Pulso Económico
La Paridad del Poder Adquisitivo
Por: Jonathan Heath
Mucha gente está preocupada por el tipo de cambio. Algunos temen que se debilite y que vaya a presionar los precios hacia arriba, provocando una espiral inflacionaria. Otros quieren evitar una devaluación sorpresiva y por lo tanto, no les gusta ver que se fortalezca mucho.
Los primeros tienen razón. Si el tipo de cambio se deprecia en forma continua, se convierte en una presión inflacionaria. Al existir más inflación, será necesario que el tipo de cambio se deprecie aún más, ocasionando un círculo vicioso de devaluación-inflación. Tanto la depreciación como la inflación hacen que las tasas de interés tengan que permanecer elevadas, limitando la inversión y el crecimiento.
Sin embargo, los segundos también tienen razón. En la medida en que el tipo de cambio no se mueve, va perdiendo competitividad y tiende a sobrevaluarse. Esto hace que las importaciones crezcan más rápido y se produzca un déficit en la balanza comercial. Si no hay flujos de capital, esta situación puede provocar una devaluación.
Para evitar una sobrevaluación que puede terminar en una devaluación, o bien, una subvaluación que puede provocar más inflación, nos interesa conocer la valuación correcta del tipo de cambio. Desafortunadamente, la única forma fácil de calcularlo es a través de una teoría desacreditada que se llama la Paridad del Poder Adquisitivo (PPA). Aunque padece de muchos defectos y puede llegar a conclusiones erróneas, es comúnmente utilizada por su sencillez.
Se toma el tipo de cambio de un año dado y simplemente se aplica la diferencia entre la inflación mexicana y la de los Estados Unidos (que representa al resto del mundo). La diferencia porcentual entre el número que resulta y el tipo de cambio actual, es el porcentaje de sobre o sub valuación del tipo de cambio.
El problema radica en que el número que resulta no es necesariamente la valuación correcta del tipo de cambio. Más bien es un número arbitrario, simplista y peligroso por lo desatinado que puede resultar. Pero por más que se dice, la gran mayoría de los analistas sigue insistiendo en su uso.
Precisamente por esto, resulta de sumo interés un artículo de Kenneth Rogoff de la Universidad de Princeton, titulado “The Purchasing Power Parity Puzzle” (El Enigma de la Paridad del Poder Adquisitivo) publicado en el último número del Journal of Economic Literature. El Profesor Rogoff realiza un análisis de los pormenores de la PPA, tratando de entender por qué no funciona. El dice que son realmente pocos los economistas que toman a la PPA como una propuesta seria en el corto plazo. Sin embargo, existen muchos que piensan que esta teoría tiene algo de validez en el largo plazo. En otras palabras, existe la creencia de que la diferencia entre la inflación de México y el resto del mundo es, a la larga, lo que determina el nivel correcto del tipo de cambio.
El estudio llega a la conclusión de que existe cierta evidencia empírica (aunque algo débil), de que esta teoría se cumple en el largo plazo. Esto significa que si existe más inflación en México que en los Estados Unidos, el tipo de cambio va a depreciarse, para reflejar esta diferencia. El único problema es que el ajuste se va a hacer en una forma muy lenta y a través de mucho tiempo. Según los estudios, el 50 por ciento del ajuste tardará entre tres y cinco años.
Esto tiene implicaciones muy importantes para nuestra política cambiaria. Lo primero es que el cálculo que todos hacen de la PPA para determinar el porcentaje de sub o sobre valuación, no sirve de mucho. Unicamente podría ser indicativo de la dirección en que se podría mover el tipo de cambio en un futuro muy lejano. Segundo, no es base para calcular el tipo de cambio correcto en un momento dado. Por último, no sirve de mucho para pronosticar un movimiento brusco en el valor de la moneda.
¿Por qué no funciona esta teoría? Principalmente porque son muchos factores más que la simple inflación lo que determina el tipo de cambio. Los costos de transporte de un país a otro, los aranceles, las barreras no arancelarias, la discriminación de precios de un mercado a otro, los flujos de capital y las diferencias de productividad, son algunos factores importantes que se deben considerar.
Por ejemplo, no puede ser el mismo tipo de cambio real de equilibrio en una economía cerrada (como existía antes de 1986) y en una economía abierta. Los aranceles y barreras arancelarias son muy distintos, al igual que los flujos de capital. Después de cierto tiempo, debido a las presiones derivadas de una mayor competencia, las empresas serán más productivas. Todos estos factores nos dicen que no se puede comparar el tipo de cambio de hoy en día con el que existía antes de los cambios estructurales.
Los proponentes de la PPA dicen que hoy en día el tipo de cambio está subvaluado en un 6 por ciento con respecto a 1990. Sin embargo, si utilizamos como base otro año, el nivel de subvaluación podría ser muy distinto. Por ejemplo, si utilizamos un año cercano a 1987, el tipo de cambio de hoy estaría muy sobrevaluado. En los dos casos, la recomendación de política sería totalmente distinta.
No obstante, la comparación del tipo de cambio real de hoy en día con el que existió en otro momento puede ser interesante. Sin utilizar la palabra sub o sobre valuación, podríamos decir que el tipo de cambio real es hoy en día 6 por ciento más débil que el que existía en 1990. Al decirlo de esta manera no estamos sugiriendo que está mal, sino simplemente que es diferente.
De ahora en adelante, con un régimen cambiario de flotación, debemos empezar a acostumbrarnos a analizar mejor el tipo de cambio y sus tendencias futuras. Tiene muchas implicaciones para el nivel de las tasas de interés, la inflación y las decisiones de importar y exportar dentro de la empresa. Sin embargo, debemos dejar de utilizar como herramienta la PPA para determinar o pronosticar el tipo de cambio, dado que puede llevarnos a conclusiones peligrosamente equivocadas.
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