Pulso Económico
El Respeto al Derecho Ajeno
Por: Jonathan Heath
En todas nuestra escuelas primarias se enseña la famosa frase de Benito Juárez: “el respeto al derecho ajeno es la paz”. Esa frase, de hace 130 años, debería ser la base de la educación y la manera de vivir en nuestra sociedad. Desgraciadamente, lo aprendimos sin reflexionar su significado. Hoy vivimos en una comunidad que carece del más mínimo respeto a los derechos de los demás.
En enero pasado, un grupo de activistas norteamericanos, interesado en proteger los derechos humanos y el medio ambiente, presentaron una demanda civil contra de 18 empresas fabricantes de ropa, por abusos y maltrato a sus empleados. Según los acusadores, las empresas The Gap, Tommy Hilfiger, J.C. Penny, Walmart y Sears, han abierto fábricas en las Islas Mariana, un protectorado de los Estados Unidos en el Pacífico del Sur, para producir ropa con mano de obra explotada. Los obreros son en su mayoría mujeres asiáticas que trabajan 12 horas al día y siete días a la semana, sin pago de horas extras. Viven en condiciones infrahumanas y carecen de un servicio sanitario básico.
En adición a esta demanda, la empresa The Gap, conocida mundialmente por su ropa moderna, enfrenta protestas por una supuesta destrucción de áreas boscosas en Mendocino County en California. Los dueños de la empresa, la familia Fisher, compraron el año pasado 230 mil acres a Louisiana Pacific y ahora enfrentan acusaciones por destruir criaderos de salmón coho, que es una especie en extinción, y por destruir los famosos bosques de secuoya de California.
Todo esto lo conocí la semana pasada en un viaje a Nueva York con mi hija de quince años. Afuera de una de las tiendas más grandes de The Gap, en plena Quinta Avenida, había un grupo de personas que manifestando su inconformidad. Al pasar por la calle, nos entregaron un par de hojas con sus acusaciones, el razonamiento y las posibles acciones que uno podía tomar si se convencía de las supuestas injusticias.
Llamó mi atención, no la protesta en sí o la preocupación por los derechos humanos en la isla de Saipan. Podría presumir de estar muy al tanto del problema del salmón coho por un trabajo escolar sobre especies en extinción que había realizado mi hija hace poco. También podría haber sido porque The Gap es su tienda favorita. Pero no, no fue por ninguna de estas razones.
La manifestación estaba organizada directamente frente a la entrada de la tienda. La policía había colocado unas vallas de madera delimitando el área en la que se podían mover. Estaban a la vista del público sus pancartas y entregaban a las personas que pasaban, y lo querían, un escrito que explicaba con detalle su protesta. Sin lugar a dudas, se respetaba su derecho a protestar y manifestarse públicamente.
Al mismo tiempo, al dejar un espacio amplio sobre la banqueta entre los manifestantes y la puerta, cualquier persona podía caminar de un lado a otro, ya sea para entrar a la tienda o simplemente para ir al otro lado. Los manifestantes no estaban gritando, no forzaban sus escritos a las personas que pasaban, ni impedían su entrada a la tienda. Después de aceptar el escrito, entramos a la tienda sin que nadie nos reclamara ni pidiera que no lo hiciéramos. De esta manera, se respetaban los derechos de las personas que caminaban por la calle a no ser acosadas, pero también a informarse si así lo querían.
Dado que la entrada a la tienda estaba libre, cualquier persona podía entrar a realizar sus compras. Adentro había una gran cantidad de clientes, realizando en forma normal sus compras. Al salir, nadie nos reclamó por haber entrado ni por haber realizado una compra. De esta manera, los derechos de la propia tienda se respetaban. Al mismo tiempo, como todos entendían las reglas, únicamente había un par de policías vigilando.
Justamente esto fue lo que me llamó la atención. Cómo una sociedad civilizada puede funcionar aun cuando existan diferencias importantes de opinión y de interpretación de las leyes, siempre y cuando exista el respeto al derecho ajeno. En los últimos años han aumentado aquí las marchas, protestas y manifestaciones como respuesta de una sociedad frustrada que siente que las autoridades no escuchan ni actúan. Sin embargo, en la mayoría de los casos se ha perdido el respeto ajeno y a los manifestantes no les importa la consecuencia de sus acciones. Hemos llegado al extremo de que un grupo pequeño de personas, protestando algo casi irrelevante, bloquea el Periférico sin consecuencia alguna. Las autoridades se sienten incompetentes y no encuentran solución.
Cómo me gustaría que Cuauhtémoc Cárdenas hubiera estado con nosotros en ese momento.
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