jueves, 24 de junio de 1999

El Ahorro de las Afores

 

Pulso Económico


El Ahorro de las Afores


Por: Jonathan Heath


El Sistema de Ahorro para el Retiro cumple dos años de existencia.  Una nueva encuesta que evalúa su desempeño señala que la información oportuna y clara juega un papel primordial.

A raíz del aniversario, la Asociación Mexicana de Administradoras de Fondos Para el Retiro (Amafore) realizó una encuesta para medir el nivel de satisfacción de los afiliados.  A través de Bimsa, una empresa de prestigio y larga trayectoria, se realizó el estudio que localiza los determinantes de la satisfacción con las Afores.  Se puede decir en términos generales que los resultados son favorables para el nuevo sistema, ya que la mayoría de los encuestados considera que su dinero está mejor administrado y es más seguro, además de que obtienen más intereses.

Sin embargo, lo más interesante del estudio es la importancia del papel de la información.  La mayoría de los que están satisfechos dice que es por la mejor y mayor información que reciben regularmente sobre su cuenta personal.  Los insatisfechos argumentan su disgusto con base en la falta de información.  Se prefiere al nuevo sistema precisamente por la mayor transparencia en el manejo y porque se percibe que el dinero es propio y no del gobierno.  Al final de cuentas, el incremento en la información inspira mayor confianza.

El sistema anterior no reconocía el esfuerzo de aportación de los trabajadores.  Es más, se percibía la aportación como un impuesto, como un pago indeseable.  Era casi imposible que una persona pudiera establecer una relación entre sus pagos y los beneficios que recibiría años después, a la hora de su retiro.  Por lo mismo, el sistema no creaba ningún incentivo para el ahorro.

En cambio, el nuevo sistema establece una clara relación entre las aportaciones y los beneficios futuros.  El ahorrador puede observar mes con mes cómo va creciendo su cuenta y al retirarse sabrá perfectamente bien de dónde sale su pensión.  Cada aportación queda claramente registrada e inclusive, se permite hacerlo voluntariamente para incrementar su pensión o cambiar de Afore si no está satisfecho.  Finalmente, se reconoce el esfuerzo de aportación de cada individuo a través de intereses que compiten con las cuentas de los millonarios del país en las Casas de Bolsas 

Todo esto representa obvias ventajas sobre el sistema anterior.  ¿Pero qué pasa si el aforado no está consciente de estos beneficios?  Si queremos fomentar el ahorro y crear una base de capital a largo plazo que se pueda canalizar a inversiones productivas, necesitamos asegurarnos que los ahorradores entienden cómo funciona, que crean en él y que tengan toda la confianza de que sus ahorros están a salvo y garantizados.  Esto significa que no solamente basta con que cada aportación quede claramente registrada, sino que además el aforado esté consciente de que esta claridad es real.  Es importante que se entienda que recibe intereses sobre sus aportaciones y que éstos son competitivos con las mejores opciones disponibles.  Finalmente, se necesita que cada individuo sepa que puede influir en su propio retiro.

Al existir credibilidad, el aforado deja de percibir el sistema como un impuesto más y lo ve como un ahorro propio.  En ese momento se empieza a fomentar la cultura de ahorro que necesitamos.  Esto significa entender que el sacrificio del consumo presente tiene significativos premios en el futuro.

¿Cómo podemos juzgar este desempeño?  Finalmente, el monto y penetración del ahorro voluntario puede ser uno de los mejores parámetros para medir el éxito del sistema.  Nadie va a realizar una aportación voluntaria a su Afore sin antes entender cómo funciona, sin saber que genera intereses por arriba de las otras opciones, sin comprender el papel que juega el ahorro en la prosperidad misma de una familia.  Si la proporción de ahorro voluntario va creciendo con el tiempo, podremos decir que el sistema funciona.

Al mes de mayo, las aportaciones voluntarias representaban alrededor de 60 millones de pesos, 0.08 por ciento de un total de 72 mil millones de pesos que suman las aportaciones totales.  Si tomamos como base el número de afiliados activos, esto significa 6.63 pesos por cada uno.  Obviamente es un número muy bajo; sin embargo, han transcurrido escasos dos años desde que se inició.  Apenas fue este año cuando el gobierno quitó la doble tributación que existía en el pago del ISR.  Sin embargo, no importa el monto inicial, sino que éste vaya creciendo sistemáticamente.

En vía de mientras, podemos tomar una lección muy importante de la experiencia de las Afores y aplicarla a las demás instituciones: el papel que juega la información en el fortalecimiento de la confianza.  En un sistema autoritario, la información es poder.  En una democracia, la información es un bien público.


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martes, 22 de junio de 1999

La Política del Blindaje

 

Pulso Económico


La Política del Blindaje


Por: Jonathan Heath


El Programa de Fortalecimiento Financiero, dado a conocer por la SHyCP la semana pasada, ha resultado ser mucho más controversial de lo que se esperaba.  Sin embargo, muchas de las críticas reflejan confusión y una sorprendente falta de análisis de nuestra situación actual.

A raíz del anuncio de lo que se ha bautizado como el “blindaje financiero” de la economía mexicana, han surgido opiniones y críticas de toda índole.  Algunas reflejan desconocimiento de cómo opera la economía mexicana.  Otras son criticas de personas que bajo ninguna circunstancia reconocen los esfuerzos de las autoridades.  Finalmente, se han escuchado algunas reflexiones que podrán tener mérito propio, pero que son irrelevantes para el tema a discusión. Ha sido la confusión que el Vocero de SHyCP tuvo que emitir una nota aclaratoria que busca responder varias de las críticas expuestas en los medios.

Por ejemplo, algunos legisladores declararon que el Programa es producto de compromisos adquiridos sin el conocimiento de la nación, que es inconstitucional porque excede el límite de endeudamiento autorizado por el Congreso y que incluye planteamientos para el año 2000 antes de que ellos los discutan.  Después de leer el “Memorándum de Políticas Económicas y Financieras” suscrito con el FMI, no encontramos absolutamente nada nuevo, que no se haya discutido con anterioridad o que no esté contenido ya en los Criterios Generales de Política Económica o en el Programa Monetario del Banco de México.  El gobierno mexicano no agrega ninguna política nueva, sino simplemente esboza las políticas económicas que tantas veces ha comentado.

En ocasiones anteriores, los pactos con el FMI eran verdaderamente obscuros.  Apenas daban a conocer el contenido de la carta de intención y nadie se enteraba de los compromisos en materia de política económica.  Ahora las autoridades han dado a conocer un memorándum de políticas y han prometido divulgar en su momento el famoso “Memorándum Técnico”, que contiene metas específicas trimestrales.  Este todavía no se ha dado a conocer porque está a discusión y pudiera sufrir cambios.  Sin embargo, de cumplirse la promesa de publicarse, sería la primera vez en la larga historia de acuerdos con el FMI que México haga lo que la mayoría de los países hacen desde hace mucho tiempo.

Algunas de las confusiones son por un lado con relación a la diferencia entre endeudamiento bruto y neto, y por otro, entre créditos otorgados y contingentes.  Cuando se presentó el contenido de los diversos financiamientos, el gobierno hizo la diferenciación entre 16.8 mmd de los créditos de diferentes fuentes y 6.8 mmd relacionados con un acuerdo entre los bancos centrales de los países de América del Norte.  El primer monto son en su mayoría refinanciamientos de organismos mundiales que suceden casi automáticamente cada año.  Inclusive, en este caso se agrupan créditos que corresponden a varios años.

Por ejemplo, el Banco Mundial y el BID nos van a prestar 8.7 mmd en un periodo de tres años, mismo en que les tenemos que pagar 5.4 mmd.  Las líneas por 4 mmd del EXIMBank son créditos revolventes para financiar las importaciones provenientes de Estados Unidos.  Finalmente, el préstamo del FMI va a servir para pagar parte del adeudo que tenemos con ellos.  En términos prácticos, es simplemente una extensión del crédito para no tener que liquidarlo en su totalidad el año que entra.  Por lo mismo, casi no representa una variación en la deuda externa total y es simplemente un anuncio de que están cubiertas las amortizaciones principales de deuda pública con el exterior que no se negocian en el mercado.

La segunda parte del Programa, que corresponde a un crédito contingente entre los bancos centrales, es simplemente una línea de crédito que está disponible pero que no se utilizará a no ser que ocurriera algo extraordinario.  Sin embargo, aun así tampoco representaría un incremento en la deuda externa neta.  El arreglo es un intercambio de monedas, lo que en la jerga financiera se conoce como un swap.  Por ejemplo, la Reserva Federal de Estados Unidos le da al Banco de México una cantidad de dólares, mientras que nuestro banco central deposita una cantidad similar en pesos, con un convenio de recompra en determinado tiempo.

Esta medida es para inspirar una mayor confianza de que nuestros acreedores recibirán sus pagos oportunamente.  Sin embargo, la probabilidad de que sea utilizada es realmente remota dada la naturaleza de nuestro régimen cambiario.  Es en este sentido que el famoso Programa simplemente está anunciando que la mayoría de nuestros compromisos con el exterior para el año entrante están cubiertos y que no existe la posibilidad de un error tipo Aspe (como los Tesobonos) que pudiera comprometer la viabilidad financiera del país.  Al final de cuentas, el programa consiste en una serie de refinanciamientos que hubieran ocurrido independientemente de la existencia de una política explícita de blindaje financiero.

Algunos líderes empresariales no han logrado entender el significado de Programa.  Por ejemplo, hubo una declaración de que sería preferible contar con un paquete que apoyara el crecimiento en vez de un paquete de contingencia.  Sin embargo, la simple existencia de estos refinanciamientos garantiza que no habrá un derrumbe en la actividad económica.  Las crisis sexenales han producido recesiones, desempleo, pérdida de poder adquisitivo y demás problemas económicos.  Resulta inverosímil pensar que en vez de protegernos de una crisis deberíamos pedir prestado para crecer.  En adición, el gobierno argumenta que los recursos provenientes del Banco Mundial, BID y EXIMBank se destinarán para programas sociales y de infraestructura en los sectores productivos, por lo que complementarán el proceso de crecimiento económico.

Por último, algunos analistas han criticado al programa alegando que no garantizará estabilidad dado que no existe un blindaje político y social.  Este es un buen ejemplo de un comentario que tiene mérito propio pero es irrelevante al tema en discusión.  ¿Acaso quieren que las autoridades dejen de buscar cómo reducir la vulnerabilidad económica porque aún hay riesgos políticos y problemas sociales?


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jueves, 17 de junio de 1999

¿Fin de Sexenio sin Crisis?

 

Pulso Económico


¿Fin de Sexenio sin Crisis?

Por: Jonathan Heath

La SHyCP dio a conocer el martes pasado la suscripción de un nuevo acuerdo de Facilidad Ampliada con el FMI, con el que se completa un paquete de contingencia financiera de 23.7 mmd para hacer frente al último año del sexenio.  ¿Será suficiente para ahora si evitar la maldición de las crisis sexenales?
A pesar de que la economía mexicana tiene buenos fundamentos macroeconómicos, existe todavía la posibilidad de una nueva crisis sexenal.  La política económica ha logrado incrementar el ahorro interno, reducir el déficit externo, casi equilibrar las finanzas públicas y evitar una sobrevaluación sistemática del tipo de cambio.  Todo esto es necesario más no suficiente.  Con todo y los buenos esfuerzos, todavía falta fortalecer la credibilidad y confianza en el gobierno.  De lo contrario, habrá una salida masiva de capitales el año entrante cuando muchos corran a proteger su patrimonio.
Difícilmente hay un empresario que no piense cubrirse del riesgo cambiario en el transcurso del año entrante.  Muchos dicen que no les importa lo que diga la macroeconomía, pero ya no están dispuestos a jugarse su patrimonio una vez más.  Esto significa que pudiéramos tener una crisis autorrealizable, es decir, que sea provocada por el simple miedo de que pudiera existir.
Sin embargo, ni siquiera hace falta una salida masiva de capitales para provocar una situación de crisis.  Si los inversionistas extranjeros, que este año calculan ingresar cerca de 10 mmd al país, deciden adoptar una actitud cautelosa el año entrante, podría darse un paro repentino en los flujos de capital.  Dado que la balanza de pagos es un concepto de flujo, sin flujo podría darse una crisis externa.
Esta situación no es desconocida para el gobierno.  Sabe que a pesar de sus esfuerzos por evitar una crisis, si no hay credibilidad existirá esta posibilidad.  Por lo mismo, no es suficiente un buen manejo de la política económica: necesita además crear un blindaje a prueba de salidas de capital.  En otras palabras, las autoridades deben planear la política económica como si fuera un hecho que van a producirse salidas de capital.  De esta forma, si las hay ya está contemplado; si no las hay, simplemente no pasa nada.
Este es el sentido de la noticia del Programa de Fortalecimiento Financiero, que consiste en una serie apoyos de contingencia por un total de 23.7 mmd.  Si analizamos el estado actual de la balanza de pagos, el perfil de amortización y los demás aspectos relevantes de la economía, encontraremos que no es necesario contar con un apoyo extraordinario.  En cambio, si analizamos nuestra historia de los últimos 25 años, queda claro que el gobierno está haciendo lo prudente.
Al examinar las partes encontramos que hay muy poco nuevo.  Ya sabíamos que el gobierno estaba negociando una nueva facilidad con el FMI.  Muchos esperaban que el Banco Mundial, el BID y el EXIMbank nos apoyaran con créditos frescos, tal y como lo hacen todos los años.  También era conocida la existencia del arreglo entre bancos centrales bajo el marco del TLC para apoyos mutuos.  Lo novedoso más bien es el todo, que es más que la simple suma de las partes.  Lo que nos está diciendo el gobierno es que si alguien tiene dudas acerca de la viabilidad económica del año entrante, tranquilamente puede sacar su dinero del país.  No es necesario dejarlo aquí para evitar una crisis.  Aunque muchos desconfían del gobierno y prefieren protegerse, no causará ningún calambre.
En 19

82, el Presidente José López Portillo dijo en su Sexto Informe al Congreso de la Unión, “ya nos saquearon, no nos volverán a saquear”, queriendo culpar a los mexicanos que buscaban proteger su patrimonio de los errores del gobierno.  Ahora parece que las autoridades están reconociendo que esos errores son propios.
Realmente éste es el meollo del asunto.  El gobierno prepara el camino para aguantar lo peor, para minimizar cualquier daño que pudiera causar la incertidumbre típica de fin de sexenio.  No solamente promete llevar a cabo políticas monetaria y fiscal prudentes, sino que está realizando una doble cobertura.  Esto es exactamente lo que tiene que hacer.
El gobierno sabe bien que tiene que llevar a cabo esta doble cobertura porque los mexicanos jamás perdonarían otra crisis que mermara todavía más su poder adquisitivo.  Todos recuerdan las grandes promesas de Salinas de que pronto perteneceríamos al primer mundo.  A nadie se le olvida la grandeza de Aspe cuando presumía que había erradicado la inflación.  Por lo mismo, Zedillo no puede quedarse a nivel de promesa y exigir confianza al pueblo.  Sabe bien que tiene que demostrarse en los hechos.  Esta vez no solamente nadie lo perdonaría, sino que además podría estar en juego la viabilidad misma del país.

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martes, 15 de junio de 1999

La Crisis Bancaria

 

Pulso Económico


La Crisis Bancaria


Por: Jonathan Heath


La semana pasada las autoridades suspendieron la cotización del Grupo Financiero Serfin en la Bolsa Mexicana de Valores y anunciaron que se estudian esquemas para su capitalización.  Habrá que estar atentos a la posible solución, ya que será el punto de partida para el siguiente capítulo de la crisis bancaria mexicana.

A nadie le queda duda de que estamos sumergidos todavía en una profunda crisis bancaria.  A pesar de todos los programas del gobierno a través de Fobaproa y los distintos esfuerzos de capitalización, la banca se encuentra descapitalizada y decapitada.  Desgraciadamente se ha perdido la capacidad de recuperar los créditos y la cartera vencida sigue creciendo.  Dado que las pérdidas continúan, se hace necesario aumentar constantemente la previsión de reservas.

El problema va ser cada día mayor mientras el Poder Legislativo no fortalezca la estructura jurídica y obligue a los deudores a cumplir con sus pagos.  Sin embargo, los deudores han adquirido una fuerza política impresionante y quedan escasos 12 meses antes de las elecciones presidenciales.  Por lo mismo, a estas alturas ningún partido político quiere asumir el costo político con miras a fortalecer el sistema bancario.  De por sí la impresión extendida es que los esfuerzos por rescatar al sistema bancario han sido para proteger a los banqueros y a los empresarios más poderosos del país.  Una nueva legislación para asegurar el cobro de las deudas con la banca sería muy difícil de vender.

Sin embargo, la evidencia apunta totalmente al otro extremo.  Por ejemplo, en el caso de Serfin se estima que los accionistas han inyectado 1,621.2 millones de dólares (md), mientras que el mercado lo valora en 220.3 md (al 10 de junio, que es la última cotización antes de su retiro).  Esto significa que les resta 13.2 dólares por cada cien que invirtieron.  Si a esto le agregamos la compra de cartera por parte de Fobaproa por 5,250 md, lo que suma una inyección total de 6,871.2 md en los últimos 9 años, el valor de las acciones apenas reconoce el 3.2 por ciento.

De esta forma queda claro que los dueños de la banca han perdido casi la totalidad de su inversión.  Para ellos ha sido el peor negocio jamas emprendido.  Pero el problema se complica aún más, si consideramos que las perspectivas de inversión en la banca bajo la situación actual no ha cambiado ni tienen visos de cambiar en el futuro mediato.  Esto significa que ningún inversionista, ya sea nacional o extranjero, estará interesado en comprometer su capital en la banca mexicana.  Parece que la única forma sería a través de una garantía por parte del gobierno como los que ya se les ha dado a Hong Kong Shanghai Bank y a JP Morgan.

La alternativa es que sea el gobierno el que asuma el control accionario a través de un nuevo compromiso de inyectarle dinero fresco.  Sin embargo, el gobierno ya tiene un adeudo de 70 mil millones de dólares con relación a la banca y resulta difícil pensar que el Congreso le autorice un endeudamiento adicional.  En términos de imagen no le conviene asumir la administración cautelar de Serfin, ya que la percepción política será altamente negativa.  En resumen, las opciones son limitadas y ninguna parece ofrecer una solución viable.

A todos nos pesa la enorme deuda que a la fecha ha dejado la crisis bancaria.  La última estimación es de 16% del PIB y parece que puede todavía ser mucho mayor.  Sin embargo, este precio es poco en comparación al daño inducido por el riesgo moral (moral hazzard), es decir, por haber permitido la entrada a la cultura del “no pago”.  Hemos hecho añicos a nuestro sistema bancario, que es una parte esencial de cualquier economía.  Aun pensando en un escenario en el cual el gobierno milagrosamente logra reconstruir la estructura jurídica y fortalecer los derechos de propiedad, estaremos sufriendo los costos de esta crisis por lo menos por una década más.

Dado que el obstáculo principal radica en la ineficacia del Congreso Federal, el gobierno ha buscado rutas alternas.  Una interesante ha sido con relación a la construcción de la vivienda de interés social que tanta falta hace en el país.  Dado que el sistema bancario se encuentra paralizado, se ha acudido a la creación de las Sofoles (Sociedades de Financiamiento de Objetivo Limitado), que son instituciones financieras no bancarias.  Estas reciben financiamiento ya sea del Infonavit, de Nafinsa o del Banco Mundial para otorgar créditos para la vivienda de interés social.

Esto ha funcionado gracias a una legislación estatal que otorga cierta garantía de pago.  Si una familia que recibe el crédito deja de pagar, a los seis meses el gobierno estatal le quita la casa.  Los Estados que han instrumentado esta nueva legislación registran auge en la construcción de vivienda de este tipo.  Los gobiernos que no han querido aceptarlo tienen hoy una ausencia casi total de construcción y su subsecuente efecto sobre el empleo.  Obviamente, no ha sido sin controversia esta ley que El Barzón ha bautizado como la “Ley Zedillo”.

Este mismo caso sirve para ejemplificar lo que pasando a escala nacional con la banca.  Hoy no hay créditos para la industria, especialmente para las empresas medianas y pequeñas.  Y es que ningún banco mentalmente cuerdo estaría dispuesto a ofrecer créditos sin la plena garantía de pago.  Los líderes empresariales se quejan amargamente de lo elevado de las tasas de interés.  Sin embargo, las tasas altas no obedecen a la política monetaria del país, sino más bien al riesgo país que a su vez refleja la inoperatividad del sistema bancario.

No hay duda de que la legislatura actual va quedar inscrita en la historia como un parteaguas.  Es la primera vez en los últimos 70 años en que existe un verdadero debate entre partidos.  Las leyes nuevas son producto de discusión y negociación.  Ya no vale que el Ejecutivo instrumente iniciativas de ley en forma unilateral.  Sin embargo, nuestra propia inmadurez política nos está llevando al otro extremo y están dejando de aprobarse leyes de suma importancia.  De mantenerse este impasse por mucho tiempo más, va a llegar un momento en que incluso se va a dificultar el propio crecimiento del país.


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jueves, 10 de junio de 1999

¿Seguirá Bajando la Inflación?

 

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¿Seguirá Bajando la Inflación?


Por: Jonathan Heath


El Banco de México dio a conocer ayer la inflación del mes de mayo, que confirma la tendencia descendente iniciada hace cuatro meses.  Es interesante observar que la baja se produce por los mismos factores que la elevaron el año pasado.

La inflación correspondiente a mayo fue de 0.60 por ciento, principalmente por la disminución de los precios de la electricidad y del gas doméstico.  Si anualizamos este dato, es decir, si calculamos cuánto sería la inflación de 12 meses suponiendo que el 0.60 por ciento se repitiera todos los meses, obtenemos una inflación de 7.46 por ciento. Esta cifra es sustancialmente menor a la meta oficial de 13 por ciento al año.

La inflación acumulada en el año es de 6.47 por ciento, lo que significa que no podrá ser mayor a 6.13 por ciento en lo que resta del año para alcanzar su meta.  Esto es el equivalente a 0.86 por ciento mensual.  Después de estimar casi imposible su cumplimiento durante los últimos meses, por primera vez en mucho tiempo parece ser factible que las autoridades monetarias podrán acercarse a su objetivo.  De ocurrir este acontecimiento, sería inclusive posible llegar a la tan anhelada cifra de un solo dígito para el año 2000.

¿Qué es lo que necesitamos para cumplir con la meta y llegar a un dígito el año entrante?  Primeramente, la ausencia de shocks como los del año pasado.  La crisis asiática, la recesión de Japón, la caída en el precio internacional del petróleo, el desplome de la economía rusa, el fenómeno climatológico de “el Niño”, el retiro del subsidio a la tortilla, el “gazolinazo” de noviembre y el ataque especulativo en contra del  real brasileño, fueron factores que no solamente inyectaron volatilidad a nuestros mercados financieros, sino que además indujeron presiones inflacionarias importantes.  El efecto principal fue a través de la depreciación acelerada del tipo de cambio, consecuencias de la reducción de los flujos de capital a escala mundial.  Sin embargo, también influyeron los incrementos especiales en los precios de frutas, legumbres, tortillas y gasolina. 

De darse de nuevo uno o varios shocks de este tipo, es muy probable que el tipo de cambio se ajuste de nuevo.  Dado que se espera que la actividad económica se vaya recuperando y que el déficit comercial se incremente, van a existir presiones sobre el tipo de cambio.  Si a esta situación le agregamos más volatilidad externa, será difícil seguir abatiendo la inflación.  Ya nos hemos llevado dos sustos: primero, la devaluación del real brasileño en enero y después el cambio en la postura monetaria de la Reserva Federal de Estados Unidos.

Es interesante observar que los mismos factores que dieron a pie a que la inflación subiera el año pasado, son los que explican su disminución ahora.  En 1998 se presento una depreciación acelerada en el tipo de cambio ahora se ha apreciado.  El año pasado hubo un aumento en las frutas y legumbres a raíz de las sequías y las inundaciones y este año a disminuido sus precios. Anteriormente experimentamos alzas en los precios públicos, como tortillas y gasolina.  Ahora son otros precios públicos los que están disminuyendo: el gas doméstico y la electricidad.

Esto nos lleva al segundo riesgo que habría que evitar.  Se están produciendo sequías en varias partes del país, que podrían ocasionar incrementos en los precios de ciertas cosechas.  De ser así, de nuevo se dificultaría la lucha inflacionaria.

Tercero, es primordial que el Banco de México mantenga su postura restrictiva por un largo rato.  Inclusive, si se presenta algún shock del exterior o se acelerara demasiado la actividad económica, será necesario incrementar el famoso “corto”.  Parece que las autoridades monetarias están encontrando poco a poco una mayor aceptación por parte de la sociedad de abatir por fin la inflación.  Es importante que aprovechen esta coyuntura, dado que difícilmente se va a presentar de nuevo.

Todo apunta a que la inflación puede seguir su tendencia descendente.  Un buen ejemplo lo tenemos en el comportamiento de los precios productor que en la mayoría de los casos van adelante de los precios consumidor sea mayor después de un pequeño rezago.  Sin embargo, últimamente se ha observado justamente lo contrario; los precios al productor han tenido incrementos sustancialmente menores a los precios al consumidor.  En lo que va del año, la inflación al productor ha sido de 3.96 por ciento, casi 3 puntos porcentuales menores que el consumidor.

Los siguientes tres meses serán clave, ya que representan los meses de inflación más bajos del año.


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martes, 8 de junio de 1999

Otro Indice de Desempeño

 

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Otro Indice de Desempeño


Por: Jonathan Heath


De nuevo se da a conocer un índice de desempeño económico financiero que compara a México con países de todo el mundo.  Por más que buscamos mejorar, la corrupción, impunidad y falta de respeto al estado de derecho terminan por hundirnos.

El Instituto Milken dio a conocer su índice anual de acceso al capital, que es un indicador que mide el grado relativo de apertura que tiene un país, con énfasis especial en el desempeño de los mercados de capital.  De los 44 países clasificados, México ocupa el lugar 32.  De los cinco países latinoamericanos incluidos, Chile y Argentina presentan una apertura muy superior a la nuestra, mientras que Brasil y Venezuela están colocados por debajo de México.  En principio este es un resultado sorprendente, ya que México tiene una proporción de comercio exterior con relación al PIB mucho más elevada que los demás países.

La novedad del índice es que calcula la apertura por el lado del capital y no por la forma tradicional, que sería a través del comercio exterior.  Por lo mismo, presenta resultados que no necesariamente son intuitivos.  Por ejemplo, según el índice Argentina tiene una mayor apertura que Canadá.

El índice pondera 41 variables y se divide en tres categorías.  La primera categoría consiste en medidas cuantitativas, como la capitalización de la Bolsa de Valores al PIB, activos bancarios a PIB, colocaciones bursátiles internacionales como porcentaje del total y diversas medidas de concentración de mercado.  Incluye también variables que miden el desempeño de la economía como crecimiento del PIB, recursos tributarios y tasa de desempleo.  Aquí se consideran 20 variables en total.

La segunda categoría consiste en cuatro medidas de riesgo, como volatilidad de la moneda, de la tasa de interés y del mercado bursátil.  La última categoría, de medidas cualitativas, toma 17 variables de diferente índole.  Aquí se incluyen las calificaciones de las agencias calificadoras, acceso a los mercados de capital del extranjero, acceso de extranjeros a los mercados de capital interno, condiciones financieras, facilidad de entrada al sistema bancario, evasión de impuestos, riesgo de expropiación y principios de respeto al estado de derecho.  La diferencia principal con las primeras dos categorías es que la mayoría de los indicadores cualitativos tienen como base las encuestas de percepción entre inversionistas.

Aunque resulta lógico pensar que cualquier comparación con países desarrollados es desfavorable para México, es interesante la relativa a los demás países latinoamericanos.  En la primera categoría, Chile tiene una calificación muy superior a los otros, mientras que Venezuela se encuentra muy rezagado.  Sin embargo, México, Argentina y Brasil están virtualmente empatados.  En principio, el resultado de Chile se entendería por su buen desempeño económico a través de los últimos 10 años.  Sin embargo, su buena calificación obedece a la alta capitalización de su mercado bursátil, a su emisión de deuda y a sus bajas tasas impositivas.

En cambio, México pierde muchos puntos por tener la proporción más baja de activos bancarios al PIB de toda la región.  Los valores de deuda interna como porcentaje del PIB resultan también inferiores a los demás.  Sin embargo, la capitalización del mercado de valores es superior a los otros y terminamos con una calificación similar a Brasil y Argentina.

Las variables de riesgo, que son simples medidas de volatilidad financiera, favorecen mucho a Argentina, que tiene una inflación cercana a cero y un tipo de cambio fijo.  En cambio, el régimen de flotación del peso castiga a México quizás más de lo debido.  Mientras que tenemos volatilidad en los mercados financieros, nuestra tasa de desempleo es menor a Argentina y se presenta menos volatilidad (por lo menos en los últimos años) en la parte productiva de la economía.  No obstante, salvo la excepción de Argentina, no estamos muy lejos de los demás países.

Sin embargo, donde México cede mucho terreno es en la última categoría, la de indicadores cualitativos.  Queda claro que la percepción de los inversionistas extranjeros sobre las condiciones financieras de los bancos es muy limitada.  La evasión de impuestos es muy elevada y el sistema impositivo no es considerado como favorable para un clima de negocios.  Nuestras peores calificaciones se registran en el nivel generalizado de corrupción, el riesgo de violación de contratos y la debilidad en el respeto al estado de derecho.

Muchos de los resultados son compilaciones de otros estudios y encuestas.  Por ejemplo, varios indicadores provienen del Reporte Global de Competitividad, de las estadísticas financieras internacionales del FMI o del Instituto Frasier de Canadá.  Podríamos argumentar la validez de algunas variables, encuestas o indicadores, sin embargo, la mayoría proviene de fuentes que a grandes rasgos se deben considerar imparciales.

El Instituto Milken es un centro de estudios no lucrativo que analiza temas de desarrollo económico, comercio y globalización.  Su meta principal es crear un público más informado y un proceso de toma de decisiones más meditado, para contribuir a la creación de mejores condiciones económicas en el mundo.  Fue fundado por el multimillonario Michael Milken, quien hizo su fortuna hace ya algunos años en el mercado de los llamados bonos chatarra.  Impedido por la vía legal para seguir adelante en el mundo financiero, se dedicó a ser filántropo.  El instituto que echó a andar está llegando a ser un indiscutible líder a escala mundial en el desarrollo de este tipo de temas.

Una vez más la comparación de México con otros países ilustra nuestras debilidades.  Aspiramos a ser un país más democrático, pero carecemos del respeto mínimo requerido al marco legal.  Nos perciben como un país corrupto, con un alto contenido de impunidad.  La mayoría no se sienten protegidos por un contrato legal, ya que el riesgo de que no se va a respetar es muy elevado.  Nos ven como una población que evade sistemáticamente el pago de impuestos.  En fin, la lista es larga y de sobra conocida por nosotros.


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jueves, 3 de junio de 1999

El Déficit Externo

 

Pulso Económico


El Déficit Externo


Por: Jonathan Heath


El Banco de México dio a conocer el martes pasado el saldo de la cuenta corriente para el primer trimestre de este año.  En principio, parece señalar que no hay presiones del exterior y que pudiéramos estar tranquilos.  Sin embargo, no es el monto lo que deberíamos observar, sino las implicaciones hacia adelante.

Durante el primer trimestre de 1999 la cuenta corriente de la balanza de pagos arrojó un saldo deficitario de 2,920 millones de dólares, que es el más reducido desde el tercer trimestre de 1997.  Este monto representa 2.4 por ciento del PIB, lo cual es una proporción muy sana y la más baja desde el segundo trimestre de 1997.

Por lo mismo, muchos analistas se apresuraron a señalar que esta cifra da tranquilidad respecto a la suerte del sector externo en lo que resta del año y en el siguiente.  Dicen que la cifra dada a conocer es consistente con un déficit de 13,791 millones de dólares para el año, que es el consenso de los analistas de la encuesta que realiza el Banco de México.  Pero todavía más importante, es que el déficit de este año se puede financiar con relativa tranquilidad.

Sin embargo, puede ser un poco prematuro cantar victoria en el sentido de que no vamos a tener un déficit externo perjudicial el año entrante.  La cifra en sí es buena, pero hay factores que podrían incrementarlo rápidamente.  En muchas ocasiones hemos visto que el déficit se puede multiplicar por dos de un año a otro.

Primeramente, debemos tomar en cuenta el factor estacional excluyendo los años atípicos, es decir, veamos cuánto suele ser la proporción del primer trimestre del déficit total del año, sin incluir los años con devaluaciones bruscas o superávit.  Resulta que en años normales, el déficit del primer trimestre es alrededor de 74 por ciento del total del año.  Esto significa que si este trimestre fue de 2.4 por ciento del PIB, la cifra es consistente con un déficit de 3.2 por ciento para el año.  En otras palabras, bajo circunstancias típicas podríamos esperar un déficit de 14.2 mil millones de dólares para el año.

Segundo, deberíamos preguntarnos qué tan típico es este año.  Tuvimos una desaceleración importante en la actividad económica y una depreciación sustancial en el tipo de cambio a partir del último trimestre del año pasado.  Estos dos factores contribuyeron en forma contundente a disminuir el déficit externo.  Sin lugar a dudas, la desaceleración continuó en el primer trimestre de este año cuando el PIB creció apenas 1.9 por ciento.  No obstante, la evidencia apunta a que se tocó fondo y a partir del segundo trimestre deberíamos observar un pequeño repunte en la actividad económica. Además, el tipo de cambio se ha apreciado bastante, revirtiendo la tendencia observada entre agosto y enero pasados.

Tanto la recuperación de la actividad económica como la apreciación del tipo de cambio deberán incrementar de nuevo la demanda de importaciones.  De hecho, ya se observa una recuperación en las importaciones de los bienes de capital (desde febrero) y de consumo (desde abril).  Por lo mismo, deberíamos considerar el cálculo de un déficit en cuenta corriente de 3.2 por ciento del PIB como un piso para el año.  Lo más seguro es que sea mayor.

Habría que matizar el efecto de la recuperación sobre el déficit para este año.  Aun suponiendo que la economía crezca más en la segunda mitad del año, es posible establecer un techo razonable de 3.6 por ciento del PIB, cifra que representaría volver a tener un déficit de 15.8 mil millones de dólares en el año.  La razón estriba en que existen rezagos naturales entre el momento en que el tipo de cambio se aprecia y que tenga un efecto importante sobre la demanda de importaciones.  La diferencia entre el piso y el techo es de 1.6 mil millones de dólares y realmente el monto no representa dificultad alguna en términos de financiamiento.  Hemos visto que existen niveles holgados de liquidez en los mercados internacionales de capitales 

¿Pero qué pasaría si la economía norteamericana empieza a desacelerarse en forma importante hacia finales de este año?  Es factible que se combine la recuperación de nuestra economía y su subsecuente incremento en las importaciones, con una baja en la actividad económica de nuestro vecino, lo cual causaría una disminución en nuestras exportaciones.  Todavía no podemos descartar un escenario en que el déficit externo llegara a superar 5 por ciento del PIB el año entrante.

Si los inversionistas observan un déficit grande el año entrante, lo considerarán como un punto de vulnerabilidad.  Si además anticipan dificultades por ser año de elecciones, podrán adoptar una actitud mucho más conservadora.  Esto podría llevar a una depreciación rápida en el tipo de cambio.

Hemos avanzado mucho, pero todavía no podemos cantar victoria.


Comentarios, observaciones y críticas al Email: heath@infosel.net.mx


martes, 1 de junio de 1999

Argentina y la Convertibilidad

 

Pulso Económico


Argentina y la Convertibilidad


Por: Jonathan Heath




Ahora que se ha puesto de moda entre algunos empresarios pedir la dolarización o un Consejo Monetario, existen algunas lecciones para nuestro país en la experiencia del Plan de Convertibilidad de Argentina.  A pesar de que ha ayudado a eliminar la inflación, empieza a verse como el país con más problemas en la región.

En las últimas semanas han vuelto a surgir dudas acerca del futuro del Plan de Convertibilidad en Argentina.  Es la única economía latinoamericana con una calificación riesgo-país comparable que atraviesa por una recesión severa y que además en octubre de este año tendrá elecciones presidenciales.  Como consecuencia de los shocks externos que ha sufrido y la falta de flexibilidad en su política económica, se estima que la actividad económica podría disminuir hasta 3 por ciento en 1999.

La tasa de desempleo fue de 12.9 por ciento en 1998, cifra que se espera aumente este año con la recesión.  La disminución en la actividad económica ha deteriorado los ingresos fiscales y por lo mismo, se estima que el déficit público terminará el año en 2.5 por ciento del PIB, más del doble que el año pasado.

La cuenta corriente como porcentaje del PIB registró el año pasado 4.3 por ciento, con tendencia creciente.  Como consecuencia de la crisis brasileña y la caída en los precios de los commodities, las exportaciones de Argentina han disminuido en forma importante.  En el primer trimestre de este año, exportaron bienes por un valor de 5.0 mil millones de dólares, cantidad menor a la del segundo trimestre del año pasado que fue de 7.6 mil millones de dólares.

Al tener problemas en sus cuentas con el exterior, no les queda más alternativa que inducir una recesión para reducir la demanda de importaciones.  Algunos economistas estiman que la moneda argentina está sobrevaluada en 40 por ciento, lo cual dificulta de entrada el crecimiento de las exportaciones y favorece las importaciones.  Por ejemplo, en marzo los argentinos importaron 403 millones de dólares de bienes de consumo, cantidad similar al promedio mensual del año pasado de 405 millones de dólares.  A pesar de la recesión, no se ha visto una mejoría muy notable.

Argentina es un país considerado por el Banco Mundial como severamente endeudado.  La relación de su deuda externa total a exportaciones fue de 528.6 por ciento en 1998, casi cinco veces la misma relación que guarda México.  En principio no es un país muy abierto, especialmente si lo comparamos con México.  Por ejemplo, la suma de sus importaciones y exportaciones como porcentaje del PIB fue de 17.2 por ciento en 1998, comparado con México que fue 58.6 por ciento.  Sus exportaciones, alrededor de 8 por ciento del PIB, son primordialmente del sector primario (70 por ciento del total).

Parte del problema es que el único mecanismo de corrección que tienen es pro-cíclico, es decir, aumenta el tamaño del ciclo económico.  Por ejemplo, si por alguna razón externa existe una salida de capitales, se contraer la base monetaria y se induce una recesión.  La falta de capital provoca un aumento en la tasa de interés, lo cual a su vez disminuye la inversión y amplía la recesión.  En adición, la recesión disminuye la recaudación del gobierno y provoca un aumento en el déficit fiscal.  Por lo mismo, el gobierno tiene que disminuir el gasto, lo cual es muy difícil faltando 4 meses para las elecciones, o acudir al mercado de dinero para financiarse, lo que también ejerce presión sobre la tasa de interés.

En una economía normal como la de Estados Unidos, la Reserva Federal a través de su política monetaria buscaría disminuir la tasa de interés para ayudar a la economía a salir de la recesión.  Sin embargo, Argentina no tiene control sobre su política monetaria y no puede ejercer ninguna acción similar.  La única forma de corregir desequilibrios es a través de la actividad económica, con su costo consecuente en el desempleo.

Afortunadamente, Argentina ya no tiene problemas en su sector bancario.  Después de la crisis de 1995, provocada por México a través del efecto tequila, el gobierno argentino se puso a reformar su sistema financiero.  Reforzó el marco regulatorio, introdujo requerimientos de liquidez externa y consolidó la entrada de participantes del exterior.  El resultado es que Argentina tiene hoy por hoy uno de los mejores sistemas bancarios de la región, después de Chile y a la par con el de Uruguay.  Esto le ha ayudado a reducir la vulnerabilidad de su economía y pagar un menor precio en términos de ajuste.

A pesar de estos problemas, existe un apoyo muy importante del Plan de Convertibilidad hacia el interior de Argentina.  Primero, por la experiencia previa que los argentinos tuvieron con la hiperinflación.  Por lo mismo, están dispuestos a soportar un costo más elevado para asegurar que nunca vuelvan a sufrir esos embates.  Segundo, la Convertibilidad se ha institucionalizado, es decir, se ha convertido en algo más que un simple mecanismo de política cambiaria.  Para dar por terminado el régimen actual se necesitaría un cambio constitucional, que por más rápido que tratara de instrumentarse, tendría que pasar por todo el proceso de debate y aprobación legislativa.

Aquí es donde podríamos reflexionar sobre la implantación de un Plan de Convertibilidad en México.  Primero, sería muy difícil pensar que la sociedad mexicana estaría dispuesta a pagar el precio de una recesión cada vez que se necesitara algún ajuste.  Por tener una economía muy abierta, es más probable que tuviéramos la necesidad de ajustar con más frecuencia nuestras cuentas con el exterior.  Y por si fuera poco, existen algunos líderes empresariales y de partidos de oposición que reclaman por la pequeña desaceleración actual y piden una política monetaria menos restrictiva.

Segundo, la Convertibilidad no ayudaría a disminuir la tasa de interés real.  En Argentina la tasa real ha sido más elevada en promedio en el transcurso de los últimos ocho años que en México.  Simplemente, el año pasado cuando México experimentó un aumento en la inflación y una mayor volatilidad financiera, tuvimos una tasa real promedio de 6.3 por ciento.  En Argentina, la tasa promedio de 1998 fue de 7.6 por ciento.


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