Pulso Económico
Argentina y la Convertibilidad
Por: Jonathan Heath
Ahora que se ha puesto de moda entre algunos empresarios pedir la dolarización o un Consejo Monetario, existen algunas lecciones para nuestro país en la experiencia del Plan de Convertibilidad de Argentina. A pesar de que ha ayudado a eliminar la inflación, empieza a verse como el país con más problemas en la región.
En las últimas semanas han vuelto a surgir dudas acerca del futuro del Plan de Convertibilidad en Argentina. Es la única economía latinoamericana con una calificación riesgo-país comparable que atraviesa por una recesión severa y que además en octubre de este año tendrá elecciones presidenciales. Como consecuencia de los shocks externos que ha sufrido y la falta de flexibilidad en su política económica, se estima que la actividad económica podría disminuir hasta 3 por ciento en 1999.
La tasa de desempleo fue de 12.9 por ciento en 1998, cifra que se espera aumente este año con la recesión. La disminución en la actividad económica ha deteriorado los ingresos fiscales y por lo mismo, se estima que el déficit público terminará el año en 2.5 por ciento del PIB, más del doble que el año pasado.
La cuenta corriente como porcentaje del PIB registró el año pasado 4.3 por ciento, con tendencia creciente. Como consecuencia de la crisis brasileña y la caída en los precios de los commodities, las exportaciones de Argentina han disminuido en forma importante. En el primer trimestre de este año, exportaron bienes por un valor de 5.0 mil millones de dólares, cantidad menor a la del segundo trimestre del año pasado que fue de 7.6 mil millones de dólares.
Al tener problemas en sus cuentas con el exterior, no les queda más alternativa que inducir una recesión para reducir la demanda de importaciones. Algunos economistas estiman que la moneda argentina está sobrevaluada en 40 por ciento, lo cual dificulta de entrada el crecimiento de las exportaciones y favorece las importaciones. Por ejemplo, en marzo los argentinos importaron 403 millones de dólares de bienes de consumo, cantidad similar al promedio mensual del año pasado de 405 millones de dólares. A pesar de la recesión, no se ha visto una mejoría muy notable.
Argentina es un país considerado por el Banco Mundial como severamente endeudado. La relación de su deuda externa total a exportaciones fue de 528.6 por ciento en 1998, casi cinco veces la misma relación que guarda México. En principio no es un país muy abierto, especialmente si lo comparamos con México. Por ejemplo, la suma de sus importaciones y exportaciones como porcentaje del PIB fue de 17.2 por ciento en 1998, comparado con México que fue 58.6 por ciento. Sus exportaciones, alrededor de 8 por ciento del PIB, son primordialmente del sector primario (70 por ciento del total).
Parte del problema es que el único mecanismo de corrección que tienen es pro-cíclico, es decir, aumenta el tamaño del ciclo económico. Por ejemplo, si por alguna razón externa existe una salida de capitales, se contraer la base monetaria y se induce una recesión. La falta de capital provoca un aumento en la tasa de interés, lo cual a su vez disminuye la inversión y amplía la recesión. En adición, la recesión disminuye la recaudación del gobierno y provoca un aumento en el déficit fiscal. Por lo mismo, el gobierno tiene que disminuir el gasto, lo cual es muy difícil faltando 4 meses para las elecciones, o acudir al mercado de dinero para financiarse, lo que también ejerce presión sobre la tasa de interés.
En una economía normal como la de Estados Unidos, la Reserva Federal a través de su política monetaria buscaría disminuir la tasa de interés para ayudar a la economía a salir de la recesión. Sin embargo, Argentina no tiene control sobre su política monetaria y no puede ejercer ninguna acción similar. La única forma de corregir desequilibrios es a través de la actividad económica, con su costo consecuente en el desempleo.
Afortunadamente, Argentina ya no tiene problemas en su sector bancario. Después de la crisis de 1995, provocada por México a través del efecto tequila, el gobierno argentino se puso a reformar su sistema financiero. Reforzó el marco regulatorio, introdujo requerimientos de liquidez externa y consolidó la entrada de participantes del exterior. El resultado es que Argentina tiene hoy por hoy uno de los mejores sistemas bancarios de la región, después de Chile y a la par con el de Uruguay. Esto le ha ayudado a reducir la vulnerabilidad de su economía y pagar un menor precio en términos de ajuste.
A pesar de estos problemas, existe un apoyo muy importante del Plan de Convertibilidad hacia el interior de Argentina. Primero, por la experiencia previa que los argentinos tuvieron con la hiperinflación. Por lo mismo, están dispuestos a soportar un costo más elevado para asegurar que nunca vuelvan a sufrir esos embates. Segundo, la Convertibilidad se ha institucionalizado, es decir, se ha convertido en algo más que un simple mecanismo de política cambiaria. Para dar por terminado el régimen actual se necesitaría un cambio constitucional, que por más rápido que tratara de instrumentarse, tendría que pasar por todo el proceso de debate y aprobación legislativa.
Aquí es donde podríamos reflexionar sobre la implantación de un Plan de Convertibilidad en México. Primero, sería muy difícil pensar que la sociedad mexicana estaría dispuesta a pagar el precio de una recesión cada vez que se necesitara algún ajuste. Por tener una economía muy abierta, es más probable que tuviéramos la necesidad de ajustar con más frecuencia nuestras cuentas con el exterior. Y por si fuera poco, existen algunos líderes empresariales y de partidos de oposición que reclaman por la pequeña desaceleración actual y piden una política monetaria menos restrictiva.
Segundo, la Convertibilidad no ayudaría a disminuir la tasa de interés real. En Argentina la tasa real ha sido más elevada en promedio en el transcurso de los últimos ocho años que en México. Simplemente, el año pasado cuando México experimentó un aumento en la inflación y una mayor volatilidad financiera, tuvimos una tasa real promedio de 6.3 por ciento. En Argentina, la tasa promedio de 1998 fue de 7.6 por ciento.
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