jueves, 18 de diciembre de 1997

¿Autonomía en el Banco de México?

 

Pulso Económico


¿Autonomía en el Banco de México?


Por: Jonathan Heath


El día de hoy el Licenciado Miguel Mancera Aguayo cumple 65 años de edad. Por una cláusula de la Ley Orgánica del banco central que él mismo propuso, ya no puede seguir al frente del Banco de México y tiene que ceder su lugar a un nuevo gobernador.

El legado que deja el Licenciado Mancera después de 187 meses (15 años y medio) es impresionante y vasto.  Entre muchas otras cosas, le debemos la existencia de los Cetes como instrumento principal de la política monetaria, la desaparición de la administración centralizada de las tasas de interés, la eliminación tanto del encaje legal como de los cajones selectivos de crédito y la modernización general del banco central,  Quizás su logro principal fue hacer evitado la hiperinflación en nuestro País, en un momento en que casi todas las demás nacionales latinoamericana experimentaron inflaciones de cuatro dígitos o más.  Su perseverancia en contra del uso de la política monetaria, como instrumento para financiar el déficit público, no solamente fue tenaz y consistente, sino por momentos solitario, remando contra la corriente.

El último gran proyecto del Licenciado Mancera fue la autonomía del banco central, como una forma de asegurar que el enfoque de la política monetaria fuera siempre hacia la estabilidad de precios, aislado de los vaivenes de la política fiscal.  Desafortunadamente, se va el Licenciado Mancera sin poder consolidar este proyecto, en medio de una designación presidencial que hace burla del concepto mismo.

El Doctor Guillermo Ortíz Martínez como persona, cumple ampliamente todos los requisitos técnicos y legales.  Es economista de profesión, con maestría y doctorado en economía de la Universidad de Stanford, con especialización en teoría monetaria.  Trabajó desde 1977 en el Banco de México, dejándolo únicamente el sexenio pasado para ser subsecretario de Hacienda.  Estuvo como representante del Banco de México en el Fondo Monetario Internacional por cuatro años.  Tiene un carácter fuerte e independiente, con una demostrada capacidad de liderazgo.  Su estancia como secretario de Hacienda es de gran éxito con resultados visibles.

A mí no me queda ninguna duda de que va ser un gran gobernador y que impulsará las políticas monetaria y cambiaria necesarias para lograr la estabilidad de precios. Sin embargo, no podemos hablar ya de un banco central autónomo.

El concepto de autonomía del banco central es para asegurar una visión independiente del Gobierno, en general y de la Secretaría de Hacienda, en particular.  Al nombrar al secretario de Hacienda como el nuevo gobernador del banco central, se está imponiendo la visión del primero sobre el segundo.  De ahora en adelante, la visión del Banco de México es la de Hacienda.

Hasta el 31 de diciembre de este año, podemos caracterizar la visión del Banco de México como de una ortodoxia dogmática. Domina la escuela monetarista (específicamente el enfoque monetario de la balanza de pagos), en la que el concepto de sub o sobrevaluación de la moneda no es muy relevante.  Con un régimen cambiario de flotación, siempre habrá un equilibrio. El déficit en la cuenta corriente es el resultado de un proceso natural de crecimiento económico que no se puede evitar.  Con que dejemos funcionar a los mercados, el tipo de cambio se ajustará.  Las crisis anteriores eran producto de una expansión de crédito demasiado rápida y de shock externos  políticos inevitables.

La visión de los funcionarios de Hacienda, especialmente del Doctor Guillermo Ortíz, es que la crisis de 1994 fue producto de un déficit demasiado elevado en la cuenta corriente y una sobrevaluación de la moneda.  En repetidas ocasiones han manifestado la necesidad de una política cambiaria que evite la sobrevaluación y el crecimiento desmedido del déficit en la cuenta corriente.  Por lo pronto, el régimen cambiario de flotación es el adecuado y ha funcionado muy bien para contrarrestar los efectos de la crisis bursátil asiática.  Sin embargo, más adelante, cuando el déficit empieza a llegar a niveles críticos, necesitamos una postura mucho más flexible para lidiar con el aumento de la vulnerabilidad.

El Presidente Zedillo está complacido con la política actual.  No obstante, anticipa la necesidad de una mayor flexibilidad durante los dos últimos años del sexenio para que no le pase lo mismo que a Salinas.  Esta flexibilidad no se la dan los dogmáticos del banco central.  Por lo mismo, manda a Guillermo Ortiz al Banco de México, imponiendo esta postura, capaz de adaptarse a la circunstancias cambiantes.

El todavía secretario de Hacienda expuso en el Pronafide que el techo para el déficit en la cuenta corriente debe ser del 3 por ciento del PIB.  Sin embargo, las tendencias actuales apuntan hacia un déficit mucho mayor, alrededor de 5 por ciento o más, para el año 2000.  Si la política cambiaria actual sigue produciendo una apreciación real, el dogmatismo podría impedir la realización de las adecuaciones necesarias en los tiempos apropiados.

Pero no solamente Zedillo está asegurando que el nuevo gobernador comparta su visión, sino que además está amarrando la mayoría de votos en la Junta de Gobierno.  Hace un año mandó al doctor José Sidaoui, que trabajó directamente bajo el mando de Ortíz.  Ahora provocan la renuncia de un economista excepcionalmente brillante, pero dogmático, para reemplazarlo con alguien que pueda controlar el nuevo gobernador.  El único voto duro que queda, el de Jesús Marcos Yacamán, será eliminado dentro de un año cuando termine su periodo como subgobernador.

De esta manera, Zedillo logra eliminar por completo una visión distinta en el banco e imponer la suya.  Se consolida la autonomía “a la mexicana” del banco central, dado que ahora sí podrá funcionar pues piensan igual que él.  La única autonomía funcional es aquella en la que comparten la misma opinión.

El único cabo sueldo es el control de la política cambiaria. Por lo pronto, ésta la determina la Comisión de Cambios, en donde la Secretaría de Hacienda tiene el voto decisivo. Sin embargo, si la oposición ganara las elecciones en e año 2000 y llegara a la Secretaría de Hacienda alguien con una visión distinta, se pudiera producir un cambio no deseado.  Por lo mismo, Zedillo anunció que va a proponer un cambio en la ley para que ésta quede en manos del Banco de México, asegurando así un control intersexenal de las políticas monetaria y cambiaria.

Estos son dos puntos totalmente distintos.  Podemos estar a favor o en contra del dogmatismo y por lo tanto a favor o en contra de todos estos movimientos recientes.  Sin embargo, independientemente de nuestros puntos de vista, tenemos que admitir que en los hechos, no se está respetando la autonomía del banco central.


Comentarios, observaciones y críticas al Email: heath@infosel.net.mx


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