jueves, 13 de abril de 2000

Elementos para una Política Alternativa

 

Pulso Económico


Elementos para una Política Alternativa


Por: Jonathan Heath


La Alianza por México prepara una propuesta de política económica alternativa para el desarrollo económico sustentable con equidad social.  ¿Qué elementos debería de contener?

Fui invitado al Foro Nacional del Nuevo Rumbo de la Nación para expresar mi opinión sobre una política económica alternativa.  Aprovecho este espacio para resumir mis comentarios vertidos en ese foro.

En el transcurso de la década de los sesenta, México tuvo un crecimiento económico superior al 6 por ciento promedio por año, con una inflación similar a la de Estados Unidos.  El tipo de cambio con relación al dólar era fijo y no presentaba signo alguno de sobrevaluación.  La razón principal eran las políticas prudentes, tanto monetaria como fiscal.  No teníamos una deuda externa elevada y nuestra balanza de pagos era totalmente manejable.  De una forma u otra, parecía que existían en esa época muchas de las condiciones que hoy anhelamos.

Sin embargo, a partir del sexenio de Luis Echeverría se abandonaron las políticas macroeconómicas prudentes y se buscó un desarrollo compartido.  Desgraciadamente, incurrimos en políticas de endeudamiento, tanto internas como externas, que simplemente no eran sostenibles.  En muchos aspectos hubo mejorías, pero no fue posible seguir por el mismo camino por los desequilibrios generados.

En retrospectiva, se cometieron muchos errores.  Pero esos errores no invalidan los objetivos perseguidos, es decir, la búsqueda de un desarrollo compartido.  Este objetivo no es muy diferente a lo que hoy llamamos un desarrollo económico sustentable con equidad social.

¿Por qué se abandonó la estabilidad económica de los sesenta?  Antes que nada habría que señalar que el abandono no fue a propósito, es decir, no se buscó abandonarlo, sino más bien transformar el desarrollo estabilizador en un desarrollo compartido, lo cual era totalmente válido.  Si examinamos la situación a fines de los sesenta, encontramos a un México con problemas importantes.  Una proporción muy elevada de la población vivía en condiciones de pobreza.  Existía una distribución muy inequitativa del ingreso.  Había situaciones que requerían de atención inmediata por parte del gobierno y que el sector privado, el mercado o la mano invisible no iban a arreglar.

Por lo mismo, se decidió que el único que podría asumir la responsabilidad era el gobierno.  No podíamos pensar en un gobierno pasivo, no involucrado en la solución.  Hoy podemos decir que la solución aplicada en ese momento no fue la adecuada.  Pero, repito eso no significa que los objetivos perseguidos no eran correctos.

Posteriormente, cuando la inestabilidad macroeconómica nos agobiaba, buscamos la estabilidad.  Hubo un momento, por allí de los ochenta, que parecía que era más importante abatir la inflación y estabilizar al país, que resolver los problemas más apremiantes de inequidad, de pobreza y de injusticia social.  Sin embargo, era virtualmente imposible resolver estos problemas en un ambiente de inestabilidad.

Unos recuerdan las lecciones de haber abandonado la estabilidad de los sesenta y dicen que jamás deberíamos olvidar la importancia de la disciplina fiscal y monetaria.  Otros dicen que las lecciones más importantes son las de los últimos dos sexenios, cuando se creó una confusión tremenda entre fines y medios, y se puso como fin llegar a una economía de mercado, ya que todo se resolvería automáticamente.

Hoy estamos ante una oportunidad que no se ha presentado desde hace mucho tiempo.  La economía está relativamente cerca de la estabilidad anhelada y la economía empieza a crecer de nuevo.  Parece ser un buen momento para establecer una política económica que realmente pueda combinar el desarrollo económico sustentable con equidad social.  Definitivamente no queremos una política que anteponga la importancia del mercado o que piense que el mercado puede solucionar los problemas de la pobreza o del rezago educativo.  Sin embargo, tampoco queremos una política económica que vuelva a crear inestabilidad, inflación, endeudamiento y demás problemas que pudieran surgir si ignoramos las fuerzas del mercado.

En otras palabras, para construir esta nueva política económica necesitamos recordar todas las lecciones del pasado y no nada más algunas.  No podemos ser selectivos.  Queda claro que el mercado no resuelve todo y que no podemos tener una política económica que piense lo contrario.  Sin embargo, es igual de absurdo pretender ignorar las fuerzas del mercado y pensar que la ley de la oferta y la demanda no existe.  Busquemos equilibrios.  Busquemos soluciones.  Dejemos de ser dogmáticos, tanto de un extremo como el otro.


Comentarios y observaciones al email: heath@infosel.net.mx


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