lunes, 30 de marzo de 1998

¿Podremos Crecer Todavía?

 

Pulso Económico

¿Podremos Crecer Todavía?


Por: Jonathan Heath©


A pesar de un recorte de 0.7 por ciento del PIB en el gasto público, el gobierno mantiene su meta de crecimiento económico de 5 por ciento para el año.  Sin embargo, los analistas privados están reduciendo sus pronósticos hasta en un punto porcentual.

Las últimas semanas han sido de mucha tensión para la economía mexicana.  Primero, había mucha discusión sobre los efectos rezgados de la crisis asiática, que pudieran disminuir la competitividad de nuestras exportaciones.  Después vimos que la caída de los precios internacionales del petróleo estaba llegando mucho más allá de lo previsto por las autoridades.  Esta incertidumbre dificultaba la tarea del gobierno en términos del gastos que debería de ejercer, ya que los ingresos petroleros son una de las más importantes fuentes de recursos públicos.  Finalmente, a través de la ayuda concertada de nuestras propias autoridades, se llegó a un acuerdo internacional para estabilizar los precios del petróleo.  Con mayor certidumbre, el gobierno finalmente calculó que el precio promedio para el año podría estar alrededor de 12.50 dólares por baril y recortó el presupuesto en 9 mil millones de pesos adicionales.

Este monto, aunado al recorte anterior, significa una reducción de 27 mil millones de pesos con respecto al monto originalmente propuesto al Congreso en noviembre del año pasado.  Algunos analistas han dicho que si el gobierno gasta 0.7 por ciento menos deberíamos descontar eses mismo monto del crecimiento económico esperado para el año.  De esta forma, si se estimaba originalmente un crecimiento de 5.2 por ciento, ahora deberíamos esperar 4.5 por ciento.  Sin embargo, las cuentas nacionales no funcionan en forma tan simple.

Para empezar, el gasto gubernamental que registran las finanzas públicas no es el mismo que se contabiliza en las cuentas nacionales de las que se deriva el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB).  El PIB es un concepto de valor agregado, mientras que el gasto público es un concepto de valor bruto.  Por lo mismo, una reducción de 0.7 por ciento en el valor bruto no significa automáticamente un recorte de la misma magnitud en el valor agregado.  Inclusive, el gobierno ha escogido los recortes de tal forma que se minimice su impacto sobre la economía.

De la misma forma, las exportaciones se registran en pesos reales, es decir, en términos de volumen después de haber quitado el efecto de los precios.  Esto significa que las cuentas nacionales registrarán el volumen de las exportaciones petroleras, que no va a ser inferior al del año pasado, a diferencia de las cuentas de la balanza de pagos que registran el valor en dólares.

Obviamente habrá menos recursos disponibles en la economía este año y por lo mismo, se tendrá que sentir algún efecto.  Sin embargo, lo que nos deberíamos de cuestionar es si va a cambiar o no el dinamismo de la economía y por lo tanto, si habrá o no menos posibilidades de crecimiento.

El primer factor es el gasto gubernamental.  El año pasado, el consumo público aumentó 1.8 por ciento y la inversión pública 4.3 por ciento en términos reales y fueron los factores menos dinámicos.  Ahora, el gobierno va a absorber la totalidad del impacto de la caída en los precios del petróleo y reduce dinamismo en una parte de la economía que hasta ahora no ha sido parte de la explicación del crecimiento económico.

Hasta ahora el factor más dinámico ha sido la inversión privada, que creció 25.7 por ciento el año pasado, sin contar una reposición muy importante en los inventarios de las empresas.  Una buena parte de éstas fueron financiadas por una entrada de 12.1 mil millones de dólares en inversión extranjera directa.  Desde hace tres años el gobierno les ha preguntado a las empresas multinacionales el monto esperado de sus inversiones.  En 1997, estas empresas dijeron que invertirían alrededor de 7 mil millones de dólares y terminaron por invertir un poco más de 9 mil millones.  Ahora este año han dicho que tienen proyectos concretos que totalizan 10.4 mil millones de dólares, por lo que es de esperar que la inversión extranjera directa podrá mantener su dinamismo durante 1998.

Hasta hace quince años, la inversión extranjera directa que entraba al país iba dirigida fundamentalmente al mercado interno.  Sin embargo, a raíz de la apertura ha existido un cambio cualitativo en esta inversión, dado que ahora va dirigida a ampliar la base exportadora de la industria nacional.  Este cambio es primordial para la economía mexicana ya que significa que ahora tenemos una mayor capacidad para generar nuestras propias divisas.

Por lo mismo, mayor inversión privada se traduce en una ampliación de nuestra base exportadora.  Esto significa que deberíamos poder mantener una tasa de crecimiento significativa en las exportaciones no petroleras, que también ha sido hasta ahora uno de los factores más dinámicos de la economía.

Durante los últimos dos años, hemos observado una recuperación importante en el empleo.  El sector manufacturero ha registrado un crecimiento de alrededor de 5 por ciento anual en el número de personas empleadas.  El número de personas que cotizan en el Seguro Social, indicativo del empleo en el sector formal, ha crecido cerca de 8 por ciento durante el último año.  Al mismo tiempo existe una demanda rezagada de bienes que mucha gene no ha podido satisfacer por falta de recursos económicos.  En el momento en que reciban un aumento en su poder adquisitivo, empezarán a resarcir el consumo que no pudieron realizar durante los últimos años.

Por primera vez en mucho tiempo, se han empezado a registrar aumentos salariales en términos reales, es decir, por arriba de la inflación.  Este aumento en el poder adquisitivo empezará a alimentar el consumo en áreas que no habían tenido mucho dinamismo desde la recesión de 1995.

Todo esto significa que no se altera significativamente el dinamismo de la economía.  El gasto de gobierno se reducirá, mientras que el consumo privado deberá aumentar.  Esto significa que todavía es factible la meta de 5 por ciento para este año.  Más bien nuestras preocupaciones se deberían de enfocar en evitar una disminución del ahorro interno ante la recuperación del consumo y en evitar que el déficit en la cuenta corriente se acelere demasiado.


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jueves, 26 de marzo de 1998

El Petróleo y la Economía

 

Pulso Económico


El Petróleo y la Economía



Por: Jonathan Heath©


La Economía mexicana está pasando por los efectos de un shock petrolero equivalente en magnitud a la de 1986.  En aquel momento tuvimos una recesión e inflación de tres dígitos.  En cambio, hoy apenas reducimos la expectativa de crecimiento en medio punto porcentual.

El lunes amanecimos con la noticia de que México había logrado un acuerdo con Venezuela y Arabia Saudita de reducir los niveles de producción de petróleo.  Según las noticias, todo parece indicar que se va a lograr disminuir la sobreoferta por un poco más de un millón de barriles diarios y que se buscará acuerdos adicionales para eliminar el exceso mundial actual que se sitúa en un monto superior a los dos millones de barriles diarios.  Por lo pronto, el precio del petróleo deberá fortalecerse un poco.  Sin embargo se necesitará reducir la producción mundial en más de os millones de dólares antes de que podemos sentirnos tranquilos.

Al día siguiente, el gobierno anunció un recorte adicional al presupuesto de 9 mil millones de pesos, bajo el supuesto de que el precio promedio del año podría llegar a 12.50 dólares por barril para el año.  Hasta ahora, los recortes acumulados representan 27 mil millones de pesos, equivalentes a un poco más de 3 mil millones de dólares o 0.7 por ciento del PIB.

El precio de la mezcla mexicana había llegado a estar por debajo de los 9 dólares por barril la semana pasada.  En los primeros días de esta semana ya que había recuperado a 12 dólares.  Sin que se vea resuelto el problema, surgen de inmediato tres comentarios que valen la pena

Primero, tenemos que reconocer nuestra propia culpabilidad en este problema.  Apenas hace tres años, México exportaba en promedio alrededor de 1.35 millones de barriles diarios (mbd), nivel que mantenido más o menos constante por lo menos durante los últimos diez años.  Sin embargo, a partir de 1996 empezamos a incrementar en forma importante nuestra plataforma de exportación, llegando a 1.5 mbd en 1996 y a 1.7 mbd en 1997.  En enero de este año, según información oficial de PEMEX, llegamos a exportar 1.958 mbd, cifra que representa un incremento de 45 por ciento con respecto a los niveles de hacer tres años, 27 por ciento más que en 1996 y 19 por ciento por arriba de lo que exportábamos apenas en diciembre del año pasado.

Si se supone que la sobreproducción mundial asciende a dos mbd, de los cuales podríamos decir que México esta contribuyendo con 600 mil barriles, es decir, con el 30 por ciento del exceso de oferta.  Ahora el gobierno anuncia felizmente un recorte de 100 mil barriles, lo cual nos deja todavía por arriba del nivel que teníamos apenas en diciembre del año pasado.  Si con esto se logra disminuir el precio mundial, entonces realmente seremos los ganones

El segundo comentario es con respecto a 1986, es decir, en términos comparativos ya que el shock de 1986 fue similar en cuanto a la magnitud de la caída del precio.  En aquel momento, México entró a una recesión relativamente grande que duró casi seis trimestres, mientras que tuvimos una inflación que llegó a los tres dígitos.  Hoy apenas estamos pensando en recortar nuestra expectativa de crecimiento por medio punto porcentual.

La diferencia es que anteriormente teníamos una economía que dependía casi completamente en el petróleo para poder obtener divisas.  No solamente era el hecho como muchos han comentado de que representaba el petróleo casi 80 por ciento del total de nuestras exportaciones, sino que además no teníamos acceso al mercado voluntario de financiamiento internacional.  Desde antes del shock estuvimos forzado a mantener un superávit en la cuenta corriente, dado que no había entradas de capital del exterior.  Más bien, teníamos que producir un excedente en la cuenta corriente para tener los recursos para seguir realizando los pagos sobre el servicio de la deuda.  También era la época cuando teníamos un déficit público que representaba el 16 por ciento del PIB.

No se trata de simplemente hacer una comparación y decir que estamos en una mejor situación hoy en día.  Más bien se trata de reflexionar sobre el hecho de que ahora sí se hace evidente los beneficios de los cambios estructurales que hemos realizado a través de los últimos diez años.  Si no hubiéramos diversificado nuestras exportaciones, inspirado la confianza para poder ser receptores de inversión extranjera directa y poder colocar papel en el exterior y saneado en forma sustancial las finanzas públicas, simplemente no hubiéramos podido sortear este shock como lo hemos hecho.

El tercer comentario es sobre los tiempos en que llega este shock.  Si nos hubieran dado a escoger el momento en que los precios tenían que caer, no hubiéramos podido haber escogido mejor momento.  Viendo hacia atrás, si la caída hubiera llegado en 1995 o 1996, justo en medio de la recesión, hubiera complicado de sobre manera nuestras posibilidades de recuperación.  Viendo hacia delante, en el año 2000 tenemos elecciones.  En cambio, hoy en día acabamos de terminar un año con un déficit público de 0.8 por ciento del PIB, una economía que creció 7 por ciento, un déficit en la cuenta corriente de 1.9 por ciento del PIB y una entrada de inversión extranjera directa de 12.1 mil millones de dólares.  Como quien dice, nuestra vulnerabilidad contra shocks esta en una nivel mínimo.

¿Podremos durar así más tiempo o veremos un regreso lento pero seguro a una nueva situación de vulnerabilidad?


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lunes, 23 de marzo de 1998

La Política Cambiaria y el Banco de México

 

Pulso Económico

La Política Cambiaria y el Banco de México 


Por: Jonathan Heath©


Aunque todos los países del mundo buscan una coordinación muy estrecha entre sus políticas cambiarias y monetaria, únicamente ha habido un país que ha otorgado esta función en forma explicita a un Banco Central autónomo.  Por lo mismo, no es algo usual lo que se pretende hacer en nuestro país.

La semana pasada se llevó a cabo un coloquio sobre la función del Banco Central en México, organizado por la fracción perredista de la Cámara de Diputados.  Aunque se trataba de un debate, no fue invitado ningún funcionario del Banco de México o del Gobierno Federal.  Anteriormente había dicho que tampoco fueron invitados académicos de corriente distinta al PRD o personas que pudieran ofrecer opiniones distintas.  En este último me equivoqué ya que hubo algunas intervenciones de personas que no son miembros del PRD, ni necesariamente coinciden con sus puntos de vista.

Inclusive, al revisar parte del material que se presentó en el coloquio, resulta que hubo personas que defendieron la autonomía del Banco Central y que presentaron argumentos muy sólidos a favor de las reformas que se presentarán pronto a la Cámara de Diputados para su discusión y posible aprobación.  Resalta en especial la intervención de Clemente Ruiz Durán, profesor e investigador de la División de Postgrado de la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Desde tiempo atrás, él ha apoyado la autonomía del Banco Central y de varias reformas más para fortalecer esta institución.  En parte puede ser porque vivió muy de cerca la experiencia amarga de los tres meses negros del Banco de México, cuando Carlos Tello fue su Director General, de septiembre a noviembre de 1982.  En ese momento, el Banco Central intentó cubrir un vacío que existía en el sistema financiero, en vez de buscarla madurez institucional.  Se trató de utilizar esquemas que bloqueaban la estabilidad y que generaban incertidumbre y los resultados fueron desastrosos.

En esta ocasión, Clemente Ruiz defendió la autonomía retomando los argumentos centrales que ha manejado la academia tradicional (no marxista).  No hemos logrado desarrollar un sistema tributario eficiente, con bajas cargas fiscales, que permita sostener un ritmo adecuado de crecimiento del gasto público.  Como consecuencia, en el pasado se le ha encomendado al Banco la tarea de tapar los hoyos negros que existen a raíz de un débil sistema institucional.  En vez de realizar de una vez por todas una reforma fiscal integral que corrija de fondo esta situación, los gobiernos han preferido evitar la elevación de la carga tributaria, han permitido el crecimiento de un gran sector informal y han preferido la salida fácil de mantener al Banco Central como caja de financiamiento.

Al final de cuentas, lo que se necesita es un esquema institucional maduro en donde cada ente desempeñe su papel natural.  Sin embargo, resulta de primordial importancia entender cuál es la función natural de cada institución.  En el fondo del debate está la premisa de que el Banco Central no puede crear riqueza y por lo tanto, no puede ni debe ser utilizado como una institución que pueda procurar justicia social, financiar el desarrollo o resolver lo problemas de pobreza y de distribución del ingreso en el país.  Existe amplia evidencia de las experiencias de países con grandes hiperinflaciones que quisieron probar lo contrario.

Uno de los ponentes en el coloquio dijo que la política económica la ejerce el que tiene el dinero y el Banco Central lo tiene; por lo mismo, cuando el gobierno permite la autonomía del Banco Central, en consecuencia deja de hacer política económica. Esta confusión tan básica ya fue superada en la mayoría de los países.  No obstante, permanece en el centro del debate en nuestro país.

Existen muchos temas que tienen que ver con la autonomía.  Por ejemplo, hay una gran discusión entre el uso de reglas en vez de medidas discrecionales; que si el Banco Central debe asumir la responsabilidad de la política cambiaria; que si los consejeros o miembros de la Junta de Gobierno deberían de cumplir con ciertos requisitos mínimos; que si las autoridades (del gobierno) deberían participar o no en estas decisiones; que si se deben prohibir y limitar ciertas operaciones del Banco Central; cómo se deben  fincar las responsabilidades de las decisiones tomadas, etc.  Sin embargo, todas estas discusiones son irrelevantes si no se resuelve primero lo que puede hacer o no la política monetaria, es decir, el papel que juega la política monetaria en una economía.

No hay duda de que existen puntos de vista muy distintos sobre el tema, a tal grado que no parece existir traslape.  Si alguien, a estas alturas, realmente piensa que el Banco Central tiene objetivos diferentes a los del resto de la sociedad, estamos perdiendo nuestro tiempo en un debate sobre otros temas.  Si piensan que el Banco Central es una institución que pueda atender las demandas sociales de pobreza, seguridad pública y distribución del ingreso, entonces tenemos que regresarnos al principio miso de la teoría económica básica.  Sin embargo, esta discusión se vuelve más enredada cuando descubrimos que estos son los principios elementales que una de las instituciones con más historia en nuestro país ha enseñado a miles de egresados de lo que llaman la carrera de economía.  Una cosa es crear conciencia social en los alumnos de economía y otra cosa es distorsionar y desvirtuar la realidad.

Regresando al tema original, sugiero que antes de organizar más coloquios, en los que busquemos descubrir el hilo negro, quizá lo que hace falta es una revisión de la vasta literatura que existe sobre el tema.  El artículo de Andrés Bianchi expresidente del Banco Central de Chile, sobre los primeros generales de la independencia del Banco Central, “Testimonios sobre la Actuación de la Banca Central”, editado por el Centro de Estudios Monetarios Latinoamericanos (Calle de Durango #40, Colonia Condesa), puede ser un buen comienzo.  Para iniciados, está el libro “Independent Central Banks and Economic Performance”, editado por Silvestre Eijffinger, de la colección de “La Biblioteca Internacional de Escritos Críticos en Economía” No. 82, de la casa editorial inglesa Edward Elgar Publishing, Inc.  Este último es verdaderamente una obra maestra que recopila los artículos clásicos, tanto teóricos como clásicos, sobre el tema.


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jueves, 19 de marzo de 1998

El Debate Sobre el Banco Central

 

Pulso Económico

El Debate Sobre el Banco Central


Por: Jonathan Heath


Es positivo el debate sobre el papel del Banco de México en la economía después de la iniciativa presidencial de otorgarle mayor autonomía y la responsabilidad de la política cambiaria.  Sin embargo, nos encontramos otra vez con un diálogo de sordos.

La facción perredista de la Cámara de Diputados organizó en días pasados un coloquio sobre la función de la banca central en México, en anticipación a la iniciativa de ley que permitirá que el Banco de México asuma la responsabilidad de la política cambiaria.  La idea es muy positiva ya que es una decisión importante con muchas implicaciones para la conducción de la política económica del país.

Es lamentable que no fuera el propio Banco de México el que organizara el coloquio.  Esto hubiera mostrado mayor apertura y madurez de una sociedad que busca el camino para hacerse más democrática.  Ya estamos dejando atrás los tiempos en que el Ejecutivo simplemente presentaba las iniciativas de ley que quisiera, sin consideración de la opinión de la sociedad, para ser aprobadas al vapor por un Congreso mezquino que carecía de sentido.  Es tiempo de llevar a cabo el debate que pidió el Presidente en su Tercer Informe, el año pasado.

Los diputados del PRD vieron la oportunidad de llenar un vacío, de iniciar el diálogo y de examinar a fondo la función del Banco Central antes de discutir formalmente la iniciativa de ley en la Cámara.  En este sentido, tenemos que aplaudir su esfuerzo.  Desafortunadamente, los organizadores cayeron en el mismo error.  En vez de tener un debate serio y abierto con la participación de diferentes opiniones, se dedicaron a invitar únicamente a personas con ideas afines y dejaron fuera a los funcionarios del Banco, a los académicos de corriente distinta al PRD y a todos los que pudieron ofrecer opiniones distintas.

En vez de un debate abierto, lo que tuvieron fue un monólogo excluyente.  En vez de un debate serio, fue una discusión interna del partido, con disfraz democrático.  Por un lado, tenemos a un grupo de legisladores que critican sin escuchar razón.  Pero por el otro lado, tenemos personas que contraatacan sin meditar la crítica, como lo ejemplifica José Manuel Suárez Mier en el periódico El Economista.

Uno de los reclamos del PRD y de otros partidos de oposición ha sido la necesidad de una real división de poderes.  El Ejecutivo tiene demasiado poder vis-a-vis el legislativo y la sociedad no tiene suficientes mecanismos para poder acotar y controlarlo.  En este sentido, se reclama la necesidad de una mayor responsabilidad en las decisiones de política económica.

La autonomía del Banco Central viene a jugar precisamente esta función.  La idea de otorgarle cierta independencia es para contrarrestar el poder tan aplastante que tiene el Ejecutivo.  Sin embargo, esto no significa minimizar responsabilidades.  Al contrario, se le dan todos los instrumentos necesarios y se le exigen resultados.  En este sentido, sería interesante analizar la experiencia de Nueva Zelanda, que obliga al gobernador de su Banca Central a renunciar si no cumple sus metas.

Resulta importante poner a la gente idónea en los puestos correspondientes.  Por ejemplo, se necesita una persona con una preocupación profunda por los problemas sociales del país para Secretario de Desarrollo Social.  Sería una gran equivocación poner a una persona cuya ideología dominante sea que las fuerzas del mercado puedan resolverlo todo.

En el mismo sentido, sería una equivocación otorgarle al Banco de México el papel de desarrollo social o de política fiscal que no le corresponden.  Las autoridades pueden contribuir a una mayor justicia social a través de un ambiente de estabilidad económica.  De ahí en adelante, ya le toca al Gobierno Federal propiciar el desarrollo adecuado, mejorar la distribución del ingreso e impulsar el crecimiento económico.

Durante el coloquio se dijo que la política económica se maneja en donde se controla el dinero y que por lo tanto, el Banco de México estaría absorbiendo la función central de la política económica del país.  Sin embargo, no debemos confundir entre los verdaderos recursos de la nación, que controla la Secretaría de Hacienda bajo las premisas autorizadas por el Congreso (es decir, los impuestos, los ingresos no tributarios y la política de endeudamiento) y los medios de pago que se utilizan simplemente para hacer más eficientes las transacciones de la economía.

Otro punto que vale comentar es la percepción de que al incorporar la política cambiaria al Banco Central, se subordina toda la política económica a disminuir la inflación.  Según esto, no se debe permitir que el Banco de México, que tiene objetivos diferentes a los del resto de la sociedad, sea autónomo, sino más bien se deben controlar los flujos de capital y reducir las presiones sobre la cuenta corriente.  Esto es una falacia, dado que el banco no tiene objetivos diferentes, sino que atiende a un reclamo generalizado de evitar las devaluaciones recurrentes y abatir la inflación.  Al final de cuentas, para poder realizar adecuadamente esta tarea, se necesita la combinación de las políticas monetaria y cambiaria.  Lo demás es demagogia pura.


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lunes, 16 de marzo de 1998

La Política Monetaria en Corto

 

Pulso Económico

La Política Monetaria en Corto


Por: Jonathan Heath©


Ante el anuncio del “corto”del Banco de México, mucha gente se prepara para lo peor.  Los “líderes” empresariales advierten una reducción en el consumo y menor crecimiento.  Dicen que hará caer las inversiones de las empresas y esperan que no dure mucho para evitar efectos contraproducentes.  La verdad, es que no es para tanto.

La semana pasada, las autoridades monetarias anunciaron una política que consiste en dejar “corto” al mercado por una cantidad de 20 millones de pesos, equivalente al 0.02 por ciento de la base monetaria, para mandar una señal a los intermediarios financieros de que no habrá ningún exceso de liquidez en el mercado.  Ciertamente, el resultado será un ligero y momentáneo aumento en las tasas de interés.  Sin embargo, si funciona la política como en otras ocasiones, el mercado financiero se estabilizará y las tasas de interés disminuirán, inclusive antes de que el Banco de México levante el “corto.

Es importante no perder la perspectiva y el alcance de la política.  Con el monto de 20 millones de pesos es muy difícil, más bien casi imposible, que las predicciones catastróficas de los “líderes” empresariales se hagan realidad.  Con 20 millones de pesos se pueden comprar unas 10 casas medianas o 40 Mercedes clase E (que ni siquiera son los de mayor lujo).  Es lo que se gastan Carlos Slim o Emilio Azcárraga en un buen fin de semana (aunque sea lo que yo gane cada 100 años).  Para una economía del tamaño de la mexicana, esta cantidad no representa ningún riesgo.

Para esto es importante conocer cómo funciona la política monetaria del Banco de México antes de sacar conclusiones.  El Banco calcula diariamente la cantidad de dinero que necesita la economía para realizar sus transacciones.  En base a este cálculo, va inyectando o retirando billetes de la circulación para que correspondan a la cantidad deseada.  No siempre le atinan exactamente a este monto, sin embargo, cualquier error de cálculo es ajustado al día siguiente.

De hecho, el Banco dio a conocer la cantidad de dinero que estima demandará la economía todos los días en su Programa Monetario para 1998.  Con base en esta información, nos podemos dar cuenta de que han subestimado sistemáticamente la masa monetaria en lo que va del año, en un monto promedio diario de 800 millones de pesos, es decir, 40 veces la cantidad que ahora están dejando “corto” al sistema.  De hecho, en sus estimaciones sostienen que puede existir un margen de error del 2.6 por ciento, mientras que el “corto” representa el 0.02 por ciento.

¿Si es un monto tan pequeño, cómo es que pudiera funcionar?  Lo que está haciendo el Banco Central es mandar una señal al mercado, más no una modificación significativa en su liquidez.  Dado que los bancos tienen que cumplir con la política de “encaje cero” con el Banco de México, deben asegurar que el promedio mensual que mantiene depositado con las autoridades monetarias promedie cero, es decir lo que en un momento pueden prestado tienen que depositarlo posteriormente.  Si un banco comercial mantiene un saldo positivo con el Banco Central no recibe intereses.  Si un banco mantiene un saldo deudor, las autoridades le cobran dos veces la tasa de Cetes.  Por lo mismo, existe un incentivo importante para cumplir con esta política.

Bajo este esquema, los bancos comparten entre sí los recursos financieros en el mercado interbancario.  Lo que le sobre a uno, se lo presta al otro.  Sin embargo, ahora con la nueva política, al final del mes alguien va a quedarse corto, es decir va a tener que pagar una multa al Banco de México.  Para no ser el que se quede corto, los bancos estarán dispuestos a pedir prestado a otro banco, inclusive pagando una tasa de interés mayor.  Este mecanismo es lo que hace que las tasas de interés suban.  Las autoridades monetarias no necesitan dejar al mercado “corto” por un monto elevado.  Simplemente tienen que mandar una señal a través de un monto simbólico.

Sin embargo, el monto es tan pequeño que no logra mantener elevadas las tasas de interés por mucho tiempo.  En otras ocasiones, cuando el Banco ha aplicado esta política, las tasas empiezan a bajar antes de que el Banco regrese a una posición neutral.  Por ejemplo, cuando se aplicó una política similar hacia fines de enero de 1996, subió de inmediato la tasa de fondeo de papel bancario de poco más de 35 por ciento a un máximo de 46 por ciento en marzo.  A partir de ese momento, empezó a bajar hasta llegar a 27 por ciento a principios de junio.  En forma similar, cada vez que se aplicó esta política (6 veces) durante ese año, sucedió algo similar.

Al subir las tasas de internes, se modifican la oferta y la demanda de dólares en la economía, moderando la depreciación acelerada.  De esta forma se estabiliza el mercado cambiario y presenta menor presión a los precios.  Al observar un tipo de cambio más estable y menor inflacionaria, las expectativas se empiezan a moderar.  Dado que uno de los componentes más importantes de la tasa de interés es precisamente la expectativa de inflación, estas empiezan a moderarse.  A final de cuentas y de manera paradójica, esta política consiste en subir las tasas para poder bajarlas

El Banco de México está mandando esta señal para estabilizar al mercado y no para modificar las tendencias de las principales variables.  La introducción del “corto” no es causa para modificar las expectativas de crecimiento de la economía.  Si los analistas han estado revisando hacia la baja sus expectativas, ha sido por el efecto de la baja en el precio de exportación del petróleo y los recortes subsecuentes en el gasto público.  La disminución de recursos del exterior, provoca la necesidad de un ajuste en el gasto.  Por lo mismo, el menor crecimiento proviene de esta disminución.  

Sin embargo, la reducción de la masa monetaria que está instrumentando el Banco de México es un monto demasiado pequeño para tener un impacto similar.  No se compara un recorte presupuestal de 18 mil millones de pesos con una reducción de 20 millones de pesos por parte del Banco Central.  Si la política monetaria la van a llamar ahora “restrictiva”, entonces la política fiscal resulta 900 veces más restrictiva

Resulta lamentable que las autoridades monetarias hayan decidido colocarle la etiqueta de política “restrictiva” a esta acción.  Ha causado demasiadas interpretaciones equivocadas y declaraciones exageradas por parte de los “líderes” empresariales.


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jueves, 12 de marzo de 1998

¿Señales Claras Sobre el Rumbo Económico?

 

Pulso Económico

¿Señales Claras Sobre el Rumbo Económico?

Por: Jonathan Heath©


Ante un deterioro notable de las expectativas de crecimiento económico, el gobierno parece titubear y mandar señales confusas.  Mientras tanto, el Banco de México deja de ser un simple observador y decide convertirse en actor.

Los mercados financieros se han comportado evidentemente nerviosos durante las últimas semanas ante un deterioro notable de las expectativas de crecimiento económico para el año.  Los precios de las acciones que se cotizan en la –Bolsa han disminuido ante una apatía por parte de los inversionistas.  El tipo de cambio sigue presentando señales de debilitamiento ante una oferta escasa.  Las tasas de interés vuelven a subir ante la percepción de un mayor riesgo.

Una de las explicaciones principales de este comportamiento es que se está forjando una debilidad económica a nivel mundial como consecuencia de la volatilidad financiera internacional, básicamente como resultado de la crisis asiática.  Sin embargo, la preocupación de fondo esta en el precio internacional del petróleo.  Hacia fines de la semana pasada ya habíamos observado un decremento de 32.7 por ciento en el precio de la mezcla con respecto al precio de principios de año.  En los últimos tres días, éste presentó una caída adicional de 7 por ciento, llegando a 10.19 dólares por barril (dpb), más de 3 dólares por debajo del precio corregido en el presupuesto para 1998 (que es de 13.59 dpb).

A nivel mundial existe actualmente una sobreoferta de petróleo, como resultado de una baja en la demanda por las condiciones climáticas y por una producción que sigue creciendo.  Todo indica que algunos de los países importantes han tomado una actitud inflexible ante la  posibilidad de reducir su producción.  Arabia Saudita y Venezuela, dos países claves dentro de la Organización de Países Productores de Petróleo (OPEP), han dicho tajantemente que no recortarán su producción y permanecen peleados.  Aunque existen posibilidades de una reunión extraordinaria de la OPEP para discutir formas de reducir su oferta, parece ser que no se presentará un aumento sustancial en el precio del barril en los próximos meses.

Por lo mismo, se ha desatado mucha especulación en torno a un recorte adicional al presupuesto de la Federación, especialmente al tomar en cuenta que el gobierno depende mucho de los ingresos petroleros.  Ya con los recortes anunciados previamente, se espera que el crecimiento económico pudiera ser casi medio punto porcentual menor a su estimación original.  Sin embargo, si la disminución en el precio del crudo resulta cinco dólares menos de lo presupuestado en vez de dos, deberíamos de disminuir la expectativa de crecimiento económico en más de un punto porcentual. Esto  significa que se podría esperar un aumento del 4 por ciento en la actividad económica este año en vez del 5.2 por ciento de que se hablaba a fines del año pasado.

No se ha hecho mucho por mejorar esta percepción negativa, ya que las declaraciones oficiales parecen contradictorias, ambiguas y pocas precisas.  Basta con comparar los encabezados del Reforma y El Economista del día de ayer para ejemplificar esta indefinición.  Mientras que Reforma enfatiza las declaraciones del Secretario de Hacienda con el encabezado: “Rechaza Gurría ajuste adicional”, El Economista reporta que “No descartan nuevo ajuste presupuestal”.  Aunque en el fondo realmente no existe tal contradicción, la forma de presentar los hechos contribuye a la confusión.  De hecho, Reforma enfoca la noticia en cuanto al corto plazo, es decir que no hay un ajuste adicional inminente, mientras que El Economista habla de la eventualidad de que el precio del petróleo no se recupere.

La clave, aparentemente, es que no existen señales claras de parte del gobierno sobre lo que pasará en términos de la política económica.  Nadie puede decir con claridad si habrá recortes adicionales o no, si deberíamos revisar a la baja la expectativa de crecimiento o no, si deberíamos esperar más inflación o no.  Esto significa mayor riesgo para los inversionistas que necesariamente demandarán más dólares para protegerse ante los vaivenes del mercado.

Por lo pronto, el Banco de México o se está quedando quieto y ya anunció el primer “corto” en más de un año para contrarrestar las presiones especulativas en contra del peso.  Preocupadas por el incremento en las expectativas inflacionarias y la depreciación acelerada del peso, las autoridades monetarias están buscando contrarrestar la incertidumbre a través de un  mayor premio al riesgo.

Realmente es simbólico el monto que está utilizando en esta primera ocasión, ya que 20 millones de pesos apenas representan el 0.02 por ciento de la base monetaria y en ocasiones anteriores se han empleado montos superiores.  Sin embargo, tenemos que recordar que más que una política monetaria verdaderamente restrictiva, lo que está haciendo el Banco es mandar una señal de que las tasas de interés deberían de incrementarse para inducir a los inversionistas a mantener sus posiciones en pesos y así reducir la demanda de dólares.


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lunes, 9 de marzo de 1998

La Responsabilidad de la Política Cambiaria

 

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La Responsabilidad de la Política Cambiaria



Por: Jonathan Heath©


Si el Banco Central va a tener el control sobre la política cambiaria, entonces se le tendrán que asignar dos objetivos prioritarios en vez de únicamente procurar la estabilidad del poder adquisitivo de la moneda.

Cuando fue Secretario de Hacienda a Guillermo Ortiz, le tocó la responsabilidad de elaborar el Plan Nacional de Desarrollo.  Allí se vio reflejado su pensamiento sobre las características deseadas en la política cambiaria.  En ese momento se planteo la necesidad de evitar una sobrevaluación sistemática del tipo de cambio real, par no inhibir el ahorro interno y la producción nacional.  Se establecía que esta política debería de conducir a una predictibilidad, tanto nominal como real, para evitar los estragos que causaban los ajustes cambiarios repentinos sobre la economía.  Por último, se reconocía que la política cambiaria, por su propia naturaleza, es complementaria a la política monetaria y que por lo mismo, no se podían separar.

En su momento, se vieron reflejado los elementos principales de un debate interno que se estaba llevando a cabo entre los funcionarios de Hacienda y del Banco de México.  Los primeros no estaban del todo convencidos de la política de flotación del peso y argumentaban que en cuanto se repusieran las reservas habría que adoptar una política cambiaria que buscara un tipo de cambio real relativamente fijo.  En cambio, las autoridades monetarias subrayaban las bondades de la flotación y advertían que una política de cambio real sería muy complicada.

Una de las primeras declaraciones de Guillermo Ortiz, ya como Gobernador del Banco Central, fue la admisión de que había cambiado su visión sobre la política de flotación y el convencimiento de que era una de nuestras mejores opciones.  En buena parte, tuvo que hacer esta observación en forma explícita para asegurar a los mercados de que no habría grandes cambios con su llegada al Banco Central.  Pero también fue un reconocimiento de que los resultados obtenidos a la fecha con esta política, han sido generalmente buenos.

Sin embargo, la visión de fondo no ha cambiado.  Aunque pudiera ser que se está viendo a la política de flotación como un instrumento adecuado para las circunstancias actuales, la importancia de la relación entre las políticas monetarias y cambiaria sigue vigente.  A la larga, si no se logra un control sobre la balanza de pagos, no solamente se pierde el control sobre la emisión monetaria, sino que no se podrá reducir la inflación en forma sostenida.  Durante el sexenio pasado, la separación de estas dos políticas condujo a decisiones contradictorias que terminaron por gestar la crisis de 1994-95.

Por lo mismo, Ortiz ha insistido en este punto y ha convencido al Presidente de que ya es hora de integrar estas dos responsabilidades.  Sin embargo, no se puede reconocer simplemente que la política cambiaria, por su propia naturaleza, es complementaria a la política monetaria y por lo tanto, transferir su competencia al Banco Central.  Tenemos que recordar que debe existir una correspondencia de uno a uno entre instrumentos y objetivos.  Si le vamos a agregar un instrumento adicional al Banco Central, también le tenemos que reconocer un objetivo adicional.

Hoy en día, la Constitución dota claramente al Banco de México de un objetivo prioritario: el de procurar la estabilidad del poder adquisitivo de la moneda del país.  Si ahora la política cambiaria va ser un instrumento bajo su responsabilidad, habría que modificar la Constitución para hacer explícita su responsabilidad y para dejar claro que es su objetivo final.  En este caso, debería de ser el de propiciar el buen funcionamiento de los pagos internos y externos..

Si ahora el Banco de México debe asegurar la estabilidad del poder adquisitivo de la moneda y propiciar el buen funcionamiento de los sistema de pago, internos y externos, esto se traduce en mantener un déficit razonable de la cuenta corriente.  Chile, que es de los pocos países del mundo que le han conferido explícitamente esta responsabilidad a su Banco Central, ha puesto como objetivo que el déficit en la cuenta corriente, como tendencia de mediano y largo plazo, no exceda el rango de 3 a 4 por ciento del PIB.

Sin embargo, todavía existe mucha discusión sobre este punto.  Hay quienes piensan que el tamaño del déficit de la cuenta corriente no importa, siempre y cuando se esté financiando con capital de largo plazo, como puede ser la inversión extranjera directa, y que no sea producto de in déficit fiscal excesivo.  Esta línea de pensamiento ve al ahorro externo como un complemento necesario del crecimiento sostenido.

Por otro lado, hay quienes piensan que el déficit debería de tener un límite, dado que su abuso provoca demasiada vulnerabilidad.  Recurrir al ahorro externo en exceso simplemente es ignorar otro problema de fondo: el de la insuficiencia del ahorro interno.  Por lo mismo, se debe procurar fortalecer el ahorro interno, cuidando de no provocar una dependencia peligrosa de una fuente de financiamiento inestable.

En principio, los dos puntos de vista no están tan peleados como pudiera aparecer.  Más bien, deberíamos buscar un punto intermedio que utilice el ahorro externo (sin abusos) para complementar nuestro proceso de crecimiento, mientras que fortalecemos el ahorro interno.  Los dos puntos de vista coinciden en que un déficit en la cuenta corriente financiado por capitales de corto plazo o provocado por excesos de la política fiscal, es dañino y peligroso.  También concuerdan en la importancia de fortalecer el ahorro interno, tanto en cantidad como en calidad.

Por lo mismo, esto involucra un fortalecimiento del sistema bancario, con mayor seguridad jurídica y supervisión, combinado con medidas de fondo que fomenten más el ahorro.  Significa establecer límites al déficit de la cuenta corriente y cuidar el financiamiento del desarrollo en el mediano plazo.  Trasciende en la importancia de coordinar las política monetaria, cambiaria y fiscal para lograr un crecimiento sostenido en un ambiente de estabilidad.

Todo parece indicar que vamos en la dirección correcta.


Comentarios y observaciones al correo electrónico: heath@infosel.net.mx


jueves, 5 de marzo de 1998

Premiar el Ahorro a Largo Plazo

 

Pulso Económico


Premiar el Ahorro a Largo Plazo

Por: Jonathan Heath

No solamente necesitamos aumentar el ahorro interno del país, sino también procurar que sea un ahorro de largo plazo.  En otras palabras, nos debemos preocupar por la cantidad y la calidad del ahorro.

Hace unos días examinábamos la importancia del ahorro interno y el papel que juegan las Afores en su procuración.  Comentábamos que si queremos crecer en forma sostenida y al mismo tiempo reducir nuestra vulnerabilidad, necesitamos incrementar el ahorro interno en forma sustantiva.  Sin embargo, no nos debemos limitar a aumentar la cantidad, sino que también a mejorar su calidad.
Cuando se analiza el ahorro externo, que viene al país básicamente en forma de flujos de capital, casi siempre se subraya la importancia de que sean de largo plazo, comprometidos con el país.  Se dice que los capitales de corto plazo, llamados golondrinos, especulativos o de portafolio, no son de la calidad deseada, ya que son muy inestables y pueden retirarse del país en cualquier momento, ante cualquier eventualidad.
Existe el mismo razonamiento acerca del ahorro interno.  Si es de corto plazo, no es muy estable, puede desaparecer rápidamente y tampoco está comprometido con el desarrollo del país.  Sin embargo, la mayor parte de nuestro ahorro es de corto plazo.  Por ejemplo, si examinamos los agregados monetarios, encontramos que el 77.9 por ciento de M4 (que es la definición más amplia) corresponde a instrumentos financieros menores a un año.  Sin embargo, el 22.1 por ciento restante, que se supone que representa el ahorro a largo plazo, se constituye en su mayoría por instrumentos que escasamente rebasan el año.
Por ejemplo, uno de los indicadores que se usan para medir el riesgo que pudiera representar una devaluación, es la cantidad de dinero y ahorro que existe en forma líquida, que pudiera acudir al mercado de divisas casi de inmediato y fugarse del país.  En el caso de México, siempre hemos tenido este riesgo por el horizonte tan corto que tiene nuestro ahorro.
Otro problema básico es que con el ahorro a corto plazo no es posible desarrollar un mercado hipotecario.  Parte de nuestra crisis bancaria proviene de los neo-banqueros con mentalidad bolsista, que quisieron financiar créditos hipotecarios con reportos de 24 horas.  Se necesita un ahorro de mayor plazo para respaldar el crédito de largo plazo.  Sin uno no puede existir el otro.
Uno de los principios fundamentales del nuevo Sistema de Ahorro para el Retiro es que deberá ayudar a incrementar el ahorro interno.  No obstante, igual de importante (y probablemente hasta más), es que este sistema necesariamente extenderá el horizonte del ahorro.  Poco a poco, cuando los trabajadores vean que el esfuerzo de guardar parte de sus ingresos para su retiro empieza a redituar en pensiones llamativas, se irá desarrollando una cultura de ahorro.
Para esto es muy importante que el nuevo sistema contenga los incentivos correctos, es decir, que no vaya a ofrecer un rendimiento elevado a corto plazo y que realmente premie el esfuerzo continuo.  Por lo mismo, la crítica vertida recientemente en contra de las Afores, en cuanto a que ofrecen al trabajador un rendimiento negativo en sus primeros años, carece totalmente de sentido.  Primero, ¿a quién le interesa el rendimiento inicial de una inversión que debería tener una duración mínima de 20 años?  Lo que debe de importar es el rendimiento acumulado a partir del momento en que estaremos pensando en jubilarnos.
Segundo, debería de existir un incentivo muy fuerte al trabajo continuo.  No se debería de poder contar con una pensión muy elevada por un tiempo reducido de trabajo.  Más bien, debería de existir un premio importante que aumente en forma geométrica con los años laborados.
Tercero, debería de existir un premio al ahorro adicional, es decir, por arriba de la aportación forzosa.  El ahorro voluntario debería de convertirse en algo deseado por la mayoría de los trabajadores, al ver que las Afores le pueden dar un rendimiento superior a casi cualquier opción.
Si examinamos nuestro sistema actual, encontramos que sí cumple con estos propósitos y debería fomentar el ahorro a largo plazo.  Quizá al principio, encontraremos que no aumente mucho el ahorro interno del país, dado que habrá un desplazamiento de otras fuentes de ahorro.  Sin embargo, se irá fortaleciendo el ahorro al mejorar su calidad, es decir, al ampliar su horizonte en el tiempo.  A la larga, esto permitirá el desarrollo de mercados de capital más robustos, que a su vez harán que crezca el ahorro en su conjunto.
Todavía es temprano para juzgar las bondades y las deficiencias del sistema.  Sin embargo, tiene buenas perspectivas.  El tiempo nos dirá.

Comentarios, observaciones y críticas constructivas: Email: heath@infosel.net.mx


lunes, 2 de marzo de 1998

El Ahorro y las Afores

 

Pulso Económico


El Ahorro y las Afores


Por: Jonathan Heath


El nuevo sistema de 

pensiones empieza finalmente a tomar forma a través de las administradoras de fondos de retiro.  Todo indica que realmente debería estimularse el ahorro a largo plazo.

Uno de los problemas estructurales más importantes del país es la propensión al ahorro tan reducido que existe.  Si queremos crecer en forma sostenida, necesitamos inversión para poder ampliar nuestra capacidad productiva.  Dado que la contrapartida de la inversión es el ahorro, esto significa que necesitamos un mayor

 nivel de ahorro.  Sin embargo, dado que el ahorro interno no alcanza para sostener el crecimiento económico que queremos, especialmente para generar la cantidad de empleos que necesitamos, tenemos que recurrir al ahorro externo.
Esta dependencia del ahorro externo es la que nos fuerza a tener déficits elevados en la cuenta corriente de la balanza de pagos.  Por lo mismo, resulta casi imposible tener un crecimiento sostenible sin que vaya acompañado de un déficit creciente.  En este sentido, un déficit elevado se puede interpretar como signo de éxito de la economía.  En la medida en que se tiene confianza y se presentan oportunidades de negocios, vendrán a nuestro país mayores flujos de capital.  Estos producirán mayores negocios, más crecimiento económico y un déficit más elevado en la cuenta corriente, todo como resultado de un círculo virtuoso.
El problema resulta de la vulnerabilidad que representa este déficit a los shocks tanto internos como externos.  Aunque esta fragilidad es menor si los flujos que provienen del exterior son de inversión extranjera directa en vez de inversión en portafolio de corto plazo, no es una condición suficiente para protegernos de un embate del exterior.  Por lo mismo, hemos estado sometidos a un ciclo continuo de shocks y crisis devaluatorias que han producido un desgaste mayor sobre la población.
Consciente de este problema, el Presidente Zedillo introdujo la reforma al Seguro Social y el nuevo sistema de retiro que busca fomentar el ahorro interno en nuestro país.  No ha sido una reforma fácil de digerir por mucha gente, dado que parece ser que el Estado toma una actitud de desentendimiento al reducir su papel como benefactor de las clases desprotegidas y deja un aspecto esencial de la seguridad social a las fuerzas del mercado.
En general, se han suscitado más preguntas que respuestas a este sistema.  Dada su complejidad, no resulta fácil entender su funcionamiento y el desenlace final.  ¿Tendremos una pensión digna cuando nos jubilemos?
Ahora que el nuevo sistema de pensiones empieza a tomar forma a través de las Administradores de Fondos para el Retiro (Afores), surgen de nuevo muchas de estas inquietudes.  Hace un par de semanas, el Senador José Angel Conchello (PAN), sembró algunas dudas temibles al dar a conocer un estudio actuarial que concluía que el jubilado podría terminar con una pensión realmente pequeña, la cual no podría alcanzar para un retiro digno.
Estos estudios son de vital importancia.  Resulta indispensable calcular el monto de nuestras pensiones para saber bien no solamente si vale la pena el nuevo sistema, sino también cuáles son los parámetros principales que lo determinarán.  En principio, debería de ser un sistema que premia el ahorro y el trabajo.  En otras palabras, debe fomentar el ahorro a largo plazo de tal manera que el trabajador tenga un incentivo mayor al participar en este programa, junto con un premio o reconocimiento a un número mayor de años de trabajo.
Afortunadamente, un análisis más profundo de este tipo de estudios brinda resultados realmente positivos.  Sin lugar a dudas es un sistema que premia el trabajo.  Entre más años trabaja uno aportando a su cuenta individual, se incrementa el ingreso vitalicio.  Tal y como debería de funcionar, la renta que uno recibirá al jubilarse se incrementa en forma geométrica con un mayor número de años de cotizaciones.  Por ejemplo, bajo un escenario intermedio, si una persona trabaja por 25 años, podría retirarse percibiendo el 46 por ciento del salario que tiene en ese momento.  Realmente no es un monto grande dado que 25 años no son muchos para la vida útil de un trabajador.  Pero si esta persona labora 5 años más, ya podrá percibir el 62 por ciento de su salario; es decir, cinco años más le darán 16 puntos porcentuales adicionales.  Si trabaja otros 5 años, podrá incrementar su ingreso al 74 por ciento, lo cual es un porcentaje bastante digno y comparable a nivel mundial.  Sin embargo, si decide trabajar por un total de 40 años, podrá retirarse con el 91 por ciento de su sueldo.
El escenario anterior es bajo el supuesto de que su Afore le pueda dar un rendimiento anual promedio de 7 por ciento en términos reales.  Sin embargo, no tenemos por qué pensar que el rendimiento se limitara a este número.  Si las Afores le pudieran brindar un punto porcentual adicional, es decir, un 8 por ciento, esta persona podría jubilarse con verdadero júbilo, ya que 40 años de trabajo le reconocerían una renta mensual del 123 por ciento de su ingreso al momento de su retiro.  Si esta persona empieza a trabajar a los 20 años y se jubila a los 65 años de edad, sus 45 años de trabajo serán recompensados con una renta del 151 por ciento de su ingreso.
Una preocupación adicional que debería de tener el trabajador es sobre el poder adquisitivo del salario que uno va a tener a la hora de su retiro.  Si tomamos los últimos 20 años de experiencia como algo que pudiera pasar en el futuro, esta preocupación podría ser inclusive más importante que el rendimiento mismo de las cuentas individuales.  Simplemente con reconocer que un salario mínimo tiene hoy en día alrededor de 22 por ciento del poder adquisitivo de un salario mínimo legal de hace 20 años, ¿de qué le servirá a un trabajador recibir el 100 por ciento de un salario que tiene una quinta parte del poder adquisitivo de cuando empezó a cotizar?
El nuevo sistema de pensiones ofrece una protección intrínseca al trabajador en este sentido.  Si alteramos el escenario anterior, que supone un salario real constante a través del tiempo, a un deterioro anual constante del 0.5% real, resulta que el trabajador recibirá un ingreso mayor que le compensará el efecto nocivo de la inflación.
En este sentido, el examen final del sistema es muy halagador.  Recompensa el ahorro y el trabajo constante, mientras que ayudará a aumentar el ahorro interno.  Justo lo que necesitamos.

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La Marcha de la Economía

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