Pulso Económico
¿Cuál debería ser el Régimen Cambiario?
Por: Jonathan Heath®
A raíz de la devaluación del año pasado y del nuevo régimen cambiario de flotación, ha surgido un nuevo debate nacional en torno a la política cambiaria. Los medios de comunicación han contribuido significativamente a la discusión al subrayar las aparentes diferencias de opinión entre el Banco de México y la Secretaria de Hacienda, haciendo ver que existe cierta controversia. Son muchos los puntos de vista de diferentes analistas, funcionarios, empresarios y líderes de opinión.
El Banco de México ha dejado muy claro su punto de vista. En el corto plazo, ante la dificultad de instrumentar casi cualquier alternativa, debemos mantener el régimen de flotación. Sin embargo, más adelante conviene seguir esta misma política, ya que es la que más se puede acercar a una valuación correcta del peso. No conviene mantener un tipo de cambio constantemente subvaluado, ya que dificulta el abatimiento inflacionario, representa un subsidio a las exportaciones y estimula la exportación de capital, que es un bien escaso en nuestra economía.
Conviene aclarar que el encauzamiento del Banco Central es el que se denomina enfoque monetario de la balanza de pagos. Esto significa que toma en cuenta todas las fuentes y usos de divisas, es decir, toda la oferta y demanda de dólares, para determinar el precio de equilibrio. Esto es diferente al enfoque de la paridad del poder adquisitivo, que se limita a encontrar un tipo de cambio que pudiera equilibrar únicamente la balanza comercial y que se determina en forma muy subjetiva, a través de las diferencias de inflación entre México y el exterior. Este último enfoque es el que utiliza la mayoría de las personas para determinar si el tipo de cambio está sub o sobre valuado, no obstante, que es muy simplista y muchas veces lleva a conclusiones erróneas.
Por otro lado, está la posición aparente de Hacienda y del Presidente Zedillo, quienes sostienen que el régimen cambiario debe otorgar una ventaja continua a las exportaciones (Primer Informe de Gobierno) y que debe dar certidumbre tanto nominal como real (Plan Nacional de Desarrollo). Muchos han interpretado esto como el anuncio de un eventual cambio a un régimen similar al de Chile en donde se fijan las bandas en terminos reales.
En muchas ocasiones me he referido a los problemas que pueden ocasionar tanto una política sistemática de subvaluación como de sobrevaluación. Tal y como lo dije aquí el pasado 10 de agosto, lo que más aconsejable es un tipo de cambio real bien valuado. En otras palabras, ni sobre ni sub valuado. Sin embargo, el problema fundamental es cómo saber cuál es la valuación correcta y después qué hacer para mantenerla.
Debe quedar bien claro que la paridad del poder adquisitivo no funciona para determinar el tipo de cambio real de equilibrio. Es decir, tomar el diferencial de inflación entre México y el resto del mundo y sumar lo a lo que alguien cree que fue un tipo de cambio ideal tiempo atrás, es demasiado simplista. El tipo de cambio real de equilibrio no es constante a través del tiempo. Es muy diferente el equilibrio de una economía cerrada al de una economía abierta. Es muy diferente cuando existen flujos de capital a cuando no existen. Es muy diferente cuando hay cambios fundamentales en la productividad. Es muy diferente cuando un país tiene un nivel elevado de ahorro interno a cuando no lo tiene. En otras palabras, son muchas las variables que influyen sobre el equilibrio en el mercado de divisas: la inflación, el salario, la productividad, los flujos de capital, el ahorro, los niveles de infraestructura, la tecnología, el grado de apertura, las desregulaciones e inclusive el déficit público. El tipo de cambio teórico que resulta de los cálculos de la paridad del poder adquisitivo, está suponiendo que todas estas variables son constantes a través del tiempo, cuando no lo son. Si tiene tantas dificultades esta forma de calcular la valuación del tipo de cambio, ¿por qué lo sigue usando la gran mayoría de la gente (incluyendo analistas sofisticados)? La razón principal es que es la única forma sencilla que resulta con un porcentaje específico de sub o sobre valuación.
Al final de cuentas, el tipo de cambio es el precio del dólar y como cualquier otro mercado, tiene su oferta y su demanda. Lo que queremos determinar es cuál es el precio de equilibrio de este mercado. Lo que debemos hacer es tratarlo como cualquier otro bien y dejar que el mercado determine su precio. La experiencia nos ha demostrado una y otra vez que nadie puede determinar un mejor precio que el propio mercado. Esto es el equivalente a utilizar un régimen de flotación.
El siguiente problema es cómo aseguramos que el tipo de equilibrio (ya determinado por el mercado), se quede donde debe estar y que no se provoque una situación en la que esté mal valuado. En ocasiones pasadas se han puesto bandas para limitar las fluctuaciones. Sin embargo, esta política simplemente restringe la posibilidad de ajuste al tipo de cambio, cuando su valuación cambia hacia afuera de la banda. Tenemos que recordar que el nivel de equilibrio no es un concepto constante o fijo y que varia según las circunstancias mencionadas anteriormente. En este sentido, una política de flotación le permite la flexibilidad necesaria para cambiarse de un nivel de equilibrio a otro.
¿Cuáles son las objeciones a un régimen de flotación? Primero, que los exportadores quieren una subvaluación continua. Pero ya vimos los perjuicios de esta política. Segundo, que no brinda certidumbre. Sin embargo, ya vimos que un tipo de cambio de flotación no necesariamente implica cambios constantes muy grandes. La variación observada en nuestro tipo de cambio durante los últimos tres meses ha sido sustancialmente menor a la variación del yen o del dólar en los mercados mundiales. En mi opinión y para concluir, el régimen cambiario apropiado para nuestro país es el de flotación.
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