lunes, 6 de octubre de 1997

La Política Cambiaria Chilena

 

Pulso Económico


La Política Cambiaria Chilena


Por: Jonathan Heath


Muchos analistas han recomendado a México la adopción de una política cambiaria similar a la que actualmente opera en Chile, que establece un tipo de cambio real relativamente constante y que por lo mismo, asegura que se evite que la moneda esté sub o sobrevaluada.  ¿Cómo funciona esta política?

La política cambiaria chilena gira alrededor de un tipo de cambio de referencia, que trata de reflejar el tipo de cambio teórico.  Esta referencia es una cotización llamada “acuerdo-dólar”, que es una ponderación del dólar, el yen y el marco.  Diariamente, varía la cotización según los tipos de cambio de estas tres monedas y mensualmente se anuncia una variación adicional según la diferencia entre la inflación chilena y la tendencia de inflación chilena y la tendencia de inflación de los socios comerciales (que se ha establecido en 2.4 por ciento). Con ponderaciones del 45 por ciento para el dólar americano; 30 por ciento para el marco alemán, y 25 por ciento para el yen japonés, forman un tipo de cambio ponderado que llaman CRM, término que significa Canasta Reajustada de Monedas, similar en concepción a la cotización del DEG (Derecho Especial de Giro, utilizado por el FMI).  El equivalente de esta cotización en dólares por pesos chilenos es lo que se llama el acuerdo-dólar.

La política cambiaria de bandas, que teníamos en México, funcionaba a través de la determinación de bandas que marcaban el piso y el techo del tipo de cambio. Dentro de estos límites, se permitía una flotación libre con base en la oferta y la demanda de divisas.  Cuando el tipo de cambio llegaba al techo, el Banco de México se comprometía a ofrecer al mercado los dólares necesarios para evitar que subiera más.  De igual forma, cuando el tipo de cambio tocaba el piso, el banco central estaba comprometido a comprar todos los dólares que sobraban, para evitar una mayor apreciación de nuestra moneda.

En esta política, lo más importante era la fijación de las bandas y las reglas establecidas para moverlas a través del tiempo.  Dado que se estaba utilizando al tipo de cambio como ancla para reducir la inflación, el techo se incrementaba a través de una regla fija en un porcentaje que resultaba menor que el diferencial de inflación.  El piso se fijó en un nivel que prevenía la apreciación nominal, pero permitía la apreciación en términos reales.

Sin embargo, en cualquier momento se pondrían haber cambiado estas reglas, de tal forma que las bandas se movieran en función del diferencial de inflación.  Básicamente, ésta era la diferencia con la política chilena.  En su caso, se definen las bandas como un porcentaje de desviación, por ejemplo, de 10 por ciento, del tipo de cambio de referencia que es el del acuerdo-dólar.  En este sentido, el acuerdo-dólar siempre es el centro de la banda y se va ajustando en función del diferencial de inflación.  De esta forma, esta política garantiza un tipo de cambio real relativamente constante, que evita sistemáticamente la sobrevaluación y permite una mayor predictibilidad a la cotización cambiaria.  Es un sistema de flotación dentro de una banda preanunciada, que varía según el diferencial de inflación.

Si es que se aplicara esta política al caso mexicano, tendríamos un tipo de cambio de referencia que se ajustaría de acuerdo al diferencial de inflación entre México y los Estados Unidos.  No habría necesidad de determinar una canasta de monedas, ya que el 85 por ciento de nuestras exportaciones y 80 por ciento de nuestras importaciones son con los Estados Unidos.  Después se fijarían las bandas a través de un porcentaje (supongamos 10 por ciento) por arriba de la referencia (techo) y 10 por ciento por debajo (piso).  Así, el tipo de cambio de mercado estaría flotando libremente entre estas dos bandas, mientras que las bandas se mueven en función de la inflación.

Para su instrumentación, necesitaríamos de nuevo contar con reservas suficientes para poder garantizar que el tipo de cambio se podría mantener dentro de las bandas.  A su vez, las bandas estarían incrementándose cerca del 0.8 por ciento mensualmente, lo cual sería como 6 centavos al mes o 74 centavos al año.  Sin embargo, en la medida en que vaya disminuyendo la inflación, iría disminuyendo el desliz de las bandas.

El primer problema a resolver sería la determinación del tipo de cambio de referencia inicial, un problema muy similar al de determinar el tipo de cambio real de equilibrio, es decir, el tipo de cambio adecuado para evitar un descalabro. En principio, éste sería algo arbitrario.

El segundo problema sería el de  transmitir la flexibilidad necesaria para poder ajustar el tipo de cambio de referencia cuando sea necesario.  En el caso de Chile, han tenido que apreciar el acuerdo dólar en varias ocasiones, en reconocimiento de que las variables fundamentales de la economía han cambiado y que no se pueden acumular demasiadas reservas en forma continua.  Se tiene que reconocer que la política cambiaria chilena ha funcionado gracias a esta flexibilidad.  Al final de cuentas, estos ajustes son un reconocimiento de que el tipo de cambio de equilibrio no es una constante y que la moneda se va fortaleciendo con el tiempo.  También se ha encontrado que, a pesar de la apreciación de la moneda, la balanza comercial se ha mantenido dentro de límites manejables.

El establecimiento de esta política es para mantener un tipo de cambio real constante a través del tiempo.  Sin embargo, irónicamente , su éxito se ha dado gracias al reconocimiento de que el tipo de cambio real no se debe mantener constante y se ha permitido su apreciación.  ¿Entonces para qué instrumentar tal política?  ¿Por qué abandonar el régimen de flotación, si al final de cuentas se tendría un tipo de cambio similar?

Parece ser que el régimen cambiario puede determinar el tipo e cambio nominal e influenciar el tipo de cambio real por un determinado tiempo.  Pero al final de cuentas, el tipo de cambio real será determinado por las fuerzas reales de la economía, por más esfuerzos que realice el banco central.

En vez de buscar una variación en el régimen cambiario, las autoridades monetarias deberían de asegurar que los flujos de capital que vengan al País sean de largo plazo y para fines productivos.  Al mismo tiempo, al Gobierno Federal debería de asegurar una política fiscal capaz de evitar un desequilibrio externo y que promueva el ahorro interno.

Obviamente, estas decisiones deberán ser consideradas durante los siguientes años en el pleno de la Junta de Gobernadores.  Por lo mismo, será de primordial importancia poner a un gobernador que sea un economista capaz, bien versado en los aspectos técnicos de la política monetaria y un banquero central de vocación.  No necesitamos a un abogado para esta posición tan crucial.


Comentarios, observaciones y críticas al Email: heath@infosel.net.mx


No hay comentarios:

Publicar un comentario

La Marcha de la Economía

  Pulso Económico La Marcha de la Economía Por: Jonathan Heath ® Las autoridades monetarias han manifestado su preocupación por los efectos ...