Pulso Económico
El Abatimiento Inflacionario
Por: Jonathan Heath®
Hace tres días El Banco de México dio a conocer las cifras de inflación para la primera quincena de julio. Tal y como se comenta en el Boletín de Prensa, la cifra publicada de 1.01 por ciento resulta ser la más baja de todas las quincenas transcurridos durante 1995. Con este resultado y una inflación esperada para la segunda quincena entre 0.40 a 0.98 por ciento, podemos anticipar una inflación del mes entre 1.9 y 2.1 por ciento (supongamos 2.0 por ciento). Esta cifra implica una inflación anualizada de 26.8 por ciento, comparado con la inflación de 8.0 por ciento que observamos en abril, que representó una inflación anualizada de 151.8 por ciento.
Sin lugar a dudas, el impacto de la inflación resultante de la devaluación empieza a disiparse en forma importante. Este tipo de inflación es una corrección en los precios de una vez por todas, es decir, una corrección en la estructura de precios relativos. Un precio relativo es el precio de un bien en términos de otro, por ejemplo, el precio de un litro de leche expresado en kilos de tortillas. La devaluación provoca un cambio en uno de los precios relativos más importantes de la economía, que es el del dólar, y que por lo tanto, de entrada afecta los precios de todo lo que importamos. De aquí que todos los productos que contengan insumos importados se ven afectados. La última rinda de precios son en aquellos productos y servicios, que sin tener insumos importados, buscan subir de precio para compensar la pérdida de ingresos que pudiera representar. Sin embargo, las mismas fuerzas de mercado no permiten aumentos muy marcados en ciertos bienes porque disminuye su demanda en forma más que proporcional.
Aunque este reacomodo de precios es de una vez por todas, las correcciones se realizan en etapas y como consecuencia su duración es de meses. Sin embargo, lo que provocó el impacto en una primera instancia ya no sigue ejerciendo presión, por lo que tiene un impacto temporal. Esto ocurre siempre y cuando no se validen mayores presiones inflacionarias a través de aumentos salariales o de un déficit fiscal. Dado que el gobierno tiene un pequeño superávit en sus finanzas, los aumentos salariales se han contenido y el Banco de México esta aplicando una política monetaria restrictiva, la inflación que hemos observado como consecuencia de la devaluación se va abatiendo.
Al final de cuentas, lo que queda es un nivel general de precios mayor a la que teníamos el año pasado, con una estructura de precios relativos diferentes. Los precios, siendo señales del mercado sobre que es escaso y que abunda, nos transmite ahora un mensaje diferente a la del año pasado: en general, los productos o servicios importados o elaborados con insumos importados van a costar más porque las divisas son escasas.
Esta experiencia es muy diferente a la de 1982-83, cuando al inflación aumentó en una forma mucho más marcada después de las devaluaciones de 1982. Esto fue porque no se aplica una política económica adecuada para contener la inflación. Después de la devaluación de febrero de 1982, el gobierno respondió con un aumento salarial de emergencia de 10 a 30 por ciento, provocando una inflación mayor que neutralizó por completo el aumento salarial. La lección de aquel momento fue que, desafortunadamente, los salarios reales no se pueden aumentar por decreto.
Dado que la política monetaria y fiscal, junto con los aumentos salariales, han sido adecuadas para abatir la inflación, ¿qué podemos esperar en materia de la inflación para el resto de este año y el año entrante? El mismo Banco de México ha dicho que espera tasas de inflación promedio mensual alrededor del 2 por ciento para la segunda mitad del año. Si esto es cierto, la inflación acumulada entre julio y diciembre sería del 12.6 por ciento, que sumado a la acumulada del primer semestre (33.0 por ciento), tendríamos una inflación anual (de diciembre a diciembre) del 49.8 por ciento.
Si esta misma inflación no disminuye (ni aumenta), tendríamos una inflación el año entrante de 26.8 por ciento. Si alguien espera que la inflación del año entrante sea mayor al 27 por ciento, entonces esta esperando que se renueven las presiones inflacionarias.
Parece ser factible esperar la inflación promedio del 2 por ciento por el resto del año, con aumentos por motivos estacionales en septiembre y diciembre. Sin embargo, podríamos pensar que este 2 por ciento sería el techo y que la inflación promedio podría ser tan baja como 1.5 por ciento. Si esto fuera el caso, el piso de inflación para este año sería de 45.4 por ciento. No obstante, esto significa que tendríamos que observar algunos meses de inflación por debajo del promedio para compensar los meses que sabemos que por motivos estacionales van a quedar arriba (enero, septiembre y diciembre).
Si el piso de la inflación de 1.5 por ciento mensual es la que se observaría durante todo el año entrante, es factible terminar el año de 1996 con una inflación menor al 20 por ciento (19.6). Esto significa que la meta original del programa de emergencia (19 por ciento), anunciada el pasado 3 de enero, podría ser factible para 1996.
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