martes, 15 de junio de 1999

La Crisis Bancaria

 

Pulso Económico


La Crisis Bancaria


Por: Jonathan Heath


La semana pasada las autoridades suspendieron la cotización del Grupo Financiero Serfin en la Bolsa Mexicana de Valores y anunciaron que se estudian esquemas para su capitalización.  Habrá que estar atentos a la posible solución, ya que será el punto de partida para el siguiente capítulo de la crisis bancaria mexicana.

A nadie le queda duda de que estamos sumergidos todavía en una profunda crisis bancaria.  A pesar de todos los programas del gobierno a través de Fobaproa y los distintos esfuerzos de capitalización, la banca se encuentra descapitalizada y decapitada.  Desgraciadamente se ha perdido la capacidad de recuperar los créditos y la cartera vencida sigue creciendo.  Dado que las pérdidas continúan, se hace necesario aumentar constantemente la previsión de reservas.

El problema va ser cada día mayor mientras el Poder Legislativo no fortalezca la estructura jurídica y obligue a los deudores a cumplir con sus pagos.  Sin embargo, los deudores han adquirido una fuerza política impresionante y quedan escasos 12 meses antes de las elecciones presidenciales.  Por lo mismo, a estas alturas ningún partido político quiere asumir el costo político con miras a fortalecer el sistema bancario.  De por sí la impresión extendida es que los esfuerzos por rescatar al sistema bancario han sido para proteger a los banqueros y a los empresarios más poderosos del país.  Una nueva legislación para asegurar el cobro de las deudas con la banca sería muy difícil de vender.

Sin embargo, la evidencia apunta totalmente al otro extremo.  Por ejemplo, en el caso de Serfin se estima que los accionistas han inyectado 1,621.2 millones de dólares (md), mientras que el mercado lo valora en 220.3 md (al 10 de junio, que es la última cotización antes de su retiro).  Esto significa que les resta 13.2 dólares por cada cien que invirtieron.  Si a esto le agregamos la compra de cartera por parte de Fobaproa por 5,250 md, lo que suma una inyección total de 6,871.2 md en los últimos 9 años, el valor de las acciones apenas reconoce el 3.2 por ciento.

De esta forma queda claro que los dueños de la banca han perdido casi la totalidad de su inversión.  Para ellos ha sido el peor negocio jamas emprendido.  Pero el problema se complica aún más, si consideramos que las perspectivas de inversión en la banca bajo la situación actual no ha cambiado ni tienen visos de cambiar en el futuro mediato.  Esto significa que ningún inversionista, ya sea nacional o extranjero, estará interesado en comprometer su capital en la banca mexicana.  Parece que la única forma sería a través de una garantía por parte del gobierno como los que ya se les ha dado a Hong Kong Shanghai Bank y a JP Morgan.

La alternativa es que sea el gobierno el que asuma el control accionario a través de un nuevo compromiso de inyectarle dinero fresco.  Sin embargo, el gobierno ya tiene un adeudo de 70 mil millones de dólares con relación a la banca y resulta difícil pensar que el Congreso le autorice un endeudamiento adicional.  En términos de imagen no le conviene asumir la administración cautelar de Serfin, ya que la percepción política será altamente negativa.  En resumen, las opciones son limitadas y ninguna parece ofrecer una solución viable.

A todos nos pesa la enorme deuda que a la fecha ha dejado la crisis bancaria.  La última estimación es de 16% del PIB y parece que puede todavía ser mucho mayor.  Sin embargo, este precio es poco en comparación al daño inducido por el riesgo moral (moral hazzard), es decir, por haber permitido la entrada a la cultura del “no pago”.  Hemos hecho añicos a nuestro sistema bancario, que es una parte esencial de cualquier economía.  Aun pensando en un escenario en el cual el gobierno milagrosamente logra reconstruir la estructura jurídica y fortalecer los derechos de propiedad, estaremos sufriendo los costos de esta crisis por lo menos por una década más.

Dado que el obstáculo principal radica en la ineficacia del Congreso Federal, el gobierno ha buscado rutas alternas.  Una interesante ha sido con relación a la construcción de la vivienda de interés social que tanta falta hace en el país.  Dado que el sistema bancario se encuentra paralizado, se ha acudido a la creación de las Sofoles (Sociedades de Financiamiento de Objetivo Limitado), que son instituciones financieras no bancarias.  Estas reciben financiamiento ya sea del Infonavit, de Nafinsa o del Banco Mundial para otorgar créditos para la vivienda de interés social.

Esto ha funcionado gracias a una legislación estatal que otorga cierta garantía de pago.  Si una familia que recibe el crédito deja de pagar, a los seis meses el gobierno estatal le quita la casa.  Los Estados que han instrumentado esta nueva legislación registran auge en la construcción de vivienda de este tipo.  Los gobiernos que no han querido aceptarlo tienen hoy una ausencia casi total de construcción y su subsecuente efecto sobre el empleo.  Obviamente, no ha sido sin controversia esta ley que El Barzón ha bautizado como la “Ley Zedillo”.

Este mismo caso sirve para ejemplificar lo que pasando a escala nacional con la banca.  Hoy no hay créditos para la industria, especialmente para las empresas medianas y pequeñas.  Y es que ningún banco mentalmente cuerdo estaría dispuesto a ofrecer créditos sin la plena garantía de pago.  Los líderes empresariales se quejan amargamente de lo elevado de las tasas de interés.  Sin embargo, las tasas altas no obedecen a la política monetaria del país, sino más bien al riesgo país que a su vez refleja la inoperatividad del sistema bancario.

No hay duda de que la legislatura actual va quedar inscrita en la historia como un parteaguas.  Es la primera vez en los últimos 70 años en que existe un verdadero debate entre partidos.  Las leyes nuevas son producto de discusión y negociación.  Ya no vale que el Ejecutivo instrumente iniciativas de ley en forma unilateral.  Sin embargo, nuestra propia inmadurez política nos está llevando al otro extremo y están dejando de aprobarse leyes de suma importancia.  De mantenerse este impasse por mucho tiempo más, va a llegar un momento en que incluso se va a dificultar el propio crecimiento del país.


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