jueves, 15 de abril de 1999

La Política Monetaria

 

Pulso Económico


La Política Monetaria


Por: Jonathan Heath


Después de un periodo difícil, se perdió mucha credibilidad en la política monetaria y en la seriedad del Banco de México para abatir la inflación.  Ahora con base en resultados, las autoridades monetarias buscan recuperar esa credibilidad.

La devaluación de diciembre de 1994 y los errores de política económica llevaron la inflación a 52 por ciento en 1995, muy superior al 7.1 por ciento del año anterior.  A partir de entonces, el Banco de México adoptó una política gradualista para abatir la inflación, con la meta a largo plazo de igualarla con la de nuestros socios comerciales.  Las autoridades monetarias han argumentado que podrían acortar el tiempo de este proceso, pero únicamente con el apoyo decidido de la sociedad.

Hasta fines de 1997 podríamos decir que se había observado cierto éxito en los esfuerzos del Banco Central.  La inflación descendió a 27.7 por ciento en 1996 y a 15.7 por ciento en 1997.  No obstante, había muchos críticos que sostenían que habría que redoblar los esfuerzos ya que los efectos negativos de la inflación son muy dañinos para el poder adquisitivo de la población, para las posibilidades de crecimiento sostenido y para la distribución del ingreso.  Sin embargo, dado que se mantenía la tendencia descendente, la crítica era limitada y la credibilidad en la política monetaria iba en aumento poco a poco.

Sin embargo, los eventos de 1998 cambiaron esta percepción.  Nos dimos cuenta que la política monetaria era relativamente efectiva ante la ausencia de shocks externos y con la ayuda de la apreciación cambiaria.  En el momento en que aparecieron los shocks y el tipo de cambio empezó a depreciarse, la inflación volvió a incrementarse.  Si tomamos en cuenta el número y tamaño de los shocks del exterior, deberíamos haber estado conformes de que la inflación únicamente se incrementó 3 puntos porcentuales para ubicarse en 18.6% a finales de 1998.  Pero no fue tanto el resultado en sí, sino la pérdida de credibilidad en la política monetaria para contener los shocks y seguir abatiendo la inflación.

A partir de septiembre pasado diversos segmentos de la población demandaron una política antiinflacionaria más comprometida.  Las propuestas de dolarización, unión monetaria y de reglas de convertibilidad fueron resultado de la frustración creciente en la política monetaria y de la pérdida de credibilidad en el Banco de México.  Implícitamente, estas propuestas dicen: si no somos capaces de instrumentar una política efectiva para abatir la inflación, deberíamos de importarla a través de la dolarización de nuestra economía.

Afortunadamente los resultados de inflación de los últimos dos meses han mejorado sustancialmente y las expectativas para el año se han revisado a la baja.  A principios de año, la mayoría de los analistas veían una inflación superior a 17 por ciento y ahora la ven por debajo de 15 por ciento.  Esto ha sido resultado de una política monetaria consistente y paciente.  Los efectos de las altas tasas reales de interés ha tomado seis meses en surtir efecto y revertir la tendencia.  Hemos visto que los shocks del exterior fueron temporales y por lo mismo, el incremento en la inflación también fue temporal.

La mejoría apenas llega a tiempo.  En la medida en que nos acercamos a las elecciones del año 2000, los analistas van a fijarse más y más en las acciones del Banco de México.  Si queremos evitar una crisis de fin de sexenio, las autoridades monetarias tienen que mostrar su autonomía a través de una política consistente que siga abatiendo la inflación y que no busque fines electorales.  Esto significa que el Banco Central ya no podrá aplicar una política expansiva de “largos” ni ejercer acción alguna que se pudiera entender como tal.

Por lo pronto no deberíamos de observar cambios en la política actual del “corto” de 160 millones de pesos.  Actualmente se observa una tendencia a la baja en las tasas de interés y la inflación.  Si deciden disminuir el corto (aun en el caso de que mantengan uno menor que seguiría siendo restrictivo), se interpretaría como un relajamiento de la política monetaria.  ¿Para qué relajar la política actual?  Seguramente para estimular la actividad económica o para financiar una expansión del gasto con fines electorales.

Una disminución en el corto actual ayudaría a disminuir más las tasas de interés.  Sin embargo, también podría interpretarse como un aflojamiento de los esfuerzos de las autoridades monetarias, lo que podría incrementar las expectativas de inflación.  A final de cuentas, a partir de ahora cualquier acción de política monetaria se estará interpretando en términos políticos y electorales.


Comentarios, observaciones y críticas constructivas al Email: heath@infosel.net.mx


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