Pulso Económico
Alimentos y Medicinas
Por: Jonathan Heath
El martes pasado se desató una controversia que ocupó ayer la mayoría de los encabezados de los periódicos: el equipo de Fox contempla eliminar las exenciones del IVA en alimentos y medicinas. ¿Cómo se puede justificar dicha medida?
El Impuesto al Valor Agregado (IVA) es un impuesto sobre el consumo y por lo mismo, no discrimina entre los diferentes segmentos de la población. El que consume paga el impuesto, independientemente de su nivel de ingreso o de cualquier otra característica. A este tipo de impuestos se les refiere como indirectos, ya que no son impuestos sobre el ingreso. En cambio, los impuestos directos son los que van directamente sobre el nivel de ingresos de la familia o de la empresa.
En el caso de los impuestos indirectos, una persona los paga únicamente al consumir un producto o servicio, independientemente de su ingreso o riqueza. En el caso de los impuestos directos, se paga en proporción al ingreso o riqueza, ya sea que se consuma o no.
Existen dos escuelas de pensamiento acerca de cuál de los dos impuestos es mejor. La primera, que favorece los impuestos directos, argumenta que es más equitativo para la sociedad gravar el ingreso ya que quien gana más paga más, mientras que el que tiene menores ingresos es favorecido con una carga menor. Esta noción se puede fortalecer al crear un esquema progresivo que incrementa la tasa impositiva a la par que el ingreso, de tal forma que no solamente paga más el que tiene más ingreso, sino que además se le obliga a pagar proporcionalmente una cantidad mayor.
En adición a un esquema progresivo, se pueden otorgar tasas impositivas negativas a los ingresos menores, de tal forma que las personas que ganan un salario bajo reciben un subsidio directo para complementar su ingreso. Este esquema existe en nuestro país para los que ganan cuatro salarios mínimos o menos, siempre y cuando trabajen en una empresa formal que paga impuestos y otorga a sus empleados todos los beneficios que marca la ley. Por tener este carácter progresivo, favorece el criterio de equidad y por lo mismo, es preferido por la izquierda.
Aunque suena muy sensato este impuesto, tiene su lado negativo. Si una persona o empresa sabe que cada vez que le suben el sueldo o que genere más utilidades va a tener que pagar todavía más impuestos, tiene menos incentivo para trabajar o generar más utilidades. Al final de cuentas se castiga a una empresa que invierte y no se estimula el crecimiento económico, lo cual va en contra de la creación de empleos. Por tener este carácter de “ineficiencia económica” no es un impuesto popular entre la derecha.
La otra escuela, que favorece los impuestos indirectos, sostiene que los impuestos funcionan como un castigo, por lo que habría que tener cuidado del concepto que se quiere gravar. Si uno grava el ingreso, está castigando la eficiencia, la productividad y el crecimiento económico, conceptos que más bien se quieren estimular. En cambio, un impuesto al consumo favorece el ahorro y es la base de un crecimiento sostenido y sustentable a través del tiempo. Al mismo tiempo, no crea tantas distorsiones en el mercado y por lo mismo, es un impuesto preferido por la derecha.
La parte negativa de este impuesto es que tiene un carácter regresivo, es decir, al no discriminar entre los distintos niveles de ingreso, termina por castigar más a los de ingresos inferiores. Esto ha llevado que en algunos países se incorporen exenciones sobre ciertos productos considerados básicos para la población más desprotegida, como es nuestro caso en torno a los alimentos y las medicinas.
El IVA es de los impuestos más fáciles de cobrar y de administrar, por lo que tiene un carácter altamente recaudatorio. Dado que se traslada el impuesto en cada etapa de producción, se crea un incentivo para cobrar el impuesto. Sin embargo, al introducir las exenciones se rompen estos principios y se pierde la capacidad recaudatoria al permitir la posibilidad de la evasión. Al mismo, tiempo, aumenta el costo de administrar el impuesto y se crean distorsiones en el mercado. Esta es la razón principal por la cual se propone eliminar las exenciones.
En el pasado dominaba la popularidad de los impuestos directos, como el Impuesto Sobre la Renta (ISR), que se veía como un instrumento para mejorar la distribución del ingreso. Sin embargo, con el paso del tiempo se ha comprobado que las distorsiones que crea no son deseables y se observa una tendencia para enfatizar impuestos como el IVA.
La propuesta de eliminar las exenciones es para incrementar la recaudación, eliminar las distorsiones y favorecer el ahorro. ¿Pero qué pasa con la equidad? La idea es utilizar la política de ingresos para favorecer la recaudación y la política de gasto para enfatizar la equidad.
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