Pulso Económico
Una Política Para Abatir la Inflación
Por: Jonathan Heath
Durante las últimas décadas, la lucha por abatir la inflación en nuestro país ha sido un fracaso. Esto ha tenido un costo social enorme en términos de la merma continua del poder adquisitivo y en un menor crecimiento económico. Sin embargo, otros países han logrado erradicar este mal a través de la aplicación estricta de políticas dirigidas.
Desde hace varios meses ha surgido la inquietud acerca de lo inefectivo que ha resultado la política monetaria actual para reducir la inflación. Funcionó temporalmente durante 1996-97 cuando el tipo de cambio se estaba apreciando. Pero en el momento en que resentimos un shock del exterior y el tipo de cambio se depreció, la inflación volvió a tomar una ruta ascendente. Queda claro que es el momento de modificar la política monetaria. Pero, ¿cuál es la ruta que deberíamos tomar?
Algunos analistas proponen políticas radicales, como la aplicación de una regla de convertibilidad a la Argentina (Consejo Monetario); la adopción del dólar como moneda oficial a la Panamá, o la conformación de una unión monetaria como los europeos. Cada una de estas propuestas elimina en forma virtual a las autoridades monetarias y se les sustituye ya sea con reglas preestablecidas o por decisiones tomadas en el extranjero. Son propuestas extremistas en el sentido de que quitan toda la autoridad al Banco Central porque ha probado ser ineficaz. Son medidas que resultan de una crisis de credibilidad.
Los que proponen una regla de convertibilidad o una unión monetaria con Estados Unidos están frustrados por los malos resultados que ha alcanzado el Banco Central y simplemente no confían en su habilidad futura para abatir la inflación. Por lo mismo, proponen medidas que le quitan por completo la responsabilidad a los funcionarios que hoy toman las decisiones.
Lo que aquí se propone es exactamente lo contrario. En vez de quitarles la responsabilidad, vamos a incrementárselas. Vamos a hacerlos responsables en una forma total, sin ambigüedades, de cumplir con ciertas metas específicas de inflación año con año. Primero vamos a darles carta blanca para instrumentar las medidas que juzguen necesarias para cumplir sus metas. Segundo, vamos a imponerles la condición de que si no cumplen con la meta anual, pierden su trabajo sin derecho a liquidación ni jubilación.
La diferencia con la política actual es que ahora se utiliza la base monetaria como objetivo intermedio para reducir la inflación. El Banco de México divulga a principios de año su meta diaria para la base (con un cierto margen de error) y se compromete únicamente a cumplir con esa meta. Al final de cuentas, la meta de inflación que anuncia es meramente simbólica, ya que no existe un compromiso real para cumplirla.
Aunque la Constitución estipula que la estabilidad de precios es la meta prioritaria, el Banco de México tiene todavía otras en mente. En 1994 decidió esterilizar las salidas de capital para no presionar las tasas de interés y perjudicar a los bancos. En 1996 y 1997 estuvo preocupado por el crecimiento económico y la generación de empleos, por lo que decidieron aplicar una política acomodaticia. Al final de cuentas, lo que terminó por reducir la inflación fue la apreciación del tipo de cambio y no la política monetaria. A pesar de la depreciación del peso del año pasado, decidió sostener la política para no entorpecer la actividad económica.
Detrás de la autonomía del Banco de México, la idea era asegurar una independencia entre la política monetaria y la fiscal para aislar las decisiones monetarias de las necesidades financieras del gobierno. Al mismo tiempo, al estipular que había un objetivo (abatir la inflación) y un instrumento (la política monetaria), se buscaba instrumentar una política más coherente, dirigida al establecimiento de la estabilidad de precios.
La primera barrera fue la política cambiaria. Al existir el compromiso de sostener el tipo de cambio dentro de las bandas de intervención (anterior a 1995), la política monetaria dejaba de ser funcional para abatir la inflación. Sin embargo, con el régimen de flotación se libera su uso para procurar la estabilidad de precios.
La siguiente barrera es la falta de compromiso de la Junta de Gobierno por que quiere atender otros objetivos. Esto es lo que proponemos cambiar.
Con variantes menores, esta es la política que se ha aplicado en Nueva Zelandia, España, Canadá, Australia, Finlandia, Suecia y el Reino Unido. En todos los casos, la política ha redituado en una baja importante en la inflación. Esta no es una medida tan radical como sería la de abdicar nuestro control monetario. ¿Qué esperamos?
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