Pulso Económico
Las Críticas Nefastas
Por: Jonathan Heath
El martes pasado, el empresario regiomontano Eugenio Clariond Reyes, criticó severamente la política monetaria del Banco de México. Dijo que esta política ha sido nefasta para la formación del capital, el ahorro y la actividad productiva. Calificó al Banco Central de burocrático y caprichoso y lo culpó de casi todos los males el País. También mostró una clara y profunda preocupación por la valuación del peso a través de lo últimos 27 años, que ha redundado en la aniquilación de miles de empresas.
En buena parte no extrañan los comentarios del presidente del Consejo del Grupo IMSA, dado que los resultados de las crisis recurrentes son por demás evidentes. Nadie puede dudar que las devaluaciones bruscas han sido detonadores de un sinnúmero de problemas abismales que nos acosan por años, después de cada ocurrencia. En este sentido, el pánico empresarial ante una sobrevaluación del peso es una reacción lógica.
Sin embargo, la irritación expresada por el también hermano del gobernador.de Nuevo león contiene varias imprecisiones que bien vale la pena aclarar. Clariond hace un recuento de los diversos esquemas empleados para devaluar la moneda desde el sexenio de Echeverría hasta el de Salinas, para demostrar las equivocaciones del Banco de México.
No obstante, es totalmente injusto culpar al Banco Central, cuando las decisiones las tomaban los secretarios de Hacienda y los presidentes en turno. Dado que el Banco Central dependía directamente de Hacienda, las grandes directrices de la política monetaria fueron impuestas desde arriba.
Como ejemplo, podemos recordar el sexenio de Echeverría, justo cuando empiezan los problemas de sobrevaluación. Anteriormente, la política monetaria estaba en manos de Don Rodrigo Gómez, el director general del Banco Central durante las décadas de los cincuenta y los sesenta, sin mayor influencia de los caprichos presidenciales.
Al abordar la presidencia, Echeverría dejó muy claro que la política económica se iba a manejar desde Los Pinos. A partir de ese momento, el Banco de México quedó subordinado a la obstinación política del aparato gubernamental.
Durante las dos décadas siguientes, el Banco de México no tenía otra opción más que la de financiar el déficit fiscal del Gobierno. No tenía en sus manos la autoridad ni la autonomía para poder contrarrestar los abusos de la política fiscal. Tampoco tenía en sus manos la decisión de la política cambiaría. Prueba de ello, fue la destitución de Miguel Mancera del Banco Central cuando López Portillo implantó el control de cambios. Meses antes, Mancera había divulgado un artículo sobre por qué el control de cambios no podría funcionar en México.
El Banco de México luchó por mucho tiempo para obtener su autonomía, pero no por un capricho personal, sino por ser una forma más efectiva d manejar la política monetaria según la experiencia de una gran cantidad de países. Sin embargo, la política cambiaria sigue en manos de Hacienda. Precisamente fue el secretario Jaime Serra, quien fue removido después de la devaluación de diciembre, dado que el manejo inadecuado de la devaluación estuvo a su cargo.
Aunque tanto el Banco Central como la Secretaría de Hacienda participan conjuntamente en su determinación, es este último el que tiene la palabra final.
El siguiente punto que conviene aclarar es la mala concepción del objetivo único de abatir la inflación que tiene el Banco de México. Según Clariond, las autoridades monetarias “tienen como solo, único y absoluto propósito de su vida, de su existencia, de su trabajo, el bajar la inflación a un dígito. No les interesa el crecimiento económico, no les importa el empleo productivo, no se preocupan por el ahorro interno “. Clariond piensa equivocadamente, al igual que muchos empresarios, que el Banco de México está obsesionado con la inflación por encima de todos. Esta es una concepción falsa y además peligrosa.
Basta con leer los informes anuales y los programas monetarios del Banco, al igual que los discursos diversos de sus funcionarios, para entender que aunque el abatimiento de la inflación sea el objetivo prioritario, no es el objetivo final.
La estabilidad de precios es un medio para obtener mayor crecimiento económico y generación de empleos. No existe tal desentendimiento. Numerosos estudios han determinado que la inflación frena la actividad económica, fomenta la mala asignación de recursos y desalienta el empleo.
Podemos encontrar un ejemplo de la preocupación del Banco Central por el buen funcionamiento de la economía en la última controversia suscitada la semana pasada, por el mayor crecimiento en la base monetaria.
Si el banco hubiera estado obsesionado por el control inflacionario, estaría aplicando una política restrictiva para frenar la demanda de dinero y así disminuir la inflación por arriba de todos los demás objetivos. Sin embargo, las autoridades monetarias han permitido la mayor expansión de la base monetaria dado que es sano para el crecimiento de la economía. Su política monetaria es neutral, justamente, porque sí les preocupa el desempeño de la economía. No es expansiva, dado que provocaría mayor inflación en detrimento del crecimiento. No es restrictiva, dado que provocaría aumentos innecesarios en la tasa de interés en detrimento de la inversión.
Estas aclaraciones son fundamentales dado que si tomamos los señalamientos de Clariond como correctos, podríamos sugerir cambios equivocados en la conducción de la política monetaria. También no es justo culpar a una institución por decisiones equivocadas tomadas por otros. Sin embargo, tampoco debemos ir al extremo de descalificar todo lo expuesto por el empresario regiomontano, en especial, en su mensaje de fondo: una preocupación genuina de que la política cambiaria actual podría llegar a una sobrevaluación peligrosa. De ser así, aun con un régimen de flotación, podríamos experimentar un ajuste brusco en el tipo de cambio con todas sus consecuencias negativas.
El régimen cambiario actual determina el tipo de cambio a través de la oferta y la demanda. Si en un momento existe un desequilibrio entre estos factores, podemos estar seguros de que habrá una corrección. Esto es un avance significativo dado que bajo el régimen anterior se podría posponer un ajuste necesario, incrementando el tamaño eventual de la devaluación. Sin embargo, esto no garantiza la ausencia de los ajustes grandes y bruscos, dado que los desequilibrios se pueden presentar en forma repentina, especialmente, si el tipo de cambio ha pasado por una etapa previa de apreciación.
Aunque la forma del mensaje está plagada de aseveraciones desatinadas y espurias, el fondo queda claro: existe una preocupación por la apreciación actual del peso
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