jueves, 29 de junio de 1995

El Riesgo País

 

Pulso Económico


El Riesgo País


Por: Jonathan Heath®


Una parte esencial de la política económica de la última década ha sido la disminución del factor “riesgo-país” para México.  En la medida en que este riesgo sea menor, podremos atraer más capital del exterior.  Sin embargo, no solamente afecta a los flujos de inversión extranjera, sino que además permite que nuestra propia tasa de interés puede bajar, estimulando más la inversión interna y produciendo mayores posibilidades de crecimiento.

Después de la crisis de 1982, México tardó siete años en regresar al mercado voluntario internacional de capitales.  Aunque no se emitía una calificación formal sobre nuestro riesgo en la década de los ochenta, era reconocido que las inversiones en nuestro país eran de carácter muy especulativo.  Esto fue resultado no solamente por haber iniciado la crisis financiera internacional de los ochenta, sino también por la manera en que tratamos de resolver esa crisis. Nacionalizamos la banca, introducimos el control de cambios, convertimos forzosamente cuentas de dólares a pesos y establecimos permisos previos en el 100 por ciento de nuestras importaciones.  En otras palabras, no fue una respuesta ortodoxa de mercado a la crisis.

A partir de la administración pasada, se buscó instrumentar una política económica que permitiera que México regresará al mercado internacional y que, eventualmente buscará el grado de inversión sobre nuestra deuda en dólares.  Por primera vez, en septiembre de 1992, la agencia calificadora Standard & Poor’s (S&P) decidió calificar a México, otorgándole una calificación de “BB”, un nivel abajo del grado de inversión.  Este sueño, que colocaría a México más cerca al primer mundo, casi se logró en 1994.  Hacia fines de 1993, después de la aprobación del Tratado de Libre Comercio por parte de los Estados Unidos, S&P declaró que las perspectivas de nuestro país eran muy positivas y “si las tendencias favorables continuarán, México podría obtener el grado de inversión dentro de uno a tres años, siendo esto probable tan pronto como 1994”.  Esta pequeña frase al final de su reporte, hizo que surgieran múltiples especulaciones y opiniones sobre las posibilidades mexicanas.  Hubo muchas casas de bolsas que pronosticaban el grado de inversión para México para el segundo trimestre de 1994.  Si se hubiera obtenido los flujos de capital hacia México hubieran aumentado fuertemente a través de la inversión de fondos de pensión extranjeras y se hubiera evitado la devaluación de diciembre.

No obstante, 1994 fue año de elecciones en México y habría que asegurar que la economía estuviera creciendo, especialmente dado que el año anterior había sido uno de estancamiento inducido a través de una política monetaria restrictiva.  Con el movimiento armado en Chiapas en enero y el asesinato de Colosio en marzo, empezaba a quedar claro que no nos darían el grado de inversión pronto.  Los bancos mostraban señales de problemas mayores que se podría agravar con alzas fuertes en las tasas de interés.  Esto inducio a las autoridades a instrumentar una política económica que inyectaba liquidez a la economía para estimular el crecimiento económico, lo cual fue la sentencia de muerte para el peso mexicano.  Resultaba imposible mantener tasas bajas para ayudar al sistema bancario e inducir el crecimiento y al mismo tiempo, mantener la política cambiaria.

En ese momento, S&P opinaba que ya no se podía contemplar el grado de inversión para México, ya que la dependencia sobre inversiones de portafolio era demasiado elevado.  Inclusive, en febrero de este año, redujeron la calificación de nuestro país de un “BB+” a un “BB”, lo cual significa que estamos cerca de tener una mayor vulnerabilidad para el default aunque se tiene actualmente la capacidad para cumplir con los pagos de interés y amortizaciones del principal. Con esto, nuestro riesgo país es mayor que países como Malasia, Tailandia, Chile, la República Checa, Indonesia, Colombia, Hungría, India, Slovakia, y Uruguay.  Estamos clasificado igual que Sudáfrica.  Los países que representan actualmente mayor riesgo que nosotros para los inversionistas son Argentina y Filipinas (con un BB-), Pakistán, Turquía y Venezuela (con un B+) y Brasil (con un B).

Ahora nos enfrentamos al largo camino de la recuperación, en donde tenemos dos escalones en vez de uno para llegar al grado de inversión.  ¿Cuáles son los elementos que S&P estará vigilando para determinar nuestro riesgo país?  Dentro de los puntos principales, estarán vigilando la política monetaria y su habilidad de reducir la inflación; la austeridad fiscal y el compromiso de evitar las presiones políticas; la estructura de nuestra deuda y su evolución hacia más largo plazo; el liderazgo de Zedillo en reconstruir el apoyo público y balancear las demandas políticas de la sociedad; la evolución de la crisis bancaria y su repercusión sobre la política económica; y finalmente, la efectividad del Banco de México en reconstruir su credibilidad dañada.

El riesgo país es un concepto que va más allá de una medición que utilizan los inversionistas extranjeros para medir su riesgo.  Refleja la estabilidad económica, social y política de nuestro país.  Refleja nuestras posibilidades de crecimiento y progreso.  Es un insulto ser considerado un país especulativo.  Uno de nuestros múltiples retos debe ser el de superar esta barrera.


Sugerencias y comentarios al email: heath@infosel.net.mx


jueves, 22 de junio de 1995

El Desempleo

 

Pulso Económico


El Desempleo


Por: Jonathan Heath®


El pasado lunes 19, tal como lo indica su calendario de Difusión, el INEGI dio a conocer las cifras de desempleo del mes de abril, correspondientes a su Encuesta Nacional Mensual de Empleo Urbano.  La tasa de desempleo abierto, que fue 6.3 por ciento en el mes de abril, es casi el doble de lo que fue en el mes de diciembre del año pasado, de 3.2 por ciento.

Por mucho tiempo hemos criticado las cifras de desempleo en México ya que corresponden a la definición de la Organización Mundial del Trabajo, que se aleja mucho de la problemática y las características del mercado laboral mexicano.  El resultado final es siempre una cifra de desempleo que subestima fuertemente la realidad de nuestro país.  Sin embargo, sin prestar mucha atención en el nivel de la cifra, sí podemos tomar el cambio de un mes a otro como un indicador de lo que esta pasando en el mercado.  En este sentido las cifras son indiscutibles: el desempleo abierto se ha duplicado en un periodo de cuatro meses.

El desempleo abierto es un retrato parcial de la problemática laboral mexicana.  Nuestro problema principal radica en el desempleo disfrazado, también conocido como subempleo.  Existe un gran número de mexicanos que estadísticamente se ubican en la categoría de empleados, pero reciben menos del salario mínimo, trabajan más de una hora pero menos de una jornada completa por razones de mercado, no reciben las prestaciones marcadas por ley, o bien, laboran en un trabajo que no corresponde a su nivel educativo o experiencia laboral.  Sin embargo, podemos suponer que existe una correlación muy fuerte entre el desempleo abierto y el desempleo disfrazado, lo cual significa que este último también se ha duplicado en los últimos meses.

A estas alturas, la cifra del desempleo abierto ya rebasó el pico anual de desempleo de 6.1 por ciento de 1983.  La mayoría de los analistas concuerdan que la parte más difícil de la recesión se va observar durante el segundo y tercer trimestre.  En el cuarto trimestre todavía deberíamos observar un crecimiento negativo en la actividad económica, aunque quizás menos profundo.  Si bien nos va, empezaremos una recuperación moderada hasta el año entrante.  Esto significa que la tasa de desempleo abierto seguirá creciendo todavía por un buen número de meses, llegando posiblemente a rebasar el 8 por ciento.

¿Por qué estamos observando tasas de desempleo mayores hoy en día a las de 1983?  Esta pregunta es interesante a raíz de los cambios estructurales que ha realizado el gobierno durante los últimos 10 años.  Se supone que las privatizaciones, desregulaciones, el saneamiento de las finanzas públicas y la apertura comercial era todo para eficientizar al país e incrementar nuestra capacidad de generación de empleos.  Ahora tardamos cinco meses para regresar al mercado voluntario de capital internacional, comparado con siete años después del debacle de 1982.  ¿Por qué no se refleja esta mejoría en el mercado laboral?

Cuando estalló la crisis en 1982, veníamos de una etapa de crecimiento fuerte apoyado por el “boom” petrolero.  La diferencia principal es que ahora esta crisis estalla en medio de nuestra transición de una economía cerrada a una abierta.  La apertura ha puesto mucha presión sobre las empresas para aumentar su eficiencia y ser mucho más competitivos.  La forma más rápida de incrementar la competitividad en las empresas es a través de la productividad, es decir, tratando de producir lo mismo (o más) con menos a través de una reducción en los costos.  El costo más fácil de reducir es el costo laboral.  Es decir, las empresas hoy en día están tratando de reducir sus costos laborales, por lo que los incrementos en el Producto Interno Bruto que hemos observado en los últimos años han sido generados a través de aumentos en la productividad y no a través de una mayor generación de empleos.  Antes de que estallara la crisis actual, nuestra economía estaba pasando por una etapa de muy poca generación de empleos.  La crisis únicamente viene a complicar un problema que ya existía.

La pregunta más reiterada sobre este tema es ¿hasta donde puede aumentar la tasa de desempleo sin agravar el bienestar de la población a nivel de una crisis social?  Estamos pagando un precio muy elevado para recuperar la estabilidad económica y mejorar las perspectivas de mediano plazo.  La ortodoxia nos dice que es casi el único camino.  Es el equivalente de la quimioterapia para tratar el cáncer.  La medicina produce efectos secundarios que molestan más al paciente que la propia enfermedad que busca curar.  El único incentivo de seguir tomando la medicina es que la alternativa puede ser la muerte.

Sin embargo hemos llegado a un momento en que tenemos que reflexionar profundamente sobre el camino que estamos siguiendo.  En Chile, durante los años 1982-84, la crisis económica llegó a un nivel tan crítico que el gobierno tuvo que instrumentar un programa de emergencia, llamado “red social”, para afrontar los problemas de pobreza y desempleo.  Se crearon subsidios de alimentos, empleos, etc. y combatieron fuertemente los problemas de desnutrición infantil y analfabetismo.  En esos años estaban muy de moda los “Chicago Boys” y las políticas neoliberales en aquel país.  No obstante, la crisis laboral era tan agobiante que se procedió a implantar una política que por su naturaleza pudiera parecer muy populista, precisamente el tipo de política que hemos buscado evitar durante la última década.

¿Estaremos llegando a una situación similar?


Sugerencias y comentarios al email: heath@infosel.net.mx


jueves, 15 de junio de 1995

La Inversión Extranjera de Portafolio

 

Pulso Económico


La Inversión Extranjera de Portafolio


Por: Jonathan Heath®


Durante los últimos años ha jugado un papel sumamente importante la inversión extranjera de portafolio en México.  Conocido como inversión especulativa, “hot money” o capital volátil, estos flujos de capital llegaron a representar, en un momento dado, más de tres cuartas partes del financiamiento que entraba por nuestra cuenta de capital dentro de la balanza de pagos. Definitivamente, llego a constituir una fuente importante de estimulo para la demanda agregada y, por lo tanto, a las importaciones y al déficit en la cuenta corriente.

Ahora que hemos enfrentado la crisis provocada por la devaluación, se ha acusado a esta fuente de financiamiento como peligroso, equivocado, riesgoso, especulativo, de muy corto plazo, volátil y hasta irresponsable.  ¿Cómo es que las autoridades monetarias permitieron que fincáramos nuestro desarrollo sobre un ahorro externo tan inestable?.

Parte de la respuesta pudiera ser que ante la falta de promoción del ahorro interno, nuestras autoridades no tenían muchas alternativas.  Sin embargo, después de platicar con un buen número de inversionistas, en realidad resulta que esta fuente de inversión es mucho menos especulativa o volátil de lo que nos imaginamos y podrá significar todavía una fuente de financiamiento importante en el futuro.  El Plan Nacional de Desarrollo apunta, correctamente, que deberíamos asegurar que el papel que juega esta inversión sea complementario y no sustituto del ahorro interno.  En este sentido el enfoque principal de las autoridades debe estar orientado a incrementar y fortalecer el ahorro interno.  No obstante, esto no significa que el ahorro externo debe desaparecer y mucho menos, la inversión extranjera en portafolio.

Después de la experiencia de 1994, es natural buscar fuentes alternativas de financiamiento. Primero, porque estos inversionistas han de estar decepcionados en nuestro país y han de pensar que las tasas de retorno no van a compensar el riesgo futuro de su inversión.  Esto significa que por parte de ellos, ya no va a existir este tipo de inversión en México por un buen tiempo. Después, resulta que por nuestra propia experiencia, nos gustaría buscar una inversión más estable.

A pesar de todo, resulta que la inversión extranjera en portafolio fue más estable y menos volátil que nuestra propia inversión interna.  Después del asesinato de Luis Donaldo Colosio, hubo una salida masiva de capitales que llego a representar una caída en nuestras reservas de un monto mayor a los 10 mil millones de dólares.  De esta cantidad, mas del 80 por ciento resulto ser de mexicanos.  Se observo claramente una tendencia de venta de Cetes, en donde la mayoría de los extranjeros compraron Tesobonos, mientras que la mayoría de los mexicanos compraron dólares.

Para el extranjero, los acontecimientos políticos del año significaron un aumento en el riesgo cambiario.  Por lo mismo, su reacción fue cubrirse en Tesobonos.  En cambio el mexicano, recordando las devaluaciones al final de cada sexenio, la nacionalización bancaria, el control de cambios, la conversión forzosa de los mexdolares a pesos y tantas promesas no cumplidas, los acontecimientos de 1994 significaban la probabilidad de perder otra vez una parte significativa de su patrimonio.

El extranjero observa a nuestro país sin sentimientos, buscando fríamente su tasa de retorno. Sin embargo, no cambia radicalmente la composición de su portafolio ante movimientos pequeños en las tasas.  Muchos de sus fondos son fondos dedicados, es decir, fondos invertidos en países de América latina o en México.  Tienen la obligación de seguir buscando retornos dentro de un conjunto dado de países con ciertas características.  Como buenos manejadores de dinero, buscan la diversificación y nuestro país siempre será parte de esta.  Obviamente, ante la crisis actual, la posición invertida en México disminuyo significativamente.  Sin embargo, no desapareció de sus portafolios.  Hoy en día siguen buscando oportunidades de inversión y mantienen firmemente su mirada en nuestro país.

Existen otros fondos, que no son de los denominados “dedicados”, que tienen mucha mas flexibilidad de mover su posición de un país a otro.  Los fondos que abandonaron casi completamente a nuestro país son los denominados fondos de cobertura (hedge funds), que por su propia naturaleza buscan una tasa de retorno mucho mayor por aceptar riesgos más grandes. Sin embargo, en general representan una parte pequeña del total de lo que se invierte en México.

Donde existe, mas dispersión de opinión sobre las perspectivas de México dentro de sus portafolios, son los fondos globales, es decir, los fondos que invierten en todo el mundo.  Antes de la crisis, México representaba una parte muy importante de su portafolio.  Hoy en día, representamos una parte muy pequeña, o bien, casi nula.  Aquí hay inversionistas que están observando a México con mucho interés, esperando la primera oportunidad para incrementar de nuevo su posición.  Existen otros, que opinan que no van a invertir en México por un buen tiempo.  Sin embargo, estos últimos no representan la mayoría.

En general, todos opinan que el futuro (el largo plazo, como dicen los economistas) de México es muy promisorio.  Algunos piensan que es cuestión de un año, otros que dos y algunos cinco y hasta diez.  Muy pocos piensan que no podemos resolver los problemas de la coyuntura actual. No obstante, todos opinan que México debe abrirse mucho más, garantizar un mejor acceso oportuno y veraz a la información y no tener miedo de dialogar y debatir sus políticas en una forma más democrática.


Sugerencias y comentarios al email: heath@infosel.net.mx


jueves, 8 de junio de 1995

La Responsabilidad de la Política Cambiaria

 

Pulso Económico


La Responsabilidad de la Política Cambiaria


Por: Jonathan Heath®


Ahora que el Plan Nacional de Desarrollo ha planteado algunos lineamientos sobre la política cambiaria, resulta interesante comentarlo.  Por un lado, plantea la necesidad de que deberá evitar sistemáticamente una sobrevaluación del tipo de cambio real que inhiba el ahorro interno y la producción nacional.  Enseguida, establece que el rasgo esencial que deberá tener en el mediano plazo habrá de ser su predictibilidad, tanto nominal como real, por lo que propone que una vez que se hayan reconstituido significativamente las reservas internacionales y se haya establecido el nivel deseable de la paridad real se proceda a fijar un sistema cambiario que ofrezca mayor predictibilidad a la cotización cambiaria, como la que ofrecería un sistema de flotación dentro de una banda preanunciada.  Por último, reconoce que la política cambiaria, por su propia naturaleza, es complementaria a la política monetaria.

Como muchos, se puede interpretar estos lineamientos como una propuesta para adaptar una política cambiaria similar a la que se ha utilizado en Chile.  Su política esta en función de una cotización llamada el dólar acuerdo, que es una ponderación del dólar, yen y marco.  Diariamente cambia la cotización según estos tipos de cambio y mensualmente se anuncia un cambio adicional según la diferencia entre la inflación chilena y la inflación de tendencia de los socios comerciales (10 cual se ha establecido en 2.4 por ciento). Con ponderaciones del 45 por ciento para el dólar americano, 30 por ciento para el marco alemán y 25 por ciento para el yen japonés, forman una cotización que llaman CRM, lo cual significa Canasta Reajustada de Monedas, similar a la cotización del DEG (Derecho Especial de Giro utilizado por el FMI).  El equivalente de esta cotización en dólares por pesos chilenos es lo que se llama el acuerdo dólar.

A diferencia con México, en donde fijábamos el techo y piso de la banda mediante alguna regla, en Chile el acuerdo dólar se va ajustando sólo en función de las variaciones entre los tipos de cambio del dólar, yen y marco y la propia inflación chilena.  Esta cotización de referencia, siempre es el punto medio de su banda de flotación, ya que tanto el techo como el piso se determinan automáticamente tomando más 10 por ciento para el techo y menos 10 por ciento para el piso, partiendo del acuerdo dólar.  De esta forma, se garantiza un tipo de cambio real que evita sistemáticamente la sobrevaluación y se ofrece una mayor predictibilidad a la cotización cambiaria ofreciendo un sistema de flotación dentro de una banda preanunciada.

Sin embargo, la política cambiaria chilena todavía ofrece algo más.  Reconociendo (tal como lo hace el Plan Nacional de Desarrollo) que la política cambiaria, por su propia naturaleza, es complementaria a la política monetaria, no separa la responsabilidad de las dos políticas como existe actualmente en nuestro país.  La responsabilidad, tanto de la política monetaria como de la política cambiaria, es del Banco Central.  Por lo mismo, a la finalidad primordial del banco central se añade un objetivo adicional.  En ambos países los bancos centrales buscan asegurar la estabilidad del poder adquisitivo de la moneda y propiciar el buen funcionamiento de los sistemas de pago internos.  En el caso del Banco Central de Chile, se agrega el de mantener un funcionamiento normal de los pagos externos, lo cual lo traducen en mantener un déficit razonable de la cuenta corriente.  En este sentido, el banco central ha puesto como objetivo que el déficit en la cuenta corriente, como tendencia de mediano y largo plazo, no exceda el rango de 3 a 4 por ciento del PIB.

Esto nos lleva a reflexionar sobre la posibilidad de que la responsabilidad de la política cambiaria debería estar en manos del Banco de México y no de la Secretaria de Hacienda, o bien, de la famosa Comisión de Cambios, integrado por ambos, pero con el voto y aprobación final en manos de Hacienda.  La única forma en evitar que de una vez por todas, nuestra política cambiaria no este sujeta a los vaivenes de la política sexenal, es quitarle la responsabilidad y ponerla en manos de una institución autónoma.  Con esto ganaríamos dos cosas: por un lado, mejorar la coordinación entre las políticas monetaria y cambiaria; y la autonomía de estas de las decisiones políticas.  La misma lógica que nos llevo otorgarle la autonomía al Banco de México y darles la responsabilidad de la política monetaria, es la que nos debería de llevar a darle la responsabilidad de la política cambiaria.  Una devaluación brusca del tipo de cambio en el último año de cada sexenio durante los últimos 24 años nos debería servir de estimulo.

El objetivo central de los bancos centrales a nivel internacional es el de velar por la estabilidad de la moneda.  Cada vez son más los países que han otorgado mayor independencia a sus bancos centrales para garantizar lo mismo.  Sin embargo, la estabilidad de la moneda se consigue tanto a través de la eliminación de la inflación, como a través de la estabilidad del tipo de cambio.  Cada vez que el país proceda a devaluar, se provoca una reacción violenta en los precios.  No hay duda de que existe una relación estrecha entre la inflación y el tipo de cambio.  Por lo tanto, para asegurar la estabilidad de la moneda, el Banco de México debe buscar ambos objetivos.  Pero para perseguir ambos, se necesita dos instrumentos: la política monetaria y la política cambiaria. Así lo hizo Chile y ha sido todo un éxito.


Sugerencias y comentarios al email: heath@infosel.net.mx


viernes, 2 de junio de 1995

¿Primero lo Micro o lo Macro?

 

Pulso Económico


¿Primero lo Micro o lo Macro?


Por: Jonathan Heath®


A mediados de la década de los ochenta iniciamos los famosos cambios estructurales, que después durante el sexenio de Salinas se bautizaron como la modernización económica.  Los cinco pilares de estos cambios fueron la renegociación de la deuda externa, el saneamiento de las finanzas públicas, las privatizaciones, las desregulaciones y la apertura comercial.  Todo el esfuerzo estuvo dirigido a lograr una estabilidad macroeconómica, que se decía que era la premisa fundamental para regresar a la senda del crecimiento sostenido.

Durante el tiempo que se fue logrando la estabilidad, pasamos de un crecimiento promedio de 0 por ciento a uno de 3 por ciento, pero realmente no en forma sostenida.  El problema principal era que ante la apertura comercial, el sector empresarial no se encontraba en condiciones para competir con el exterior.  Los empresarios empezaron a pedir con insistencia una política industrial dirigida a apoyar al sector privado en su transición hacia una economía más abierta y competitiva.

El gobierno respondió que sí existía una política industrial.  Este era precisamente la apertura comercial y el utilizar plenamente los mecanismos del mercado para asignar eficientemente los recursos dentro de la economía.  A través de una política de “shock”, las autoridades estaban forzando a las empresas a ser competitivos y a elevar su productividad.  Sin embargo, los empresarios buscaban algo mucho más dirigido, en donde se formularían políticas para ayudar a las empresas durante la transición.  En buena medida, las propuestas dadas a conocer recientemente por las cúpulas empresariales van en esta dirección.

En otras palabras, nos estamos refiriendo a la reforma microeconómica a diferencia de la macroeconómica impulsada por el gobierno durante la última década.  La parte medular se concentra en la desregulación masiva y en la simplificación administrativa, que busca incentivar la actividad empresarial, la inversión y la generación de trabajo.  Esta reforma incluye un sistema fiscal que va más allá de ser simplemente recaudatoria, sino que incorpore incentivos para reforzar la inversión.  También abarca políticas específicas para apoyar a ciertas industrias estratégicas o enproblemadas por la apertura comercial.

Independientemente de qué abarca la reforma microeconómica, el gobierno ha enfrentado la crítica de que la crisis actual se debe en gran parte a que se puso demasiado énfasis en los aspectos macro y que se minimizó la importancia de los aspectos micro.  Al final de cuentas nuestra economía no es otra cosa más que la suma de lo micro.

Se han realizado muchas comparaciones con el caso chileno.  Ellos llevaron a cabo primero las reformas microeconómicas para asegurar que las empresas fueran competitivas antes de iniciar su apertura comercial.  Hoy en día tienen un país con crecimiento sostenido (del 6.4% anual), inflación de un solo dígito (8.9%) y un déficit externo bastante controlable (promedio de 2% del PIB).  Sin embargo, después de haber llevado a cabo sus reformas microeconómicas en la década de los setenta, tuvieron una caída muchísimo más fuerte que la de nosotros (el PIB cayó 15%).  Al preguntar el porque, se nos dijo que fue por no haber realizado las reformas macroeconómicas a tiempo.

Esto nos lleva a reflexionar sobre cual debe ir primero, ¿lo micro o lo macro?  Parece ser que la respuesta es que es indistinto.  Más bien se tiene que llevar a cabo las dos, dado que son diferentes aspectos de lo mismo: la economía mexicana.  Entre más tiempo dejamos pasar sin terminar el cambio completo, más tiempo vamos a navegar por esta etapa transitoria, que implica pocas posibilidades de crecimiento y de generación de trabajo.  Tanto el gobierno, como el sector privado, deben tomar esto en cuenta.

¿Qué implicaciones tiene esto?  Para las autoridades, significa que no deberían relajar prematuramente la política monetaria dirigida a reducir la inflación y a corregir el desequilibrio externo.  Ahora que las cifras de la balanza comercial indican que tenemos un superávit, que las tasas de interés están desarrollando una tendencia definitiva a la baja, que hemos registrado un incipiente regreso a los mercados internacionales y que Michael Camdessus nos ha reivindicado, el gobierno podría iniciar una política dirigida a minimizar el impacto sobre la economía real para no perjudicar más el efecto de esta crisis sobre las empresas.  Sin embargo, la experiencia nos dice claramente que esto podría resultar en una inflación más allá que la deseada, con implicaciones futuras para las tasas de interés y el tipo de cambio.  La estabilización macroeconómica debe ser completa.

Pero como en todo, hay dos lados a cada problema.  Por querer arreglar lo macro, se podría descuidar lo micro a tal grado que se desabilitaría a muchas empresas su oportunidad de sobrevivir este año.  En otras palabras, el gobierno debería aplicar al fondo la política monetaria y fiscal necesaria para estabilizar completamente a la economía, y al mismo tiempo, realizar reformas profundas dirigidas a fortalecer las oportunidades de la empresa.  Aquí no hay medias tintas.


Sugerencias y comentarios al email: heath@infosel.net.mx


La Marcha de la Economía

  Pulso Económico La Marcha de la Economía Por: Jonathan Heath ® Las autoridades monetarias han manifestado su preocupación por los efectos ...