jueves, 19 de agosto de 1999

Las Tasas de Interés

 

Pulso Económico


Las Tasas de Interés


Por: Jonathan Heath


Las encuestas que realiza el Banco de México apuntan al alto costo del crédito y su falta de disponibilidad como los problemas más agudos en la actualidad.

La tasa de interés es uno de los indicadores más importantes de la economía, pues no solamente representa el costo del dinero o del crédito, sino que además refleja muchos factores.  La inflación esperada, la depreciación anticipada de la moneda, el riesgo país y los flujos de capital, son variables que influyen en su determinación.  Obviamente juegan un papel preponderante la política monetaria y la actividad económica del país.  Además influyen la cartera vencida de los bancos, la estructura jurídica del sistema financiero y los requisitos impositivos del gobierno federal.

En México, la tasa de interés se determina a través del libre juego de la demanda y la oferta de fondos prestables, factores que aumentan o disminuyen según la demanda o la oferta.  Desde hace ya bastantes años el gobierno dejó de administrar las tasas a través de decretos o mediante el uso de cajones selectivos de crédito.

Por lo mismo, si el Banco de México quiere influir en su dirección, lo hace indirectamente a través de sus instrumentos de política monetaria.  En la actualidad, utiliza un mecanismo de dejar “corto” o “largo” el monto de liquidez que necesita el mercado, dependiendo de la dirección que se quiera.  Sin embargo, el monto del corto es demasiado pequeño como para pensar que en un momento dado provoque un faltante de liquidez.  Más bien, manda al mercado una señal muy clara que termina por influir, pero no determina, las tasas.

También utiliza el requerimiento de un encaje fijo, lo cual significa que los bancos tienen que depositarle cierto monto de dinero.  Sin embargo, las autoridades monetarias regresan el mismo monto al mercado vía un mecanismo de subasta.  En este caso, la tasa de interés que paga el Banco de México a los bancos por el encaje, es similar al que obtiene vía la subasta.  Al final de cuentas este instrumento no influye en la determinación de las tasas, sino simplemente ayuda al Banco Central a ordenar el mercado y ejercer un poco más de control.

Esto significa que la política monetaria no es el único factor, ni el más importante, en la determinación de las tasas.  Por ejemplo, juega un papel mucho más decisivo la probabilidad de recuperación del crédito por parte del banco.  Si un banco tiene una cartera vencida de 50 por ciento, sabe que es muy probable que una de cada dos empresas que le piden crédito, no le van a pagar.  El resultado es que tiene que cobrar una tasa de interés mayor para compensar el no pago.

Las encuestas revelan que otra queja de los empresarios es el exceso de garantías que se exigen para otorgar un crédito.  Sin embargo, los bancos se ven forzados a incrementar las garantías ante la cultura del no pago de los empresarios y la fragilidad de la estructura jurídica.  Hoy en día prestar dinero no es buen negocio para la banca, aun con tasas elevadas y exceso de garantías.

Hace poco un líder empresarial declaró que “el alto costo del dinero que imponen los bancos es un verdadero cáncer”.  Sin embargo, resulta difícil argumentar que la tasa de interés es impuesta por los bancos.  Más bien, el no pago de los acreditados influye más que casi cualquier otro factor en el alto costo.

Aun así, si concentramos nuestra atención en la tasa que se paga a los ahorradores, habría que admitir que es muy elevada.  A pesar de que ha disminuido la inflación esperada en el transcurso de los últimos cinco meses, la tasa de los Cetes a 28 días se ha ubicado en un rango de 19.4 a 21.7 por ciento.  Mientras que el martes pasado bajo a 20.2 por ciento, su promedio de l

as últimos 21 semanas ha sido de 20.4 por ciento.
La tasa de interés real, es decir, la parte correspondiente a la tasa de interés después de descontar la inflación esperada, ha permanecido muy elevada desde agosto del año pasado.  En ocho de los últimos once meses, la tasa real ha sido superior al 10 por ciento, muy por arriba de su promedio histórico.
Parte de la razón es producto de las expectativas alrededor del tipo de cambio.  La mayoría de los analistas esperan que el precio del dólar llegue a 10 pesos o más antes del fin de año.  Por lo mismo, para que los inversionistas permanezcan en pesos están pidiendo una tasa de interés más elevada para compensar su riesgo.  Esto significa que es muy probable que la tasa de interés no disminuya significativamente hasta que veamos una depreciación en el tipo de cambio.
Por lo pronto, no se percibe ningún aumento en la demanda de dólares, lo cual hace pensar que las tasas no bajarán mucho más en el futuro inmediato.

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martes, 17 de agosto de 1999

IVA ¿el Villano?

 

Pulso Económico


IVA ¿el Villano?


Por: Jonathan Heath


Hace un par de semanas resurgió el debate sobre el incremento del IVA de 10 a 15 por ciento en 1995.  Aunque es muy probable que el aumento haya tenido un efecto negativo sobre el consumo, resulta difícil argumentar que agravó la crisis.

Uno de los precandidatos priístas es Humberto Roque Villanueva, a quien muchos mexicanos conocen únicamente por su gesto obsceno en la Cámara de Diputados luego de que la mayoría priísta aprobó el aumento del IVA.  Por lo mismo, ha resurgido el tema del papel que el incremento tuvo en el comportamiento de la economía en 1995.

Hace unas semanas, Sergio Sarmiento argumentó que el alza del IVA tuvo un efecto negativo de tal magnitud sobre el consumo, que la recaudación fiscal disminuyó en vez de haberse incrementado.  Según sus cuentas, sin la elevación del IVA la actividad económica quizá habría descendido 3 por ciento en lugar de 6.2 por ciento y el consumo podría haber descendido 4 o 5 por ciento en lugar de 8.4 por ciento.  De no haberse elevado cinco puntos porcentuales la tasa del IVA, se habría registrado una caída mucho más moderada en la recaudación del gobierno.  Por lo mismo, la decisión fue equivocada.

Al final de cuentas, el aumento del IVA fue un castigo importante sobre el consumo privado en un momento crítico.  El gobierno perdió mucho del apoyo que había obtenido en las urnas en 1994 al incrementar un impuesto cuando la inflación iba al alza y en medio de una grave recesión.  Independientemente de las razones, el momento político fue brutal y Roque fue visto como el símbolo de un gobierno alejado del pueblo.

En su momento el gobierno trató de defender el incremento con el argumento de que era primordial aumentar el ahorro interno.  Dado que no teníamos la misma disponibilidad de recursos del exterior, había que tomar medidas para ayudar a la economía a ajustarse a una situación de menores ingresos.  Al mismo tiempo, el gobierno no quería afectar más de lo necesario el gasto público social, especialmente al tomar en cuenta que los ajustes familiares iban a ser muy drásticos.

Hoy, el gobierno señala que el aumento en la tasa del IVA en aquel momento no se tradujo de inmediato en un incremento significativo de la recaudación, no solamente por la disminución en el consumo agregado, sino además por una serie de exenciones fiscales que se aprobaron entonces, como el Impuesto Sobre Automóviles Nuevos y bonificaciones para trabajadores de bajos ingresos.  Además, la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio tuvo un impacto importante al disminuir significativamente los aranceles de importación.

No está a discusión el hecho de que el aumento del IVA indujo una disminución importante en el consumo.  En un momento crítico, cuando había un incremento importante en la inflación y no se dieron aumentos salariales significativos, hubo una gran pérdida en el poder adquisitivo de la población.  Además, las familias se enfrentaron a un aumento adicional en casi todos los precios por el incremento del IVA.  No había alternativa más que ajustar el consumo a la baja.

Marco Provencio, el vocero oficial de la Secretaría de Hacienda, señala que la recaudación del IVA hubiera disminuido 23 por ciento en términos reales si no se hubiera aumentado el IVA.  El contra argumento es que sin el incremento del IVA no hubiera disminuido tanto el consumo y ante más consumo, más recaudación.

En toda esta discusión es muy difícil precisar si la recaudación realmente hubiera sido mayor o menor.  Depende del grado de respuesta del consumo ante el aumento de 5 por ciento del IVA, término al que se refieren los economistas como la elasticidad precio.  Por lo tanto, es más bien una cuestión empírica.  No obstante, es muy difícil separar con claridad los diferentes efectos.  Disminuyó el consumo en 1995 por un conjunto de factores.  Hubo una caída en el ingreso nacional como resultado de la disminución drástica de las entradas de capital del exterior.  Hubo un incremento sustancial en la inflación ante la brusca devaluación de la moneda, que provocó un aumento en los precios de todos los bienes importados.  Como resultado de la disminución de recursos, del incremento en la inflación y del mayor riesgo, aumentaron de manera importante las tasas de interés.  La crisis bancaria produjo un paro casi total en el otorgamiento de nuevos créditos.  Muchas personas perdieron su empleo ante la caída en la producción nacional.  Todo tuvo un efecto importante sobre el consumo.

Sin embargo, para la discusión faltan otros elementos que no se han abordado.  Si las autoridades hubieran permitido un aumento en el déficit público en ese momento, el gobierno habría tenido que salir al mercado a buscar recursos para financiarse, provocando un aumento todavía mayor sobre las tasas de interés.  La economía se enfrentaba a la disyuntiva de acomodarse a una situación de 30 mil millones de dólares menos que el año anterior.  El gobierno podría optar por una política económica que ayudara a acomodar tal situación o dejar que las fuerzas del mercado lo hicieran por sí solas.  En este tipo de situación, las fuerzas del mercado son devastadoras, ya que no se apiadan de nada ni de nadie.

La mejor forma de entenderlo es a través de la situación familiar.  Si en un momento dado una familia tiene menos ingresos, debe adaptarse consumiendo menos.  Al final de cuentas, el país es la suma de todas las familias y en 1995 nos enfrentamos a una disminución abrupta de los flujos de capital, lo que equivale a tener menos ingresos.  Como país no teníamos otra opción más que apretarnos el cinturón y consumir menos.

Si las autoridades no hubieran aumentado el IVA en ese momento, posiblemente el consumo habría disminuido menos al principio.  Sin embargo, las tasas de interés hubieran aumentado aun más y por un tiempo más prolongado.  La inflación hubiera sido mayor en perjuicio del poder adquisitivo.  La crisis bancaria habría sido todavía peor y el costo fiscal del rescate hubiera terminado por ser mayor.  Al final de cuentas el ajuste se hubiera dado y es posible pensar que se hubiera prolongado por más tiempo.  En cambio, la recuperación tan rápida que se dio hace pensar que la política económica, aunque amarga, fue la adecuada.


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jueves, 12 de agosto de 1999

La Calificación Antes del Examén

 

  1. Pulso Económico


La Calificación Antes del Examén


Por: Jonathan Heath®


  1. La empresa calificadora Moody’s sorprendió a todos al aumentar en forma precipitada la calificación de riesgo soberano de México.  Lo mismo ocurrió en 1994 con otra calificadora y fue un gran error.  Parece que Moody’s subestima la situación política de nuestro país y en cambio se ha convencido del poder del blindaje.

    1. El gobierno recibió el martes pasado la grata noticia de que Moody’s, una de las tres empresas calificadoras de mayor prestigio, decidió incrementar la calificación de riesgo que le da a México (aunque todavía sin llegar al anhelado grado de inversión).  Esto significa que los analistas de la empresa perciben que nuestro país representa menor riesgo que antes para cumplir cabalmente sus obligaciones financieras con el exterior.  Según sus señalamientos, ha existido una gran mejora en la situación externa del país, mientras que el gobierno lleva a cabo políticas monetaria y fiscal prudentes.  Inclusive, señala la “madurez del proceso político” como un factor esencial en su apreciación.

    2. Esta decisión es un espaldarazo importante para la política económica del gobierno actual.  Desde hace varios años la prioridad número uno ha sido crearle una protección (blindaje) a la economía para que no sufra una nueva crisis sexenal.  Las políticas monetaria, fiscal y cambiaria se ha orientado a reducir la vulnerabilidad a los shocks externos.  Se ha eliminado hasta donde es posible la deuda externa de corto plazo a través de una adecuada reestructuración.  Se ha buscado reducir el déficit de la cuenta corriente para evitar que su financiamiento llegara a ser oneroso o que estuviera sujeto a los vaivenes de los mercados internacionales.  Al incrementar la calificación de México, Moody’s reconoce este esfuerzo y acepta que es suficiente para asegurar al mundo financiero que México no fallará en sus pagos al exterior.  En estos momentos es casi el mejor premio al esfuerzo que pudiera recibir el Presidente Zedillo.

    3. Sin embargo, hay algo que no cuadra.  Casi todos los analistas políticos concuerdan en que México pasa por un momento político crítico.  Al encontrarse en medio de la transición de un sistema autoritario hacia otro más democrático, las instituciones políticas se ven sumamente débiles.  Los politólogos lo han dicho una y otra vez.  Tenemos una democracia sin demócratas.  Prevalece la cultura de la intolerancia.  El Congreso se encuentra paralizado por el dominio de una oposición que no sabe bien lo que quiere.  Nos enfrentamos a una mezcla de posibles escenarios políticos muy complejos, y casi cualquier cosa es posible.  Necesitamos pasar la prueba del sexenio.  Si algo caracteriza a nuestros procesos políticos es la inmadurez.

    4. ¿Con quién ha platicado Moody’s para asegurar que ya somos un país con madurez política?  Todo indica que su análisis es sumamente superficial, basado únicamente en reportes gubernamentales y con una visión únicamente de economista.  No hay duda que el gobierno ha hecho mucho por proteger al país de los embates de una crisis económica.  Sin embargo, nuestras crisis tienen profundas raíces políticas e históricas.

    5. Otro factor que no encaja bien es la diferencia entre mejoras coyunturales y cambios estructurales.  Moody’s menciona la prudencia de las políticas monetaria y fiscal como elemento importante en su decisión.  También subraya la gran mejora en la situación externa.  Sin embargo, ambos son elementos coyunturales que se pueden descomponer rápidamente.  Por ejemplo, existió una disciplina similar en la política económica en 1993 que ayudó a disminuir el déficit externo ese año.  No obstante, en menos de seis meses se descompuso todo.

    6. Las calificaciones de las empresas especializadas no pueden basarse en factores coyunturales ya que son el sustento de préstamos de largo plazo.  La prudencia fiscal de Zedillo no tiene nada que ver que lo que haría Madrazo o Cárdenas de llegar a ser el próximo presidente.  Si la economía empieza a crecer por encima del 6 por ciento a partir del 2001, lo acompañará un crecimiento desmedido del déficit externo.  Permanecen demasiados riesgos en el horizonte como para decir que existe menos riesgo.

    7. Por otro lado, Moody’s casi siempre se ha caracterizado por ser la calificadora más conservadora de todas.  Por ejemplo, en 1994, mucho antes de la crisis de diciembre, tenía clasificado a México con dos niveles por debajo del famoso mínimo considerado como “Grado de Inversión”.  Standard & Poor’s, la empresa número uno, nos daba un nivel debajo.  En cambio, otra empresa, Duff & Phelps, de plano le otorgó a México el Grado de Calificación a mediados de ese año, pocos meses antes de nuestro colapso económico y financiero.

    8. No parece lógico premiar a México antes de entregar el examen.  Primero tenemos que cumplir satisfactoriamente con la transición sexenal.


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martes, 10 de agosto de 1999

La SEDESOL y el INEGI

 

Pulso Económico


La SEDESOL y el INEGI


Por: Jonathan Heath


La SEDESOL y el INEGI son dos instituciones del gobierno federal que 

han representado los extremos en cuanto a su desempeño en el sexenio.  La SEDESOL se ha caracterizado por su política elitista que no ha logrado atender adecuadamente los grandes rezagos sociales del país.  En cambio, el INEGI ha mostrado señales claras de fortalecimiento, tanto en la calidad como en la cantidad de sus estadísticas.
En nuestro país, si queremos hablar de la política económica para combatir la pobreza, nos hemos tenido que referir a la pobreza de la política económica.  En la obsesión por evitar una nueva crisis de fin de sexenio, todos los esfuerzos de esta administración se han enfocado a conseguir los equilibrios macroeconómicos adecuados.  Con este enfoque, en buena medida se han logrado construir los fundamentos necesarios para evitar un colapso económico mayor.  Sin embargo, las brechas entre los ricos y los pobres, entre los que exportan y la economía interna, entre las empresas grandes y las pequeñas, se han ensanchado.  La clase media se está achicando y la pobreza extrema sigue en aumento.
No cabe duda de que necesitamos una economía estable, propicia para el crecimiento económico.  También resultar claro que no podemos caer en una crisis económica cada seis años y aun así pretender resolver nuestros rezagos sociales.  Por lo mismo, primero tenemos que lograr una estabilización, sentar las bases para el crecimiento sostenido y crear las condiciones que eviten las crisis recurrentes.  Logrado lo primero, podemos crear empleos permanentes y generar los recursos fiscales necesarios para atender los problemas sociales.  En este sentido, podríamos conceder que la política económica en general ha sido atinada.
Donde difícilmente podemos otorgar buenas calificaciones en particular, es en la política social.  Una gran parte de la población ha perdido el acceso a la alimentación básica en respuesta al incremento en los precios de la tortilla, la leche y otros productos de primera necesidad.  La política de apoyo a los pobres ha dejado de ser solidaria y se ha convertido en elitista.  El gobierno sigue utilizando la política social como uno de los instrumentos principales para comprar o inducir el voto.
No hay duda de que en el pasado la política social ha pretendido ignorar las fuerzas del mercado.  Cuando esto ocurre, tarde o temprano se producen desajustes con consecuencias negativas.  Por lo mismo, se ha buscado corregir muchas de estas deficiencias.  Sin embargo, también se ha visto que la pobreza y los problemas sociales no se pueden corregir simplemente invocando al mercado.  Más bien, si lo dejamos a la oferta y a la demanda, los problemas terminan por complicarse y aumentan.  Esto significa que necesitamos crear una política social de equilibrio, que corrija los sesgos del mercado y al mismo tiempo no los contradiga.
Este equilibrio es el que no se ha encontrado.  La atención que se ha puesto en la función correcta de los mercados ha estado por delante de los problemas más inmediatos de la sociedad.  Se han eliminado los subsidios por su efecto distorsionador, ignorando por qué se habían decidido en un principio.  Por evitar un extremo, nos hemos ido al otro, en el que el medio (que sería la utilización de la oferta y la demanda para asignar los recursos escasos en la economía) se ha convertido en un fin en sí mismo, olvidándose que el fin es un mayor bienestar social para todos, no solamente en términos de magnitud sino también de una distribución más equitativa y justa.
Pero peor aún.  En este afán de buscar una política más adecuada a las fuerzas del mercado, se creó una política elitista que distingue entre pobres “privilegiados” y pobres “desdichados”. Esta política no solamente crea más inequidad, sino además se utiliza con fines de compra o inducción del voto.
Necesitamos corregir a fondo la política que ha emprendido la SEDESOL en el transcurso del sexenio.  Podríamos pensar que la salida del Secretario es una magnifica oportunidad.  El problema es que le queda menos de año y medio al sexenio.  Los momentos políticos son tan complicados que cualquier esfuerzo va pasar desapercibido.  A estas alturas no vale la pena nombrar a un funcionario brillante para atacar el problema de fondo, sino simplemente poner a alguien que termine el sexenio sin pena ni gloria.
En el otro extremo, tenemos al INEGI, el instituto encargado de crear y difundir las estadísticas nacionales.  En un sistema autoritario, manipulador de la información, las estadísticas siempre fueron centro de sospecha.  Venimos de una cultura en la que el manejo de la información era un juego de poder.  Poco a poco se ha dado el cambio hacia la democracia, donde la información es un bien público.  En esta transformación el INEGI ha jugado un papel preponderante.  En los últimos diez años hemos observado una mejoría impresionante en la cantidad y calidad de la información estadística.  Se tuvo la visión de dejar atrás el manejo político y reemplazarlo con una visión moderna, abierta y transparente, que inspira más confianza.
No hay duda de que el arquitecto de este cambio es el Dr. Carlos Jarque, un verdadero profesional de las estadísticas.  El es el responsable de una mejoría increíble de un instituto que antes muchos calificaban de mediocre.  Hoy la mayoría de sus empleados son profesionales de carrera.  El INEGI está a la vanguardia de la tecnología y le falta únicamente el reconocimiento legal de su autonomía para consolidar sus enormes avances.  No solamente ha sido el mejor Presidente que ha tenido el INEGI, sino que difícilmente se podrá encontrar a alguien que lo pueda igualar.
El viernes pasado, el gobierno nos sorprendió al anunciar que se designó a Carlos Jarque como Secretario de SEDESOL.  Lo han quitado de un puesto en el que no solamente ha hecho mucho, sino que sin lugar a dudas podría seguir haciendo más por nuestro país.  En cambio, lo han designado para un puesto que le queda demasiado chico, especialmente por lo poco que se puede hacer en una posición eminentemente política y con muy poco tiempo para mostrar resultados.

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jueves, 5 de agosto de 1999

La Marcha Desigual de la Economía

 

Pulso Económico


La Marcha Desigual de la Economía


Por: Jonathan Heath


Las cifras macroeconómicas muestran la buena marcha de la actividad económica, especialmente en relación con los demás países de América Latina.  Sin embargo, estas cifras son promedio del país y esconden muchas cosas.

Después de haber registrado un crecimiento promedio de 5.6 por ciento en el transcurso de los últimos tres años, la actividad económica empezó a frenarse a partir del último trimestre del año pasado.  La mayoría de los indicadores apunta a que esta desaceleración toco fondo en el primer trimestre de este año y que ahora la economía empieza a recuperarse.  Al día de hoy parece muy factible alcanzar el crecimiento de 3 por ciento para el año que propuso el gobierno federal.

A pesar de haber iniciado el año pasado con un crecimiento vigoroso, el ambiente externo resultó muy desfavorable.  Hubo una caída en los precios del petróleo que disminuyó la cantidad de recursos disponibles para el sector público.  Hubo una recesión importante en Asia y especialmente 

en Japón que redujo la demanda mundial de productos de exportación.  Existieron crisis importantes en varias partes del mundo que indujeron una gran volatilidad en los mercados financieros e incrementaron la percepción de riesgo en los países emergentes.
El resultado fue que a partir de la segunda mitad del año empezaron a contraerse los mercados internacionales de capital.  Esto provocó una disminución en la disponibilidad de recursos del exterior y un aumento en las tasas de interés internas en nuestro país.  Con menos crédito del exterior y más caro, empezó a disminuir la inversión privada, al igual que el consumo de bienes duraderos.
Afortunadamente ha mejorado el ambiente externo este año.  Los mercados de capital han vuelto a la normalidad y las tasas de interés han regresado a los niveles de mediados del año pasado.  En abril y mayo, la producción manufacturera creció a tasas más elevadas en comparación con los primeros tres meses del año.  Las ventas en establecimientos comerciales se han recuperado en los últimos meses, aunque todavía se muestran bajas en comparación con el año pasado.  Los registros del Seguro Social indican que el empleo formal está creciendo a una tasa promedio anual de 6.4 por ciento.  La inversión privada también registra señales de una mejoría.
En términos de los equilibrios macroeconómicos, las cifras también revelan buenas noticias.  El déficit público está bajo control, dentro de los límites establecidos en el presupuesto.  El ahorro interno se ha recuperado, después de haber sufrido una caída el año pasado.  El déficit externo ha disminuido y pudiera terminar el año debajo de 3 por ciento del PIB.  En síntesis, parece ser que la economía marcha bien.
Sin embargo, tenemos que recordar que el PIB y demás cifras macroeconómicas son promedio y en los promedios se esconden muchas cosas.  Mientras que el Norte del país parece estar pasando por un auge y le hace falta mano de obra, el centro y el Sur parecen estar estancados.  Las grandes empresas van muy bien y alcanzan ventas históricas.  Sin embargo, la pequeña y mediana empresas no logran salir de sus problemas y enfrentan una disminución en sus ventas.  Todas las actividades relacionadas con la exportación reciben con regocijo las noticias de crecimiento económico en los Estados Unidos, mientras los que se ocupan de la economía interna están por llorar.  A pesar de las buenas cifras macroeconómicas, la mayoría del país se encuentra en un extremo o en el otro.
En estos momentos, los motores de crecimiento de la economía son las exportaciones y la inversión relacionada con la exportación.  En cambio, el consumo interno se encuentra atrofiado y no ha encontrado manera de recuperarse.  En estos momentos la clase consumidora del país se encuentra ofuscada por el ambiente político y ha decidido tomar una actitud mucho más conservadora.  Sin entender totalmente los por qués, la población percibe un año difícil por delante.  Por lo mismo, muchos han decidido posponer la compra del automóvil, el refrigerador o la licuadora hasta estar más seguros de que su empleo y patrimonio están a salvo.
En cambio la industria exportadora, concentrada en las empresas grandes y en el Norte del país, está fascinada con el boom del consumo en los Estados Unidos.  Mientras que el empleo manufacturero crece apenas al 1.1 por ciento anual, el empleo en el sector maquilador avanza a un ritmo de 11.4 por ciento.  Los salarios manufactureros no han crecido por arriba de la inflación en lo que va del año, cuando la industria maquiladora ha recibido una compensación de 3.7 por ciento real.
Tenemos un crecimiento inequitativo.  Urge encontrar fórmulas para incorporar el Sur, a las empresas pequeñas y a las que no exportan, al progreso que muestra el México moderno.

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martes, 3 de agosto de 1999

La Gran Alianza

 

Pulso Económico


La Gran Alianza


Por: Jonathan Heath


A pesar del escepticismo de los politólogos, estamos más cerca de la conformación de una gran alianza opositora para las elecciones del 2000.  Sin embargo, persisten las dudas acerca de la gobernabilidad de una coalición entre la derecha y la izquierda, especialmente con relación a los temas económicos.

La mayoría de los analistas políticos le han dado una baja probabilidad a que se materialice la alianza opositora.  Incluso, los primeros comentarios surgidos a raíz del anuncio último han sido de sorpresa y de suspicacia.  Son tantas las diferencias, pugnas y ataques personales, que difícilmente se pueden limar todas las asperezas para que se materialice la relación.  Sin embargo, el proceso avanza principalmente porque en el fondo todas las fuerzas opositoras involucradas saben que es la única forma de derrotar al PRI.

Existen múltiples problemas por resolver antes de que se 

realice.  La conciliación de dos grandes personalidades: Fox y Cárdenas.  El método que se utilizará para escoger al candidato único.  Las reglas de repartición de los asientos en el Congreso.  Una plataforma básica de principios comunes.  La aceptación de grandes sacrificios en muchas áreas con el solo beneficio de derrotar al PRI.
Quizá todavía más difíciles serían las reglas del juego después de haber asegurado una victoria en las urnas.  El PRD ha mostrado gran capacidad de crítica, pero nula habilidad para respaldar esa crítica con propuestas viables.  El PAN ha presumido de su pragmatismo, pero no ha logrado evitar tensiones o rupturas con las fuerzas opuestas, mientras que ha sacrificado muchos de sus principios.  Más que algunos acuerdos al mero principio, no hemos visto ningún trabajo conjunto en la Cámara de Diputados.  Más bien, el trabajo legislativo se ha llegado a paralizar.  Casi sin excepción, los nuevos partidos minoritarios surgen más por problemas de personalidades que por verdadera vocación ideológica.
Por más difícil, impráctico y fatigoso que resultara un gobierno surgido de una alianza entre partes tan disímiles, los une una sola causa de peso: la creencia de que la única forma de alcanzar una verdadera democracia en nuestro país es a través de la derrota del PRI.  Esta idea predomina especialmente entre los intelectuales del país, dado que perciben que el PRI no convence sino que compra o induce los votos.  Este punto se refuerza con el hecho de que el voto duro del PRI está entre los menos educados, los más pobres y los más apartados en la vida urbana, en suma los que son más manipulables.
Uno de los puntos de conflicto que más se ha mencionado con relación a un gobierno de alianza es el relacionado con la plataforma económica.  ¿Cómo podrían conciliar estrategias tan contradictorias?  Dicen que un gobierno de coalición podría tener grandes avances en lo político, como por ejemplo, concretar la reforma electoral.  No obstante, por falta de consensos habría parálisis en torno a lo económico.
Sin embargo, no es necesariamente el caso.  La derecha es menos derecha y la izquierda es menos izquierda que antes.  La ciencia económica ha ido rompiendo tabúes, desmitificando creencias y desechando teorías incomprobables.  En otras palabras, poco a poco se ha dado un proceso callado de conversión al centro.  Simplemente necesitamos admitirlo.
A estas alturas ya nadie propone regresar a los tiempos de las nacionalizaciones, ni a un Estado paternalista y obeso.  Existe mayor conciencia de que no podemos gastar lo que no tenemos, por lo que la utilización del déficit fiscal como instrumento de política económica ha quedado atrás.  Admitimos que carecemos de suficiente capital, al mismo tiempo que reconocemos que la deuda externa tiene serias limitaciones.
Hemos aprendido que la centralización de las decisiones económicas en sustitución del mercado no se puede tomar a la ligera.  Al mismo tiempo, existe una amplia aceptación de que el gobierno no puede invocar la “no intervención” como cláusula sagrada.  La política industrial de Salinas (o más bien la falta de) fue uno de sus mayores fracasos.  El gobierno necesita asumir el papel de promotor para reconstruir las cadenas productivas del país.  Ya no podemos quedarnos quietos al ver que las brechas entre pobres y ricos, entre norte y sur, entre grandes y pequeñas empresas se amplía.
Necesitamos un pueblo más educado y por lo mismo, ampliar las posibilidades y acceso a la educación.  Necesitamos una política social mucho más amplia y más comprometida.  Ya son pocos los que todavía piensan que la inflación es un mal necesario para estimular la actividad económica.  Empezamos a entender que la flotación de la moneda es la menos mala de las opciones cambiarias.
Poco a poco hemos aprendido que no se pueden ignorar las fuerzas del mercado.  De ser así los resultados pueden ser aterradores.  Sin embargo, el mercado no es el instrumento ideal para solucionar todo.  Esto significa aceptar la intervención del Estado en ciertos momentos, pero siempre conscientes de sus efectos secundarios.  No debemos legislar a tal grado que limitemos la iniciativa a emprender, pero no podemos dejar de supervisar y regular.
Existen muchas discrepancias en la instrumentación de la política económica al entrar en detalle.  Sin embargo, en términos generales la brecha se encuentra más reducida que antes.  Si queremos podemos encontrar los consensos necesarios.  El problema fundamental es justamente querer.
Todavía predomina nuestra cultura de la intolerancia, de la crítica destructiva y de las envidias personales.  No estamos dispuestos a otorgar el beneficio de la duda.  Siempre buscamos resaltar lo negativo.  No admitimos que nuestro adversario pueda producir algo bueno.  A la hora de la verdad, la alianza podrá derrumbarse en la lucha por espacios de poder.  Encontraremos muchos que pondrán de nuevo sus intereses personales por delante, una vez que consigan derrotar al partido oficial.  Se podrán citar diferencias económicas, pero serán más bien los pretextos en lo que será eminentemente una lucha por el poder.
En síntesis, el problema fundamental es la lucha política y no las diferencias económicas.

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La Marcha de la Economía

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