jueves, 25 de enero de 1996

¿Año de Elecciones, Año de Devaluación?

 

Pulso Económico


¿Año de Elecciones, Año de Devaluación?


Por: Jonathan Heath


El programa que tenemos con el Fondo Monetario Internacional (FMI) termina en agosto de este año, el gobierno tendrá que tomar la decisión de renovar el programa o darlo por terminado.  Parte de esta decisión involucra el apoyo financiero que hemos recibido a través del último año.  Sin embargo, también se debe considerar la vigilancia y condicionalidad que impone el FMI.

Para el gobierno mexicano, la vigilancia del FMI es una molestia.  La condicional le resta margen de maniobra a las decisiones de política económica.  Lo acepta porque necesita el apoyo financiero para afrontar los pagos al exterior y restablecer la confianza después de la devaluación.

Para el FMI, la vigilancia y condicionalidad son necesarios, dado que se tiene que asegurar que las acciones realizadas restablecen la estabilidad en la economía y se crean las circunstancias apropiadas para sostener sin interrupción los pagos al exterior.

Para la comunidad financiera internacional, esta vigilancia resulta importante, dado que no existe la confianza en la habilidad del gobierno mexicano de restablecer la estabilidad por sus propias acciones.  La credibilidad en la información que proporciona en forma regular se mermó, después de proporcionar en años anteriores información incompleta o desvirtuada.

A esta lista de interesados debemos agregar a la mayoría de los mexicanos.  Por un lado, muchos ven la condicionalidad del FMI como una violación a nuestra soberanía.  A ellos les interesa dar por terminado el actual.  Sin embargo, por el otro lado, muchos ven al FMI como una institución que nos asegura que nuestro propio gobierno no vaya a cometer de nuevo los mismos errores.  Para este grupo de gente, la confianza y credibilidad en su propio gobierno casi no existe.

Esta falta de confianza no es algo gratuito o accidental.  El gobierno se lo ha ganado a pulso a través de muchas devaluaciones durante los últimos veinte años.  Debemos reconocer que tenemos un sistema político que, independientemente del modelo económico que se aplica, hace que los políticos tomen decisiones equivocadas.

Durante la presidencia de Echeverría se aplicó un modelo de alta intervención gubernamental y de una economía cerrada.  Al final terminamos con una devaluación.  Durante la presidencia de López Portillo, utilizamos el petróleo como una garantía de una política de endeudamiento acelerado.  Terminamos con devaluación.  Con De la Madrid, se aplicó una política mixta con más regulaciones en ciertas áreas y menos en otras.  Durante su sexenio hubo tres devaluaciones.  Finalmente con Salinas, vimos una economía abierta, sin déficit fiscal.  También terminó con una devaluación.

En todo este tiempo, lo único que no cambió fue el sistema político. ¿Qué hemos hecho para evitar que los políticos no tomen las mismas decisiones equivocadas que resultan en una devaluación?

Recuerden lo que pasó entre 1983 y 1985.  En 1983 aplicamos una política restrictiva para ayudar a que la economía se ajustara al choque devaluatorio de 1982.  Terminamos con una caída importante en el poder adquisitivo de la población.  A mediados de 1984, el gobierno empezó a gastar más y a relajar la política económica, con miras a restablecer el crecimiento a tiempo para elecciones en 1985.  Dos semanas después de estas elecciones, el gobierno volvió a devaluar y a aplicar una política restrictiva.

La vigilancia del FMI va a terminar exactamente un año antes de las elecciones de 1997.  El gobierno va a estar bajo mucha presión por el combate electoral que se avecina como nunca antes.  ¿Qué garantías tenemos que no se van a tomar otra vez las mismas decisiones equivocadas?  ¿Qué hemos hecho hoy para evitar la devaluación de 1997?

Pudiera parecer muy cínico pensar en estos momentos en una devaluación el año entrante.  Sin embargo, el gobierno nos ha enseñado que así es como deberíamos pensar.  Ya sabemos que no basta con cambiar el modelo económico.  Existen hoy en día los mismos motivos políticos de siempre que orillan a tomar las mismas decisiones.

En lo que va del año, el tipo de cambio se ha apreciado.  El gobierno plantea un tipo de cambio parecido de 7.70 para el año, dos pesos por debajo del tipo de cambio al final del año pasado.  Esto implica una apreciación real muy fuerte, que es un elemento esencial para reducir la inflación durante el año.

Al mismo tiempo, estamos observando un regreso incipiente de capitales al país.  De continuar, el tipo de cambio dejará de depreciarse más y la proyección de 7.70 pudiera ser factible.  Esto significa que pudiéramos llegar a principios de 1997, año de elecciones, en una situación muy vulnerable, similar a 1985.  En ese momento, las autoridades tomarán sus decisiones en base a las elecciones de mediados del año y no en base a lo que conviene económicamente.

Estamos a muy buen tiempo de evitar esta situación.  Sería el colmo que nos vuelven a sorprender dormidos.  Sin embargo, son cambios políticos y no económicos los que se tienen que aplicar.


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jueves, 18 de enero de 1996

El Pago Pendiente a los Estados Unidos

 

Pulso Económico


El Pago Pendiente a los Estados Unidos


Por: Jonathan Heath


El problema de la amortización de Tesobonos por más de 29 mil millones de dólares (mmd) quedó resuelto el año pasado gracias a la ayuda de la comunidad financiera internacional.  A través del programa de rescate financiero, los gobiernos de Estados Unidos y Canadá, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, otorgaron a México suficientes recursos para afrontar satisfactoriamente todas las obligaciones existentes.  Ahora, en 1996, tenemos un perfil de amortización normal que podemos pagar sin  ningún problema.

Durante todo el año no tenemos que realizar ninguna amortización del dinero recibido, más que 1.3 mmd de un “swap” de corto plazo que vence el 29 de enero.  Como parte del programa de rescate, el gobierno de Estados Unidos otorgó a México 2 mmd, el 2 de febrero del año pasado; la mitad provino del Departamento del Tesoro y otra mitad de la Reserva Federal.  Este préstamo fue un swap de tres meses a una tasa de 5.25 por ciento, que se renovó por otros tres meses en mayo y en agosto.

Sin embargo, en octubre el gobierno de los Estados Unidos no renovó el swap completo, sino exigió a México que pagáramos una parte.  De esta forma, se pagaron 700 millones de dólares el 11 de octubre y se otorgó una extensión de tres meses más a los 1.3 mmd restantes.  Ahora debemos pagar este monto el 29 de enero, o bien, conseguir una extensión adicional.

Este pago no debe resultar oneroso para México, ya que tenemos reservas suficientes para afrontarlo, además de que el FMI otorgó a México 1.7 mmd adicionales en diciembre pasado.  Dado el régimen cambiario existente, el pago no debe afectar el precio del dólar, ni crear presión alguna sobre los mercados financieros.  Sin embargo, esta deuda esta representando problemas a la comunidad financiera internacional.  ¿Por qué?

El problema radica en la relación existente entre el FMI, el gobierno de Estados Unidos y los países europeos.  Si México realiza el pago, lo haríamos con dinero de las reservas, que son casi en su totalidad pasivos con el FMI.  En otras palabras, México le pagaría a Estados Unidos con dinero del FMI, lo cual esta causando irritación entre los países europeos.

Para los europeos, los recursos del FMI son para resolver los problemas de todos los países miembros.  En este momento, México está muy por encima de su cuota permitida y no ven por qué el FMI debe pagar una deuda a los Estados Unidos.  El gobierno de Estados Unidos fue el autor del paquete y se lleva todo el crédito, pero utiliza al FMI para que le pague su participación.  Ellos reclaman que Estados Unidos renueve la línea de crédito y que México no utilice los recursos del FMI para pagarlo.

Para Estados Unidos, el problema radica en la percepción política de los votantes en un año de elecciones.  Desde un principio no fue bien recibida la ayuda que otorgó Clinton a México.  El prepago de los 700 millones de dólares fue exigido por su gobierno para disminuir las críticas en su contra.  Ahora que inicia la plena campaña para su reelección, Clinton no puede permitir las criticas por renovar el préstamo otra vez.  En cambio, si México paga la totalidad a fines de este mes, Clinton podrá afrontar a su oposición argumentando que el préstamo a México sí funcionó.

El FMI se encuentra justo en medio de esta discusión.  Tanto Estados Unidos como los europeos son miembros con pleno derecho en el consejo del FMI.  La discusión no tiene una solución fácil, ya que involucra puntos inclusive filosóficos del papel que debe desempeñar la propia institución.  Al final de cuentas, todo parece indicar que el gobierno norteamericano no renovará la línea de crédito y México pagará lo que debe al final del mes.

Es importante recalcar que el pago no debe perjudicar a nuestro país.  Si nos renuevan el préstamo, a la tasa actual de 5.25 por ciento, lo aceptaríamos con gusto.  Sin embargo, tenemos las reservas disponibles y no representaría una distorsión en el mercado cambiario la realización del pago.  El único problema que pudiera causar sería de expectativas.  Si existiera una percepción por parte del mercado de que la disminución en reservas implicaría una escasez de divisas, podríamos pensar en un aumento en la demanda de dólares que se reflejaría en un tipo de cambio más elevado.  Sin embargo, sería un efecto menor y pasajero.

Lo interesante de esta situación, es que ahora amortizar o no este año lo que debemos, ya no es problema de nosotros, sino más bien de la comunidad financiera internacional.  No obstante, pesará mucho sobre los casos futuros que se presentarán en otros países.


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jueves, 11 de enero de 1996

La Evaluación de la Política Monetaria

 

Pulso Económico


La Evaluación de la Política Monetaria


Por: Jonathan Heath


Ahora que el Banco de México ha reportado sus cifras finales de 1995, podemos observar el incumplimiento en varias de las metas trazadas para el año.

Cuando el Banco de México delineó sus metas para el año pasado, se estableció un programa de política monetaria consistente con un aumento de 17.5 por ciento en la base monetaria.  Dado que el Banco Central no puede controlar completamente la base monetaria, se acordó con el FMI, establecer metas por separado sobre la expansión del crédito interno neto, que sí controla, y el aumento en las reservas internacionales, que no controla.

Mientras observamos el incumplimiento en estas metas individuales, la expansión de la base monetaria durante el año terminó muy cerca del 17.5 por ciento.  Con una inflación estimada en 52 por ciento para el año, esta expansión nominal se convierte en una contracción cercana al 23 por ciento en términos reales.  En este sentido, no podemos decir que la mayor inflación observada durante el año (52 por ciento comparado con la meta del 42 por ciento), fue producto del incumplimiento de las metas.

Después de traducir las definiciones del Banco de México a las equivalencias del FMI, encontramos que la expansión del crédito interno neto del año quedó cerca de los 30 mil millones de pesos.  Esta cifra es sustancialmente superior al techo establecido de 10 mil millones de pesos-  al mismo tiempo, observamos que las reservas internacionales netas (según el FMI) disminuyeron cerca de 2.9 mil millones de dólares (18.4 mil millones de pesos) en el año, también por debajo de la meta de no perder reservas.

Sin embargo, si sumamos  la expansión del crédito neto al flujo (negativo) de reservas, encontramos que la expansión en la base monetaria fue de 17.3 por ciento.  En otras palabras, dado que el Banco Central no pudo acumular suficientes reservas durante el año (para cumplir con la meta), compensó la diferencia con expansión adicional del crédito interno neto.  De no haberlo hecho, la cantidad de liquidez en la economía hubiera sido todavía menor, causando un aumento mayor en las tasas de interés.

Al final de cuentas, el FMI justificó el fracaso del cumplimiento de la meta-techo del crédito interno, a través del hecho de que no se pudieron acumular suficientes reservas.  Al examinar esta situación a fines del año pasado, el FMI llegó a la conclusión de que el incumplimiento se justificaba.  En consecuencias, se llevó a cabo la siguiente entrega de fondos de la institución al gobierno mexicano.

Bajo un régimen de flotación como el de hoy en día, l Banco cede el control sobre el tipo de cambio, pero asume control sobre la inflación a través de la base monetaria.  Al ajustar el crédito interno neto, el Banco busca evitar variaciones no deseadas en la base monetaria.  La base es el componente principal de los agregados monetarios, que a su vez puede causar presiones inflacionarias si se permite un aumento no deseado.

En este sentido, el Banco Central estima la demanda de dinero que existe diariamente en la economía y ajusta la oferta, evitando así desequilibrios.  Aunque fallaron las autoridades en el cumplimiento de la meta del crédito interno, mantuvieron la expansión de la base monetaria dentro de los lineamientos necesarios para evitar presiones inflacionarias.

La falla en contener la inflación por debajo del 42 por ciento, no se debió a una expansión inadecuada del crédito interno, sino más bien a las presiones ocasionadas por la depreciación brutal del tipo de cambio, debido, a su vez, a la ausencia repentina de flujos de capital hacia el país.

Por otro lado, aunque se pudieron reconstituir las reservas internacionales brutas, no se pudo provocar una acumulación más allá de los recursos prestados por el FMI.  En parte, esto se debió al mismo régimen del tipo de cambio.  Hoy en día, si existe una mayor oferta de dólares, el ajuste se hace a través del tipo de cambio y no de una acumulación de divisas.  Sin embargo, la razón principal fue la amortización tan grande de Tesobonos que se tuvo que realizar durante el año y las expectativas no tan alentadoras sobre la recuperación de la economía.

Aunque parecía tener éxito la política de estabilizar el tipo de cambio hacia mediados de año, a partir de septiembre pasado, se observó de nuevo una depreciación adicional del tipo de cambio, en un ambiente de mucha inestabilidad.  Al mismo tiempo, se falló en la intención de buscar una declinación consistente en las tasas de interés como resultado de la formación de expectativas de inflación a la baja.  De hecho, la inflación observó un repunte significativo a partir de septiembre.

¿Fue culpa de la política monetaria?  En forma directa, no.  La política fue consistente a través del año y evitó una expansión innecesaria en la base monetaria.  Sin embargo, indirectamente sí lo fue.  Dado que todavía no se ha logrado una mejoría en la credibilidad y la confianza, los eventos fortuitos causa un impacto mayor sobre las expectativas y presionan a su vez la inflación.

No obstante, la credibilidad se puede lograr únicamente a través del tiempo.  Si el Banco de México mantiene una política transparente, cumpliendo cabalmente sus metas, la confianza regresará poco a poco.  Pero para esto es necesario mejorar aún más la política de divulgación.


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jueves, 4 de enero de 1996

Las Perspectivas de 1996

 

Pulso Económico


Las Perspectivas de 1996


Por: Jonathan Heath


Una de las conclusiones más importantes a la que podemos llegar después de examinar el año pasado, es que los principales resultados fueron consecuencia de errores de política económica cometidos en años anteriores y no de malas políticas instrumentadas durante el año.  Entender a fondo esta distinción es crucial.

El evento singular que más tuvo que ver con lo que pasó en 1995 fue la ausencia repentina de flujos de capital.  Esta caída enorme en el ahorro externo causó un desplome en la inversión, que a su vez fue el elemento catalizador de la gran recesión.  En el mismo sentido, la desaparición de recursos externos causó una escasez de divisas, que causó una depreciación aguda en el tipo de cambio.  El aumento tan fuerte del precio [en pesos] del dólar fue lo que causó el retorno a una mayor inflación.  Claro está, la pérdida de confianza por parte de los inversionistas ayudó a profundizar la crisis.

En este sentido, la pregunta más relevante que tenemos que responder, para asentar las perspectivas para este año, es si el desplome de los recursos del exterior va a continuar o no.  Si existe un desplome igual este año, las perspectivas podrían ser peores de lo que fue 1995.  Sin embargo, si no vuelve a ocurrir otro desplome igual, difícilmente podríamos pensar que 1996 será un año tan negativo como fue el año pasado.

Antes de contestar la pregunta, conviene entender algunos puntos básicos.

Primeramente, la fuente más grande de salidas de capital durante el año pasado (la amortización de los Tesobonos), ya no se presentará este año.  Durante el año pasado se liquidaron cerca de 29 mil millones de dólares, resolviendo el problema de una maduración enorme de deuda en el muy corto plazo.  En el mismo sentido, la fuente de entradas de capital más importante de 1995 (que fue la ayuda financiera internacional), tampoco se presentará.

Segundo, un superávit en la cuenta de capital es necesario únicamente si existe un déficit en la cuenta corriente.  Si existe un déficit pequeño, entonces un superávit pequeño en la cuenta de capital será ineludible.  Suponiendo que no habrá un cambio importante en las reservas internacionales (dado el régimen cambiario de flotación), entonces las dos cuentas tienen que sumar cero.

Tercero, cuando ocurre un desplome repentino de entradas netas de capital, el proceso necesario de ajuste en la economía es de una vez por todas y no un proceso continuo.  La economía tiene que ajustarse a un nuevo conjunto de precios relativos (causado principalmente por el cambio drástico en el tipo de cambio) y a un nuevo nivel de ahorro (derivado de la ausencia de flujos de capital).  Ya que este proceso de ajuste concluye, entonces la economía podrá empezar a crecer de nuevo, aunque de un nivel más bajo, y la inflación podrá iniciar una nueva tendencia a la baja.

Durante este año, deberíamos observar un flujo moderado de entradas de capital.  Habrá algunas colocaciones internacionales, habrá un flujo importante de inversión extranjera directa y habrá un retorno incipiente de inversión de portafolio.  Estas entradas deberían ser suficientes para financiar las salidas normales que habrá en forma de amortización de capital.  Dado que no nos enfrentaremos a una amortización extraordinaria (como en 1995), podríamos pensar en un pequeño superávit en la cuenta de capitales.

Aunque seguirá siendo una entrada sustancialmente menor a la de 1994, no será un descenso con respecto a 1995.  Siempre y cuando la economía se haya ajustado a la nueva situación (un nivel de ahorro más bajo y un conjunto de precios relativos diferentes), no tenemos por qué seguir dentro de la recesión.

Tomando en cuenta todo esto, el costo tan elevado que tuvimos que pagar durante 1995, no tiene por qué continuar con la misma fuerza durante este año.  Podríamos observar el regreso a un crecimiento económico, aunque a tasas mesuradas.  Igualmente, podríamos observar una caída en la inflación, aunque a un paso también moderado.

Sin embargo, los efectos de la crisis se seguirán sintiendo en distintas formas por muchos años más.  Pero esto no tiene que ver tanto con los efectos de la devaluación, sino más bien con los de la transición de una economía cerrada a una economía abierta.  Muchas empresas seguirán buscando incrementar su productividad a través del empleo de menos gente.  Otras empresas seguirán quebrando al no poder obtener un nivel mínimo de competitividad.  La recuperación moderada que podemos esperar sin duda no generará muchos empleos, lo cual obstaculizará una recuperación rápida en el poder adquisitivo de la población.

En conclusión, podemos esperar una recuperación moderada, pero difícil para este año.  Lo más triste es que no presentará una solución para millones de mexicanos que han perdido su empleo y visto mermado su poder adquisitivo.


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