave es “indirectamente”.

Esto es así porque resultaría muy difícil ir en contra de las fuerzas del mercado.  Si en un momento dado existe más dinero en circulación que lo que se demanda, la economía ajusta los precios al alza.  La situación opuesta, de una escasez de dinero, entorpecería la marcha de la economía.  Por lo mismo, el Banco Central siempre busca que la oferta y la demanda de dinero sean iguales.  Por ejemplo, la política de cortos que se aplica, no altera directamente la cantidad de dinero en circulación, sino lo encarece para que el propio público disminuya la demanda.

Esta política asegura que el Banco no vaya a proveer conscientemente una mayor cantidad de dinero que la necesaria a la economía.  Sin embargo, no garantiza eliminar los excesos generados a través de una demanda no prevista.  Por lo mismo, las autoridades tienen que vigilar la demanda muy de cerca e influir indirectamente en ella cuando lo estime necesario.

En principio, la política cambiaria debería de operar en forma similar.  El régimen de flotación funciona a través de una libre interacción de la oferta y la demanda de divisas.  Si el Banco de México quisiera provocar una depreciación, tendría que comprar dólares constantemente.  La acumulación continua de reservas tendría un costo elevado y un límite práctico después del cual se volvería absurdo.  Igualmente, para apreciar la moneda el Banco tendría que proveer al mercado un flujo continuo de dólares.  También estaría limitado por el tamaño inicial de las reservas y por la capacidad de endeudamiento del país.

Ninguna de estas acciones directas le conviene a las autoridades monetarias.  Se han intentado en el pasado con resultados desastrosos.  Después de examinar los costos y los beneficios de cada régimen cambiario, se llegó a la conclusión de que la flotación es el más adecuado.  La flexibilidad inherente al régimen nos asegura un ajuste inmediato ante un cambio repentino en la demanda o en la oferta.  No conocemos cuál es el tipo de cambio ideal en un momento dado y por lo mismo, es preferible que lo determine el mercado.

Sin embargo, esto no significa que el mercado funcione perfectamente bien y que no habría que cuestionar las tendencias que marque.  Por ejemplo, hemos observado una apreciación real sustancial en la moneda que podría causar problemas en un futuro.  La apreciación hará cada vez más difícil sostener el ritmo de exportaciones y poco a poco se irá ampliando el déficit de la cuenta corriente.  Pero al existir una oferta importante de divisas a través de los flujos de capital que llegan para aprovechar las oportunidades que ofrece el país, no habrá presión para que se corrija el tipo de cambio.  Este proceso puede seguir hasta que el déficit sea demasiado elevado, lo cual aumenta la vulnerabilidad de la balanza de pagos a un ajuste repentino y severo.

Por lo mismo, el gobierno debe estar al tanto de las tendencias del mercado y listo para influir en el tipo de cambio, pero sin intervenir directamente en el mercado a través de la compra y venta de divisas.  Más bien lo que debe hacer es buscar influir indirectamente, de la misma manera que lo hace en la política monetaria.

Existen varias formas o políticas que pueden ayudar a evitar un desequilibrio futuro, la mayoría encaminadas a desalentar la oferta.  El régimen de flotación crea incertidumbre para el inversionista extranjero, que junto con una baja tasa de interés desestimula la inversión en el mercado de dinero.  Aunque es preferible tener inversión extranjera directa a otras fuentes de divisas, habría que calcular cuál sería el monto óptimo.  El gobierno debería evitar el endeudamiento externo neto para no contribuir a la expansión de la oferta de divisas.  En fin, existen muchas formas para influir indirectamente sin crear distorsiones propiamente en el mercado.


Sugerencias y comentarios al email: heath@infosel.net.mx


martes, 7 de marzo de 2000

El Tipo de Cambio Real

 Pulso Económico


El Tipo de Cambio Real


Por: Jonathan Heath®


La pérdida de competitividad del tipo de cambio, resultado de la apreciación continua de nuestra moneda, es tema legítimo de preocupación para los exportadores y para los que temen un ajuste repentino.  ¿Pero es saludable para el país?

El manejo ideal de la política cambiaria ha sido tema de discusión entre economistas desde hace mucho, sin que el paso del tiempo haya permitido llegar a un consenso.  Algunos apoyan la idea de un tipo de cambio fijo, ya que promueve la estabilidad.  Otros prefieren la flotación para que sea la interacción de la oferta y la demanda la que determine el precio.  Entre ambos extremos, están los que proponen diferentes variantes de tipo de cambio semi-fijo o de reglas preestablecidas.  Cada escuela de pensamiento tiene sus puntos a favor y en contra, por lo que no existe una visión “correcta” o “equivocada”.

De entrada, existen muchas cuestiones en la formulación de la política cambiaria.  Una de las más importantes es la forma de estimar el tipo de cambio “ideal” en un momento dado.  La manera más utilizada por su sencillez es la de la teoría de la paridad de poder adquisitivo, que calcula un tipo de cambio teórico a partir de un momento dado a través de los diferenciales de inflación.  Aunque cada vez son menos los economistas que utilizan este método, es muy común entre empresarios y financieros.  Para su cálculo se toma arbitrariamente el tipo de cambio de un año en el cual se supone que había un equilibrio externo y cierta estabilidad.  A partir de ese año, se calcula el tipo de cambio teórico al dividirlo por el índice de precios de México y multiplicarlo por el índice de precios de Estados Unidos.  Posteriormente, se calcula su desviación porcentual contra el tipo de cambio actual y se obtiene el porcentaje de sub o sobre valuación de la moneda.

Las objeciones más comunes a este método tienen que ver con su arbitrariedad.  El cálculo puede variar mucho si se toma un año base distinto o si se aplican índices de precios diferentes.  Por ejemplo, se pueden tomar precios al consumidor, al mayoreo, al productor o índices parciales como de los bienes comerciables.  En vez de utilizar el índice de precios de Estados Unidos, se puede tomar un índice ponderado de los principales socios comerciales o un índice compuesto ponderado por el comercio mundial que calcula el Fondo Monetario Internacional.

Sin embargo, existen objeciones todavía más de fondo.  Una de las principales tiene que ver con un supuesto clave que se hace, que es que el tipo de cambio real de equilibrio es constante a través del tiempo.  ¿Esto qué significa?  Que el tipo de cambio teórico, que se calcula a partir de un año dado, es válido para todos los años sin importar lo que pudiera haber cambiado.  Esto significa que cualquier cambio de política, reforma estructural, shock externo o modificación legislativa es totalmente irrelevante.  El caso extremo sería admitir que la apertura comercial no ha sido relevante y el mismo tipo de cambio real, antes y después de la apertura, es el que resultaría en un equilibrio externo.  Más bien, la realidad nos sugiere que el tipo de cambio real de equilibrio no es constante, sino que se modifica con el tiempo y con las circunstancias del momento.

Los que favorecen el régimen de flotación subrayan el hecho de que es casi imposible determinar un tipo de cambio ideal y por lo tanto, habría que dejarle esta tarea al mercado.  Existen costos elevados por tratar de imponer un tipo de cambio distinto, como inflación, distorsión de precios relativos, pérdida del poder adquisitivo de los salarios, asignación ineficiente de recursos y demás.

No obstante, el asunto es todavía más complicado.  Vamos a suponer que pudiéramos calcular con cierta precisión el tipo de cambio ideal.  Existe además un problema de temporalidad, es decir, entre lo que conviene a corto y a largo plazos.  En el corto plazo, conviene que el tipo de cambio sea el que resulta de la interacción entre la oferta y la demanda de divisas, ya que de lo contrario habrá una escasez o un sobrante de divisas.  ¿Qué pasa si el tipo de cambio teórico o ideal es muy diferente al que determina el mercado?

Por ejemplo, supongamos que lo ideal sería un tipo de cambio 20 por ciento más elevado (lo que implica un peso más débil) al actual.  Para poder depreciar la moneda y sostener el nuevo precio, el Banco de México tendría que comprar dólares en el mercado todos los días.  Sin embargo, esto significa que habría una acumulación permanente en las reservas.  ¿Qué haría el Banco Central con tantas reservas?  ¿Hasta qué punto estaría dispuesto acumular reservas?  Tenemos que recordar que mantener una reserva de divisas tiene un costo para el fisco.  En el fondo, lo que estaría haciendo el Banco Central es sostener un subsidio permanente a los exportadores.  También implica una pérdida del poder adquisitivo de los asalariados, lo que favorece a los empresarios que exportan con un costo a los trabajadores.

Esto equivale a tratar de sostener un tipo de cambio real constante a través del tiempo.  El único país que lo ha intentado explícitamente es Chile.  Pero si examinamos el caso a fondo encontramos que el Banco Central de Chile tuvo que modificar el tipo de cambio real objetivo en muchas ocasiones, siempre en la dirección de una apreciación real.  Después de varios años, abandonaron esta política y oficialmente adoptaron una muy parecida a la que tenemos en la actualidad en México.

Uno puede ser o no partidario del mercado.  Pero independientemente de la postura ideológica, antes de aceptar la intervención del Estado se tienen que entender las consecuencias de esa acción.  Los que están a favor del mercado, concentran su análisis únicamente en los costos, mientras que los contrarios, ven nada más los beneficios de la intervención.  En cada caso deberíamos realizar un análisis de costo-beneficio.  Ya plenamente identificados los costos, se puede tomar la decisión en función de los beneficios.  Sin embargo, no podemos tomar una decisión tan importante sin considerar las consecuencias.

El régimen cambiario actual tiene sus costos.  Sin embargo, por lo pronto parece ser nuestra mejor opción.


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jueves, 2 de marzo de 2000

La Inversión Extranjera Directa

 

Pulso Económico


La Inversión Extranjera Directa


Por: Jonathan Heath®


El martes pasado, el gobierno anunció que México recibió en 1999 11,568 millones de dólares en inversión extranjera directa, lo que significa una entrada de capital superior a 70 mil millones de dólares en los primeros seis años del Tratado de Libre Comercio.

No hay duda de que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) ha traído beneficios para el país.  En sus seis años de vida se estima que ha producido más de un millón de empleos y ha elevado las exportaciones anuales de bienes a casi 137 mil millones de dólares.

Gracias al TLCAN, la IED ha reemplazado a la inversión de portafolio como el mecanismo principal de financiamiento externo.  En los primeros tres trimestres del año, la IED logró financiar 87.1 por ciento del déficit en cuenta corriente y se estima que será más de 80 por ciento del déficit de todo el año.  Nuestras exportaciones han crecido 163.5 por ciento en seis años, y la relación de exportaciones a deuda externa ha mejorado tanto que el Banco Mundial nos clasifica como el único país “menos endeudado” de ingresos medios en América Latina.  Por fin parece que ya somos capaces de generar nuestras propias divisas, con lo que podremos reducir nuestra dependencia del exterior y sacudirnos del yugo de la deuda externa.

En términos generales, la IED es una buena noticia sobre la cual se pueden hacer varios comentarios.  El primero es acerca de su estabilidad.  Si en seis años hemos recibido 70.75 mil millones de dólares, el promedio anual es de 11.792 mil millones.  El año pasado recibimos 11.568 mil millones, muy cerca del promedio.  Sin embargo, si desagregamos los datos en trimestres, los flujos de la IED son marcadamente estables y permanecen en un rango de 2.3 a 3.0 mil millones de dólares por trimestre desde fines de 1997 a la fecha, o sean nueve trimestres consecutivos.  Inclusive si revisamos los flujos de IED de 1994 a la fecha, encontramos que con excepción de un trimestre (el tercero de 1997) cuando la IED fue de 5.6 mil millones de dólares, el flujo trimestral siempre ha fluctuado en un rango de 1.8 a 3.4 mil millones de dólares.  Si tomamos en cuenta que los flujos de capital son por naturaleza muy volátiles, este resultado es asombroso.

El segundo comentario es acerca de la composición de la IED.  La inversión total es la suma de nuevas inversiones, más la reinversión de utilidades de empresas extranjeras en México, más las cuentas entre compañías (por ejemplo, empresas con presencia en ambos países como General Motors o Ford), más la inversión en maquiladoras.  A pesar de la estabilidad de los flujos totales, los componentes presentan una mayor volatilidad.  Por ejemplo, el componente principal, que son las nuevas inversiones, registró 4.4 mil millones de dólares en 1999, la cifra más baja de los últimos seis años.  Simplemente si lo comparamos con 1997 (9.9 mil millones de dólares), las nuevas inversiones del año pasado son menos de la mitad.

Esta cifra sugiere que muchas empresas se manejan con mayor cautela ante el fin de sexenio y la sucesión presidencial.  Sin embargo, esta actitud la observamos únicamente en las inversiones nuevas, que no tienen un compromiso previo.  En cambio, las empresas que ya están en México y tienen proyectos en marcha, muestran un compromiso firme, ya que la reinversión de utilidades registró su nivel más elevado el año pasado.  Igualmente sucede con el sector maquilador cuya inversión también llegó a un nuevo máximo.

De ser cierta esta última observación, México podría recibir una cantidad similar de IED en 2000 en los rubros de reinversión de utilidades, maquiladoras y cuentas entre compañías en lo que se despejan las dudas del proceso electoral y una posible crisis sexenal, y una cantidad ligeramente menor en nuevas inversiones.  Sin embargo, si logramos evitar una crisis y la economía de Estados Unidos mantiene su dinamismo, podríamos esperar un aumento sustancial de IED a partir de 2001, especialmente en el rubro de nuevas inversiones.  Los factores clave serán la continuidad de la estabilidad macroeconómica, la credibilidad de la política económica del nuevo presidente, las perspectivas de México como plataforma de exportación y las políticas complementarias que se pudieran instrumentar para alentar la IED.  En este sentido, los nuevos tratados de libre comercio con Europa, Israel y otras regiones serán fundamentales para atraer nuevas inversiones.

El último comentario tiene que ver con la reinversión de utilidades.  El hecho de que va en aumento es reflejo de que reditúa invertir en México y que las empresas están dispuestas a seguir ampliando sus proyectos. Es una estrategia de ganar-ganar.



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