Pulso Económico
El Prepago de la Deuda Externa
Por: Jonathan Heath
La semana pasada el gobierno anunció que la colocación internacional de bonos garantizados ha sido todo un éxito, dado que la demanda presentada había sido muy superior a lo que se había estimado originalmente. Esto ha permitido aumentar el monto de la colocación para obtener 6 mil millones de dólares de recursos del exterior y realizar un prepago de 7 mil millones de dólares sobre el préstamo que nos otorgó Estados Unidos el año pasado. Además se va a realizar un prepago similar de mil millones de dólares al FMI.
Esta transacción tiene muchas implicaciones. Primeramente, es evidencia de un retorno contundente al mercado financiero internacional. El monto de la colocación es un récord mundial para el tipo de transacción. Aunque ha se habían realizado un buen número de colocaciones desde mediados del año pasado, ninguno había sido de este monto y con tal aceptación. Entre otras cosas, esto es señal de que la respuesta de política económica a la crisis devaluatoria fue la correcta.
No obstante, es importante señalar el porqué de la aceptación. La agencia calificadora, Standard & Poors (S&P) otorgó a México la calificación de BBB- para este instrumento, lo cual significa que tiene el famoso grado de inversión. Esta calificación se otorga básicamente a deuda de países desarrolladas, donde no existe riesgo de incumplimiento y no implica una especulación. Por lo mismo, un bono con grado de inversión paga menos dado que no tiene que compensar el riesgo a través de una tasa de interés mayor.
Durante todo el sexenio pasado, se buscó el grado de inversión y nunca se consiguió. Las razones son varias, siendo el más importante el hecho de que S&P veía en México un riesgo potencial en su balanza de pagos, por el hecho de que sosteníamos un déficit muy elevado en la cuenta corriente. Por tal razón, el grado más elevado que conseguimos fue el de un nivel por debajo del mínimo necesario para considerarse grado de inversión. A raíz de la devaluación y la crisis de los Tesobonos, S&P redujo nuestra calificación un nivel adicional, siendo ésta la que tenemos todavía hoy en día.
S&P, al igual que otras empresas calificadoras, mantiene una política de que el techo de cualquier calificación que se otorga para un instrumento dado, esta determinado por el grado que tiene el país. Si nuestra calificación como país es de dos niveles por debajo del grado de inversión, entonces no nos pueden otorgar una calificación mayor. Sin embargo, en esta ocasión, S&P nos otorga el grado de inversión, en violación a su propia regla. La razón no es por la recuperación económica que viene en puerta, ni por la política económica aplicada hasta ahora. Tampoco es por haber resuelto el problema de los Tesobonos, ni por haber eliminado el déficit comercial que teníamos. Es porque estos bonos están garantizados por nuestras ventas futuras de petróleo.
Esta calificación nos la están dando por excepción. Al ofrecer una garantía palpable a los inversionistas, el riesgo país se ve compensado. Al incorporar este hecho en su calificación, S&P considera que el riesgo inherente en el instrumento es menor al del país como un todo. Al obtener este respaldo, los inversionistas ven un bono con grado de inversión con un rendimiento superior. En otras palabras, el rendimiento es sumamente atractivo dado que es superior a otros instrumentos alternativos que tienen grado de inversión. Esta combinación es lo que explica la demanda tan abrumadora que se presento.
Es correcto señalar que una de las ventajas que tiene esta transacción es el ahorro en los pagos de interés que se tiene que realizar al exterior. También se tiene que apuntar las implicaciones políticas del prepago de la deuda con Estados Unidos, a los pocos meses de las elecciones presidenciales. Sin embargo, lo más importante de todo, es la sustitución de plazos que implica conjuntamente la nueva colocación y el prepago. Al final quedaremos a deber casi lo mismo, pero ahora tendremos un mayor plazo para pagarlo.
El problema actual de la deuda externa mexicana no es el monto. Si comparamos la deuda externa como porcentaje del PIB con otros países de la OCDE, nos encontramos que estamos por debajo del promedio. Nuestro problema es el perfil de amortizaciones que tenemos que realizar a través del tiempo. Simplemente, a partir de 1998 el monto de estas amortizaciones aumenta en un 50 por ciento.
Esta transacción es muy similar en el fondo a la que realizamos en 1995 a través del préstamo jumbo de rescate. Teníamos una deuda de muy corto plazo (los Tesobonos) que sustituimos por una deuda a mediano plazo. Ahora esta deuda de mediano plazo lo sustituimos por otro todavía de mayor plazo. En ambas ocasiones no aumentamos el monto de la deuda, sino simplemente empujamos el horizonte del pago hacía adelante, dando al país un periodo mayor de respiro.
Al final de cuentas, ésta transacción es equivalente a una reestructuración de la deuda. La diferencia entre ésta y las múltiples renegociaciones de la década pasada es que ahora es a través del mercado, cuando anteriormente había sido a través de una negociación forzada. El resultado es similar en cuanto a que se obtiene mejores condiciones para afrontar el servicio de la deuda. Sin embargo, en vez de ocasionar malestar y desgaste entre los tenedores de la deuda, estamos ofreciendo mejores oportunidades a los inversionistas.
Es imperativo que el gobierno continúe reestructurando la deuda externa para seguir ampliando el perfil de amortización. Al mismo tiempo, nos conviene seguir utilizando el mercado para llevar a cabo estas operaciones. Quedamos bien con todos los involucrados, se amplia la estructura temporal de la deuda, mejoramos nuestro imagen en el exterior y no ocasionamos una situación de confrontación. Pero lo más importante de todo, es que compramos el tiempo tan necesario que necesita nuestra economía para volverse a poner de pie.
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