martes, 8 de febrero de 2000

La UNAM: ¿y ahora qué?

 

Pulso Económico


La UNAM: ¿y ahora qué?


Por: Jonathan Heath®


Queda claro que la liberación de las instalaciones de la UNAM es apenas el primer paso en un conflicto político de mucha profundidad y trascendencia.  Si queremos resolver el problema democráticamente, hay que proceder con cautela e inteligencia.

Después de una amplia lectura de las múltiples notas, columnas y editoriales en torno al desalojo de los paristas, queda claro que la sociedad está dividida en cuanto al uso de la fuerza pública y de las diversas resoluciones que se han dado en respuesta al conflicto.  Por lo pronto, se han eliminado los extremos como posibles soluciones.  Por un lado, no se dejó que el paro siguiera de manera indefinida, ni se entregó a los paristas el control total de la institución.  Por el otro, tampoco se hizo caso a las voces del otro extremo, como la de la Coparmex, que pedía que simplemente se cerrara por un par de años.

En el fondo tenemos un problema mucho más complejo que el contenido del pliego petitorio del CGH.  Está bajo discusión el esquema educativo del país, incluyendo los conceptos vertidos en el Artículo Tercero de la Constitución.  No podemos darnos el lujo de ignorarlo por más tiempo, ya que hemos observado un gran deterioro en la calidad de la educación superior en el transcurso de las últimas dos o tres décadas, junto con una demanda creciente de una mano de obra calificada como resultado del crecimiento demográfico y el inevitable proceso de la globalización.  Todos sabemos que la mayor parte de las respuestas para resolver nuestros problemas de pobreza y de distribución del ingreso radican en la labor educativa.  Por lo mismo, necesitamos encontrar fórmulas que incrementen la cantidad y calidad de la educación.

Es muy romántico hablar de una educación verdaderamente universal y abierta para todos.  Más aún es hablar de una educación totalmente gratuita a todos los niveles.  La educación universitaria es elitista por definición.  Simplemente entrar a una universidad lo coloca a uno en el 10 por ciento más afortunado del país.  Por lo mismo, no resulta muy equitativo que el Estado le proporcione esta educación totalmente gratuita a este estrato de la población habiendo tantas necesidades insatisfechas en los demás segmentos.

En el corto y mediano plazos todos salimos perdiendo por la huelga en la UNAM.  La mayor parte de la sociedad, que parecía no respaldar las ideas de los paristas, tuvo que aceptar acciones que van en detrimento de la excelencia académica.  Los egresados de la universidad perdieron, no solamente un año de estudios, sino además el rechazo creciente que vendrá del sector empresarial.  La gran mayoría de las empresas tendrán una preferencia más marcada que antes por egresados de universidades privadas.  Los paristas perdieron al ver su lucha truncada por la opinión pública en contra y porque no pudieron convertirse en mártires ante la ausencia de un desalojo violento.  El gobierno se vio paralizado ante un grupo minoritario sin saber que hacer por mucho tiempo.

Sin embargo, todavía queda el espacio para que ganemos en el largo plazo, siempre y cuando como sociedad, podamos dirigir el conflicto hacia un diálogo constructivo, en el cual se pueden dirimir las diferencias.  Pero para que pueda suceder, todas las partes involucradas tienen que estar dispuestas a escuchar y entender los argumentos contrarios.

Los paristas y padres de estudiantes que los apoyaban tienen que entender que nadie está (por lo menos seriamente) proponiendo la privatización de la educación pública superior.  Cuotas voluntarias, o por lo menos diferenciadas, es una forma (no la única) de sufragar parte de los gastos de la educación.  Se necesitan diferentes mecanismos complementarios ya que erario público no es ilimitado y nos enfrentamos a un sinnúmero de necesidades.  Al mismo tiempo, necesitamos mejorar la calidad misma de la educación, lo cual difícilmente se va a lograr sin exigencias académicas.

No queda claro que la democratización de la UNAM sea el camino óptimo.  La mayoría de las instituciones de educación superior en el mundo no tienen una apertura al grado de que la opinión de los estudiantes sea importante.  El estudiante va a que le enseñen, no a decir lo que quiere aprender.  Los programas de estudio deben ser decisiones de los maestros y de los egresados que ya saben qué sirve y qué no.  Sin embargo, todo apunta a que la democratización es la solución política, ya que una vez abiertos los espacios es más difícil retroceder que avanzar.  Por lo mismo, es necesario constituir el congreso universitario y buscar las soluciones mediante este foro.

Para esto, será importante no transitar al otro extremo y rechazar de entrada lo que quieren los paristas.  Sus inquietudes de fondo son válidas, aun cuando sus soluciones no parecen a muchos resolver algo, e inclusive, complican aún más la situación.  ¿Cómo podemos asegurarnos que la educación universitaria pueda ser accesible a todos?  Cualquiera que sea la solución, necesita el apoyo de la mayoría de la sociedad, sin que se cause perjuicio a las minorías.

Al final de cuentas, el episodio de la huelga realmente demuestra avances.  Primero, buscó el dialogo, aun sabiendo que había violaciones a la ley.  Después se convocó a un plebiscito para asegurar el respaldo de la mayoría.  Finalmente, cuando parecía que ya no había más camino, se utilizó la fuerza pública pero sin el empleo de armas.  En el transcurso siempre hubo una libertad plena para opinar.  Cuando finalmente se recurrió al desalojo se hizo mediante la observación de la Comisión de Derechos Humanos y bajo la presencia de los medios.  Unos piensan que el gobierno tardó en resolver el conflicto.  Sin embargo, de haber hecho lo mismo meses antes, no hubiera dejado la oportunidad a que se agotara la posibilidad del diálogo.  Al haber esperado, se permitió que el apoyo a los paristas se fuera desvaneciendo.

En otros tiempos no se hubiera pedido la opinión a nadie, ni se hubiera informado a nadie, simplemente se hubiera aplicado la fuerza para imponer una resolución.  Sin lugar a dudas, empiezan a surgir más balances y contrapesos en la sociedad.  Esto es positivo.

A pesar de haber desalojado el campus universitario, ahora viene lo más difícil: reconstruir a la universidad, fortalecerla como institución y transformarla en algo que responda a las necesidades de la sociedad.


Sugerencias y comentarios al email: heath@infosel.net.mx


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