jueves, 4 de diciembre de 1997

Las Lecciones de la Crisis

 

Pulso Económico


Las Lecciones de la Crisis


Por: Jonathan Heath


La semana pasada, el Presidente Zedillo expuso ante el pleno de la Quinta Cumbre del Consejo Económico Asia-Pacífico (APEC) en Vancouver, Canadá, la receta que aplicó su gobierno en 1994-95 para salir de la crisis económica.  En sí fue muy oportuno compartir las experiencias mexicanas con los representantes máximos de estos países, dado que existen en estos momentos algunas situaciones comparables en varios países asiáticos.

La primera reacción del Primer Ministro japonés reflejó una sensibilidad herida que compartieron varios líderes asiáticos, quienes cuestionaron la autoridad moral de México para otorgar este tipo de lecciones a países mucho más desarrollados.  Incluso, el Primer Ministro recalcó que lo fundamental para la recuperación mexicana había sido el paquete de rescate financiero que otorgó Estados Unidos y que Zedillo minimizó en cuando a su importancia.

No obstante, acaparó mucha atención la fórmula de cinco puntos que presentó el Presidente.  Ahora que el país está creciendo a un ritmo de 8 por ciento anual, con una inflación a la baja y con todos los préstamos otorgados por Estados Unidos liquidados por anticipado, Zedillo sintió que nuestra experiencia puede tener cierta validez para otros países que buscan superar una crisis similar a la que pasamos hace tres años.

Los cinco puntos que expuso fueron: (1) afrontar inmediatamente el problema; (2) presentar un plan de estabilización sólido y creíble; (3) buscar un respaldo financiero internacional; (4) proteger el sistema bancario; y (5) morder la bala de inmediato, aceptando el alto costo político.  Inclusive, recalcó que no se puede esperar ni siquiera unas semanas, con un problema financiero como ocurrió en algunos países asiáticos.

Sin embargo, lo que no mencionó es que estas lecciones las aprendimos después de cometer errores y no llevar a cabo justamente lo que hoy en día recomienda el Presidente.  De haberlo hecho, seguramente el tamaño de nuestra crisis hubiera sido mucho menor y no hubiéramos tenido una recesión tan profunda.  En buena parte, los famosos errores de diciembre fueron no tomar en cuenta lo que ahora como país estamos recomendando a los demás.

Por ejemplo, el punto (1) dice que deberíamos afrontar el problema inmediatamente.  No lo hicimos en abril de 1994, cuando las tasas de interés en los Estados Unidos estaban aumentando en forma importante, había grandes fugas de capitales a raíz del asesinato de Luis Donaldo Colosio, teníamos ya un déficit exageradamente elevado en la cuenta corriente en proporción al PIB, la moneda presentaba una sobrevaluación dentro de una política cambiaria que no permitía la flexibilidad necesaria y nuestro ahorro interno estaba disminuyendo rápidamente.  Aunque era el momento apropiado para modificar la política cambiaria, las autoridades decidieron mantenerla intacta ante las elecciones de agosto de ese año, dado que no estaban dispuestas a aceptar el alto costo político (violación a la lección 5).

Posteriormente se presentó una oportunidad adicional, en noviembre, para modificar la política económica y aceptar el hecho de que ya no podíamos financiar un déficit tan grande en la cuenta corriente a través de flujos de capital de corto plazo.  Era el momento adecuado para dejar el camino sin obstáculos a la nueva administración.  Sin embargo, en una reunión histórica (como por el 20 de noviembre de 1994), se decidió no modificar nada.

La tercera oportunidad se presentó con la entrada de Zedillo al poder.  Era ya obvio que se tenía que presentar un programa económico que pudiera aterrizar suavemente el desequilibrio externo que traíamos.  Simplemente era imposible esperar que los flujos de capital del exterior pudieran alcanzar para financiar nuestro déficit y ya no teníamos las reservas internacionales necesarias para hacerlo.  Aparte, ya traíamos una deuda externa de corto plazo que rebasaba los 40 mil millones de dólares.  Sin embargo, el nuevo Secretario de Hacienda presentó unos Criterios Generales de Política Económica que dejaban mucho que desear.  El primer intento del nuevo régimen fue no hacer absolutamente nada (violación a las lecciones 1, 2 y 5).

Posteriormente, cuando el gobierno anunció la devaluación el 20 de diciembre de 1994 hubo de nuevo otra oportunidad.  Casi siempre cuando un gobierno decide devaluar su moneda, lo hace acompañado de un programa económico para ayudar a acomodar el shock que representa.  Sin embargo, no fue así, dado que no hubo ningún programa ni cambio anunciado en forma inmediata (otra vez, violación a las lecciones 1, 2, 3 y 5).

De hecho, no fue hasta los primeros días de enero, ya con el cambio de Secretario de Hacienda, que se anunció un nuevo programa económico.  Sin embargo, de nuevo no se hizo caso a las lecciones que expuso Zedillo, dado que lo que se presentó fue un programa poco creíble y nada sólido.  No hubo tal “sobrerreacción de la política económica” que apuntó el Presidente como única respuesta inteligente.  Más bien fue un programa que simplemente no aceptó el mercado como suficiente y la reacción fue la agudización de la crisis.  Por ejemplo, el programa de enero no mencionaba el problema de los Tesobonos, que era la preocupación máxima del mercado cambiario en aquel momento.

No solamente se cometió el error de esperar unas semanas, sino que se esperó unos meses hasta que por fin presentó el gobierno un programa sólido y creíble.  En marzo de 1995, casi tres meses después de haberse desatado la crisis, por fin el gobierno presentó las medidas necesarias para afrontar la crisis.  Por ejemplo, no fue hasta el primero de abril que se aumentó el IVA.

Esta no fue muestra de morder la bala de inmediato ni de afrontar rápidamente el problema.  La devaluación inicial, a fines de diciembre, llevó el tipo de cambio a 5 pesos por dólar para fines del año.  Sin embargo, se esperó a que el tipo de cambio llegará casi a 8 pesos por dólar antes de tomar las medidas necesarias.

La política económica adoptada a partir de marzo de 1995 finalmente dio los resultados necesarios.  Ayudó a contener la inflación y la recesión, propiciando una recuperación a partir del año siguiente.  Sin embargo, hubo titubeos y errores graves en la instrumentación inicial, a tal grado que se agravó la crisis y se produjo una pérdida más allá de lo necesario en el poder adquisitivo de la población.  Si el gobierno hubiera mordido la bala inmediatamente, aceptado el costo político anticipadamente y presentado un programa sólido y creíble a tiempo, seguramente nuestra crisis hubiera sido de una dimensión mucho más pequeña de lo que fue.

Al final de cuentas, lo que se le olvidó al Presidente mencionar no fue dar las gracias a los Estados Unidos; eso se hizo a su debido tiempo.  Más bien fue haber admitido que estas lecciones las aprendimos después de cometer errores que tuvieron un costo político, social y económico demasiado grande para nuestro país.  Afortunadamente, la política económica a partir de marzo de 1995 fue la correcta para corregir los desequilibrios e iniciar el camino difícil de la recuperación.



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