martes, 15 de febrero de 2000

El Estado de la Economía

 

Pulso Económico


El Estado de la Economía


Por: Jonathan Heath®


Mañana miércoles el INEGI dará a conocer el crecimiento del PIB del cuarto trimestre de 1999 y por lo tanto, del año.  La mayoría de los indicadores apuntan hacia una mejoría notable en la actividad económica en anticipación a las elecciones del 2 de julio.

En los Criterios Generales de Política Económica para 2000 se estimaba que el crecimiento de la actividad económica para 1999 sería 3.4 por ciento.  Esto significaba que a pesar de que la información disponible a esa fecha indicaba lo contrario, Hacienda esperaba una desaceleración en la economía en el último trimestre del año.  Sus cifras implicaban que el PIB crecería entre 3.8 y 4.1 por ciento en los últimos tres meses del año, después de haber registrado un avance de 4.6 por ciento en el tercer trimestre.

En enero de este año, el Banco de México presentó una proyección revisada de 3.7 por ciento, incorporando correctamente la información disponible a esa fecha.  Esta cifra implica un crecimiento del PIB de entre 5.0 y 5.3 por ciento en el último trimestre del año.  El consenso es que el PIB creció entre 3.7 y 3.8 por ciento en 1999, consistente con un aumento de entre 5.0 y 5.7 por ciento en el cuarto trimestre.

La mayoría de los indicadores confirman esta percepción de una mejoría en la actividad económica.  Mientras que la producción industrial presenta un incremento de 4.6 por ciento en comparación con 4.2 por ciento del trimestre anterior, la mejoría más notable proviene del sector comercio.  Por ejemplo, el crecimiento en las ventas al menudeo se estima en 11.8 por ciento para el final del año, a diferencia de 5.0 por ciento en el trimestre anterior.  El incremento en las ventas al mayoreo se calcula en 4.4 por ciento para el cuarto trimestre, lo cual representa una mejoría notable sobre la cifra de 0.8 por ciento anterior.

Otra mejoría importante es la que se observa en el índice mensual de inversión.  Se espera un avance de 9.0 por ciento en el trimestre, superior al 4.3 por ciento observado en el trimestre anterior.  Los dos últimos meses disponibles (octubre y noviembre) muestran tasas positivas de crecimiento en las ventas internas de maquinaria y equipo, lo cual no se había visto en todo el año.  En noviembre, la construcción avanzó 8.7 por ciento, que es la cifra más elevada desde marzo de 1998.

Otros indicadores indirectos confirman la percepción de que la actividad económica mejora.  La tasa de crecimiento del empleo es ligeramente mayor, la tasa de desempleo abierto ha disminuido y las importaciones van en aumento.  A estas alturas podríamos decir que en la economía mexicana ya no quedan rastros de las crisis de Asia, Rusia y Brasil.  Estamos comenzando el último año del sexenio con una dinámica superior a la prevista, con un PIB que avanza por encima del 5 por ciento anual.

En adición al crecimiento económico, también habría que añadir el buen desempeño de las cuentas con el exterior, que se han conservado en rangos manejables, el abatimiento de la inflación, que apunta a un solo dígito antes de terminar el año y el manejo adecuado de las finanzas públicas, que ha logrado evitar un incremento en el déficit del gobierno.  La situación actual de la macroeconomía es parecida a la de 1997 y definitivamente superior a cualquier otro año de los últimos 25.

No hay duda que esta situación favorece enormemente a Francisco Labastida y al PRI.  Aquí, como en casi cualquier país del mundo, la gente vota primero con sus bolsillos y después con su corazón.  La mayoría de los mexicanos tienden a ser conservadores y votarán por el mismo partido de nuevo, siempre y cuando el desempeño económico general del país vaya bien.  Las encuestas lo confirman: aproximadamente entre 40 y 48 por ciento (dependiendo de la encuesta) de la población con credencial para votar piensan apoyar al PRI.  Por más esfuerzo que realice Vicente Fox en los siguientes cinco meses, si la economía sigue igual o mejor, no tiene muchas posibilidades de ganar.

Muchos analistas habían advertido desde hace mucho tiempo sobre el peligro que pudiera presentarse en el año 2000.  Ahora, ante el buen desempeño actual, ya son pocos que todavía vaticinan una crisis este año.  Sin embargo, habría que recordar que no es el primer semestre el que debería de preocupar, sino más bien el segundo.  En todas las crisis sexenales anteriores, el gobierno siempre había logrado inducir una buena percepción de la economía antes de las elecciones.  La inestabilidad siempre ha llegado después de las elecciones y a veces inclusive después de la toma de posesión del Presidente.  Por lo mismo, no nos debería de sorprender la marcha favorable de la economía en estos meses.  Es lo todavía está por verse es lo que pasará después de julio.

Si comparamos la solidez de la economía actual con la que existía hace seis años, podemos notar una mejoría impresionante.  Difícilmente podríamos encontrar en las cifras económicas motivos de preocupación que pudieran ser causa de una crisis posterior.  Sin embargo, no deja de llamar la atención la coincidencia de la recuperación económica con el calendario electoral.  Para el gobierno, no podría existir mejor momento para observar un crecimiento del PIB superior al 5 por ciento que justamente en los meses anteriores a la elección.

El sexenio pasado observamos una desaceleración en la actividad económica hacia finales de 1992, que perduró todo 1993.  Fue necesaria para evitar que el déficit externo siguiera su ritmo ascendente y para asegurar que los desequilibrios macroeconómicos no fueran a provocar problemas mayores.  Sin embargo, con las elecciones en la mira, el gobierno tuvo que instrumentar a principios de 1994 una aceleración forzada, que desgraciadamente fue prematura y terminó por proporcionar un escenario sumamente vulnerable a cualquier perturbación.

En esta ocasión la recuperación parece provenir de causas normales y no de una inyección forzada por parte del gobierno.  Al mismo tiempo, se ha puesto mucho énfasis en cuidar los equilibrios macroeconómicos y no propiciar una situación que pudiera engendrar una crisis.

Hasta ahora todo apunta a que Ernesto Zedillo es mejor economista que Pedro Aspe.


Sugerencias y comentarios al email: heath@infosel.net.mx


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