Pulso Económico
La Hora de las Calificaciones
Por: Jonathan Heath©
Ya pasamos una de las pruebas más difíciles, al llevar a cabo las elecciones del pasado 6 de julio. Fueron elecciones limpias y justas (especialmente para nuestras normas), con amplia participación ciudadana. Dimos por primera vez en muchísimas décadas la señal de que somos capaces de un comportamiento democrático. Teníamos los ojos del mundo entero encima de nosotros y cumplimos muy bien.
El comportamiento de los mercados financieros, señal inequívoca de inestabilidad, reaccionaron con singular alegría. Rompió récord la Bolsa Mexicana de Valores, se fortaleció el tipo de cambio y bajaron las tasas de interés. Aumentaron en forma importante los flujos de capital del extranjero, dirigidos especialmente a la compra de valores de empresas, en espera de comportamientos positivos. Se dice que había bastante inversión extranjera directa en fila esperando el resultado de las elecciones y que ahora vendrá una racha grande de proyectos nuevos de inversión.
En términos generales, la economía va a todo dar. La actividad industrial mantiene su ritmo de crecimiento ya que se incrementó 9 por ciento durante el mes de mayo. La inflación ya bajó a niveles inferiores del 1 por ciento mensual. Las ventas de establecimientos comerciales al menudeo, que era uno de los pocos sectores todavía rezagados, registraron un aumento de 6.6 por ciento en abril. Hasta los salarios medios manufactureros tuvieron una recuperación real (del 0.5 por ciento), dejando atrás una racha negativa de 26 meses consecutivos de merma en su poder adquisitivo.
Tenemos un presupuesto público más o menos balanceado, que no genera presiones inflacionarias ni quita recursos al sector privado. Mientras que la balanza comercial sigue en superávit, el déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos representa apenas el 0.6 por ciento del PIB. A pesar de tener un régimen de flotación, el Banco de México ha logrado incrementar las reservas internacionales en forma importante, sin afectar el tipo de cambio.
El gobierno ha logrado colocar emisiones nuevas de deuda en los mercados internacionales a términos más favorables, extendiendo el perfil de amortización de la deuda externa. Ya se liquidó totalmente (y por anticipado) la contratada con el gobierno de los Estados Unidos a raíz de la emergencia económica que se presentó a principios de 1995.
Como resultado podríamos decir que hemos remontado los efectos adversos de la crisis económica, con la notable excepción de la merma en el poder adquisitivo del grueso de la población. Casi todos los indicadores económicos están hoy en día arrojando mejores resultados que en 1994, antes de la famosa devaluación. Inclusive, la perspectiva de la economía mexicana es hoy por hoy mejor de lo que era apenas hace tres años. Tuvimos una crisis, la aguantamos y la resolvimos sin dejar de cumplir con todos nuestros compromisos con el exterior. Por lo mismo, ¿no merecemos el reconocimiento a través de una calificación mejor?
Según la empresa calificadora de valores más prestigiada del mundo, Standard & Poor’s (S&P), hoy en día tenemos una calificación de riesgo soberano de “BB”, dos niveles abajo del cotizado nivel mínimo para dejar de considerarnos un país especulativo. Antes de la devaluación teníamos una calificación superior, de “BB+”, que era un escalón abajo del “BBB-” considerado grado de inversión. Ya hemos escuchado de boca de varios analistas la afirmación de que pronto nos regresarán a la calificación que teníamos y que a la vuelta de un año podríamos aspirar a ser un país de grado de inversión.
Las implicaciones son importantes, ya que la calificación mayor disminuiría la tasa de interés que pagamos al exterior y permitiría la entrada de un flujo de capital menos especulativo. No obstante, S&P afirma que no prevé cambiar la evaluación actual. Esta empresa busca otorgar calificaciones estables que puedan orientar a las inversiones a mayor plazo y por lo mismo, trata de evitar cambios recurrentes.
Sin embargo, una de las preocupaciones principales que tenía S&P sobre la situación mexicana era precisamente la estabilidad política. Sin lugar a dudas, esta empresa ve con muy buenos ojos las elecciones recientes y piensa que el país ha dado un paso muy firme en la dirección correcta. Pero este fue apenas el primer paso. Demostramos ser capaces de realizar elecciones limpias y justas. Ahora tenemos que demostrar la responsabilidad que involucra un gobierno democrático, es decir, que funcione con un Congreso mixto.
En este sentido, sería muy prematuro pensar en subir nuestra calificación sin tener pruebas fehacientes de que el nuevo sistema político que se va formando pueda funcionar. Las primeras pruebas se darán durante los siguientes seis meses en lo que los congresistas decidan quién queda en cada comisión, en que discutan y aprueben el presupuesto para el año entrante y en que resuelvan disputas importantes como la disminución de la tasa del IVA. Si demostramos que podemos con la apertura política, podríamos aspirar a regresar a la calificación que teníamos anteriormente.
Pero una cosa es aspirar a la “BB” que teníamos y otra es el grado de inversión. Lo primero es factible para mediados del año entrante. Lo segundo es menos que un sueño durante los siguientes cuatro años. Para poder aspirar al “BBB-” todavía nos falta mucho. Para empezar, tenemos que mostrar una madurez política en torno a las elecciones del año 2000. Es muy diferente el proceso de sucesión presidencial a las elecciones de la Cámara. La prueba verdadera de nuestra nueva democracia se dará cuando podamos llevar a cabo una selección de candidatos sin dedazos y sin disputas, para después elegir al presidente y posteriormente, llevar a cabo el cambio de poderes sin ninguna crisis.
Después tenemos que demostrar que somos capaces de resolver nuestro problema estructural de la balanza de pagos. Tenemos que evitar una devaluación brusca y sorpresiva como remedio tardío para corregir un déficit en la cuenta corriente. Tenemos que mostrar que somos capaces de sostener un ritmo de crecimiento económico acelerado, sin generar presiones inflacionarias y que pueda crear empleos suficientes de calidad.
Como país nos falta mucho todavía para aspirar a ser dignos del famoso grado de inversión. Hasta que no demostremos lo contrario, nos seguirán calificando como un lugar especulativo. Sin embargo, si queremos disminuir el servicio de la deuda, no existe un camino más sólido que buscar una mejor calificación de riesgo soberano. Ya es tiempo que nos consideren dignos de inversiones de calidad. Pero tenemos que comprender que la solución está en nosotros.
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