lunes, 23 de febrero de 1998

El Supuesto Mito del Déficit

 

Pulso Económico


El Supuesto Mito del Déficit



Por: Jonathan Heath©


Por mucho tiempo, el Banco de México sostuvo que un déficit grande en la cuenta corriente pudiera ser benéfico para la economía si su origen proviniera de inversión extranjera.  Hoy en día es necesaria una visión más pragmática.

La escuela monetarista, conocida como la más ortodoxa y dogmática, ha sostenido que un déficit en la cuenta corriente en sí mismo no es malo, dado que es resultado de una economía en crecimiento.  Si el déficit tiende a crecer, lo que deberíamos hacer es estudiar su origen para determinar si éste es deseable o no. Si el déficit proviene de un sobreendeudamiento público, respaldado por una política monetaria expansiva, similar a las situaciones que tuvimos en los años setenta y ochenta, entonces es peligroso.  Pero el peligro no proviene del déficit en sí, sino más bien de los desequilibrios fiscales y monetarios.

En cambio, esta misma visión sostiene que si el déficit en la cuenta corriente proviene de inversión extranjera, porque México ofrece oportunidades de negocios atractivas y sostenibles, éste puede ser de cualquier tamaño.  Esta tesis la repitieron los funcionarios del Banco Central una y otra vez durante el sexenio pasado y varias veces durante los últimos tres años.

A partir de este año, el Presidente de la República cambió la composición de la Junta de Gobierno del Banco, justamente para asegurarse que esta visión tan dogmática ya no prevaleciera.  Todo parece apuntar a que el nuevo Gobernador y el Presidente comparten la visión más pragmática de que sí importa el tamaño del déficit, independientemente de su origen.

Todos están de acuerdo en que un déficit en la cuenta corriente no es un desequilibrio, ya que se puede financiar perfectamente bien con un superávit en la cuenta de capital.  Si el déficit es producido por flujos de capital, es un déficit benigno, ya que se produce porque existen buenas oportunidades de inversión en el país.  Al mismo tiempo, es un déficit que no causa problemas de financiamiento dado que éste viene por adelantado, es decir, los flujos de capital llegan primero y como resultado se produce el déficit.  Esto significa que en gran medida, las autoridades no tienen que buscar su financiamiento

Durante todo el sexenio pasado, nos dijeron que el déficit creciente en la cuenta corriente no era motivo de precaución porque era del tipo benigno.  Había una gran cantidad de inversión extranjera que estaba llegando al país dado que México ofrecía excelentes oportunidades de negocios.  Las reformas estructurales que se llevaban a cabo daban al exterior la seguridad de que podían esperar buenos retornos sobre sus inversiones.  Sin embargo, de todos modos llegó la devaluación y como consecuencia, la crisis.  Por lo mismo, debemos tener mucho cuidado y no volver a creer en esta línea de argumento.

Tenemos que recordar que déficit y superávit de la balanza de pagos son conceptos de flujos.  Esto quiere decir que si en un año recibimos del exterior un flujo de capital de 10 mil millones de dólares, no existe ninguna garantía de que al año siguiente podemos recibir la misma cantidad.  Los flujos de capital de inversión extranjera directa que vienen para quedarse, no son autosostenibles año tras año.  Tan fácil como llegan en exceso en un año, pueden no llegar al siguiente.

Aquí es donde esta la fuente de vulnerabilidad.  Los flujos de la cuenta corriente tardan en modificarse y por lo mismo son más estables.  Si pudimos exportar 10 mil millones de dólares en un mes dado, lo más seguro es que vamos a poder exportar una cantidad similar al siguiente mes.  Claro, existen cambios repentinos en los precios de algunos bienes, pero en lo general representan flujos muy estables.

En cambio, los flujos que comprenden la cuenta de capital no son tan estables.  No se generan los grandes proyectos de inversión en los mismos montos todos los años, mientras que pueden cambiar de destino (es decir, de país) con cierta facilidad.  Por ejemplo, podemos recibir 15 mil millones de dólares de inversión extranjera directa en 1999, mientras que la gran mayoría de los inversionistas deciden esperar hasta el año 2000 para observar cómo se desenvuelven las elecciones presidenciales.  Si nuestro déficit en la cuenta corriente es pequeño, podemos lidiar con esta situación.  En cambio, si tuviéramos un déficit más grande, estaríamos muy expuestos a un ajuste repentino

No se puede ver al tamaño del déficit como signo de único de vulnerabilidad.  Son muchos los factores que tenemos que tomar en cuenta.  Puede ser que una gran parte de los flujos de capital que entran al país viene porque ven en México oportunidades de negocios atractivas y sostenibles.  Sin embargo, estos flujos pueden destinarse en gran medida a la Bolsa de Valores y no directamente a inversiones productivas.  En un momento dado, estas inversiones se pueden ir y causar grandes distorsiones en los mercados de valores y de divisas

También puede ser que una buena parte de estos flujos del exterior entren al país para financiar un déficit creciente que consiste primordialmente en un aumento en las importaciones de bienes de consumo.  Se espera que este año se dé una recuperación en los salarios (por fin).  Como resultado, podríamos observar un repunte en el consumo y un desplazamiento en el ahorro interno.  De esta forma, los flujos del exterior únicamente vendrían a financiar al consumo

Los países asiáticos han pasado por momentos muy difíciles a pesar de que en gran medida sus déficits fueron financiados por inversión extranjera directa.  El problema es que habían abusado del ahorro externo a través de un déficit demasiado grande

Lo más importante de todo esto es que no podemos comprar la noción de que un déficit en la cuenta corriente puede ser de cualquier tamaño, siempre y cuando sea financiado con inversión extranjera.  Los abusos nos hacen vulnerables.  Los shocks son perturbaciones mayores que no podemos anticipar de dónde ni cuándo lleguen.  Queda claro que hoy en día nuestra prioridad tiene que ser evitar una nueva crisis sexenal.  Por lo mismo, no podemos darnos el lujo de aumentar nuestra vulnerabilidad.  Esto también significa no creer que la realidad sea un mito.


Comentarios y observaciones al correo electrónico: heath@infosel.net.mx


El Supuesto Mito del Déficit

 

Pulso Económico


El Supuesto Mito del Déficit


Por: Jonathan Heath

Por mucho tiempo, el Banco de México sostuvo que un déficit grande en la cuenta corriente pudiera ser benéfico para la economía si su origen proviniera de inversión extranjera.  Hoy en día es necesaria una visión más pragmática.
La escuela monetarista, conocida como la más ortodoxa y dogmática, ha sostenido que un déficit en la cuenta corriente en sí mismo no es malo, dado que es resultado de una economía en crecimiento.  Si el déficit tiende a crecer, lo que deberíamos hacer es estudiar su origen para determinar si éste es deseable o no.  Si el déficit proviene de un sobreendeudamiento público, respaldado por una política monetaria expansiva, similar a las situaciones que tuvimos en los años setenta y ochenta, entonces es peligroso.  Pero el peligro no proviene del déficit en sí, sino más bien de los desequilibrios fiscales y monetarios.
En cambio, esta misma visión sostiene que si el déficit en la cuenta corriente proviene de inversión extranjera, porque México ofrece oportunidades de negocios atractivas y sostenibles, éste puede ser de cualquier tamaño.  Esta tesis la repitieron los funcionarios del Banco Central una y otra vez durante el sexenio pasado y varias veces durante los últimos tres años.
A partir de este año, el Presidente de la República cambió la composición de la Junta de Gobierno del Banco, justamente para asegurarse que esta visión tan dogmática ya no prevaleciera.  Todo parece apuntar a que el nuevo Gobernador y el Presidente comparten la visión más pragmática de que sí importa el tamaño del déficit, independientemente de su origen.
Todos están de acuerdo en que un déficit en la cuenta corriente no es un desequilibrio, ya que se puede financiar perfectamente bien con un superávit en la cuenta de capital.  Si el déficit es producido por flujos de capital, es un déficit benigno, ya que se produce porque existen buenas oportunidades de inversión en el país.  Al mismo tiempo, es un déficit que no causa problemas de financiamiento dado que éste viene por adelantado, es decir, los flujos de capital llegan primero y como resultado se produce el déficit.  Esto significa que en gran medida, las autoridades no tienen que buscar su financiamiento.
Durante todo el sexenio pasado, nos dijeron que el déficit creciente en la cuenta corriente no era motivo de precaución porque era del tipo benigno.  Había una gran cantidad de inversión extranjera que estaba llegando al país dado que México ofrecía excelentes oportunidades de negocios.  Las reformas estructurales que se llevaban a cabo daban al exterior la seguridad de que podían esperar buenos retornos sobre sus inversiones.  Sin embargo, de todos modos llegó la devaluación y como consecuencia, la crisis.

  Por lo mismo, debemos tener mucho cuidado y no volver a creer en esta línea de argumento.
Tenemos que recordar que déficit y superávit de la balanza de pagos son conceptos de flujos.  Esto quiere decir que si en un año recibimos del exterior un flujo de capital de 10 mil millones de dólares, no existe ninguna garantía de que al año siguiente podemos recibir la misma cantidad.  Los flujos de capital de inversión extranjera directa que vienen para quedarse, no son autosostenibles año tras año.  Tan fácil como llegan en exceso en un año, pueden no llegar al siguiente.
Aquí es donde esta la fuente de vulnerabilidad.  Los flujos de la cuenta corriente tardan en modificarse y por lo mismo son más estables.  Si pudimos exportar 10 mil millones de dólares en un mes dado, lo más seguro es que vamos a poder exportar una cantidad similar al siguiente mes.  Claro, existen cambios repentinos en los precios de algunos bienes, pero en lo general representan flujos muy estables.
En cambio, los flujos que comprenden la cuenta de capital no son tan estables.  No se generan los grandes proyectos de inversión en los mismos montos todos los años, mientras que pueden cambiar de destino (es decir, de país) con cierta facilidad.  Por ejemplo, podemos recibir 15 mil millones de dólares de inversión extranjera directa en 1999, mientras que la gran mayoría de los inversionistas deciden esperar hasta el año 2000 para observar cómo se desenvuelven las elecciones presidenciales.  Si nuestro déficit en la cuenta corriente es pequeño, podemos lidiar con esta situación.  En cambio, si tuviéramos un déficit más grande, estaríamos muy expuestos a un ajuste repentino.
No se puede ver al tamaño del déficit como signo de único de vulnerabilidad.  Son muchos los factores que tenemos que tomar en cuenta.  Puede ser que una gran parte de los flujos de capital que entran al país vienen porque ven en México oportunidades de negocios atractivas y sostenibles.  Sin embargo, estos flujos pueden destinarse en gran medida a la Bolsa de Valores y no directamente a inversiones productivas.  En un momento dado, estas inversiones se pueden ir y causar grandes distorsiones en los mercados de valores y de divisas.
También puede ser que una buena parte de estos flujos del exterior entren al país para financiar un déficit creciente que consiste primordialmente en un aumento en las importaciones de bienes de consumo.  Se espera que este año se dé una recuperación en los salarios (por fin).  Como resultado, podríamos observar un  repunte en el consumo y un desplazamiento en el ahorro interno.  De esta forma, los flujos del exterior únicamente vendrían a financiar al consumo.
Los países asiáticos han pasado por momentos muy difíciles a pesar de que en gran medida sus déficits fueron financiados por inversión extranjera directa.  El problema es que habían abusado del ahorro externo a través de un déficit demasiado grande.
Lo más importante de todo esto es que no podemos comprar la noción de que un déficit en la cuenta corriente puede ser de cualquier tamaño, siempre y cuando sea financiado con inversión extranjera.  Los abusos nos hacen vulnerables.  Los shocks son perturbaciones mayores que no podemos anticipar de dónde ni cuándo lleguen.  Queda claro que hoy en día nuestra prioridad tiene que ser evitar una nueva crisis sexenal.  Por lo mismo, no podemos darnos el lujo de aumentar nuestra vulnerabilidad.  Esto también significa no creer que la realidad sea un mito.

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lunes, 16 de febrero de 1998

La Vulnerabilidad de la Economía

 Pulso Económico


La Vulnerabilidad de la Economía


Por: Jonathan Heath©


A través de los años, muchos analistas, empresarios y políticos han manifestado su inquietud por el déficit en la balanza comercial y el tipo de cambio.  No son pocos los que han sugerido que la política cambiaria debería de asegurar un tipo de cambio subvaluado en forma permanente para mantener la competitividad de las exportaciones y evitar un crecimiento desmedido del déficit comercial.

De una forma u otra, estas propuestas argumentan que es fundamental para el bienestar de la economía evitar un desequilibrio en la balanza comercial y en el mercado cambiario.  El hecho de que el tipo de cambio no se deslice a la par con el diferencial de inflación, dicen que es evidencia de la formación de un desequilibrio.

En teoría, el régimen de flotación permite que el tipo de cambio este siempre en equilibrio, ya que es el precio en pesos del dólar en el que la oferta es igual a la demanda.  Si existe un exceso de dólares, el tipo de cambio se aprecia hasta que encuentra el equilibrio.  De igual manera, si existe un exceso de demanda, el tipo de cambio se deprecia.

Sin embargo, mucha gente toma el hecho de que la paridad no se mueve lo suficiente para compensar el diferencial de inflación entre México y el exterior, como señal inequívoca de que el régimen actual no funciona o que el Banco Central está interviniendo en una forma y otra para manipular el tipo de cambio.  Esta creencia es lo que ha dado pie a diversos comentarios sobre el tema.

Son muchos los medios, empresarios y analistas que creen firmemente en la teoría de la paridad de poder adquisitivo, que señala que el tipo de cambio real de equilibrio es constante a través del tiempo.  Esta teoría señala que existió un momento en el pasado, llamémoslo el año base, en que el tipo de cambio real era el adecuado.  En base a este cálculo, simplemente tenemos que manejar el mercado cambiario para tener el mismo tipo de cambio real que existió en ese año de referencia.

Por ejemplo, algunos sugieren que ese año pudiera ser 1985, cuando la economía estaba cerrada, nuestra base industrial era ineficiente, no teníamos acceso al crédito externo, el tipo de cambio estaba controlado y existía un déficit público bastante elevado.  Querer replicar el tipo de cambio real que se necesitaba para sostener una economía en equilibrio en eses año hoy en día, parece ser una noción muy equivocada.

Otros han sugerido que 1990 podría ser un año base mejor, dado que ya existía la apertura comercial, teníamos acceso a crédito del exterior, el déficit público no estaba tan elevado y el déficit de la balanza comercial era relativamente pequeño.  Sin embargo, aun en este caso teníamos un régimen cambiario que impedía que el tipo de cambio encontrara su valor de equilibrio.  Al final de cuentas, resulta difícil pensar en un tipo de cambio real de equilibrio constante a través del tiempo en una economía dinámica que está pasando por cambios estructurales importantes.

Se puede ilustrar el caso con un ejemplo de dos bienes, digamos naranjas y toronjas.  En el primer caso, tenemos un mercado en el que el precio de la naranja se fija totalmente a través de la libre interacción de la oferta y la demanda. Si sube la oferta, baja el precio y viceversa.  Podríamos decir sin temor a equivocarnos, que el precio siempre es el de equilibrio.

En cambio en el mercado de las toronjas, el gobierno mantiene unas reservas de toronjas que manda al mercado cuando ve que el precio empieza a subir.  De igual forma, si el precio empieza a bajar, el gobierno llega a comprar las toronjas necesarias para garantizar que no vaya a bajar el precio.  Resulta que a través del tiempo, ha comprado muchísimas toronjas y ha asegurado que el precio se mantenga en un mínimo.  En este caso, resultaría muy difícil argumentar que el precio que estamos observando es de equilibrio.  Más bien sería un precio manipulado que no refleja el equilibrio del mercado.

Este es exactamente el caso del mercado de dólares en México.  Hoy en día, el mercado cambiario se parece al mercado de las naranjas.  Puede ser que no nos guste el precio, pero al final de cuentas refleja la oferta y la demanda en el momento actual.  En cambio, en 1990 el mercado se parecía más al caso de las toronjas y el Banco de México intervenía comprando o vendiendo toronjas para asegurar que el precio no se saliera de una banda que se había marcado.

En este sentido, los que piden que regresemos al tipo de cambio real que existía en 1990, no están pidiendo que busquemos un tipo de cambio de equilibrio, sino al contrario, están sugiriendo que se instrumente un precio artificial, de desequilibrio, que no reflejaría la oferta y la demanda de dólares en el momento actual.

Sin embargo, esto no significa que la inquietud carece de validez.  En el fondo, no están preocupados por un desequilibrio, sino más bien por la vulnerabilidad que pudiera significar la situación del mercado.  Un equilibrio en el mercado cambiario o en la balanza de pagos no significa que no estamos vulnerables a una sacudida fuerte de un shock externo o de algún acontecimiento interno.

Por definición, la balanza de pagos está en equilibrio cuando el déficit de la cuenta corriente resulta del mismo tamaño que el superávit de la cuenta de capital.  En este sentido, podemos tener un déficit creciente y elevado que esté perfectamente bien financiado a través de flujos de capital del exterior, sin que esto signifique un desequilibrio.  Igualmente, podemos tener un tipo de cambio que se aprecie significativamente en términos reales, sin que el mercado cambiario esté en desequilibrio.

Pero una cosa es tener equilibrios y otra cosa es estar en una situación vulnerable.  Entre más grande sea el déficit en la cuenta corriente, aunque se pueda financiar perfectamente bien con flujos de capital del exterior, más va aumentando la vulnerabilidad.  Al mismo tiempo, podemos experimentar una apreciación real de la moneda que refleje fielmente las condiciones del mercado cambiario, pero igual va aumentando nuestra vulnerabilidad.

Por lo mismo, no es lo mismo desequilibrio que vulnerabilidad.  Hoy en día lo que nos preocupa es nuestra vulnerabilidad.


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jueves, 12 de febrero de 1998

Presiones Inflacionarias?

 

Pulso Económico


¿Presiones Inflacionarias?


Por: Jonathan Heath®


El lunes pasado, el Banco de México dio a conocer la tasa de inflación para el mes de enero, que fue de 2.18 por ciento.  Dado que ya conocíamos la inflación de la primera quincena (1.34 por ciento), podíamos estimar que la inflación del mes se iba a situar entre 2.1 y 2.2 por ciento, por lo que la cifra en si ya se anticipaba.  Sin embargo, vale la pena analizarla con más detalle en virtud de que se antoja algo elevada en función de las expectativas del año.

El boletín de prensa destacó que esta tasa es inferior a la de enero del año pasado (que fue 2.57 por ciento), a pesar del hecho de que en esta ocasión los salarios mínimos aumentaron a principios de enero.  Hace un año, el incremento en los mínimos se había otorgado un mes antes (en diciembre de 1996), por lo que las presiones inflacionarias en enero fueron menores.  Según el Banco de México, esta es una señal muy positiva de que la inflación se sigue abatiendo.  Por lo mismo, el boletín destaca que la inflación anual, es decir de los últimos doce meses, descendió de 15.72 por ciento (de diciembre a diciembre) a 15.27 por ciento (de enero a enero).

Este cambio de estacionalidad que destaca el Banco Central no es algo inusual.  En años anteriores se ha otorgado el aumento a los mínimos en enero (por ejemplo, 1993 a 1995).  Sin embargo, la estacionalidad ha sido un factor relativamente constante a través del tiempo, que nos permite hacer algunas observaciones.

Si examinamos el patrón de la inflación en los distintos meses a través de los últimos 20 años, encontramos que la inflación promedio de enero es aproximadamente 1.85 veces el promedio del año.  De una forma u otra, esta relación no ha variado mucho, ya que el promedio de 1977 a 1989 fue de 1.91, mientras que de 1990 a 1997 (excluyendo a 1995) fue de 1.86.  Si calculamos el mismo promedio durante los últimos 20 años, excluyendo aquellos en que hubo una devaluación (la cual distorsiona el patrón normal), el factor también es de 1.85 veces.

Claro está que han existido años en los cuales la inflación de enero ha sido muy distinta a su comportamiento promedio.  Por ejemplo, en 1982 la inflación de ese mes fue de apenas 0.89 veces el promedio, dado que hubo varias devaluaciones en el transcurso del año.  En 1988 sucedió lo contrario, cuando la inflación de enero fue 4.29 veces el promedio, debido a la corrección de precios públicos al iniciarse el programa de estabilización.

De acuerdo con el análisis, si tomamos el factor promedio de 1.85 veces y suponemos que el patrón estacional durante 1998 va a ser similar a la mayoría de los años, tendríamos que la inflación para Diciembre sería de 15.1 por ciento.  Aunque esta tasa es ligeramente menor a la del año pasado (15.72 por ciento), está muy por encima de la meta de 12.0 por ciento.  Aplicando un rango (equivalente a una desviación estándar), tenemos que la inflación probable para este año debería estar entre 12.9 y 18.1 por ciento.

Sin embargo, la tasa de inflación medida a través de los precios al consumidor no fue tan preocupante como lo fue la tasa del índice de precios al productor (excluyendo el precio de exportación de petróleo), que llegó a 2.58 por ciento.  Esta tasa fue excepcionalmente elevada y muchos analistas piensan que podría ser indicativo de una mayor inflación en los meses siguientes.  De hecho, con esta tasa la inflación anual rompe su tendencia de 24 meses consecutivos en la que inflación anual iba descendiendo.  La inflación al productor de diciembre 1996 a diciembre 1997 fue de 13.66 por ciento, mientras que la de enero 1997 a enero 1998 es de 14.0 por ciento.

Si aplicamos el mismo análisis estacional a la inflación al productor, resulta que esta tasa es consistente con una inflación anual de 19.6 por ciento, lo cual es realmente preocupante.  El rango (de una desviación estándar) es de 16.0 a 25.3 por ciento, por lo que aun en el caso de que tomemos el número inferior, resulta que la inflación de enero es consistente con una tasa anual del 16.0 por ciento.

Dado que la inflación al productor de diciembre fue relativamente baja (de 1.08 por ciento), podríamos pensar que la inflación de enero es simplemente un rezago de aumentos que se pospusieron por un mes.  Sin embargo, si aplicamos el análisis anterior al promedio de la inflación al productor de los últimos tres meses, no cambia mucho el panorama.

¿Estamos ante un punto de inflexión en el abatimiento inflacionario?  ¿Podrá seguir disminuyendo la inflación, aunque a un ritmo menor, o de plano se estancará la inflación en las tasas actuales?

Para poder responder a estas preguntas, tenemos que ir más allá que las simples relaciones estadísticas y examinar los factores que están causando la inflación.  Aunque existen muchos elementos que determinan el aumento de precios, todo parece indicar que este año los dos más importantes serán el tipo de cambio y los salarios.

Existe una relación muy conocida entre el tipo de cambio y el diferencial de inflación con el exterior.  Sin embargo, esta relación no marca una causalidad y por lo tanto puede verse de dos maneras.  Si el tipo de cambio se acelera hará que la inflación interna sea mayor a la externa, o bien, si el tipo de cambio disminuye, las presiones sobre la inflación descenderán.  Esta consideración fue fundamental para la estrategia antiinflacionaria salinista, que utilizó el tipo de cambio como ancla para amarrar los precios.  No obstante, si la inflación interna es consistentemente mayor a la externa, habrá presiones sobre el tipo de cambio, en lo que se conoce como la paridad de poder adquisitivo.

Una buena parte del éxito en el abatimiento inflacionario en 1997 fue precisamente la estabilidad cambiaria.  Sin embargo, si el déficit en la cuenta corriente sigue aumento y los flujos de capital no crecen al mismo ritmo, podríamos esperar una mayor depreciación en este año, que dificultará el panorama inflacionario.  Justamente, la depreciación que se observó en noviembre de 1997 y de nuevo en enero pasado, explica en forma importante la mayor inflación observada en esos meses.  De la misma manera, la depreciación de enero se dio hacia fines del mes por lo que todavía podríamos anticipar presiones inflacionarias en febrero.

El otro factor decisivo será el de los aumentos salariales, en especial en la medida en que sean mayores a la combinación de inflación esperada y productividad, de tal forma que incidan en el costo laboral unitario del país.  Después de un buen año de crecimiento económico en 1997, muchas empresas están otorgando aumentos salariales (muy merecidos) a sus empleados para compensar parte de la merma sufrida en los años anteriores.  Sin embargo, estos aumentos podrán disminuir nuestra competitividad en el exterior, provocando un deterioro más rápido en la cuenta corriente y por lo mismo, una mayor depreciación cambiaria.

El tercer elemento que explicará la inflación durante este año es la política monetaria.  En la medida en que el tipo de cambio y los aumentos salariales presionan los precios, el Banco de México lo podrá acomodar a través de una política neutral, o bien, aplicar una política más restrictiva para tratar de cumplir con su meta del 12 por ciento.

Sin embargo, todo parece indicar que las autoridades monetarias están más preocupadas por el deterioro del déficit en la cuenta corriente y por un abatimiento inflacionario sostenido, es decir, de mayor plazo.  Por lo mismo, no nos debería de sorprender que la mayoría de los analistas empiecen a revisar a la alza sus expectativas de inflación para el año.


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lunes, 9 de febrero de 1998

Juez y Parte

 

Pulso Económico


Juez y Parte

Por: Jonathan Heath

Hace unas semanas comentábamos acerca de los avances que ha tenido el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) en cuanto a la política de divulgación de sus datos.  Hoy en día, México esta a la vanguardia en esta área gracias a los esfuerzos de esta institución por aprovechar la tecnología disponible, reducir el tiempo de procesamiento de los datos y por divulgar su información de acuerdo a un calendario exacto hasta en cuanto al minuto de su publicación.
Sin embargo, todavía falta un punto primordial en la agenda de la política informativa.  A los funcionarios públicos se les ha olvidado el tema de la autonomía formal del INEGI.  Hoy en día, aunque es un organismo desconcentrado, sigue dependiendo directamente de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público.
El concepto de autonomía es más complejo de lo que parece a primera vista.  Para gozar de una independencia genuina se necesitan tanto la autonomía legal como la autonomía en los hechos.  Las dos son necesarias, ya que ninguna es suficiente por sí sola.  Tenemos dos casos muy claros que ilustran este hecho: el Banco de México y el INEGI.  El primero tiene una autonomía legal, pero carece de ella en la práctica.  El segundo goza de una autonomía en la práctica pero no lo respalda la ley.
Cuando nombraron a Guillermo Ortiz Gobernador del Banco de México, los periodistas le preguntaron acerca de la autonomía.  Ortiz respondió que la Constitución determina la autonomía del Banco Central por lo que no había duda alguna acerca de su independencia.  Sin embargo, en la exposición de motivos de la Iniciativa de Ley del Banco de México, se establece que “uno de los pilares fundamentales de la autonomía de la institución lo constituyen las disposiciones tendentes a procurar la independencia de criterio de las personas encargadas de su conducción”.  Obviamente, la recomposición actual de la Junta de Gobernadores no es un acto que respetó la independencia de criterio de la Junta anterior.  Por lo mismo, es un claro ejemplo de que la autonomía legal no es lo mismo que una autonomía real.
El INEGI se ha manejado en una forma casi totalmente autónoma desde hace tiempo, pero en especial a partir de este sexenio.  Esto se ha dado porque el Secretario de Hacienda (hasta fin del año pasado), había mostrado gran interés en la mejoría constante de las estadísticas mexicanas y depositó su confianza incondicional en la persona de Carlos Jarque.  Es de esperar que el actual Secretario de Hacienda ratifique esta actitud y por lo mismo, el INEGI siga manejándose en la misma forma.  Sin embargo, no existe ninguna garantía de que en el futuro esta relación de respeto se mantenga, dado que no existe el respaldo legal que garantice su autonomía.
Ya es tiempo de que el gobierno reconozca formalmente la autonomía del INEGI.  En un país como el nuestro, en el que hemos tenido un historial muy negativo en el aparente manejo obscuro de la información, la falta de transparencia y la artimaña arbitrariamente discrecional en la presentación de los indicadores económicos, se tiene que procurar llevar a cabo todos los actos posibles que garanticen el dominio público de la información.  Ya existe una iniciativa de ley que propone la autonomía del INEGI sin que los legisladores le hayan dado la importancia necesaria.
Por lo pronto, existe una implicación práctica de esta falta de autonomía.  Se ha utilizado como pretexto para mantener el manejo de los índices de precios en manos del Banco de México.  Nuestro Banco Central tiene como mandato constitucional procurar la estabilidad del poder adquisitivo de la moneda nacional, es decir, abatir hasta lo posible la inflación.  Sin embargo, esta institución es juez y parte dado que tiene a su cargo la elaboración y mantenimiento de los índices oficiales de precios.
Dado que es una institución autónoma no tiene por qué rendir cuentas al Ejecutivo Federal ni al Congreso de la Unión.  Unicamente tiene la obligación de presentar un informe anual sobre su presupuesto de gasto corriente e inversión física y dos informes al año sobre sus funciones sustantivas.  Por lo mismo, tanto el Ejecutivo como el Poder Legislativo y el público en general, juzgarán al Banco por los resultados obtenidos en cuanto a su función principal, es decir, en relación a su éxito en abatir la inflación.  Sin embargo, actualmente es el propio Banco el que calcula cuánto ha sido la inflación.  No es que desconfiemos de las autoridades monetarias, pero es evidente que existe un claro conflicto de intereses.
En mayo de 1993, es decir, hace casi cinco años, en la exposición de motivos para la reforma constitucional para dotar de autonomía al Banco de México, se nos dijo que “de ser aprobada la reforma constitucional propuesta, no resultaría procedente que la estadística en materia de índices de precios continuara a cargo del banco central.  Su producción sería encomendada al INEGI, órgano desconcentrado de la administración pública federal con autonomía técnica, para realizarla con la objetividad y alta calidad que hasta ahora la han caracterizado.”  Sin embargo, a la fecha esta promesa no se ha cumplido.
Según el gobierno, no fue posible pasar de inmediato la responsabilidad de los índices de precios del Banco al INEGI a causa de algunos problemas jurídicos.  Los índices de precios son utilizados legalmente para calcular toda una serie de cuestiones, como tasas de interés en los ajustabonos, deducibilidad fiscal, etc.  Por lo mismo, existen muchas leyes diversas que establecen que para el cálculo oficial de la inflación habría que tomar los índices elaborados por el Banco de México.  Al pasar esta responsabilidad al INEGI, técnicamente no se puede cumplir con las leyes anteriores.  Esto significa que previamente se tienen que cambiar toda una serie de leyes.
Sin embargo, parece ser que el problema no termina simplemente en estos cambios de ley.  Primeramente se tiene que otorgar una independencia al INEGI de la Secretaría de Hacienda.  De lo contrario, un instituto bajo la responsabilidad directa de Hacienda estaría realizando los cálculos para la deducibilidad fiscal y el pago de intereses, que tienen que ver con la propia Secretaría.  En otras palabras, para resolver un conflicto de intereses en donde el Banco de México construye su propia barra de medición, se estaría creando un número mayor de conflictos similares al permitir que una dependencia del Hacienda tenga esta responsabilidad.
Por lo mismo, para resolver el problema se tiene que empezar por dotar al INEGI de una plena autonomía.  Posteriormente, se tienen que cambiar las leyes que mencionan el uso de índices de precios del Banco de México por los de INEGI y simultáneamente pasar esta responsabilidad al INEGI.  Obviamente, se trata de toda una maroma legal que habrá que resolver.  Sin embargo, ya hubo tiempo para solucionar todos estos conflictos y ahora está atorado en el Congreso de la Unión.
Bueno, señores legisladores, ¿qué esperan?


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jueves, 5 de febrero de 1998

¿Realmente Hemos Superado la Crisis?

 

Pulso Económico


¿Realmente Hemos Superado la Crisis?


Por: Jonathan Heath®


La semana pasada, el Presidente Ernesto Zedillo, junto con cuatro Secretarios de Estado y el Gobernador del Banco de México, fueron a Davos, Suiza, para participar en el World Economic Forum.  Ante el agravamiento de la crisis asiática y la recuperación sólida de nuestra economía, el Presidente tuvo la oportunidad de explicar a la comunidad internacional c

ómo es que México pudo superar la crisis en relativamente poco tiempo.
También hizo acto de presencia en el Foro el Subsecretario de la Tesorería de los Estados Unidos, Larry Summers, quien alabó los esfuerzos realizados por nuestro país.  Dijo que la lección que México brindó al mundo a raíz de su crisis, fue la importancia de reaccionar con oportunidad ante los problemas financieros y asumir el compromiso de consolidar las finanzas públicas.  Obviamente, Summers está muy agradecido con la recuperación mexicana, dado que asumió un riesgo político enorme al apoyar el préstamo jumbo emergente que hizo su país a México a principios de 1995.  Afortunadamente, nuestro gobierno pudo reponerse de la emergencia y liquidar por completo y hasta por anticipado ese préstamo.
Inclusive, el famoso y controversial profesor, Rudiger Dornbusch, habló bien de México y de la capacidad que demostró para reponerse.  Comentó que mientras el primer año (1995) fue un colapso de la economía, el segundo permitió remontar la crisis y en el tercero el país ya estaba creciendo a tasas superiores del 7 por ciento.  A su juicio, los países asiáticos no tienen de qué preocuparse al tomar en cuenta la experiencia mexicana.
Después de un año de crecimiento sólido y de inflación a la baja como tuvimos en 1997, tienen que empezar a sentirse los beneficios de la recuperación en casi todo el país.  De hecho, los aumentos salariales que se han otorgado durante los últimos meses han sido consistentemente por arriba de la inflación esperada, llevando a pensar que deberíamos sentir una recuperación importante en el poder adquisitivo durante este año.
Sin embargo, tenemos que reconocer que si los salarios reales aumentan demasiado rápido, la ventaja comparativa que obtuvimos durante los últimos años empezará a desaparecer.  El Secretario de Hacienda, Angel Gurría, advirtió a los empresarios y sindicatos que deberían mostrar mayor cautela durante este año en torno a las decisiones salariales, justamente para proteger la competitividad del país y asegurar una inflación a la baja.
Hasta ahora la competitividad de nuestras exportaciones se ha mantenido a pesar de que el diferencial de inflación entre México y el resto del mundo no se ha visto compensado por una depreciación similar en el tipo de cambio.  La razón es que el factor principal de nuestra competitividad hacia el exterior es lo que se llama el costo laboral unitario en dólares.  Este es una medida de los salarios ajustado por la productividad y el tipo de cambio.  Durante el año pasado, los aumentos salariales que se dieron no fueron superiores a la combinación de mayor productividad y depreciación cambiaria, al compararlos con el exterior.  Por lo mismo, a pesar de que hubo una apreciación real del tipo de cambio, nuestra competitividad se mantuvo.
El problema es que ahora los aumentos salariales apuntan hacia un aumento en el costo laboral unitario, de manera que podríamos perder competitividad con el exterior y como resultado observar un deterioro más rápido en la balanza comercial.  Si queremos mantener esta competitividad ante los aumentos salariales, tendremos que experimentar una mayor depreciación de la moneda.  Esto significa un aumento en las presiones inflacionarias que podrían neutralizar los aumentos salariales.  Por lo mismo, se puede observar que existe una relación directa entre la valuación de la moneda (y por lo tanto, en nuestra competitividad) y el poder adquisitivo de los salarios.
Esta situación representa un dilema importante para la política económica del país.  No se puede considerar una recuperación genuina de la crisis hasta que el poder adquisitivo de los salarios empieza a reponerse en forma importante.  Sin embargo, la competitividad salarial que obtuvimos como consecuencia de la devaluación de 1994 fue precisamente el elemento fundamental que ayudó al país a salir de la recesión de 1995.  La mayor competitividad produjo el crecimiento acelerado en nuestras exportaciones, que a su vez trajo el incremento en las inversiones y la recuperación en la actividad económica.  Este crecimiento está permitiendo los aumentos salariales, que a su vez amenazan con reducir la competitividad.
Los economistas hablan de una recuperación en términos del crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB).  Una recesión termina en el momento en que el PIB empieza a crecer por definición.  La crisis la toman como sinónimo de recesión y por lo mismo, al crecer la economía termina la crisis.  Los financieros definen la crisis en términos de la habilidad de pagos.  Si un país muestra dificultades para afrontar sus compromisos con el exterior, entra en crisis.  La crisis se acaba en cuanto se restablece la capacidad de pago.
Sin embargo, la mayoría de la población define la crisis en otros términos.  Para ellos, conceptos como PIB o amortizaciones son abstracciones sin sentido.  La crisis la definen en términos de poder adquisitivo, de falta de oportunidades de empleo digno, de inequitativa distribución del ingreso y de inseguridad de transitar libremente por las calles.  Mientras no se recupere el poder adquisitivo que tenían anteriormente, el pueblo mexicano seguirá sintiéndose en “crisis”.
Esto nos lleva a concluir que la verdadera crisis, no la de los economistas o de los políticos, sino de los mexicanos comunes y corrientes, es estructural y no coyuntural.  Es estructural en el sentido de que no podemos permitir aumentos salariales dado que perjudicarían nuestra competitividad, la cual es el elemento fundamental de la recuperación.  Sin embargo, no podemos hablar de fin de la crisis hasta que aumenten los salarios.  Es un circulo vicioso sin salida fácil.
El poder adquisitivo de los salarios medios llegó a su pico hacia finales de la década de los setenta, es decir, hace 20 años.  A partir de entonces se ha observado una merma continua a tal grado que muchos han cuestionado la efectividad de los cambios estructurales que se han llevado a cabo.  Podremos argumentar hasta el cansancio los beneficios de la apertura comercial, las privatizaciones y el saneamiento de las finanzas públicas, pero si no existe una recuperación en el poder adquisitivo de la mayoría de la población, seremos poco convincentes.
Peor aún, si esta recuperación no se da pronto, el pueblo terminará por perder la paciencia.


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lunes, 2 de febrero de 1998

La Política Monetaria Entre Líneas

 

Pulso Económico

La Política Monetaria Entre Líneas


Por: Jonathan Heath©


El lunes de la semana pasada, el Banco de México dio a conocer el Programa de Política Monetaria para 1998, que como ya se vio, no contiene cambios importantes con respecto a la política que se ha venido manejando desde los últimos tres años.  No obstante, como parte de su esfuerzo por mejorar la comunicación y ser más transparente en cuanto a las intenciones de la política monetaria, se dedicó una buena parte de la exposición a advertir los riesgos que existen ante un entorno internacional más endeble

Queda muy clara la preocupación que existe por parte de la Junta de Gobierno sobre la caída de los precios internacionales del petróleo, las devaluaciones de las distintas monedas de los países asiáticos, la desaceleración de a economía norteamericana y el cambio que pudiera darse en la liquidez internacional.  Dado que se podría profundizar la crisis asiática, existe la posibilidad de un menor crecimiento económico, un mayor déficit en la cuenta corriente y mayores presiones inflacionarias.

Ante la eventualidad de que se presente un deterioro en las expectativas económicas, el Banco de México está anticipando la necesidad de una mayor flexibilidad en la política económica, justo APRA enfrentar con oportunidad y efectividad esta situación.  Todo parece indicar que está preparando un plan de contingencia dirigido a minimizar el impacto que pudiera tener sobre la balanza de pagos.

Tanto el nuevo Gobernador del Banco de México como el Presidente Zedillo, han reiterado sus intenciones de evitar a toda costa una crisis de fin de sexenio.  Para esto tienen que asegurar que no vaya a crecer mucho el déficit en la cuenta corriente, ni que el tipo de cambio se vaya a apreciar demasiado, dado que aumentaría sustancialmente la vulnerabilidad de la economía mexicana a cualquier shock externo.  Inclusive, deberán preparar el camino para reducir la sensibilidad de la balanza de pagos a un shock interno que pudiera darse en el año 2000, como reacción a las elecciones presidenciales.

Aunque el programa monetario para 1998 no contiene ningún cambio importante en cuanto al objetivo fundamental de igualar la oferta y la demanda de dinero, ni en los diversos instrumentos de la política monetaria que se utilizarán en forma discrecional, sí se advierta un cambio de tono.  Hasta el año pasado, el Banco de México había insistido en que el régimen de flotación cambiaria y la libre determinación de las tasas de interés eran suficientes para advertir un desequilibrio en la balanza de pagos, mientras que se mostraba satisfecho con la apreciación real de la moneda, dado que esto ayudaba a reducir la inflación.  Ahora, al subrayar la necesidad de flexibilidad y coordinación con los demás instrumentos de política económica, está preparando el camino para algún cambio o modificación ante la eventualidad de que las circunstancias lo ameriten.

Por ejemplo, la referencia continua no solamente a lograr un abatimiento en la inflación, sino que además sea sostenible, sugiere que la nueva visión de las autoridades monetarias prevé que una reducción en la inflación obtenida de la apreciación del tipo de cambio, puede ser únicamente temporal, ya que es posible causar un déficit creciente en la cuenta corriente, que a su vez ocasione una devaluación repentina en cualquier momento.  Para asegurar que el abatimiento inflacionario sea sostenible, se necesita más que la política monetaria.  Se requiere del uso de las políticas fiscal, salarial y comercial, además de continuar con los cambios estructurales

Parte del cambio de tono del Banco de México está reflejado en lo que parece ser un mayor esfuerzo de comunicación.  Primeramente se ve un cambio de personalidad.  Anteriormente teníamos a Miguel Mancera, hombre precavido y sospechoso de los medios de comunicación.  El era un técnico que evitaba la política hasta donde era posible.  Ahora tenemos a Guillermo Ortiz, una persona más política y abierta, algunos señalan como alguien que todavía guarda aspiraciones presidenciales.  El busca la prensa y la publicidad y le encanta la cobertura de los medios

Segundo, vemos un cambio de señal en cuanto a los demás miembros de la Junta de Gobierno.  Todo parece indicar que están saliendo más a explicar las funciones del Banco de México y a cambiar la imagen de una institución demasiado conservadora y misteriosa a una de mayor apertura.

Tenemos que esperar tropiezos en esta transición en lo que se avanza sobre una curva de aprendizaje.  Los funcionarios del Banco Central no están acostumbrados a lidiar con la prensa, pero tienen que aprender.  Ya vimos varios ejemplos la semana pasada  El mismo día del anuncio del Programa monetario, uno de los subgobernadores concedió una entrevista a uno de las estaciones de televisión, en la que se notó visiblemente nervioso y poco acostumbrado a esta actividad.

Al día siguiente, otro subgobernador hizo unas declaraciones ante los medios de comunicación que hicieron temblar al mercado cambiario.  Ante el asombro del público, dijo que no se debe descartar la posibilidad de una devaluación, lo que causó compras de pánico que repercutieron sobre el nivel del tipo de cambio.  Seguramente su intención fue simplemente ser franco y abierto.  Sin embargo, no estamos acostumbrados todavía a este tipo de declaraciones tan directas.  Hasta hace poco, los funcionarios públicos siempre decían que no se iba a devaluar, fuera o no cierto.

Ante esta situación, algunos analistas han sugerido que Ortiz y los demás miembros de la Junta de Gobierno están buscando manipular la cotización de la moneda a través de este tipo de declaraciones.  Sin embargo, no podemos pensar seriamente que las autoridades monetarias podrían mantener una depreciación continua en la moneda simplemente a través de declaraciones.  Más bien, lo que pretenden hacer es concienciar al público de la necesidad de una visión más pragmática ante la eventualidad de un deterioro en el déficit de la cuenta corriente.

Por lo pronto, si leemos entre líneas, todo parece indicar que el Banco de México está más preocupado por la balanza de pagos que por la inflación mediata.  Parece ser que está dispuesto a aceptar un poco más de inflación en el corto plazo con tal de evitar un deterioro grave en las cuentas con el exterior.  Por lo mismo, deberíamos esperar un desliz mayor al del año pasado y una tasa de inflación un poco más elevada.


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