jueves, 30 de octubre de 1997

Cuidemos Nuestra Vulnerabilidad

 

Pulso Económico


Cuidemos Nuestra Vulnerabilidad

Por: Jonathan Heath

Cuando sentimos el ajuste bursátil del jueves de la semana pasada, nunca nos imaginamos que éste se extendería hasta el lunes y llegaría a tales dimensiones que se catalogaría a nivel mundial como un “crack”.  Fue tan contundente y generalizada la caída que muchos ya hablaban de un martes negro que podría superar al crack de 1987.  Aunque fue así para los mercados bursátiles asiáticos, el mercado de Nueva York -y afortunadamente el mexicano- tuvieron una reacción positiva y recuperaron una gran parte del terreno perdido.
Una de las primeras observaciones que podemos hacer al analizar el comportamiento de las bolsas el lunes y el martes, es la diferencia tan notable del volumen negociado entre los dos días.  Cuando cayeron las bolsas el lunes, el número de acciones intercambiado no fue tan grande.  Aunque no había compradores, que es lo que provoca las grandes caídas, tampoco hubo una gran cantidad de vendedores, es decir, no todos estaban dispuestos a rematar sus acciones y sufrir pérdidas.
En cambio, el martes, después de que habían disminuido significativamente los índices, hubo una gran cantidad de compradores, personas e instituciones que querían aprovechar las ofertas que de pronto empezaban a aparecer.  El volumen negociado, tanto en Nueva York como en México, fue el más grande en la historia de las dos bolsas.  Si las economías no estuviera bien en lo fundamental, hubiera sido muy difícil que esto pasara.
Esto significa que somos susceptibles a los choques externos como cualquier otro país.  Sin embargo, si tenemos una economía sana sin grandes desequilibrios, lo más seguro es que el efecto se limitará a un choque temporal con efectos pasajeros.  Al tener un presupuesto público más o menos balanceado, un déficit en la cuenta corriente relativamente pequeño, un régimen cambiario de flotación, un patrón de amortización externa sin grandes compromisos en el corto plazo y una economía en crecimiento, nuestra vulnerabilidad es reducida.  Esto no significa que estemos inmunes a los vaivenes de la economía mundial, sino más bien que podemos lidiar con estos problemas sin grandes cicatrices.
Esto nos lleva a reflexionar sobre las diferencias principales que existen hoy en día con el crack bursátil de 1987 y con la crisis devaluatoria de 1994.  Hace diez años sufríamos en México de la inflación más alta que hemos tenido en toda la época posrevolucionaria.  La política cambiaria estaba dirigida a mantener un tipo de cambio real subvaluado, lo que provocaba una gran presión sobre los precios.  Como consecuencia de la inflación tan elevada y la dinámica que llevaba la Bolsa de Nueva York, la Bolsa Mexicana ofrecía tasas de retorno que en ocasiones superaban el 500 por ciento anual.  En general, la actividad financiera era muy especulativa y de corto plazo, pero con resultados tan positivos que muchas empresas generaban más utilidades vía su tesorería que a través de la actividad productiva.  Como consecuencia, muchas empresas dedicaban más tiempo y recursos a la misma especulación y al manejo financiero que a la producción.  Cuando finalmente llegó el desplome del mercado, estas empresas pagaron un precio muy caro y la economía se estancó.
Hace cinco años se volvió a repetir el auge especulativo.  Dado que no había una inflación elevada ni un ahorro interno importante, los recursos no provenían del interior, sino más bien del exterior.  El mismo gobierno, a través de la política del Pacto, garantizaba un tope al tipo de cambio para los inversionistas extranjeros que querían especular en nuestro país.  A pesar de que esta actividad alcanzó proporciones gigantescas, el gobierno no corrigió el desequilibrio que estaban provocando las entradas de capital de corto plazo y aumentó nuestra vulnerabilidad ante el exterior.  Primero vino un alza en las tasas de interés de los Estados Unidos y posteriormente una serie de shocks políticos bien documentados que simplemente no podíamos contener.  Ante nuestra vulnerabilidad, se derrumbó la economía con consecuencias permanentes sobre el nivel de vida de la mayoría de los mexicanos.
En cambio, hoy en día no tenemos la vulnerabilidad de los años anteriores.  Si analizamos las entradas de capital en la balanza de pagos durante la primera mitad del año, observamos que la inversión extranjera registró una entrada de 12.7 mil millones de dólares (mmd).  De estos, 6.2 mmd (48.4 por ciento) proviene de colocaciones de deuda en el exterior (principalmente de bonos de largo plazo) y 3.9 mmd (31.0 por ciento) es de inversión extranjera directa.  En otras palabras, el 79.4 por ciento de las entradas de capital bajo este rubro ni son de carácter especulativo ni de corto plazo.  Del 20.6 por ciento restante, únicamente el 2.3 por ciento estuvo dirigido al mercado de dinero, que es el más especulativo y muy susceptible a la tasa de interés.  Esto significa que la calidad de las entradas de capital de ahora es significativamente superior a la de 1992-94.
Nuestro déficit en la cuenta corriente terminará este año en alrededor de 1.7 por ciento del PIB, muy por debajo del 7.6 por ciento registrado en 1994.  Simplemente las entradas de inversión extranjera directa y las colocaciones del gobierno en el exterior serán más que suficientes para financiar el déficit y afrontar los compromisos que tenemos con el exterior.
Por último, podemos decir que por fin salen a relucir las bondades del régimen cambiario de flotación.  En 1994, ante los problemas presentados, hubo una salida masiva de recursos al exterior.  Simplemente agotamos las reservas internacionales que teníamos, que estaban cerca de 30 mil millones de dólares.  Cuando los especuladores querían sacar su dinero del país, el gobierno les garantizaba el precio de salida.  Esto es el equivalente a un subsidio a la especulación.  Ante las elecciones, el gobierno prefirió mantener el régimen cambiario a un costo prohibitivo, a la alternativa de sufrir una devaluación prematura que podría perjudicar sus posibilidades en las urnas.
En esta ocasión el ajuste se hizo vía precio en vez de vía cantidad.  Si un especulador quiso vender todo y huir a dólares, tuvo que pagar un precio muy elevado (tal y como debe de ser).  En cambio, no hubo fugas de recursos masivos al exterior que hubieran provocado de nuevo una recesión.  Es más, dado que el quien adquirió dólares los tuvo que comprar a alguien más, podríamos decir que no hubo salidas de capital al exterior.
En esta ocasión, la caída tan abrupta de la Bolsa simplemente abrió el camino a muchas oportunidades de compra, dado que la mayoría de las empresas que cotizan están sanas y deberían de seguir ofreciendo buenos rendimientos.  Esto es la consecuencia de una economía menos vulnerable.
La lección que debemos aprender de este embate y debemos repetir hasta el cansancio, es que tenemos que mantener muy baja nuestra vulnerabilidad.  Dentro de un año, cuando el mercado interno esté en plena recuperación, seguramente habrá un auge en el consumo que podría reducir el ahorro interno.  Si extrapolamos el déficit de la cuenta corriente hacia el año 1999, podríamos estar llegando a niveles ya peligrosos.  Hoy en día nuestros diputados hablan de aumentar el déficit público.  Todas estas acciones aumentan nuestra vulnerabilidad.  Ya basta de políticas irresponsables pues todos pagamos el precio.


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lunes, 27 de octubre de 1997

La Crisis Asiática y la Globalización

 

Pulso Económico


La Crisis Asiática y la Globalización


Por: Jonathan Heath


CANCUN.  El jueves de la semana pasada amanecimos con la noticia de que el índice Hang Seng de la Bolsa de Hong Kong había disminuido 10.4 por ciento, para acumular una pérdida de 23.3 por ciento a lo largo de los últimos cuatro días.  La reacción mundial no tardó en reflejarse en todas las principales bolsas del mundo.

Primero, hubo las respuestas esperadas en Tailandia, Filipinas, Singapur, Corea del Sur, Taiwan, Malasia, Indonesia y China.  Pero después se resintieron las grandes, cuando Tokio inició el efecto dominó con una caída del 3.0 por ciento en el índice Nikkei 225, inmediatamente seguido por Francfort, con una disminución de 4.7 por ciento en el índice Dax 30; Londres con una pérdida de 3.1 por ciento en le índice Financial Times 100; París con una caída de 3.2 por ciento en el índice Cac 40, y Nueva York con una baja de 2.3 por ciento en el índice Dow Jones Industrial Average.

No era de esperarse que las bolsas de México, argentina y Brasil pudieran quedar inmunes a la actividad bursátil mundial.  Aunque la caída en Nueva York fue motivada principalmente por la venta de acciones de empresas con intereses específicos en Asia, el ambiente de venta se extendió a las acciones de empresas que operan en los mercados emergentes en general. Por lo mismo, el índice de la Bolsa Mexicana de Valores llegó a estar casi 6 por ciento abajo, aunque terminó el día con una caída de 3.3 por ciento.  El índice Bovespa de la Bolsa de Brasil estaba desplomándose en casi 8 por ciento, mientras que el índice Merval de Argentina caía 4.5 por ciento.  También hubo pérdidas en las bolsas de Venezuela, Chile y Colombia.

A pesar de que el índice Hang Seng de Hong Kong repuntó 6.9 por ciento al día siguiente (el viernes pasado), el nerviosismo bursátil continuó, dado que no se ha podido convencer a los inversioniustas de que los problemas asiáticos han terminado,  Por lo mismo, el Dow Jones cayó 1.7 por ciento más, mientras que la bolsa registró una pérdida adicional de 2.7 por ciento.  En los tres últimos días, los inversionistas de la Bolsa Mexicana de Valores han visto una disminución acumulada de 8.4 por ciento en el Indice de Precios y cotizaciones (IPC).

De una forma u otra, hemos estado al tanto de las crisis recientes en la mayoría de los países asiáticos.  Tailandia, las Filipinas e Indonesia tuvieron que recurrir a la ayuda del Fondo Monetario Internacional para solventar los problemas en sus balanzas de pagos y terminaron todos por devaluar su moneda. Después de que Tailandia tuvo que devaluar para reducir su déficit en su cuenta corriente, otros países como Malasia terminaron por devaluar simplemente para mantener la competitividad con los demás países de la región.

Sin embargo, entre todos los países asiáticos, Hong Kong parecía ser la excepción.  Para la mayoría de los inversionistas, este país daba la apariencia de estar por arriba de los problemas que sufrían los demás, en especial por la cantidad tan grande de reservas internacionales y por su capacidad de generación de divisas.


Antes de desatarse la crisis, Hong Kong tenía más de 85 mil millones de dólares en reservas, mientras que sus exportaciones superaron los 180 mil millones de dólares el año pasado (comparado con 96 mil millones de dólares que exportamos nosotros).  El ingreso per cápita de Hong Kong es de 23 mil dólares por habitante, no muy detrás de los Estados Unidos y muy por encima de la mayoría de los países de la región (5.9 veces el ingreso per cápita de Malasia, 8.4 veces el de Tailandia y 23.5 veces el de Indonesia).

En adición a su estabilidad macroeconómica, Hong Kong tiene una política monetaria similar a la de Argentina, es decir, una caja de convertibilidad en la que la base monetaria está respaldada totalmente por dólares.  Al mismo tiempo, casi todos los activos de Hong Kong están puestos en bienes raíces o activos financieros, ambos altamente susceptibles a variaciones en las tasas de interés.

Ahora muchos inversionistas están apostando n contra del Consejo Monetario y de la moneda de Hong Kong, pensando que no durará mucho tiempo en derrumbarse ante las presiones especulativas.

Por un lado, este país tiene con qué defenderse (85 mil millones de dólares).  Sin embargo, el uso de reservas para mantener el tipo de cambio significa una disminución importante en su base monetaria y una reacción casi automática.  La primera reacción de las autoridades monetarias ha sido un aumento en las tasas de interés hasta llegar al 300 por ciento, para tratar de evitar las fugas de capital y el desplome en su base monetaria.

Sin embargo, en el fondo de la crisis está la desconfianza en el gobierno de China, a raíz de la salida del gobierno inglés.  Es una prueba rotunda de la fórmula china de “un país-dos sistemas”, en donde las presiones políticas juegan un papel fundamental.  En sí, una devaluación representaría una falla importante en el sistema financiero internacional, dado que Hong Kong no tiene ningún problema macroeconómico.

Por lo pronto, el efecto inmediato de la crisis ha sido un aumento importante en la demanda de bonos de la tesorería de los Estados Unidos, lo que ocasiona una baja en las tasas de interés.  Por ejemplo, los bonos de 30 años, que normalmente tienen poca variación, bajaron de 6.4 por ciento a 6.3 por ciento.

En general, cuando ocurre una crisis de este tipo, los inversionistas buscan salirse de instrumentos financieros de alto riesgo y moverse hacia una mayor seguridad.  Por lo regular, Estados Unidos es el país que más simboliza esta seguridad.  Esto significa que la amenaza inmediata de aumentos en tasas de interés se pospone hasta más adelante.

Existen muchas lecciones de estos eventos para México.  Primero, debemos reconocer plenamente que la globalización llegó para quedarse.  Pero este proceso no se limita a la interrelación de los mercados financieros, sino también a las propias economías de los países del mundo.  De aquí en adelante, con que un país tenga problemas, su contagio va a ser global.  Esto significa que el papel que desempeñan los organismos mundiales como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial tendrá que expandirse y no retraerse en el futuro.  Parece ser que la soberanía empieza a ser cada día un concepto relativo y que su valor irá cambiando con el tiempo.

Segundo, tenemos otro ejemplo de la vulnerabilidad de los consejos monetarios.  Por más que parecen una fórmula mágica para reducir la inflación y mantener la estabilidad macroeconómica, su rigidez y falta de flexibilidad surge como su punto más débil.  Ni siquiera una reserva internacional de 85 mil millones de dólares es una garantía contra los embates de la globalización.

Tercero, dado que somos susceptibles al contagio de crisis financieras provenientes de casi cualquier parte del mundo, más vale reducir nuestra vulnerabilidad a través de un déficit manejable en la cuenta corriente, flujos de capital sanos y de largo plazo y un presupuesto público balanceado. Obviamente, tenemos mucho que perder.


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jueves, 23 de octubre de 1997

Las Preocupaciones Externas

 

Pulso Económico


Las Preocupaciones Externas


Por: Jonathan Heath


(Nueva York)  La recuperación de la economía mexicana ha sido extraordinaria a la luz del golpe devaluatorio tan grande que recibimos hace ya casi tres años.  Tomando en cuenta el nivel de endeudamiento de las familias y las empresas, combinado con el deterioro del ahorro interno y 

la sobredependencia del ahorro externo, muchos analistas extranjeros pensaban que México tardaría todo el resto de la década en recuperarse plenamente.
Sin embargo, hoy en día la actividad económica está creciendo a un ritmo superior al 7 por ciento 

anual; el empleo se está expandiendo a tasas cercanas al 9 por ciento y la producción industrial muestra tasas de crecimiento sostenidas desde hace más de un año.  La inflación mantiene su tendencia a la baja y hoy por hoy se ve factible que el Banco de México logre llegar muy cerca de su meta de 15 por ciento para fin de año.  Las ventas al menudeo, que se encontraban rezagadas, están respondiendo con un crecimiento arriba del 9 por ciento.  Hasta los salarios manufactureros están empezando a mostrar signos de una recuperación incipiente en su poder adquisitivo.
Algunas variables han recuperado sus niveles de 1994 e inclusive los han superado.  Por ejemplo, la tasa de desempleo abierto se encuentra por debajo de su promedio de hace tres años, la producción industrial tardó 22 meses en recuperarse y superar el monto de producción observado en el pico de 1994.  El comercio internacional, tanto las exportaciones como las importaciones, muestran niveles muy por arriba del año anterior a la devaluación.
No obstante, otras variables apenas empiezan a mostrar una mejoría.  Los salarios reales tendrán que crecer bastante por muchos años antes de resarcir por completo el poder adquisitivo.  La construcción y las ventas al menudeo, aunque muestran tasas impresionantes, tendrán que expandirse mucho antes de recuperar por completo el terreno perdido.  Pero resulta importante señalar que a pesar del retraso, estas actividades ya van encaminadas en la dirección correcta.
El préstamo de emergencia procedente del gobierno norteamericano se liquidó por completo y por anticipado.  Los pasivos con el Fondo Monetario Internacional han disminuido a un ritmo mayor al esperado.  La situación financiera de México en el exterior se percibe como muy sana, situación sorprendente si recordamos cómo nos percibían apenas hace un año.
Esta mejoría ha ocasionado que los flujos de capital hacia México sean relativamente elevados, especialmente si consideramos que el déficit en la cuenta corriente no es muy elevado.  Por lo mismo, el tipo de cambio se ha apreciado mucho más de lo que se anticipaba.  Apenas hace un año se esperaba que el tipo de cambio terminara 1997 en un nivel cercano a 9 pesos por dólar.  A principios del año, este consenso se había revisado hacia la baja, a un nivel alrededor de 8.50.  Después de las elecciones, ya se veía un tipo de cambio menor a 8.30 para fin de año, mientras que apenas hace un mes todavía la mayoría de los extranjeros veían el precio del dólar en 8.10 pesos.  Hoy en día, se espera que el tipo de cambio termine por debajo de 8 pesos por dólar, mientras que algunos ya advierten que pudiera terminar en 7.75.
Esta apreciación real de nuestra moneda ha despertado mucha preocupación para el mediano plazo.  Una moneda más fuerte ocasionará un deterioro más rápido en nuestras cuentas con el exterior, aumentando nuestra vulnerabilidad.  Un aumento sostenido en las importaciones fomentará un “boom” en el consumo, debilitando el ahorro interno.  Menos ahorro interno, combinado con un tipo de cambio sobrevaluado, es una combinación no deseada que requiere corrección.  La preocupación en el exterior es que el mercado no va a corregir este desequilibrio mientras la inversión extranjera necesaria siga entrando al país.  Esto hará que el desequilibrio vaya creciendo hasta que llegue a un nivel muy peligroso.  Ya cuando el mercado reconoce la necesidad de una corrección, ésta será muy grande y causará los mismos efectos traumáticos de años anteriores.
Es importante señalar que no todos los extranjeros comparten esta preocupación.  Muchos piensan que el régimen cambiario tiene la flexibilidad necesaria para corregir cualquier desviación antes de llegar a niveles demasiado elevados.  La misma apreciación del tipo de cambio dificultará el crecimiento sostenido de la actividad económica, provocando una disminución en la inversión bursátil proveniente del exterior.  Esto debilitará a la moneda, provocando una corrección automática.  Quizás no escaparemos de las correcciones ocasionales en el tipo de cambio, pero nunca serán de tal magnitud que pudieran provocar una crisis.
Existe una tendencia a comparar el desempeño de la economía mexicana con mercados similares que compiten por la inversión extranjera, como Brasil y Argentina.  En ambos casos, se espera que el déficit en la cuenta corriente llegue a un 5 por ciento del PIB para el año entrante.  En cambio, el déficit de México podría llegar al 2.5 por ciento en 1998, la mitad de lo esperado para Brasil y Argentina.  Esto significa que la vulnerabilidad de nuestros vecinos del sur ante un shock externo es mucho mayor que la existente en México.  No obstante, en Brasil el crecimiento económico se está desacelerando, mientras que Argentina mantiene un ritmo de expansión inclusive mayor al observado en nuestro país.  Por lo mismo, las instituciones financieras se han mostrado renuentes a recomendar una disminución en las posiciones que mantienen en México, ya que a pesar de las preocupaciones, las perspectivas son ligeramente mejores que las alternativas.
En resumen, podemos decir que todavía ven en México la posibilidad de una crisis financiera para el año 2000, último año del sexenio y de elecciones presidenciales.  Pero al igual que existen estas tendencias preocupantes, los mismos inversionistas extranjeros admiten que el gobierno ha disminuido su vulnerabilidad al extender el plazo de amortización de la deuda externa, al instrumentar un régimen cambiario que no garantiza seguridad a la inversión de corto plazo en portafolio y al mantener mejor informado al publico inversionista sobre el desempeño de la economía.
Existe una gran inquietud sobre la designación del próximo gobernador del Banco de México.  En forma casi unánime, piensan que la sucesión marcará la pauta para la consolidación de la autonomía, la credibilidad de la institución y la continuidad de una política cambiaria flexible.  Sin lugar a dudas, coinciden en que la designación de una persona externa al Banco, sin los conocimientos técnicos de la política monetaria, sería una señal equivocada del Presidente de la República.
En conclusión, los inversionistas extranjeros están gratamente sorprendidos de la recuperación mexicana y dispuestos a invertir en un país con buenas posibilidades.  Aunque tienen ciertas preocupaciones acerca del mediano plazo, piensan que todavía estamos a buen tiempo para instrumentar las medidas correctivas necesarias.



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lunes, 20 de octubre de 1997

El Debate sobre el Déficit Público

 

Pulso Económico


El Debate sobre el Déficit Público


Por: Jonathan Heath



Parece ser que el tema del mes, dentro del renombrado debate sobre el modelo económico, es el tamaño ideal del déficit público.  El jueves pasado, en su columna “Coordinadas”, Enrique Quintana reflexiona sobre el tamaño óptimo del déficit público, argumentando que deberíamos aprovechar la mejoría de la capacidad de crédito externo para ampliar el déficit público y así, gastar más en programas de erradicación de la pobreza u en resarcir a los damnificados del huracán Paulina.

El mismo día por la noche en la entrega de los premios de Investigación Financiera del IMEF, Miguel Mancera explicó los efectos de una política fiscal expansiva a través de sus diversas formas de financiamiento.  Una expansión del gasto, sin un aumento correspondiente en recursos tributarios, tiene tres formas para financiarse y cada una tiene consecuencias negativas que deben ser consideradas.  Su mensaje central fue dirigido a aquellos que se pronuncian por una ampliación en el déficit y les quiso decir que no es tan fácil, dado que tiene efectos nocivos que podrían complicar más el problema en vez de solucinarlo.

Sergio Sarmiento, en su columna “Jaque Mate”, destaca el hecho de que la aprobación del Presupuesto será este año más política que nunca.  Explica los procedimientos de la aprobación del Presupuesto, en los que le corresponde a la iniciativa de Ley de Ingresos establecer los parámetros globales, en especial el monto del déficit público; mientras que el proyecto del Presupuesto de Egresos deberá determinar en qué se van a gastar los recursos.  Por lo mismo, esto limita el debate en el Congreso a una redistribución del gasto dentro de sus diversos rubros, mientras que el monto del déficit se tiene que tomar casi como un hecho consumado.

Martín Werner, subsecretario del ramo de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, divulgó que su dependencia ha calculado que el 1.25 por ciento el PIB es el tope de un déficit sano, que puede ser financiado con recursos públicos sin crear problemas mayores.  De igual manera, Tomás Ruiz, presidente del Sistema de Administración Tributaria, propone un aumento real del 10 por ciento en la recaudación total del impuesto, manteniendo las tasas actuales sin cambio.

Sin entrar en más ejemplos, han sido muchos los que han expresado sus opiniones respecto al tema.  Sin embargo, por más argumentos técnicos y advertencias sobre las consecuencias negativas de la ampliación del déficit, el grupo opositor dentro de la Cámara está adoptando una posición de venganza política y pretende montarse sobre su caballo para demostrar quién es más macho.  Para ellos, es más importante demostrar que el PRI ya no manda, que el bienestar de la población.  Mientras tanto, ¿el país?  Bien gracias.

Primeramente, tenemos que reconocer que nadie puede negar la importancia y la necesidad de ayudar más a los marginados y de establecer más y mejores programas sociales.  Tenemos una de las distribuciones de ingreso más inequitativas del mundo y una población muy elevada, que vive en condiciones de pobreza extrema y muy cerca de ella.  El crecimiento económico ha acentuado estas diferencias, mejorando el bienestar únicamente de una proporción relativamente pequeña del País.

No obstante, esto no significa necesariamente que tenemos que gastar más, pero sí definitivamente que tenemos que gastar mejor.  Un buen gobierno no se va a caracterizar por el monto de su gasto, sino más bien por cómo gasta.  Existe una gran cantidad de rubros dentro del Presupuesto que ni siquiera son necesarios.  Se asigna una cantidad muy importante a la educación, mientras que nuestro sistema educativo es mejor de los casos, mediocre.  No por aumentar el gasto en este rubro vamos a superar estas deficiencias.  Una gran cantidad e las mejoras que puede hacer el Gobierno no está sujeta a un mayor cantidad de dinero.

Segundo, tenemos que recordar que el déficit público implica un gasto mayor este año, que será pagado en los años futuros.  Es un desembolso que si no se paga este año, se pagará el entrante o poco a poco, a través de los años venideros.Sil el Presupuesto actual contiene una asignación elevada a los pagos de intereses, es porque en el pasado se decidió gastar más o, dicho en otras palabras, se decidió adelantar el gasto de hoy.  Sin embargo, ¿de qué sirve adelantar el gasto, si va a ser un gasto ineficiente?

Antes que nada, el Gobierno tiene que demostrar una mayor responsabilidad en su gasto.   A mí, en lo particular, no me importaría pagar más impuestos si es que me pudieran garantizar un uso eficiente de esos recursos. Pero cuando leo en los periódicos sobre los escándalos de corrupción, las cuentas millonarias de funcionarios públicos en el exterior, la impunidad extendida y los privilegios que se auto otorgan los políticos, se me quitan las ganas.  Cuando analizo el sistema educativo que tenemos, me dan ganas de llorar.  Después me entero de que los funcionarios del IFE se auto aumentaron los sueldos.  Los funcionarios de Hacienda reciben bonos en función de la recaudación.  Miembros del Municipio de Acapulco fueron sorprendidos guardando despensas.  Dudo que necesite poner más ejemplos.

Ahora resulta que la Cámara quiere aumentar el monto del déficit público.  Parece ser que lo que quiere hacer es premiar al Gobierno con más recursos de la población por el despilfarro de años anteriores, dado que se quiere financiar el mayor gasto a través de un déficit más grande. No solamente lo tendremos que pagar nosotros los ciudadanos, sino también en el futuro nuestros hijos.

Hoy en día, uno de los rubros más elevados del gasto público es el del servicio de la deuda.  Si queremos disminuir la proporción del gasto del año en curso, que va a pagar el gasto de años anteriores, tenemos que disminuir el déficit.  Deberíamos mantener un Presupuesto balanceado, no únicamente por los efectos macroeconómicos expuestos, sino también por asumir una mayor responsabilidad hacia las generaciones futuras.

Debemos reconocer que el País ha sufrido problemas serios de deuda desde que nacimos como República, hace ya casi 175 años.  Como consecuencia hemos sufrido decenas de suspensiones e pagos, renegociaciones de deuda y crisis financieras, todas como consecuencia de la falta de responsabilidad que ha demostrado el Gobierno en el manejo de los recursos públicos.  Siempre hemos visto que cuando se recurre a un déficit disminuye la eficiencia del gasto.

No se vale, por un lado, quejarse de la apreciación de la moneda; mientras que por el otro, estemos proponiendo aumentar el déficit, aprovechando la mejoría de la capacidad de crédito externo.  Un mayor déficit financiado por recursos externos provocaría una mayor apreciación de la moneda.

No se vale, por un lado, criticar al Gobierno por corrupto e ineficiene; mientras que por el otro lado, estemos a favor de que realice más gasto.  Si existe ineficiencia, un mayor gasto la hará mayor.

Antes de estar a favor de un déficit público elevado, debemos pensar bien en las consecuencias.  Este déficit no es la mejor forma de ayudar a nuestros compatriotas más necesitados.


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jueves, 16 de octubre de 1997

El Debate Sobre la Globalización

 

Pulso Económico


El Debate Sobre la Globalización


Por: Jonathan Heath



Poco se ha avanzado en el famoso debate sobre el modelo económico que se deberá seguir en nuestro País.  Aunque muchos han ofrecido sus puntos de vista en torno a los límites y alcances de la política actual, la mayoría de las opiniones han sido dirigidas a la discusión sobre el presupuesto para el año entrante y, por lo mismo, su alcance ha sido enfocado a los problemas inmediatos.

Son pocos los estudios series que se han tratado de realizar, que busquen eliminar los sesgos ideológicos y que ofrezcan avances verdaderos entro del debate.  Aunque queremos realizar un debate serio y abierto, terminamos por no escuchar los puntos de vista distintos y caemos simplemente en una plática de sordos.

Por lo mismo, cuando aparece un estudio serio que realmente tiene algo que aportar, bien vale la pena comentarlo.  El Instituto de Economía Internacional (Institute for International Economics) de Estados Unidos, dirigido por Fred Bergsten, con sede en Washington, ha realizado un magnifico esfuerzo en esta dirección.  Acaban de publicar el libro titulado ¿No Será qué la Globalización ya Llegó Demasiado Lejos? (Has Globalization Gone Too Far?),escrito por Dani Rodrik, en donde examina a fondo las limitaciones del proceso de globalización.  Lo que hace el autor es cuestionar justamente los costos que ha traído consigo el nuevo modelo económico, impulsado en muchos países en América Latina y en el resto del mundo.

En general, hemos visto que los economistas buscan resaltar los beneficios del flujo libre de bienes, servicios y capital; mientras que tendemos a ignorar o simplemente no tomar en cuenta las tensiones sociales que resaltan de la apertura comercial.  El enfoque de Rodrik  es el de tomar, como parte central de su análisis, los costos que conlleva el proceso de globalización, reconociendo explícitamente que la mayor integración económica internacional puede contribuir a una mayor desintegración social interna.

Entre otras cosas, está considerando que los cambios estructurales de la última década han transformado radicalmente el mercado laboral, produciendo cierta desintegración social a través de cambios extremos en las oportunidades de trabajo, el poder adquisitivo del obrero y la calificación requerida de la mano de obra.  Estas transformaciones, aunque incrementan la eficiencia económica de las empresas, tienen efectos nocivos sobre las posibilidades de generación de riqueza de las clases bajas y sobre la distribución del ingreso.

El autor argumenta que existe una brecha muy grande entre lo que predican los economistas y lo que piensan la mayoría de las personas no calificadas en estos temas.  Existen muchos argumentos falsos y contradictorios que utilizan los que se oponen a la apertura comercial que los economistas descartan de inmediato. Por lo mismo, tienden a ignorar o a subestimar estas posiciones,  Sin embargo, las objeciones siguen siendo validas.  El proceso de apertura ha traído consigo un incremento importante en las tensiones sociales que, si no son atendidas y examinadas a fondo, pueden ser fuente de una creciente inestabilidad social.

El estudio empieza con un reconocimiento de las consecuencias redistributivas que provoca la globalización, junto con los problemas creados por la reducción del papel del Gobierno y de las obligaciones sociales del Estado.  Posteriormente, procede a preguntar cómo se puede crear una compatibilidad entre la globalización y las presiones, para una mayor responsabilidad social de los riesgos derivados de este proceso.

Al enfocar el estudio sobre las tensiones generadas en vez de los beneficios creados por la globalización se está forzando una nueva concepción una nueva manera de entender lo que está pasando en muchos países como México. Reconoce que la globalización es un proceso inevitable del cual no podemos escapar y, por lo tanto, debemos buscar cómo acomodarlo para minimizar los efectos nocivos y extender sus beneficios a la mayor parte de la población.

La gran mayoría de los cambios incurridos, como resultado de la globalización de la economía, es hoy en día irreversible.  Los avances en la tecnología de transportación y comunicación han hecho que las fronteras nacionales sean sumamente porosas a la competencia externa, a tal grado que únicamente restricciones gubernamentales drásticas lo podrían frenar.  El regreso al proteccionismo no parece ser una solución dado que generaría sus propios conflictos sociales, además de un costo importante en términos de eficiencia económica.  En este sentido, no existen soluciones fáciles y, por lo mismo, se necesita un mayor nivel de pragmatismo que no esté atado por la ideología.

Dentro de las conclusiones principales, el autor advierte que si no se maneja bien la política económica, las presiones sociales que resultan de la integración económica global pueden resultar en un mal desempeño económico y en un mal Gobierno.  Por lo mismo, se recomienda buscar un balance entre la apertura y las necesidades internas.  No hace sentido sacrificar preocupaciones sociales en nombre del liberalismo.  En otras palabras, cuando se quiere establecer prioridades entre objetivos sociales y económicos, no se puede poner a las políticas de apertura comercial automáticamente aria de lo demás.

También se recomienda mantener una política activa de seguro social, especialmente a través de mayores programas sociales que busquen apoyar a los más necesitados.  Al ir reduciendo el papel del estado benefactor, muchas veces se puede olvidar de la importancia de este tipo de políticas.  Esto no significa mayor gasto ni déficit fiscal, dado que existen muchos espacios de mejoría dentro de los niveles actuales de gasto público. No obstante, al introducir nuevos y mejores programas sociales, se tiene que tener mucho cuidado en no entorpecer la habilidad de las empresas a producir más y generar mayores empleos. El ejemplo clásico se puede observar en Europa, en donde sus programas de seguridad social y beneficios a los desempleados han creado mayor desempleo y una carga tributaria creciente.

Por ultimo, recomienda el autor que no se utilice el argumento de la competividad como pretexto para reformas internas,.  Aun en el caso de una economía cerrada, hace sentido el saneamiento de las finanzas públicas y las políticas que buscan estimular la productividad.  Muchas reformas se han asociado al proceso de la apertura comercial aun cuando tienen su propia lógica.

Pronto, el mismo Instituto publicará dos estudios adicionales que van en la misma dirección.  El primero abarca el vínculo entre la expansión del comercio y las tendencias de la distribución del ingreso: mientras que el otro, hace un análisis comprensivo de los costos y beneficios de la apertura comercial.  El mérito principal que tiene este Instituto es que trata de eliminar el sesgo ideológico, mientras que está haciendo contribuciones bien importantes al debate que hará reflexionar a muchos.  Por lo pronto, este primer libro debería ser lectura obligatoria de todos nuestros diputados, senadores, secretarios, funcionarios públicos, analistas, académicos y demás participantes en el debate sobre nuestro futuro. 


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lunes, 13 de octubre de 1997

La Política Cambiaria y la Inflación

 

Pulso Económico


La Política Cambiaria y la Inflación


Por: Jonathan Heath


La tasa de inflación de la segunda mitad de septiembre, que reporta el Banco de México, registró 0.32 por ciento, según la información dada a conocer el viernes pasado.  Esta tasa es la más baja que se ha observado desde la segunda quincena de noviembre de 1994 y es muy similar a las tasas observadas a principios de 1993, cuando la inflación anual terminó en 8.01 por ciento.  Si analizamos esta tasa, es decir, si suponemos que fuera la misma por 24 quincenas consecutivas (un año), obtendríamos una inflación de 7.91 por ciento.

La inflación de todo el mes de septiembre fue más alta, de 1.25 por ciento. Es más, con la excepción de enero y febrero, fue la inflación más elevada del año.  Sin embargo, fue más baja que todos los meses del año anterior y si lo comparamos con los meses de septiembre de los dos años anteriores, fue sustancialmente más baja.  La inflación en septiembre de 1995 fue de 2.07 por ciento y en septiembre de 1996, de 1.60 por ciento.

Sabemos que la inflación de septiembre siempre es un poco más elevada por los aumentos en las colegiaturas,que se  presentan como consecuencia del inicio del ciclo escolar.  De manera especial, este mes tuvo aumentos importantes en las tortillas, el huevo y la leche.  Según los cálculos del Banco de México, si estos aumentos extraordinarios no se hubieran presentado, la inflación del mes hubiera sido de 0.71 por ciento, muy por debajo de los cuatro meses anteriores, que siempre estuvo cerca de 0.9 por ciento.

De continuar este tendencia, pudiéramos encontrarnos con una inflación acumulada de 13.6 por ciento hasta el mes de noviembre.  Esto significaría que con una tasa máxima de 1.2 por ciento de inflación en el mes de diciembre, terminaríamos dentro de la meta propuesta de 15 por ciento para el año.  ¿Es posible?  En principio sí, aunque se ve difícil dado que el último mes tiende a ser uno de los más altos del año.  Esto es por que la mayoría de la gente recibe su aguinaldo y por lo mismo aumenta la liquidez durante el mes.  Dado que estamos acostumbrados a gastar más por las fiestas navideñas, existe mayor presión sobre los precios.

No obstante, el factor decisivo va a ser la fecha y monto de los aumentos en precios públicos y salarios mínimos que tradicionalmente se han dado al final del año, cuando se renuevan los términos del Pacto.  Si el Gobierno decide regresar al esquema de hace muchos años, de otorgar estos aumentos al principio del año, entonces sería muy factible terminar muy cerca de la meta de inflación del 15 por ciento.  En cambio, se si decide aplicar los aumentos en el mes de diciembre, la inflación debería terminar cerda del 16 por ciento.  Aunque fuera este último el caso, debemos reconocer que la lucha contra la inflación ha sido muy exitosa ente año.  Debemos recordar que la mayoría de las proyecciones para la inflación de 1997 de hace un año andaban entre 18 y 19 por ciento.

¿Cómo ha sido posible?  En principio debemos reconocer que la política monetaria ha sido la adecuada.  Al mantener una política básicamente neutral, se permitió que la inflación fuera bajando en forma natural.  No existió una obsesión por bajar la inflación demasiado rápido, lo cual ha permitido que la actividad económica esté expandiéndose a una tasa del 7 por ciento. Al mismo tiempo, no hubo una política expansionista que buscara acelerar el crecimiento económico pero que hubiera dificultado el abatimiento inflacionario.  Tenemos que recordar que a lo largo del año hubo gente que acusó al Banco de México de llevar a cabo tanto una política expansionista, como demasiado restrictiva.  Al final de cuentas, sus apreciaciones resultaron equivocadas.

El segundo factor que ja contribuido en forma importante a reducir la inflación ha sido el comportamiento del tipo de cambio.  Al haber adoptado un régimen de flotación, el tipo de cambio obedeció al intercambio de la oferta u la demanda de dólares.  Las entradas de capital, que han sido básicamente de inversión extranjera directa y de colocaciones de bonos en el exterior, ha contribuido a que el tipo de cambio sea relativamente estable.  Esto significa que los precios de todos los insumos importados no se han incrementado y han servido como base para minimizar los aumentos de los demás precios.

Debemos recordar que la teoría de la paridad del poder de compra establece una relación entre diferencial de precios con el exterior y el tipo de cambio. La mayoría de la gente utiliza esta relación para sugerir que el tipo de cambio debería de aumentar, dado un diferencial positivo de inflación entre México y el exterior.  Sin embargo, esta teoría no marca ninguna casualidad, sino simplemente establece la relación.  Esto significa que un tipo de cambio estable debe contribuir a reducir el diferencial de inflación.

No obstante, aunque las políticas monetaria y cambiaria han contribuido a una reducción importante en el inflación, de todos modos vamos a terminar el año con un aumento generalizado de los precios del 15 por ciento.  Esto no es un monto trivial de inflación y sigue siendo un factor que puede contribuir a la inestabilidad.  Al igual que nos preguntamos cuáles han sido los factores que han contribuido a reducir la inflación, debemos preguntarnos cuáles son los factores que todavía hacen que los precios sigan aumentando.

La devaluación del peso de hace ya casi tres años provocó un aumento de alrededor del 150 por ciento en el precio del dólar.  La inflación acumulada durante el mismo periodo ha sido de casi 120 por ciento.  La devaluación provocó un aumento generalizado en los precios y una distorsión importante en los precios relativos.  Cuando la economía estaba en medio de la recesión, fue muy difícil que las empresas aumentaran sus precios al parejo del incremento de sus costos, especialmente en aquellos productos que iban al mercado interno.  Por lo mismo, muchas empresas tuvieron que sacrificar márgenes e inclusive entrar en pedidas para poder seguir vendiendo sus productos.  Ahora que la economía se ha recuperado, muchas de estas empresas han ido ajustando sus precios.  En este sentido,podemos decir que el efecto rezagado de la devaluación es el factor principal para explicar la existencia de la inflación.

También debemos reconocer la existencia de factores inerciales que vienen de una economía con memoria inflacionaria.  Aunque la inflación se pudo reducir en forma importante a principios de esta década, hemos tenido ya casi tres décadas de inflaciones elevadas.

Los siguientes meses serán claves para poder determinar qué tan rápidamente podrá seguir bajando la inflación.  Si se observan tasas menores al 0.8 por ciento durante los siguientes dos meses y se puede contener la cuenta de diciembre entro de límites razonables, será  muy factible observar una inflación cercana al 10 por ciento para fines del año entrante.  Sin embargo, existen presiones potenciales de aumentos en los precios públicos, los salarios mínimos y el déficit fiscal, ue pudieran impedir una baja tan rápida.


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jueves, 9 de octubre de 1997

La Corrupción Mexicana

 

Pulso Económico


La Corrupción Mexicana


Por: Jonathan Heath



Hace unos día, el embajador de Canadá en nuestro País, Marc Perron, tuvo que renunciar a su cargo por haberse quejado públicamente de la corrupción mexicana.  Aunque queda claro que un diplomático no puede ni debe criticar a un país en esos términos, también tenemos que admitir que lo que dijo es muy cierto.  Nos asombramos no por lo que dijo, sino por el hecho de haberlo dicho públicamente.  Nos da coraje que un extranjero nos critique en nuestra propia cancha y lo tomamos como un insulto.  Sin embargo, no es ningún secreto que tenemos un problema de corrupción generalizado en todos los sectores, regiones y niveles del País.

Es muy común señalar que existe corrupción en todos los países y que los extranjeros expresan una tremenda hipocresía al señalar la nuestra.  Nos obstante, el buscar la culpa en otros lados no es la forma en que vamos a solucionar el problema.  Dicen que la mitad de la solución es el reconocimiento del problema.  En este sentido, debemos simplemente aceptar abiertamente que tenemos un problema espeluznante de corrupción como pocos países del mundo.

En un artículo reciente, en el Journal of Economic Literature,  Pranab Bardhan, de la Universidad de California en Berkeley, examina a fondo la relación entre la corrupción y el desarrollo.  Busca responder a la incógnita de por qué la corrupción es tan distinta en diferentes países y sociedades, y ofrece el intento de un marco teórico para entender ciertos comportamientos.

En su estudio, resalta de inmediato el hecho de que México está catalogado en el lugar 38 de 54 países en cuando a la percepción de corrupción.  Utilizando una escala de 10 para un país sin corrupción posible.  México obtiene una calificación de 3.3  Encabeza la lista Nueva Zelandia con 9.4 situándolo como el país menos corrupto, hasta llegar a Nigeria, el último con una calificación de 0.7.

A pesar de que existen 16 países calificados con mayor corrupción que México, llama la atención el hecho de que el autor utiliza a nuestro País, en varias ocasiones, como ejemplo de ciertas prácticas corruptas.  En una parte de su estudio, busca examinar algunos beneficios de la corrupción para tratar de entender su existencia casi universal.  Dice que la institucionalización del sistema altamente corrupto del PRI permitió a México trascender a una década de revolución violenta.  Sin embargo, reconoce que aun en nuestro caso, la corrupción es tan persuasiva y endémica que nunca pudo aspirar a tener efectos positivos netos.  Más bien, la corrupción tiende a una retroalimentación, que va creciendo por su propia inercia y crea efectos altamente negativos en cuanto al bienestar.

Entre las conclusiones principales del estudio, se encuentra la existencia de una asociación significativamente negativa entre el índice de corrupción y la tasa de inversión y por lo mismo, de crecimiento económico.  Se encuentra que una mejoría de un punto en el índice puede incrementar la actividad económica en 3 puntos porcentuales.  Inclusive, se sugiere que un mayor crecimiento de la economía puede generar suficientes fuerzas positivas para reducir la corrupción.

Para poder analizar los efectos perversos de la corrupción, se tiene que empezar por distinguir entre lo ilegal y lo legal, al igual que entre lo inmoral y lo moral. La corrupción se puede dar en distintas combinaciones, ya que no toda es ilegal o inmoral.

En búsqueda de soluciones a la corrupción, el autor menciona dos  caminos que de una forma u otra se han buscado en México..  A nivel económico es altamente recomendable la desreugulación y el desmantelamiento de prácticas administrativas que fomentan este tipo de comportamiento.  A nivel político se recomienda la construcción de instituciones democráticas, que conllevan a mecanismos de mayor transparencia y rendición de cuentas.  Estas dos vertientes están relacionadas la una con la otra.

En sí, la corrupción es el resultado lógico del mercado ante restricciones o controles excesivos.  Entre más autoritario resulte un país e imponga un número creciente de regulaciones, tiende a existir mayor corrupción. Inclusive aumenta la eficiencia, permitiendo una mayor actividad económica en comparación con un país que tenga muchas regulaciones y restricciones, pero en donde no existan las prácticas corruptas.  Pro es obvio que si se quiere incrementar la eficiencia económica de un país, es mucho más eficaz la desregulación.

Sin embargo, se debe tener mucho cuidado en el proceso de desregulación y de eliminación de controles.  No toda desregulación significa menor corrupción o mayor eficiencia.  En muchas ocasiones la privatización de una función pública simplemente corresponde a un cambio de un monopolio público a un monopolio privado, sin una mejoría en la asignación eficiente e los recursos.  La privatización puede ser una política que a la larga reduzca la corrupción, pero el propio proceso la incrementa y crea problemas adicionales (como la crisis bancaria).

También se tiene que reconocer la existencia de objetivos sociales que pueden ser más importantes que la eliminación de la corrupción.  Por ejemplo, la práctica de subsidiar las tortillas en esencial para ofrecer a la gente de menores recursos el acceso  un alimento básico.  Sin embargo, la utilización de recursos públicos en este proceso se presta a la corrupción ,mientras que el subsidio está llegando a personas de altos recursos que no lo requieren .  se podría regresar al esquema de los “tortibonos”, que supone un subsidio más dirigido pero que aumenta la corrupción.  También se puede eliminar el subsidio por completo, cerrando toda posibilidad de una malversación de recursos, pero se elimina también el objetivo social.

Existen varios puntos de vista acerca del abatimiento e la corrupción.  Por un lado, están los “moralistas”, que piensan que se necesita un cambio fundamental en los valores y normas de honestidad de la sociedad.  Sin embargo, se ha encontrado que las campañas públicas son totalmente ineficaces; mientras que otras instituciones que pudieran inculcar este cambio, como la Iglesia, tienen sus propios problemas de corrupción.  Por otro lado, existen los “fatalistas”, que son más cínicos y apuntan a que hemos llegado a un punto sin retorno, en donde la corrupción es tan persuasiva y está tan arraigada que no hay mucho que se pueda hacer.

La historia apunta muchos casos exitosos en donde se ha reducido la corrupción.  Aunque tenemos que admitir la impotencia de la Iglesia y de la persuasión moral, no nos podemos dar por vencidos.  Debemos buscar los caminos adecuados, a través de una mayor democratización y a instrumentación de leyes adecuadas, que no fomenten el abuso y que pongan los incentivos económicos en los lugares correctos.


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lunes, 6 de octubre de 1997

La Política Cambiaria Chilena

 

Pulso Económico


La Política Cambiaria Chilena


Por: Jonathan Heath


Muchos analistas han recomendado a México la adopción de una política cambiaria similar a la que actualmente opera en Chile, que establece un tipo de cambio real relativamente constante y que por lo mismo, asegura que se evite que la moneda esté sub o sobrevaluada.  ¿Cómo funciona esta política?

La política cambiaria chilena gira alrededor de un tipo de cambio de referencia, que trata de reflejar el tipo de cambio teórico.  Esta referencia es una cotización llamada “acuerdo-dólar”, que es una ponderación del dólar, el yen y el marco.  Diariamente, varía la cotización según los tipos de cambio de estas tres monedas y mensualmente se anuncia una variación adicional según la diferencia entre la inflación chilena y la tendencia de inflación chilena y la tendencia de inflación de los socios comerciales (que se ha establecido en 2.4 por ciento). Con ponderaciones del 45 por ciento para el dólar americano; 30 por ciento para el marco alemán, y 25 por ciento para el yen japonés, forman un tipo de cambio ponderado que llaman CRM, término que significa Canasta Reajustada de Monedas, similar en concepción a la cotización del DEG (Derecho Especial de Giro, utilizado por el FMI).  El equivalente de esta cotización en dólares por pesos chilenos es lo que se llama el acuerdo-dólar.

La política cambiaria de bandas, que teníamos en México, funcionaba a través de la determinación de bandas que marcaban el piso y el techo del tipo de cambio. Dentro de estos límites, se permitía una flotación libre con base en la oferta y la demanda de divisas.  Cuando el tipo de cambio llegaba al techo, el Banco de México se comprometía a ofrecer al mercado los dólares necesarios para evitar que subiera más.  De igual forma, cuando el tipo de cambio tocaba el piso, el banco central estaba comprometido a comprar todos los dólares que sobraban, para evitar una mayor apreciación de nuestra moneda.

En esta política, lo más importante era la fijación de las bandas y las reglas establecidas para moverlas a través del tiempo.  Dado que se estaba utilizando al tipo de cambio como ancla para reducir la inflación, el techo se incrementaba a través de una regla fija en un porcentaje que resultaba menor que el diferencial de inflación.  El piso se fijó en un nivel que prevenía la apreciación nominal, pero permitía la apreciación en términos reales.

Sin embargo, en cualquier momento se pondrían haber cambiado estas reglas, de tal forma que las bandas se movieran en función del diferencial de inflación.  Básicamente, ésta era la diferencia con la política chilena.  En su caso, se definen las bandas como un porcentaje de desviación, por ejemplo, de 10 por ciento, del tipo de cambio de referencia que es el del acuerdo-dólar.  En este sentido, el acuerdo-dólar siempre es el centro de la banda y se va ajustando en función del diferencial de inflación.  De esta forma, esta política garantiza un tipo de cambio real relativamente constante, que evita sistemáticamente la sobrevaluación y permite una mayor predictibilidad a la cotización cambiaria.  Es un sistema de flotación dentro de una banda preanunciada, que varía según el diferencial de inflación.

Si es que se aplicara esta política al caso mexicano, tendríamos un tipo de cambio de referencia que se ajustaría de acuerdo al diferencial de inflación entre México y los Estados Unidos.  No habría necesidad de determinar una canasta de monedas, ya que el 85 por ciento de nuestras exportaciones y 80 por ciento de nuestras importaciones son con los Estados Unidos.  Después se fijarían las bandas a través de un porcentaje (supongamos 10 por ciento) por arriba de la referencia (techo) y 10 por ciento por debajo (piso).  Así, el tipo de cambio de mercado estaría flotando libremente entre estas dos bandas, mientras que las bandas se mueven en función de la inflación.

Para su instrumentación, necesitaríamos de nuevo contar con reservas suficientes para poder garantizar que el tipo de cambio se podría mantener dentro de las bandas.  A su vez, las bandas estarían incrementándose cerca del 0.8 por ciento mensualmente, lo cual sería como 6 centavos al mes o 74 centavos al año.  Sin embargo, en la medida en que vaya disminuyendo la inflación, iría disminuyendo el desliz de las bandas.

El primer problema a resolver sería la determinación del tipo de cambio de referencia inicial, un problema muy similar al de determinar el tipo de cambio real de equilibrio, es decir, el tipo de cambio adecuado para evitar un descalabro. En principio, éste sería algo arbitrario.

El segundo problema sería el de  transmitir la flexibilidad necesaria para poder ajustar el tipo de cambio de referencia cuando sea necesario.  En el caso de Chile, han tenido que apreciar el acuerdo dólar en varias ocasiones, en reconocimiento de que las variables fundamentales de la economía han cambiado y que no se pueden acumular demasiadas reservas en forma continua.  Se tiene que reconocer que la política cambiaria chilena ha funcionado gracias a esta flexibilidad.  Al final de cuentas, estos ajustes son un reconocimiento de que el tipo de cambio de equilibrio no es una constante y que la moneda se va fortaleciendo con el tiempo.  También se ha encontrado que, a pesar de la apreciación de la moneda, la balanza comercial se ha mantenido dentro de límites manejables.

El establecimiento de esta política es para mantener un tipo de cambio real constante a través del tiempo.  Sin embargo, irónicamente , su éxito se ha dado gracias al reconocimiento de que el tipo de cambio real no se debe mantener constante y se ha permitido su apreciación.  ¿Entonces para qué instrumentar tal política?  ¿Por qué abandonar el régimen de flotación, si al final de cuentas se tendría un tipo de cambio similar?

Parece ser que el régimen cambiario puede determinar el tipo e cambio nominal e influenciar el tipo de cambio real por un determinado tiempo.  Pero al final de cuentas, el tipo de cambio real será determinado por las fuerzas reales de la economía, por más esfuerzos que realice el banco central.

En vez de buscar una variación en el régimen cambiario, las autoridades monetarias deberían de asegurar que los flujos de capital que vengan al País sean de largo plazo y para fines productivos.  Al mismo tiempo, al Gobierno Federal debería de asegurar una política fiscal capaz de evitar un desequilibrio externo y que promueva el ahorro interno.

Obviamente, estas decisiones deberán ser consideradas durante los siguientes años en el pleno de la Junta de Gobernadores.  Por lo mismo, será de primordial importancia poner a un gobernador que sea un economista capaz, bien versado en los aspectos técnicos de la política monetaria y un banquero central de vocación.  No necesitamos a un abogado para esta posición tan crucial.


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