Pulso Económico
La Economía ante las Elecciones
Por: Jonathan Heath
La lucha por el Distrito Federal significa mucho en términos políticos. Es la región del País con la más alta concentración de personas. Es donde se producen más bienes y servicios en relación a cualquier otro estado. Es la capital del País y por lo mismo, es donde se concentran el Poder Ejecutivo Federal, el Poder Judicial y el Congreso.
Aunque en la teoría opera el federalismo, en la práctica somos un País mucho más centralista. Esto significa que el gobierno del Distrito Federal es más que la simple suma de las partes. El partido que gana la capital tiene mayores posibilidades de avanzar significativamente en las elecciones federales del año 2000 e inclusive, capturar hasta la presidencia. Por lo pronto, llegará a ser un partido que gobierne una parte importante de la nación. Si gana en PAN podrá presumir de gobernar ya a más de la mitad de la población del País. Si gana el PRD tendrá su primera victoria contundente que realmente lo legitimará como un partido serie a los ojos de toda la población y dejará de ser simplemente un partido con ideas románticas. Si gana el PRI mantendrá su tradicional mayoría aplastante.
Como los dos partidos de oposición el PRD y el PAN, van adelante en las encuestas, lo más probable es que el PRI perderá esta posición política. Sin embargo, una derrota del PRI tiene implicaciones mucho más allá de un simple cambio de un partido por otro. Se podría interpretar como el fin de la hegemonía priísta y el comienzo de una nueva etapa de competencia política y de alternancia en el poder. Muchos lo verán como un avance significativo en la democracia. Otros lo anotarán como el principio de una etapa política incierta en que ya no contaremos con la misma estabilidad política de antes. Lo cierto es que para bien o para mal, iniciaremos un camino nunca trazado anteriormente en nuestro País.
Para muchos es muy positivo el hecho de que estemos entrando a una etapa en la que la competencia política es real. Cada vez nos acercamos más a un futuro en el que si un político o partido no hace un buen trabajo, perderá las próximas elecciones. Sin embargo, la parte más difícil de aceptar es la incertidumbre que esto podría traer en cuanto a la conducción de la política económica del País. No preocupa el hecho de que un partido de oposición, con ideas diferentes, llegue a gobernar el Distrito Federal. Más bien es el hecho indiscutible de que su victoria este año lo acerca más a un triunfo en las elecciones presidenciales del año 2000. Aquí sí tendrían bastante qué decir en materia de las políticas económicas.
A los empresarios y a los grandes capitales no les gusta tomar riesgos innecesarios, especialmente aquéllos que no puedan cuantificar. Aparentemente, el PAN representa menos posibilidades de cambios radicales en la conducción económica del País. Seguramente habrá algunos ajustes, pero no desvíos fundamentales. Lo que más preocupa en este sentido son los cambios que podría instrumentar el PRD.
Algunos dicen que este partido representa un regreso al populismo y a los errores del pasado que nos condujeron a altas inflaciones, endeudamiento excesivo, crecimiento nulo y devaluaciones recurrentes. Dado que es un partido compuesto principalmente por ex-priístas que lo dejaron cuando hubo un intento de modernización, la mayoría de sus integrantes anhelan el regreso a las políticas abandonadas por l mayoría de los países durante la última década.
Otros sostienen que es un partido que poco a poco se ha movido más hacia el Centro, es decir, que ha abandonado la retórica del izquierdismo obsoleto y que ha adoptado posiciones más sensatas, sin perder el espíritu de un partido en búsqueda de una mayor justicia social. Prueba de lo mismo es que acepta de antemano las restricciones que implica el déficit en la cuenta corriente, el déficit fiscal y el desequilibrio entre el ahorro y la inversión global.
Finalmente, hay quienes ven a este partido como el único con una propuesta diferente que puede ponerle freno a los supuestos efectos devastadores del neoliberalismo. Según los objetivos muy loables de su programa económico, en el corto plazo habría una creación de cinco millones de empleos, se revertiría el deterioro del salario mínimo real y habría más gasto en educación y en salud. Todo esto dentro de un marco de menor inflación, un manejo prudente del déficit público y una supervisión muy cuidadosa del déficit en cuenta corriente.
¿Cuál de estas posiciones deberíamos tomar como la más realista? El problema fundamental es que realmente no podemos saber con anticipación por dónde se desarrollaría un gobierno bajo este partido, dado que hacia dentro existen divisiones y posiciones encontradas. Es justamente esta incertidumbre lo que más preocupa a los que no han llegado a apoyar al PRD.
Para muchos representa un albur el tener que escoger entre un partido que nos ha dado crisis recurrentes y otro que pudiera representar crisis mayores en el futuro. Por lo mismo, el Gobierno ha buscado inculcar el voto del miedo, el voto que prefiere el malo conocido en vez el bueno por conocer. ¿Será cierto que el País sería ingobernable con un Congreso dominado por la oposición? ¿Habrá la inestabilidad que vaticinan si el PRD avanza significativamente en estas elecciones? El Gobierno quiere que pensemos que así será. La oposición quiere que pensemos que peor no nos puede ir. ¿Quién tendrá la razón?.
Por vía de mientras llama la atención la manipulación de las encuestas sobre los posibles resultados de las elecciones e julio. Reforma, un periódico independiente, pone adelante al PRD por 11 puntos porcentuales arriba del PAN y por 15 puntos porcentuales arriba del PRI. Esta es una ventaja contundente para el PRD. Sin embargo, otros periódicos, en especial algunos obviamente favorables al Gobierno y al PRI, dan una ventaja ligera de tres puntos porcentuales al partido en el poder. La diferencia entre las dos encuestas es abismal y no obedece a un error estadístico normal.
Según los conocedores, la encuesta realizada por el periódico pro-Gobierno realiza una técnica intimidatoria o amenazante, pues se pregunta en el domicilio del encuestado su preferencia electora. Se ha probado que existe una mayor propensión a esconder las preferencias reales bajo esta técnica. ¿Entonces por qué la siguen utilizando? ¿Es tanto el compromiso con el Gobierno que vale la pena poner en riesgo su credibilidad?
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