jueves, 8 de abril de 1999

La Credibilidad de las Elecciones

 

Pulso Económico


La Credibilidad de las Elecciones


Por: Jonathan Heath


Las elecciones para Gobernador en Guerrero y para la presidencia del PRD ponen de nuevo en tela de juicio la credibilidad de nuestros procesos electorales.  Para evitar la crisis sexenal el próximo año, resulta esencial realizar las elecciones presidenciales en un ambiente de credibilidad y confianza.

Después de una larga historia de elecciones amañadas y poco creíbles, habíamos dado uno de los primeros pasos hacia la democracia tan anhelada en nuestro país: tener elecciones limpias y justas.  Sin embargo, todo apunta a que no pudimos consolidar el proceso y ahora parece ser que estamos dando pasos hacia atrás.

Sin lugar a dudas, las elecciones más vergonzantes fueron las de 1988, cuyo resultado real nunca sabremos.  Aunque Carlos Salinas de Gortari asumió el poder en diciembre de ese año, fue más bien producto de una ardua negociación entre los partidos políticos que compartían el poder en ese momento, más que un genuino reflejo de la voluntad del pueblo.  Sin embargo, la experiencia valió para presionar al sistema a reformarse y dar pasos firmes hacia elecciones democráticas.

Después de cuatro reformas electorales, en 1994 pudimos realizar elecciones relativamente limpias, aunque todavía no justas.  Faltó una reforma más para que finalmente en 1997 tuviéramos elecciones limpias y relativamente justas.  Con el Instituto Federal Electoral en manos de ciudadanos, las elecciones ya no fueron organizadas por el propio gobierno.  Ganó Cuauhtémoc Cárdenas, candidato de oposición, las elecciones para Jefe de Gobierno del Distrito Federal en medio de un proceso totalmente creíble, limpio y justo.  No hubo reclamos ni impugnaciones y la sociedad en su conjunto aceptó el resultado.

Celebramos el momento no solamente por ser la primera vez, sino porque además nos sentíamos verdaderamente orgullosos.  Las profecías catastróficas de ciertas instituciones financieras extranjeras nos habían advertido que habría salidas masivas de capital si ganara el candidato del partido del sol azteca.  Ganó y no pasó nada.  Nos dimos cuenta de que podríamos dar los primeros pasos firmes hacia una democracia sin adjetivos, hacia una alternancia del poder.

Sin embargo, ahora todo apunta a que nuestra celebración fue apresurada.  Aunque logramos la elección tal y como lo queríamos, se nos olvidó que habría primero que consolidar y fortalecer el proceso antes de presumir.  A partir de entonces, hemos sufrido tres golpes importantes que ponen de nuevo a nuestro proceso electoral en tela de juicio.  Primero, el PRI decide abandonar al IFE en protesta porque el instituto quiere investigar el financiamiento de su campaña de 1994.  Finalmente regresa pero únicamente para pedir juicio político contra cuatro de los consejeros.  La credibilidad del proceso electoral requiere la confianza indiscutible de los consejeros ciudadanos y ahora en un momento crítico ésta parece desvanecerse.

Segundo, las elecciones para Gobernador de Guerrero dejaron mucho qué desear, ya que no fueron creíbles y estuvieron empañadas por un gran número de irregularidades.  El gobierno federal había presumido de más de una decena de elecciones estatales sin problemas desde la aprobación de la última reforma electoral de hace unos tres años.  Pensábamos que finalmente habíamos cruzado el umbral que marcaba una nueva etapa en nuestra historia en la que las elecciones sucias y poco transparentes eran ya cuestión del pasado.  Sin embargo, estas elecciones nos demuestran que no es el caso y que todavía nos falta madurez democrática.

Tercero, la anulación de las elecciones para el nuevo presidente del PRD después de haberse impugnado en más de la mitad de las casillas instaladas.  El PRD nació hace once años como un partido que reclamaba elecciones limpias, justas y transparentes.  Fue formado por personas que decidieron abandonar lo institucional para incorporar lo democrático.  No obstante, el cúmulo de irregularidades, errores y actos dolosos parece haber superado las elecciones presidenciales de 1988.  ¿Cuál será la confianza que podremos tener en las elecciones del año 2000?  ¿Cómo sabremos que el PRD no está mostrándonos un adelanto de lo que pasará el año entrante?

Para evitar la crisis sexenal del año 2000, necesitamos que el gobierno aplique una política económica prudente, que no implique mayor gasto público para comprar votos, una política monetaria expansiva para reducir artificialmente las tasas de interés o un perfil de deuda externa de corto plazo para posponer los ajustes necesarios.  Sin embargo, la política económica correcta es una condición necesaria más no suficiente.  Necesitamos además un proceso electoral creíble.


Comentarios, observaciones y críticas constructivas al Email: heath@infosel.net.mx


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