martes, 3 de agosto de 1999

La Gran Alianza

 

Pulso Económico


La Gran Alianza


Por: Jonathan Heath


A pesar del escepticismo de los politólogos, estamos más cerca de la conformación de una gran alianza opositora para las elecciones del 2000.  Sin embargo, persisten las dudas acerca de la gobernabilidad de una coalición entre la derecha y la izquierda, especialmente con relación a los temas económicos.

La mayoría de los analistas políticos le han dado una baja probabilidad a que se materialice la alianza opositora.  Incluso, los primeros comentarios surgidos a raíz del anuncio último han sido de sorpresa y de suspicacia.  Son tantas las diferencias, pugnas y ataques personales, que difícilmente se pueden limar todas las asperezas para que se materialice la relación.  Sin embargo, el proceso avanza principalmente porque en el fondo todas las fuerzas opositoras involucradas saben que es la única forma de derrotar al PRI.

Existen múltiples problemas por resolver antes de que se 

realice.  La conciliación de dos grandes personalidades: Fox y Cárdenas.  El método que se utilizará para escoger al candidato único.  Las reglas de repartición de los asientos en el Congreso.  Una plataforma básica de principios comunes.  La aceptación de grandes sacrificios en muchas áreas con el solo beneficio de derrotar al PRI.
Quizá todavía más difíciles serían las reglas del juego después de haber asegurado una victoria en las urnas.  El PRD ha mostrado gran capacidad de crítica, pero nula habilidad para respaldar esa crítica con propuestas viables.  El PAN ha presumido de su pragmatismo, pero no ha logrado evitar tensiones o rupturas con las fuerzas opuestas, mientras que ha sacrificado muchos de sus principios.  Más que algunos acuerdos al mero principio, no hemos visto ningún trabajo conjunto en la Cámara de Diputados.  Más bien, el trabajo legislativo se ha llegado a paralizar.  Casi sin excepción, los nuevos partidos minoritarios surgen más por problemas de personalidades que por verdadera vocación ideológica.
Por más difícil, impráctico y fatigoso que resultara un gobierno surgido de una alianza entre partes tan disímiles, los une una sola causa de peso: la creencia de que la única forma de alcanzar una verdadera democracia en nuestro país es a través de la derrota del PRI.  Esta idea predomina especialmente entre los intelectuales del país, dado que perciben que el PRI no convence sino que compra o induce los votos.  Este punto se refuerza con el hecho de que el voto duro del PRI está entre los menos educados, los más pobres y los más apartados en la vida urbana, en suma los que son más manipulables.
Uno de los puntos de conflicto que más se ha mencionado con relación a un gobierno de alianza es el relacionado con la plataforma económica.  ¿Cómo podrían conciliar estrategias tan contradictorias?  Dicen que un gobierno de coalición podría tener grandes avances en lo político, como por ejemplo, concretar la reforma electoral.  No obstante, por falta de consensos habría parálisis en torno a lo económico.
Sin embargo, no es necesariamente el caso.  La derecha es menos derecha y la izquierda es menos izquierda que antes.  La ciencia económica ha ido rompiendo tabúes, desmitificando creencias y desechando teorías incomprobables.  En otras palabras, poco a poco se ha dado un proceso callado de conversión al centro.  Simplemente necesitamos admitirlo.
A estas alturas ya nadie propone regresar a los tiempos de las nacionalizaciones, ni a un Estado paternalista y obeso.  Existe mayor conciencia de que no podemos gastar lo que no tenemos, por lo que la utilización del déficit fiscal como instrumento de política económica ha quedado atrás.  Admitimos que carecemos de suficiente capital, al mismo tiempo que reconocemos que la deuda externa tiene serias limitaciones.
Hemos aprendido que la centralización de las decisiones económicas en sustitución del mercado no se puede tomar a la ligera.  Al mismo tiempo, existe una amplia aceptación de que el gobierno no puede invocar la “no intervención” como cláusula sagrada.  La política industrial de Salinas (o más bien la falta de) fue uno de sus mayores fracasos.  El gobierno necesita asumir el papel de promotor para reconstruir las cadenas productivas del país.  Ya no podemos quedarnos quietos al ver que las brechas entre pobres y ricos, entre norte y sur, entre grandes y pequeñas empresas se amplía.
Necesitamos un pueblo más educado y por lo mismo, ampliar las posibilidades y acceso a la educación.  Necesitamos una política social mucho más amplia y más comprometida.  Ya son pocos los que todavía piensan que la inflación es un mal necesario para estimular la actividad económica.  Empezamos a entender que la flotación de la moneda es la menos mala de las opciones cambiarias.
Poco a poco hemos aprendido que no se pueden ignorar las fuerzas del mercado.  De ser así los resultados pueden ser aterradores.  Sin embargo, el mercado no es el instrumento ideal para solucionar todo.  Esto significa aceptar la intervención del Estado en ciertos momentos, pero siempre conscientes de sus efectos secundarios.  No debemos legislar a tal grado que limitemos la iniciativa a emprender, pero no podemos dejar de supervisar y regular.
Existen muchas discrepancias en la instrumentación de la política económica al entrar en detalle.  Sin embargo, en términos generales la brecha se encuentra más reducida que antes.  Si queremos podemos encontrar los consensos necesarios.  El problema fundamental es justamente querer.
Todavía predomina nuestra cultura de la intolerancia, de la crítica destructiva y de las envidias personales.  No estamos dispuestos a otorgar el beneficio de la duda.  Siempre buscamos resaltar lo negativo.  No admitimos que nuestro adversario pueda producir algo bueno.  A la hora de la verdad, la alianza podrá derrumbarse en la lucha por espacios de poder.  Encontraremos muchos que pondrán de nuevo sus intereses personales por delante, una vez que consigan derrotar al partido oficial.  Se podrán citar diferencias económicas, pero serán más bien los pretextos en lo que será eminentemente una lucha por el poder.
En síntesis, el problema fundamental es la lucha política y no las diferencias económicas.

Comentarios, observaciones y críticas al Email: heath@infosel.net.mx


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