jueves, 1 de agosto de 1996

El Riesgo País de México

 

Pulso Económico


El Riesgo País de México


Por: Jonathan Heath


Fue muy notorio el hecho de que nuestra última colocación internacional de bonos haya recibido la calificación BBB- (el mínimo para el grado de inversión) de la empresa calificadora de valores Standard & Poor’s (S&P), cuando el país como un todo apenas alcanza la calificación de BB (grado de especulación) y con perspectiva de calificación (“credit watch”) negativa.  La realidad es que México no es considerado como un país con una capacidad adecuada de pago de intereses y principal de su deuda.  Nuestra calificación significa que tenemos que hacer frente a incertidumbres significativas y a condiciones comerciales, financieras y económicas adversas, que podrían disminuir nuestra capacidad para realizar pagos puntuales sobre la deuda.  En pocas palabras, invertir en México es una especulación.

Como ya se ha mencionado, la razón de la calificación superior para esta colocación en particular, es el soporte de los fondos provenientes de exportaciones petroleras depositados en las cuentas especiales de la Reserva Federal de los Estados Unidos.  Vale la pena mencionar que los ingresos petroleros no constituyen  una garantía, sino más bien un soporte para el pago oportuno.  Al existir el “soporte”, S&P considera que se presentan los parámetros de protección adecuados,  No obstante, la calificación del BBB- significa que todavía pueden presentarse condiciones económicas adversas o cambios circunstanciales que pudieran debilitar la capacidad de pago.

El simple hecho de que México haya alcanzado una calificación de este tipo en una de sus colocaciones, ha provocado muchas especulaciones y comentarios sobre la posibilidad de un cambio en la calificación de nuestro país.  Debemos recordar que la calificación actual (BB) es el techo de las calificaciones que pudieran recibir todas las demás colocaciones.  Esta colocación en particular es una excepción, difícil de repetir, que se dio por la circunstancia específica del soporte de los ingresos petroleros.  Si se incrementa l

a calificación del país, obtendríamos un ahorro importante en los pagos de intereses, dado que a menor riesgo menor tasa.
Desafortunadamente, la posibilidad de un cambio en nuestra calificación simplemente no existe ni pronto ni en un periodo previsto.  Inclusive, nuestra calificación actual tiene una perspectiva negativa, lo cual significa que la posible dirección que puede tomar la calificación es a la baja.  Esto no es necesariamente un precursor de un cambio o de una acción futura, sino simplemente indicativo de que si se piensa en un cambio, sería para abajo.
Es fácil de entender por qué S&P redujo nuestra calificación en febrero del año pasado, de BB+ que teníamos desde 1992, a un simple BB.  Estábamos sumergidos en una crisis financiera muy compleja, caracterizada por una contingencia de casi 30 mil millones de dólares en Tesobonos, más otra cantidad importante de deuda de corto plazo.  La posibilidad de retraso de algún pago sobre el servicio de la deuda era muy elevada en ese momento.  En marzo del año pasado S&P decidió añadir a la nueva calificación una perspectiva negativa, lo cual indicaba que existía la posibilidad de una reducción adicional en nuestra calificación.
El año pasado fue muy difícil para México.  Experimentamos una recesión profunda de una caída de 6.2 por ciento en el PIB; un repunte inflacionario que llegó a 52 por ciento; un incremento en la tasa de desempleo abierto que llegó a un máximo de 7.6 por ciento; un deterioro en el poder adquisitivo del salario y una depreciación en el tipo de cambio que llevó caso a 8 pesos por dólar.  Enfrentamos la necesidad de acudir a un paquete de financiamiento de emergencia sin precedentes para poder afrontar nuestras obligaciones con el exterior.  En febrero de este año S&P ratificó nuestra calificación y perspectiva negativa, dado que todavía nos enfrentábamos a una problemática compleja.
Sin embargo, ya a mediados de año nuestra perspectiva empieza a mejorar.  Existen señales definitivas de que ya salimos de la recesión.  Incluso podríamos registrar un crecimiento en el PIB por arriba de la meta del 3 por ciento; la inflación va a la baja; el tipo de cambio se ha estabilizado y la tasa de desempleo muestra señales de mejoramiento.  Pero todavía más importante, la contingencia con los Tesobonos está resuelta en su totalidad y ya estamos reestructurando nuestra deuda con colocaciones exitosas a mayor plazo.  Hemos demostrado un compromiso con unas finanzas públicas sanas y una política monetaria prudente.  Podríamos pensar que la perspectiva negativa que nos asignan debería de cambiar.
No obstante lo anterior, nuestra calificación no va a cambiar por un tiempo.  Las razones están más en el terreno político que en el económico.  Existe una dificultad potencial para crear y mantener un consenso durable en favor de una política económica estricta ante un sistema político que está cambiando rápidamente.  Falta ya menos de un año para las elecciones de 1997 cuando se pondrán a prueba las últimas reformas electorales, la frustración del pueblo por la crisis de 1995 y la pérdida en su poder adquisitivo.  No queda muy claro que el gobierno actual pueda convencer a la mayoría de la necesidad de mantener el rumbo actual.  No se sabe cómo va a reaccionar el PRI ante la posibilidad de perder una parte importante de su poder.  La transición política hacia un sistema menos autoritario y más democrático significa entrar en un terreno desconocido.  Las implicaciones y posibilidades de cambio no se pueden anticipar en un ambiente político tan incierto.
Al final de cuentas tenemos que reconocer que tenemos muchos problemas políticos por resolver antes de poder brindar mayor confianza a los inversionistas del exterior.  Esto quiere decir simplemente que por lo pronto seguimos siendo un país “especulativo”.

Comentarios, observaciones y críticas al Email: heath@infosel.net.mx


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