Pulso Económico
México y Brasil
Por: Jonathan Heath
La crisis brasileña se
inició por un intento de modificar su banda de intervención y posteriormente por la flotación del real. En buena medida, esto nos ha hecho recordar la crisis mexicana de 1994-95. Sin embargo, existen más diferencias que similitudes entre ambas.
La actual crisis brasileña fue provocada por la decisión del Gobernador de Minas Gerais, Itamar Franco, de declarar una suspensión de pagos de las obligaciones de su Estado. Ante las salidas de capital, el gobierno de Brasil decidió primero ajustar el techo de su banda de intervención en el mercado cambiario. A los dos días se dio cuenta de que la medida no funcionaba y puso a flotar al real. La crisis tuvo un inmediato efecto de contagio hacia México y otros países, que experimentaron volatilidad en sus mercados financieros. Esta sucesión de eventos nos hace recordar la crisis mexicana de 1994-95.
Aunque México no anunció una suspensión de pagos, tuvimos una serie de eventos políticos de mucha severidad que dieron lugar a que en diciembre de 1994 se tuviera que devaluar la moneda. Según el informe del Banco de México, la intensificación de la hostilidad del movimiento Zapatista en Chiapas fue el evento final que provocó la corrida contra el peso, que terminó por agotar las reservas y dio pie al inicio de la crisis. Los dos países mantuvieron una política cambiaria con bandas de intervención, que fue muy efectiva en un principio, pero que permaneció más tiempo de lo debido. En los dos casos, se tuvo que acudir a un apoyo masivo de Estados Unidos y del FMI para resolver el problema.
Aparentemente la crisis brasileña es muy similar a la que tuvimos hace cuatro años, sin embargo, realmente no es el caso. Al comparar las dos situaciones, encontramos más diferencias que similitudes.
El meollo de la crisis mexicana fue el desequilibrio externo. El gobierno salinista permitió que el déficit de la cuenta corriente llegara hasta 7.0 por ciento del PIB, bajo la premisa de que se podría financiar con recursos externos volátiles, a pesar de que el entorno internacional estaba cambiando. Se utilizó la política cambiaria para abatir la inflación a expensas de una moneda muy sobrevaluada. En el transcurso de 1994 se utilizaron las reservas internacionales para financiar el déficit, hasta que se agotaron.
Para aislar el problema de la campaña presidencial, el entonces Secretario de Hacienda emitió una cantidad exorbitante de Tesobonos de corto plazo para comprar tiempo y sostener la ilusión de estabilidad hasta después de las elecciones. Por lo mismo, en muy poco tiempo había una enorme deuda externa por vencer.
Aunque había dudas acerca de la forma de medir el déficit, las finanzas públicas mexicanas se encontraban en equilibrio. Los recursos de las privatizaciones habían ayudado a disminuir la carga de la deuda pública, por lo que la relación de deuda a PIB era muy manejable. El problema no era el tamaño de la deuda pública, sino más bien el de su estructura temporal de muy corto plazo.
En cambio, la crisis brasileña se concentra en un desequilibrio fiscal. El tamaño de su déficit en cuenta corriente es casi la mitad del de México en 1994. A pesar de las salidas de capital de los últimos meses, los brasileños no permitieron que sus reservas se agotaran antes de realizar un ajuste. En cambio, el déficit público de Brasil es de 8 por ciento del PIB. El problema principal que tienen es de pagos de interés muy elevados como consecuencia de una tasa real de interés muy alta y una relación de deuda pública a PIB casi fuera de control. Para los brasileños, el problema no es de la estructura de la deuda, sino más bien de su tamaño.
La devaluación del peso mexicano ocurrió cuando ya no existía otra opción. Las reservas estaban virtualmente agotadas, no había entradas de capital y existía deuda externa de corto plazo. Se anunció la flotación del peso en forma totalmente improvisada, sin el respaldo de un programa de ajuste económico. En medio de una confusión total y una situación sumamente caótica, el gobierno mexicano procedió a buscar el apoyo financiero del FMI y de Estados Unidos. No fue hasta más de dos meses después que se concretó el paquete de emergencia y se anunció un programa coherente de estabilización. Sin tener que negociar con la oposición en el Congreso, se impusieron medidas sumamente impopulares como el aumento del IVA. México pagó muy caros estos errores al profundizarse la crisis más de lo que era necesario.
Durante el transcurso de 1994, a pesar de la pérdida de reservas y la agudización del desequilibrio externo, los funcionarios públicos procedieron a defender su política y a convencer al extranjero de que todo estaba bien y bajo control. Por lo mismo, cuando se anunció la devaluación de manera sorpresiva, los inversionistas se sintieron traicionados y sobrevino una crisis de confianza en México, en sus instituciones y en sus líderes.
Brasil no cometió los mismos errores que México. Antes de permitir que sus reservas se agotaran completamente, anunció la modificación de su política cambiaria. Sin embargo, antes ya había negociado con el FMI un paquete amplio de apoyo financiero y ya tenía en marcha el necesario programa de ajuste. No cometió el error de tratar de parchar el proceso de ajuste a través de la emisión de instrumentos como los Tesobonos. Tampoco engañó la confianza de sus inversionistas, ya que todos estaban muy al tanto de los problemas que tenían.
En cambio, el problema fundamental brasileño se concentra en la búsqueda de los consensos políticos necesarios, ya que su sistema político no permite incrementar los impuestos como lo hizo México en 1995 o implantar otras medidas sin antes negociar con la oposición.
Podríamos resumir que la crisis brasileña es de carácter dominantemente político, ya que la solución económica la tienen sobre la mesa y lo que deben hacer es convencer a la oposición de que es el camino correcto. En cambio, la crisis mexicana de 1995 fue de carácter predominantemente económico y se tardó en configurar una solución, mientras que lo político no representó una barrera.
La experiencia sí vale.
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