martes, 13 de abril de 1999

El Próximo Sexenio

 

Pulso Económico


El Próximo Sexenio


Por: Jonathan Heath


Este sexenio se inició con una gran devaluación y una de las peores recesiones en nuestra historia.   La mayoría de las familias sufrieron una pérdida enorme en su poder adquisitivo y un endeudamiento que les afecta hasta la fecha.  Para muchos, la esperanza radica en un sistema político más democrático en el cual la voz del pueblo sea escuchada.  No obstante, el próximo sexenio también se percibe difícil.

Los políticos podrán decir y prometer lo que quieran, pero cada día son más las personas que están hartas del sistema político actual y de la falta de resultados palpables en su bienestar familiar.  La economía les ha dado inflación, devaluación y desempleo en vez de la estabilidad y crecimiento sostenido que les han prometido reiteradamente.  La política no ha podido acabar con la corrupción, la impunidad y la inseguridad, lo que ha incrementado la frustración generalizada de la sociedad.

El crecimiento sostenido de los sesenta fue cuestionado, ya que favorecía más a la clase privilegiada y los pobres estaban quedando cada vez más marginados.  La política populista de los setenta acabó con la estabilidad sin poder resolver el problema de la inequidad.  La realidad económica de los ochenta terminó siendo una pesadilla continua.  La promesa de las reformas de los noventa nos dio un respiro de esperanza que terminó simplemente en una ilusión.  La búsqueda de un modelo de desarrollo apropiado sigue, con la única diferencia de que sabemos lo que no hay que hacer, pero sin saber lo que sí hay que hacer.

Con el paso del tiempo el problema se ha acrecentado.  La población total de la República Mexicana es el doble de lo que fue en 1970, con la mayor parte del crecimiento demográfico en los estratos de ingreso bajo.  Por lo mismo, las presiones sobre la sociedad son mayores y más complicadas en comparación con lo que existía hace apenas 30 años.  La desigualdad, la corrupción, la impunidad, la inseguridad y demás problemas agobian a nuestra sociedad como nunca antes.  Con el paso del tiempo, nos sentimos más frustrados al percatarnos de que no hay soluciones fáciles a la vista que permitan ir incorporando a nuestro país al siglo XXI, pero sin dejar a un segmento todavía en el siglo XIX.

Existe la percepción de que en el pasado únicamente fueron los empresarios y políticos ricos los que se beneficiaron.  Aunque el crecimiento económico de los últimos tres años ha sido superior al 5 por ciento promedio anual, han sido únicamente las grandes empresas exportadoras las que lo han generado.  La inmensa mayoría de la población no perciben en su bienestar familiar lo que reflejan las cifras macroeconómicas que recita el gobierno.  Por lo mismo, los anuncios de un nivel de desempleo inferior causan enojo en vez de orgullo.

Una parte importante de la sociedad ve la respuesta en el cambio político.  El sistema que funcionó en su momento para sacarnos del caos revolucionario ha quedado obsoleto.  El autoritarismo ya no responde a las exigencias de la nación.  Las posibles soluciones tienen que emanar de la mayoría para que tengan legitimidad.  Las elecciones presidenciales del año 2000 representan la oportunidad para el cambio, para tener finalmente un gobierno y un sistema político que escuchen a la mayoría.

No obstante, el próximo sexenio no necesariamente será mejor.  Primero, por la simple lógica de que no existen soluciones mágicas ni fáciles.  El próximo Presidente, aunque sea de otro partido, no podrá cambiar radicalmente el ambiente económico.  Cuando la población se entere de que el nuevo gobierno se enfrenta a los mismos retos y limitaciones que en el pasado, no tardará en regresar la frustración.

Gane quien gane las elecciones, es casi un hecho de que lo hará con bastante menos del 40 por ciento del voto popular y se enfrentará a un Congreso con una oposición mayoritaria.  ¿Qué pasará si el partido con más votos tiene una diferencia mínima con el segundo lugar?  Es muy factible pensar que lo que ahora observamos en las elecciones internas del PRD se repita en las elecciones presidenciales el año entrante, es decir, que exista una diferencia menor al uno por ciento entre dos candidatos.  ¿Cómo resolveríamos tal conflicto?  ¿Qué legitimidad tendrá un gobierno que ganará las elecciones con 35 por ciento del voto mientras que el segundo lugar obtuviera 34 por ciento?

¿Será mejor una alianza opositora?  Aunque sería posible adjudicarse más votos en bloque que cada cual por separado, las diferencias ideológicas y personales no ayudarán a gobernar mejor.  Por querer ganar las elecciones por encima de todo, podríamos enfrentarnos a un caos político peor.

Hoy la oposición domina únicamente la Cámara Baja y en el próximo sexenio podrán ser las dos cámaras.  Esto significa que el Ejecutivo tendrá muchas dificultades para impulsar cambios.  Inclusive, existe la posibilidad de que ahora sea el Legislativo el que imponga los cambios al Ejecutivo.  Suena muy democrático, pero en los hechos va a ser muy difícil gobernar.  A la larga, provocará más diálogo y negociación.  Pero en el corto plazo, en lo que aprendemos, todo será más difícil.

Si logra ganar otra vez el PRI, se enfrentará a una oposición frustrada y enojada.  Sería más probable que el PAN y el PRD se unan con un propósito común: hacerle la vida imposible al PRI.  Sin embargo, el escenario no cambia tanto si ganarán el PAN o el PRD.  El PRI se unirá con el otro partido de oposición para enfrentar y bloquear al nuevo Ejecutivo.

Existen muchas interrogantes acerca del próximo sexenio.  Ya no podemos seguir con el sistema político del pasado, pero el cambio no promete mejoras rápidas.  Queda claro que ya no hay marcha atrás.  No tenemos mucha experiencia democrática, por lo que es muy probable que vamos a cometer todavía muchos errores.  Pero eso no significa que debemos dejar de intentar avanzar, aun sabiendo que habrá tropiezos.  Así es como se adquiere la experiencia.  Por lo mismo, el reto es aprender en el camino y no quedarnos parados.

El próximo sexenio será difícil.  Sin embargo, es un paso necesario que debemos tomar.  Dependerá de nosotros aprender y madurar lo más rápido posible para abrir caminos.


Comentarios, observaciones y críticas constructivas al Email: heath@infosel.net.mx


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