lunes, 14 de julio de 1997

La Deuda Externa

 

Pulso Económico


La Deuda Externa


Por: Jonathan Heath®


Don Antonio Ortiz Mena dijo una vez que “la historia de su deuda exterior es la historia de la vida misma de México”.  De hecho, México ha batallado con los problemas asociados a la deuda externa desde antes que nació como República y anterior a la Constitución de 1824.  En uno de los mejores libros sobre el tema, escrito por el investigador Jan Bazant del Colegio de México, se señala que el gobierno renegoció la deuda con el exterior 12 veces antes de la segunda guerra mundial.  Posteriormente, como se aprecia en dos libros posteriores de Rosario Green sobre el mismo tema, el gobierno renegoció la deuda otras cinco veces, para un total de 17 durante los últimos 175 años.

No cabe duda que hemos afrontado conflictos difíciles a través del tiempo.  No solamente tenemos una amplia experiencia en el arte de la renegociación, sino que además hemos practicado la suspensión de pagos en por lo menos 9 momentos y el repudio parcial dos veces.  En muchas ocasiones hemos innovado tratos, como en el Convenio Suarez-Lamont de 1942, el Plan Baker de 1987 y el Plan Brady de 1990.  En cada una de estas renegociaciones, pudimos llegar a acuerdos novedosos que después sirvieron a otros países como base para su negociación.

Pero al igual que tuvimos aciertos y mejorías en los términos del servicio de la deuda, también pasamos por tiempos amargos.  Por ejemplo, no tuvimos ningún acceso al crédito del exterior por un periodo de 32 años, entre 1910 y 1942, como consecuencia de la moratoria en que incurrimos a partir de la revolución mexicana.  Por lo mismo, fue una de las épocas más difíciles en cuanto a nuestro desempeño económico.  También debemos recordar los siete años entre 1982 y 1989 en los cuales se nos negó cualquier préstamo voluntario.  Este periodo se conoce hoy en día como la década perdida como consecuencia del estancamiento que existió en la actividad económica.

En buena medida, muchas de las dificultades que hemos pasado como nación a través de nuestra historia, se pueden asociar con problemas de deuda externa.  Los malos manejos de los recursos nos ha llevado a hipotecar a las futuras generaciones de nuestro país sin mayor beneficio para la población actual.  El peso del servicio nos ha restado flexibilidad en el gasto público, mientras que su amortización nos ha ocasionado problemas mayores de liquidez, terminando en devaluaciones traumáticas.  Hasta antes de la apertura comercial, no habíamos logrado instrumentar una política económica que generara divisas para enfrentar los pagos al exterior.

El aumento en la deuda externa se ha debido a una falta de recursos financieros ocasionado por la existencia de un déficit público crónico y una generación de ahorro interno insuficiente.  A partir de 1989, se logró corregir el déficit público a tal grado que ya no se necesitaba recurrir al endeudamiento adicional para mantener el servicio de la deuda.  El problema del ahorro interno se empieza a resolver a través de políticas como el nuevo plan de pensiones.  En este sentido, se ha logrado aligerar la carga de la deuda externa (como proporción del PIB) en forma sistemática durante la mayor parte de esta década.  Poco a poco se ha ido avanzando en la dirección correcta para lidiar con este problema que tantas dificultades nos ha acarreado.

Aunque se debe admitir que la deuda externa es uno de los impedimentos más importantes que tiene nuestro país para alcanzar la recuperación económica plena, también se debe señalar que la política económica de los últimos ocho años ha ayudado a disminuir el endeudamiento en comparación a la política económica populista que existía anteriormente.  Al sanear las finanzas públicas, hemos disminuido la proporción de gasto público que va al servicio de la deuda.  Al impulsar la apertura comercial hemos logrado incrementar las fuentes de divisas a través de las exportaciones y la inversión extranjera directa.

Podemos señalar que no deberíamos quedarnos contentos con los niveles de deuda externa actuales y por lo mismo, el gobierno debería llevar a cabo más acciones para disminuir su servicio.  Por ejemplo, la contratación de deuda a mayor plazo y a tasas menores para sustituir (pagar) deuda de corto y mediano plazo anticipadamente es una acción muy positiva.  Sin embargo, dentro de este proceso debemos recordar todos los problemas históricos a que nos hemos enfrentado.  Ya probamos el repudio parcial y la suspensión de pagos, aprendiendo que este camino resulta a la larga más caro y problemático.  Se ha renegociado las condiciones de la deuda cuando ha sido posible, aprendiendo que es un juego bilateral (o multilateral) y que en las afrontaciones unilaterales siempre sale uno perdiendo.

Dada nuestra historia de tantas renegociaciones, no extraña el hecho de que el PRD plantea la utilización de este camino una vez más.  Sin embargo, la forma en que lo plantea resulta un poco difícil de entender, especialmente en cuanto a su logística.  Aunque queda claro en su plataforma electoral que los legisladores del PRD impulsarán una renegociación de los plazos y condiciones del pago de la deuda externa, dejan en el aire muchas interrogantes sobre lo mismo.

Por ejemplo, dice que se promoverá la revisión de los acuerdos firmados con el FMI y el gobierno de Estados Unidos en febrero de 1995.  Sin embargo, la deuda contratada con los Estados Unidos ha se liquidó por completo.  En cuanto a la deuda con el FMI, este contiene términos mucho mejores comparado con la mayor parte de la deuda.  Inclusive, existen ciertos mecanismos para su eventual ampliación por lo que no implica una carga peligrosa para el país.

Tampoco se puede renegociar otras partes de la deuda como se hizo en ocasiones anteriores dado que no existen las mismas condiciones.  Hoy en día, la mayor parte de la deuda esta en manos de miles de personas, tenedores de nuestros bonos.  Sería prácticamente imposible lograr una negociación con este grupo de personas casi intangibles.

Por otro lado, la plataforma del PRD dice que buscará reducir el servicio de la deuda externa, al mismo tiempo que promoverá una prohibición expresa de usar los ingresos petroleros como garantía de pago.  Sin embargo, el uso de estos ingresos como garantía nos ahorró una gran cantidad de dinero.  Si se prohibe su uso, entonces aumentará el servicio de la deuda.
Al final de cuentas, las propuestas presentadas por el PRD parecen ser simplemente posiciones electorales sin muchas posibilidades de instrumentar exitosamente.  Hoy en día, no existen condiciones para convencer a nuestros acreedores a ceder a una renegociación.  Por el otro lado, si intentamos llevar a cabo acciones unilaterales, terminaríamos por complicar nuestra situación actual.
La solución a nuestra deuda externa es mucho más compleja y difícil que lo que plantea el PRD.  Antes de proponer, revisemos bien nuestra historia.  Recordemos el refrán que dice que el que no conoce la historia esta condenada a repetirla.



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