martes, 11 de enero de 2000

¿Grado de Inversión?

 

Pulso Económico


¿Grado de Inversión?


Por: Jonathan Heath®


Al igual que en el último año del sexenio pasado, algunos analistas especulan sobre la posibilidad de otorgar a México el Grado de Inversión en torno a la calificación de riesgo soberano.

Las empresas calificadoras de riesgo analizan a fondo los estados financieros, las condiciones de mercado, la coyuntura económica y otros factores relevantes antes de otorgar su opinión sobre el riesgo que pudiera significar la emisión de cualquier bono, papel comercial o acción de una empresa.  Parte central de este proceso es el riesgo que representa el país en general, tanto en el ámbito macroeconómico como político, conocido como el riesgo soberano.  La mayoría de las calificadoras establecen como la calificación máxima el del riesgo soberano del país en que se encuentre la empresa bajo consideración.

Esto significa que el riesgo soberano es sumamente importante para cualquier gobierno.  La razón principal es que entre mejor califican al país, cualquier empresa o entidad pública que quiera financiarse, lo podrá hacer a un costo o tasa de interés menor.  La calificación soberana no solamente pone un techo a la máxima que pudiera recibir cualquier emisión de papel financiero, ya sea pública o privada, sino que además estar bien calificado representa prestigio.  Por lo mismo, la mayoría de los gobiernos realizan un cabildeo constante para que los consideren mejor.

La escala de calificaciones que se utiliza va desde una “D” hasta una triple “A”, casi equivalente a una escala de cero a 10 y donde cada calificación se puede abrir más, ya sea con un signo negativo o con uno positivo.  Las calificaciones más altas se reservan para los países que representan menor riesgo y que por lo tanto, son dignos de inversión.  El grado de inversión se otorga a partir de triple “B”, aunque sea con un signo negativo.  Abajo del triple “B”, es decir a partir del doble BB (con signo positivo), se le considera como “especulativo”.  Esta forma de calificar es casi universal y son pocas las empresas (como por ejemplo, Moody’s) que guarda su propia escala.  Sin embargo, aun en este caso, existe una equivalencia exacta con la escala estándar de la industria.

Son varias las empresas que se dedican a este oficio, las más conocidas Standard & Poor’s (S&P), Moody’s, Duff & Phelps (D&P) y la empresa inglesa Fitch IBCA.  Las calificaciones que otorgan sobre los distintos países difieren muy poco de una empresa calificadora a otra.  Algunas, como por ejemplo D&P tiene la práctica de otorgar siempre calificaciones igual o mejor que la más pesimista.  En el pasado se reconocía a D&P como la más optimista del mercado, a Moody’s como la más pesimista y a S&P como fiel de la balanza.

Al igual que cualquier otra industria, el mercado de las calificadoras es muy competido.  Justo con el afán de ganarle a las otras, la empresa D&P le otorgó a México la tan cotizada calificación de grado de inversión en 1994, un poco antes de la devaluación del peso y de la crisis recesiva que sufrimos a partir de 1995.  Por lo mismo, la empresa cayó en desgracia y perdió prestigio entre la comunidad inversionista.  En cambio, la empresa que parecía pecar de cautela excesiva fue Moody’s, que hasta antes de la debacle mantenía a México dos niveles por debajo del grado de inversión, alegando el tamaño excesivo del déficit en cuenta corriente como un factor de alto riesgo.

Hasta hace poco, tanto Moody’s como S&P otorgaban a México la calificación de “BB”, dos niveles por debajo del mínimo para ser considerado grado de inversión (“BBB-”); la diferencia principal era la perspectiva que nos otorgaba.  Mientras que S&P nos consideraba con una perspectiva positiva, Moody’s nos daba una perspectiva negativa.  Por lo mismo, sorprendió mucho, cuando Moody’s cambió radicalmente su postura sobre México, de una “BB” con perspectiva negativa a una “BB+” con perspectiva positiva en agosto del año pasado.  En contraste, S&P ha sido más consistente al sostener su posición sin cambios tan radicales.

En principio, la calificación de un país no debe dar bandazos ya que el análisis que se hace sobre las posibilidades de sostener el servicio de la deuda debe ser a largo plazo.  Parece que hubo un cambio de analistas en Moody’s, ya que difícilmente se puede explicar un cambio tan marcado de criterios de evaluación en tan poco tiempo.  Si un país pasa de un déficit externo elevado a otro moderado de un año a otro, no debe cambiar su perspectiva a largo plazo dado que con la misma facilidad, puede volver a crecer el déficit al año siguiente.  Lo que más debe pesar es el sostenimiento de una buena política económica a través del tiempo.  No se debe cambiar la calificación cada rato como si fuera una moda, ya que el análisis deja de mostrar seriedad.

Sin embargo, cada vez que una de estas empresas modifica su calificación sobre México, se desata la especulación en torno a cuándo le darán finalmente el grado de inversión.  En 1994 se hablaba mucho de S&P dado que calificaba a México un solo nivel por debajo del grado de inversión.  Ahora se especula sobre Moody’s, ya que esta empresa es la que está más cerca del famoso “BBB”.  Sin embargo, otro movimiento de su calificación en poco tiempo después de haberlo cambiado, le restaría seriedad.

Por lo pronto, México no merece una calificación como país con grado de inversión.  Nuestro pasado negativo lleno de crisis y malas decisiones políticas está todavía muy cercano.  Tenemos mucho que probar.  Primero, demostrar que somos capaces de realizar un cambio de sexenio sin crisis económica y sin problemas políticos.  Segundo, que nuestras instituciones políticas no son tan débiles y que podemos sortear todos los problemas que se pudieran presentar en el proceso de la sucesión presidencial.  Tercero, después de elegir a un nuevo presidente, éste tiene que dejar ver que su política económica no será irresponsable y que podrá sostener los equilibrios macroeconómicos.  Finalmente, necesitamos pasar la prueba del tiempo, es decir, esperar todavía dos o tres años sin que nos tropecemos como tantas veces en el pasado.

Tenemos un sistema financiero muy endeble y casi inoperante.  No hemos podido llevar a cabo la tan comentada reforma fiscal.  Somos altamente dependientes del ciclo económico de Estados Unidos.  Cuando la economía crece a tasas más aceleradas, vemos cómo se expande nuestro déficit externo.  Todavía no nos convencemos de que la apreciación continua del tipo de cambio puede ser permanente.  Nos falta entender bien a bien lo que significa vivir en una democracia.

Con tantos pendientes, ¿cómo podemos aspirar tan pronto al grado de inversión?


Sugerencias y comentarios al email: heath@infosel.net.mx


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