Pulso Económico
Política Económica para Países Emergentes
Por: Jonathan Heath
Las políticas económicas recomendadas por los economistas para los países emergentes van del extremo de querer corregir las fallas del mercado, al otro de evitar los problemas que surgen de la intervención del gobierno. Sin embargo, lo que necesitamos es una política que incorpore las dos consideraciones.
Los libros de texto para enseñar a los alumnos de economía provienen en la mayoría de los casos, de países desarrollados. Las políticas recomendadas se aplican a economías avanzadas que muchas veces no comparten las características que tienen economías como la nuestra. Como hilo conductor, exponen políticas que aprovechan las bondades de las fuerzas del mercado. Explican a detalle cómo la asignación más eficiente de recursos en una economía se alcanza a través de la utilización de la oferta y la demanda. Casi siempre incluyen ejemplos de cómo la intervención gubernamental resulta en una distorsión mayor de lo que se pretende corregir.
La alternativa es la utilización de textos que parten de la premisa de que las fuerzas del mercado actúan sin misericordia y no corresponden a un sentido de justicia social. Por lo mismo, resulta de vital importancia que el gobierno asuma la responsabilidad de corregir estas fallas. Esta visión sostiene que los mercados tienden a empeorar la distribución del ingreso y no ofrecen los mecanismos necesarios para abatir la pobreza.
La lucha intelectual permanente de los economistas ha sido de determinar la intervención óptima en el mercado. Hace cincuenta años, el economista ingles John Maynard Keynes desarrolló una teoría que sostenía que el gasto gubernamental era un instrumento efectivo para contrarrestar los efectos nocivos de los ciclos económicos. No obstante, en las últimas décadas ha dominado el pensamiento llamado “neoliberal” que sostiene que los mercados siempre van a ofrecer una solución superior a la intervención gubernamental.
Desgraciadamente, la aplicación de las dos corrientes ha producido una racha de malos resultados. La intervención gubernamental excesiva, caracterizada por déficits públicos elevados, produjo inflación, estancamiento y devaluaciones, sin haber solucionado los problemas de pobreza y distribución inequitativa del ingreso. La nueva política de reformas estructurales, iniciada a mediados de la década pasada en México, tampoco ha producido los resultados esperados. Ahora la pobreza y la distribución del ingreso se han agudizado, sin poder eliminar bien a bien la inflación y las devaluaciones recurrentes. La globalización de los mercados nos ha producido otra serie de problemas que han terminado por complicar aún más la aplicación efectiva de las políticas económicas.
Poco a poco empieza a surgir una nueva corriente que busca evitar las fallas del gobierno y del mercado al mismo tiempo. Reconoce que no existe una dicotomía entre las metas de estabilización macroeconómica en el corto plazo y el crecimiento sostenido de largo plazo que muchos críticos han argumentado. Mantiene la premisa central de que el gasto deficitario termina por producir más problemas que los que puede corregir. Argumenta que la apertura comercial produce beneficios para la población en general y es mejor opción que una economía cerrada.
Sin embargo, también reconoce que la obtención de un equilibrio externo puede perjudicar el equilibrio interno y viceversa. Una economía abierta es más vulnerable a los shocks externos y se complica el papel tradicional que juegan las políticas monetarias y fiscales en obtener simultáneamente estos equilibrios. Aunque se pueden llegar a recomendar reformas financieras, se reconoce que éstas producen otro tipo de problemas que tienen que ser tratados. Los flujos internacionales de capital incrementan el riesgo de una crisis bancaria, especialmente si la economía se encuentra en proceso de liberación.
Los países con insuficiencia de capital tienden a pedir prestado en el exterior, llegando regularmente al extremo de sobreextenderse y provocar crisis recurrentes. Ya se reconoce explícitamente que es necesario limitar los flujos de capital de portafolio y aplicar medidas adicionales para corregir esta falla de mercado.
Por lo mismo, es refrescante encontrar libros de texto que ya incorporan este tipo de recomendaciones y que están escritos especialmente para países en desarrollo. Un ejemplo es el libro “Open-Economy Macroeconomics for Developing Countries” (Macroeconomía Abierta para Países en Desarrollo), escrito por Akhtar Hossain y Anis Chowdhury y publicado este año por la Editorial Edward Elgar. Los autores incorporan un capítulo especial sobre el papel que juegan los flujos de capital. Incluyen recomendaciones de política económica para lidiar con los problemas que acarrean e incluso presentan una discusión balanceada sobre los usos de los diversos controles de capital. Sin embargo, reconocen que los flujos de capital pueden incrementar la inversión y el crecimiento económico y por lo mismo, cualquier política tiene que procurar que no se desalienten los influjos.
También contiene un repaso de los problemas cíclicos de los países emergentes, que tienen una naturaleza distinta a los ciclos económicos tradicionales de los países desarrollados. Por ejemplo, al discutir el problema de la fuga de capitales que típicamente anticipa una crisis en la balanza de pagos, reconoce que las respuestas tradicionales como incrementar las tasas reales de interés, traen consecuencias indeseables.
El libro no pretende ofrecer todas las soluciones de política económica, pero el hecho de que presente una discusión balanceada de nuestros problemas específicos ya es un buen avance.
Al final de cuentas, se está reconociendo el hecho de que políticas macroeconómicas sanas traen consigo un premio. Si se aplican bien, los retornos son mayores; sin embargo, si se equivoca los castigos son más severos. También se concluye que estas políticas son necesarias pero no suficientes para lograr las metas de crecimiento sostenido en un ambiente de estabilidad económica.
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