lunes, 27 de abril de 1998

Expectativas Para el 2000

 

Pulso Económico


Expectativas Para el 2000

Por Jonathan Heath


Mientras que el Presidente Zedillo insiste en la necesidad de una política económica de consenso, la mayoría de los interesados prefieren concentrarse en las elecciones del año 2000, cuando realmente se decidirá la política de Estado para por lo menos los primeros seis años del nuevo siglo.  Será en estas elecciones en las que el pueblo definirá el modelo económico que quiere.

Ante una gama de intereses muy diversos y posiciones políticas inflexibles, resulta casi imposible que se lleve a cabo el debate tan comentado sobre la política económica de Estado.  No existe consenso ni siquiera hacia adentro de los partidos políticos.

Para el PRI, existen dos extremos en los reformadores (tecnócratas) y los duros (dinosaurios), que no parecen tener en común más que la inercia de pertenecer a un partido que ha dominado al país por casi 70 años.  Mientras tanto, en medio existe una gran masa que no está plenamente convencida de ninguno de los extremos, pero reclama un liderazgo más firme.

El PAN parece dividirse entre los que quieren una política económica liberal, aunque disfrazada con lemas como “con responsabilidad social”, y los que quieren estar más identificados con una política de centro.  Mientras que el Presidente del Partido, Felipe Calderón, se manifiesta por un replanteamiento ideológico que pudiera identificarse con la mayoría de la población, los panistas veracruzanos eligen como su candidato a Luis Pazos, conocido por su ideología de extrema derecha.  Por un lado están los dirigentes del PAN, que quieren imponer un comportamiento institucional hacia adentro y, por otro lado, esta Vicente Fox que parece pertenecer completamente a otro partido.

Mientras que el PRD es un partido plenamente identificado como de izquierda, existe una mayor pluralidad de ideas hacia su interior que en cualquier otro.  Su origen es de una coalición de partidos que siempre se peleaban entre sí, con una gran mayoría de priístas frustrados.  Sin embargo, los que han abandonado al PRI para ingresar a las filas del PRD, no son un grupo homogéneo.  Algunos se han sumado al partido del sol azteca convencidos de que es la mejor opción.  Otros, simplemente porque es un vehículo para ser candidatos para algún puesto popular.  A estos les da igual si es el PRI, el PRD, el PAN, el PT o el PVEM (lo que podríamos denominar el síndrome Santana).  El resultado es un partido difícil de entender.  A lo mucho, podemos decir que es un partido de izquierda, pero no podemos precisar más en lo que podría ser su política económica a partir del año 2000.

A pesar de esta dificultad de llegar a un consenso, la propuesta en sí de una política de Estado es casi irrelevante para las aspiraciones de los diversos partidos.  Nadie va a ganar las elecciones presidenciales en el año 2000 ofreciendo una política de Estado coherente y atractiva.  Los votos van a obedecer principalmente a la evolución de la economía y al atractivo personal de cada candidato.

Esto significa que independientemente de las políticas que proponga cada partido, la evolución misma de la economía puede llegar a ser el factor determinante.  En todas las elecciones a nivel mundial, el electorado casi siempre vota como va sintiendo su situación personal.  Si la actividad económica sigue creciendo, va aumentando el empleo, los salarios empiezan a recuperar su poder adquisitivo, la inflación mantiene su tendencia a la baja y se evita una crisis en la balanza de pagos, será muy difícil convencer a la mayoría de la población de que voten en contra de su prosperidad.

Sin embargo, al mismo tiempo los partidos han aprendido que la mayoría de la gente no vota por un partido específico sino más bien por la persona.  No hay duda alguna, por ejemplo, de que el PAN perdió las elecciones del Distrito Federal el año pasado al escoger el candidato equivocado.

En este sentido, queda claro quiénes deberían ser los candidatos de los dos partidos de oposición.  En el caso del PRD, Cuauhtémoc Cárdenas es la persona más conocida y popular de su partido.  El hecho de que ha realizado cuatro campañas (una para gobernador de Michoacán, dos para Presidente y uno para Gobernador del Distrito Federal), le ha dado mucha experiencia de campaña y reconocimiento a nivel nacional.  Las mismas encuestas señalan a Cuauhtémoc como el candidato natural de su partido a la Presidencia de la República, con una brecha enorme con cualquier otro candidato potencial.

Además, Cuauhtémoc tiene la característica muy deseable del “teflón” ante las críticas y ataques personales.  A estas alturas, las posibilidades del PRD de ganar las elecciones en el año 2000 dependen del buen desempeño del Jefe del Distrito Federal, de un mal desempeño de la economía nacional y de una mala selección de los candidatos de los demás partidos.

El PAN está en una situación similar al PRD en el sentido de que ya tiene su candidato natural en Vicente Fox.  Fox tiene una gran personalidad y es un político que sabe llegar al pueblo.  Si los dirigentes del PAN deciden buscar un candidato alterno, es casi un hecho que perderá las elecciones.  En este sentido, el PAN tiene que apoyar unánimemente a Fox y darlo a conocer más a nivel nacional.

La mejor apuesta del PRI es hacer una buena tarea en el ámbito económico durante los siguientes tres años.  Sin embargo, si no escoge bien a su candidato, pudiera ser que ni un crecimiento del 8 por ciento anual le daría la victoria.  Este es el paso más difícil para el partido oficial.  Hoy por hoy, no existe ni un solo candidato priísta que tenga arraigo y que pueda convencer a la mayoría de la población.  En años anteriores, el PRI no necesitaba un candidato con apoyo popular, ni siquiera con gran simpatía entre la mayoría.  Sin embargo, los tiempos han cambiado y ahora sí parece que el pueblo quiere un líder con carácter y con personalidad.

El problema que afronta el PRI es que, a diferencia del PRD y del PAN, no tiene un candidato obvio.  Los que han manifestado interés, ya sea explícitamente como Manuel Bartlett o implícitamente como Francisco Labastida, Angel Gurría, Guillermo Ortiz o Esteban Moctezuma, no tienen una base amplia de apoyo.  En principio tendría que ser un candidato que pudiera unir tanto a los duros como a los tecnócratas y a estas alturas no parece existir.


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lunes, 13 de abril de 1998

El Petróleo y el Tipo de Cambio

 

Pulso Económico


El Petróleo y el Tipo de Cambio

Por Jonathan Heath


Durante la Semana Santa

, los precios del crudo mexicano cayeron en forma alarmante y establecieron un nuevo récord al llegar a los niveles más bajos de los últimos 20 años.
Mientras que la mayoría de los mexicanos y los periódicos del país disfrutaban las vacaciones de Semana Santa, el precio internacional del petróleo se situó por debajo del nivel mínimo que había registrado antes del acuerdo entre México, Arabia Saudita y Venezuela. Tal y como lo informó Reforma el sábado pasado, los precios del crudo mexicano cayeron hasta en 32 por ciento (en el caso del tipo Olmeca), reflejo de que todavía existe la sobreproducción mundial. El precio actual del West Texas Intermediate cerró en 15.64 dólares por barril, más de dos dólares por debajo del nivel promedio que debería de alcanzar durante el año, para que sea realista el precio de 12.50 dólares del presupuesto federal.
Si analizamos los datos de exportación del petróleo crudo, ya para febrero podemos observar una disminución de 371.9 millones de dólares con respecto al promedio mensual del año pasado en ingresos del exterior por este concepto. Mientras que las exportaciones petroleras cayeron 41.0 por ciento con respecto al mismo mes del año pasado, aún se encuentran 57.0 por ciento por debajo del mes de octubre de 1996, cuando llegaron a su nivel más elevado. Dado que el precio siguió cayendo en el mes de marzo, podemos esperar que los ingresos del mes pasado sean inferiores a los de febrero. Ahora las nuevas noticias parecen apuntar hacia un ingreso todavía menor para abril, tanto por un precio más bajo como por la reducción acordada en el volumen de exportación.
El exceso mundial de petróleo es muy superior a los montos del recorte del mes pasado. Si queremos volver a ver cierta estabilidad en los precios, tendrá que venir un nuevo recorte de igual intensidad que el anterior. En nuestro caso, tendremos que aceptar una parte importante de la responsabilidad y reducir el volumen de exportación por un monto mucho mayor al “simbólico” de 100 mil barriles diarios del acuerdo con Arabia Saudita y Venezuela. Con todo y el recorte, hoy en día estamos exportando más de 300 mil barriles diarios en exceso de los niveles de 1995.
Para México, esta crisis petrolera pudiera significar hasta 5 mil millones de dólares en divisas para nuestra cuenta corriente. Si no se da una recuperación en el precio del petróleo para mediados de año, es factible llegar a tener un déficit de 3.5 por ciento del PIB en la cuenta corriente para este año, cifra alarmante no por su nivel en sí sino por la trayectoria de un crecimiento demasiado rápido.
Sin lugar a dudas, México puede financiar un déficit de esta magnitud sin problemas. Hoy tenemos un acceso total al mercado financiero internacional y una entrada de inversión extranjera directa envidiable a nivel mundial. Pero el problema consiste en que con el paso del tiempo, nos hacemos cada vez más vulnerables a un ajuste mayor.
Un cambio abrupto en el mercado de oferta y demanda de divisas (o de dólares), como el que estamos experimentando hoy en día, puede llegar a provocar un desequilibrio macroeconómico fundamental. El mecanismo principal con que contamos para enfrentar esta situación, es el régimen cambiario de flotación. Esto significa que si en un momento dado llegaran a faltar dólares, el tipo de cambio (que no es otra cosa que el precio en pesos del dólar) se ajustaría hacia arriba hasta equilibrar el mercado.
Pero el problema que enfrentamos hoy es que cae la oferta de dólares por la baja en el precio del petróleo y no se ajusta el tipo de cambio. La semana pasada vio al dólar interbancario al mayoreo cerrar a 8.51 pesos, lo cual significa una apreciación importante con respecto a los niveles de 8.65 que observábamos el mes pasado.
¿Por qué no está funcionando el régimen cambiario? En la teoría, tenemos un régimen de flotación libre en el que el tipo de cambio refleja día a día la oferta y la demanda de dólares. En la realidad tenemos un régimen dual, es decir, dos mercados distintos con una lógica diferente en cada caso. La gran mayoría de las transacciones (que supera 2 mil millones de dólares cada día) ocurren en el mercado libre, en donde efectivamente se determina el tipo de cambio. Cualquier cambio en la oferta o en la demanda se ve reflejado inmediatamente en el tipo de cambio. En este mercado, casi no intervienen el Banco de México o el Gobierno Federal.
Sin embargo, existe un mercado paralelo al mercado libre, en donde transitan los ingresos petroleros y el servicio de la deuda pública externa. Todas las divisas que se obtienen por la exportación de petróleo son vendidas directamente al Banco de México, sin que pasen por el mercado libre. De la misma manera, todas las necesidades del Gobierno Federal para darle servicio a la deuda externa, se obtienen directamente del Banco Central, sin afectar al mercado libre.
En principio, el mercado paralelo existe por necesidad y obedece a una lógica importante. El volumen de operaciones no es muy grande pero ocurre en montos inmensos. Si el Banco de México permitiera que se realizaran en el mercado libre, habría fluctuaciones enormes, indeseables en el tipo de cambio. De esta manera se evitan variaciones innecesarias y al mismo tiempo, el Banco utiliza su reserva como un colchón para las transacciones principales del gobierno.
Esto explica por qué hemos observado una caída tan importante en la oferta de dólares sin que exista un ajuste correspondiente en el tipo de cambio. La disminución en la oferta no ha pasado por el mercado libre, sino que se ha restringido al mercado paralelo, en donde las transacciones no determinan al tipo de cambio.
Indica también que la mayor parte del ajuste del shock petrolero se va a reflejar en el tamaño del déficit de la cuenta corriente y no en el tipo de cambio. Sin embargo, toda la lógica del régimen cambiario actual descansa en que cualquier modificación abrupta en la dotación de divisas, se verá reflejada de inmediato en el tipo de cambio.
Parece ser que la situación actual marca una paradoja para la política económica.



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lunes, 6 de abril de 1998

¿Persona o Institución?

 

Pulso Económico


¿Persona o Institución?

Por Jonathan Heath


Las posiciones polarizadas sobre el papel que debe asumir la Banca Central en México se siguen manifestando, en especial ahora que se ha entregado al Congreso la nueva iniciativa de ley que busca fortalecer la autonomía del Banco de México y otorgarle el derecho de manejar la política cambiaria.


Desafortunadamente, esta iniciativa tiene un error de fondo, dado que no establece en forma explícita la responsabilidad que implica el control de la política cambiaria.  Por lo mismo, de quedar aprobada, el Banco de México tendrá más instrumentos que objetivos.

Esto puede resultar peligroso en el futuro, ya que ahora las autoridades monetarias tienen en su poder las políticas monetaria y cambiaria, pero con un solo objetivo: mantener la estabilidad de los precios.  Esto significa que podrán utilizar el tipo de cambio como ancla para abatir la inflación, aun sabiendo que esto podría perjudicar la competitividad de las exportaciones y vulnerar la balanza de pagos.  Como no se establece que también se deberían de preocupar por el funcionamiento normal de los pagos internos y externos de la economía, no existe una relación entre objetivos e instrumentos o entre derechos y obligaciones.

Esta ley, tal como esta, le da a nuestro Banco Central demasiado poder.  Al no fincar explícitamente las responsabilidades, no tenemos ninguna garantía de que no se van a cometer de nuevo los mismos errores.  Se pudiera alegar que con Guillermo Ortiz en la posición de Gobernador, no es necesario especificar este objetivo adicional, dado que seguramente está muy consciente de él y buscará a como dé lugar evitar una crisis en la balanza de pagos.  Esto puede ser cierto, pero las leyes no se hacen en función de las personas sino de las instituciones.

En sí el cambio en la legislación es positivo, dado que existe mucha interrelación entre ambas políticas, pero resulta incompleta en su versión actual.  Sería un error aprobar esta ley sin adjudicar correctamente al Banco la responsabilidad explícita que le corresponde en la política cambiaria.

Dada la experiencia en el manejo de estas políticas en México, no sería mal visto tomar en cuenta las experiencias de Nueva Zelanda.  En ese país se compromete al Gobernador a cumplir cabalmente los objetivos anunciados.  El incumplimiento de las metas significa el despido automático o por lo menos la renuncia vergonzante.

No hay duda de que el gobierno y el Banco de México están muy conscientes del problema de la balanza de pagos.  Han tomado medidas amplias, cambios legislativos y reajustes en el Gabinete, encaminados a evitar una crisis al final del sexenio.  Sin embargo, el problema todavía no queda resuelto por completo.

Por ejemplo, la Secretaría de Hacienda reportó a fines de la semana pasada que la deuda externa del país descendió a fines del año pasado a 149.7 mil millones de dólares (mmd), comparada con 157.4 mmd a fines de 1996 y 164.2 mmd a fines de 1995.  Estas cifras, junto con los montos pendientes de amortización, fueron oportunamente reportados al público por Reforma el sábado pasado.  Según la publicación de Hacienda, tendremos que amortizar 33.7 mmd este año, lo cual corresponde al 22.5 por ciento de la deuda.  No obstante, la deuda de corto plazo, es decir lo que deberíamos de pagar este año, es realmente mucho más.  El gobierno reporta un monto de 17.4 mmd como deuda de los bancos mexicanos, sin especificar cuándo se tiene que amortizar.  Casi la totalidad de esta cantidad es deuda de corto plazo que se tendrá que refinanciar durante el año.

Esto significa que realmente tendremos que pagar este año 51.1 mmd, lo cual corresponde al 34.2 por ciento de la deuda externa total, aunque habría que admitir que una parte importante de esta amortización tiene implícito un refinanciamiento casi automático.  De aquí al año 2000, tendremos que pagar 78.0 mmd, lo que representa 52.1 por ciento de la deuda externa total.  Esto demuestra que a pesar de los múltiples esfuerzos del gobierno, nuestro perfil de deuda externa todavía no tiene mucha profundidad.

El gobierno ha presumido de que la deuda externa como proporción del PIB es relativamente favorable comparada con muchos países.  Sin embargo, la mayoría de estos países tiene una estructura temporal mucho más amplia que la nuestra.  Por ejemplo, de la deuda total de 149.6 mmd, únicamente 31.7 mmd, es decir el 21.2 por ciento, se debe de pagar en un horizonte mayor de 10 años.  Esto significa que se tendrán que amortizar 117.9 mmd dentro de los siguientes 10 años.

Por un lado, los refinanciamientos automáticos ayudan a sostener los flujos de capital.  La inversión extranjera directa va en aumento y se ve factible que la oferta de divisas seguirá creciendo al parejo de la demanda.  Por lo mismo, no debería de existir una depreciación muy marcada en el tipo de cambio.  Por otro lado, el déficit de la cuenta corriente seguirá creciendo como proporción del PIB a tal grado que si el gobierno no induce una desaceleración, podríamos observar un déficit superior al 5 por ciento para el año 2000.

Este conjunto de eventos significa que llegaremos al año 2000 en una situación de alta vulnerabilidad, aunque no necesariamente de desequilibrio.  Dado que se esperan elecciones muy competidas para ese año, el gobierno tiene que asegurar resultados económicos positivos para mantener sus posibilidades de un triunfo.  Sin embargo, si no existe una desaceleración en la economía y una depreciación más marcada en el tipo de cambio (que pudiera incrementar las presiones inflacionarias), la vulnerabilidad creciente podría llevarnos otra vez a una situación de crisis en la balanza de pagos.

Esto mismo hace necesario contar con una institución que pudiera manejar las políticas monetaria y cambiaria en forma independiente, sin mezclar las consideraciones políticas con la necesidad de evitar otra crisis.  Esta inquietud es la que está en el fondo de la ley que se presentó al Congreso.  Dado que la persona que está en el puesto reconoce esta necesidad, estamos en buen camino para evitar la crisis.  Pero seguimos resolviendo nuestros problemas con las personas adecuadas y no con las instituciones adecuadas.


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jueves, 2 de abril de 1998

Dos Visiones del Banco Central

 

Pulso Económico


Dos Visiones del Banco Central

Por: Jonathan Heath


El debate sobre el Banco de México continua en medio de una gran controversia y posiciones polarizadas.  Sin embargo, el concepto de fortalecer la autonomía obedece a una lógica mucho más amplia que el enfoque monetarista que tanto critica la izquierda.


Si examinamos el debate que se está llevando a cabo, encontramos que cada partido organiza sus coloquios sin que le interesen los puntos de vista del otro lado.  Por un lado, están los monetaristas que tienen un enfoque muy dogmático de los alcances de la política monetaria, y por el otro, los que por principios se oponen a este enfoque.

Tenemos dos extremos, incapaces de escucharse uno al otro, que únicamente quieren imponer su razón.  En una esquina están los proponentes de la iniciativa cuya visión es que la banca central no puede ejercer control directo sobre las variables reales de la economía, sino únicamente sobre los valores nominales de algunas variables.  En otras palabras, si el Banco trata de cambiar una variable clave de la economía, la inflación se ajustará de tal forma que el valor real de la variable quede igual.  Esta interpretación de la economía es conocida como el enfoque monetarista.

En la otra tenemos la visión que ve al banco central como la institución que controla el dinero de la economía y por lo tanto, tiene un poder dominante sobre la política económica.  Este enfoque establece que la política monetaria tiene un efecto importante sobre las variables claves de la economía y que la inflación se da por otro tipo de cuestiones.

Bajo la óptica de la primera, la autonomía de las autoridades monetarias es importante dado que los gobiernos se olvidan que el banco central no puede generar riqueza.  Por lo mismo, caen en la tentación de utilizarlo como instrumento de financiamiento y lo que producen son inflación e inestabilidad.  La autonomía busca aislar al banco de estas tentaciones.

La otra visión sostiene que se debería de tener un control directo sobre el banco central dado que se le puede dirigir para mejorar la justicia social.  Un banco autónomo puede llegar a tener objetivos diferentes al resto de la sociedad, lo cual no se puede permitir.

Bajo esta óptica se puede ver claramente por qué se asocia la autonomía con el enfoque monetarista.  Sin embargo, este no es necesariamente el caso.  Existen escuelas de pensamiento que no concuerdan con las posiciones monetaristas, pero que aun así están a favor de fortalecer la independencia.  En general, son personas con una visión muy pragmática de la economía y que han visto los resultados inflacionarios que produce el Banco Central cuando éste quiere abusar de su función dentro de la economía.

El caso más notable es el de Chile.  Los funcionarios del Banco central de Chile no han adoptado el esquema monetariasta dado que ellos sí piensan que se puede ejercer algún control sobre las variables reales de la economía.  En lo particular, ellos llevan a cabo sus políticas monetaria y cambiaria en función de un control sobre dos variables reales claves de la economía: la tasa de interés real y el tipo de cambio real.

Sin embargo, su pragmatismo los ha llevado a aprender de las experiencias que han tenido en el pasado, cuando tuvieron inflaciones sumamente elevadas (de cuatro dígitos).  Aprendieron que no se puede abusar de las funciones del banco central dentro de una economía y que es muy importante otorgarle su autonomía para aislarlo del gobierno.  El tiempo ha demostrado que su fórmula está funcionando.  Su inflación está ubicada actualmente por debajo del 6 por ciento anual y han tenido un crecimiento elevado sostenido.  Pero todavía más importante, lo han logrado sin ninguna crisis en su balanza de pagos, que como México, había sido su talón de Aquiles.

Otro ejemplo es el caso de Argentina.  En este caso se fueron un paso más allá de otorgarle la autonomía a su banco central, dado que además le impusieron reglas de convertibilidad de tal forma que casi desaparece tal y como lo conocemos aquí en México.  También sus resultados han sido muy positivos, aunque no se han escapado totalmente de los problemas asociados con su balanza de pagos.

Para poder convencer a los que se oponen al fortalecimiento del Banco Central, se tienen que producir resultados positivos.  Para esto no existe mejor prueba que la del sexenio.  Ahora con la política cambiaria en su poder, el Banco de México está obligado a seguir abatiendo la inflación en forma sostenida y mantener el funcionamiento normal de los pagos externos, es decir, de evitar una crisis en la balanza de pagos.  La propuesta no obedece únicamente a una lógica monetarista, sino también a un reclamo generalizado de la sociedad.


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La Marcha de la Economía

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